[EN - ES - FR - IT] LA PANDEMIA Y EL DESAFÍO DE LA EDUCACIÓN Niños y adolescentes en el tiempo de Covid-19 Una pandemia “paralela” El impacto de la pandemia de la Covid-19 en la vida de los menores -niños y adolescentes- hace necesario centrarse en lo que se ha llamado una "pandemia paralela"[1]. Aunque las manifestaciones clínicas son limitadas, en todo el mundo el estrés psicosocial producido en niños y jóvenes por las circunstancias de la pandemia ha provocado malestar y patologías, con consecuencias muy diversificadas según la edad y las condiciones sociales y ambientales. Esta pandemia paralela, que afecta a las generaciones en la etapa en que se desarrollan las energías finalizadas a alimentar la imaginación del futuro, ejercerá un profundo efecto en la psicología de los niños, especialmente de los adolescentes. La desorientación que genera no puede dejar de atraer la atención de los adultos. Parece observarse que esta cuestión, aunque se evoca repetidamente, está aún lejos de formularse como un tema central para su desarrollo. Los rasgos más acuciantes del debate actual no sugieren una determinación suficiente para asumir esta responsabilidad. Los niños y los jóvenes, dentro de los límites de sus posibilidades, dejan entrever -a pesar de todo- una gran expectativa y una confianza implícita en la capacidad de los adultos para interpretar el impasse actual con la resiliencia y la creatividad que son necesarias para obtener una enseñanza. No todos nuestros hábitos de vida tienen que "volver a ser como antes". Para reanudar los buenos hábitos, debemos ciertamente "reconciliarnos" con aquellos que nos hicieron despreocuparnos demasiado del bien común y de la vulnerabilidad individual. Con esta Nota, la Pontificia Academia para la Vida, en su ejercicio concreto de salvaguardia y promoción de la vida, quiere hacer un balance de lo vivido en los últimos meses, reconociendo los recursos positivos que han surgido en este tiempo de pandemia y poniendo de relieve algunas áreas particularmente frágiles y problemáticas, para afrontar el futuro próximo con la esperanza que corresponde a las jóvenes generaciones. 1. Los recursos de los niños y adolescentes en el tiempo de la Covid Los niños y los jóvenes, precisamente en esta coyuntura inédita, omnipresente y traumática para los propios adultos, muestran una gran capacidad para sensibilizarse e implicarse en la comprensión e interpretación de la pandemia y sus efectos. En los niños más pequeños, en el momento en que crece una mayor comprensión de la realidad, aumenta la sensibilidad a las preguntas y respuestas sobre el dolor, la enfermedad y el tratamiento. Esta sensibilidad es un primer paso importante en el desarrollo de la conciencia moral. No se puede suponer que los niños, incluso los más pequeños, no tengan sentido de la empatía y la capacidad de comprender el dolor de los demás: lo perciben como una experiencia moralmente relevante. Es una cualidad humana que siempre emerge y siempre nos maravilla. Aunque carece de experiencia y reflexividad adecuadas, la conciencia está viva desde el principio. Ya en los primeros años de vida, por tanto, intuimos profundamente la cuestión del bien y del mal como tema ineludible del sentido de la vida. Por misteriosa que sea -y a menudo incluso enigmática- esta sensibilidad respecto a la calidad moral de la vida nos envuelve por completo desde que somos niños. Ante la muerte, los más pequeños pueden expresar una sorprendente intuición de su dimensión de paso misterioso y cercanía ininterrumpida. La idea misma de Dios remite espontáneamente a una confianza última, atenta y sensible. Una intuición original del Amor, un reconocimiento confiado del Padre[2], del que también son capaces los niños. Durante estos trágicos meses, salió a relucir la resiliencia[3] que caracteriza a las generaciones más jóvenes, que siguieron proyectándose hacia el futuro a pesar de los acontecimientos desestabilizadores, las condiciones difíciles y, en ocasiones, los graves traumas. Fue el despliegue de la resistencia a los acontecimientos vitales graves mediante la reactividad de los recursos internos y el apoyo externo. Los