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#synod24 – 1ª Congregazione Generale della Seconda Sessione della XVI Assemblea Generale Ordinaria del Sinodo dei Vescovi, 02.10.2024


Saluto dell’Em.mo Card. Carlos Aguiar Retes

Relazione dell’Em.mo Card. Mario Grech

Relazione dell’Em.mo Card. Jean-Claude Hollerich, S.I.

Alle ore 16.00 di questo pomeriggio, alla presenza del Santo Padre Francesco, nell’Aula Paolo VI in Vaticano, ha avuto inizio la 1a Congregazione Generale della Seconda Sessione della XVI Assemblea Generale Ordinaria del Sinodo dei Vescovi, sul tema: “Per una Chiesa sinodale: comunione, partecipazione e missione” (2-27 ottobre 2024).

Pubblichiamo di seguito il saluto del Presidente Delegato, Em.mo Card. Carlos Aguiar Retes, e le Relazioni del Segretario Generale della Segreteria Generale del Sinodo, Em.mo Card. Mario Grech, e del Relatore Generale, Em.mo Card. Jean-Claude Hollerich, S.I.:

Saluto dell’Em.mo Card. Carlos Aguiar Retes

Me permito iniciar este Saludo de apertura, recordando una reflexión que en el ámbito de la realización del Concilio Vaticano II planteó el Papa San Paulo VI en su primera encíclica “Ecclesiam Suam”, y que me parece continúa siendo vigente en relación con los actuales desafíos, que afrontamos para lograr la Nueva Evangelización, indicada por el Papa San Juan Pablo II, como indispensable para transmitir con esperanza, con alegría y eficacia, la Fe a las nuevas generaciones, y especialmente a todos los que sufren las consecuencias lamentables de la desigualdad y la polarización social tan extendida en muchos de nuestro países.

Afirmaba el Papa San Paulo VI: “Nuestro tercer pensamiento, y ciertamente también vuestro, nacido de los dos primeros ya enunciados, es el de las relaciones que actualmente debe la Iglesia establecer con el mundo que la rodea y en medio del cual vive y trabaja… Preséntase, pues, el problema llamado del diálogo entre la Iglesia y el mundo moderno. Es problema que toca al Concilio describir en su extensión y complejidad, y resolverlo, cuanto es posible, en los mejores términos. (Ecclesiam Suam No. 5)

En nombre de los aquí presentes y de todos los Obispos, Sacerdotes, Religiosas y Religiosos, Consagradas, Consagrados, y Fieles en general, que estamos participado en el proceso sinodal, y que hoy inicia su culmen con la presente XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, expreso nuestra gratitud al Santo Padre Francisco, por su providencial convocatoria; ya que hemos percibido en este proceso el creciente despertar de la Iglesia para establecer la Sinodalidad como el estilo de vida propio para fortalecer los vínculos fraternos de la gran familia de Dios, que peregrina hacia la Casa del Padre, como base prioritaria para responder satisfactoriamente a los desafíos presentes en nuestro tiempo.

En particular, he apreciado mediante la mayor participación de los sectores eclesiales la importancia de escuchar las variadas y muy positivas percepciones de los fieles, sobre la misión evangelizadora; así como de sus necesidades, y también de sus frutos tan alentadores, que sin duda nos fortalecen, especialmente a los Obispos, Presbíteros, y Agentes de pastoral para continuar con mayor entusiasmo y más acertadamente nuestras responsabilidades, y conjugar los esfuerzos en proceso sinodal, haciendo realidad lo que Usted, Santo Padre afirmaba en el No. 5 de la Episcopalis Communio: “El Obispo es al mismo tiempo maestro y discípulo. Él es maestro cuando, dotado de una especial asistencia del Espíritu Santo, anuncia a los fieles la Palabra de la verdad en nombre de Cristo cabeza y pastor. Pero él también es discípulo cuando, sabiendo que el Espíritu ha sido dado a todo bautizado, se pone en escucha de la voz de Cristo que habla a través de todo el Pueblo de Dios, haciéndolo «infalible “in credendo”».

Por eso, con una gran convicción de pastores, debemos continuar nuestros esfuerzos con el mayor ahínco y esperanza posible, porque las inercias del tradicional modelo piramidal de ejercer la autoridad eclesial en sus distintos niveles, sigue permaneciendo tanto en buena parte de los presbíteros, fieles y aún en algunos de nuestros hermanos Obispos.

En esta confianza caminaremos a lo largo de estas semanas, escuchando la Palabra de Dios y la palabra de nuestros hermanos, y compartiendo lo que el Espíritu Santo vaya sembrando en nuestro interior.

Ahora bien, ya que hemos constatado el beneficio del camino hacia una Iglesia Sinodal Misionera, y con la bendición divina, pongamos nuestra firme esperanza en la asistencia del Espíritu Santo. Recordando siempre que en esta vida terrena no se alcanza la plenitud, los logros son solamente aliento para no desmayar en el camino y perseverar hasta el fin.

A este propósito me parece oportuno recordar el inicio de la Encíclica “Spes Salvi” donde el Papa Benedicto XVI afirma: “Según la fe cristiana, la «redención», la salvación, no es simplemente un dato de hecho. Se nos ofrece la salvación en el sentido de que se nos ha dado la esperanza, una esperanza fiable, gracias a la cual podemos afrontar nuestro presente: el presente, aunque sea un presente fatigoso, se puede vivir y acepta si lleva hacia una meta, si podemos estar seguros de esta meta y si esta meta es tan grande que justifique el esfuerzo del camino”.

Efectivamente confío que todos los presentes, habiendo vivido el proceso sinodal desde el 2021, aunque hemos constatado la dificultad real de renovar nuestras Iglesias particulares, hayamos percibido cómo, especialmente nuestros fieles y agentes de pastoral, se han ido entusiasmando, llenos de esperanza, en lograr una Iglesia fraterna, solidaria, subsidiaria, que sea luz en las difíciles circunstancias de nuestra época contemporánea.

De esta manera concretaremos lo expresado en el No. 6 de la Episcopalis Communio: “El Sínodo de los Obispos debe convertirse cada vez más en un instrumento privilegiado para escuchar al Pueblo de Dios: «Pidamos ante todo al Espíritu Santo, para los padres sinodales, el don de la escucha: escucha de Dios, hasta escuchar con Él el clamor del pueblo; escucha del pueblo, hasta respirar en él la voluntad a la que Dios nos llama»”.

Por tanto es muy oportuno, en esta Asamblea que hoy iniciamos, recuperar la conciencia en la promesa de Jesús, quien afirmó: “donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellos”.

Dejémonos pues conducir por el Espíritu Santo, y experimentemos ¡qué bueno es el Señor, para los que confían en Él!

¡Que así Dios Trinidad y la Virgen María, Madre de la Iglesia, nos acompañen!

[01511-ES.01] [Texto original: Español]

Relazione dell’Em.mo Card. Mario Grech

Testo in lingua italiana

Traduzione in lingua francese

Traduzione in lingua inglese

Traduzione in lingua tedesca

Traduzione in lingua spagnola

Traduzione in lingua portoghese

 

Testo in lingua italiana

Bentornati! A tutte e a tutti, sorelle e fratelli in Cristo, il nostro saluto.

Convocati per la seconda sessione dell’Assemblea, invochiamo lo Spirito perché ci illumini e renda il nostro orecchio attento alla sua Voce. Lo Spirito che, dalle profondità della creazione violata e delle creature che patiscono ingiustizie su ingiustizie, geme e soffre per un parto darà inizio a una nuova stagione.

Mentre celebriamo questa Assemblea, in tante parti del mondo si combattono guerre! Siamo sull’orlo di un allargamento del conflitto. Quante generazioni dovranno passare prima che i popoli in guerra possano tornare a “sedersi insieme” e parlarsi, a edificare insieme un futuro di pace?

Ci stringiamo alle sorelle e ai fratelli presenti in aula che provengono dalle zone di guerra o dalle nazioni che vedono violate le libertà fondamentali dei popoli. Attraverso la loro voce possiamo ascoltare il grido e il pianto di quelli che soffrono sotto le bombe, soprattutto dei bambini, che respirano questo clima di odio. Come credenti siamo chiamati a desiderare e pregare per il dono prezioso della pace per tutti i popoli.

Alla preghiera continua dobbiamo unire sempre la testimonianza credibile. Questa Assemblea è per se stessa una testimonianza credibile! Il fatto che uomini e donne siano convenuti da tutte le parti della terra per ascoltare lo Spirito ascoltandosi gli uni gli altri è un segno di contraddizione per il mondo. Mi viene alla mente il passaggio finale del discorso del Santo Padre nel 50° dell’istituzione del Sinodo dei Vescovi: “Una Chiesa sinodale è come vessillo innalzato tra le nazioni (cfr Is 11,12) in un mondo che – pur invocando partecipazione, solidarietà e trasparenza nell’amministrazione della cosa pubblica – consegna spesso il destino di intere popolazioni nelle mani avide di ristretti gruppi di potere”.

Il Sinodo è essenzialmente una scuola del discernimento: è la Chiesa radunata insieme con Pietro per discernere insieme. Una Chiesa sinodale è una proposta alla società di oggi:il discernimento è frutto di un esercizio maturo della sinodalità come stile e come metodo. Il discernimento ecclesiale può essere una sfida e un esempio per ogni tipo di assemblea, che deve trovare nell’ascolto reciproco dei suoi membri la regola d’oro per la ricerca della verità e del bene comune. Senza dimenticare che il discernimento è un “ponte” attraverso cui credenti e non credenti possono ascoltarsi e comprendersi utilizzando una grammatica comune. A dirlo non sono io, ma un autore laico, Umberto Eco. L’orizzonte di questa nostra Assemblea è la Chiesa, ma il desiderio è che il risultato del nostro lavoro sulle relazioni, sui processi, sui luoghi possa essere di aiuto per tutti gli uomini e contribuire all’edificazione di un mondo più giusto.

Tanti pensano che la finalità del Sinodo sia un cambiamento strutturale della Chiesa, sia la riforma. È questa un’ansia, un desiderio che attraversa tutta la Chiesa. Tutti noi la desideriamo, eppure non abbiamo tutti la stessa idea di riforma e delle sue priorità. Già nel 1950 Yves Congar parlava di «vera o falsa riforma nella Chiesa». Perché sia vera, bisogna che anche le nostre priorità siano vere, siano cioè sottoposte allo «Spirito della verità, che guida la Chiesa a tutta intera la verità» (Gv 16,13). Se lo Spirito Santo non avesse il primato nei nostri lavori, la finalità del Sinodo sarebbe amministrativa giuridica o politica, non ecclesiale!

È lo Spirito che conduce la Chiesa a conoscere la verità. Il concilio ci ha ricordato che «Dio, il quale ha parlato in passato, parla senza interruzioni con la Sposa del Figlio suo diletto, e lo Spirito Santo, per mezzo del quale la viva voce dell’Evangelo risuona nella Chiesa e attraverso di essa nel mondo, introduce i credenti alla verità tutta intera e in essi fa dimorare abbondantemente la parola di Cristo» (DV 8c). La costituzione Dei Verbum per spiegare come questo possa avvenire, ricorda che «la comprensione tanto delle cose quanto delle parole trasmesse cresce sia con la contemplazione e lo studio dei credenti, i quali le meditano in cuor loro (cfr Lc 2,19. 51), sia con la profonda intelligenza delle cose spirituali di cui fanno esperienza, sia per la predicazione di coloro che, con la successione episcopale, hanno ricevuto un carisma sicuro di verità» (DV8b).

Sono questi i soggetti che rendono possibile il dinamismo della Tradizione, la quale «progredisce nella Chiesa sub assistentia Spiritus Sancti» (DV 8b). Questi soggetti altro non sono che la Chiesa stessa, il Popolo di Dio radunato dai suoi Pastori, che «persevera continuamente nell’insegnamento degli Apostoli e nella comunione, nella frazione del pane e nelle orazioni (At 2,47), in modo che nel ritenere, praticare e professare la fede trasmessa, si stabilisca un singolare accordo tra Pastori e fedeli» (DV10). Il consenso delle Chiese era per la Chiesa antica criterio certo della verità di Cristo: è vero ciò che crede la Chiesa, perché la totalità dei battezzati non può sbagliarsi nel credere, in forza del dono dello Spirito.

Fin dall’inizio di questo processo sinodale abbiamo ribadito che esso fonda in questa verità il discernimento ecclesiale, l’ascolto gli uni degli altri per ascoltare ciò che lo Spirito dice alla Chiesa. Si tratta di un ascolto che ha sostenuto tutte le tappe del processo: la consultazione del Popolo santo di Dio nelle Chiese locali, il discernimento dei Pastori nelle Conferenze episcopali, l’ulteriore discernimento nelle Assemblee continentali, la doppia sessione dell’Assemblea intorno al Santo Padre, principio e fondamento di unità della Chiesa tutta. Così elencate, le tappe sembrano configurare un processo lineare, dove il Popolo di Dio appare solo all’inizio per dare l’illusione di prendere parte a un processo decisionale che però rimane concentrato nelle mani di pochi. Se così fosse, avrebbero ragione quanti sostengono che il processo sinodale, una volta passato alla tappa del discernimento dei vescovi, ha spento ogni istanza profetica del Popolo di Dio!

Ma l’“universale consenso” frutto del discernimento nasce dall’ascolto di tutti. Vale la pena ribadire quanto diceva il Santo Padre in occasione del 50° anniversario dell’istituzione del Sinodo: «una Chiesa sinodale è una Chiesa dell’ascolto», in cui tutti – Popolo santo di Dio, Collegio Episcopale, Vescovo di Roma – sono chiamati ad ascoltarsi gli uni gli altri, per ascoltare ciò che lo Spirito dice alle Chiese. Per garantire che questo ascolto sia di tutti e coinvolga sempre tutti – cioè la Chiesa – abbiamo attuato il principio della restituzione. Sempre, ad ogni passaggio che fissava in un testo il discernimento ecclesiale in atto, abbiamo restituito alle Chiese il frutto dell’ascolto.

