DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LOS MIEMBROS DE LA DIRECCIÓN ANTIMAFIA Y ANTITERRORISMO DE ITALIA
Sala del Consistorio
Lunes 23 de enero de 2017
Estimados señores y señoras:
Me complace recibiros a vosotros que representáis a la Dirección Nacional Antimafia y Antiterrorismo. Os saludo cordialmente y doy las gracias al Doctor Franco Roberti por sus palabras.
Las funciones que os han sido encomendadas por el Estado consisten en la persecución de los delitos de las tres grandes organizaciones criminales de tipo mafioso: mafia, camorra y ‘ndrangheta. Las cuales, aprovechándose de las carencias económicas, sociales y políticas, encuentran terreno fértil para realizar sus deplorables proyectos. Entre vuestras competencias se encuentra además la lucha contra el terrorismo, que está asumiendo cada vez más un aspecto cosmopolita y devastador. Deseo expresaros mi aprecio y transmitiros mi ánimo por vuestra labor, difícil y arriesgada, pero más que nunca indispensable para el rescate y la liberación del poder de las asociaciones criminales, que se hacen responsables de violencias y opresión manchadas de sangre humana.
La sociedad necesita ser sanada de la corrupción, de las extorsiones, del tráfico ilícito de estupefacientes y de armas, de la trata de seres humanos, entre los que hay muchos niños, reducidos a la esclavitud. Son auténticas plagas sociales y, al mismo tiempo, desafíos globales que la colectividad internacional está llamada a afrontar con determinación. Desde esta perspectiva, he tenido conocimiento de que vuestra actividad de lucha contra el crimen es oportunamente desarrollada en colaboración con los colegas de otros Estados. Tal labor, realizada en sinergia y con medios eficaces, constituye un freno eficaz y un presidio de seguridad para la colectividad.
La sociedad deposita gran confianza en vuestra profesionalidad y en vuestra experiencia de jueces de instrucción dedicados a combatir y a erradicar el crimen organizado. Os exhorto a dedicar cada esfuerzo especialmente en la lucha contra la trata de personas y del contrabando de los migrantes : ¡estos son reatos gravísimos que se ceban con los más débiles entre los débiles! Para ello, es necesario incrementar las actividades de tutela de las víctimas, previendo asistencia legal y social para estos hermanos y hermanas en busca de paz y de futuro. Los cuales huyen de los propios países a causa de la guerra, de las violencias, de las persecuciones tienen derecho a encontrar una adecuada acogida e idónea protección en los países que se definen civiles.
Para completar y reforzar vuestra preciosa obra de represión, son necesarias intervenciones educativas de amplias miras, dirigidas especialmente a las nuevas generaciones. Con ese objetivo, las diversas agencias educativas, entre las cuales familias, colegios, comunidades cristianas, realidades deportivas y culturales, están llamadas a favorecer una conciencia de moralidad y de legalidad orientada hacia modelos de vida honestos, pacíficos y solidarios que poco a poco venzan al mal y allanen el camino al bien. Se trata de empezar por las conciencias, para resanar los propósitos, las elecciones, las actitudes individuales, de tal forma que el tejido social se abra a la esperanza de un mundo mejor.
Hay que oponerse y combatir el fenómeno mafioso, como expresión de una cultura de muerte. Este se opone radicalmente a la fe y al Evangelio, que están siempre a favor de la vida. Los que siguen a Cristo tienen pensamientos de paz, de fraternidad, de justicia, de acogida y de perdón. Cuando la savia del Evangelio fluye en el discípulo de Cristo, maduran frutos buenos bien reconocibles también en el exterior, con comportamientos correspondientes, que el apóstol Pablo identifica con «amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí» (Gálatas 5,22).
Pienso en las muchas parroquias y asociaciones católicas que son testigos de estos frutos. Ellos desarrollan una encomiable labor en el territorio, dirigida a la promoción de la gente, una promoción cultural y social dirigida a extirpar progresivamente desde la raíz la mala hierba de la criminalidad organizada y de la corrupción. En estas iniciativas, se manifiesta también la proximidad de la Iglesia a los que viven situaciones dramáticas y necesitan ser ayudados para salir de la espiral de la violencia y regenerarse en la esperanza.
Queridos hermanos y hermanas, que el Señor os dé siempre la fuerza para ir adelante, para no desanimaros, sino para continuar luchando contra la corrupción, la violencia, la mafia y el terrorismo. Soy consciente del hecho de que el trabajo que vosotros realizáis conlleva también el riesgo de la vida, esto lo sé; y el riesgo de otros peligros para vosotros y para vuestras familias. El modo mafioso de actuar hace estas cosas. Por esto requiere un suplemento de pasión, de sentido del deber y de fuerza de ánimo, y también, por nuestra parte, de todos los ciudadanos que nos beneficiamos de vuestro trabajo, [un suplemento] de apoyo, de oración y de cercanía. Yo os aseguro que estoy muy cerca de vosotros, en vuestro trabajo, y rezo por vosotros.
Al mismo tiempo, que el Señor justo y misericordioso toque el corazón de los hombres y de las mujeres de las distintas mafias, para que se detengan, dejen de hacer el mal, se conviertan y cambien de vida. El dinero de los negocios sucios y de los delitos mafiosos es dinero manchado de sangre y produce un poder inicuo. Todos sabemos que el diablo “entra por el bolsillo”: está allí, la primera corrupción.
Para vosotros, vuestras familias y vuestro trabajo invoco la ayuda del Señor. Repito: estoy cerca de vosotros. Y mientras os pido también a vosotros que recéis por mí, de corazón os bendigo.
El Señor os bendiga a vosotros y a vuestras familias.
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