niños son resilientes: el malestar psicológico y las reacciones resilientes también pueden coexistir en los niños y adolescentes. Por eso no hay que dejarlos solos: es necesario activar vías de reelaboración del trauma, reconociendo un sentido y un significado de la experiencia humana compartida, dificultada por los acontecimientos traumáticos colectivos. El ejercicio del diálogo empático y la elaboración narrativa adecuada son ayudas indispensables para la atención y la participación: tanto en las formas de cooperación familiar, como entre los padres y las comunidades locales. Así como en la difusión y distribución más amplia de palabras y encuentros que dan sentido, dirección y orientación a las experiencias vividas. El momento de la reelaboración es también una oportunidad para transmitir a los niños la confianza en la ciencia. Ante enfermedades como la Covid-19, la inteligencia humana está encontrando respuestas, según los estatutos propios de la investigación científica. Se puede ayudar a las generaciones más jóvenes, criadas en un mundo altamente tecnificado y científicamente explicado, a reconocer en la ciencia un proceso de fracasos y victorias a través del cual se abordan las soluciones. Al mismo tiempo, en un momento en que surge un peligroso negacionismo del valor de la investigación científica, la pandemia se presenta como una gran oportunidad para reafirmar el valor y la altura del ser humano y el don de sus capacidades intelectuales. La elaboración de vacunas eficaces fue también el resultado de la puesta en común de conocimientos científicos transnacionales y de importantes recursos financieros públicos y privados para garantizar la gratuidad de la vacunación. Son elementos típicos del mundo globalizado, que tenemos la responsabilidad de presentar como méritos y oportunidades. 2. Cuatro desafíos graves y urgentes La continuación de la pandemia mundial exige afrontar el futuro próximo con una asunción clara y compartida de la responsabilidad hacia las generaciones más jóvenes. He aquí cuatro áreas a las que hay que prestar especial atención. 2.1 Abrir lo más posible las escuelas La decisión de cerrar las escuelas, que se ha tomado de diferentes maneras y en diferentes momentos en todo el mundo, ha sido justificada por la comunidad científica como una forma de prevenir la propagación de la infección en las comunidades. La experiencia de epidemias anteriores ha demostrado la eficacia de esta medida para controlar la infección y aplanar la curva de infección. Por otra parte, no se puede dejar de insistir en la gravedad de una medida de este tipo, que en el futuro deberá considerarse sólo como un último recurso que se adoptará en casos extremos y sólo después de experimentar otras medidas de control de la epidemia, como una disposición diferente de los locales, los medios de transporte y la organización de la vida escolar en su conjunto y su horario. De hecho, allí donde las medidas de contención han forzado a los alumnos a la práctica habitual -y a menudo inconstante- de la enseñanza a distancia, el empobrecimiento del aprendizaje intelectual y la privación de las relaciones formativas se han convertido en algo habitual. Esta constatación no impide apreciar la utilización de los medios tecnológicos de que disponemos para no perder simplemente la enseñanza y el contacto. Debemos agradecer los recursos de la red y esperar que se refuercen en ciertas zonas del mundo donde el uso de las conexiones virtuales es todavía demasiado débil. Pero está claro que no son suficientes. Sin embargo, tampoco debemos descartar la posibilidad de que una privación tan extrema haya estimulado una resistencia más creativa e ingeniosa: en muchos países, incluso ahora, la drástica limitación de las oportunidades educativas se contrarresta con la conmovedora obstinación de pequeños alumnos que caminan kilómetros para llegar a la escuela y de maestros itinerantes que llegan a pequeños grupos de alumnos en sus pueblos, por los medios más diversos. Sin embargo, lo que salta a la vista -para educadores, médicos, padres y trabajadores sociales- es la acumulación de frustración y desorientación, sobre todo