Non si tratta di un atto di cortesia. È, al contrario, un atto dovuto, un’applicazione del principio di circolarità che deve regolare la vita della Chiesa. Inviare al Vescovo, «principio e fondamento di unità nella sua Chiesa», ogni documento significa restituire al soggetto dal quale tutto il processo sinodale è partito – il Popolo di Dio – il frutto del discernimento, perché la risposta delle Chiese possa dare nuovo impulso al discernimento ecclesiale. Il senso ultimo di questa restituzione è ecclesiale: se la Chiesa è «il corpo delle Chiese», «nelle quali e a partire dalle quali esiste l’una e l’unica Chiesa Cattolica» (LG 23), il Sinodo è un processo che impegna tutta la Chiesa e tutti nella Chiesa, ciascuno secondo la sua funzione il suo carisma e ministero.

Impegna la Segreteria Generale delSinodo, che «presta un’efficace collaborazione al Romano Pontefice, secondo i modi dallo stesso stabiliti o da stabilirsi, nelle questioni di maggiore importanza, per il bene di tutta la Chiesa» (PE 33). Attraverso una circolarità continua sarà possibile maturare uno stile e una forma sinodale di Chiesa, nella quale vale il principio dello scambio dei doni: avvenga presto che ogni Chiesa «offra i propri doni alle altre Chiese e alla Chiesa intera, così che la Ecclesia tota ed ogni Chiesa traggano vantaggio dalla reciproca comunicazione di tutti, e dal tendere insieme verso la salvezza» (LG 13).

Impegna ogni Vescovo nella sua Chiesa. Una Chiesa sinodale dipende in larga parte da un vescovo sinodale. Il suo compito primo e fondamentale è quello di essere maestro e garante del discernimento ecclesiale. Questo compito vale anzitutto nella sua Chiesa, dove svolge il suo ministero di guida. Ma non vale di meno quando lo esercita insieme agli altri vescovi negli organismi che manifestano i raggruppamenti di Chiese. Così, il vescovo che ha avviato la consultazione nella sua Chiesa e ha attivato gli organismi di partecipazione come soggetti del discernimento ecclesiale, continua questo discernimento nella Conferenza episcopale e nelle Assemblee continentali, che il processo sinodale ci ha consegnato come “luogo” significativo dell’ascolto delle Chiese di un continente. Su questo aspetto bisognerà continuare a riflettere sul piano teologico, canonico e pastorale.

Di questo processo ordinato benefica molto il ministero petrino, che emerge sempre più come il servizio all’unità della Chiesa e nella Chiesa: della communio Ecclesiarum, Fidelium, Episcoporum egli è «il perpetuo e visibile principio e fondamento di unità», che ha chiamato tutta la Chiesa all’azione sinodale e a favore della Chiesa raccoglie e restituisce i frutti del discernimento, in ragione del suo ministero di sollecitudine per tutte le Chiese. Questo vale per questa XVI Assemblea Generale Ordinaria del Sinodo dei Vescovi, che ha per tema la sinodalità. Ma può diventare lo stile e il modo di procedere in una Chiesa sinodale, che ha riscoperto, con lo Spirito che parla alla Chiesa, anche la forza del discernimento ecclesiale come frutto dell’ascolto dello Spirito attraverso l’ascolto reciproco di tutti nella Chiesa. Il ministero petrino è l’asse della sinodalità cattolica ed il processo sinodale ha lo scopo di aiutare Pietro nel suo discernimento per tutta la Chiesa.

Ci attende un lavoro intenso. A questa fase seguirà quella della recezione e attuazione di ciò che è maturato nel processo sinodale 2021-2024. Le Chiese tanto più recepiranno il risultato, tanto quanto esso sarà non il risultato dei nostri sforzi, ma il frutto dell’ascolto docile dello Spirito. Come scrive san Tommaso: «Actus credentis non terminatur ad enuntiabile, sed ad rem» (S. Th., II/II, q. 1, art. 2, ad 2). Massima che possiamo tradurre in una dimensione ecclesiale: l’atto di una Chiesa che crede – questa Assemblea – non si conclude con una enunciazione teorica, un Documento finale, ma con la vita concreta della Chiesa, una Chiesa che vive del Vangelo, che cammina insieme nella forza dello Spirito verso il compimento del Regno. Buon lavoro!

[01508-IT.01] [Testo originale: Italiano]

Traduzione in lingua francese

Bienvenue! À tous, sœurs et frères en Christ, j’adresse nos salutations.

Convoqués pour la deuxième session de l’Assemblée, nous invoquons l’Esprit pour qu’il nous éclaire et rende nos oreilles attentives à sa Voix. L’Esprit qui, des profondeurs d’une création violée et de créatures subissant injustice sur injustice, gémit et souffre dans l’enfantement qui va donner naissance à une saison nouvelle.

Alors que nous célébrons cette Assemblée, des guerres se déroulent dans de nombreuses régions du monde! Nous sommes au bord d’une extension du conflit. Combien de générations devront s’écouler avant que les peuples en guerre puissent de nouveau «s’asseoir ensemble» et se parler, pour construire ensemble un avenir pacifique?

Nous entourons les sœurs et frères présents dans cette salle qui viennent de zones de guerre ou de nations où les libertés fondamentales des peuples sont bafouées. Dans leurs voix, nous pouvons entendre les cris et les larmes de ceux qui souffrent sous les bombes, en particulier les enfants, qui respirent ce climat de haine. En tant que croyants, nous sommes appelés à désirer et à prier pour le don précieux de la paix pour tous les peuples.

À la prière continue, nous devons toujours associer un témoignage crédible. Cette Assemblée est elle-même un témoignage crédible! Le fait que des hommes et des femmes soient venus de toutes les parties de la terre pour écouter l’Esprit en s’écoutant les uns les autres est un signe de contradiction pour le monde. Le dernier passage du discours du Saint-Père à l’occasion du 50e anniversaire de l’institution du Synode des Évêques (17 octobre 2017) me vient à l’esprit: «Une Église synodale est comme un étendard levé parmi les nations (cf. Is 11,12) dans un monde qui – même en invoquant la participation, la solidarité et la transparence dans l’administration des affaires publiques – remet souvent le destin de populations entières entre les mains avides de groupes restreints de pouvoir».

Le Synode est essentiellement une école de discernement: c’est l’Église rassemblée avec Pierre pour discerner ensemble. Une Église synodale est une proposition faite à la société d’aujourd’hui: le discernement est le fruit d’un exercice mûr de la synodalité comme style et méthode. Le discernement ecclésial peut être un défi et un exemple pour tout type d’assemblée, qui doit trouver dans l’écoute réciproque la règle d’or pour la recherche de la vérité et du bien commun. Sans oublier que le discernement est un «pont» par lequel croyants et non-croyants peuvent s’écouter et se comprendre grâce à une grammaire commune. Ce n’est pas moi qui le dis, mais un auteur laïc, Umberto Eco. L’horizon de notre Assemblée est celui de l’Église, mais le souhait est que le résultat de notre travail sur les relations, sur les processus, sur les lieux puisse aider tous les hommes et contribuer à la construction d’un monde plus juste.

Beaucoup pensent que le but du Synode est un changement structurel dans l’Église, une réforme. Il s’agit d’une inquiétude, d’un désir qui traverse toute l’Église. Nous la désirons tous, mais nous n’avons pas tous la même idée de la réforme et de ses priorités. En 1950, Yves Congar parlait déjà de «vraie ou fausse réforme de l’Église». Pour qu’elle soit vraie, il faut que nos priorités aussi soient vraies, qu’elles soient soumises à «l’Esprit de vérité qui conduit l’Église dans la vérité tout entière» (Jn 16,13). Si l’Esprit Saint n’avait pas la primauté dans nos travaux, l'objectif du Synode serait administratif, juridique ou politique, non ecclésial!

C’est l’Esprit qui conduit l’Église à connaître la vérité. Le Concile nous rappelle que «Dieu, qui a parlé jadis, ne cesse de converser avec l’Épouse de son Fils bien-aimé, et l’Esprit Saint, par qui la voix vivante de l’Évangile retentit dans l’Église et, par l’Église, dans le monde, introduit les croyants dans la vérité tout entière et fait que la parole du Christ réside en eux avec toute sa richesse» (DV 8c). Pour expliquer comment cela peut se produire, la Constitution Dei Verbum rappelle que «la perception des réalités aussi bien que des paroles transmises s’accroît, soit par la contemplation et l’étude des croyants qui les méditent en leur cœur (cf. Lc 2,19.51), soit par l’intelligence intérieure qu’ils éprouvent des réalités spirituelles, soit par la prédication de ceux qui, avec la succession épiscopale, ont reçu un charisme certain de vérité» (DV8b).

Ce sont ces sujets qui rendent possible le dynamisme de la Tradition, qui «progresse dans l’Église sub assistentia Spiritus Sancti» (DV 8b). Ces sujets ne sont autres que l’Église elle-même, le Peuple de Dieu rassemblé par ses Pasteurs, qui «reste assidûment fidèle à l’enseignement des Apôtres et à la communion fraternelle, à la fraction du pain et aux prières (cf. Ac 2,42), si bien que, pour le maintien, la pratique et la profession de la foi transmise, s’établit, entre pasteurs et fidèles, un remarquable accord» (DV 10). Le consensus des Églises était pour l’Église primitive un critère sûr de la vérité du Christ: ce que l’Église croit est vrai, parce que la totalité des baptisés ne peut se tromper en croyant, en vertu du don de l’Esprit.

Dès le début de ce processus synodal, nous avons réaffirmé qu’il est fondé sur cette vérité: le discernement ecclésial, l’écoute mutuelle pour entendre ce que l’Esprit dit à l’Église. C’est une écoute qui a sous-tendu toutes les étapes du processus: la consultation du saint Peuple de Dieu dans les Églises locales, le discernement des Pasteurs dans les Conférences épiscopales, le discernement ultérieur dans les Assemblées continentales, la double session de l’Assemblée autour du Saint-Père, principe et fondement de l’unité de toute l’Église. Ainsi énumérées, les étapes semblent former un processus linéaire, où le Peuple de Dieu n’apparaît qu’au début pour donner l’illusion de participer à un processus de décision qui reste cependant concentré dans les mains de quelques-uns. Si tel était le cas, ils auraient raison ceux qui soutiennent que le processus synodal, une fois passé au stade du discernement des Évêques, a éteint tout élan prophétique du Peuple de Dieu!

Mais le «consensus universel», fruit du discernement, provient de l'écoute de tous. Il vaut la peine de répéter ce que le Saint-Père a dit à l’occasion du 50e anniversaire de l’institution du Synode: «une Église synodale est une Église de l’écoute», où tous – le saint Peuple de Dieu, le Collège épiscopal, l’Évêque de Rome – sont appelés à s’écouter les uns les autres, à entendre ce que l’Esprit dit aux Églises. Pour garantir que cette écoute soit celle de tous et implique toujours tous – c’est-à-dire l’Église – nous avons mis en œuvre le principe de la restitution. Toujours, à chaque passage qui fixe le discernement ecclésial en cours dans un texte, nous avons restitué aux Églises le fruit de l’écoute.

Il ne s’agit pas d’un acte de courtoisie. Il s’agit au contraire d’un acte dû, d’une application du principe de circularité qui doit régir la vie de l’Église. Envoyer chaque document à l’Évêque, «principe et fondement de l’unité de son Église», signifie restituer le fruit du discernement au sujet d’où tout le processus synodal est parti – le Peuple de Dieu – afin que la réponse des Églises puisse donner un nouvel élan au discernement ecclésial. Le sens ultime de cette restitution est ecclésial: si l’Église est «le corps des Églises», «dans lequel et à partir duquel existe l’Église catholique une et unique» (LG 23), le Synode est un processus qui engage toute l’Église et tous dans l’Église, chacun selon sa fonction, son charisme et son ministère.

Cela engage le Secrétariat Général du Synode, qui «selon des modes et des normes établis ou à établir, apportent au par le Pontife romain une aide efficace pour le bien de toute l’Église» (EP 33). Grâce à une circularité continue, il sera possible de mûrir un style et une forme d’Église synodale, dans laquelle s'applique le principe de l'échange de dons: qu'il arrive bientôt que chaque Église «apporte aux autres Églises et à toute l’Église le bénéfice de ses propres dons, en sorte que l’Ecclesia tota et chaque Église puissent bénéficier de l’échange mutuel de toutes et de l’effort commun vers le salut» (LG 13).

Cela concerne chaque Évêque dans son Église. Une Église synodale dépend largement d’un évêque synodal. Sa tâche première et fondamentale est d’être le maître et le garant du discernement ecclésial. Cette tâche s’applique tout d’abord dans sa propre Église, où il exerce son ministère de guide. Mais, elle ne s’applique pas moins avec les autres évêques dans les organismes qui manifestent les regroupements d’Églises. Ainsi, l’évêque qui a lancé la consultation dans son Église et activés des organismes participatifs comme sujets du discernement ecclésial, poursuit ce discernement dans la Conférence épiscopale et dans les Assemblées continentales, que le processus synodal nous a fournies comme «lieu» significatif d’écoute des Églises d’un continent. Il faudra continuer à réfléchir sur cet aspect au niveau théologique, canonique et pastoral.

Ce processus ordonné profite grandement au ministère pétrinien, qui apparaît de plus en plus comme le service de l’unité de l’Église et dans l’Église: de la communio Ecclesiarum, Fidelium, Episcoporum, il est «le principe perpétuel et visible et le fondement de l’unité», qui a appelé toute l’Église à l’action synodale et qui, pour le bien de l’Église, recueille et restitue les fruits du discernement, en vertu de son ministère de sollicitude à l’égard de toutes les Églises. Cela s’applique à cette XVIe Assemblée générale ordinaire du Synode des Évêques, qui a pour thème la synodalité. Mais elle peut devenir le style et la manière de procéder dans une Église synodale, qui a également redécouvert, avec l’Esprit qui parle à l’Église, le pouvoir du discernement ecclésial comme fruit de l’écoute de l’Esprit par l’écoute réciproque de tous dans l’Église. Le ministère pétrinien est l’axe de la synodalité catholique, et le processus synodal vise à aider Pierre dans son discernement pour toute l’Église.

