Omelia del Santo Padre
Parole del Santo Padre alla preghiera dell’Angelus
Santa Messa per la Giornata Mondiale della Gioventù nel Parque Tejo
Questa mattina, lasciata la Nunziatura Apostolica, il Santo Padre Francesco si è trasferito in auto al Parque Tejo per la Santa Messa a conclusione della XXXVII Giornata Mondiale della Gioventù.
Dopo aver effettuato alcuni giri in papamobile tra i giovani, il Papa ha presieduto la Celebrazione Eucaristica nella Festa della Trasfigurazione del Signore.
Dopo le parole di ringraziamento del Patriarca di Lisbona, Em.mo Card. Manuel Clemente, e la proclamazione del Vangelo, Papa Francesco ha pronunciato l’omelia.
Al termine della Messa, dopo l’indirizzo di saluto del Prefetto del Dicastero per i Laici, la Famiglia e la Vita, Em.mo Card. Kevin Joseph Farrell, il Santo Padre ha consegnato le croci della GMG ad alcuni rappresentanti dei giovani dei cinque continenti e ha annunciato la sede e l’anno in cui avrà luogo la prossima GMG.
Prima della recita dell’Angelus, il Papa ha rivolto ai giovani e ai pellegrini presenti alcune parole di saluto. Quindi, dopo la benedizione finale, è rientrato in auto alla Nunziatura Apostolica di Lisbona.
Secondo le autorità locali erano presenti al Parque Tejo per la Santa Messa circa un milione e 500.000 persone.
Pubblichiamo di seguito l’omelia che il Papa ha pronunciato nel corso della Celebrazione Eucaristica e le parole alla preghiera mariana:
Omelia del Santo Padre
Testo in lingua spagnola
Traduzione in lingua portoghese
Traduzione in lingua italiana
Traduzione in lingua francese
Traduzione in lingua inglese
Traduzione in lingua tedesca
Traduzione in lingua polacca
Traduzione in lingua araba
Testo in lingua spagnola
«Señor, ¡qué bien estamos aquí!» (Mt 17,4). Estas palabras, le dijo el apóstol Pedro a Jesús en el monte de la Transfiguración, y también las queremos hacer nuestras después de estos días intensos. Es hermoso lo que estamos experimentando con Jesús, lo que hemos vivido juntos y es hermoso cómo hemos rezado, y con tanta alegría de corazón. Y entonces nos podemos preguntar: ¿qué nos llevamos con nosotros volviendo a la vida cotidiana?
Quisiera responder a este interrogante con tres verbos, siguiendo el Evangelio que hemos escuchado. ¿Qué nos llevamos? Resplandecer, escuchar y no tener miedo. ¿Qué nos llevamos?, respondo con estas tres palabras: Resplandecer, escuchar y no tener miedo.
Primera, resplandecer. Jesús se transfigura, el Evangelio dice que su rostro resplandecía como el sol» (Mt 17,2). Hacía poco que había anunciado su pasión y su muerte en la cruz, y con esto rompía la imagen de un Mesías poderoso, mundano, y frustra las expectativas de los discípulos. Ahora, para ayudarlos a acoger el proyecto de amor de Dios sobre cada uno de nosotros, Jesús toma a tres de ellos —Pedro, Santiago y Juan—, los conduce a un monte y se transfigura. Y este “baño de luz” los prepara para la noche de la pasión.
Amigos, queridos jóvenes, también hoy nosotros necesitamos algo de luz, un destello de luz que sea esperanza para afrontar tantas oscuridades que nos asaltan en la vida, tantas derrotas cotidianas para afrontarlas con la luz de la resurrección de Jesús, porque Él es la luz que no se apaga, es la luz que brilla aun en la noche. «Nuestro Dios ha iluminado nuestros ojos» (Esd 9,8), dice el sacerdote Esdras. Nuestro Dios ilumina. Ilumina nuestra mirada, ilumina nuestro corazón, ilumina nuestra mente, ilumina nuestras ganas de hacer algo en la vida, siempre con la luz del Señor.
Pero quisiera decirles que no nos volvemos luminosos cuando nos ponemos debajo de los reflectores, no, eso encandila. No nos volvemos luminosos cuando mostramos una imagen perfecta, bien prolijitos, bien terminaditos; no, no, aunque nos sintamos fuertes y exitosos. Fuertes y exitosos, pero no luminosos. Nos volvemos luminosos, brillamos, cuando, acogiendo a Jesús, aprendemos a amar como Él. Amar como Jesús, eso nos hace luminosos, eso nos lleva a hacer obras de amor. No te engañes, amiga, amigo, vas a ser luz el día que hagas obras de amor. Pero cuando en vez de hacer obras de amor hacia afuera, mirás a vos mismo, como un egoísta, ahí la luz se apaga.
El segundo verbo es escuchar. En el monte, una nube luminosa cubrió a los discípulos, y esa nube desde la cual habla el Padre, ¿qué dice? «Escúchenlo» (Mt 17,5). Este es mi Hijo amado, escúchenlo. Está todo aquí, y todo eso que hay que hacer en la vida está en esta palabra: Escúchenlo. Escuchar a Jesús, todo secreto está ahí. Escuchás qué te dice Jesús. “Yo no sé qué me dice”. Agarrá el Evangelio y leé lo que dice Jesús y lo que dice en tu corazón. Porque Él tiene palabras de vida eterna para nosotros; Él revela que Dios es Padre es amor. Él nos enseña el camino del amor, escúchalo a Jesús. Porque, por ahí nosotros con buena voluntad emprendemos caminos que parecen ser del amor, pero en definitiva son egoísmos disfrazados de amor. Tené cuidado con los egoísmos disfrazados de amor. Escúchalo, porque Él te va a decir cuál es el camino del amor. Escúchalo.
Resplandecer, la primera palabra, sean luminosos, escuchar, para no equivocarse el camino, y al final, la tercera palabra, no tener miedo. “No tengan miedo”. Una palabra que en la Biblia se repite tanto, en los Evangelios, “no tengan miedo”. Estas fueron las últimas palabras que en este momento de la transfiguración Jesús dijo a los discípulos: “No tengan miedo”.
A ustedes, jóvenes, que han vivido este gozo, estaba por decir esta gloria —bueno, algo de gloria es—, este encuentro con nosotros; a ustedes que cultivan sueños grandes pero a veces ofuscados por el temor de no verlos realizarse; a ustedes, que a veces piensan que no serán capaces, un poco de pesimismo se nos mete a veces; a ustedes, jóvenes, tentados en este tiempo por el desánimo, por juzgarse quizás fracasados o por intentar esconder el dolor disfrazándolo con una sonrisa; a ustedes, jóvenes, que quieren cambiar el mundo —y está bien que quieran cambiar el mundo— y que quieren luchar por la justicia y la paz; a ustedes, jóvenes, que le ponen ganas y creatividad a la vida, pero que les parece que no es suficiente; a ustedes, jóvenes, que la Iglesia y el mundo necesitan [como] la tierra necesita la lluvia; a ustedes, jóvenes, que son el presente y el futuro; sí, precisamente a ustedes, jóvenes, [Jesús] hoy les dice: “No tengan miedo”.
En un pequeño silencio, cada uno repita para sí mismo, en su corazón, estas palabras: No tengan miedo.
Queridos jóvenes, quisiera mirar a los ojos a cada uno de ustedes y decirles: no tengan miedo. No tengan miedo. Es más, les digo algo muy hermoso, ya no soy yo, es Jesús mismo quien los está mirando en este momento. Nos está mirando. Él los conoce, conoce el corazón de cada uno de ustedes, conoce la vida de cada uno de ustedes, conoce las alegrías, conoce las tristezas, los éxitos y los fracasos, conoce el corazón de ustedes. Lee vuestros corazones y Él hoy les dice, aquí, en Lisboa, en esta Jornada Mundial de la Juventud: “No tengan miedo”. Anímense, “no tengan miedo”.
[01194-ES.02] [Texto original: Español]
Traduzione in lingua portoghese
«Senhor, é bom estarmos aqui!» (Mt 17, 4). Estas palavras que o apóstolo Pedro disse a Jesus no monte da Transfiguração, queremos fazê-las também nossas depois destes dias intensos. É bom tudo o que estamos a experimentar com Jesus, aquilo que vivemos juntos, e é bom como rezámos, com tanta alegria do coração. Mas perguntamo-nos: Que levamos connosco ao regressar à vida quotidiana?
Quero responder a esta pergunta com três verbos: resplandecer, ouvir, não temer, seguindo o Evangelho que ouvimos. Que levamos connosco? Respondo com três palavras: resplandecer, ouvir e não temer.
A primeira: resplandecer. Jesus transfigura-Se. Diz o Evangelho: «o seu rosto resplandeceu como o sol» (Mt 17, 2). Recentemente tinha anunciado a sua paixão e morte de cruz, esfrangalhando assim a imagem dum Messias poderoso, mundano, e dececionando as expectativas dos discípulos. Ora, para os ajudar a acolher o projeto de amor de Deus a respeito de cada um de nós, Jesus toma consigo três deles – Pedro, Tiago e João –, condu-los ao alto dum monte e transfigura-Se. E este «banho de luz» prepara-os para a noite da paixão.