entre los adolescentes, especialmente agravada por contextos previos de pobreza y dificultades sociales. La falta de interacción multidimensional en la relación educativa y social tiene un impacto negativo en el sentimiento de calidad de vida, en las motivaciones para la formación de la persona, en el cuidado de la responsabilidad social. No podemos dejar de subrayar que la asistencia diaria a la escuela no es sólo una herramienta educativa. Para todos, pero especialmente en la adolescencia, es también una "escuela de vida", de relaciones, amistades y educación emocional. El cierre de escuelas también ha interrumpido las relaciones sociales o las ha mutilado gravemente. Es importante señalar una serie de consecuencias negativas que todavía hoy son motivo de gran preocupación: 1) En los países del Sur, la tasa de abandono escolar ha aumentado de forma alarmante. Se calcula que al menos 10 millones de niños en el mundo no volverán nunca a la escuela[4]. Muchos de ellos son reabsorbidos por problemas sociales que los conducen al trabajo de menores y a la explotación. 2) Ha aumentado el riesgo de una regresión importante en las habilidades/logros escolares. De hecho, la interrupción ha limitado el acceso a la educación, acentuando las desigualdades en este sentido debido a la “digital divide”[5] (brecha digital) vinculada a las prácticas de aprendizaje a distancia, la menor capacidad de los padres para apoyar a sus hijos en el estudio en casa y las desigualdades en cuanto a los diferentes tipos de vivienda. 3) La ingesta calórica diaria[6] se ha reducido para aquellos niños que viven en zonas donde el sistema escolar también proporciona alimentos, salvando así las situaciones de desventaja económica, que también han aumentado debido a la crisis económica generada por la pandemia. Por el contrario, el cierre de escuelas se asocia en el mundo más desarrollado con estilos de vida menos saludables, en términos de dieta y reducción de la actividad física. El aumento de peso a corto plazo[7], aunque sea modesto, puede tener consecuencias para la salud a largo plazo (especialmente una mayor incidencia de diabetes y enfermedades cardiovasculares). La interrupción de las actividades deportivas tuvo un impacto negativo tanto físico como mental y en términos de relaciones. 4) El impacto en la salud psicofísica, mental y social de los niños y en la interacción social producido por el cierre de las escuelas ha generado trastornos de ansiedad, depresión y estrés[8]. Además, el cierre de centros deportivos y otras limitaciones impuestas por el distanciamiento social han provocado una reducción de la actividad física -recomendada por la OMS de al menos 60 minutos al día para los jóvenes de 5 a 17 años[9]- con consecuencias en términos de aumento de peso, pero también de salud mental. La reducción de la exposición de los niños al aire fresco también se asocia con la deficiencia de vitamina D y el empeoramiento de la miopía[10]. Se comprobó que la restricción de la actividad física durante la pandemia de Covid-19 fue mayor en los niños cuyas familias tenían dificultades económicas o un mayor estrés psicológico[11]. 5) El cierre de los colegios aumentó la adicción a Internet, los videojuegos o la televisión (binge watching). La dramática restricción del juego al aire libre ha tenido graves consecuencias. Los estudios neurocientíficos[12] demuestran que cuando se restringen las experiencias de juego y exploración, prevalece la sobreestimulación de las áreas que expresan tristeza y miedo, lo que provoca efectos negativos en el desarrollo del niño. Ante esta dramática situación, la difusión generalizada y universal de las vacunas y otras medidas preventivas no allanará por sí sola el camino. Reconstruir la riqueza formativa de la interacción social y mental que califica a las comunidades fundamentales de iniciación y aprendizaje es una cuestión de innovación cultural y no sólo de políticas económicas o de asignación de recursos. También en este caso, los niños acuden en nuestra ayuda. El cierre forzoso ha llevado a una renovada conciencia de la importancia de ir a la escuela. La reapertura de la escuela es