Discorso del Santo Padre
Traduzione in lingua italiana
Ieri pomeriggio, il Santo Padre Francesco si è collegato con i ragazzi russi riuniti a San Pietroburgo in occasione del X Incontro nazionale dei giovani cattolici della Russia, che si svolge dal 23 al 27 agosto. Il tema scelto per questo decimo incontro è lo stesso della Giornata Mondiale della Gioventù di Lisbona: “Maria si alzò e andò in fretta” (Lc 1,39).
Pubblichiamo di seguito il discorso che il Papa ha rivolto loro nel corso del collegamento:
Discorso del Santo Padre
Queridos jóvenes, queridas jóvenes: que la paz y la alegría de Jesús estén con ustedes.
Hace tres semanas, hemos celebrado en Lisboa la Jornada Mundial de la Juventud con jóvenes de todo el mundo. Hoy siento una gran alegría por estar aquí, compartiendo este momento de fe y de esperanza con ustedes. El lema de esta Jornada Mundial de la Juventud fue: “María se levantó y partió sin demora”. Quiero proponerles tres ideas en torno a este lema, para que luego puedan seguir trabajándolas ustedes en la reflexión que hagan los grupos, cada cual desde su propia experiencia.
Primera idea: llamados y en salida. Dios llama a caminar, Dios nos manda salir y caminar. Cada uno de ustedes, como María, es llamado por Dios. Sí, llamado por Dios, elegido y llamado. Todos somos elegidos y llamados. Pregúntense ustedes: ¿yo soy elegido, elegida? ¿Soy llamado? Sí, el Señor los llamó desde el comienzo de sus vidas, los llamó por sus nombres. Llamados antes de los talentos que tenemos, antes de nuestros méritos, antes de nuestras oscuridades y heridas, antes de todo hemos sido llamados. Llamados por nuestro nombre, tú a tú. Dios no va al montón, no. Dios va del tú a tú.
Isabel, que era estéril, y María, la Virgen: dos mujeres que se convirtieron en testimonio, ¿de qué?, de la fuerza transformadora de Dios. Dios transforma. Es esa experiencia del amor desbordante de Dios que no se puede dejar de compartir. Por eso, María se levantó y se fue sin demora, fue rápido. Tiene que levantarse con prisa. Cuando Dios llama, no podemos quedarnos sentados. Levantarnos y con prisa, porque el mundo, el hermano, el que sufre, el que está al lado y no conoce la esperanza de Dios necesita recibirlo, necesita recibir la alegría de Dios. Me levanto con prisa para llevar la alegría de Dios. Esta primera idea: somos llamados y en salida.
Segunda idea: el amor de Dios es para todos y la Iglesia es de todos. El amor de Dios se reconoce por su hospitalidad. Dios acoge siempre, crea, crea espacio para que todos tengamos lugar y se sacrifica por el otro, está atento a las necesidades del otro. María se quedó tres meses con Isabel, ayudándola en sus necesidades. Estas dos mujeres están creando espacio para las nuevas vidas que nacen: Juan Bautista y Jesús. Pero también crean espacio una para la otra, se comunican. La Iglesia es una madre de corazón abierto, que sabe acoger y recibir, sobre todo a quien tiene necesidad de mayor cuidado. La Iglesia es una madre amorosa, porque es la casa de los amados y es la casa de los llamados. ¡Cuántas heridas, cuánta desesperanza se pueden curar donde uno se pueda sentir recibido! Y la Iglesia nos recibe. Por eso, sueño con una Iglesia donde ninguno sobra, donde ninguno está de más. Por favor, que la Iglesia no sea una “aduana” para seleccionar a quienes entran y a quienes no. No, todos, todos. La entrada es libre. Y después que cada uno sienta la invitación de Jesús a seguirlo, a ver cómo está delante de Dios; y para este viaje están las enseñanzas y los Sacramentos. Recordemos el Evangelio: cuando el señor del banquete manda a llamar a los cruces del camino dice: “Vayan y traigan a todos” (cf. Mt 22,9). No se olviden esta palabra: todos. La Iglesia es para todos: jóvenes y viejos, sanos y enfermos, justos y pecadores. Esto quería decir Jesús: todos, todos, todos.
Y la tercera idea: es vital que los jóvenes y los ancianos se abran uno al otro. Los jóvenes, al encontrarse con los ancianos, tienen la oportunidad de recibir la riqueza de sus experiencias y sus vivencias. Y los ancianos, al encontrarse con los jóvenes, encuentran en ellos la promesa de un futuro de esperanza. Es importante, ustedes, jóvenes, que dialoguen con los ancianos, que dialoguen con los abuelos, que escuchen a los abuelos, que escuchen esa experiencia de vida que va más allá de la de los padres. El punto de encuentro entre María e Isabel son los sueños. Ambas soñaban. Los jóvenes sueñan, los viejos sueñan. Es precisamente el sueño, la capacidad de soñar, la visión del mañana lo que ha mantenido y sostiene unidos a las generaciones, como nos recuerda el profeta Joel: “Sus ancianos tendrán sueños, sus jóvenes tendrán visiones” (cf. 2,28). Así los ancianos sueñan con tantas cosas: la democracia, la unidad de las naciones…; los jóvenes profetizan, son llamados a ser artesanos del ambiente y de la paz. Isabel, con la sabiduría de los años -era vieja-, fortalece a María, que era joven y estaba llena de gracia, guiada por el Espíritu.