Amigos, jovens queridos, também nós hoje precisamos de um pouco de luz, um lampejo de luz que forneça esperança para enfrentar tantas obscuridades que nos assaltam na vida, tantas derrotas quotidianas, para as enfrentar com a luz da ressurreição de Jesus. Porque Ele é a luz sem ocaso, a luz que brilha mesmo durante a noite. Diz o sacerdote Esdras: «O nosso Deus quis fazer brilhar os nossos olhos» (Esd 9, 8). O nosso Deus ilumina. Ilumina o nosso olhar, ilumina o nosso coração, ilumina a nossa mente, ilumina o nosso desejo de fazer algo na vida. Sempre com a luz do Senhor.
Mas quero dizer-vos que não ficamos luminosos, colocando-nos sob os holofotes; antes pelo contrário, isso encandeia-nos, não nos torna luminosos. Não ficamos luminosos, quando exibimos uma imagem perfeita, em ordem, bem acabada, não; nem mesmo se nos sentimos fortes e bem-sucedidos: fortes e bem-sucedidos, mas não luminosos. Tornamo-nos luminosos, resplandecemos quando, tendo acolhido Jesus, aprendemos a amar como Ele. Amar como Jesus: isto torna-nos luminosos, isto leva-nos a fazer obras de amor. Não te deixes enganar, minha amiga, meu amigo! Tornar-te-ás luz no dia em que fizeres obras de amor. Ao contrário quando, em vez de fazer obras de amor aos outros, só pensas em ti mesmo como um egoísta, então a luz apaga-se.
O segundo verbo é ouvir. No monte, uma nuvem luminosa cobre os discípulos. E desta nuvem fala o Pai. E que diz? «Escutai-O»! «Este é o meu Filho predileto, escutai-O» (Mt 17, 5). E é tudo… Tudo aquilo que se deve fazer na vida, está nesta palavra: escutai-O. Escutar Jesus. Todo o segredo está aqui. Escuta o que te diz Jesus. «Mas eu não sei o que Ele me diz!» Pega no Evangelho e lê o que diz Jesus, o que Ele diz ao teu coração. Porque Ele tem palavras de vida eterna para nós, revela que Deus é Pai, Deus é amor. Ele aponta-nos o caminho do amor. Escuta Jesus! Porque nós, mesmo quando com boa vontade nos embrenhamos por caminhos que até parecem ser de amor, em última análise não passam de egoísmo mascarado de amor. Cuidado com os egoísmos mascarados de amor! Escuta-O, porque Jesus dir-te-á qual é o caminho do amor. Escuta-O.
Resplandecer é a primeira palavra: sede luminosos! A segunda: escutar, para não se enganar no caminho! E finalmente a terceira palavra: não ter medo. Não tenhais medo. Uma expressão que se repete muito na Bíblia. Concretamente no Evangelho, no momento da Transfiguração, as últimas palavras que Jesus disse aos discípulos foram estas: «Não tenhais medo» (Mt 17, 7).
A vós, jovens, que vivestes esta alegria (estava para dizer esta glória, e de certo modo este nosso encontro também é glória); a vós, que cultivais sonhos grandes mas frequentemente ofuscados pelo temor de que não se realizem; a vós, que às vezes pensais que não ides conseguir (por vezes assalta-nos um pouco de pessimismo); a vós, jovens, tentados a desanimar neste tempo, a julgar-vos talvez inadequados ou a esconder a angústia mascarando-a com um sorriso; a vós, jovens, que quereis mudar o mundo (é um bem que queirais mudar o mundo!) e que quereis lutar pela justiça e a paz; a vós, jovens, que investis na vida esforço e imaginação, ficando porém com a sensação de que não bastam; a vós, jovens, de quem a Igreja e o mundo têm necessidade como a terra tem de chuva; a vós, jovens, que sois o presente e o futuro… Sim, precisamente a vós, jovens, é que Jesus diz hoje: «Não tenhais medo», «não tenhais medo»! Num breve momento de silêncio, cada um repita para si mesmo, no próprio coração, estas palavras: «Não tenhais medo».
Queridos jovens, gostaria de poder fixar cada um de vós nos olhos e dizer: Não temas, não tenhas medo! Mais, tenho uma coisa belíssima para vos dizer: já não sou eu, mas é o próprio Jesus que vos fixa agora. Ele que vos conhece, conhece o coração de cada um de vós, conhece a vida de cada um de vós, conhece as alegrias, conhece as tristezas, os sucessos e os fracassos, conhece o vosso coração. E hoje aqui em Lisboa, nesta Jornada Mundial da Juventude, Ele diz-vos: «Não temais, não temais! Coragem, não tenhais medo!»
[01194-PO.02] [Texto original: Espanhol]
Traduzione in lingua italiana
«Signore, è bello per noi essere qui!» (Mt 17,4). Queste parole, che disse l’apostolo Pietro a Gesù sul monte della Trasfigurazione, vogliamo farle anche nostre dopo questi giorni intensi. È bello quanto stiamo sperimentando con Gesù, ciò che abbiamo vissuto insieme, ed è bello come abbiamo pregato, con tanta gioia del cuore. Allora possiamo chiederci: cosa portiamo con noi ritornando alla vita quotidiana?
Vorrei rispondere a questo interrogativo con tre verbi, seguendo il Vangelo che abbiamo ascoltato. Che cosa portiamo? Brillare, ascoltare, non temere. Che cosa portiamo con noi? Rispondo con queste tre parole: brillare, ascoltare e non temere.
La prima: brillare. Gesù si trasfigura. Il Vangelo dice: «Il suo volto brillò come il sole» (Mt 17,2). Egli aveva da poco annunciato la sua passione e la morte di croce, frantumando così l’immagine di un Messia potente, mondano, e deludendo le attese dei discepoli. Ora, per aiutarli ad accogliere il progetto d’amore di Dio su ciascuno di noi, Gesù prende tre di loro, Pietro, Giacomo e Giovanni, li conduce sul monte e si trasfigura. E questo “bagno di luce” li prepara alla notte della passione.
Amici, cari giovani, anche oggi noi abbiamo bisogno di un po’ di luce, di un lampo di luce che sia speranza per affrontare tante oscurità che ci assalgono nella vita, tante sconfitte quotidiane, per affrontarle con la luce della risurrezione di Gesù. Perché Lui è la luce che non tramonta, è la luce che brilla anche nella notte. «Il nostro Dio ha fatto brillare i nostri occhi», dice il sacerdote Esdra (Esd 9,8). Il nostro Dio illumina. Illumina il nostro sguardo, illumina il nostro cuore, illumina la nostra mente, illumina il nostro desiderio di fare qualcosa nella vita. Sempre con la luce del Signore.
Ma vorrei dirvi che non diventiamo luminosi quando ci mettiamo sotto i riflettori, no, questo abbaglia. Non diventiamo luminosi. Non diventiamo luminosi quando esibiamo un’immagine perfetta, ben ordinata, ben rifinita, no; e neanche se ci sentiamo forti e vincenti, forti e vincenti, ma non luminosi. Noi diventiamo luminosi, brilliamo quando, accogliendo Gesù, impariamo ad amare come Lui. Amare come Gesù: questo ci rende luminosi, questo ci porta a fare opere di amore. Non t’ingannare, amica, amico, diventerai luce il giorno in cui farai opere di amore. Ma quando, invece di fare opere di amore verso gli altri, guardi a te stesso, come un egoista, lì la luce si spegne.
Il secondo verbo è ascoltare. Sul monte, una nube luminosa copre i discepoli. E questa nube, dalla quale parla il Padre, che cosa dice? «Ascoltatelo», «questi è il Figlio mio prediletto, ascoltatelo» (Mt 17,5). È tutto qui: tutto quello che c’è da fare nella vita sta in questa parola: ascoltatelo. Ascoltare Gesù. Tutto il segreto sta qui. Ascolta che cosa ti dice Gesù. “Io non so cosa mi dice”. Prendi il Vangelo e leggi quello che dice Gesù, quello che dice al tuo cuore. Perché Lui ha parole di vita eterna per noi, Lui rivela che Dio è Padre, è amore. Lui ci indica il cammino dell’amore. Ascolta Gesù. Perché noi, anche se con buona volontà, ci mettiamo su strade che sembrano di amore, ma in definitiva sono egoismi mascherati da amore. State attenti agli egoismi mascherati da amore! Ascoltalo, perché Lui ti dirà qual è il cammino dell’amore. Ascoltalo.
Brillare è la prima parola, siate luminosi; ascoltare, per non sbagliare strada; e infine la terza parola: non avere paura. Non abbiate paura. Una parola che nella Bibbia si ripete tanto, nei Vangeli: “non abbiate paura”. Queste furono le ultime parole che nel momento della Trasfigurazione Gesù disse ai discepoli: «Non temete» (Mt 17,7).