percibida por los niños como una meta a alcanzar porque ahora comprenden su valor, tanto desde el punto de vista educativo como social. Prueba de ello son los buenos resultados de las campañas de vacunación dirigidas a jóvenes y adolescentes. La tecnología, que ha acudido al rescate sobre todo en los países más desarrollados y en las ciudades, ha puesto de manifiesto la importancia de un buen y sabio uso de la Red y de los recursos que en ella se pueden esconder: el futuro del sistema escolar se beneficiará de un intercambio más profundo de habilidades y conocimientos, posible gracias a las conexiones, las lecciones en línea y el material compartido en la Red, del que se hizo mucho uso en la época de la pandemia. 2.2 Salvaguardar las relaciones familiares La obligada ampliación de la vida familiar ha ofrecido la posibilidad de redescubrir el tiempo compartido como una oportunidad: un tiempo que hay que valorar y llenar, que hay que aprovechar. La pandemia supone un reto para los padres y las familias en su papel educativo. Una repentina y marcada proximidad entre padres e hijos devuelve a la familia la visión de una responsabilidad. La de imaginar con fantasía y creatividad una presencia renovada en la vida de sus hijos. Ser padres no sólo significa enviar a los hijos a la escuela y asegurarse de que asisten. El cierre de las escuelas ha vuelto a poner la vocación de ser padres y abuelos en el centro de las familias. Los padres desempeñan un papel fundamental a la hora de apoyar a los niños y ayudarles a superar las dificultades que experimentan en su nueva situación. Esta temporada ofrece la oportunidad de revisar el contenido del desafío educativo empezando por las familias. Al mismo tiempo, los estudios muestran cómo la pandemia ha puesto de manifiesto los límites de muchas experiencias familiares y los contextos de vida y vivienda en los que están inmersas. La violencia doméstica directa o pasiva (también debida al estrés económico de las familias) ha aumentado entre un 40 y un 5% en algunos países, mientras que, según los datos de algunos gobiernos, las peticiones de ayuda aumentaron un 20% ya en los primeros días del confinamiento[13]. En todo el mundo se han producido signos preocupantes de alteraciones del comportamiento. El aumento del estrés de los padres tras un periodo de confinamiento prolongado tiene un impacto directo en el bienestar mental de los niños. Es impensable afrontar los próximos meses sin un apoyo adecuado (social, cultural, urbano, económico) para las familias, que todavía tendrán que soportar bastantes consecuencias de la emergencia pandémica[14]. 2.3 Educar a la fraternidad universal Desde el comienzo de la década de 2020, el mundo entero ha tenido que afrontar un problema de importancia universal que ha marcado una época. Esta dimensión también representa un desafío educativo. La tendencia a restringir la educación cultural dentro de horizontes escolares demasiado provinciales y domésticos corre el riesgo de eliminar las dimensiones amplias e internacionales. La historia de la Covid-19 se presenta al mundo de los educadores como una valiosa oportunidad. Ilustrar el origen, los efectos y las consecuencias de la pandemia significa repensar las herramientas educativas utilizadas para ayudar a los niños a descubrir y habitar el mundo, para que no se sientan extraños y lo comprendan. Queda abierto el desafío para una nueva educación a la mundialidad y a la fraternidad universal. Estamos "conectados" no sólo y no tanto porque exista Internet, sino porque todos somos habitantes de la misma "casa común". El Papa Francisco escribe en Laudato Si’ (92): "No podemos considerarnos grandes amantes si excluimos de nuestros intereses alguna parte de la realidad: «Paz, justicia y conservación de la creación son tres temas absolutamente ligados, que no podrán apartarse para ser tratados individualmente so pena de caer nuevamente en el reduccionismo». Todo está relacionado, y todos los seres humanos estamos juntos como hermanos y hermanas en una maravillosa peregrinación, entrelazados por el amor que Dios tiene a cada una de sus criaturas y que nos une también entre