Un travail intense nous attend. Après cette phase suivra celle de la mise en œuvre réceptive de ce qui a mûri dans le processus synodal 2021-2024. Les Églises seront d’autant plus réceptives au résultat qu’il ne sera pas le fruit de nos propres efforts, mais le fruit d’une écoute docile de l’Esprit. Comme l’écrit saint Thomas: «Actus credentis non terminatur ad enuntiabile, sed ad rem» (Somme théol., IIª-IIae, qu. 1, a. 2, ad 2). C’est une maxime que nous pouvons traduire dans une dimension ecclésiale: l’acte d’une Église qui croit – cette Assemblée – ne se termine pas par une déclaration théorique, un Document final, mais par la vie concrète de l’Église, une Église qui vit l’Évangile, qui chemine ensemble dans la force de l’Esprit vers l’accomplissement du Royaume. Bon travail!

[01508-FR.01] [Texte original: Italien]

Traduzione in lingua inglese

Welcome back! To all, sisters and brothers in Christ, our greetings.

Convoked for the second session of the Assembly, we invoke the Spirit to enlighten us and make our ears attentive to his Voice. The Spirit who, from the depths of the violated creation and the creatures who suffer injustice upon injustice, groans and suffers in childbirth will initiate a new season.

As we celebrate this Assembly, wars are being fought in many parts of the world! We are on the verge of a widening of the conflict. How many generations will have to pass before the warring peoples can once again "sit together" and talk to each other, to build a peaceful future together?

We embrace the sisters and brothers present in the room who come from war zones or nations where the fundamental freedoms of peoples are violated. Through their voices we can hear the cries and tears of those who suffer under bombs, especially children, who breathe this climate of hatred. As believers we are called to desire and pray for the precious gift of peace for all peoples.

We must always combine continuous prayer with credible witness. This Assembly is in itself a credible testimony! The fact that men and women have come from all parts of the earth to listen to the Spirit by listening to one another is a sign of contradiction for the world. I am reminded of the final passage of the Holy Father's speech on the 50th anniversary of the institution of the Synod of Bishops: 'A synodal Church is like a standard lifted up among the nations (cf.Is11:12) in a world which — while calling for participation, solidarity and transparency in public administration — often consigns the fate of entire peoples to the grasp of small but powerful groups'.

The Synod is essentially a school of discernment: it is the Church gathered together with Peter to discern together. A synodal Church is a proposal to today's society: discernment is the fruit of a mature exercise of synodality as a style and method. Ecclesial discernment can be a challenge and an example for any kind of assembly, which must find in listening to each other's members the golden rule for the search for truth and the common good. Without forgetting that discernment is a 'bridge' through which believers and non-believers can listen and understand each other using a common grammar. This is not said by me, but by a lay author, Umberto Eco. The horizon of this Assembly of ours is the Church, but the desire is that the result of our work on relationships, on processes, on places may be of help to all people and contribute to the building of a more just world.

Many think that the purpose of the Synod is structural change in the Church, is reform. This is an anxiety, a desire that runs through the whole Church. We all desire it, yet we do not all have the same idea of reform and its priorities. As early as 1950, Yves Congar spoke of 'true or false reform in the Church'. For it to be true, our priorities must also be true, that is, they must be subject to the 'Spirit of truth, who guides the Church into all truth' (Jn 16:13). If the Holy Spirit did not have primacy in our work, the purpose of the Synod would be administrative juridical or political, not ecclesial!

It is the Spirit who leads the Church to know the truth. The council reminded us that "God, who spoke of old, uninterruptedly converses with the bride of His beloved Son; and the Holy Spirit, through whom the living voice of the Gospel resounds in the Church, and through her, in the world, leads unto all truth those who believe and makes the word of Christ dwell abundantly in them" (DV 8c). The constitution Dei Verbum, in order to explain how this can happen, recalls that "there is a growth in the understanding of the realities and the words which have been handed down. This happens through the contemplation and study made by believers, who treasure these things in their hearts (cf. Lk, 2:19, 51) through a penetrating understanding of the spiritual realities which they experience, and through the preaching of those who have received through Episcopal succession the sure gift of truth" (DV8b).

These are the subjects that make possible the dynamism of Tradition, which 'progresses in the Church sub assistentia Spiritus Sancti' (DV 8b). These subjects are none other than the Church itself, the People of God gathered by its Pastors, which, “remain always steadfast in the teaching of the Apostles, in the common life, in the breaking of the bread and in prayers (Acts 2:42), so that holding to, practicing and professing the heritage of the faith, it becomes on the part of the bishops and faithful a single common effort” (DV10). The consensus of the Churches was for the early Church a sure criterion of the truth of Christ in the face of any truth claims made by heretics: what the Church believes is true, because the totality of the baptised cannot err in believing, by virtue of the gift of the Spirit.

From the very beginning of this synodal process, we have reaffirmed that it founds in this truth the ecclesial discernment, the listening to one another to hear what the Spirit is saying to the Church. It is a listening that has underpinned all the stages of the process: the consultation of the holy People of God in the local Churches, the discernment of the Pastors in the Bishops' Conferences, the further discernment in the continental Assemblies, the double session of the Assembly around the Holy Father, the principle and foundation of unity of the whole Church. Thus listed, the stages seem to configure a linear process, where the People of God appear only at the beginning to give the illusion of taking part in a decision-making process that however remains concentrated in the hands of a few. If this were the case, those who claim that the synodal process, once it has passed to the stage of the discernment of the bishops, has extinguished every prophetic instance of the People of God would be right!

But the 'universal consensus' resulting from discernment comes from listening to everyone. It is worth reiterating what the Holy Father said on the occasion of the 50th anniversary of the institution of the Synod: 'a synodal Church is a Church of listening', in which everyone - the holy People of God, the Episcopal College, the Bishop of Rome - is called to listen to one another, to hear what the Spirit is saying to the Churches. To ensure that this listening is everyone's and always involves everyone - that is, the Church - we implemented the principle of restitution. Always, at each step that fixed the ongoing ecclesial discernment in a text, we returned the fruit of the listening to the Churches.

This is not an act of courtesy. It is, on the contrary, an act of obligation, an application of the principle of circularity that must govern the life of the Church. Sending each document to the Bishop, "principle and foundation of unity in his Church", means returning the fruit of discernment to the subject from which the entire synodal process started - the People of God - so that the response of the Churches can give new impetus to ecclesial discernment. The ultimate meaning of this restitution is ecclesial: if the Church is "the body of the Churches", "in which and from which the one and only Catholic Church exists" (LG 23), the Synod is a process that engages the whole Church and everyone in the Church, each according to his or her function, charism and ministry.

It commits the General Secretariat of the Synod, which " collaborates with the Roman Pontiff, in accordance with the methods established or to be established by him, in matters of major importance for the good of the whole Church " (PE 33). Through a continuous circularity it will be possible to mature a synodal style and form of Church, in which the principle of the exchange of gifts is valid: may it soon happen that each Church "offers its own gifts to the other Churches and to the whole Church, so that the Ecclesia tota and each Church may benefit from the mutual communication of all, and from striving together towards salvation" (LG 13).

It involves every bishop in his Church. A synodal Church largely depends on a synodal Bishop. His first and fundamental task is to be the teacher and guarantor of ecclesial discernment. This task applies first and foremost in his Church, where he performs his ministry of leadership. But it is no less valid when he exercises it together with the other bishops in the bodies that manifest the groupings of Churches. Thus, the bishop who initiated the consultation in his Church and activated the participation bodies as subjects of ecclesial discernment, continues this discernment in the Bishops' Conference and in the Continental Assemblies, which the synod process has handed over to us as a significant 'place' of listening to the Churches of a continent. We will have to continue to reflect on this aspect on the theological, canonical and pastoral level.

The Petrine ministry, which emerges more and more as the service to the unity of the Church and in the Church, greatly benefits from this ordered process: of the communio Ecclesiarum, Fidelium, Episcoporum he is "the perpetual and visible principle and foundation of unity", who has called the whole Church to synodal action and for the sake of the Church he gathers and returns the fruits of discernment, because of his ministry of solicitude for all the Churches. This applies to this 16th General Ordinary Assembly of the Synod of Bishops, which has synodality as its theme. But it can become the style and way of proceeding in a synodal Church, which has also rediscovered, with the Spirit speaking to the Church, the power of ecclesial discernment as the fruit of listening to the Spirit through the mutual listening of all in the Church. The Petrine ministry is the axis of catholic synodality and the synodal process aims to help Peter in his discernment for the whole Church.

Intensive work awaits us. This phase will be followed by that of the reception and implementation of what has matured in the 2021-2024 synod process. The more the Churches receive the result, the more it will not be the result of our efforts, but the fruit of listening docilely to the Spirit. As St. Thomas writes: 'Actus credentis non terminatur ad enuntiabile, sed ad rem' (S. Th., II/II, q. 1, art. 2, ad 2). A maxim that we can translate into an ecclesial dimension: the act of a Church that believes - this Assembly - does not end with a theoretical enunciation, a final Document, but with the concrete life of the Church, a Church that lives the Gospel, that walks together in the power of the Spirit towards the fulfilment of the Kingdom. Good work!

[01508-EN.01] [Original text: Italian]

 

Traduzione in lingua tedesca

 

Willkommen zurück! Allen Schwestern und Brüder in Christus sagen wir einen herzlichen Gruß!

Zur zweiten Sitzung der Vollversammlung sind wir zusammengekommen und rufen den Geist an, uns zu erleuchten und unsere Ohren auf seine Stimme aufmerksam zu machen. Der Geist, der aus den Tiefen der verletzten Schöpfung und der Geschöpfe, die Unrecht über Unrecht erleiden, stöhnt und unter den Geburten leidet, wird eine neue Zeit einleiten.

Während wir diese Generalversammlung begehen, werden in so vielen Teilen der Welt Kriege geführt! Wir stehen an der Schwelle zu einer Ausweitung des Konflikts. Wie viele Generationen werden noch vergehen müssen, bis sich kriegführende Völker wieder „zusammensetzen“ und miteinander reden können, um gemeinsam eine friedliche Zukunft aufzubauen?

Wir begrüßen die hier anwesenden Schwestern und Brüder, die aus Kriegsgebieten oder Nationen stammen, in denen die Grundfreiheiten der Völker verletzt werden. Durch ihre Stimmen können wir die Schreie und Tränen derjenigen hören, die unter den Bomben leiden, insbesondere der Kinder, die dieses Klima des Hasses atmen. Als Gläubige sind wir aufgerufen, das kostbare Geschenk des Friedens für alle Völker zu erbitten und dafür zu beten.

Dem ständigen Gebet müssen wir stets ein glaubwürdiges Zeugnis hinzufügen. Diese Versammlung ist an sich schon ein glaubwürdiges Zeugnis! Die Tatsache, dass Männer und Frauen aus allen Teilen der Erde zusammengekommen sind, um auf den Geist zu hören, indem sie einander zuhören, ist ein Zeichen des Widerspruchs in der Welt. Mit kommt ein Wort des Heiligen Vaters in Erinnerung aus Anlass des 50. Jahrestages der Errichtung der Bischofssynode: „Eine synodale Kirche ist wie ein Banner, das unter den Völkern aufgerichtet wird (vgl. Jes 11,12), in einer Welt, die zwar zu Partizipation, Solidarität und Transparenz in der Verwaltung der öffentlichen Angelegenheiten aufruft, aber oft das Schicksal ganzer Bevölkerungen in die gierigen Hände kleiner Machtgruppen legt.“

Die Synode ist im Wesentlichen eine Schule der Unterscheidung: Sie ist die Kirche, die mit Petrus versammelt ist, um gemeinsam zu unterscheiden. Eine synodale Kirche ist ein Angebot an die heutige Gesellschaft: Unterscheidungsvermögen ist die Frucht einer reifen Ausübung der Synodalität als Stil und Methode. Die kirchliche Unterscheidung kann eine Herausforderung und ein Beispiel für jede Art von Versammlung sein, die im gegenseitigen Zuhören der Mitglieder die Goldene Regel für die Suche nach der Wahrheit und dem Gemeinwohl finden muss. Ohne zu vergessen, dass die Unterscheidung eine „Brücke“ ist, über die Gläubige und Nicht-Gläubige einander zuhören und verstehen können, indem sie eine gemeinsame Grammatik verwenden. Dies ist nicht von mir, sondern von einem Autor, Umberto Eco, gesagt worden. Der Horizont unserer Versammlung ist die Kirche, aber der Wunsch ist, dass das Ergebnis unserer Arbeit an Beziehungen, Prozessen und Orten allen Menschen helfen und zum Aufbau einer gerechteren Welt beitragen möge.

Viele denken, dass das Ziel der Synode eine strukturelle Veränderung der Kirche ist, eine Reform. Das ist eine Sorge, ein Wunsch, der sich durch die ganze Kirche zieht. Wir alle wünschen sie, aber wir haben nicht alle die gleiche Vorstellung von der Reform und ihren Prioritäten. Bereits 1950 sprach Yves Congar von einer „wahren oder falschen Reform in der Kirche“. Damit sie wahr ist, müssen auch unsere Prioritäten wahr sein, das heißt, sie müssen dem „Geist der Wahrheit, der die Kirche in alle Wahrheit leitet“ (Joh 16,13), unterworfen sein. Hätte der Heilige Geist nicht den Vorrang in unserer Arbeit, wäre der Zweck der Synode verwaltungsjuristisch oder politisch, nicht kirchlich!

