PAPA FRANCISCO
ÁNGELUS
Plaza de San Pedro
Domingo 23 de octubre de 2016
Queridos hermanos y hermanas, ¡Buenos días!
La segunda lectura de la liturgia de hoy nos presenta la exhortación de san Pablo a Timoteo, su colaborador e hijo predilecto, en la que vuelve a pensar sobre su propia existencia de apóstol totalmente consagrada a la misión (cf 2 Tm 4, 6-8. 16-18). Viendo ya cercano el final de su camino terrenal, la describe en referencia a tres estaciones: el presente, el pasado, el futuro.
Al presente hace referencia con la metáfora del sacrificio: «porque estoy a punto de ser derramado en libación» (v. 6). Por lo que se refiere al pasado, Pablo indica su vida, transcurrida con las imágenes de la «buena batalla» y de la «carrera» de un hombre que fue coherente con sus propios compromisos y sus propias responsabilidades (cf v. 7); como consecuencia, confió en el reconocimiento futuro por parte de Dios, que es «juez justo». Pero la misión de Pablo resultó eficaz, justa y fiel solamente gracias a la cercanía y a la fuerza del Señor, que hizo de él un anunciador del Evangelio a todos los pueblos. He aquí su expresión: «el Señor me asistió y me dio fuerzas para que, por mi medio, se proclamara plenamente el mensaje y lo oyeran todos los gentiles» (v. 17).
En este relato autobiográfico de san Pablo se refleja la Iglesia, especialmente hoy, Jornada mundial misionera, cuyo tema es «Iglesia misionera, testimonio de misericordia». En Pablo la comunidad cristiana encuentra su modelo, en la convicción de que es la presencia del Señor la que hace eficaz el trabajo apostólico y la obra de evangelización. La experiencia del Apóstol de los gentiles nos recuerda que debemos comprometernos con las actividades pastorales y misioneras, por una parte, como si el resultado dependiera de nuestros esfuerzos, con el espíritu de sacrificio del atleta que no se detiene ni siquiera ante las derrotas; pero sin embargo, sabiendo que el verdadero éxito de nuestra misión es un don de la Gracia: es el Espíritu Santo quien hace eficaz la misión de la Iglesia en el mundo.
¡Hoy es tiempo de misión y es tiempo de valor! valor para reforzar los pasos titubeantes, de retomar el gusto de gastarse por el Evangelio, de retomar la confianza en la fuerza que la misión trae consigo. Es tiempo de valor, aunque tener valor no significa tener garantía de éxito. Se nos ha pedido valor para luchar, no necesariamente para vencer; para anunciar, no necesariamente para convertir. Se nos pide valor para ser alternativos al mundo, pero sin volvernos polémicos o agresivos jamás. Se nos pide valor para abrirnos a todos, pero sin disminuir lo absoluto y único de Cristo, único salvador de todos. Se nos pide valor para resistir a la incredulidad sin volvernos arrogantes. Se nos pide también el valor del publicano del Evangelio de hoy, que con humildad no se atrevía ni si quiera a levantar los ojos hacia el cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: «oh Dios, ten piedad de mí pecador». ¡Hoy es tiempo de valor! ¡Hoy se necesita valor!
Que la Virgen María, modelo de la Iglesia «en salida» y dócil ante el Espíritu Santo, nos ayude a todos a ser, en virtud de nuestro bautismo, discípulos misioneros para llevar el mensaje de la salvación a la entera familia humana.
LLAMAMIENTO
En estas horas dramáticas, me sienta cercano a la entera población de Iraq, en particular a la ciudad de Mosul. Nuestros ánimos están sacudidos por los feroces actos de violencia que desde hace demasiado tiempo se están cometiendo contra ciudadanos inocentes, tanto musulmanes como cristianos. La palabra de solidaridad se une a la promesa de mi recuerdo en la oración, para que Iraq, aun siendo duramente atacado, sea fuerte y sólido con la esperanza de poder ir hacia un futuro seguro, de reconciliación y de paz. Por ello os pido a todos vosotros que os unáis a mi oración.
[silencio y rezo del Ave María]
Después del Ángelus:
Queridos hermanos y hermanas:
Os saludo con afecto a todos vosotros, peregrinos provenientes de Italia y de varios países, comenzando por los polacos, que aquí en Roma y en su patria recuerdan el 1050° aniversario de la presencia del cristianismo en Polonia.
Recibo con alegría a los participantes en el Jubileo de las corales de Italia, a los corredores provenientes de Asís en representación de las «Pro Loco Italianas», y a los jóvenes de las hermandades de las diócesis de Italia. Están presentes los grupos de fieles de muchas parroquias italianas: no me es posible saludaros uno por uno, pero os animo a proseguir con alegría vuestro camino de fe. Dirijo un pensamiento especial a la comunidad peruana de Roma, aquí reunida con la sagrada Imagen del Señor de los Milagros. A todos os saludo con afecto. ¡Feliz domingo! Y por favor, no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y adiós!
Copyright © Dicastero per la Comunicazione - Libreria Editrice Vaticana