VIDEOMENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A UNA REUNIÓN SOBRE LA CRISIS HUMANITARIA DE SIRIA E IRAK,
ORGANIZADA POR EL DICASTERIO PARA EL SERVICIO
DEL DESARROLLO HUMANO INTEGRAL
Queridos amigos:
Os dirijo con alegría este afectuoso saludo durante este encuentro organizado por el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, junto con otras instancias de la Santa Sede, para discutir y reflexionar sobre los gravísimos problemas que todavía hoy afligen a las amadas poblaciones de Siria, Irak y los países limítrofes.
Cada esfuerzo —grande o pequeño— destinado a favorecer el proceso de paz es como poner un ladrillo en la construcción de una sociedad justa, abierta a la acogida, y donde todos puedan encontrar un lugar para vivir en paz. Mis pensamientos se dirigen sobre todo a las personas que han tenido que dejar sus hogares para escapar de los horrores de la guerra, en busca de mejores condiciones de vida para ellos y sus seres queridos. En particular, recuerdo a los cristianos obligados a abandonar los lugares donde nacieron y crecieron, donde se desarrolló y enriqueció su fe. Debemos hacer que la presencia cristiana en estas tierras siga siendo lo que siempre ha sido: un signo de paz, de progreso, de desarrollo y de reconciliación entre las personas y los pueblos.
En segundo lugar, mis pensamientos se dirigen a los refugiados que desean retornar a su país. Hago un llamamiento a la comunidad internacional para que haga el máximo esfuerzo para facilitar este retorno, garantizando las condiciones de seguridad y económicas necesarias para que sea posible. Cada gesto, cada esfuerzo en esta dirección es precioso.
Una reflexión final sobre la labor de los organismos católicos que se dedican a la ayuda humanitaria. Un pensamiento de aliento para todos vosotros que, siguiendo el ejemplo del Buen Samaritano, trabajáis sin reservas para acoger, atender y acompañar a los migrantes y desplazados en estas tierras, sin distinción de credo o pertenencia. Como he dicho tantas veces, la Iglesia no es una ONG. Nuestra acción caritativa debe estar inspirada por y para el Evangelio. Esta ayuda debe ser un signo tangible de la caridad de una Iglesia local que ayuda a otra Iglesia que sufre, a través de estos maravillosos medios que son los organismos católicos de ayuda humanitaria y de desarrollo. ¡Una Iglesia que ayuda a otra Iglesia!
Para concluir, quiero que sepáis que cuando os encontréis trabajando en estos lugares, no estáis solos. Toda la Iglesia se hace una, para salir al encuentro del hombre herido que se tropezó con unos ladrones en el camino de Jerusalén a Jericó. En vuestro trabajo, os acompañará siempre mi bendición, que os imparto hoy de buen grado para que este encuentro lleve en vuestros países abundantes frutos de prosperidad, desarrollo y paz, para una nueva vida. ¡Gracias!
Boletín de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, 10 de diciembre de 2020.
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