MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
CON MOTIVO DEL 50 ANIVERSARIO DE FUNDACIÓN
DEL ORGANISMO PARA EL DIÁLOGO CON LAS RELIGIONES
Al venerado hermano
cardenal Jean-Louis Tauran
presidente del Consejo pontificio para el diálogo interreligioso
En la significativa celebración del 50º aniversario de la fundación del Consejo pontificio para el diálogo interreligioso, me agrada dirigirle un cordial saludo a usted, venerado hermano, a los superiores y a los oficiales del dicasterio, así como a los ilustres huéspedes que intervienen en el acontecimiento conmemorativo.
La institución del Secretariado para los no creyentes, realizada con la carta apostólica Progrediente concilio, del 19 de mayo de 1964, representó una de las decisiones más importantes que, con ponderada reflexión, el siervo de Dios Pablo VI tomó durante el Concilio ecuménico Vaticano II para comenzar a traducir sus orientaciones y guiar a la Iglesia universal por el camino de la renovación anhelada.
En aquel tiempo, caracterizado por una gran apertura manifestada visiblemente en el aula conciliar, la Iglesia se sentía animada por un sincero deseo de encuentro y diálogo con toda la humanidad para poder presentarse, a un mundo en rápida transformación, con su identidad más profunda y auténtica: «La Iglesia debe ir hacia el diálogo con el mundo en el que le toca vivir. La Iglesia se hace palabra; la Iglesia se hace mensaje; la Iglesia se hace coloquio»: así escribió, en aquellos mismos días, el Papa Pablo VI en su primera y programática encíclica (Ecclesiam suam, 6 de agosto de 1964, 27).
Desde el principio era claro que dicho diálogo no implicaba relativizar la fe cristiana, o dejar a un lado el anhelo, que anida en el corazón de todo discípulo, de anunciar a todos la alegría del encuentro con Cristo y su llamada universal. Por lo demás, el diálogo sólo es posible a partir de la propia identidad. Como el santo Pontífice Juan Pablo II mostró en numerosísimas ocasiones, con palabras y gestos, el diálogo y el anuncio no se excluyen recíprocamente, sino que tienen un vínculo íntimo, aunque hay que mantenerlos separados y no deben ser confundidos ni instrumentalizados, ni juzgados equivalentes o intercambiables (cf. Carta enc. Redemptoris missio, 55). En verdad, «es siempre el Espíritu quien actúa, ya sea cuando vivifica la Iglesia y la impulsa a anunciar a Cristo, ya sea cuando siembra y desarrolla sus dones en todos los hombres y pueblos, guiando a la Iglesia a descubrirlos, promoverlos y recibirlos mediante el diálogo» (ibídem, n. 29).
Como recordé desde los primerísimos días de mi ministerio de obispo de Roma, «la Iglesia católica es consciente de la importancia que tiene la promoción de la amistad y el respeto entre hombres y mujeres de diferentes tradiciones religiosas» (Encuentro con los representantes de las Iglesias y comunidades eclesiales, y de las diversas religiones, 20 de marzo de 2013: L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 22 de marzo de 2013, p. 13).
Como Cristo en el camino de Emaús, la Iglesia desea estar cerca y ser compañera de camino de todo hombre. Tal disponibilidad a caminar juntos es muy necesaria en nuestro tiempo, marcado por profundas interacciones, nunca antes conocidas, entre pueblos y culturas diferentes. En este contexto, la Iglesia se comprometerá cada vez más a recorrer el camino del diálogo y a intensificar la cooperación, ya fructuosa, con todos los que, pertenecientes a diferentes tradiciones religiosas, comparten la voluntad de entablar relaciones de amistad y participan en las numerosas iniciativas de diálogo.
Al unirme a la acción de gracias a Dios por el trabajo realizado durante estos 50 años, deseo que el Consejo pontificio para el diálogo interreligioso prosiga con renovado impulso su misión propia, que también podrá favorecer mucho la causa de la paz y el auténtico progreso de los pueblos. A todos los participantes en la conferencia les aseguro mi recuerdo y les envío de corazón un saludo y una bendición.
Vaticano, 19 de mayo de 2014
FRANCISCO
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