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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
EN LA UNIVERSIDAD ROMA TRE*

Viernes 17 de febrero de 2017

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Señor Rector,
ilustres profesores,
queridos estudiantes y miembros del personal:

Os doy las gracias por haberme invitado a visitar esta Universidad, la más joven de Roma, y os dirijo a todos mi cordial saludo. Doy las gracias al rector, Mario Panizza por sus palabras de bienvenida y deseo todo lo mejor para el trabajo y la misión de este Ateneo. La instrucción y la formación académica de las nuevas generaciones son un requisito básico para la vida y el desarrollo de la sociedad. He escuchado vuestras preguntas, por las que os soy grato; las había leído antes e intentaré responderos teniendo también en cuenta mi experiencia.

Nuestra sociedad está llena de buenas acciones, de solidaridad y amor hacia los demás: muchas personas y muchos jóvenes, seguramente también entre vosotros, participan en el voluntariado y en actividades al servicio de los necesitados. Y este es uno de los valores más grandes del que estar agradecidos y orgullosos. Sin embargo, si miramos a nuestro alrededor, vemos que en el mundo hay tantos, demasiados signos de hostilidad y violencia. Como bien ha observado Giulia hay muchas señales de un “actuar violento”. Agradezco tu pregunta, Giulia, porque precisamente este año el Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz propone la no violencia como forma de vida y de acción política. De hecho, estamos viviendo en una guerra mundial en pedazos: hay conflictos en muchas regiones del planeta, que ponen en peligro el futuro de generaciones enteras. ¿Por qué la comunidad internacional y sus organizaciones, no son capaces de prevenirlos o detenerlos? ¿Los intereses económicos y estratégicos tienen más peso que el interés común en la paz? Sin duda, estas son preguntas que encuentran espacio en las aulas universitarias y resuenan, en primer lugar, en nuestras conciencias. La universidad es un lugar privilegiado en el que se forman las conciencias, en una estrecha confrontación entre las exigencias del bien, de la verdad y la belleza, y la realidad con sus contradicciones. ¿Un ejemplo concreto? La industria de las armas. Durante décadas se está hablando de desarme, también se han puesto en marcha procesos importantes en este sentido, pero, por desgracia, en la actualidad, a pesar de todas las conversaciones y compromisos, muchos países están aumentando el gasto en armas. Y esto, en un mundo que todavía lucha contra el hambre y las enfermedades, es una contradicción escandalosa.

Ante esta dramática realidad os preguntáis, con razón, cual debería ser nuestra respuesta. Desde luego, no una actitud de desánimo y desconfianza. En particular vosotros, los jóvenes, no os podéis permitir vivir sin esperanza, la esperanza forma parte de vosotros. Cuando falta la esperanza, falta la vida; y entonces algunos van en busca de una existencia engañosa ofrecida por los mercaderes de la nada que venden cosas que dan una felicidad temporal y aparente, pero en realidad desembocan en callejones sin salida, sin futuro, en auténticos laberintos existenciales. Las bombas destruyen los cuerpos, las adicciones destruyen las mentes, las almas, e incluso los cuerpos. Y en esto doy otro ejemplo concreto de la contradicción actual: la industria de los juegos de azar. Las universidades pueden aportar una valiosa contribución a los estudios para prevenir y combatir la adicción a los juegos de azar, que causa graves daños a las personas y a las familias y altos costos sociales.

Una respuesta que me gustaría sugerir –y tengo presente la pregunta de Niccoló– es que os comprometierais también como universidades en proyectos de compartición y de servicio a los últimos, para fomentar en nuestra ciudad, Roma, el sentido de pertenencia a una “patria común”. Nos interpelan tantas urgencias sociales y tantas situaciones de penuria y de pobreza: pensemos en las personas que viven en la calle, en los emigrantes, en los necesitados no sólo de alimentos y ropa, sino de un lugar en la sociedad, como los que salen de la cárcel. Saliendo al encuentro de estas pobrezas sociales, nos convertimos en protagonistas de acciones constructivas que se oponen a las destructivas de los conflictos violentos y también a la cultura del hedonismo y del descarte, basada en los ídolos del dinero, del placer, del aparentar… En cambio, trabajando con proyectos, incluso pequeños, que favorecen el encuentro y la solidaridad, recuperamos juntos un sentido de confianza en la vida.

