CARTA DEL SANTO PADRE FRANCISCO
CON OCASIÓN DEL VIII CENTENARIO DE LA CUSTODIA DE TIERRA SANTA
Para el Reverendísimo Padre
Francisco Patton, O.F.M.
Custodio de Tierra Santa
He sabido con alegría que esta Custodia, con motivo de los 800 años de la presencia franciscana en Tierra Santa, ha querido celebrar ese aniversario importante y feliz con numerosas iniciativas religiosas, pastorales y culturales, todas ellas orientadas al redescubrimiento de la encomiable contribución de los «hermanos de la cuerda» —como se les llamaba— en los lugares donde el Hijo de Dios se hizo carne, y habitó entre nosotros (cf. Juan 1, 14). En esta ocasión, me complace dirigirle un saludo especial al igual que a todos los hermanos, que así mantienen vivo el testimonio cristiano, estudian las Escrituras y acogen a los peregrinos.
El seráfico padre Francisco, en el capítulo de Pentecostés en mayo de 1217, abrió la Orden a la dimensión «misionera y universal», enviando a sus hermanos a todas las naciones como testigos de fe, de fraternidad y de paz; y así se creó la Provincia de Tierra Santa, en un principio llamada de Ultramar o de Siria. Este ampliarse del horizonte de la evangelización fue el comienzo de una aventura extraordinaria, que llevó hace ocho siglos a los primeros frailes menores a desembarcar en Acre, donde el pasado 11 de junio, empezasteis las celebraciones del centenario, renovando vuestra adhesión a la llamada de Jesús, en fidelidad al Evangelio y a la Iglesia.
Asiduos en la contemplación y la oración, sencillos y pobres, obedientes al Obispo de Roma, también estáis comprometidos en el presente a vivir en Tierra Santa junto a los hermanos de diferentes culturas, etnias y religiones, sembrando la paz, la hermandad y el respeto.
Es bien sabida vuestra disponibilidad para acompañar los pasos de los peregrinos procedentes de todo el mundo a través de la acogida y la guía. Os habéis dedicado a la búsqueda de los testimonios arqueológicos y al estudio atento de las Sagradas Escrituras, atesorando la famosa frase de san Jerónimo, que durante muchos años vivió retirado en Belén: «La ignorancia de las Escrituras es ignorancia de Cristo» (Comm. in Is., Prol.: PL 24,17).
No quiero olvidar, además de la custodia y de la animación de los santuarios, vuestro compromiso al servicio de la comunidad eclesial local. Os animo a perseverar alegres en el apoyo a nuestros hermanos, especialmente los más pobres y los más débiles; en la educación de la juventud —que a menudo corre el riesgo de perder la esperanza en un contexto todavía sin paz—; en la acogida de los ancianos y el cuidado de los enfermos, viviendo concretamente en la cotidianidad las obras de misericordia.
Uniéndome a mis venerados predecesores, comenzando con Clemente VI que, con la bula Gratias agimus os confío la custodia de los Santos Lugares, quiero renovar ese mandato, alentándoos a ser testigos alegres del Resucitado en Tierra Santa.
Sois embajadores de todo el Pueblo de Dios que con generosidad siempre os ha sostenido, en particular, a través de la «Colecta para Tierra Santa», que contribuye a garantizar que en la Tierra de Jesús la fe se haga visible mediante las obras. De manera especial os sostiene, en nombre del Sucesor de Pedro, la Congregación para las Iglesias Orientales, que en estos días celebra su centenario.
Por último, deseo recordaos las palabras de vuestro fundador, «Aconsejo de veras, amonesto y exhorto a mis hermanos en el Señor Jesucristo que, cuando van por el mundo, no litiguen ni contiendan con palabras (cf. 2 Timoteo 2,14), ni juzguen a los otros; sino sean apacibles, pacíficos y moderados, mansos y humildes, hablando a todos honestamente, como conviene» (Regla bulada , 3, 10-11: ff 85).
Confío la Custodia de Tierra Santa, cada una de sus comunidades y todos los frailes a la protección maternal de la Virgen María y, mientras invoco la intercesión de vuestro santo patrón Antonio de Padua, os imparto de corazón la bendición apostólica.
Desde el Vaticano, 17 de octubre, 2017
Francisco
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