Es ist der Geist, der die Kirche zur Erkenntnis der Wahrheit führt. Das Konzil hat daran erinnert, dass „Gott, der in der Vergangenheit gesprochen hat, ohne Unterbrechung mit der Braut seines geliebten Sohnes spricht, und der Heilige Geist, durch den die lebendige Stimme des Evangeliums in der Kirche und durch sie in der Welt erklingt, die Gläubigen in die ganze Wahrheit einführt und das Wort Christi in ihnen reichlich wohnen lässt“ (DV 8c). Um zu erklären, wie dies geschehen kann, erinnert die Konstitution Dei Verbum daran, dass „das Verständnis der überlieferten Dinge und Worte sowohl durch die Betrachtung und das Studium der Gläubigen, die darüber in ihrem Herzen meditieren (vgl. Lk 2, 19. 51), als auch durch das tiefe Verständnis der geistlichen Dinge, die sie erfahren, und durch die Verkündigung derer wächst, die durch die bischöfliche Sukzession ein sicheres Charisma der Wahrheit empfangen haben“ (DV 8b).

Dies sind die Subjekte, die die Dynamik der Überlieferung ermöglichen, die „in der Kirche sub assistentia Spiritus Sancti fortschreitet“ (DV 8b). Diese Subjekte sind keine anderen als die Kirche selbst, das mit den Hirten versammelte Gottesvolk, das „unablässig in der Lehre der Apostel und in der Gemeinschaft, im Brechen des Brotes und im Gebet verharrt (Apg 2, 47), so dass im Halten, Ausüben und Bekennen des überlieferten Glaubens eine einzigartige Übereinstimmung zwischen Hirten und Gläubigen besteht“ (DV 10). Der Konsens der Kirchen war für die frühe Kirche ein sicheres Kriterium für die Wahrheit Christi: Was die Kirche glaubt, ist wahr, weil die Gesamtheit der Getauften kraft der Gabe des Geistes im Glauben nicht irren kann.

Von Beginn dieses synodalen Prozesses an haben wir bekräftigt, dass er in dieser Wahrheit die kirchliche Unterscheidung begründet, das gegenseitige Hören auf das, was der Geist der Kirche sagt. Es ist ein Hören, das alle Etappen des Prozesses untermauert hat: die Konsultation des heiligen Gottesvolkes in den Ortskirchen, die Unterscheidung der Hirten in den Bischofskonferenzen, die weitere Unterscheidung in den kontinentalen Versammlungen, die Doppelsitzung der Versammlung mit dem Heiligen Vater, dem Prinzip und Fundament der Einheit der ganzen Kirche. So aufgezählt, scheinen die Etappen einen linearen Prozess zu schaffen, bei dem das Volk Gottes nur am Anfang erscheint, um die Illusion zu vermitteln, an einem Entscheidungsprozess teilzunehmen, der jedoch in den Händen einiger weniger konzentriert bleibt. Wenn dies der Fall wäre, hätten diejenigen Recht, die behaupten, dass der synodale Prozess, sobald er die Stufe der bischöflichen Unterscheidung erreicht hat, jede prophetische Instanz des Volkes Gottes ausgelöscht hat!

Aber der „universelle Konsens“, der sich aus der Unterscheidung ergibt, entsteht durch das Hören auf alle. Es lohnt sich zu wiederholen, was der Heilige Vater anlässlich des 50. Jahrestages der Errichtung der Synode gesagt hat: „Eine synodale Kirche ist eine Kirche des Hörens“, in der alle - das heilige Volk Gottes, das Bischofskollegium, der Bischof von Rom - aufgerufen sind, aufeinander zu hören, um zu hören, was der Geist den Kirchen sagt. Um sicherzustellen, dass dieses Hören allen gehört und immer alle - also die Kirche - einbezieht, haben wir das Prinzip der Wiederherstellung eingeführt. An jeder Stelle, an der die laufende kirchliche Unterscheidung in einem Text festgelegt wurde, haben wir den Kirchen die Frucht des Hörens zurückgegeben.

Dies ist kein Akt der Höflichkeit. Im Gegenteil, es ist ein ordentlicher Akt, eine Anwendung des Prinzips der Zirkularität, das das Leben der Kirche bestimmen muss. Jedes Dokument an den Bischof, „Prinzip und Fundament der Einheit in seiner Kirche“, zu senden, bedeutet, die Frucht der Unterscheidung an das Subjekt zurückzugeben, von dem der gesamte synodale Prozess ausgegangen ist - das Volk Gottes -, damit die Antwort der Kirchen der kirchlichen Unterscheidung neue Impulse geben kann. Die letzte Bedeutung dieser Rückgabe ist kirchlich: Wenn die Kirche „der Leib der Kirchen“ ist, „in dem und aus dem die eine und einzige katholische Kirche besteht“ (LG 23), dann ist die Synode ein Prozess, der die ganze Kirche und jeden in der Kirche einbezieht, jeden entsprechend seiner oder ihrer Funktion, seinem oder ihrem Charisma und Dienst.

Sie beauftragt das Generalsekretariat der Synode, das „dem Papst in Angelegenheiten von großer Bedeutung zum Wohl der ganzen Kirche auf die von ihm festgelegte oder festzulegende Weise wirksam zur Seite steht“ (EP 33). Durch eine ständige Zirkularität wird es möglich sein, einen synodalen Stil und eine synodale Form der Kirche heranreifen zu lassen, in der das Prinzip des Austausches der Gaben gilt: Möge es bald geschehen, dass jede Kirche „ihre eigenen Gaben den anderen Kirchen und der ganzen Kirche anbietet, damit die Ecclesia tota und jede Kirche von der gegenseitigen Kommunikation aller und vom gemeinsamen Streben nach dem Heil profitiert“ (LG 13).

Sie betrifft jeden Bischof in seiner Kirche. Eine synodale Kirche hängt weitgehend von einem synodalen Bischof ab. Seine erste und grundlegende Aufgabe ist es, Lehrer und Garant für die kirchliche Unterscheidung zu sein. Diese Aufgabe gilt in erster Linie in seiner Kirche, in der er seinen Leitungsdienst ausübt. Sie ist aber nicht weniger gültig, wenn er sie gemeinsam mit den anderen Bischöfen in den Gremien ausübt, die die Zusammenschlüsse der Kirchen darstellen. So setzt der Bischof, der die Konsultation in seiner Kirche eingeleitet und die Mitwirkungsgremien als Subjekte der kirchlichen Unterscheidung aktiviert hat, diese Unterscheidung in der Bischofskonferenz und in den Kontinentalen Versammlungen fort, die uns der Synodenprozess als einen bedeutenden „Ort“ des Hörens auf die Kirchen eines Kontinents übergeben hat. Wir müssen weiterhin über diesen Aspekt auf theologischer, kirchenrechtlicher und pastoraler Ebene nachdenken.

Dieser Prozess kommt in hohem Maße dem Petrusamt zugute, das sich immer mehr als Dienst an der Einheit der Kirche und in der Kirche erweist: die communio Ecclesiarum, Fidelium, Episcoporum ist „das immerwährende und sichtbare Prinzip und Fundament der Einheit“, das die ganze Kirche zum synodalen Handeln aufgerufen hat und um der Kirche willen die Früchte der Unterscheidung sammelt und zurückgibt, aufgrund ihres Dienstes der Fürsorge für alle Kirchen. Dies gilt für diese 16. Ordentliche Generalversammlung der Bischofssynode, die die Synodalität zum Thema hat. Aber es kann zum Stil und zur Vorgehensweise in einer synodalen Kirche werden, die mit dem Geist, der zur Kirche spricht, auch die Kraft der kirchlichen Unterscheidung als Frucht des Hörens auf den Geist durch das gegenseitige Hören aller in der Kirche wiederentdeckt hat. Das Petrusamt ist die Achse der katholischen Synodalität, und der synodale Prozess zielt darauf ab, Petrus bei seiner Unterscheidung für die ganze Kirche zu helfen.

Intensive Arbeit liegt vor uns. Auf diese Phase wird die Phase der Umsetzung und Implementierung dessen folgen, was im synodalen Prozess 2021-2024 gereift ist. Je mehr das Ergebnis in den Kirchen ankommt, desto mehr wird es nicht das Ergebnis unserer Bemühungen sein, sondern die Frucht eines folgsamen Hörens auf den Geist. Wie der heilige Thomas schreibt: „Actus credentis non terminatur ad enuntiabile, sed ad rem“ (S. Th., II/II, q. 1, art. 2, ad 2). Eine Maxime, die wir in eine kirchliche Dimension übersetzen können: Der Akt einer glaubenden Kirche - diese Versammlung - endet nicht mit einer theoretischen Verkündigung, einem endgültigen Dokument, sondern mit dem konkreten Leben der Kirche, einer Kirche, die das Evangelium lebt, die in der Kraft des Geistes gemeinsam auf die Verwirklichung des Reiches Gottes zugeht. In diesem Sinne: Gute Arbeit!

[01508-DE.01] [Originalsprache: Italienisch]

Traduzione in lingua spagnola

¡Bienvenidos de nuevo! A todas y todos, hermanas y hermanos en Cristo, les damos nuestro saludo.

Convocados para la segunda sesión de la Asamblea, invocamos al Espíritu para que nos ilumine y haga que nuestro oído esté atento a su Voz. El Espíritu, que desde las profundidades de la creación herida y de las criaturas que padecen injusticia tras injusticia, gime y sufre por un parto que dará inicio a una nueva temporada.

Mientras celebramos esta Asamblea, ¡en muchas partes del mundo se libran guerras! Estamos al borde de una expansión del conflicto. ¿Cuántas generaciones tendrán que pasar antes de que los pueblos en guerra puedan volver a "sentarse juntos" y hablarse para construir un futuro de paz?

Nos unimos a las hermanas y hermanos presentes en el aula que provienen de zonas de guerra o de naciones que ven violadas las libertades fundamentales de sus pueblos. A través de sus voces podemos escuchar el grito y el llanto de aquellos que sufren bajo las bombas, especialmente los niños que respiran este clima de odio. Como creyentes, estamos llamados a desear y a orar por el precioso don de la paz para todos los pueblos.

A la oración continua debemos siempre unir el testimonio creíble. ¡Esta Asamblea es en sí misma un testimonio creíble! El hecho de que hombres y mujeres se hayan reunido de todas partes de la tierra para escuchar al Espíritu, escuchándose unos a otros, es un signo de contradicción para el mundo. Me viene a la mente el pasaje final del discurso del Santo Padre en el 50º aniversario de la institución del Sínodo de los Obispos: "Una Iglesia sinodal es como una bandera elevada entre las naciones (cf. Is 11,12) en un mundo que, aunque invoca participación, solidaridad y transparencia en la administración de los asuntos públicos, a menudo entrega el destino de poblaciones enteras en manos ávidas de pequeños grupos de poder".

El Sínodo es esencialmente una escuela de discernimiento: es la Iglesia reunida junto a Pedro para discernir juntos. Una Iglesia sinodal es una propuesta para la sociedad de hoy: el discernimiento es fruto de un ejercicio maduro de la sinodalidad como estilo y como método. El discernimiento eclesial puede ser un desafío y un ejemplo para cualquier tipo de asamblea que deba encontrar en la escucha mutua de sus miembros la regla de oro para la búsqueda de la verdad y el bien común. Sin olvidar que el discernimiento es un "puente" a través del cual creyentes y no creyentes pueden escucharse y comprenderse utilizando una gramática común. No lo digo yo, sino un autor laico, Umberto Eco. El horizonte de nuestra Asamblea es la Iglesia, pero el deseo es que el resultado de nuestro trabajo sobre las relaciones, los procesos, los lugares, pueda ser de ayuda para todos los hombres y contribuir a la construcción de un mundo más justo.

Muchos piensan que la finalidad del Sínodo es un cambio estructural en la Iglesia, es decir, la reforma. Esta es una preocupación, un deseo que recorre toda la Iglesia. Todos nosotros la deseamos, aunque no tengamos la misma idea de reforma ni de sus prioridades. Ya en 1950, Yves Congar hablaba de «verdadera o falsa reforma en la Iglesia». Para que sea verdadera, también nuestras prioridades deben ser verdaderas, es decir, estar sometidas al «Espíritu de la verdad, que guía a la Iglesia a toda la verdad» (Jn 16,13). Si el Espíritu Santo no tuviera la primacía en nuestro trabajo, la finalidad del Sínodo sería administrativa, jurídica o política, ¡no eclesial!

Es el Espíritu quien conduce a la Iglesia al conocimiento de la verdad. El Concilio nos recordó que «Dios, que habló en el pasado, habla sin interrupciones con la Esposa de su Hijo amado, y el Espíritu Santo, por quien la viva voz del Evangelio resuena en la Iglesia y a través de ella en el mundo, introduce a los creyentes en toda la verdad y hace que la Palabra de Cristo habite abundantemente en ellos» (DV 8c). La constituciónDei Verbum, para explicar cómo esto puede ocurrir, recuerda que «la comprensión tanto de las cosas como de las palabras transmitidas crece con la contemplación y el estudio de los creyentes que las meditan en su corazón (cf. Lc 2,19.51), con la profunda inteligencia de las realidades espirituales que experimentan y con la predicación de aquellos que, con la sucesión episcopal, han recibido un carisma seguro de verdad» (DV 8b).

Estos son los sujetos que hacen posible el dinamismo de la Tradición, la cual «progresa en la Iglesia bajo la asistencia del Espíritu Santo» (DV 8b). Estos sujetos no son otros que la Iglesia misma, el Pueblo de Dios reunido por sus Pastores, que «persevera continuamente en la enseñanza de los Apóstoles, en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones (Hech 2,47), de modo que al retener, practicar y profesar la fe transmitida se establece un acuerdo singular entre Pastores y fieles» (DV 10). El consenso de las Iglesias era, para la Iglesia antigua, un criterio seguro de la verdad de Cristo: es verdadero lo que cree la Iglesia porque la totalidad de los bautizados no puede errar en la fe, en virtud del don del Espíritu.

Desde el inicio de este proceso sinodal, hemos reiterado que se fundamenta en esta verdad: el discernimiento eclesial, la escucha mutua para escuchar lo que el Espíritu dice a la Iglesia. Se trata de una escucha que ha sostenido todas las etapas del proceso: la consulta del pueblo santo de Dios en las Iglesias locales, el discernimiento de los Pastores en las Conferencias Episcopales, el posterior discernimiento en las Asambleas continentales, la doble sesión de la Asamblea en torno al Santo Padre, principio y fundamento de la unidad de toda la Iglesia. Enumeradas de esta manera, las etapas parecen configurar un proceso lineal en el que el Pueblo de Dios aparece solo al principio, para dar la ilusión de participar en un proceso decisorio que, sin embargo, permanece concentrado en manos de unos pocos. Si así fuera, tendrían razón aquellos que sostienen que el proceso sinodal, una vez llegado a la etapa del discernimiento de los obispos, ha apagado toda instancia profética del Pueblo de Dios.