Queridos jóvenes: no quiero echar un sermón largo. Los invito a ser constructores de puentes. Constructores de puentes entre las generaciones, reconociendo los sueños de aquellos que han ido por delante en el camino. La alianza entre las generaciones mantiene viva la historia y la cultura de un pueblo. Deseo para ustedes, jóvenes rusos, la vocación de ser artesanos de la paz en medio de tantos conflictos, en medio de tantas polarizaciones que hay de todos lados, que acechan nuestro mundo. Los invito a ser sembradores de semillas, de semillas de reconciliación, pequeñas semillas que en este invierno de guerra no brotarán por el momento en la tierra helada, pero en una primavera futura van a florecer. Como dije en Lisboa: tengan la valentía de sustituir los miedos por los sueños. Sustituir los miedos por los sueños. Sustituyan los miedos por los sueños. No sean administradores de miedos sino emprendedores de sueños. ¡Dense el lujo de soñar a la grande!
Queridos jóvenes: gracias por este tiempo que me han regalado, por haber querido compartir conmigo un poco de sus sueños y sus esperanzas, de sus temores y sus sufrimientos. Gracias a Bárbara por su testimonio de familia. Gracias a Alexander por su testimonio de vida. Gracias. Y gracias a todos ustedes por el testimonio que están dando hoy en esta reunión.
Los invito a que miren a María, encuentren al Señor, concíbanlo en el corazón y rápido, con prisa llévenlo a quienes están lejos, llévenlo a quienes los necesitan. Sean signo de esperanza, signo de paz y de alegría, como María, porque con la misma “humildad de su servidora”, puedan ustedes también cambiar la historia que les toca vivir. Juéguense por el futuro, anclados con las raíces de los abuelos. Los saludo con afecto. Estoy contento de comunicarme con ustedes. Les doy mi bendición. Rezo por ustedes y, por favor, no se olviden de rezar por mí.
[01275-ES.01] [Texto original: Español]
Traduzione in lingua italiana
Cari giovani, che la pace e la gioia di Gesù siano con voi!
Tre settimane fa, abbiamo celebrato a Lisbona la Giornata Mondiale della Gioventù con i giovani di tutto il mondo. Oggi sento una grande gioia ad essere qui a condividere con voi questo momento di fede e di speranza. Il motto di questa Giornata Mondiale della Gioventù è stato: «Maria si alzò e andò in fretta» (Lc 1,39). Vorrei proporre tre idee intorno a questo motto, in modo che possiate lavorarci ulteriormente, in una riflessione che potete fare in gruppo, ciascuno secondo la propria esperienza.
Prima idea: Dio chiama e in uscita. Dio chiama a camminare, Dio ci invia a uscire e a camminare. Ognuno di voi, come Maria, è chiamato da Dio. Sì, chiamato da Dio, scelto e chiamato. Tutti siamo scelti e chiamati. Chiedetevi: “Io, sono scelto, sono scelta? Sono chiamato?”. Sì, il Signore vi ha chiamati dall’inizio della vostra vita, vi ha chiamati per nome! Chiamati prima dei talenti che abbiamo, prima dei nostri meriti, prima delle nostre oscurità e ferite, prima di tutto siamo stati chiamati. Chiamati per nome, a tu per tu. Dio non va al mucchio, no. Dio va al tu per tu.
Elisabetta, che era sterile, e Maria, la vergine: due donne che sono diventate testimoni, di che cosa?, della potenza trasformatrice di Dio. Dio trasforma. È questa esperienza dell’amore traboccante di Dio che non può non essere condivisa. Ecco perché Maria si è alzata ed è partita senza indugio, subito. Deve alzarsi in fretta. Quando Dio chiama, non possiamo rimanere seduti. Alzarci e in fretta, perché il mondo, il fratello, il sofferente, colui che sta accanto e non conosce la speranza di Dio ha bisogno di riceverlo, ha bisogno di ricevere la gioia di Dio. Mi alzo in fretta per portare la gioia di Dio. Questa è la prima idea: siamo chiamati e in uscita.