nosotros”. Estamos en el corazón teológico del verdadero testimonio de la fraternidad cristiana, que se expresa en el relato de un Dios amigo del hombre que llama "amigos" a todos los seres humanos (Jn 15,15). Es necesario enseñar a las jóvenes generaciones a no huir de las perspectivas de la globalización, de los logros de la ciencia, del desafío ecológico, de la perspectiva económica y social con sus desigualdades, del papel de los medios sociales y de la tecnología. Ya no podremos, ni deberemos, quejarnos simplemente de que nuestros hijos están encerrados en sí mismos y dentro de estrechos límites culturales, sin contacto con el mundo y sus problemas; con la pandemia, el mundo entero ha entrado en todos los hogares: el de los países más ricos y antiguos, así como el de los más jóvenes, pero aún en desarrollo. Al mundo de los educadores le corresponde traducir todo esto y aprovecharlo para que las nuevas generaciones abran los ojos y tomen conciencia del mundo y de su responsabilidad como ciudadanos y creyentes. 2.4 Transmitir la fe en el Dios de la vida No podemos negar que, junto a muchos ejemplos virtuosos de creatividad y de imaginación pastoral renovada, para demasiadas realidades eclesiales la pandemia se ha revelado como una grave fuente de estrés que ha generado, no pocas veces y con cierta razón, una suspensión de las actividades educativas habitualmente propuestas por las comunidades cristianas a los niños y a los jóvenes. Para el futuro próximo, esta experiencia exige un replanteamiento necesario y urgente de la pastoral de las jóvenes generaciones. La misma pandemia, como acontecimiento complejo, no puede dejar de considerarse una oportunidad para profundizar y hacer hincapié en cuestiones de enorme importancia para la educación en la fe. La Covid-19 ofrece la oportunidad de proponer a los más jóvenes temas que quizás han quedado demasiado relegados en la pastoral ordinaria del tiempo sin la pandemia: ¿de dónde viene el mal? ¿Dónde está Dios en el tiempo de la epidemia? ¿Cuál es la relación sana y equilibrada que la Iglesia propone entre la ciencia y la fe? ¿Qué páginas de la Escritura iluminan este tiempo? ¿Qué palabras ante la enfermedad y qué gestos para acompañar al enfermo? Estas son algunas de las preguntas, cuyas respuestas, buscadas y encontradas junto a los jóvenes de forma adecuada y respetuosa de sus diferentes edades, constituirán sin duda una fuente y una oportunidad de crecimiento en la fe. Además, la pandemia, al obligarnos a estar más en casa, ha vuelto a proponer el hogar y la familia como un "espacio sapiencial" de asimilación y participación de la fe, donde se pueden encontrar gestos y palabras que apoyen, susciten y respondan a las preguntas profundas de nuestros hijos. Para ello, es urgente trabajar para que, en el seno de la comunidad cristiana, las familias surjan como "nodos de red" de los caminos de formación y acompañamiento: con el valor añadido de una mejor evidencia del vínculo entre la vida familiar y la vida comunitaria, respecto al de la familia individual con la institución parroquial. De este modo, empezaremos a sanar y a salvar una distancia excesiva entre la vida de la comunidad y la vida en el hogar, que -incluso dejando de lado la emergencia- lleva tiempo empobreciendo a ambas. De hecho, el Papa Francisco indica esta dirección cuando escribe en Amoris laetitia (279): "Para hacer efectiva esa prolongación de la paternidad en una realidad más amplia, «las comunidades cristianas están llamadas a ofrecer su apoyo a la misión educativa de las familias», de manera particular a través de la catequesis de iniciación. Para favorecer una educación integral necesitamos «reavivar la alianza entre la familia y la comunidad cristiana»". Conclusión Las raíces de la preocupación educativa de la Iglesia por sus hijos más pequeños nacen del mismo Evangelio. “Le presentaban unos niños para que los tocara; pero los discípulos les reñían. Mas Jesús, al ver esto, se enfadó y les dijo: «Dejad que los niños vengan a mí, no se lo impidáis, porque de los que son como éstos es el Reino de Dios. Yo os aseguro: el que no reciba el Reino de Dios como niño, no entrará en