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MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
AL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA FRANCESA
CON OCASIÓN DEL "SOMMET POUR L'ACTION
SUR L'INTELLIGENCE ARTIFICIELLE"

[París, 10-11 febrero de 2025]

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Señor Presidente,
Excelencias, distinguidos participantes,

He tenido conocimiento de su loable iniciativa de celebrar una cumbre sobre la inteligencia artificial en París los días 10 y 11 de febrero de 2025. He sabido que usted, señor presidente, ha querido dedicar esta cumbre a la acción sobre la inteligencia artificial.

Durante nuestra reunión en Apulia, en el marco del G7, tuve la oportunidad de subrayar la urgencia de «garantizar y proteger un espacio de control significativo del ser humano sobre el proceso de elección de los programas de inteligencia artificial». De hecho, consideraba que sin estos mecanismos, la inteligencia artificial, aunque es una nueva herramienta «fascinante», podría mostrar su lado más «terrible», convirtiéndose en una amenaza para la dignidad humana (cf. Discurso en la sesión del G7 sobre inteligencia artificial).

Por lo tanto, felicito los esfuerzos realizados, con valentía y determinación, para iniciar un camino político destinado a proteger a la humanidad contra un uso de la inteligencia artificial que « limite la visión del mundo que pueden expresarse en números y encerradas en categorías preestablecidas, eliminando la aportación de otras formas de verdad e imponiendo modelos antropológicos, socioeconómicos y culturales uniformes» (ibid.); y por el hecho de que en la cumbre de París han querido involucrar al mayor número posible de actores y expertos en una reflexión que tiene como objetivo producir resultados concretos.

En mi última Carta encíclica Dilexit nos, he querido distinguir la categoría de los algoritmos de aquella del «corazón»; concepto clave sostenido por el gran filósofo y científico Blaise Pascal, al que he dedicado una Carta apostólica con motivo del cuarto centenario de su nacimiento (cf. Sublimitas et miseria hominis, 2023), con el fin de subrayar que, si los algoritmos pueden utilizarse para engañar al hombre, el «corazón», entendido como sede de los sentimientos más íntimos y verdaderos, nunca podrá engañarlo (cf. Carta encíclica Dilexit nos, n.os 14.20).

A todos los que participarán en la cumbre de París, les pido que no olviden que el sentido de la existencia del hombre sólo proviene de su «corazón» (cf. Blaise Pascal, Pensamientos). Invito a acoger como axiomático el principio expresado tan elegantemente por otro gran filósofo francés, Jacques Maritain: «El amor vale más que la inteligencia» (Jacques Maritain, Reflexiones sobre la inteligencia, 1938).

Sus esfuerzos, queridos participantes, son un brillante ejemplo de una política sana que quiere inscribir las novedades tecnológicas en un proyecto orientado al bien común para «abrir camino a oportunidades diferentes, que no implican detener la creatividad humana y su sueño de progreso, sino orientar esa energía con cauces nuevos» (Laudato si', n. 191).

Estoy convencido de que la inteligencia artificial puede convertirse en una herramienta poderosa para los científicos y expertos que buscan juntos soluciones innovadoras y creativas en favor de la sostenibilidad ecológica de nuestro planeta. Sin olvidar que el consumo de energía asociado al funcionamiento de las infraestructuras de la inteligencia artificial es en sí mismo muy elevado.

Ya en mi Mensaje para el Día Mundial de la Paz 2024, dedicado a la inteligencia artificial, subrayé que «en los debates sobre la regulación de la inteligencia artificial, se debería tener en cuenta la voz de todas las partes interesadas, incluidos los pobres, los marginados y otros más que a menudo quedan sin ser escuchados en los procesos decisionales globales» (Mensaje para la 57ª Jornada Mundial de la Paz, 1 de enero de 2024). En esta perspectiva, espero que la cumbre de París se esfuerce por crear una plataforma de interés público sobre la inteligencia artificial; y para que cada nación pueda encontrar en la inteligencia artificial un instrumento de desarrollo y de lucha contra la pobreza, por un lado, y de protección de las culturas y lenguas locales, por otro. Solo así todos los pueblos de la tierra podrán contribuir a la creación de datos, que serán utilizados por la inteligencia artificial, representando la verdadera diversidad y riqueza que caracterizan a toda la humanidad.

Este año el dicasterio para la Doctrina de la Fe y el Dicasterio para la Cultura y la Educación han colaborado en la redacción de una Nota sobre «Inteligencia artificial e inteligencia humana». En este documento, publicado el pasado 28 de enero, se examinaron varias cuestiones específicas relacionadas con la inteligencia artificial, que se están abordando en la cumbre actual, y otras que me preocupan de manera especial. Para el futuro, espero que los trabajos de las próximas cumbres, que deberían dar seguimiento a la presente, examinen más detalladamente los efectos sociales de la inteligencia artificial en las relaciones humanas, en la información y en la educación. La cuestión fundamental sigue y seguirá siendo antropológica, es decir:« si el hombre, como hombre», en el contexto del progreso tecnológico, se volverá «de veras mejor, es decir, más maduro espiritualmente, más consciente de la dignidad de su humanidad, más responsable, más abierto a los demás, particularmente a los más necesitados y a los más débiles» (Carta encíclica Redemptor hominis, n. 15). Nuestro mayor desafío es y será siempre el ser humano; no lo olvidemos nunca. Gracias, señor presidente, y gracias a todos ustedes que han contribuido a esta Cumbre.

Vaticano, 7 de febrero de 2025.

FRANCISCO

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Boletín de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, 11 de febrero de 2025



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