SALUDO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A UN GRUPO DE JÓVENES ROMANOS
QUE ESTÁN MADURANDO SU OPCIÓN VOCACIONAL
Gruta de Lourdes de los Jardines Vaticanos
Sábado 28 de junio de 2014
Ante todo pido disculpas por el retraso, pero la verdad es que no me di cuenta del tiempo. Estaba en una conversación tan interesante que no me di cuenta. ¡Disculpadme! Esto no se hace, la puntualidad se debe mantener.
Os agradezco esta visita, esta visita a la Virgen que es tan importante en nuestra vida. Y ella nos acompaña también en la opción definitiva, la opción vocacional, porque ella acompañó a su Hijo en su camino vocacional que fue muy duro, muy doloroso. Ella nos acompaña siempre.
Cuando un cristiano me dice, no que no ama a la Virgen, sino que no le nace buscar a la Virgen o rezar a la Virgen, yo me siento triste. Recuerdo una vez, hace casi 40 años, yo estaba en Bélgica, en un congreso, y había una pareja de catequistas, ambos profesores universitarios, con hijos, una hermosa familia, y hablaban muy bien de Jesucristo. A un cierto punto dije: «¿Y la devoción a la Virgen?». «Nosotros hemos superado esa etapa. Nosotros conocemos tanto a Jesucristo que no necesitamos a la Virgen». Y lo que surgió en mi mente y en mi corazón fue: «¡Bah..., pobres huérfanos!». Es así, ¿no? Porque un cristiano sin la Virgen es huérfano. También un cristiano sin Iglesia es un huérfano. Un cristiano necesita a estas dos mujeres, dos mujeres madres, dos mujeres vírgenes: la Iglesia y la Virgen. Y para hacer el «test» de una vocación cristiana justa, es necesario preguntarse: «¿Cómo es mi relación con estas dos Madres que tengo?», con la madre Iglesia y con la madre María. Esto no es un pensamiento de «piedad», no, es teología pura. Esto es teología. ¿Cómo es mi relación con la Iglesia, con mi madre Iglesia, con la santa madre Iglesia jerárquica? ¿Y cómo es mi relación con la Virgen, que es mi mamá, mi Madre?
Esto hace bien: no abandonarla jamás y no caminar solos. Os deseo un buen camino de discernimiento. Para cada uno de nosotros el Señor tiene su vocación, ese sitio donde Él quiere que nosotros vivamos nuestra vida. Pero es necesario buscarlo, encontrarlo; y luego continuar, seguir adelante.
Otra cosa que quisiera añadir —además de la Iglesia y la Virgen— es el sentido de lo definitivo. Esto para nosotros es importante, porque estamos viviendo una cultura de lo provisional: esto sí, pero por un tiempo, y para otro momento... ¿Te casas? Sí, sí, pero hasta que dure el amor, luego otra vez cada uno a su casa...
Un muchacho —me contaba un obispo—, un joven, un profesional joven, le dijo: «Yo quisiera ser sacerdote, pero sólo por diez años». Es así, es lo provisional. Tenemos miedo a lo definitivo. Y para elegir una vocación, la vocación que sea, incluso las vocaciones «de estado» —el matrimonio, la vida consagrada, el sacerdocio— se debe elegir con una perspectiva de lo definitivo. Y a esto se opone la cultura de lo provisional. Es una parte de la cultura que nos toca vivir a nosotros en este tiempo, pero debemos vivirla, y vencerla.
Muy bien. También en este aspecto de lo definitivo, creo que uno que tiene más seguro su camino definitivo es el Papa. Porque el Papa... ¿dónde acabará el Papa? Allí, en esa tumba, ¿no?
Os agradezco mucho esta visita, y os invito a rezar a la Virgen o, no sé, a cantar... La «Salve Regina»... ¿La saben cantar? ¿Cantamos la «Salve Regina» a la Virgen todos juntos? ¡Vamos!
(Canto...)
Ahora a vosotros, a vuestras familias, a todos doy la bendición y os pido, por favor, que recéis por mí.
(Bendición...)
¡Gracias a vosotros! ¿Muchas gracias! ¡Buen camino!
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