él.» Y abrazaba a los niños, y los bendecía poniendo las manos sobre ellos" (Mc 10, 13-16). Los discípulos no dejaban que los niños se acercaran a Jesús, quien los reprendió. La sociedad a veces parece más una madrastra que una madre: deja a los pequeños solos y sin respuestas, y las que ofrece son a menudo peligrosas y dañinas. La Iglesia católica, partiendo de la experiencia de la pandemia, señala la necesidad urgente de eliminar los pesados obstáculos que impiden a los niños y adolescentes integrarse en la sociedad y de que se creen todas las condiciones para que esto ocurra. Los niños deben ir a la escuela. Dejemos que los niños vayan a la escuela, es el renovado llamamiento que surge desde la época de la pandemia. Que la escuela sea un entorno saludable, donde se aprendan los conocimientos y la ciencia de la convivencia y las relaciones. Que los más jóvenes tengan buenos profesores, atentos a los talentos de cada uno y capaces de tener paciencia y escuchar. También es necesario sentir un fuerte impulso en nuestro corazón -y en nuestra acción pastoral- para llevar a los más jóvenes a Jesús y educarlos en su escuela. Dejemos que los niños conozcan a Jesús, el médico de las almas y los cuerpos, dejemos que acudan a Él con sus preguntas, su capacidad de resiliencia y su propio camino de fe. La pandemia ha recordado a todo el mundo la necesidad de abordar las preguntas genuinas e indagatorias de los niños sobre un mal repentino y colectivo. Incluir las respuestas a estas preguntas en los programas de iniciación a la fe es una oportunidad que no hay que desaprovechar. La epidemia de Covid-19 es un fenómeno global que plantea el desafío de abrir las mentes y los corazones a una dimensión universal y amplia. El Papa Francisco lo recordó en su mensaje del 15 de octubre de 2020 con motivo del Pacto Mundial por la Educación: "Somos conscientes de que un camino de vida necesita una esperanza basada en la solidaridad, y que todo cambio requiere una trayectoria educativa, para construir nuevos paradigmas capaces de responder a los desafíos y emergencias del mundo contemporáneo, para comprender y encontrar soluciones a las necesidades de cada generación y para hacer que la humanidad florezca hoy y mañana". Vaticano, 22 diciembre 2021
[1] M C Cardenas, S S Bustos, R Chakraborty,
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[4] J A Hoffman, E A Miller. Addressing the Consequences of School Closure Due to COVID-19 on Children's Physical and Mental Well-Being. World Med Health Policy 2020 Aug 20;10
[5] S Tang, M Xiang, T Cheung, YT Xiang. Mental health and its correlates among children and adolescents during COVID-19 school closure: The importance of parent-child discussion. J Affect Disord 2021 Jan 15;279:353-360.
[6] A R Masonbrink, E Hurley. Advocating for Children During the COVID-19 School Closures. Pediatrics 2020 Sep;146(3):e20201440.
[7] M Ab Khan, J Moverley Smith, "Covibesity," a new pandemic. Obes Med 2020 Sep;19:100282.
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[9] https://www.who.int/news-room/fact-sheets/detail/physical-activity (última visita: 6 de septiembre de 2021)
[10] E Shneor, R Doron, J Levine, et al, Objective Behavioral Measures in Children before, during, and after the COVID-19 Lockdown in Israel. Int J Environ Res Public Health. 2021 Aug; 18(16): 8732.
[11] L C Mâsse, I Y Edache, M Pitblado. The Impact of Financial and Psychological Wellbeing on Children’s Physical Activity and Screen-Based Activities during the COVID-19 Pandemic. Int J Environ Res Public Health. 2021 Aug; 18(16): 8694.
[12] M Poletti, A Raballo. Letter to the editor: Evidence on school closure and children's social contact: useful for coronavirus disease (COVID-19)? Euro Surveill 2020 Apr;25(17):2000758.
[13] M C Cardenas, S S Bustos, R Chakraborty, A 'parallel pandemic': The psychosocial burden of COVID-19 in children and adolescents. Acta Paediatr. 2020 Nov;109(11):2187-2188.
[14] D Marchetti, L Fontanesi, C Mazza et al, Parenting-Related Exhaustion During the Italian COVID-19 Lockdown. J Pediatr Psychol 2020 Nov 1;45(10):1114-1123
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