En cualquier entorno, especialmente en el universitario, es importante leer y afrontar este cambio de época con reflexión y discernimiento, es decir sin prejuicios ideológicos, sin miedos o fugas. Cualquier cambio, incluso el actual, es un pasaje que trae consigo dificultades, penurias y sufrimientos, pero también nuevos horizontes para el bien. Los grandes cambios exigen un replanteamiento de nuestros modelos económicos, culturales y sociales, para recuperar el valor central de la persona humana. Riccardo en la tercera pregunta se refería a “las informaciones que en un mundo globalizado son vehiculadas sobre todo por las redes sociales”. En este ámbito tan complejo, creo que es necesario operar un sano discernimiento, basado en criterios éticos y espirituales. Hace falta interrogarse sobre lo que es bueno, teniendo como punto de referencia los valores propios de una visión del hombre y del mundo, una visión de la persona en todas sus dimensiones, sobre todo la trascendente.

Y hablando de trascendencia, quiero hablaros de persona a personas y dar testimonio de quien soy. Me profeso cristiano y la trascendencia a la que me abro y a la que miro tiene un nombre: Jesús. Estoy convencido de que su Evangelio es una fuerza de verdadera renovación personal y social. Hablando así, no os propongo ilusiones o teorías filosóficas o ideológicas, ni tampoco quiero hacer proselitismo. Os hablo de una Persona que me salió al encuentro, cuando tenía más o menos vuestra edad, abrió mis horizontes y cambió mi vida. Esta Persona puede llenar nuestro corazón de alegría y nuestra vida de significado. Es mi compañero de viaje; Él no defrauda y no traiciona. Está siempre con nosotros. Se coloca, con respeto y discreción, a lo largo del camino de nuestra vida, nos sostiene especialmente en la hora de la pérdida y la derrota, en el momento de la debilidad y del pecado, para volvernos a situar siempre en el camino. Este es el testimonio personal de mi vida.

Non tengáis miedo de abriros a los horizontes del espíritu, y si recibís el don de la fe –porque la fe es un don– no tengáis miedo de abriros al encuentro con Cristo y de profundizar la relación con él. La fe nunca limita el ámbito de la razón, sino que lo abre a una visión integral del hombre y de la realidad, defendiendo del peligro de reducir la persona a “material humano”. Con Jesús no desaparecen las dificultades, pero se afrontan de una manera diferente, sin miedo, sin mentirse a sí mismos y a los demás; se afrontan con la luz y la fuerza que viene de Él. Y podemos llegar a ser, como decía Riccardo, “operadores de la caridad intelectual”, a partir de la misma Universidad, para que sea un lugar de formación a la “sabiduría” en el sentido más amplio del término, de educación integral de la persona. En esta perspectiva, la Universidad ofrece su contribución peculiar y esencial para la renovación de la sociedad.

Y la Universidad también puede ser el lugar donde se elabora la cultura del encuentro y de la acogida de las personas de diferentes tradiciones culturales y religiosas. Nour, que viene de Siria, ha hecho referencia al “miedo” del occidental ante el extranjero, ya que podría “poner en peligro la cultura cristiana de Europa”. Aparte del hecho de que la primera amenaza a la cultura cristiana de Europa está precisamente dentro de Europa, el encerrarse en uno mismo o en su propia cultura nunca es el camino para devolver la esperanza y operar una renovación social y cultural. Una cultura se consolida en la apertura y en la confrontación con otras culturas, siempre que tenga una conciencia clara y madura de sus principios y valores. Por tanto, animo a los profesores y a los estudiantes a que vivan la Universidad como un ambiente de diálogo auténtico, que no homologa la diversidad ni tampoco la exaspera, sino que abre a una confrontación constructiva. Estamos llamados a comprender y apreciar los valores del otro, superando las tentaciones de la indiferencia y del temor. Nunca tengáis miedo del encuentro, del diálogo, de la confrontación.

Mientras proseguís vuestra trayectoria de enseñanza y de estudios universitarios, probad a preguntaros: ¿Mi forma mentis se está haciendo más individualista o más solidaria? Si es más solidaria es una buena señal porque iréis contra corriente, pero en la única dirección que tiene un futuro y que da futuro. La solidaridad, no proclamada con palabras, sino vivida concretamente, crea paz y esperanza para cada país y para el mundo entero. Y vosotros, por el hecho de trabajar y estudiar en la universidad, tenéis la responsabilidad de dejar una huella buena en la historia.

Os doy las gracias de todo corazón por este encuentro y por vuestra atención. Que la esperanza sea la luz que ilumine siempre vuestro estudio y vuestro compromiso. Sobre cada uno de vosotros y sobre vuestras familias invoco la bendición del Señor.


* Boletín de la Oficina de Prensa de la Santa Sede

 



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