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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LA GUARDIA SUIZA PONTIFICIA
CON OCASIÓN DEL JURAMENTO DE LOS NUEVOS RECLUTAS

Sala Clementina
Sábado 7 de mayo de 2016

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Señor comandante,
reverendo capellán,
queridos Guardias,
queridos familiares y amigos de la Guardia Suiza pontificia:

Al día siguiente de vuestra fiesta me complace recibiros y festejar con vosotros, también para expresar mi aprecio y mi gratitud por vuestro servicio, vuestra disponibilidad y vuestra fidelidad a la Santa Sede. Un saludo particular dirijo a los reclutas y a sus familiares, así como a los representantes de las autoridades suizas aquí presentes. Es hermoso ver jóvenes, como vosotros, que dedican algunos años de su vida a la Iglesia, concretamente al Sucesor de Pedro: es una ocasión única para crecer en la fe, para experimentar la universalidad de la Iglesia, para tener una experiencia de fraternidad.

Crecer en la fe. Estáis llamados a vivir vuestro trabajo como una misión que el Señor mismo os confía; a acoger el tiempo que pasáis aquí en Roma, en el corazón de la cristiandad, como oportunidad para profundizar la amistad con Jesús y caminar hacia la meta de cada vida cristiana auténtica: la santidad. Por ello os invito a alimentar vuestro espíritu con la oración y la escucha de la Palabra Dios; a participar con devoción en la santa misa y cultivar una filial devoción a la Virgen María, y realizar así vuestra peculiar misión, trabajando cada día «acriter et fideliter», con valentía y fidelidad.

Experimentar la universalidad de la Iglesia. Las tumbas de los Apóstoles y la sede del Obispo de Roma son encrucijada de peregrinos que proceden de todo el mundo. Vosotros tenéis así la posibilidad de tocar con la mano la maternidad de la Iglesia que acoge en sí, en su unidad, la diversidad de numerosos pueblos.

Podéis encontraros con personas de diversas lenguas, tradiciones y culturas, pero que se sienten hermanos al estar aunados por la fe en Jesucristo. Os hará bien descubrir su testimonio cristiano y ofrecer, vosotros, un sereno y gozoso testimonio evangélico.

Experimentar la fraternidad. También esto es importante: estar atentos unos de los otros, para apoyaros en el trabajo cotidiano y para enriqueceros recíprocamente, recordando siempre que «mayor felicidad hay en dar que en recibir» (Hech 20, 35). Sabed valorizar la vida comunitaria, el hecho de compartir momentos gozosos y los más difíciles, prestando atención a quien entre vosotros se encuentra en dificultad y a veces necesita una sonrisa y un gesto de aliento y de amistad. Asumiendo esta actitud, os veréis favorecidos también al afrontar con diligencia y perseverancia las pequeñas y grandes tareas del servicio cotidiano, testimoniando amabilidad y espíritu de acogida, altruismo y humanidad hacia todos.

Queridos Guardias, os deseo que viváis intensamente vuestras jornadas, firmes en la fe y generosos en la caridad hacia las personas que encontráis. Que os ayude nuestra Madre María, que honramos de modo especial en el mes de mayo, a experimentar cada día más esa comunión profunda con Dios, que para nosotros creyentes inicia en la tierra y será plena en el cielo. Estamos llamados, como recuerda san Pablo, a ser «conciudadanos de los santos y familiares de Dios» (Ef 2, 19).

Os encomiendo a vosotros, a vuestras familias, a vuestros amigos y a quienes, con ocasión del juramento, han venido a Roma, a la intercesión de la Virgen, de vuestros patronos, san Martín y san Sebastián.

Os pido, por favor, que recéis por mí, y de corazón os imparto la bendición apostólica.



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