DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LOS HIJOS DE SANTA MARÍA INMACULADA
Sala del Consistorio
Jueves, 20 de septiembre de 2018
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Os doy la bienvenida con motivo de vuestro congreso para celebrar el 150 aniversario del pasaje a la vida eterna del Venerable Giuseppe Frassinetti; y agradezco al Superior General, Padre Amici, las palabras que me ha dirigido en nombre de todos. He apreciado que en el congreso haya habido una colaboración fraterna entre clérigos y laicos, con la presencia de numerosos religiosos. Es uno de los signos de los tiempos de la Iglesia hoy, pero también es uno de los elementos que caracterizaron el ministerio del Fundador: la promoción del apostolado de los laicos, hombres y mujeres. Os exhorto a continuar por este camino, haciendo de vuestras comunidades parroquiales y religiosas lugares donde se respire un espíritu de familia, de acogida, de respeto y de generosa colaboración apostólica.
Este congreso ha tenido lugar aproximadamente un año después de vuestro Capítulo General, en el cual se trataron temas importantes. Por lo tanto, es un paso adelante en el compromiso de implementar las líneas que surgieron del Capítulo y de hacer cada vez más partícipes a los fieles a vosotros confiados según la misión y el carisma de la Congregación. La Iglesia no se cansa de exhortar a los religiosos a una fidelidad dinámica a su propia identidad carismática, con docilidad al Espíritu y un fuerte sentido eclesial. Esta fidelidad dinámica requiere un discernimiento constante, que a su vez es un don sobrenatural (cf., Exhortación Apostólica Gaudete et exsultate, 170), pero también requiere compromiso, escucha, diálogo. El lema de vuestro Capítulo General fueron las palabras del Señor recogidas en el Evangelio de Juan: «En esto conocerán todos que sois mis discípulos, en que os améis los unos a los otros» (Jn 13, 35). Os animo a vivir el mandamiento de Jesús cada vez más como un verdadero distintivo de vuestro ser cristianos y consagrados, siguiendo la estela de Giuseppe Frassinetti, que cultivó las amistades espirituales y promovió la fraternidad entre los sacerdotes.
El Concilio Vaticano II ha reafirmado clara y profundamente la vocación universal de los fieles a la santidad, enraizada en la llamada bautismal. Mis predecesores han desarrollado este tema con una gran riqueza de motivaciones y creatividad de expresiones. Se ha hablado de la medida alta de la vida cristiana, de la necesidad de difundir la vida buena del Evangelio con ternura, coherencia y coraje.
Entre los pastores que, en el siglo XIX, difundieron el ideal de la santificación del pueblo de Dios, merece también un lugar destacado el Venerable Frassinetti, tanto por el ejemplo de su vida y de sus relaciones, como por sus escritos ricos de ánimo para un camino humilde, sereno y valiente en el seguimiento de Cristo. Él pone en la base de la amistad con Dios, el deseo de amar y el ofrecimiento de todo su ser a Él. Es bueno, por tanto, que os dediquéis a la fructificación de los ideales “frassinettianos” en la vida diaria, atesorando de la espiritualidad eclesial cosas nuevas y cosas antiguas (ver Mt 13,52).
Un elemento importante de vuestro carisma se refiere al compromiso vocacional, con particular atención a todas las dimensiones de la vida de consagración especial. Sabemos que siempre es Dios quien llama, pero podemos y debemos trabajar juntos para crear buenos terrenos donde la semilla desbordante de la llamada pueda echar raíces y no desperdiciarse. La Iglesia también se preocupa con solicitud de la formación inicial y permanente de los llamados, tanto a la vida sacerdotal como a la religiosa. En vuestro último capítulo, esta cuestión ha sido tratada adecuadamente, haciéndoos eco del gran ardor vocacional de Giuseppe Frassinetti. Espero que este compromiso de oración, de catequesis, de acompañamiento, de formación vocacional siempre tenga un lugar privilegiado en la vida y la pastoral de vuestra congregación.
Me gustaría referirme al próximo Sínodo de los Obispos sobre el tema: Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional. La participación espiritual en este evento, que interesa a todos los fieles, debería encontraros particularmente sensibles y colaboradores en virtud de la dimensión educativa y juvenil de vuestro carisma. Don Frassinetti, como su amigo Don Bosco, se dieron cuenta del papel estratégico de las nuevas generaciones en una sociedad dinámica y proyectada en el futuro. Os exhorto a amar las nuevas generaciones, a haceros compañeros de viaje de su camino, a veces confuso pero lleno de sueños, que también son parte de la llamada de Dios.
Queridos hermanos, vuestro carisma os empuja a algunos de los desafíos cruciales del momento histórico-eclesial en que vivimos. Es importante que estéis presentes en este proceso, sin delirios de grandeza sino con el deseo de hacer todo lo que podáis, manteniendo en el corazón la actitud evangélica de los siervos inútiles. No os desaniméis por las dificultades de este testimonio y pedid a la Virgen María que os acompañe así como a los jóvenes que os han sido confiados en plena comunión con Jesucristo. Ella, Madre de la Iglesia y de cada uno de nosotros, quiere ayudarnos a vivir plenamente la gracia de Dios y a vivir como discípulos misioneros que dan fruto en el anuncio, en el encuentro y el servicio. Os bendigo a todos y a vuestro apostolado, y os pido por favor que recéis por mí. ¡Gracias!
Boletín de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, 20 de septiembre de 2018.
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