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Congregación General 8 - 13 octubre 2023
Testimonio de la misión digital
Xiskya Lucia VALLADARES PAGUAGA, R.P.
y José Manuel DE URQUIDI GONZALEZ
Queridos hermanos y hermanas de la asamblea del sínodo:
Varios entre Ustedes ya han hablado en sus intervenciones de la importancia de “evangelizar el ambiente digital”. Creo que podría ser un aporte al discernimiento del B2 el compartir la experiencia que hemos tenido en el llamado Sínodo Digital. Formalmente, el proyecto se llama ‘La Iglesia Te Escucha’. Es una iniciativa llevada a cabo por una red de misioneros y evangelizadores digitales, con el acompañamiento del Dicasterio para la Comunicación y la Secretaría General del Sínodo. Es una expresión misionera del Sínodo, porque va dirigida exclusivamente a la periferia, a quienes no han participado presencialmente.
Desde nuestra experiencia podríamos decir que hay tres frutos principales:
El primero fue que la misión digital se convirtió en elemento importante en la consulta global del Sínodo a partir de octubre de 2021. En la primera fase, a lo largo de 2.5 meses 250 misioneros realizamos procesos de escucha en 115 países, y en 7 lenguas, llegando de esa manera en total a más de 150.000 personas que han querido responder el cuestionario, de las cuales el 30% fueron no creyentes y personas alejadas de la fe. Los frutos de nuestra escucha fueron incluidos, junto a los otros, en la síntesis global que dio lugar al documento para la etapa continental. En la segunda fase 15 misioneros digitales fueron invitados a las distintas asambleas continentales para compartir su discernimiento desde la experiencia de su misión. Dos de ellos estamos aquí en la asamblea.
El segundo fruto fue la creación de la conciencia misma de la misión digital. Si muchos de los misioneros llevan mucho tiempo evangelizando en las redes lo han hecho por iniciativa personal, poquísimos con algún apoyo institucional. Son los que desde hace tiempo han sentido el llamado de misionar también en las redes y espacios digitales, como su vocación cristiana. Para este proyecto de escucha había que crear espacios, una red, entre estos misioneros, para que pudiéramos encontrarnos y discernir juntos. Así, la conciencia de que formábamos parte de algo que podría llamarse la misión digital, llevada a cabo por y en la Iglesia, ha sido un fruto concreto del camino sinodal. Ahora los misioneros digitales somos ya casi 2000 desde todas partes del mundo, y sigue creciendo.
Al mismo tiempo se descubrió en nosotros, la mayoría laicos y jóvenes, un deseo de vincularnos mejor con nuestros Obispos y Diócesis, y ser mejor acompañados, reconocidos e integrados en la misión apostólica de la Iglesia. Hubo un momento muy importante en esta conciencia creciente, cuando en el JMJ, en Lisboa, en agosto, organizamos un encuentro, por primera vez presencial, hecho de una Misa y de un Festival, de 577 misioneros de 68 países.
La Misa y bendición de los Evangelizadores y Misioneros Digitales en Lisboa ha reflejado el tercer fruto de este proyecto de escucha sinodal. Es la creciente conciencia por parte de la Iglesia de que, en palabras del Cardenal Tagle en Lisboa, la misión digital no es meramente un instrumento para llevar a cabo la evangelización, sino que es “un espacio, un territorio … un nuevo mundo para la Iglesia de comunión y misión.”
Hermanas y hermanos, quiero enfatizar este punto: El ambiente digital es una cultura, un “lugar” donde las personas – todos nosotros – pasamos gran parte de nuestras vidas. No es simplemente un instrumento, sino que, como dice Papa Francisco en la Christus Vivit, “afecta de modo muy profundo la noción de tiempo y de espacio, la percepción de uno mismo, de los demás y del mundo, el modo de comunicar, de aprender, de informarse, de entrar en relación con los demás” (CV 86). Como toda cultura, tiene su lenguaje y modos de actuar propios. Y como en toda cultura, para que la semilla del Evangelio allí crezca, tiene que ser inculturada.