Pero el “consenso universal”, fruto del discernimiento, nace de la escucha de todos. Vale la pena reiterar lo que dijo el Santo Padre en el 50º aniversario de la institución del Sínodo: «una Iglesia sinodal es una Iglesia de la escucha», en la que todos – el pueblo santo de Dios, el Colegio Episcopal, el Obispo de Roma – están llamados a escucharse unos a otros para escuchar lo que el Espíritu dice a las Iglesias. Para garantizar que esta escucha sea de todos y siempre involucre a todos – es decir, a la Iglesia – hemos implementado el principio de restitución. Siempre, en cada paso que fijaba en un texto el discernimiento eclesial en curso, hemos restituido a las Iglesias el fruto de la escucha.

No se trata de un acto de cortesía. Al contrario, es un acto debido, una aplicación del principio de circularidad que debe regir la vida de la Iglesia. Enviar al obispo, «principio y fundamento de unidad en su Iglesia», cada documento significa devolver al sujeto del que partió todo el proceso sinodal – el Pueblo de Dios – el fruto del discernimiento, para que la respuesta de las Iglesias pueda dar nuevo impulso al discernimiento eclesial. El sentido último de esta restitución es eclesial: si la Iglesia es «el cuerpo de las Iglesias», «en las cuales y a partir de las cuales existe la única y una Iglesia Católica» (LG 23), el Sínodo es un proceso que compromete a toda la Iglesia y a todos en la Iglesia, cada uno según su función, su carisma y su ministerio.

Compromete a la Secretaría General del Sínodo, que «presta una eficaz colaboración al Romano Pontífice según los modos establecidos o por establecerse en las cuestiones de mayor importancia para el bien de toda la Iglesia» (PE 33). A través de una circularidad continua, será posible madurar un estilo y una forma sinodal de Iglesia en la que rija el principio del intercambio de dones: que pronto ocurra que cada Iglesia «ofrezca sus propios dones a las demás Iglesias y a toda la Iglesia, de modo que laEcclesia totay cada Iglesia se beneficien de la comunicación recíproca de todos y del avance conjunto hacia la salvación» (LG 13).

Compromete a cada obispo en su Iglesia. Una Iglesia sinodal depende en gran medida de un obispo sinodal. Su tarea primera y fundamental es ser maestro y garante del discernimiento eclesial. Esta tarea se aplica, ante todo, en su Iglesia, donde ejerce su ministerio de guía. Pero no es menos relevante cuando lo ejerce junto con los otros obispos en los organismos que manifiestan los agrupamientos de Iglesias. Así, el obispo que ha iniciado la consulta en su Iglesia y ha activado los organismos de participación como sujetos del discernimiento eclesial, continúa este discernimiento en la Conferencia Episcopal y…como sujetos del discernimiento eclesial, continúa este discernimiento en la Conferencia Episcopal y en las Asambleas continentales que el proceso sinodal nos ha entregado como "lugar" significativo de la escucha de las Iglesias de un continente. En este aspecto, será necesario seguir reflexionando en los planos teológico, canónico y pastoral.

Este proceso ordenado beneficia enormemente al ministerio petrino, que emerge cada vez más como el servicio a la unidad de la Iglesia y en la Iglesia: de lacommunio Ecclesiarum, de los fieles y de los obispos, él es «el principio perpetuo y visible y el fundamento de unidad», que ha llamado a toda la Iglesia a la acción sinodal y, en beneficio de la Iglesia, recoge y devuelve los frutos del discernimiento en razón de su ministerio de solicitud por todas las Iglesias. Esto es válido para esta XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, que tiene como tema la sinodalidad. Pero puede convertirse en el estilo y en el modo de proceder de una Iglesia sinodal que ha redescubierto con el Espíritu, que habla a la Iglesia, también la fuerza del discernimiento eclesial como fruto de la escucha del Espíritu a través de la escucha mutua de todos en la Iglesia. El ministerio petrino es el eje de la sinodalidad católica y el proceso sinodal tiene como objetivo ayudar a Pedro en su discernimiento para toda la Iglesia.

Nos espera un trabajo intenso. Después de esta fase, seguirá la fase receptiva, de aplicación de lo que ha madurado en el proceso sinodal 2021-2024. Las Iglesias recibirán más el resultado en la medida en que este no sea el fruto de nuestros esfuerzos, sino el resultado de la escucha dócil del Espíritu. Como escribe Santo Tomás: «Actus credentis non terminatur ad enuntiabile sed ad rem» (S. Th. II/II q. 1 art. 2 ad 2). Máxima que podemos traducir en una dimensión eclesial: el acto de una Iglesia que cree – esta Asamblea – no se concluye con una enunciación teórica o un Documento final, sino con la vida concreta de la Iglesia, una Iglesia que vive del Evangelio, que camina junta en la fuerza del Espíritu hacia el cumplimiento del Reino. ¡Buen trabajo!

[01508-ES.01] [Texto original: Italiano]

Traduzione in lingua portoghese

Bem-vindos mais uma vez! Nossas saudações a todos, irmãs e irmãos em Cristo.

Convocados para a segunda sessão da Assembleia, invocamos o Espírito para que nos ilumine e torne os nossos ouvidos atentos à sua Voz. O Espírito que, das profundezas da criação violada e das criaturas que sofrem injustiça após injustiça, geme e sofre como em dores de parto, iniciará uma nova estação.

Enquanto celebramos esta Assembleia, travam-se guerras em muitas partes do mundo! Estamos à beira de um alargamento do conflito. Quantas gerações terão de passar, antes que os povos em guerra possam mais uma vez "sentar-se juntos" e conversar entre si, para construir juntos um futuro pacífico?

Unimo-nos às irmãs e irmãos presentes na sala, que vêm de zonas de guerra ou de nações que veem violadas as liberdades fundamentais dos seus povos. Através das suas vozes podemos ouvir os gritos e clamores daqueles que sofrem sob as bombas, especialmente as crianças, que respiram este clima de ódio. Como crentes, somos chamados a desejar e a rezar pelo precioso dom da paz para todas as povos.

Devemos sempre combinar o testemunho crível com a oração contínua. Esta Assembleia é em si um testemunho crível! O fato de homens e mulheres se terem reunido de todas as partes da terra para ouvir o Espírito, ouvindo-se uns aos outros, é um sinal de contradição para o mundo. Vem-me à mente o último trecho do discurso do Santo Padre por ocasião do 50º aniversário da instituição do Sínodo dos Bispos: “Uma Igreja sinodal é como uma bandeira hasteada entre as nações (cf. Is 11,12) num mundo que - ao mesmo tempo que chama à participação, solidariedade e transparência na administração dos assuntos públicos – muitas vezes entrega o destino de populações inteiras nas mãos gananciosas de pequenos grupos de poder”.

O Sínodo é essencialmente uma escola de discernimento: é a Igreja reunida com Pedro para discernir juntos. Uma Igreja sinodal é uma proposta para a sociedade de hoje: o discernimento é fruto de um exercício maduro da sinodalidade como estilo e método. O discernimento eclesial pode ser um desafio e um exemplo para qualquer tipo de assembleia, que deve encontrar na escuta mútua dos seus membros a regra de ouro para a busca da verdade e do bem comum. Sem esquecer que o discernimento é uma “ponte” através da qual crentes e não crentes podem ouvir-se e compreender-se através de uma gramática comum. Não sou eu quem digo isso, mas um autor secular, Umberto Eco. O horizonte desta nossa Assembleia é a Igreja, mas o desejo é que o resultado do nosso trabalho nas relações, nos processos, nos lugares possa ajudar todos os homens e contribuir para a construção de um mundo mais justo.

Muitos pensam que o propósito do Sínodo é uma mudança estrutural na Igreja e uma reforma. Esta é uma ansiedade, um desejo que permeia toda a Igreja. Todos nós queremos isso, mas nem todos temos a mesma ideia de reforma e suas prioridades. Já em 1950, Yves Congar falava de “verdadeira ou falsa reforma na Igreja”. Para que seja verdade, as nossas prioridades também devem ser verdadeiras, ou seja, devem estar sujeitas ao “Espírito da verdade, que guia a Igreja para toda a verdade” (Jo 16,13). Se o Espírito Santo não tivesse o primado nas nossas obras, a finalidade do Sínodo seria administrativa, jurídica ou política, e não eclesial!

É o Espírito quem leva a Igreja a conhecer a verdade. O Concílio recordou-nos que “Deus, que falou no passado, fala sem interrupção com a Esposa do seu Filho amado, e o Espírito Santo, através do qual a voz viva do Evangelho ressoa na Igreja e através dela no mundo, introduz crentes a toda a verdade e faz habitar abundantemente neles a palavra de Cristo" (DV 8c). Para explicar como isso pode acontecer, a constituição Dei Verbum lembra que “a compreensão tanto das coisas como das palavras transmitidas cresce tanto com a contemplação como com o estudo dos que creem, que nelas meditam no coração (cf. Lc 2, 19. 51), tanto pela profunda inteligência das coisas espirituais que vivem, como pela pregação daqueles que, com a sucessão episcopal, receberam um carisma seguro de verdade” (DV 8b)

São estes os sujeitos que tornam possível o dinamismo da Tradição, que “progride na Igreja sub assistentia Spiritus Sancti” (DV 8b). Estes sujeitos não são outros senão a própria Igreja, o Povo de Deus reunido pelos seus Pastores, que “perseveram continuamente no ensinamento dos Apóstolos e na comunhão, na fração do pão e nas orações (Act 2,47), para que retenham, praticar e professar a fé transmitida, estabelece-se um acordo singular entre Pastores e fiéis” (DV 10). Para a Igreja antiga, o consenso das Igrejas era um critério certo da verdade de Cristo: aquilo que a Igreja acredita é verdadeiro, porque todos os batizados não podem enganar-se naquilo em que creem, em virtude do dom do Espírito.

Desde o início deste processo sinodal reiteramos que ele baseia o discernimento eclesial nesta verdade, na escuta mútua para ouvir o que o Espírito diz à Igreja. É uma escuta que acompanhou todas as etapas do processo: a consulta do Povo Santo de Deus nas Igrejas locais, o discernimento dos Pastores nas Conferências Episcopais, o ulterior discernimento nas Assembleias continentais, a dupla sessão da Assembleia em torno do Santo Padre, princípio e fundamento da unidade de toda a Igreja. Assim elencadas, as etapas parecem configurar um processo linear, onde o Povo de Deus aparece apenas no início para dar a ilusão de participar num processo de decisão que, no entanto, permanece concentrado nas mãos de poucos. Se assim fosse, estariam certos, aqueles que sustentam que o processo sinodal, uma vez passado para a fase de discernimento dos bispos, extinguiu todas as instâncias proféticas do Povo de Deus!

Mas o “consenso universal”, fruto do discernimento, surge da escuta de todos. Vale a pena reiterar o que disse o Santo Padre por ocasião do 50º aniversário da instituição do Sínodo: “uma Igreja sinodal é uma Igreja da escuta”, na qual todos – o Povo Santo de Deus, o Colégio dos Bispos, o Bispo de Roma - somos chamados a escutar-nos uns aos outros, a escutar o que o Espírito diz às Igrejas. Para garantir que esta escuta seja para todos e envolva sempre todos – isto é, a Igreja – implementamos o princípio da restituição. Sempre, a cada passagem que se colocou num texto o discernimento eclesial permanente, devolvemos às Igrejas o fruto da escuta.

Isto não é um ato de cortesia. É, pelo contrário, um ato necessário, uma aplicação do princípio da circularidade que deve regular a vida da Igreja. Enviar cada documento ao Bispo, “princípio e fundamento da unidade da sua Igreja”, significa voltar ao sujeito de onde partiu todo o processo sinodal - o Povo de Deus - fruto do discernimento, para que a resposta das Igrejas possa dar novo impulso ao discernimento eclesial. O sentido último desta restituição é eclesial: se a Igreja é “o corpo das Igrejas”, “no qual e a partir do qual existe a única Igreja Católica” (LG 23), o Sínodo é um processo que envolve toda a Igreja e todos na Igreja, cada um segundo a sua função, o seu carisma e o seu ministério.

Compete a Secretaria Geral do Sínodo “proporcionar uma colaboração eficaz com o Romano Pontífice, segundo os métodos por ele estabelecidos ou a estabelecer, nos assuntos da maior importância, para o bem de toda a Igreja” (PE 33). Através da circularidade contínua será possível desenvolver um estilo e uma forma sinodal de Igreja, na qual se aplique o princípio da troca de dons: faça com que aconteça rapidamente que cada Igreja “ofereça os seus próprios dons às outras Igrejas e a toda a Igreja”. Igreja, para que a Ecclesia tota e cada Igreja se beneficiem da comunicação recíproca de todos e do esforço conjunto pela salvação” (LG 13).

Compromete cada Bispo com a sua Igreja. Uma Igreja sinodal depende em grande parte de um bispo sinodal. A sua primeira e fundamental tarefa é ser mestre e garante do discernimento eclesial. Esta tarefa aplica-se antes de tudo à sua Igreja, onde exerce o seu ministério de pastor e guia. Mas não é menos válido quando o exerce em conjunto com os demais bispos nos órgãos que manifestam os agrupamentos de Igrejas. Assim, o bispo que iniciou a consulta na sua Igreja e ativou os órgãos de participação como sujeitos de discernimento eclesial, continua este discernimento na Conferência Episcopal e nas Assembleias continentais, que o processo sinodal nos deu como um significativo “lugar” de escuta às Igrejas de um continente. Devemos continuar a refletir sobre este aspecto a nível teológico, canônico e pastoral.