A voi giovani che avete vissuto questa gioia – stavo per dire questa gloria, e in effetti una specie di gloria lo è, questo nostro incontro –; a voi che coltivate sogni grandi ma spesso offuscati dal timore di non vederli realizzati; a voi che a volte pensate di non farcela – un po’ di pessimismo ci assale a volte –; a voi, giovani, tentati in questo tempo di scoraggiarvi, di giudicarvi forse inadeguati o di nascondere il dolore mascherandolo con un sorriso; a voi, giovani, che volete cambiare il mondo – ed è un bene che vogliate cambiare il mondo – e che volete lottare per la giustizia e la pace; a voi, giovani, che ci mettete impegno e fantasia nella vita, ma vi sembra che non bastino; a voi, giovani, di cui la Chiesa e il mondo hanno bisogno come la terra della pioggia; a voi, giovani, che siete il presente e il futuro; sì, proprio a voi, giovani, Gesù oggi dice: “Non temete!”, “Non abbiate paura!”.
In un piccolo silenzio, ognuno ripeta a sé stesso, nel proprio cuore, queste parole: “Non abbiate paura”.
Cari giovani, vorrei guardare negli occhi ciascuno di voi e dirvi: non temete, non abbiate paura. Di più, vi dico una cosa molto bella. Non sono più io, è Gesù stesso che vi guarda ora, vi guarda, Lui che vi conosce, conosce il cuore di ognuno di voi, conosce la vita di ognuno di voi, conosce le gioie, conosce le tristezze, i successi e i fallimenti, conosce il vostro cuore. E oggi Lui dice a voi, qui, a Lisbona, in questa Giornata Mondiale della Gioventù: “Non temete, non temete, coraggio, non abbiate paura!”.
[01194-IT.02] [Testo originale: Spagnolo]
Traduzione in lingua francese
«Seigneur, il est bon que nous soyons ici !» (Mt 17, 4). Ces paroles, que l'apôtre Pierre a adressées à Jésus sur la montagne de la Transfiguration, nous voulons aussi les faire nôtres après ces journées intenses. Tout ce que nous sommes en train de vivre avec Jésus est beau, ce que nous avons fait ensemble. Et la manière dont nous avons prié est belle, avec une grande joie dans le cœur. Nous pouvons alors nous demander : qu’est-ce que nous remporterons avec nous en retournant à vie quotidienne?
Je voudrais répondre à cette question par trois verbes, en suivant l’Évangile que nous avons entendu. Qu’est-ce que nous remporterons? : briller, écouter, ne pas craindre. Qu’est-ce que nous remporterons avec nous? Je réponds par ces trois mots: briller, écouter, ne pas craindre.
Le premier: Briller. Jésus est transfiguré. L’Évangile dit: «Son visage devint brillant comme le soleil» (Mt 17, 2). Il venait d’annoncer sa passion et sa mort sur la croix, brisant ainsi l’image d’un Messie puissant et mondain, décevant les attentes des disciples. Maintenant, pour les aider à accepter le projet d’amour de Dieu sur chacun de nous, Jésus prend trois d’entre eux, Pierre, Jacques et Jean, Il les conduit sur la montagne et est transfiguré. Ce “bain de lumière” les prépare à la nuit de la passion.
Mes amis, chers jeunes, nous avons aujourd’hui encore besoin d’un peu de lumières, d’un éclair de lumière qui soit espérance pour affronter tant d’obscurités qui nous assaillent dans la vie, tant de défaites quotidiennes, pour y faire face avec la lumière de la résurrection de Jésus. Il est la lumière qui ne se couche jamais, Il est la lumière qui brille même dans la nuit. «Notre Dieu a fait briller nos yeux», dit le prêter Esdras (Esd 9, 8). Notre Dieu illumine. Il illumine notre regard, Il illumine notre cœur, Il illumine notre esprit, Il illumine notre désir de faire quelque chose dans la vie. Toujours avec la lumière du Seigneur.
Mais je voudrais vous dire que nous ne devenons pas lumineux lorsque nous sommes sous les projecteurs, non, c’est une erreur. Nous ne devenons pas lumineux lorsque nous affichons une image parfaite, bien ordonnée, bien finie, non. Et non plus lorsque nous nous sentons forts et victorieux. Forts et victorieux mais pas lumineux. Nous brillons quand, en accueillant Jésus, nous apprenons à aimer comme Lui. Aimer comme Jésus : cela nous rend lumineux, cela nous conduit à accomplir des œuvres d'amour. Ne te trompe pas, mon ami, tu deviendras lumière le jour où tu feras des œuvres d'amour. Mais lorsque, au lieu de faire des œuvres d'amour envers les autres, tu te regardes toi-même, comme un égoïste, là, la lumière s'éteint.
Le deuxième verbe est écouter. Sur la montagne, une nuée lumineuse recouvre les disciples. Et le Père parle de cette nuée elle. Et que dit-il? «Écoutez-le», «Celui-ci est mon Fils bien aimé» (Mt 17, 5). Tout est là : tout ce qu’il y a à faire dans la vie réside dans ce mot : écoutez-le. Écouter Jésus. Tout le secret est là. Écoute ce que Jésus te dit. “Je ne sais pas ce qu'il me dit”. Prends l'Évangile et lis ce que Jésus dit, ce qu'il dit à ton cœur. Car Il a pour nous des paroles de vie éternelle, Il nous révèle que Dieu est Père, qu’Il est amour. Il nous montre le chemin de l'amour. Écoute Jésus. Car, même si c’est avec de la bonne volonté, nous nous engageons sur des chemins qui semblent être des chemins d'amour mais qui, en fin de compte, sont des égoïsmes déguisés en amour. Faites attention aux égoïsme déguisés en amour ! Écoute-le, car Il te dira quel est le chemin de l'amour. Écoute-le.
Briller est le premier mot, soyez lumineux ; écouter, pour ne pas s'égarer ; et enfin, le troisième mot : ne pas avoir peur. N'ayez pas peur. Un mot qui revient si souvent dans la Bible, dans les Évangiles : “N'ayez pas peur”. Ce sont les dernières paroles que Jésus adresse aux disciples au moment de la Transfiguration : “N'ayez pas peur” (Mt 17, 7).
À vous, jeunes, qui avez vécu cette joie, - j’allais dire cette gloire et, de fait, notre rencontre est une sorte de gloire – à vous qui nourrissez de grands rêves mais souvent obscurcis par la crainte de ne pas les voir réalisés; à vous qui pensez parfois ne pas y arriver – un peu de pessimisme nous assaille parfois - ; à vous, jeunes, qui, en ces temps, êtes tentés de vous décourager, de vous juger peut-être inadaptés ou de cacher la douleur en la masquant d’un sourire ; à vous, jeunes, qui voulez changer le monde – et c’est bien de vouloir changer le monde - et qui voulez lutter pour la justice et la paix ; à vous, jeunes, qui y mettez votre engagement et votre imagination, bien que cela vous semble ne pas suffire; à vous, jeunes, dont l’Église et le monde ont besoin comme la terre a besoin de pluie ; à vous, jeunes, qui êtes le présent et l’avenir ; oui, précisément à vous, jeunes, Jésus dit aujourd’hui : “N'ayez pas peur”.
Dans un bref moment de silence, que chacun répète à lui-même dans son cœur ces paroles: “N'ayez pas peur”.
Chers jeunes, je voudrais regarder chacun de vous dans les yeux et vous dire : sois sans crainte, n'aie pas peur ! Mais je vous dis en plus une chose très belle : ce n’est plus moi, c’est Jésus lui-même qui vous regarde maintenant. Il vous regarde, Lui qui vous connaît. Il connaît le cœur de chacun d'entre vous, il connaît la vie de chacun d'entre vous, il connaît les joies, il connaît les peines, les succès et les échecs, il connaît votre cœur. Et aujourd'hui, il vous dit, ici, à Lisbonne, en ces Journées Mondiales de la Jeunesse : “N'ayez pas peur, n'ayez pas peur, courage, n'ayez pas peur !”.
[01194-FR.02] [Texte original: Espagnol]
Traduzione in lingua inglese
After these exciting days, surely we feel like repeating the words of the Apostle Peter on the mount of the Transfiguration: “Lord, it is good for us to be here!” (Mt 17:4). Indeed, how good it has been to share this experience with Jesus, with one another, and to pray together with joyful hearts. Now, we can also ask an important question: What will we take back with us as we resume our daily lives?
I would like to answer this question with three verbs, drawing from the Gospel we have heard: to shine, to listen, and to be unafraid. What will we take back with us? I would respond with these three words: to shine, to listen, and to be unafraid
The first: to shine. Jesus is transfigured. The Gospel tells us: “his face shone like the sun” (Mt 17:2). Shortly before this, he had predicted his passion and death on the cross, shattering the disciples’ image of a powerful and worldly Messiah, and disappointing their expectations. Now, in order to help them embrace the loving plan that God has for each of us, Jesus takes three of the disciples, Peter, James, and John, and leads them up the mountain, where he is transfigured. Through this brilliant burst of light, Jesus prepares the disciples for the dark night of the Passion.
Dear young friends, today we too need something of this burst of light, so that it can fill us with hope as we face the many failures of each day and the darkness that assails us in life, and respond to them with the light of the resurrection of Jesus. For he is the light that never sets, the light that shines even in the dead of night. As the priest Ezra said, God has illumined our eyes (cf Ezra 9:8). Our God illumines: he illumines our vision, our hearts, our minds, our desire to do something with our lives. The Lord’s light always shines.
