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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LOS PARTICIPANTES EN UN ENCUENTRO ORGANIZADO POR EL
DICASTERIO PARA EL SERVICIO DEL DESARROLLO HUMANO INTEGRAL
SOBRE EL TEMA: TRANSICIÓN ENERGÉTICA Y CUIDADO DE NUESTRA CASA COMÚN

Casina Pío IV
Viernes, 14 de junio de 2019

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Eminencia,
Distinguidos gerentes, inversores y expertos,
Señoras y señores:

Extiendo una calurosa bienvenida a todos vosotros con motivo de este Diálogo sobre La transición energética y la defensa de la casa común. Encontraros en Roma, después del encuentro del año pasado, es una señal positiva de vuestro compromiso constante de trabajar juntos en un espíritu de solidaridad con el fin de dar pasos concretos para la protección de nuestro planeta. Os lo agradezco.

Este segundo Diálogo, tiene lugar en un momento crítico. La crisis ecológica actual, especialmente el cambio climático, amenaza el futuro de la familia humana y esto no es una exageración. Durante demasiado tiempo hemos ignorado colectivamente los frutos de los análisis científico, y «las predicciones catastróficas ya no pueden ser miradas con desprecio e ironía» (Enc. Laudato si', 161). Por lo tanto, cualquier discusión sobre el cambio climático y la transición energética debe asumir los mejores frutos de la investigación científica actualmente disponible y dejarnos interpelar por ella en profundidad (ver ibíd., 15).

Un avance significativo en el último año ha sido la publicación del Informe especial sobre el impacto del calentamiento global de 1.5 ºC sobre los niveles preindustriales por parte del Grupo Intergubernamental sobre el Cambio Climático. Ese Informe advierte claramente de que las repercusiones sobre el clima serán catastróficas si superamos el umbral de 1.5 ºC descrito en el objetivo del Acuerdo de París. El Informe también advierte de que falta solo poco más de una década para alcanzar esta barrera del calentamiento global. Ante tal emergencia climática, debemos tomar las medidas oportunas para no cometer una grave injusticia con los pobres y las generaciones futuras. Debemos actuar con responsabilidad y considerar muy bien el impacto de nuestras acciones a corto y largo plazo.

Efectivamente, son los pobres quienes sufren el peor impacto de la crisis climática. Como demuestra la situación actual, los pobres son los más vulnerables a los huracanes, las sequías, las inundaciones y otros fenómenos meteorológicos extremos. Por eso, ciertamente, hace falta valor para responder «a los gritos cada vez más angustiosos de la tierra y de sus pobres» (Discurso a los participantes en la Conferencia Internacional en el tercer aniversario de Laudato si’, 6 de julio de 2018). Al mismo tiempo, las generaciones futuras están a punto de heredar un mundo en ruinas. Nuestros hijos y nietos no deberían tener que pagar el costo de la irresponsabilidad de nuestra generación. Me excuso pero quisiera subrayar esto: ellos, nuestros hijos, nuestros nietos no deberían pagar, no es justo que paguen el precio de nuestra irresponsabilidad. De hecho, como cada vez es más evidente, los jóvenes nos reclaman un cambio (ver Laudato si', 13) ¡“El futuro es nuestro”, gritan los jóvenes hoy y tienen razón!

Vuestro encuentro se ha centrado en tres puntos interconectados: primero, una transición correcta, segundo, el precio del carbón y tercero, la transparencia en la notificación de riesgos climáticos. Son tres problemas enormemente complejos y os agradezco que los hayáis propuesto para la discusión y a vuestro nivel, que es un nivel serio, científico.

Una transición correcta, como sabéis, se menciona en el Preámbulo de los Acuerdos de París. Esta transición implica gestionar el impacto social y laboral del cambio a una sociedad de bajo consumo de carbono. Si se gestiona bien, esta transición puede generar nuevas oportunidades de empleo, reducir la desigualdad y aumentar la calidad de vida de las personas afectadas por el cambio climático.

Segundo, una política de los precios del carbón es esencial si la humanidad quiere usar los recursos de la creación de manera inteligente. La falta de gestión de las emisiones de carbono ha generado una enorme deuda que ahora tendrán que pagar con intereses los que vienen después de nosotros. Nuestra utilización de los recursos ambientales comunes puede considerarse ética solo cuando los costes económicos y sociales que se derivan del uso de los recursos ambientales comunes se reconozcan de manera transparente y sean sufragados totalmente por aquellos que se benefician, y no por otros o por las futuras generaciones (ver ibíd., 195).

El tercer tema, la transparencia en la notificación de los riesgos climáticos, es esencial porque los recursos económicos deben ser explotados allí donde puedan aportar el bien mayor. Una comunicación abierta, transparente, fundamentada científicamente y regulada redunda en interés de todos, haciendo posible mover el capital financiero a aquellas áreas que ofrecen las más amplias «posibilidades a la inteligencia humana para crear e innovar, a la vez que protege el ambiente y crea más fuentes de trabajo» (ibid., 192).

Queridos amigos, ¡el tiempo apremia! Las reflexiones deben ir más allá de la mera exploración de lo que se puede hacer y enfocarse en lo que se necesita hacer, de hoy en adelante. No podemos permitirnos el lujo de esperar a que otros se adelanten, o dar prioridad a los beneficios económicos a corto plazo. La crisis climática requiere de nosotros una acción específica ahora mismo (ver ibíd., 161) y la Iglesia está totalmente comprometida a hacer su parte.

En nuestro encuentro del año pasado, expresé mi preocupación porque «la civilización requiere energía, ¡pero el uso de la energía no debe destruir la civilización!»[1]. Hoy se necesita una transición energética radical para salvar nuestra casa común. Todavía hay esperanza y queda tiempo para evitar los peores impactos del cambio climático, siempre que haya una acción rápida y decidida, porque sabemos que «los seres humanos, capaces de degradarse hasta el extremo también pueden sobreponerse, volver a optar por el bien y regenerarse» (Laudato si', 205).

Os doy nuevamente las gracias por haber respondido generosamente una vez más a la invitación del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral. Os aseguro mis oraciones por vuestras decisiones; e invoco de todo corazón las bendiciones del Señor sobre vosotros y vuestras familias.


[1] Discurso a los participantes en la conferencia "Transición energética y cuidado de nuestra casa común", 9 de junio de 2018.


Boletín de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, 14 de junio de 2019.

 



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