O ministério petrino se beneficia muito deste processo ordenado, que emerge cada vez mais como serviço à unidade da Igreja e na Igreja: da communio Ecclesiarum, Fidelium, Episcoporum ele é “o princípio e fundamento perpétuo e visível da unidade”, que chamou toda a Igreja na ação sinodal e em favor da Igreja, recolhe e devolve os frutos do discernimento, devido ao seu ministério de preocupação para todas as Igrejas. Isto se aplica a esta XVI Assembleia Geral Ordinária do Sínodo dos Bispos, que tem como tema a sinodalidade. Mas pode tornar-se estilo e modo de proceder numa Igreja sinodal, que redescobriu, com o Espírito falando à Igreja, também a força do discernimento eclesial como fruto da escuta do Espírito através da escuta mútua de todos na Igreja. O ministério petrino é o eixo da sinodalidade católica e o processo sinodal tem como objetivo ajudar Pedro no seu discernimento para toda a Igreja.

Um trabalho intenso nos espera. Esta fase será seguida pela recepção e implementação do que se desenvolveu no processo sinodal 2021-2024. As Igrejas acolherão ainda mais o resultado, porque não será fruto dos nossos esforços, mas fruto de uma escuta dócil do Espírito. Como escreve São Tomás: “Actus credentis non terminatur ad enuntiabile, sed ad rem” (S. Th., II/II, q. 1, art. 2, ad 2). Máxima que podemos traduzir numa dimensão eclesial: o ato de uma Igreja que crê - esta Assembleia - não se esgota numa afirmação teórica, num Documento final, mas na vida concreta da Igreja, uma Igreja que vive do Evangelho, que faz caminhar juntos na força do Espírito para o cumprimento do Reino.

Bom trabalho!

[01508-PO.01] [Texto original: Italiano]

Relazione dell’Em.mo Card. Jean-Claude Hollerich, S.I.

Testo in lingua italiana

Traduzione in lingua tedesca

 

Testo in lingua italiana

Buon pomeriggio. Mi sembra giusto cominciare con un cordiale “Benvenuti” a quanti – non sono molti – ci hanno raggiunto alla Seconda sessione senza aver partecipato alla Prima. Spero che vi siate sentiti accolti. Ma proseguo subito con un “Bentornati” altrettanto cordiale, rivolto a tutti coloro che sono qui per la seconda volta. È stato bello ritrovarci, è un segno che davvero tra di noi sono cresciute la familiarità e l’amicizia, e che l’anno trascorso non le ha cancellate.

Rieccoci dunque qui: i volti di chi è intorno a ciascuno di noi sono noti, l’aula è la stessa, e così i tavoli. Per quanto mi riguarda, persino il posto è lo stesso dello scorso anno. Anche se alcuni tavoli sono stati spostati, credo di non essere l’unico in questa situazione. Questo ci aiuta a sentirci a casa, ma forse non a renderci conto di una cosa molto importante. La Seconda Sessione non è una ripetizione e nemmeno una semplice prosecuzione della Prima, rispetto alla quale siamo chiamati a fare un passo in avanti. È questo che il Popolo di Dio si aspetta da questa Assemblea sinodale.

Così, ho pensato che in questo momento può esserci utile riflettere su che cosa è diverso tra la Prima e la Seconda Sessione, in modo da sintonizzarci meglio con il nostro nuovo compito.

L’obiettivo della Seconda Sessione

La prima differenza, la principale, è quella dello scopo delle due Sessioni, che definisce anche l’indole del nostro stare insieme e dei nostri scambi. L’obiettivo della Prima Sessione era permetterci di conoscerci a vicenda, ma soprattutto di consentire a ciascuno di acquisire una conoscenza migliore delle Chiese da cui provengono gli altri, della loro situazione, del modo in cui vivono la missione, delle priorità della loro azione, delle loro preoccupazioni e dei loro interrogativi a riguardo della sinodalità. Con una immagine, potremmo dire che nella Prima Sessione eravamo chiamati a guardare gli uni attraverso gli occhi degli altri. Si è trattato di un percorso affascinante, talvolta faticoso, che ha fatto emergere le tante differenze di cui la Chiesa è portatrice – di lingua, di cultura, di tradizioni, di genere, di condizione – e ci ha condotti a riconoscerle come una ricchezza e un dono di Dio. Come afferma l’Instrumentum laboris per la Seconda Sessione, «L’esperienza del pluralismo delle culture e della fecondità dell’incontro e del dialogo tra di loro, è condizione di vita della Chiesa, non una minaccia alla sua cattolicità» (IL2, n. 81).

A partire da quella esperienza e pieni di stupore e gratitudine per la ricchezza che lo Spirito dona alla Chiesa, in questa seconda Sessione siamo invece chiamati a focalizzare il nostro sguardo, o meglio a discernere insieme verso dove rivolgerlo, indicando possibili traiettorie di crescita lungo cui invitare le Chiese a camminare. Lo scopo è che quelle ricchezze non restino chiuse in un forziere, ma entrino nel circuito dello scambio di doni che nutre la comunione della Chiesa nel suo insieme. A questo ci invita la domanda guida per questa Seconda Sessione: «Come essere Chiesa sinodale missionaria?» su cui sono state consultate tutte le Chiese del mondo

L’Instrumentum laboris per la Seconda Sessione, su cui si basa il nostro lavoro nelle prossime settimane, ci offre un “distillato” di quello che come Chiesa abbiamo appreso lungo il cammino di questi tre anni. Significativamente, il suo titolo ripropone la domanda guida della Seconda Sessione – «Come essere Chiesa sinodale missionaria» –, ma lasciando cadere il punto interrogativo. Questo indica esattamente il passo che insieme dobbiamo compiere come Assemblea.

L’Instrumentum laboris per la Seconda Sessione

Arriviamo così alla seconda importante differenza. Quando avete ricevuto l’Instrumentum laboris per la Seconda Sessione, vi sarete resi conto al primo sguardo di quanto sia diverso da quello preparato per la Prima. Lo strumento di lavoro è diverso perché diverso è il nostro compito.

L’Instrumentum laboris per la Prima Sessione era una raccolta di domande, in particolare nelle Schede di lavoro. Ci invitava a interrogarci e soprattutto a raccontare: le risposte a quelle domande erano soprattutto il racconto dell’esperienza delle nostre Chiese. Ben diverso è l’Instrumentum laboris per la Seconda Sessione, in cui il punto interrogativo compare una decina di volte, contro le oltre 300 del precedente – mi sono preso la briga di contarle. Mi sembra un buon indicatore del passo in avanti che la Seconda Sessione è chiamata a compiere e un chiaro invito a focalizzare tutta la nostra attenzione in un’unica direzione.

A servizio del nostro sforzo, il testo dell’Instrumentum laboris per la Seconda Sessione condensa quelle che possiamo ritenere le principali acquisizioni maturale lungo il processo sinodale rispetto ai temi affrontati. Gli esperti che hanno collaborato alla sua redazione, che desidero qui ringraziare per il loro impegno – molti sono qui presenti in Aula, ma non tutti –, sono partiti dalla Relazione di Sintesi della Prima Sessione e dagli esiti della seconda consultazione delle Chiese locali, ma hanno tenuto conto anche dei documenti precedenti. Inoltre, hanno considerato i frutti dell’Incontro internazionale “I parroci per il Sinodo”, a riguardo del quale abbiamo già ascoltato una testimonianza, e i materiali prodotti da cinque Gruppi di lavoro costituiti dalla Segreteria Generale del Sinodo.

Per poter usare bene l’Instrumentum laboris, è necessario mettere a fuoco quale è la sua natura: non è una bozza del Documento finale che richiede semplicemente di essere emendata, ma la raccolta dei risultati di un processo che è nostro compito discernere. Tocca a questa Assemblea indicare dove mettere l’accento o una sottolineatura, perché si tratta di qualcosa di particolarmente importante; tocca a noi anche discutere quello che ha bisogno di essere approfondito e riformulato. Soprattutto tocca a noi indicare la direzione in cui sentiamo che lo Spirito chiede alla Chiesa tutta di procedere, affidando al Santo Padre orientamenti e prospettive per la fase dell’attuazione.

Il metodo di lavoro

Alle differenze negli instrumenta laboris delle due sessioni corrispondo quelle del metodo di lavoro che seguiremo. Certo, avremo sempre tempi di lavoro di gruppo (i circuli minores) e tempi di lavoro in plenaria (le Congregazioni Generali), ma rispetto all’anno scorso cambia la dinamica di entrambi. Ve ne sarete resi conto leggendo le informazioni sulla metodologia (il documento intitolato “Come lavoreremo insieme”) che abbiamo ricevuto nelle settimane scorse oppure il regolamento.

I gruppi di lavoro continueranno a seguire il metodo della conversazione nello Spirito, ma con alcuni adattamenti all’obiettivo specifico di questa Sessione. Su queste novità riceveremo indicazioni più precise domani mattina, mentre i nostri facilitatori hanno seguito tre giorni di formazione, per poterci accompagnare al meglio. Li ringraziamo per questo.

Anche sul lavoro in plenaria riceveremo maggiori informazioni. Qui sottolineo solo la scelta di dare una maggiore focalizzazione ai nostri scambi. Per questo, in ciascuno dei quattro moduli che da domani ci diventeranno familiari, il primo compito dell’Assemblea sarà approvare l’ordine in cui i temi saranno affrontati durante le numerose ore (per tre moduli saranno ben nove) di plenaria disponibili, a partire da un elenco che emergerà dai lavori di gruppo. Abbiamo chiesto ai presidenti delegati di svolgere un ruolo proattivo per aiutarci a non deragliare dalle priorità che noi stessi approveremo, e per questo anche loro hanno seguito una apposita formazione. Ma il loro compito sarà più facile se ciascuno li aiuterà esercitando un po’ di autodisciplina. Comunque, in ciascun modulo sarà previsto un tempo per interventi su temi che l’Assemblea non avrà indicato come prioritari.

In dialogo con i Gruppi di Studio

C’è un’ultima differenza che mi preme sottolineare. Lo scorso anno, la nostra Assemblea era l’unico organo che, a livello della Chiesa universale, portava avanti la riflessione sulla sinodalità praticando il metodo sinodale. Quest’anno non è più così. Abbiamo dei compagni di strada, che sono i dieci Gruppi di Studio istituiti per decisione del Santo Padre nel mese di febbraio.

Questi dieci Gruppi sono innanzi tutto il primo frutto concreto del nostro lavoro. Secondo quanto afferma il Santo Padre, infatti, «La Relazione di Sintesi della Prima Sessione […] enumera molteplici e importanti questioni teologiche, tutte in varia misura connesse al rinnovamento sinodale della Chiesa e non prive di ripercussioni giuridiche e pastorali. Tali questioni, per loro natura, esigono di essere affrontate con uno studio approfondito. Non essendo possibile svolgere questo studio nel tempo della Seconda Sessione (2-27 ottobre 2024), dispongo che esse vengano assegnate a specifici Gruppi di Studio, affinché si proceda a un loro adeguato esame»[1]. In altre parole, con l’istituzione di questi Gruppi, è già cominciata la recezione e l’attuazione delle indicazioni della nostra Assemblea.

Questo vale anche – e mi preme particolarmente sottolinearlo – per il metodo di lavoro di questi Gruppi. Nel momento in cui li istituisce, il Santo Padre stabilisce anche che «lavorino secondo un metodo autenticamente sinodale» (ibid.), affidando al Segretario Generale del Sinodo il compito di garantire che sia effettivamente così. Si spiega così, ad esempio, la composizione di questi gruppi, che vede la presenza dei Dicasteri della Curia Romana competenti sui diversi temi insieme a quella di pastori ed esperti di diversa provenienza geografica, di diversa condizione (uomini e donne, sacerdoti, consacrate e consacrati, laici e laiche) e di diversa competenza professionale. La Segreteria Generale del Sinodo ha partecipato attivamente al lancio di questi Gruppi, e continua a seguirne il lavoro assicurandone il coordinamento con il processo sinodale. Si tratta di veri e propri laboratori di sinodalità, da cui si imparerà anche facendone una valutazione.

In questo senso, questi dieci Gruppi sono anche nostri interlocutori, e dedicheremo al dialogo con loro il tempo che ci resta questo pomeriggio, invitando un rappresentante di ciascuno dei dieci Gruppi ad aggiornarci sul programma che si sono dati. Lo faremo nel quadro di un rapido esame dei contenuti delle quattro Sezioni del nostro Instrumentum laboris, che corrispondono ovviamente ai temi dei primi quattro moduli di questa Assemblea. Scopriremo così quanto strettamente il nostro lavoro e quello dei dieci Gruppi sono intrecciati. In stile sinodale, non sarò dunque l’unico a prendere la parola durante la Relazione del Relatore Generale. Questo dialogo potrà continuare nelle prossime settimane, visto che, come potrete vedere, molti componenti dei dieci Gruppi prendono parte ai lavori della Seconda Sessione, a diverso titolo.

Uno sguardo ai temi del nostro lavoro

L’Instrumentum laboris per la Seconda Sessione si apre con la visione del banchetto messianico del profeta Isaia (25,6-8). Ci ricorda così che ai suoi discepoli il Signore risorto affida «il compito di raggiungere tutti i popoli, per servire loro un banchetto fatto di un cibo che dona pienezza di vita e di gioia» (IL2, Introduzione). La missione è l’orizzonte della Chiesa sinodale. Il testo è poi suddiviso in quattro Sezioni. Nei primi quattro moduli dei nostri lavori ci soffermeremo su ciascuno di essi, come verrà meglio spiegato domani. Per questa sera mi limito ad evidenziare le connessioni con i dieci Gruppi di Studio.

La prima Sezione si intitola «Fondamenti: delinea l’orizzonte al cui interno collocare l’elaborazione delle risposte alla domanda guida, esplicitando i punti di riferimento teologici che in questi anni si sono via via consolidati. È in questo contesto che l’Instrumentum laboris richiama il lavoro del Gruppo di studio n. 10, “La recezione dei frutti del cammino ecumenico nel Popolo di Dio (RdS 7)”. Ce ne parla Sua Ecc.za Rev.ma Mons. Paul ROUHANA, O.L.M., Vescovo ausiliare di Joubbé, Sarba e Jounieh dei Maroniti, coordinatore. Ricordo a tutti coloro che interverranno, che hanno a disposizione tre, massimo quattro minuti, dopo il breve video di introduzione.