Allí en esa cultura encontramos a hermanos que anhelan el Anuncio. Allí hay muchos que necesitan esperanza, necesitan sanar sus heridas, necesitan una mano, necesitan a Dios. No sirve para muchos comunicarles el horario de las misas, o invitarles a visitar la catedral, si no hemos primero podido dialogar con ellos, acercándonos a escucharlos. A veces sienten confusion o vergüenza, y necesitan un ‘compañero de ruta’ que los ayude. Para serlo tenemos que salir de nosotros mismos, de nuestros esquemas de pensar, para encontrarlos, escucharlos y acompañarlos.
Se dice que estamos en un momento de transformación en la Iglesia, que el modelo heredado ya no funciona para hablarle a la era digital. Se nos propone que en esta época de transición la Iglesia se debe construir desde las periferias, ahí en la Galilea de los no creyentes y los heridos, donde los que anhelan Dios no saben invocarlo. Nuestra experiencia es que la cultura digital tiene mucho de esta “nueva Galilea”, y que el Señor está ahí, antes de nosotros, primereando, como dice el Papa Francisco.
También ahí hay muchas cosas que no son de Dios. No somos ingenuos. En Hacia una plena presencia, la Reflexión pastoral de mayo de este año del Dicasterio de la Comunicación sobre la interacción en las Redes Sociales, se analiza muy bien los algoritmos que condicionan y filtran las redes por beneficio económico. Como todo misioneros, necesitamos saber donde están las trampas y trucos.
Pero lo que nos conduce a ese territorio es el mismo Espíritu que a través de este sínodo nos invita a abrazar la misión a esta nueva Galilea. Es la escucha humilde, el acompañamiento y el diálogo, además de un buen conocimiento del tesoro de nuestra fe, que nos permiten entrar en diálogo con una población que con dificultad se ve en las iglesias. Son los que tienen entre 18 y 40 años (30% no creyentes). Son los que creen “sin pertenecer”, los alejados y enajenados, los ‘Nones’ como se dice en inglés. Son los que se fueron de la Iglesia heridos por tantas discriminaciones, o se aburrieron de nuestras prédicas, o no entendieron nuestro lenguaje o quizás nunca pisaron una iglesia. Pero siguen buscando. Viven gran parte de sus horas en redes, porque ahí están “parcialmente escondidos”. Su anonimidad les permitió superar vergüenzas y distancias, o simplemente poder preguntar. Entrar en diálogo con ellos requiere tiempo, paciencia, y mucho amor.
Finalmente, quiero enfatizar un punto relevante para la sección B2.2. Para misionar en los espacios digitales no importa si eres sacerdote o laico, hombre o mujer, joven o adulto: de los 250 evangelizadores en la primera etapa 63% son laicos, 27% sacerdotes, y 10% religiosos y religiosa. Lo que importa es tu capacidad de escucha y de diálogo. Lo que sorprende es la confianza que se tiene en la persona, la palabra y el testimonio del misionero digital. En este sentido, la nueva Galilea del ambiente digital es un territorio idóneo para una iglesia sinodal misionera en la que todos los bautizados asumen corresponsabilidad por evangelizar.
Hemos descubierto también la importancia de lo que se dice en la hoja del trabajo de B 2.1, punto (d), que las limitaciones y fracasos de las comunidades cristianas no son obstáculo para la misión, sino que, cito, “el movimiento de salir de sí mismo por el impulso de la fe, la esperanza y la caridad es un modo de afrontar este carácter incompleto.” En las redes todo es provisorio, fluído, incompleto. Y ahí lo que ofrecemos no es la fachada de una gran basílica histórica sino el rostro misericordioso, que intenta comprender el lenguaje para trasmitir una Vida. Y desde ese encuentro primario, muchos luego encuentran el coraje y deseo de entrar en la Basílica.
Soñemos juntos que algún día todas las Diócesis tengan sus equipos de “misioneros digitales” enviados por sus Obispos; y que el ministerio de la escucha digital para encontrar el hermano que sufre sea parte normal de la vida de la Iglesia. Y si el sueño se hace realidad, seguro en el futuro dirán fue el sínodo sobre la sinodalidad que lo hizo posible.