DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A UNA DELEGACIÓN DE LA
UNIVERSIDAD DE "NOTRE DAME" (INDIANA, EE UU)
Sala Clementina
Jueves 30 de enero de 2014
Queridos amigos:
Me complace saludar al Consejo directivo de la Universidad de Notre Dame con ocasión de vuestro encuentro en Roma, que coincide con la inauguración del Centro universitario de Roma. Confío en que el nuevo Centro contribuirá a la misión de la Universidad, poniendo en contacto a los estudiantes con la unicidad de las riquezas históricas, culturales y espirituales de la Ciudad Eterna, y abriendo sus mentes y corazones a la admirable continuidad entre la fe de los santos Pedro y Pablo, la de los confesores y mártires de cada época, y la fe católica a ellos transmitida en las familias, en las escuelas y en las parroquias. Desde su fundación, la Universidad de Notre Dame ha dado una notable aportación a la Iglesia en vuestro país, con su compromiso en la educación religiosa de los jóvenes y en la enseñanza de un saber inspirado por la confianza en la armonía entre fe y razón en la búsqueda de la verdad y la rectitud. Consciente de la especial importancia del apostolado para la nueva evangelización, deseo expresar mi gratitud por el compromiso que la Universidad de Notre Dame ha mostrado a lo largo de los años, ayudando y reforzando la enseñanza católica en la escuela primaria y secundaria en Estados Unidos.
La inspiración que guió al padre Edward Sorin y a los primeros religiosos de la Congregación de la Santa Cruz al instituir la Universidad de Notre Dame du Lac sigue siendo central, en las cambiantes circunstancias del siglo XXI, por la identidad que caracteriza a la Universidad y su servicio a la Iglesia y a la sociedad americana. En la exhortación apostólica sobre la alegría del Evangelio destaqué la dimensión misionera del discipulado cristiano, que debe ser evidente en la vida de las personas y en el trabajo de cada institución eclesial. Esta implicación en un «discipulado misionero» se debería percibir de un modo especial en las universidades católicas (cf. nn. 132-134), que, por su naturaleza misma, están comprometidas en mostrar la armonía entre fe y razón y poner en evidencia la relevancia del mensaje cristiano para una existencia humana vivida en plenitud y autenticidad. Al respecto, es esencial un testimonio valiente de las universidades católicas respecto a la enseñanza moral de la Iglesia y la defensa de la libertad de apoyar tales enseñanzas, en cuanto proclamadas con autoridad por el magisterio de los Pastores, precisamente en y a través de las instituciones formativas de la Iglesia. Deseo que la Universidad de Notre Dame siga ofreciendo su indispensable e inequívoco testimonio a este aspecto de su fundamental identidad católica, especialmente ante los intentos, de cualquier parte que procedan, de diluirla. Y esto es importante: la identidad propia, como se quiso desde el inicio. Defenderla, conservarla, hacer que siga adelante.
Queridos amigos, os pido que recéis por mí, para que realice el ministerio que he recibido al servicio del Evangelio, y os aseguro mis oraciones por vosotros y por todos aquellos que desempeñan su misión educativa en la Universidad de Notre Dame. Sobre vosotros y sobre vuestras familias, de modo particular sobre los estudiantes, los profesores y el personal de esta querida Universidad, invoco los dones divinos de sabiduría, alegría y paz, y cordialmente imparto mi bendición.
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