Yet, I would like to tell you that we do not radiate light by putting ourselves in the spotlight, for that type of light is blinding. No, we cannot illumine others by projecting a perfect, well-ordered, refined image of ourselves, or by appearing to be powerful and successful, strong but without light. No, we radiate light – we shine – by welcoming Jesus into our hearts and learning to love as he does. To love like Jesus: that is what makes us shine, makes us do works of love. Friends, I am telling you the truth: whenever you do works of love, you become light. But the moment you stop loving others and become self-centered, you extinguish your light.
The second verb is to listen. On the mountain, a bright cloud overshadows the disciples. And what does it tell us, this cloud from which the Father speaks? “This is my Son, the Beloved… listen to him!” (Mt 17:5). Listen to him. To listen to Jesus, that is life’s secret. Listen to what Jesus is saying to you. “But I don’t know what he is saying to me”. Well, take the Gospels and read there what Jesus is saying, what he is saying to your heart. For he has the words of eternal life for us, he reveals that God is our Father, that God is love. He shows us the way of love. Listen to Jesus; otherwise, even if we set out with good intentions along paths that seem to be of love, in the end those paths will be seen as selfishness disguised as love. Be careful of selfishness disguised as love! Listen to Jesus, for he will show you which paths are those of love. Listen to him.
The first word: to shine, so be radiant; then, listen in order not to take the wrong path; finally the third word: to be unafraid. Do not be afraid. We often find these words in the Bible, in the Gospels: “Do not be afraid”. These were the last words spoken by Jesus to the disciples at the moment of the Transfiguration: “Do not be afraid!” (Mt 17:7).
As young people, you have experienced these days of joy – I was about to say of glory, and indeed our encounters have been a kind of glory. You have great dreams, but often fear that they may not come true; sometimes you think that you are not up to the challenge, which is a kind of pessimism that can overcome us at times. As young people, you may be tempted at this time to lose heart, to think you fall short, or to disguise your pain with a smile. As young people, you want to change the world – and it is very good that you want to change the world – you want to work for justice and peace. You devote all your life’s energy and creativity to this, but it still seems insufficient. Yet, the Church and the world need you, the young, as much as the earth needs rain. To all of you, dear young people, who are the present and the future, yes to all of you, Jesus now says: “Have no fear”, “Do not be afraid!”.
Now, in a brief moment of silence, each of you repeat these words, in your own heart: “Do not be afraid!”
Dear young people, I would like to look into the eyes of each of you and say: Do not be afraid. I will tell you something else, also very beautiful: it is no longer I, but Jesus himself who is now looking at you. He knows each of your hearts, each of your lives; he knows your joys, your sorrows, your successes and failures. He knows your heart. Today, he says to you, here in Lisbon, at this World Youth Day: “Have no fear, take heart, do not be afraid!”.
[01194-EN.02] [Original text: Spanish]
Traduzione in lingua tedesca
»Herr, es ist gut, dass wir hier sind« (Mt 17,4). Diese Worte sagte der Apostel Petrus zu Jesus auf dem Berg der Verklärung und wir wollen sie uns nach diesen intensiven Tagen zu eigen machen: Es ist schön, was wir mit Jesus gerade erfahren, was wir gemeinsam erlebt haben, und es ist schön, wie wir gebetet haben, mit viel Freude im Herzen. Und deshalb können wir uns fragen: Was nehmen wir mit, wenn wir in den Alltag zurückkehren?
Auf der Grundlage des Evangeliums, das wir gehört haben, möchte ich diese Frage mit drei Verben beantworten. Was nehmen wir mit? Leuchten, zuhören, sich nicht fürchten. Was nehmen wir mit? Ich antworte mit drei Worten: Leuchten, zuhören und sich nicht fürchten.
Das erste: Leuchten. Jesus wird verklärt, das Evangelium sagt »sein Gesicht leuchtete wie die Sonne« (Mt 17,2). Er hatte vor Kurzem sein Leiden und seinen Tod am Kreuz angekündigt und damit das Bild eines mächtigen, weltlichen Messias zerstört und die Erwartungen der Jünger enttäuscht. Um ihnen jetzt zu helfen, Gottes Plan der Liebe für einen jeden von uns anzunehmen, nimmt Jesus drei von ihnen mit sich, Petrus, Jakobus und Johannes, führt sie auf den Berg und wird verklärt. Und dieses „Lichtbad“ bereitet sie auf die Nacht seines Leidens vor.
Freunde, liebe junge Menschen, auch heute brauchen wir etwas Licht, einen Lichtblitz, der Hoffnung sei, um so viel Dunkelheit zu begegnen, die uns im Leben überfällt, so viele tägliche Niederlagen, um ihnen mit dem Licht der Auferstehung Jesu zu begegnen. Denn er ist das Licht, das nicht erlischt, er ist das Licht, das auch in der Nacht leuchtet. „Unser Gott ließ unsere Augen aufleuchten“ (vgl. Esr 9,8), sagt der Priester Esra. Unser Gott erleuchtet. Er erleuchtet unseren Blick, erleuchtet unser Herz, erleuchtet unseren Verstand, erleuchtet unseren Wunsch, etwas im Leben zu tun, immer mit dem Licht des Herrn.
Aber ich möchte euch gerne sagen, dass wir nicht strahlend werden, wenn wir uns ins Rampenlicht stellen, nein, das blendet. Wir werden nicht strahlend, wenn wir ein perfektes Bild abgeben, schön ordentlich, fein zurechtgemacht; nein, nein, selbst wenn wir uns stark und erfolgreich fühlen. Stark und erfolgreich, aber nicht strahlend. Wir werden strahlend, wir leuchten, wenn wir Jesus annehmen und lernen, so zu lieben wie er. Zu lieben wie Jesus, das macht uns strahlend, das bringt uns dazu, Werke der Liebe zu tun. Mach dir nichts vor, meine Freundin, mein Freund, du wirst an dem Tag Licht sein, an dem du Werke der Liebe tust. Aber wenn du, anstatt für andere Werke der Liebe zu tun, auf dich selbst schaust, wie ein Egoist, dann erlöscht das Licht.
Das zweite Verb ist zuhören. Auf dem Berg überschattet eine leuchtende Wolke die Jünger. Und diese Wolke, aus der der Vater spricht, was sagt sie? »Auf ihn sollt ihr hören«, »Dieser ist mein geliebter Sohn, […] auf ihn sollt ihr hören« (Mt 17,5). Das ist alles, und alles, was es im Leben zu tun gibt, ist in diesen Worten enthalten: Auf ihn sollt ihr hören. Auf Jesus hören, das ganze Geheimnis liegt darin. Höre, was Jesus zu dir sagt. „Ich weiß nicht, was er zu mir sagt“. Nimm das Evangelium und lies, was Jesus sagt und was er deinem Herzen sagt. Denn er hat für uns Worte ewigen Lebens. Er offenbart, dass Gott Vater ist, Liebe ist. Er lehrt uns den Weg der Liebe, hör auf Jesus. Denn manchmal gehen wir mit gutem Willen Wege, die solche der Liebe zu sein scheinen, aber am Ende sind sie Selbstsucht, die sich als Liebe maskiert. Hütet euch vor der Selbstsucht, die sich als Liebe maskiert. Hör auf ihn, denn er wird dir sagen, welches der Weg der Liebe ist. Hör auf Ihn.
Leuchten, das ist das erste Wort, seid strahlend; zuhören, um nicht in die Irre zu gehen; und schließlich, sich nicht fürchten. »Fürchtet euch nicht«. Ein Wort, das in der Heiligen Schrift, in den Evangelien, oft wiederholt wird: »Fürchtet euch nicht«. Dies waren die letzten Worte, die Jesus zu den Jüngern in diesem Moment der Verklärung sagte: »Fürchtet euch nicht«.
Zu euch, junge Menschen, die ihr diese Freude – ich wollte gerade sagen, diese Herrlichkeit, nun, es ist so etwas wie eine Herrlichkeit dieses Treffen -, mit uns erlebt habt; euch, die ihr große Träume hegt, die aber manchmal von der Angst getrübt werden, sie nicht verwirklicht zu sehen; zu euch, die ihr manchmal denkt, dass ihr es nicht schaffen werdet, manchmal schleicht sich ein wenig Pessimismus ein; zu euch, junge Menschen, die ihr in diesen Zeiten versucht seid, euch entmutigen zu lassen, euch vielleicht für unzulänglich zu halten oder euren Schmerz zu verbergen, indem ihr ihn mit einem Lächeln überspielt; zu euch, junge Menschen, die ihr die Welt verändern wollt – und es ist in Ordnung, dass ihr die Welt verändern wollt – und für Gerechtigkeit und Frieden kämpft wollt; zu euch, junge Menschen, die ihr euch mit Energie und Phantasie in das Leben einbringt, aber den Eindruck habt, dass dies nicht genügt; zu euch, junge Menschen, welche die Kirche und die Welt so nötig hat wie die Erde den Regen; zu euch, junge Menschen, die ihr die Gegenwart und die Zukunft seid; ja, eben zu euch, liebe junge Menschen, sagt Jesus heut: »Fürchtet euch nicht!«.
In einer kurzen Stille wiederhole jeder von euch, in seinem Herzen, diese Worte: Fürchtet euch nicht.
