DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A UNA PEREGRINACIÓN DE LA DIÓCESIS DE CRACOVIA
Aula Pablo VI
Miércoles, 10 de octubre de 2018
Queridos hermanos y hermanas:
¡Bienvenidos! ¡Y gracias por vuestros afecto! Agradezco al arzobispo Marek sus amables palabras y saludo fraternalmente al cardenal Estanislao y a los obispos presentes.
Habéis venido como representantes de la santa Iglesia de Dios que está en Cracovia, que me recibió con los brazos abiertos en el verano de 2016. Habéis venido junto con vuestros pastores y con las personas consagradas para dar gracias a Dios por la vida y el pontificado de San Juan Pablo II, en la proximidad del 40 aniversario de su elección a la Sede de Pedro. Os saludo cordialmente a todos, especialmente a los pobres, los enfermos y los numerosos jóvenes que participan en la peregrinación.
San Juan Pablo II ha enriquecido a la Iglesia universal con una gran cantidad de dones, que en gran parte heredó del tesoro de la fe y la santidad de vuestra tierra y de vuestra Iglesia. Trajo en su corazón y, por así decirlo, en la carne los testimonios de los santos de Cracovia: desde San Estanislao y Santa Eduvigis reina, hasta San Alberto y Santa Faustina. De ellos aprendió la dedicación ilimitada a Dios y la gran sensibilidad para cada hombre; dedicación y sensibilidad manifestadas en su ministerio sacerdotal, episcopal y papal. Recibió de Dios el gran don de poder leer los signos de los tiempos a la luz del Evangelio, y lo hizo fructificar a beneficio del camino de su pueblo, de vuestro pueblo, que en los diversos eventos dolorosos nunca perdió la confianza en Dios ni la fidelidad a la propia cultura arraigada en el espíritu cristiano.
Fiel a estas raíces, trató de hacer que la Iglesia se erigiera como guardián de los derechos inalienables del hombre, de la familia y de los pueblos, para ser signo de paz, de justicia y de desarrollo integral para toda la familia humana. Al mismo tiempo, subrayaba siempre la prioridad de la gracia y la obediencia a la voluntad de Dios, antes de cualquier cálculo humano.
Esta rica herencia, que San Juan Pablo II nos ha dejado, es para nosotros, y especialmente para sus compatriotas, un desafío para ser fieles a Cristo y responder con alegre dedicación al llamado a la santidad, que el Señor dirige a cada uno y cada una de nosotros, en nuestra situación personal, familiar y social específica.
Queridos hermanos y hermanas, ¡San Juan Pablo II no deja de velar por la Iglesia en Cracovia, que tanto amaba! Desde el cielo acompaña vuestro camino: las familias, los jóvenes, los abuelos, los sacerdotes, las religiosas y todos los consagrados; los más desfavorecidos, los que sufren. Yo también me encomiendo con vosotros a su intercesión. Os agradezco vuestra visita y os bendigo a todos vosotros y a toda la comunidad diocesana de Cracovia. Por favor no os olvidéis de rezar por mí.
Y antes de daros la bendición, os invito a rezar un Ave María a la Virgen.
(Bendición)
Boletín de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, 10 de octubre de 2018.
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