VIDEOMENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
CON MOTIVO DE LA BEATIFICACIÓN DE JOSÉ GREGORIO HERNÁNDEZ CISNEROS
[Caracas, 30 de abril de 2021]
Queridos hermanos en el episcopado,
queridos venezolanos y venezolanas,
hermanos todos en el Señor:
Los saludo con afecto, con ocasión de la beatificación del venerable doctor José Gregorio Hernández Cisneros. Yo sé con cuánta ilusión esperaban, desde hace muchos años, el momento en que la Iglesia confirmase algo que ustedes creían firmemente: que el médico del pueblo está junto a Dios, y que junto a Nuestra Señora de Coromoto intercede por sus connacionales y por todos nosotros. Les confieso que no encontré un venezolano aquí en el Vaticano, sea en la plaza o en audiencia privada, que en la mitad de la conversación al fin, dijera: ¿y cuándo es la beatificación de Gregorio? Lo llevaban en el alma. Bueno, ahora se logra este deseo.
El doctor José Gregorio se nos ofrece a los cristianos y a todas las personas de buena voluntad, como ejemplo de creyente discípulo de Cristo, que hizo del Evangelio el criterio de su vida, buscó su vocación, observó los mandamientos, participó cotidianamente en la Eucaristía, dedicó tiempo a la oración y creyó en la vida eterna, como dechado de bonhomía personal y de virtudes cívicas y religiosas, de apertura, de sensibilidad ante el dolor, de modestia y humildad en su vida y ejercicio profesional, y también como un hombre amante de la sabiduría, de la investigación, de la ciencia, al servicio de la salud y de la docencia. Es un modelo de santidad comprometida con la defensa de la vida, con los desafíos de la historia y, particularmente, como paradigma de servicio al prójimo, como un buen samaritano, sin excluir a nadie. Es un hombre de servicio universal.
Una de las facetas más relevantes y atrayentes de su personalidad fue la de ser testimonio de superación personal y de servicio ciudadano. Un servicio entendido desde el ejemplo que Cristo nos dejó durante la Última Cena, cuando se puso a lavar los pies a sus discípulos y a todos, porque a todos amaba, también a Judas, aún sabiendo que lo iba a traicionar. Jesús no se vengó de nadie, no se vengó de nadie, amó a todos.
Y en este momento Jesús deja un mandato a sus discípulos: lávense los pies los unos a los otros. Me parece importante reseñar “los unos a los otros”, porque el Señor nos exhorta no sólo a ser sujetos activos del servicio, sino también a tener la humildad de dejarnos lavar los pies por los demás. ¿Y qué es hoy día ese lavarse los pies unos a otros —me pregunto— para todos nosotros y en concreto para ustedes, que hoy están festejando la beatificación de este gran lavador de pies?
Por ejemplo, significa acogerse, recibirse los unos a los otros, ver al otro como un igual, como alguien como yo, sin menospreciar. No menospreciar a nadie. También es servirse los unos a los otros, estar dispuestos a servir, pero también dejar que los otros nos ayuden, nos sirvan. Ayudar y dejarnos ayudar. Otro ejemplo es perdonarnos los unos a los otros, pues debemos perdonar y permitir que nos perdonen. Sentirnos perdonados. En definitiva, lavarse los pies unos a otros, es amarse los unos a los otros.
A veces pensamos que ninguno tiene necesidad de ayuda, que nosotros somos autónomos, que no necesitamos de nada, incluso de perdón, ¿no? Todos necesitamos de ayuda, todos. Todos necesitamos de perdón. Jesús dijo una cosa muy linda: “el que esté sin pecado que tire la primera piedra” (Jn 8,7); el que no tenga alguna cosa dentro de la cual arrepentirse, que acuse a los demás. A veces nos convertimos en una familia —pienso por ejemplo en un núcleo familiar— de acusadores unos a otros, o en un pueblo de acusadores unos a otros. Ese no es el camino que nos enseñó el beato que hoy celebramos, sino más bien, el de servicio, de escucharnos, y de perdonarnos y de dejarnos perdonar.