Liebe Jugendliche und junge Erwachsene, ich würde gern jedem von euch in die Augen schauen und ihm sagen: Fürchtet euch nicht. Fürchtet euch nicht. Aber ich sage euch etwas viel Schöneres: Nicht mehr ich bin es, sondern Jesus selbst schaut euch in diesem Moment an. Er sieht uns an. Er kennt euch, er kennt das Herz eines jeden von euch, er kennt das Leben eines jeden von euch, er kennt die Freuden, er kennt die Sorgen, die Erfolge und die Misserfolge, er kennt euer Herz. Er liest in euren Herzen und sagt euch heute, hier in Lissabon, auf diesem Weltjugendtag: „Fürchtet euch nicht“. Habt Mut, „fürchtet euch nicht“.
[01194-DE.02] [Originalsprache: Spanisch]
Traduzione in lingua polacca
„Panie, dobrze, że tu jesteśmy!” (Mt 17, 4). Te słowa, które wypowiedział apostoł Piotr do Jezusa na Górze Przemienienia, chcielibyśmy powiedzieć również my po tych intensywnych dniach. Piękne jest to, czego doświadczamy z Jezusem, co przeżyliśmy razem, i piękne jest to, jak się modliliśmy, z wielką radością serca. Zatem możemy zadać sobie pytanie: co zabieramy ze sobą, wracając do codziennego życia?
Chciałbym odpowiedzieć na to pytanie za pomocą trzech czasowników, opierając się na Ewangelii, której wysłuchaliśmy. Co zabieramy? Jaśnieć, słuchać, nie lękać się. Co zabieramy ze sobą? Odpowiadam, posługując się tymi trzema słowami: jaśnieć, słuchać, nie lękać się.
Po pierwsze: jaśnieć. Jezus się przemienił. Ewangelia mówi: „Twarz Jego zajaśniała jak słońce” (Mt 17, 2). Nieco wcześniej zapowiedział On swoją mękę i śmierć na krzyżu, burząc w ten sposób obraz potężnego, światowego Mesjasza i zawodząc oczekiwania uczniów. Otóż, by pomóc im przyjąć Boży plan miłości wobec każdego z nas, Jezus bierze trzech z nich, Piotra, Jakuba i Jana, prowadzi ich na górę i przemienia się. Ten „blask” przygotowuje ich na noc męki.
Przyjaciele, drodzy młodzi, my także potrzebujemy dzisiaj nieco światła, błysku światła, które byłoby nadzieją, pozwalającą stawić czoła wielu ciemnościom, które ogarniają nas w życiu, wielu codziennym porażkom, aby stawić im czoła w świetle zmartwychwstania Jezusa. On bowiem jest światłem, które nie gaśnie, jest światłem, które jaśnieje nawet w nocy. „Bóg nasz rozjaśnił oczy nasze” (Ezd 9, 8) – mówi kapłan Ezdrasz. Nasz Bóg oświeca. Oświeca nasze spojrzenie, oświeca nasze serce, oświeca nasz umysł, oświeca nasze pragnienie uczynienia czegoś w życiu. Zawsze ze światłem Pana.
Ale chciałbym wam powiedzieć, że nie stajemy się jaśniejący, gdy stajemy w świetle reflektorów – nie, to oślepia. Nie stajemy się jaśniejący. Nie stajemy się jaśniejący, kiedy okazujemy doskonały wizerunek, uładzony, dobrze wykończony, nie, ani też, gdy czujemy się silni i odnosimy sukcesy, ale nie jaśniejący. Jaśniejemy, promieniujemy blaskiem, gdy przyjmując Jezusa, uczymy się miłować jak On. Miłowanie jak Jezus – to sprawia, że jaśniejemy, to nas prowadzi do spełniana uczynków miłości. Nie łudź się, przyjaciółko, przyjacielu, staniesz się światłem w dniu, w którym będziesz czynił dzieła miłości. Ale kiedy zamiast spełniać uczynki miłości wobec innych, patrzysz tylko na siebie, jak egoista, światło gaśnie.
Drugi czasownik to słuchać. Na górze obłok świetlany osłania uczniów. A ten obłok, z którego odzywa się głos Ojca, co mówi? „Jego słuchajcie”. „To jest mój Syn umiłowany (…) Jego słuchajcie!” (Mt17,5). W tym zawiera się wszystko – wszystko, co trzeba czynić w życiu, zawiera się w tych słowach: Jego słuchajcie. Trzeba słuchać Jezusa. Na tym polega cały sekret. Słuchaj tego, co mówi do ciebie Jezus. „Nie wiem, co mi mówi”. Weź Ewangelię i przeczytaj, co mówi Jezus, co mówi do twojego serca. On bowiem ma słowa życia wiecznego dla nas, On objawia, że Bóg jest Ojcem, że jest miłością. On wskazuje nam drogę miłości. Słuchaj Jezusa. My bowiem, mimo dobrej woli, podążamy ścieżkami, które wydają się ścieżkami miłości, ale ostatecznie są egoizmami udającymi miłość. Strzeżcie się egoizmów udających miłość! Słuchaj Go, bo On ci powie, jaka jest droga miłości. Słuchaj Go.
Jaśnieć to pierwsze słowo, bądźcie jaśniejący; słuchać, aby nie zbłądzić, i wreszcie trzecie słowo: nie lękać się. Nie lękajcie się. Słowo to bardzo często powtarza się w Biblii, w Ewangeliach: „nie lękajcie się”. To były ostatnie słowa, jakie Jezus wypowiedział do uczniów w chwili przemienienia: „Nie lękajcie się!” (Mt 17, 7).
Do was, młodzi, którzy doświadczyliście tej radości – miałem powiedzieć: tej chwały, i rzeczywiście jest to rodzaj chwały, to nasze spotkanie; do was, którzy pielęgnujecie wielkie marzenia, ale często przyćmiewa je lęk, że się nie zrealizują; do was, którzy czasami myślicie, że nie dacie rady – niekiedy ogarnia nas pewien pesymizm; do was, młodzi, mający pokusy w tych czasach, by się zniechęcić, uznać siebie za nieodpowiednich lub ukrywać cierpienie, maskując je uśmiechem; do was, młodzi, którzy chcecie zmieniać świat – a to dobrze, że chcecie zmieniać świat – i chcecie walczyć o sprawiedliwość i pokój; do was, młodzi, którzy angażujecie się w życiu z wysiłkiem i wyobraźnią, ale wydaje się wam, że to nie wystarczy; do was, młodzi, których Kościół i świat potrzebują, tak jak ziemia potrzebuje deszczu; do was, młodzi, którzy jesteście teraźniejszością i przyszłością; tak, właśnie do was, młodzi, Jezus mówi dzisiaj: „Nie bójcie się”, „Nie lękajcie się!”.
W krótkiej chwili milczenia niech każdy powtórzy sobie w sercu te słowa: „Nie lękajcie się”.
Drodzy młodzi, chciałbym spojrzeć w oczy każdemu z was i powiedzieć: nie bójcie się, nie lękajcie się! Co więcej, powiem wam coś bardzo pięknego. To już nie ja, to sam Jezus patrzy teraz na was, patrzy na was Ten, który was zna, zna serce każdego z was, zna życie każdego z was, zna radości, zna smutki, sukcesy i porażki, zna wasze serca. I dziś do was mówi, tutaj w Lizbonie, podczas tych Światowych Dni Młodzieży: „Nie obawiajcie się, nie bójcie się, odwagi, nie lękajcie się!”.
[01194-PL.02] [Testo originale: Spagnolo]
Traduzione in lingua araba
الزيارة الرّسوليّة إلى البرتغال
في مناسبة اليوم العالمي للشّبيبة
عظة قداسة البابا فرنسيس
في القدّاس الإلهيّ من أجل اليوم العالمي للشّبيبة
”عيد تجلّي الرّبّ يسوع“
في ”حديقة تيجو“ - لشبونة
الأحد 6 آب/أغسطس 2023
"يا رَبّ، حَسَنٌ أَن نَكونَ ههُنا" (متّى 17، 4). هذه الكلمات التي قالها بطرس الرّسول ليسوع على جبل التّجلّي، هي كلماتنا نحن أيضًا، بعد هذه الأيّام المليئة بالرّوح. حسنٌ ما اختبرناه مع يسوع، وما عشناه معًا وكيف صلّينا معًا، بفرح كبير في قلبنا. إذًا، يمكننا أن نتساءل: ماذا نحمل معنا ونحن عائدون إلى الحياة اليوميّة؟
أودّ أن أُجيب على هذا السّؤال بثلاثة أفعال، من خلال الإنجيل الذي سمعناه. ماذا نحمل معنا؟ أشِعُّوا، اسمعوا، لا تخافوا. ماذا نحمل معنا؟ سأجيب بهذه الأفعال الثّلاثة: أشِعُّوا، اسمعوا، لا تخافوا.
