ORDENACIÓN EPISCOPAL
HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCISCO
Basílica Vaticana
Viernes, 4 de octubre de 2019
Hermanos e hijos:
Reflexionemos sobre la gran responsabilidad a la que son elevados estos hermanos nuestros. Nuestro Señor Jesucristo enviado por el Padre para redimir a los hombres envió a su vez a los doce apóstoles al mundo, para que fueran, llenos del poder del Espíritu Santo, a proclamar el Evangelio a todos los pueblos y reunirlos bajo un solo pastor, para santificarlos y conducirlos a la salvación.
Para perpetuar este ministerio de generación en generación, los Doce agregaron colaboradores y, con la imposición de las manos, les transmitieron el don del Espíritu recibido de Cristo, que les confería la plenitud del sacramento del Orden. Así, a través de la sucesión ininterrumpida de obispos en la tradición viva de la Iglesia, este ministerio primario ha sido preservado y la obra del Salvador continúa y se desarrolla hasta nuestros días. En el obispo rodeado de sus sacerdotes está presente en medio de vosotros el mismo Señor, sumo sacerdote para siempre.
Es Cristo, de hecho, quien en el ministerio del obispo continúa predicando el Evangelio de la salvación, es Cristo quien continúa santificando a los creyentes a través de los sacramentos de la fe. Es Cristo quien en la paternidad del obispo hace crecer su cuerpo, que es la Iglesia, con nuevos miembros. Es Cristo quien, con la sabiduría y la prudencia del obispo, guía al pueblo de Dios en la peregrinación terrena hacia la felicidad eterna.
Por tanto, acoged con alegría y gratitud a estos hermanos nuestros, a los que los obispos asociamos hoy con la imposición de manos al Colegio Episcopal.
En cuanto a vosotros, queridísimos hermanos elegido por el Señor, habéis sido elegidos de entre los hombres y para los hombres, habéis sido constituidos no para vosotros mismos, sino para las cosas que conciernen a Dios. “Episcopado” es, en efecto, el nombre de un servicio, no de un honor, porque al obispo le compete más el servicio que la dominación, según el mandamiento del Maestro: “El que sea el más grande entre vosotros que sea como el más pequeño. Y quien gobierna, que sea como el que sirve”.
Anunciad la Palabra en cada ocasión: oportuna y no oportuna. Anunciad la verdadera Palabra, no echéis discursos aburridos que nadie entiende. Anunciad la Palabra de Dios. Recordad que según Pedro, en los Hechos de los Apóstoles, las dos principales tareas de los Obispo son la oración y el anuncio de la Palabra (cf. 6,4) después las demás [tareas] administrativas. Pero estas dos cosas son las columnas. A través de la oración y la ofrenda de sacrificio por vuestro pueblo, obtened de la plenitud de la santidad de Cristo la riqueza multiforme de la gracia divina.
En la Iglesia que os ha sido confiada, sed custodios fieles y dispensadores de los misterios de Cristo, puestos por el Padre a la cabeza de su familia, seguid siempre el ejemplo del Buen Pastor, que conoce a sus ovejas, ellas lo conocen y que no ha dudado en dar su vida por ellas. Cercanía con el pueblo. Las tres cercanías del obispo: la cercanía con Dios en la oración ―esta es la primera tarea―, la cercanía con los presbíteros en el colegio presbiteral y la cercanía con el pueblo. No os olvidéis de que habéis sido tomados y elegidos de la grey. No os olvidéis de vuestras raíces, de aquellos que os han transmitido la fe, de aquellos que os han dado la identidad. No reneguéis del pueblo de Dios.
Amad con el amor del padre y del hermano a todos aquellos que Dios os confía. Ante todo, sacerdotes y diáconos, vuestros colaboradores en el ministerio, pero amad también a los pobres, a los indefensos y a todos los que necesitan acogida y ayuda. Exhortad a los fieles a cooperar en el compromiso apostólico y escuchadlos de buena gana.
Y prestad mucha atención a los que no pertenecen al único rebaño de Cristo, porque ellos también os han sido confiados en el Señor. Recordad que en la Iglesia católica, reunida en el vínculo de la caridad, estáis unidos al Colegio Episcopal ―esta sería la cuarta cercanía― y debéis llevar en vosotros la solicitud de todas las Iglesias, ayudando generosamente a los más necesitados. Custodiad este don que hoy recibiréis por la imposición de las manos de todos nosotros obispos.
Velad con amor sobre todo el rebaño donde el Espíritu Santo os ha llevado para regir la Iglesia de Dios. Velad, en el nombre del Padre, de quien debéis dar imagen, en el nombre de Jesucristo, su Hijo, por quien habéis sido constituidos maestros, sacerdotes y pastores y en el nombre del Espíritu Santo que da vida a la Iglesia y con su poder sostiene nuestra debilidad.
Boletín de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, 4 de octubre de 2019.
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