A tutti loro la nostra gratitudine per il lavoro svolto.

Grazie. È sempre nei «Fondamenti» che l’Instrumentum laboris menziona il Gruppo di studio n. 2, “L’ascolto del grido dei poveri (RdS 4 e 16)”. Ce ne parla la dottoressa Sandie CORNISH, australiana, che ne è la coordinatrice.

Grazie dottoressa Cornish. Nell’Instrumentum laboris ai Fondamenti «seguono tre Parti strettamente intrecciate, che illuminano da prospettive diverse la vita sinodale missionaria della Chiesa» (IL2, Introduzione). La prima prospettiva è quella delle «Relazioni – con il Signore, tra i fratelli e le sorelle e tra le Chiese – che sostengono la vitalità della Chiesa ben più radicalmente delle sue strutture» (ibid.). Tra i temi di questa Sezione vi è lo scambio di doni tra le Chiese. Il Gruppo di studio n. 1 riflette in particolare su “Alcuni aspetti delle relazioni tra Chiese Orientali Cattoliche e Chiesa latina (RdS 6)”. Ascoltiamo la presentazione del suo lavoro da parte di S. Em.za Rev.ma, il Card. GUGEROTTI, Prefetto del Dicastero per le Chiese Orientali.

Grazie Eminenza. Un altro punto di grande rilevanza della sezione «Relazioni» è quello che concerne sui ministeri nella Chiesa e sui rapporti tra carismi e ministeri. In questo ambito si colloca il lavoro del Gruppo di Studio n. 5. Ce lo presenta S. Em.za Rev.ma, il card. Víctor Manuel FERNÁNDEZ, Prefetto del Dicastero per la Dottrina della Fede.

Grazie Eminenza per il suo intervento. Grande spazio all’interno della Sezione «Relazioni» è dedicato al servizio dei ministri ordinati (vescovi, presbiteri e diaconi) e alla costruzione di relazioni, tra di loro e con il resto del Popolo di Dio. Il tema si collega al lavoro del Gruppo di Studio n. 7, che ci sarà presentato con un video dal suo coordinatore, mons. Felix GENN, vescovo di Münster (Germania).

Ringraziamo mons. Glenn. All’interno di questo quadro, il Gruppo di Studio n. 6 si occupa di un aspetto particolare. Ci aggiorna a questo riguardo il coordinatore del Gruppo, S. Em.za Rev.ma il card. Joseph William TOBIN, C.Ss.R., arcivescovo di Newark (U.S.A.).

Grazie di cuore Eminenza. Passiamo alla seconda prospettiva, quella dei «Percorsi che sorreggono e alimentano nella concretezza il dinamismo delle relazioni» (IL2, Introduzione). Nella Sezione l’attenzione si posa subito sul tema della formazione alla sinodalità, su cui sta lavorando anche il Gruppo di Studio n. 4. Ci aggiorna a questo riguardo con un video il coordinatore del Gruppo, S. Em.za Rev.ma il Card. José COBO CANO, Arcivescovo di Madrid (Spagna).

Grazie da lontano Eminenza. Un secondo tema cruciale di questa Sezione è quello dei processi di discernimento ecclesiale e sulle modalità del loro svolgimento. Si collega qui il lavoro del Gruppo di Studio n. 9, “Criteri teologici e metodologie sinodali per un discernimento condiviso di questioni dottrinali, pastorali ed etiche controverse (RdS 15)”. Ce ne parla il Segretario del Gruppo, Rev. P. Carlo CASALONE, S.I.

Si entra poi nella terza prospettiva, quella «dei Luoghi che, contro la tentazione di un universalismo astratto, parlano della concretezza dei contesti in cui si incarnano le relazioni, con la loro varietà, pluralità e interconnessione, e con il loro radicamento nel fondamento sorgivo della professione di fede» (IL2, Introduzione). Tra le culture in cui incarnare il messaggio evangelico vi è oggi anche quella dell’ambiente digitale, a cui è dedicato il lavoro del Gruppo di Studio n. 3, di cui ci parla il coordinatore, la professoressa Kim DANIELS, degli Stati Uniti d’America.

Grazie professoressa Daniels. Siamo in una concezione di luogo che non può più essere definito solo con criteri geografici o spaziali, ma va inteso come una trama di relazioni.

In questa sezione rientrano anche temi di grande pregnanza, quale i rapporti tra le Chiese locali all’interno della comunione universale, il ruolo delle aggregazioni di Chiese, la funzione dell’istituto del Sinodo, il servizio dell’unità che compete al Vescovo di Roma. Si colloca in questo contesto la riflessione del Gruppo di Studio n. 8 sui Nunzi Apostolici. Ce ne riferisce, in video, il coordinatore, S. Em.za Rev.ma il Card. Oswald GRACIAS, Arcivescovo di Bombay (India).

Anche se ci ha parlato in video, possiamo ringraziare il Card. Gracias di persona, visto che fa parte del Consiglio Ordinario del Sinodo e quindi della nostra Assemblea.

Dopo la sezione sui Luoghi, l’Instrumentum laboris termina con una breve conclusione, che ci riporta all’orizzonte di senso del nostro cammino di Chiesa sinodale, ma anche di Assemblea sinodale. Mi sembra che il paragrafo conclusivo dell’Instrumentum laboris, il n. 112, possa aiutare anche noi oggi a svolgere il nostro compito con le giuste disposizioni.

«Il profeta Isaia termina il suo oracolo con un inno di lode da riprendere in coro: “Ecco il nostro Dio; in lui abbiamo sperato perché ci salvasse. Questi è il Signore in cui abbiamo sperato; rallegriamoci, esultiamo per la sua salvezza” (Is 25,9). Come Popolo di Dio – e, aggiungo adesso, come Assemblea sinodale –uniamoci a questa lode, mentre come pellegrini di speranza continuiamo ad avanzare lungo il cammino sinodale verso coloro che ancora attendono l’annuncio della Buona

Notizia della salvezza!».

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[1] Lettera del Santo Padre al card. Grech, 22 febbraio 2024, disponibile nel sito del Sinodo, www.synod.va.

[01510-IT.01] [Testo originale: Italiano]

 

Traduzione in lingua tedesca

Guten Tag. Es scheint richtig zu sein, mit einem herzlichen „Willkommen“ für diejenigen - nicht viele - zu beginnen, die an der zweiten Sitzung teilnehmen, ohne an der ersten Sitzung teilgenommen zu haben. Ich hoffe, Sie haben sich willkommen gefühlt. Aber ich fahre gleich fort mit einem ebenso herzlichen „Willkommen“ für alle, die zum zweiten Mal hier sind. Es ist schön, sich wiederzusehen. Es ist ein Zeichen dafür, dass Vertrautheit und Freundschaft unter uns tatsächlich gewachsen sind und dass das vergangene Jahr sie nicht hat verblassen lassen.

Hier sind wir also wieder: die Gesichter der Anwesenden sind uns vertraut, der Saal ist derselbe, und die Tische sind es auch. Was mich betrifft, so ist sogar der Ort derselbe wie im vergangenen Jahr. Zwar wurden einige Tische verschoben, aber ich glaube, ich bin nicht der Einzige, dem es so geht. Das hilft uns, uns wie zu Hause zu fühlen, aber vielleicht nicht, etwas sehr Wichtiges zu erkennen. Die Zweite Sitzungsperiode ist keine Wiederholung oder gar eine bloße Fortsetzung der Ersten, im Vergleich zu der wir aufgerufen sind, einen Schritt nach vorne zu machen. Das ist es, was das Volk Gottes von dieser Synodalversammlung erwartet.

Daher dachte ich, dass es für uns zu diesem Zeitpunkt nützlich sein könnte, darüber nachzudenken, was der Unterschied zwischen der Ersten und der Zweiten Tagung ist, damit wir uns besser auf unsere neue Aufgabe einstellen können.

Das Ziel der zweiten Tagung

Der erste und wichtigste Unterschied ist das Ziel der beiden Tagungen, das auch die Art unseres Zusammenseins und unseres Austauschs bestimmt. Das Ziel der ersten Tagung war es, dass wir uns gegenseitig kennenlernen, aber vor allem, dass jeder von uns die Kirchen besser kennenlernt, aus denen die anderen kommen, ihre Situation, die Art und Weise, wie sie ihren Auftrag leben, die Prioritäten ihres Handelns, ihre Sorgen und ihre Fragen zur Synodalität. Mit einem Bild könnte man sagen, dass wir in der ersten Sitzung aufgerufen waren, uns gegenseitig mit den Augen der anderen zu sehen. Es war ein faszinierender, manchmal mühsamer Weg, der die vielen Unterschiede in der Kirche - der Sprache, der Kultur, der Traditionen, des Geschlechts, des Zustands - zum Vorschein brachte und uns dazu brachte, sie als einen Reichtum und ein Geschenk Gottes zu erkennen. Im Instrumentum laboris für die Zweite Sitzungsperiode heißt es: „Die Erfahrung des Pluralismus der Kulturen und die Fruchtbarkeit der Begegnung und des Dialogs zwischen ihnen ist eine Bedingung für das Leben der Kirche und keine Bedrohung für ihre Katholizität“ (IL 2, Nr. 81).

Ausgehend von dieser Erfahrung und voller Staunen und Dankbarkeit für den Reichtum, den der Geist der Kirche schenkt, sind wir in dieser zweiten Sitzungsperiode aufgerufen, unseren Blick zu fokussieren, oder besser gesagt, gemeinsam zu erkennen, wohin wir ihn richten sollen, indem wir mögliche Wege des Wachstums aufzeigen, auf denen wir die Kirchen einladen, zu gehen. Das Ziel ist, dass diese Reichtümer nicht in einer Schatulle verbleiben, sondern in den Kreislauf des Austauschs von Gaben eintreten, der die Gemeinschaft der Kirche als Ganzes nährt. Dazu lädt uns die Leitfrage dieser Zweiten Sitzungsperiode ein: „Wie können wir eine missionarisch-synodale Kirche sein?“, zu der alle Kirchen der Welt konsultiert wurden.

Das Instrumentum laboris für die Zweite Tagung, auf das sich unsere Arbeit in den kommenden Wochen stützt, bietet uns ein „Destillat“ dessen, was wir als Kirche auf dem Weg dieser drei Jahre gelernt haben. Es ist bezeichnend, dass der Titel die Leitfrage der Zweiten Sitzungsperiode – „Wie können wir eine missionarisch-synodale Kirche sein“ - wieder aufgreift, aber das Fragezeichen weglässt. Dies zeigt genau den Schritt, den wir als Versammlung gemeinsam gehen müssen.

Das Instrumentum laboris für die Zweite Sitzungsperiode

Damit kommen wir zum zweiten wichtigen Unterschied. Als Sie das Instrumentum laboris für die Zweite Sitzungsperiode erhalten haben, werden Sie auf den ersten Blick bemerkt haben, wie sehr es sich von dem Instrumentum laboris für die Erste Sitzungsperiode unterscheidet. Das Instrumentum laboris ist anders, weil unsere Aufgabe eine andere ist.

Das Instrumentum laboris für die Erste Sitzungsperiode war eine Sammlung von Fragen. Es lud uns ein, Fragen zu stellen und vor allem zu erzählen: Die Antworten auf diese Fragen waren vor allem die Geschichte der Erfahrung unserer Kirchen. Ganz anders das Instrumentum laboris für die Zweite Sitzungsperiode, in dem das Fragezeichen etwa zehnmal auftaucht, während es in der vorherigen Sitzungsperiode über 300 Mal vorkam - ich habe mir die Mühe gemacht, sie zu zählen. Das scheint mir ein guter Indikator für den Schritt nach vorn zu sein, den die Zweite Sitzungsperiode machen soll, und eine klare Aufforderung, unsere ganze Aufmerksamkeit in eine Richtung zu lenken.

Im Dienste unserer Bemühungen fasst der Text des Instrumentum laboris für die Zweite Tagung das zusammen, was wir als die wichtigsten Errungenschaften betrachten können, die während des synodalen Prozesses in Bezug auf die behandelten Themen gereift sind. Die Experten, die an seiner Ausarbeitung mitgewirkt haben und denen ich an dieser Stelle für ihr Engagement danken möchte - viele sind hier anwesend, aber nicht alle -, sind vom Synthesebericht der ersten Tagung und den Ergebnissen der zweiten Konsultation der Ortskirchen ausgegangen, haben aber auch die früheren Dokumente berücksichtigt. Darüber hinaus haben sie die Ergebnisse des Internationalen Treffens „Pfarrer für die Synode“, über das wir bereits ein Zeugnis gehört haben, und die Materialien von fünf Arbeitsgruppen, die vom Generalsekretariat der Synode eingesetzt wurden, berücksichtigt.

Um das Instrumentum laboris sinnvoll nutzen zu können, muss man sich auf seine Natur konzentrieren: Es ist kein Entwurf des Schlussdokuments, der einfach nur abgeändert werden muss, sondern eine Sammlung der Ergebnisse eines Prozesses, den zu erkennen unsere Aufgabe ist. Es ist Aufgabe dieser Versammlung, darauf hinzuweisen, wo Schwerpunkte zu setzen oder zu unterstreichen sind, denn das ist besonders wichtig; es ist auch unsere Aufgabe, darüber zu diskutieren, was vertieft und neu formuliert werden muss. Vor allem aber ist es an uns, die Richtung anzugeben, in die der Geist die ganze Kirche zu führen wünscht, und dem Heiligen Vater Leitlinien und Perspektiven für die Umsetzungsphase anzuvertrauen.