الفعل الأوّل: أشِعُّوا. قال الإنجيل: إنّ يسوع تجلّى "فأَشَعَّ وَجهُه كالشَّمس" (متّى 17، 2). كان قد تنبّأ قبل قليل بآلامه وموته على الصّليب، فحطّم صورة المسيح المقتدر والزّمني، وخيَّبَ توقّعات التّلاميذ. الآن، ولكي يساعدهم على قبول خطّة محبّة الله، أخذ يسوع معه ثلاثة من تلاميذه، بطرس ويعقوب ويوحنّا، وقادهم إلى الجبل وتجلّى أمامهم. وهذا الفيض من النّور يهيِّئُهم لِلَيلة آلامه.
أيّها الأصدقاء، وأيّها الشّباب الأعزّاء، نحن أيضًا بحاجة اليوم إلى قليلٍ من النّور، وومضات من النّور تكون رجاء لكي نواجه ظلمات كثيرة تهاجمنا في الحياة، وهزائم يوميّة كثيرة، لنواجهها بنور قيامة يسوع من بين الأموات. لأنّه هو النّور الذي لا يَغِيب، والنّور الذي يَشِعُّ حتّى في الليل. قال الكاهن عزرا: "أَنارَ إِلهُنا عُيونَنا" (عزرا 9، 8). إلهنا يُنير. إلهنا يُنير نظرنا، وقلبنا، وعقلنا، ورغبتنا في أن نصنع شيئًا ما في الحياة. يُنيرنا دائمًا بنور الرّبّ يسوع.
أريد أن أقول لكم إنّنا لا نصير مضيئين عندما نضع أنفسنا تحت الأضواء، لا، هذا يخدعنا. لا نصير مضيئين عندما نُظهِر صورة مثاليّة ومُرتّبة ونهائيّة، لا، ولا حتّى إن شعرنا أنّنا أقوياء ومنتصرون. نكون أقوياء ومنتصرين ولكن ليس مضيئين. نحن نصير مضيئين ونُشِعّ عندما نقبل يسوع ونتعلّم أن نحبّ مثله. أن نحبّ مثل يسوع: هذا يجعلنا مضيئين، ويقودنا إلى أن نصنع أعمال محبّة. لا تنخدع، أيّها الصّديق، وأيّتها الصّديقة، ستصير نورًا في اليوم الذي فيه تصنع أعمال محبّة. لكن، عندما تنظر إلى نفسك بأنانيّة، بدل أن تصنع أعمال محبّة تجاه الآخرين، هنا سينطفئ النّور.
الفعل الثّاني هو: اسمعوا. على الجبل، غطّت سحابة مشعّة التّلاميذ. وهذه السّحابة، التي منها تكلّم الآب، ماذا قال؟ "فلَهُ اسمَعوا"، "هذا هوَ ابنيَ الحَبيبُ، فلَهُ اسمَعوا" (متّى 17، 5). فلَهُ اسمَعوا. أن نُصغي إلى يسوع. السِّرّ كلّه يكمن هنا. اسمع ما يقوله يسوع لك. قد يقولُ قائلٌ: ”أنا لا أعلم ماذا يقول لِي“. خُذ الإنجيل واقرأ ما قال يسوع، وما يقوله لقلبك. لأنّ عنده كلمات الحياة الأبديّة من أجلنا، وهو يُعلن أنّ الله أب، وأنّه محبّة. هو يدلّنا على مسيرة المحبّة. اصغِ إلى يسوع. لأنّنا، حتّى وإن كنا بحُسنِ نِيَّة، نسير على طرقٍ تبدو وكأنّها طرق محبّة، لكنّها في النّهاية طرق أنانيّة تضع قناع المحبّة. احذروا الأنانيّة التي تضع قناع المحبّة! اصغِ إليه، لأنّه هو سيقول لك ما هو طريق المحبّة. اصغِ إليه.
أشِعُّوا هي الفعل الأوّل، كونوا مضيئين. اسمعوا كيلا تضيّعوا الطّريق. وأخيرًا الفعل الثّالث: لا تخافوا. لا تخافوا. هي كلمة تتكرّر كثيرًا في الأناجيل: ”لا تخافوا“. كانت هذه الكلمات الأخيرة التي قالها يسوع لتلاميذه في لحظة التجلّي: "لا تخافوا" (متّى 17، 7).
لكم، أيّها الشّباب الذين عِشتم هذا الفرح – كنت سأقول هذا المجد، وفي الحقيقة لقاؤنا هذا هو نوع من المجد- لكم، أيّها الشّباب، الذين تُغَذُّون أحلامًا كبيرة، ولكن يطغى عليها الخوف غالبًا من ألّا ترَوْها تتحقّق، لكم، أيّها الشّباب، الذين تعتقدون أحيانًا أنّكم لا تقدرون أن تتابعوا السّير – أحيانًا يعترينا بعض التّشاؤم -، لكم أيّها الشّباب، الذين تراودكم تجربة اليأس في هذا الزّمن، وتحكمون على أنفسكم ربّما بعدم الكفاءة أو تُخفون ألمكم بابتسامة، لكم، أيّها الشّباب، الذين تريدون أن تغيّروا العالم – وهذا حسنٌ أنّكم تريدون أن تغيّروا العالم – وتريدون أن تقاتلوا من أجل العدل والسّلام، لكم، أيّها الشّباب، الذين تلتزمون ويكثر خيالكم في الحياة، ولكن يبدو لكم أنّ الالتزام والخيال غير كافيَين، لكم، أيّها الشّباب، الذين تحتاج إليكم الكنيسة والعالم مثل احتياج الأرض إلى المطر، لكم، أيّها الشّباب، أنتم الحاضر والمستقبل، نعم، لكم، أيّها الشّباب، يقول يسوع اليوم: "لا تخافوا!"، "لا تخافوا!".
في صمتٍ قصير، ليكرّر كلّ واحدٍ لنفسه، وفي قلبه، هذه الكلمات: "لا تخافوا!"
أيّها الشّباب الأعزّاء، أودّ أن أنظر في عَينَي كلّ واحدٍ منكم وأقول لكم: لا تخافوا! لا تخافوا! أكثر من ذلك، سأقول لكم شيئًا أجمل. لستُ أنا من ينظر إليكم، بل يسوع نفسه ينظر إليكم الآن، ينظر إليكم، وهو الذي يعرفكم، ويعرف قلب كلّ واحدٍ منكم، وحياة كلّ واحدٍ منكم، وأفراحكم، وأحزانكم، ونجاحاتكم وفشلكم. إنّه يعرف قلوبكم. واليوم يقول لكم هنا، في لشبونة، وفي هذا اليوم العالمي للشّبيبة: ”لا تخافوا، لا تخافوا، تشجّعوا، لا تخافوا!“.
[01194-AR.02] [Testo originale: Spagnolo]
Parole del Santo Padre alla preghiera dell’Angelus
Testo in lingua spagnola
Traduzione in lingua portoghese
Traduzione in lingua italiana
Traduzione in lingua francese
Traduzione in lingua inglese
Traduzione in lingua tedesca
Traduzione in lingua polacca
Traduzione in lingua araba
Testo in lingua spagnola
Queridos hermanos y hermanas:
Una palabra ha resonado muchas veces en estos días, y es: “gracias”, mejor dicho, “obrigado”. Es hermoso lo que el Patriarca de Lisboa nos acaba de explicar, que obrigado no sólo expresa la gratitud por lo que se ha recibido, sino también el deseo de corresponder al bien. En este acontecimiento de gracia, todos nosotros hemos recibido, y ahora, que nos preparamos para regresar a casa, el Señor nos hace sentir la necesidad de compartir también con los otros, testimoniando con alegría la gratuidad de Dios y lo que Dios puso en nuestros corazones.
Sin embargo, antes de despedirnos yo también quiero decir obrigado. En primer lugar, al Cardenal Clemente, y con él a la Iglesia y a todo el pueblo portugués: obrigado. Obrigado al señor Presidente, que nos ha acompañado en los eventos de estos días; obrigado a las instituciones nacionales y locales por el apoyo y la asistencia que nos han brindado; obrigado a los obispos, sacerdotes, consagrados y laicos; y obrigado a ti, Lisboa, que permanecerás en la memoria de estos jóvenes como “casa de fraternidad” y “ciudad de los sueños”. Expreso también mi gratitud al Cardenal Farrell —que ha rejuvenecido en estas Jornadas— y a quienes han preparado estas Jornadas, así como a cuantos las han acompañado con la oración. ¡Obrigado a los voluntarios, a ellos este aplauso de corazón por su gran servicio! Y un agradecimiento especial a quienes desde el cielo han velado por la JMJ, es decir, a los santos patronos del evento, y a uno en particular: a Juan Pablo II, que dio vida a las Jornadas Mundiales de la Juventud.
¡Y obrigado a todos ustedes, queridos jóvenes! Dios ve todo lo bueno que ustedes son, y sólo Él conoce lo que ha sembrado en sus corazones. Ustedes se van de aquí con lo que Dios sembró en el corazón, háganlo crecer, cuídenlo con esmero. Quisiera hacerles una recomendación: mantengan presentes en su mente y en su corazón los momentos más hermosos. Para que así, cuando lleguen los momentos de cansancio y de desánimo —que son inevitables—, y tal vez la tentación de dejar de caminar o encerrarse en ustedes mismos, con el recuerdo reaviven las experiencias y la gracia de estos días, porque ―no lo olviden nunca― esta es la realidad, esto son ustedes: ¡el santo Pueblo fiel de Dios que camina con la alegría del Evangelio! Me gustaría también enviar un saludo a los jóvenes que no han podido estar aquí presentes, pero que han participado en las iniciativas organizadas por sus países, por las Conferencias episcopales, por las Diócesis; y pienso, por ejemplo, en los hermanos y hermanas subsaharianos reunidos en Tánger. A todos gracias, gracias.
