VISITA PASTORAL A LA PARROQUIA ROMANA
«SANTA MARIA REGINA PACIS» DE OSTIA
HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCISCO
V Domingo de Pascua, 3 de mayo de 2015
Una palabra que Jesús repite a menudo, sobre todo durante la última Cena, es: «Permaneced en mí». No separaos de mí, permaneced en mí. Y la vida cristiana es precisamente esto: permanecer en Jesús. Esta es la vida cristiana: permanecer en Jesús. Y Jesús, para explicarnos bien qué es lo que quiere decir con esto, usa esta hermosa imagen de la vid: «Yo soy la vid verdadera, vosotros los sarmientos» (cf. Jn 15, 1.5). Y todo sarmiento que no está unido a la vid, muere, no da fruto; y luego es arrojado para hacer fuego. Sólo sirven para esto, para hacer fuego —son muy, muy útiles— pero no para dar fruto. En cambio, los sarmientos que están unidos a la vid, reciben de la vid la savia vital y así se desarrollan, crecen y dan los frutos. Sencilla, sencilla la imagen. Permanecer en Jesús significa estar unido a Él para recibir de Él la vida, de Él el amor, de Él el Espíritu Santo. Es verdad, todos somos pecadores, pero si permanecemos en Jesús, como los sarmientos en la vid, el Señor viene, nos poda un poco, para que podamos dar más fruto. Él siempre nos cuida. Pero si nosotros nos separamos de ahí, no permanecemos en el Señor, somos cristianos de palabra nada más, pero no de vida; somos cristianos, pero muertos, porque no damos fruto, como los sarmientos separados de la vid.
Permanecer en Jesús quiere decir tener la voluntad de recibir de Él la vida, también el perdón, incluso la podada, pero recibirla de Él. Permanecer en Jesús significa buscar a Jesús, orar, la oración. Permanecer en Jesús significa acercarse a los sacramentos: la Eucaristía, la Reconciliación. Permanecer en Jesús —y esto es lo más difícil— significa hacer lo que hizo Jesús, tener la misma actitud de Jesús. Pero cuando nosotros «despellejamos» a los demás [hablamos mal de los demás], por ejemplo, o cuando criticamos, no permanecemos en Jesús. Jesús jamás hizo esto. Cuando somos mentirosos, no permanecemos en Jesús. Él nunca lo hizo. Cuando engañamos a los demás con esos asuntos sucios que están al alcance de todos, somos sarmientos muertos, no permanecemos en Jesús. Permanecer en Jesús es hacer lo mismo que Él hacía: hacer el bien, ayudar a los demás, orar al Padre, curar a los enfermos, ayudar a los pobres, tener la alegría del Espíritu Santo.
Una hermosa pregunta para nosotros cristianos es esta: ¿Yo, permanezco en Jesús o estoy lejos de Jesús? ¿Estoy unido a la vid que me da vida o soy un sarmiento muerto, que es incapaz de dar fruto, de dar testimonio? Y existen también otros sarmientos, de los que Jesús no habla aquí, pero habla de ello en otra parte: los que se hacen ver como discípulos de Jesús, pero hacen lo contrario de un discípulo de Jesús, y son los sarmientos hipócritas. Quizás van todos los domingos a misa, tal vez ponen la cara de santitos, todos piadosos, pero luego viven como si fueran paganos. Y a estos Jesús, en el Evangelio, los llama hipócritas. Jesús es bueno, nos invita a permanecer en Él. Él nos da la fuerza, y si caemos en pecado —todos somos pecadores— Él nos perdona, porque Él es misericordioso. Pero lo que Él quiere son estas dos cosas: que permanezcamos en Él y que no seamos hipócritas. Y con esto una vida cristiana sigue adelante.
¿Y qué nos da el Señor si permanecemos en Él? Lo hemos escuchado: «Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará» ( Jn 15, 7). Una fuerza en la oración: «Pedid lo que deseáis», o sea, la oración potente, tanto que Jesús realiza lo que pedimos. Pero si nuestra oración es débil —si no se hace verdaderamente en Jesús— la oración no da sus frutos, porque el sarmiento no está unido a la vid. Pero si el sarmiento está unido a la vid, es decir, «si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará». Y esta es la oración omnipotente. ¿De dónde viene esta omnipotencia de la oración? del permanecer en Jesús; del estar unido a Jesús, como el sarmiento a la vid. Que el Señor nos dé esta gracia.
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