Die Arbeitsmethode

Die Unterschiede in den Instrumenta laboris der beiden Tagungen entsprechen den Unterschieden in der Arbeitsmethode, die wir anwenden werden. Natürlich wird es immer Zeiten für Gruppenarbeit (die circuli minores) und Zeiten für die Arbeit im Plenum (die Generalkongregationen) geben, aber im Vergleich zum vergangenen Jahr wird sich die Dynamik in beiden Fällen ändern. Sie werden dies beim Lesen der Informationen zur Methodik (das Dokument mit dem Titel „Wie wir zusammenarbeiten werden“), die wir in den vergangenen Wochen erhalten haben, oder der Geschäftsordnung bemerkt haben.

Die Arbeitsgruppen werden weiterhin nach der Methode des „Gesprächs im Geiste“ arbeiten, allerdings mit einigen Anpassungen an das spezifische Ziel dieser Tagung. Genauere Angaben zu diesen Änderungen werden wir morgen früh erhalten, während unsere Moderatoren eine dreitägige Schulung absolviert haben, damit sie uns so gut wie möglich begleiten können. Wir danken ihnen dafür.

Wir werden auch mehr Informationen über die Arbeit im Plenum erhalten. An dieser Stelle möchte ich nur betonen, dass wir uns entschieden haben, unseren Austausch stärker zu fokussieren. Daher wird die erste Aufgabe der Versammlung in jedem der vier Module, die wir ab morgen kennenlernen werden, darin bestehen, die Reihenfolge der Themen festzulegen, die in den vielen Stunden (bei drei Modulen werden es sogar neun sein) der Plenarsitzung behandelt werden sollen, und zwar anhand einer Liste, die sich aus der Gruppenarbeit ergeben wird. Wir haben die Delegierten des Präsidenten gebeten, aktiv dazu beizutragen, dass wir nicht von den Prioritäten abweichen, die wir selbst festlegen werden, und auch sie haben dafür eine spezielle Schulung erhalten. Aber ihre Aufgabe wird leichter sein, wenn jeder sie dabei unterstützt, indem er sich ein wenig selbst diszipliniert. Auf jeden Fall wird in jedem Modul Zeit für Beiträge zu Themen vorgesehen, die von der Versammlung nicht als vorrangig eingestuft wurden.

Im Dialog mit den Studiengruppen

Es gibt einen letzten Unterschied, den ich hervorheben möchte. Vergangenes Jahr war unsere Versammlung das einzige Gremium, das auf der Ebene der Gesamtkirche die Überlegungen zur Synodalität mit Hilfe der synodalen Methode fortgesetzt hat. Das ist in diesem Jahr nicht mehr der Fall. Wir haben Begleiter auf unserem Weg, nämlich die zehn Studiengruppen, die auf Beschluss des Heiligen Vaters im Februar eingerichtet wurden.

Diese zehn Gruppen sind in erster Linie die erste konkrete Frucht unserer Arbeit. Denn, so der Heilige Vater, „der Synthesebericht der ersten Sitzungsperiode [...] zählt viele wichtige theologische Fragen auf, die alle in unterschiedlichem Maße mit der synodalen Erneuerung der Kirche zusammenhängen und nicht ohne juristische und pastorale Auswirkungen sind. Diese Fragen erfordern naturgemäß eine eingehende Untersuchung. Da es nicht möglich ist, diese Untersuchung in der Zeit der Zweiten Tagung (2.-27. Oktober 2024) durchzuführen, habe ich veranlasst, dass sie speziellen Studiengruppen zugewiesen werden, damit sie angemessen untersucht werden können“. Mit anderen Worten: Mit der Einsetzung dieser Gruppen hat die Umsetzung und Durchführung der Empfehlungen unserer Versammlung bereits begonnen.

Dies gilt auch - und das möchte ich besonders hervorheben - für die Arbeitsweise dieser Gruppen. Bei ihrer Einsetzung hat der Heilige Vater auch festgelegt, dass sie „nach einer authentisch synodalen Methode arbeiten sollen“ (ebd.) und dem Generalsekretär der Synode die Aufgabe übertragen, dafür zu sorgen, dass dies auch tatsächlich der Fall ist. Dies erklärt beispielsweise die Zusammensetzung dieser Gruppen, in denen die für die verschiedenen Themen zuständigen Dikasterien der Römischen Kurie ebenso vertreten sind wie Seelsorger und Experten unterschiedlicher geographischer Herkunft, unterschiedlicher Voraussetzungen (Männer und Frauen, Priester, geweihte Männer und Frauen, Laien und Laiinnen) und unterschiedlicher beruflicher Fähigkeiten. Das Generalsekretariat der Synode hat aktiv an der Gründung dieser Gruppen mitgewirkt, verfolgt ihre Arbeit und sorgt für ihre Abstimmung mit dem synodalen Prozess. Sie sind wahre Laboratorien der Synodalität, aus denen man auch durch eine Evaluierung lernen kann.

In diesem Sinne sind diese zehn Gruppen auch unsere Gesprächspartner, und wir werden die Zeit, die uns heute Nachmittag bleibt, dem Dialog mit ihnen widmen, indem wir einen Vertreter jeder der zehn Gruppen einladen, uns über das Programm zu informieren, das sie sich selbst gegeben haben. Wir werden dies im Rahmen einer kurzen Prüfung des Inhalts der vier Abschnitte unseres Instrumentum laboris tun, die natürlich den Themen der ersten vier Module dieser Versammlung entsprechen. So werden wir feststellen, wie eng unsere Arbeit und die der zehn Gruppen miteinander verflochten sind. In synodaler Manier werde ich also nicht der einzige sein, der während des Berichts des Generalberichterstatters spricht. Dieser Dialog wird sich in den kommenden Wochen fortsetzen, denn wie Sie sehen werden, nehmen zahlreiche Mitglieder der zehn Gruppen in verschiedenen Funktionen an den Arbeiten der zweiten Tagung teil.

Ein Blick auf die Themen unserer Arbeit

Das Instrumentum laboris für die zweite Sitzungsperiode beginnt mit der Vision des Propheten Jesaja vom messianischen Festmahl (25,6-8). Damit erinnert er uns daran, dass der auferstandene Herr seinen Jüngern „die Aufgabe anvertraut, alle Völker zu erreichen, um ihnen ein Festmahl zu reichen, das aus einer Speise besteht, die Leben und Freude in Fülle schenkt“ (IL 2, Einleitung). Die Sendung ist der Horizont der synodalen Kirche. Der Text ist dann in vier Abschnitte unterteilt. In den ersten vier Modulen unserer Arbeit werden wir uns mit jedem dieser Abschnitte befassen, wie morgen noch näher erläutert wird. Für den heutigen Abend werde ich mich darauf beschränken, die Verbindungen zu den zehn Studiengruppen hervorzuheben.

Der erste Abschnitt trägt den Titel „Grundlagen“: Er umreißt den Horizont, in den die Ausarbeitung der Antworten auf die Leitfrage einzuordnen ist, und macht die theologischen Bezugspunkte deutlich, die sich in den vergangenen Jahren allmählich gefestigt haben. In diesem Zusammenhang erinnert das Instrumentum laboris an die Arbeit der Studiengruppe 10, „Die Aufnahme der Früchte des ökumenischen Weges im Volk Gottes (RdS 7)“. Seine Exzellenz Msgr. Paul ROUHANA, O.L.M., Weihbischof von Joubbé, Sarba und Jounieh der Maroniten, Koordinator, hat zu uns darüber gesprochen. Ich möchte alle Redner daran erinnern, dass sie nach dem kurzen Einführungsvideo drei, maximal vier Minuten Zeit haben. Ihnen allen gilt unser Dank für ihre Arbeit.

Ich danke Ihnen. In den „Grundlagen“ erwähnt das Instrumentum laboris auch die Studiengruppe Nr. 2, „Auf den Schrei der Armen hören (RdS 4 und 16)“. Dr. Sandie CORNISH, Australierin, die ihre Koordinatorin ist, erzählt uns davon.

Vielen Dank, Herr Dr. Cornish. Im Instrumentum laboris folgen die Grundlagen „drei eng miteinander verwobenen Teilen, die das missionarisch-synodale Leben der Kirche aus verschiedenen Perspektiven beleuchten“ (IL 2, Einleitung). Die erste Perspektive ist die der „Beziehungen - mit dem Herrn, unter den Brüdern und Schwestern und zwischen den Kirchen -, die die Vitalität der Kirche weitaus radikaler erhalten als ihre Strukturen“ (ebd.). Zu den Themen dieses Abschnitts gehört der Austausch von Gaben zwischen den Kirchen. Die Studiengruppe 1 denkt insbesondere über „Einige Aspekte der Beziehungen zwischen den katholischen Ostkirchen und der lateinischen Kirche (RdS 6)“ nach. Wir hören die Vorstellung ihrer Arbeit durch Seine Eminenz, Kardinal GUGEROTTI, Präfekt des Dikasteriums für die Orientalischen Kirchen.

Ich danke Ihnen, Eminenz. Ein weiterer wichtiger Punkt im Abschnitt „Berichte“ betrifft die Ämter in der Kirche und die Beziehung zwischen Charismen und Ämtern. Hier kommt die Arbeit der Studiengruppe Nr. 5 ins Spiel. Sie wird uns von Seiner Eminenz, Kardinal Víctor Manuel FERNÁNDEZ, Präfekt des Dikasteriums für die Glaubenslehre, vorgestellt.

Ich danke Ihnen, Eminenz, für Ihre Ausführungen. Ein großer Teil des Abschnitts „Beziehungen“ ist dem Dienst der geweihten Amtsträger (Bischöfe, Priester und Diakone) und dem Aufbau von Beziehungen untereinander und mit dem übrigen Volk Gottes gewidmet. Das Thema steht im Zusammenhang mit der Arbeit der Studiengruppe 7, die uns von ihrem Koordinator, Msgr. Felix GENN, Bischof von Münster (Deutschland), mit einem Video vorgestellt wird.

Wir danken Msgr. Genn. In diesem Rahmen befasst sich die Studiengruppe Nr. 6 mit einem besonderen Aspekt. Der Koordinator der Gruppe, Seine Eminenz Kardinal Joseph William TOBIN, C.S.R., Erzbischof von Newark (U.S.A.).

Ich danke Ihnen von ganzem Herzen, Eure Eminenz. Lassen Sie uns zur zweiten Perspektive übergehen, nämlich zu den „Wegen, die die Dynamik der Beziehungen konkret unterstützen und nähren“ (IL 2, Einleitung). In der Sektion richtet sich die Aufmerksamkeit sofort auf das Thema der Ausbildung zur Synodalität, an dem auch die Studiengruppe Nr. 4 arbeitet. Der Koordinator der Gruppe, Seine Eminenz Kardinal José COBO CANO, Erzbischof von Madrid (Spanien) bringt uns mit einem Video auf den neuesten Stand.

Ich danke Ihnen aus der Ferne, Eminenz. Ein zweites zentrales Thema dieser Sektion ist der Prozess der kirchlichen Unterscheidung und wie er durchgeführt wird. Damit verbunden ist die Arbeit der Studiengruppe Nr. 9 „Theologische Kriterien und synodale Methodologien für die gemeinsame Unterscheidung kontroverser lehrmäßiger, pastoraler und ethischer Fragen (RdS 15)“. Der Sekretär der Gruppe, Pater Carlo CASALONE, S.I., berichtet uns darüber.

Wir treten dann in die dritte Perspektive ein, die „der Orte, die gegen die Versuchung eines abstrakten Universalismus von der Konkretheit der Kontexte sprechen, in denen sich die Beziehungen verkörpern, mit ihrer Vielfalt, Pluralität und Verflechtung, und mit ihrer Verwurzelung in der entspringenden Grundlage des Glaubensbekenntnisses“ (IL 2, Einleitung). Zu den Kulturen, in denen die Botschaft des Evangeliums heute verkörpert werden muss, gehört auch die des digitalen Umfelds, dem die Arbeit der Studiengruppe Nr. 3 gewidmet ist, über die der Koordinator, Professorin Kim DANIELS aus den Vereinigten Staaten von Amerika, zu uns spricht.

Vielen Dank, Professorin Daniels. Wir befinden uns in einem Verständnis von Ort, das nicht mehr nur durch geographische oder räumliche Kriterien definiert werden kann, sondern als Beziehungsgeflecht verstanden werden muss.

Dazu gehören auch Themen von großer Bedeutung, wie die Beziehungen zwischen den Ortskirchen innerhalb der universalen Gemeinschaft, die Rolle der Zusammenschlüsse von Kirchen, die Funktion der Institution der Synode, der Dienst an der Einheit, der in der Verantwortung des Bischofs von Rom liegt. Die Überlegungen der Studiengruppe Nr. 8 über die Apostolischen Nuntien sind in diesem Kontext angesiedelt. Der Koordinator, Seine Eminenz Kardinal Oswald GRACIAS, berichtet uns per Video.

Obwohl er per Video zu uns sprach, können wir Kardinal Gracias persönlich danken, da er Mitglied des Ordentlichen Rates der Synode und damit unserer Versammlung ist.

Nach dem Abschnitt über die Orte endet das Instrumentum laboris mit einer kurzen Schlussfolgerung, die uns auf den Sinnhorizont unseres Weges als synodale Kirche, aber auch als synodale Versammlung zurückführt. Mir scheint, dass der abschließende Absatz des Instrumentum laboris, Nr. 112, auch uns heute helfen kann, unsere Aufgabe mit der richtigen Einstellung zu erfüllen.

„Der Prophet Jesaja beendet seine Aussagen mit einem Lobgesang, der im Chor angestimmt wird: ‚Siehe, unser Gott, auf ihn haben wir gehofft, dass er uns rettet. Das ist der Herr, auf den wir gehofft haben; lasst uns frohlocken, lasst uns jubeln über sein Heil‘“ (Jes 25,9). Als Volk Gottes - und, wie ich jetzt hinzufügen möchte, als Synodenversammlung - lasst uns in diesen Lobpreis einstimmen, während wir als Pilger der Hoffnung auf dem synodalen Weg zu denen weitergehen, die noch auf die Verkündigung der Frohen Botschaft des Heils warten!

[01510-DE.01] [Originalsprache: Italienisch]

[B0761-XX.02]