Y de manera particular, acompañamos con el afecto y la oración a quienes no han podido venir a causa de conflictos y guerras. En el mundo son muchas las guerras, son muchos los conflictos. Pensando en este continente, siento un gran dolor por la querida Ucrania, que sigue sufriendo tanto. Amigos, permítanme también yo, ya viejo, comparta con ustedes, jóvenes, un sueño que llevo en el corazón: el sueño de la paz, el sueño de los jóvenes que rezan por la paz, viven en paz y construyen un futuro de paz. Por medio del Ángelus pongamos el futuro de la humanidad en manos de María, Reina de la Paz. Y hay un último obrigado que quisiera subrayar al final: obrigado a nuestras raíces, a nuestros abuelos, que nos trasmitieron la fe, que nos trasmitieron el horizonte de una vida. Son nuestras raíces. Y de regreso a casa, sigan rezando por la paz. Ustedes son un signo de paz para el mundo, un testimonio de cómo las diversas nacionalidades, las lenguas y las historias pueden unir en lugar de dividir. Ustedes son esperanza para un mundo diferente. Gracias. ¡Sigan adelante!
Y al final, hay un momento que todos esperan: el anuncio de la próxima etapa del camino. Pero antes de decirles cuál será la sede de la cuadragésima primera Jornada Mundial de la Juventud, quisiera hacerles una invitación. Doy cita a los jóvenes de todo el mundo para el 2025, en Roma, ¡para celebrar juntos el Jubileo de los Jóvenes! Y los espero aquí el 25 para celebrar juntos el Jubileo de los Jóvenes. Y la próxima Jornada Mundial de la Juventud tendrá lugar en Asia: ¡será en Corea del Sur, en Seúl! Y así, en el 2027, desde la frontera occidental de Europa se trasladará al Lejano Oriente: ¡este es un hermoso signo de la universalidad de la Iglesia y del sueño de unidad del que ustedes son testigos!
Y finalmente un último obrigado, se lo dirigimos a dos personas especiales, a dos protagonistas principales de este encuentro. Ellos estuvieron aquí con nosotros, y siguen estando siempre con nosotros; nunca pierden de vista nuestras vidas, aman nuestras vidas como ninguno podría hacerlo. Obrigado a Ti, Señor Jesús. Obrigado a ti, María, Madre nuestra; y ahora recemos.
[Palabras después del rezo del Ángelus]
Quiero asegurar mis oraciones, y lo hacemos juntos, también por las víctimas de la trágica avalancha que se produjo hace dos días en la región de Racha, en Georgia. Y acompaño con mi cercanía a sus familiares. Que la Virgen Santa los consuele y sostenga también el trabajo de las escuadras de rescate. Y acompaño, estoy cercano, a mi hermano el patriarca Elías II.
[01195-ES.02] [Texto original: Español]
Traduzione in lingua portoghese
Queridos irmãos e irmãs,
Uma palavra ressoou muitas vezes nestes dias: “grazie”, ou seja, «obrigado». É belo aquilo que acaba de nos dizer o Patriarca de Lisboa: que «obrigado» não expressa só a gratidão pelo que se recebeu, mas também o desejo de corresponder ao bem. Quanto bem recebemos todos nós neste evento de graça! E agora o Senhor faz-nos sentir a necessidade de o partilhar também com os outros, dando alegremente testemunho do dom gratuito de Deus, do bem que Ele colocou nos nossos corações.
Mas, antes de nos despedirmos, quero também eu dizer «obrigado». Digo-o, em primeiro lugar, ao Cardeal Clemente e, nele, à Igreja e a todo o povo português: obrigado! Obrigado ao Senhor Presidente, que nos acompanhou nos eventos destes dias; obrigado às instituições nacionais e locais pelo apoio e assistência prestados; obrigado aos Bispos, sacerdotes, pessoas consagradas e leigos. E obrigado a ti, Lisboa, que permanecerás na memória destes jovens como «casa de fraternidade» e «cidade dos sonhos». Exprimo também a minha gratidão ao Cardeal Farrell – que rejuvenesceu nestas Jornadas – e àqueles que as prepararam, bem como a quantos as acompanharam com a oração. Obrigado aos voluntários: para eles, este aplauso saído do coração pelo seu grande serviço! E um agradecimento especial a quem velou pela JMJ a partir do Alto, ou seja, aos Santos patronos do evento e a um em particular: João Paulo II, que deu vida às Jornadas Mundiais da Juventude.
E obrigado a todos vós, queridos jovens! Deus vê inteiramente o bem que sois; só Ele conhece o que semeou nos vossos corações. Partis daqui com o que Deus semeou no coração, fazei-o crescer, guardai-o com diligência. Queria fazer-vos uma recomendação: mantende vivos, na mente e no coração, os momentos mais encantadores. Assim, quando chegarem momentos de cansaço e desânimo – que são inevitáveis – e, quem sabe, a tentação de deixar de caminhar ou de vos fechardes em vós mesmos, podereis com a memória reavivar as experiências e a graça destes dias, porque – nunca o esqueçais – esta é a realidade, isto é o que vós sois: o santo Povo fiel de Deus que caminha com a alegria do Evangelho. Desejo também enviar uma saudação aos jovens que não puderam estar aqui, mas participaram nas iniciativas organizadas pelos seus países, pelas Conferências Episcopais, pelas dioceses; penso, por exemplo, nos irmãos e irmãs subsarianos, reunidos em Tânger. A todos, obrigado, obrigado!
E de modo particular acompanhamos com o afeto e a oração aqueles que não puderam vir por causa de conflitos e guerras. No mundo, há muitas guerras, muitos conflitos. Cingindo-me a este continente, sinto grande tristeza pela querida Ucrânia, que continua a sofrer tanto. Amigos, permiti também que eu, já idoso, partilhe convosco, jovens, um sonho que trago no coração: o sonho da paz, o sonho dos jovens que rezam pela paz, vivem em paz e constroem um futuro de paz. Através da oração do Angelus, coloquemos nas mãos de Maria, Rainha da Paz, o futuro da humanidade. E há um último obrigado que gostaria de sublinhar antes de concluir: Obrigado às nossas raízes, aos nossos avós, que nos transmitiram a fé, que nos transmitiram o horizonte duma vida. São as nossas raízes. E ao voltardes para casa continuai, por favor, a rezar pela paz. Vós sois um sinal de paz para o mundo, um testemunho de como as diferentes nacionalidades, línguas e histórias podem unir em vez de dividir. Vós sois esperança dum mundo diferente. Obrigado. Avante!
E chega enfim um momento que todos esperam: o anúncio da próxima etapa do caminho. Mas antes de vos referir a sede da quadragésima primeira Jornada Mundial da Juventude, quero fazer-vos um convite: marco encontro com os jovens de todo o mundo no ano 2025, em Roma, para celebrarmos juntos o Jubileu dos jovens! Lá vos espero em 2025 para celebrarmos juntos o Jubileu dos Jovens. A próxima Jornada Mundial da Juventude terá lugar na Ásia: será em Seul na Coreia do Sul! E assim, da fronteira ocidental da Europa, passará no ano 2027 ao extremo Oriente: é um belo sinal da universalidade da Igreja e do sonho de unidade do qual vós sois testemunhas!
E por fim dirigimos um último obrigado a duas pessoas especiais, aos dois protagonistas principais deste encontro. Estiveram aqui connosco, e continuarão a estar connosco; nunca perdem de vista as nossas vidas, amam as nossas vidas como mais ninguém o poderia fazer. Obrigado a Ti, Senhor Jesus. Obrigado a Ti, Maria, nossa Mãe. E agora rezemos…
[Palavras depois da oração do Angelus]
Quero assegurar as minhas orações – e façamo-lo todos juntos – também pelas vítimas da trágica avalanche ocorrida há dois dias na região de Racha, na Geórgia. Sinto-me solidário com os seus parentes. Que a Virgem Santa os console, e sustente também o trabalho das equipes de resgate. E acompanho, estou unido ao meu irmão o Patriarca Elias II.
[01195-PO.02] [Texto original: Espanhol]
Traduzione in lingua italiana
Cari Fratelli e sorelle,
una parola è risuonata tante volte in questi giorni: “grazie”, o meglio, “obrigado”. È molto bello quanto ci ha appena detto il Patriarca di Lisbona, ovvero che obrigado non esprime solo gratitudine per ciò che si è ricevuto, ma anche il desiderio di ricambiare il bene. In questo evento di grazia, tutti noi abbiamo ricevuto e ora il Signore ci fa sentire il bisogno, tornando a casa, di condividere con gli altri testimoniando la gioia la gratuità di Dio, e quello che Dio ci ha messo nel cuore.