Seconda idea: l’amore di Dio è per tutti e la Chiesa è di tutti. L’amore di Dio si riconosce dalla sua ospitalità. Dio accoglie sempre, crea, crea spazio perché tutti troviamo posto e si sacrifica per l’altro, è attento ai bisogni dell’altro. Maria rimase con Elisabetta per tre mesi, aiutandola nelle sue necessità. Queste due donne stanno creando spazio per le nuove vite che nascono, Giovanni il Battista e Gesù. Ma creano anche spazio l’una per l’altra, comunicano tra loro. La Chiesa è una madre dal cuore aperto, che sa accogliere e ricevere, soprattutto coloro che hanno bisogno di maggiori cure. La Chiesa è una madre amorevole, perché è la casa di chi è amato e la casa di chi è chiamato. Quante ferite, quanta disperazione possono essere curate dove ci si sente accolti. E la Chiesa ci accoglie. Ecco perché sogno una Chiesa in cui nessuno è superfluo, dove nessuno è in più. Per favore, che la Chiesa non sia una “dogana” per selezionare chi entra e chi no. No, tutti, tutti. L’ingresso è libero. E poi, che ognuno senta l’invito di Gesù a seguirlo, a vedere come sta davanti a Dio; e per questo cammino ci sono gli insegnamenti e i Sacramenti. Ricordiamo il Vangelo: quando il padrone del banchetto manda a chiamare ai crocicchi delle strade dice: “Andate e portate tutti” (cfr Mt 22,9). Non dimenticate questa parola: tutti. La Chiesa è per tutti: giovani e vecchi, sani e malati, giusti e peccatori. Ecco cosa intendeva Gesù: tutti, tutti, tutti.
E la terza idea: è fondamentale che i giovani e gli anziani si aprano gli uni agli altri. I giovani, incontrandosi con gli anziani, hanno l’opportunità di ricevere la ricchezza delle loro esperienze e dei loro vissuti. E gli anziani, incontrandosi con i giovani, trovano in loro la promessa di un futuro pieno di speranza. È importante che voi giovani dialoghiate con gli anziani, che parliate con i nonni, che ascoltiate i nonni, che ascoltiate quell’esperienza di vita che va oltre quella dei vostri genitori. Il punto di incontro tra Maria ed Elisabetta sono i sogni. Tutte e due sognavano. I giovani sognano, i vecchi sognano. È proprio il sogno, la capacità di sognare, la visione del domani ciò che ha tenuto e mantiene unite le generazioni, come ci ricorda il profeta Gioele: “I vostri vecchi sogneranno sogni, i vostri giovani vedranno visioni” (cfr 2,28). Così gli anziani sognano tante cose: la democrazia, l’unità delle nazioni…; e i giovani profetizzano, sono chiamati a essere artigiani dell’ambiente e della pace. Elisabetta, con la saggezza degli anni – era anziana – rafforza Maria, che era giovane ed era piena di grazia, guidata dallo Spirito.
Cari giovani, non voglio fare una predica lunga. Vi invito a essere costruttori di ponti. Costruttori di ponti tra le generazioni, riconoscendo i sogni di coloro che vi hanno preceduto nel cammino. L’alleanza tra le generazioni mantiene viva la storia e la cultura di un popolo. Auguro a voi, giovani russi, la vocazione di essere artigiani di pace in mezzo a tanti conflitti, in mezzo a tante polarizzazioni che ci sono da tutte le parti, che affliggono il nostro mondo. Vi invito a essere seminatori, a spargere semi di riconciliazione, piccoli semi che in questo inverno di guerra non germoglieranno per il momento nel terreno ghiacciato, ma che in una futura primavera fioriranno. Come ho detto a Lisbona: abbiate il coraggio di sostituire le paure con i sogni. Sostituire le paure con i sogni. Sostituite le paure con i sogni. Non siate amministratori di paure ma imprenditori dei sogni. Concedetevi il lusso di sognare alla grande!
Cari giovani, vi ringrazio per il tempo che mi avete regalato, per aver voluto condividere con me un po’ dei vostri sogni e delle vostre speranze, delle vostre paure e delle vostre sofferenze. Grazie a Varvara per la sua testimonianza di famiglia. Grazie ad Alexander per la sua testimonianza di vita. Grazie! E grazie a tutti voi per la testimonianza che state dando oggi, in questo incontro.
Vi invito a guardare a Maria, a trovare il Signore, a concepirlo nel cuore e a portarlo presto, in fretta, a chi è lontano, a portarlo a chi ne ha bisogno. Siate segno di speranza, segno di pace e di gioia, come Maria, perché, con la stessa “umiltà della sua serva”, anche voi possiate cambiare la storia in cui vivete. Mettetevi in gioco per il futuro, ancorati alle radici dei nonni. Vi saluto con affetto. Sono contento di avere parlato con voi. Vi do la mia benedizione. Prego per voi e, per favore, voi non dimenticatevi di pregare per me.
[01275-IT.01] [Testo originale: Spagnolo]
[B0584-XX.01]