CARTA DEL SANTO PADRE FRANCISCO
AL CARDENAL TARCISIO BERTONE,
CAMARLENGO DE LA SANTA IGLESIA ROMANA,
CON OCASIÓN DE LA CEREMONIA DE DESPEDIDA
DEL CARGO DE SECRETARIO DE ESTADO
Al venerado hermano
señor cardenal Tarcisio Bertone
camarlengo de la santa Iglesia romana
Ha llegado el momento para Usted, querido Hermano, de «pasar el testigo» en el servicio de Secretario de Estado. Deseo por ello unirme espiritualmente a Usted al dar gracias a Dios por todo el bien que le ha permitido realizar en este papel tan delicado y comprometedor. La memoria de santa Teresa de Jesús, que en esta fecha la liturgia celebra, invita a fijar la mirada en Dios: «Nada te turbe —nos dice la gran Santa de Ávila—, nada te espante, quien a Dios tiene, nada le falta».
En esta circunstancia siento la necesidad de expresarle viva gratitud por la solicitud con la que se prodigó en estos siete años; y lo hago también en nombre del amado Benedicto XVI, que le llamó desde Génova, donde era arzobispo, a volver a Roma y le confió el cargo de su Secretario de Estado a partir del 15 de septiembre de 2006, y también de camarlengo de la santa Iglesia romana. Siete años de trabajo intenso, vividos con gran generosidad y espíritu de servicio. También yo he podido valerme aún, hasta hoy, de su experta colaboración.
Hay un aspecto por el cual deseo manifestarle de modo especial mi aprecio, y es su fidelidad al espíritu de don Bosco, el espíritu salesiano, que Usted ha sabido conservar y testimoniar incluso al ser absorbido por los múltiples encargos relacionados con la tarea de colaborar con el Sucesor de Pedro. Con la audacia y el amor al Papa que caracterizan a los hijos de san Juan Bosco, Usted desempeñó siempre con dedicación su tarea de guía en las relaciones internacionales de la Santa Sede, tan importante en el ejercicio del ministerio del Obispo de Roma. Al mismo tiempo, no dejó de llevar el Magisterio pontificio y la bendición apostólica a todo lugar: pueblos, diócesis, parroquias, universidades, instituciones, asociaciones. La Virgen Auxiliadora le ha sido cercana y siempre le ha asistido en este precioso ministerio. Que su intercesión maternal le obtenga las recompensas celestiales y las gracias que considere más importantes. Que sea para Usted prenda de paz y de leticia espiritual también mi bendición, que le imparto de corazón, haciéndola extensiva con sentido reconocimiento a sus colaboradores y a sus seres queridos.
Vaticano, 15 de octubre de 2013
FRANCISCUS
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