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PAPA FRANCISCO

ÁNGELUS

Plaza de San Pedro
Domingo 20 de octubre de 2013

Vídeo

 

Queridos hermanos y hermanas:

En el Evangelio de hoy Jesús relata una parábola sobre la necesidad de orar siempre, sin cansarnos. La protagonista es una viuda que, a fuerza de suplicar a un juez deshonesto, logra que se le haga justicia en su favor. Y Jesús concluye: si la viuda logró convencer a ese juez, ¿pensáis que Dios no nos escucha a nosotros, si le pedimos con insistencia? La expresión de Jesús es muy fuerte: «Pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que claman ante Él día y noche?» (Lc 18, 7).

«Clamar día y noche» a Dios. Nos impresiona esta imagen de la oración. Pero preguntémonos: ¿por qué Dios quiere esto? ¿No conoce Él ya nuestras necesidades? ¿Qué sentido tiene «insistir» con Dios?

Esta es una buena pregunta, que nos hace profundizar en un aspecto muy importante de la fe: Dios nos invita a orar con insistencia no porque no sabe lo que necesitamos, o porque no nos escucha. Al contrario, Él escucha siempre y conoce todo sobre nosotros, con amor. En nuestro camino cotidiano, especialmente en las dificultades, en la lucha contra el mal fuera y dentro de nosotros, el Señor no está lejos, está a nuestro lado; nosotros luchamos con Él a nuestro lado, y nuestra arma es precisamente la oración, que nos hace sentir su presencia junto a nosotros, su misericordia, también su ayuda. Pero la lucha contra el mal es dura y larga, requiere paciencia y resistencia —como Moisés, que debía tener los brazos levantados para que su pueblo pudiera vencer (cf. Ex 17, 8-13). Es así: hay una lucha que conducir cada día; pero Dios es nuestro aliado, la fe en Él es nuestra fuerza, y la oración es la expresión de esta fe. Por ello Jesús nos asegura la victoria, pero al final se pregunta: «Cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?» (Lc 18, 8). Si se apaga la fe, se apaga la oración, y nosotros caminamos en la oscuridad, nos extraviamos en el camino de la vida.

Por lo tanto, aprendamos de la viuda del Evangelio a orar siempre, sin cansarnos. ¡Era valiente esta viuda! Sabía luchar por sus hijos. Pienso en muchas mujeres que luchan por su familia, que rezan, que no se cansan nunca. Un recuerdo hoy, de todos nosotros, para estas mujeres que, con su actitud, nos dan un auténtico testimonio de fe, de valor, un modelo de oración. ¡Un recuerdo para ellas! Rezar siempre, pero no para convencer al Señor a fuerza de palabras. Él conoce mejor que nosotros aquello que necesitamos. La oración perseverante es más bien expresión de la fe en un Dios que nos llama a combatir con Él, cada día, en cada momento, para vencer el mal con el bien.

 


Después del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy se celebra la Jornada mundial de las misiones. ¿Cuál es la misión de la Iglesia? Difundir en el mundo la llama de la fe, que Jesús encendió en el mundo: la fe en Dios que es Padre, Amor, Misericordia. El método de la misión cristiana no es el proselitismo, sino el de la llama compartida que caldea el alma. Agradezco a todos aquellos que con la oración y la ayuda concreta sostienen la obra misionera, en especial la solicitud del Obispo de Roma para la difusión del Evangelio. En esta Jornada somos cercanos a todos los misioneros y las misioneras que trabajan mucho sin hacer ruido, y dan la vida. Como la italiana Afra Martinelli, que trabajó durante muchos años en Nigeria: hace algunos días fue asesinada en un asalto; todos lloraron, cristianos y musulmanes. La querían mucho. Ella anunció el Evangelio con la vida, con la obra que realizó, un centro de enseñanza; así difundió la llama de la fe, combatió la buena batalla. Pensemos en esta hermana nuestra, y la saludamos con un aplauso, todos.

Pienso también en Steban Sándor, que ayer fue proclamado beato en Budapest. Era un salesiano laico, ejemplar en el servicio a los jóvenes, en el oratorio y en la enseñanza profesional. Cuando el régimen comunista cerró todas las obras católicas, afrontó las persecuciones con valor, y fue asesinado a los 39 años. Nos unimos a la acción de gracias de la Familia salesiana y de la Iglesia húngara.

Deseo expresar mi cercanía a las poblaciones de Filipinas azotadas por un fuerte terremoto, y os invito a rezar por esa querida nación, que recientemente ha sufrido diversas calamidades.

Saludo con afecto a todos los peregrinos presentes, comenzando por los jóvenes que animaron la iniciativa «100 metros de carrera y de fe», promovida por el Consejo pontificio para la cultura. Gracias, porque nos recordáis que el creyente es un atleta del espíritu. ¡Muchas gracias!

Acojo con alegría a los fieles de las diócesis de Bolonia y de Cesena-Sarsina, encabezados por el cardenal Caffarra y por el obispo Regattieri; así como a los de Corrientes, Argentina, y de Maracaibo y Barinas, Venezuela. Y hoy en Argentina se celebra la fiesta de la madre, dirijo un afectuoso saludo a las mamás de mi tierra.

Saludo al grupo de oración «Raio de Luz», de Brasil; y a las Fraternidades de la Orden Secular Trinitaria.

Las parroquias y las asociaciones italianas son demasiadas, no puedo nombrarlas, pero saludo y doy las gracias a todos con afecto.

¡Feliz domingo! ¡Hasta la vista y buen almuerzo!

 



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