DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
AL CAPÍTULO GENERAL DE LOS OBLATOS DE SAN JOSÉ
Sala del Consistorio
Viernes, 31 de agosto de 2018
Queridos hermanos, ¡buenos días!
Me gusta San José, ¡tiene tanto “poder”! Desde hace más de cuarenta años, rezo una oración que encontré en un antiguo misal francés que dice acerca de San José “...dont la puissance sait rendre possibles les choses impossibles”. El poder de San José. Nunca, nunca dijo que no. Debemos aprender su valor. Me complace encontrarme con vosotros durante vuestro Capítulo General y os doy una cordial bienvenida. Dirijo un pensamiento particular al Padre Jan Pelczarski, elegido Superior general en estos días, para formularle a él y a sus Consejeros mis mejores deseos para la nueva misión. Al mismo tiempo, expreso mi gratitud al Padre Michele Piscopo por su generoso servicio al frente de la Congregación. Gracias. ¡Felicidades! Extiendo mis sentimientos de afecto a toda la familia religiosa que vosotros, los Padres Capitulares, representáis aquí, alentando a todos a perseverar en su ámbito apostólico respectivo.
El Capítulo General de un Instituto de Vida Consagrada es un momento especial de gracia, ciertamente para sus miembros y sus comunidades, pero también más allá de ellos, para muchas realidades eclesiales, parroquias, familias, grupos laicos vinculados de varios modos. La misión que os transmitió el fundador, San José Marello, manifiesta vuestro carisma peculiar de reproducir en la vida y en el apostolado el ideal de servicio tal como lo vivió San José de Nazaret. Partiendo de la imitación de su estilo de vida discreto, humilde y laborioso. Vivió con fidelidad y sencillez su vocación como custodio de María y de Jesús, estuvo cerca de su esposa en los momentos felices y en los difíciles, y con ella estableció una maravillosa familiaridad con Jesús, que siempre tenía bajo sus ojos.
Ricos de la simplicidad laboriosa de San José, estáis llamado a ser testigos en el mundo de un mensaje peculiar, de una buena noticia consoladora: que Dios se sirve todos, preferentemente de los más pequeños y humanamente desprovistos, para implantar su Reino y hacer que crezca. La perspectiva de servir a Jesús en la Iglesia y en nuestros hermanos y hermanas, con especial atención a los jóvenes y los más humildes, pueda siempre caracterizar vuestra vida y vuestra alegría. Y que para ello os inspiren las palabras, siempre oportunas, de vuestro santo fundador: «Pobres josefinos del hospicio de crónicos, sacerdotes menores, no sois nada y no tenéis ninguna de las que se llaman posiciones para el porvenir, y mientras tanto el Señor también se sirve de vosotros para el bien de las almas. Decís también: “servi inutiles sumus” [“somos siervos inútiles”], pero seguís adelante haciendo la parte que la voluntad divina, por medio de quién la representa, día a día os asigna; y que los hombres “videant opera vestra bona et glorificent Patrem vestrum qui en coelis est” [“vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en el cielo”]» (Epistolario, Lett. 241).
Por lo tanto, os aliento a continuar viviendo y trabajando en la Iglesia y en el mundo con las virtudes simples y esenciales del Esposo de la Virgen María: la humildad, que atrae la benevolencia del Padre; la intimidad con el Señor, que santifica toda actividad cristiana; el silencio y el recogimiento, unidos con el celo y la laboriosidad en favor de la voluntad del Señor, en el espíritu de la feliz síntesis que Marello os dejó como lema y programa: «Sed cartujos en casa y apóstoles fuera de casa». Esta enseñanza, siempre viva en vuestro espíritu, os llama a todos vosotros, queridos hermanos, a custodiar en las casas religiosas un clima de recogimiento y oración, favorecido por el silencio y los oportunos encuentros comunitarios. El espíritu de familia cimienta la unión de las comunidades y de toda la Congregación.
San José Marello exhortaba a sus hijos espirituales a dar el primer lugar al amor y a la obediencia a las enseñanzas y directivas del Sumo Pontífice. Eran aquellos tiempos de racionalismo que no soportaba ningún dogma espiritual; los nuestros son tiempos de difuso relativismo que socava desde la base el edificio de la fe y despoja de significado la idea misma de fidelidad cristiana. Por lo tanto, es de la mayor actualidad el mandato de vuestro Fundador de ser testigos de amor y fidelidad a Cristo y a su Iglesia en todas partes. A la gente de cualquier parte del mundo y a los jóvenes en particular, a quienes se dirige vuestro apostolado, enseñáis, con la vida y con las palabras, que el ejemplo de José de Nazaret, plenamente consagrado al servicio de Jesús es todavía el camino más simple, seguro y fascinante de realizar de una manera plena y alegre la vida y la vocación cristiana.
Frente a una cultura superficial que exalta la posesión de bienes materiales y que promete felicidad a través de atajos peligrosos, no dejéis de estimular a los jóvenes a que templen su espíritu y a formarse una personalidad madura, capaz de fuerza pero también de ternura. Y la alegría más grande es hablar con los jóvenes sobre Jesucristo, leer el Evangelio con ellos, confrontándolo juntos con la vida... Este es el mejor camino para construir un futuro sólido.
La intercesión de los dos Josés, el Patrono de la Iglesia universal y vuestro Fundador, haga fructífera la labor del Capítulo. Sostenga la misión de la Familia Marelliana: oblatos, oblatas, agregados y laicos que comparten vuestra espiritualidad. Os bendigo a todos de corazón, y os pido, por favor, que recéis por mí.
Boletín de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, 31 de agosto de 2018.
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