La beatificación del doctor José Gregorio tiene lugar en un momento particular, difícil para ustedes. Al igual que mis hermanos obispos, conozco bien la situación que sufren, y soy consciente que sus prolongadas penalidades y angustias se han visto agravadas por la terrible pandemia del Covid-19 que nos afecta a todos. Tengo muy presente en el día de hoy a tantos muertos, a tantos contagiados por el coronavirus que han pagado con su vida, por mantenerse en sus tareas en condiciones precarias. Esta misma pandemia, que hoy día incide en esta gran fiesta de la fe de la beatificación, y que la reduce, para evitar contagios por razones de seguridad, de salud, nos mete en casa a todos, no nos permite salir a la calle a celebrar, a gritar, no, porque la pandemia es peligrosa. Y los acompaño en esta celebración —permítanme la palabra— “pandémica”, es decir, una celebración sin nada, por el dolor de la pandemia. Tengo presentes también a todos aquellos que han dejado el país en busca de mejores condiciones de vida, y también a los que están privados de libertad y a los que carecen de lo más necesario. Todos son compatriotas del beato, todos ustedes. Y todos tienen los mismos derechos. Los acompaño con amor, a todos.Y así como conozco bien los sufrimientos, también conozco la fe y las grandes esperanzas del pueblo venezolano.
La beatificación del doctor Hernández es una bendición especial de Dios para Venezuela, y nos invita a la conversión hacia una mayor solidaridad de unos con otros, para producir entre todos la respuesta del bien común tan necesitada para que el país reviva, renazca después de la pandemia, con espíritu de reconciliación. Es una gracia que hay que pedir: el espíritu de reconciliación; porque siempre hay problemas en las familias, en las ciudades, en la sociedad, hay gente que se mira un poco de costado, que se mira mal, y hace falta la reconciliación siempre, ¡la mano tendida! Y es una buena inversión social la mano tendida.
Por ello, en medio de todas las dificultades, les pido a todos ustedes que tanto aman al doctor José Gregorio, que sigan el admirable ejemplo de servicio desinteresado a los demás. Creo sinceramente que este momento de unidad nacional, en torno a la figura del médico del pueblo, supone una hora singular para Venezuela, y exige que ustedes vayan más allá, que den pasos concretos en favor de la unidad, sin dejarse vencer por el desaliento.
A ejemplo del doctor José Gregorio, que sean capaces de reconocerse mutuamente como iguales, como hermanos, como hijos de una misma patria. Que se muestren disponibles para servir, y tengan la suficiente humildad para dejarse servir, para ayudar y dejarse ayudar, para perdonar y dejarse perdonar. No lo olviden: los unos a los otros, o, como decía aquella viejita, “y los otros a los unos”. Mutuo, siempre. Pido a Dios por la reconciliación y la paz entre los venezolanos, yo quisiera ir a visitarlos a ustedes. Que las instituciones públicas sepan brindar siempre seguridad y confianza a todos, y que el pueblo de esa bella tierra, encuentre siempre oportunidades para el desarrollo humano y la convivencia.
Ruego, queridos hermanos y hermanas, que el nuevo beato inspire, en particular, a todos los dirigentes, a todos: sindicales, académicos, políticos, empresariales, religiosos, a todos, universitarios, y a otros, a desempeñarse seriamente en el logro de una unidad operativa. Un viejo refrán dice: “o nos salvamos todos o no se salva nadie”. El camino es común, de todos. Busquemos el camino de la unidad nacional, y eso por el bien de Venezuela. Una unidad operativa en la que todos, con seriedad y sinceridad, desde el respeto y el reconocimiento recíproco, anteponiendo el bien común a cualquier otro interés, trabajen por la unidad, la paz y la prosperidad, para que, de este modo los ciudadanos y ciudadanas vivan con normalidad, productividad, estabilidad democrática, seguridad, justicia y esperanza.
Pido que, entre todos, recuperemos esa Venezuela en la que todos sepan que caben, en la que todos pueden encontrar un futuro. Y pido al Señor que ninguna intervención de afuera les impida caminar este camino de unidad nacional. Cuánto desearía poder visitarlos, para al menos significar mi acompañamiento en este camino. Pido a la Virgen de Coromoto, Patrona de esa amada y hermosa nación, y le pido al beato José Gregorio Hernández por todos ustedes. Y a ustedes les pido que no se olviden de rezar por mí. ¡Adelante! Siempre juntos, siguiendo el ejemplo de José Gregorio. No se desanimen. Que Dios los bendiga y la Virgen los cuide.
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