Prima però di inviarvi desidero dire anch’io obrigado. Anzitutto al Cardinale Clemente, e con Lui alla Chiesa e all’intero popolo portoghese, obrigado. Obrigado al Signor Presidente, che ci ha accompagnato negli eventi di questi giorni. Obrigado alle Istituzioni nazionali e locali per il sostegno e l’assistenza forniti. Obrigado ai Vescovi, ai sacerdoti, ai consacrati e ai laici. Y obrigado a te, Lisbona, che rimarrai nella memoria di questi giovani come “casa di fraternità” e “città di sogni”! Tanta gratitudine esprimo poi al Cardinal Farrell, che è ringiovanito in queste Giornate, e a coloro che hanno preparato queste Giornate, così come a quanti le hanno accompagnate con la preghiera. Obrigado ai volontari, ai quali va l’applauso di cuore per il grande servizio svolto! Un ringraziamento speciale a chi ha vegliato sulla GMG dall’alto, cioè ai Santi patroni dell’evento: uno su tutti, Giovanni Paolo II, che ha dato vita alle Giornate Mondiali della Gioventù.
E obrigado a tutti voi, cari giovani! Dio vede tutto il bene che siete, Lui solo conosce quello che ha seminato nei vostri cuori. Voi andate via da qui con quello che Dio ha seminato nel cuore: fatelo crescere custoditelo con cura. Vorrei farvi una raccomandazione: fatene memoria, fissate nella mente e nel cuore i momenti più belli, perché così, quando arriverà qualche momento di fatica e scoraggiamento – che è inevitabile –, e magari la tentazione di fermarvi nel cammino o di chiudervi in voi stessi, con il ricordo ravvivate le esperienze e la grazia di questi giorni, perché – non dimenticatelo mai – questa è la realtà, questo siete voi: il santo Popolo fedele di Dio che cammina nella gioia del Vangelo! Mi piacerebbe anche inviare un saluto ai giovani che non hanno potuto essere qui, ma hanno partecipato a iniziative organizzate dai loro Paesi, dalle Conferenze episcopali, dalle Diocesi; penso, ad esempio, ai fratelli e alle sorelle subsahariani riuniti a Tangeri. A tutti grazie, grazie!
In particolare, accompagniamo con l’affetto e la preghiera coloro che non sono potuti venire a causa di conflitti e di guerre. Nel mondo sono tante le guerre, sono molti i conflitti. Pensando a questo continente, provo grande dolore per la cara Ucraina, che continua a soffrire molto. Amici, permettete anche a me, ormai vecchio, di condividere con voi giovani un sogno che porto dentro: è il sogno della pace, il sogno di giovani che pregano per la pace, vivono in pace e costruiscono un avvenire di pace. Attraverso l’Angelus mettiamo nelle mani di Maria, Regina della pace, il futuro dell’umanità.
E c’è un ultimo obrigado che vorrei sottolineare alla fine: obrigado alle nostre radici, ai nostri nonni, che ci hanno trasmesso la fede, che ci hanno trasmesso l’orizzonte di una vita. Sono le nostre radici. E, tornando a casa, continuate a pregare per la pace. Voi siete un segno di pace per il mondo, una testimonianza di come le diverse nazionalità, le lingue, le storie possono unire anziché dividere. Siete speranza di un mondo diverso. Grazie di questo. Avanti!
E alla fine c’è un momento che tutti aspettano: l’annuncio della prossima tappa del cammino. Prima di dirvi la sede della quarantunesima GMG, vi rivolgo un invito. Do appuntamento ai giovani di tutto il mondo nel 2025 a Roma, per celebrare insieme il Giubileo dei giovani! Vi aspetto nel 2025 per celebrare insieme il Giubileo dei giovani. E la prossima Giornata Mondiale della Gioventù avrà luogo in Asia: sarà in Corea del Sud, a Seoul! Così, nel 2027, dal confine occidentale dell’Europa si sposterà in estremo Oriente: è questo un bel segno dell’universalità della Chiesa e del sogno di unità di cui voi siete testimoni!
Infine, un ultimo obrigado, lo rivolgiamo a due persone speciali, ai protagonisti principali di questo incontro. Sono stati qui con noi, ma sono sempre con noi, non perdono di vista le nostre vite, amano le nostre vite come nessun altro: obrigado a Te, Signore Gesù; obrigado a te, Madre nostra Maria. E ora preghiamo insieme.
[Parole dopo la recita dell’Angelus]
Desidero assicurare la mia preghiera, e lo facciamo anche insieme, per le vittime della tragica valanga che si è prodotta due giorni fa nella regione di Racha, in Georgia. E accompagno con la mia vicinanza i familiari, che la Vergine Santa li consoli e sostenga anche il lavoro delle squadre di soccorso. Accompagno e sono vicino al mio fratello, il Patriarca Elia II.
[01195-IT.02] [Testo originale: Spagnolo]
Traduzione in lingua francese
Chers frères et sœurs,
Un mot a tant de fois résonné ces jours-ci: "merci", ou mieux "obrigado". Ce que vient de nous dire le Patriarche de Lisbonne est très magnifique: l'obrigado n'exprime pas seulement la gratitude pour ce que l'on a reçu, mais aussi le désir de rendre la pareille. Dans cet événement de grâce, nous avons tous reçu et maintenant le Seigneur nous fait sentir le besoin, en rentrant chez nous, de partager avec les autres, en témoignant la joie, la gratuité de Dieu et ce que Dieu a mis a mis dans nos cœurs.
Mais avant de vous envoyer, je désire moi aussi dire obrigado. Tout d'abord au Cardinal Clemente, et avec lui à l'Église et au peuple portugais tout entier: obrigado. Obrigado à Monsieur le Président qui nous a accompagnés dans les événements de ces journées. Obrigado aux Institutions nationales et locales pour le soutien et l’assistance fournie. Obrigado aux évêques, aux prêtres, aux personnes consacrées et aux laïcs. Et obrigado à toi, Lisbonne, qui restera dans la mémoire de ces jeunes comme une "maison de fraternité" et une "ville des rêves"! J'exprime ensuite une grande gratitude au Cardinal Farrell – qui a rajeuni dans ces Journées – et à ceux qui ont préparé ces Journées, ainsi qu'à ceux qui les ont accompagnées par la prière. Obrigado aux volontaires, que nous applaudissons de tout cœur pour le grand service qu’ils ont rendu! Et un remerciement spécial à ceux qui ont veillé sur les JMJ d'en haut, à savoir les saints patrons de l'événement, et surtout à l'un d'eux, Jean-Paul II, qui a donné naissance aux Journées Mondiales de la Jeunesse.
Et obrigado à vous tous, chers jeunes! Dieu voit tout le bien que vous êtes, Lui seul sait ce qu'il a semé dans vos cœurs. Vous partez d’ici avec ce que Dieu a semé dans votre cœur, faites-le grandir, gardez-le précieusement. Je voudrais vous faire une recommandation: faites-en mémoire, fixez les plus beaux moments dans votre esprit et dans votre cœur, pour que, quand arriveront les moments de fatigue et de découragement – qui est inévitable –, et peut-être la tentation de vous arrêter sur le chemin ou de vous replier sur vous-mêmes, qu’avec la mémoire vous raviviez les expériences et la grâce de ces journées, parce que - ne l'oubliez jamais - c'est la réalité, c'est vous: le saint Peuple fidèle de Dieu qui marche dans la joie de l'Évangile! J’aimerais également saluer les jeunes qui n'ont pas pu être présents, mais qui ont participé aux initiatives organisées par leurs pays, par les Conférences épiscopales, par les diocèses; je pense, par exemple, aux frères et sœurs subsahariens réunis à Tanger. À tous merci, merci!
En particulier, accompagnons par l’affection et la prière ceux qui n'ont pas pu venir en raison des conflits et des guerres. Dans le monde il y a beaucoup de guerres, il y a beaucoup de conflits. En pensant à ce continent, j'éprouve une grande douleur pour la chère Ukraine, qui continue de beaucoup souffrir. Chers amis, permettez-moi aussi, maintenant vieux, de partager avec vous, qui êtes jeunes, un rêve que je porte en moi: le rêve de la paix, le rêve de jeunes qui prient pour la paix, qui vivent en paix et qui construisent un avenir de paix. Avec l'Angelus, remettons l'avenir de l'humanité entre les mains de Marie, Reine de la Paix.
Et il y a un dernier obrigado que je voudrais souligner à la fin: obrigado à nos racines, à nos grands-parents, qui nous ont transmis la foi, qui nous ont transmis l’horizon d’une vie. Ce sont nos racines. Et en retournant à la maison, continuez à prier pour la paix. Vous êtes un signe de paix pour le monde, un témoignage de la façon dont les différentes nationalités, les langues, les histoires peuvent unir plutôt que diviser. Vous êtes l'espoir d'un monde différent. Merci pour cela. Continuez!
Et à la fin il y a un moment que tout le monde attend: l'annonce de la prochaine étape du voyage. Avant de vous annoncer le lieu des 41e JMJ, je vous lance une invitation. Je donne rendez-vous aux jeunes du monde entier en 2025 à Rome, pour célébrer ensemble le Jubilé des jeunes! Je vous attends en 2025 pour célébrer ensemble le Jubilé des jeunes. Et les prochaines Journées Mondiales de la Jeunesse auront lieu en Asie: ce sera en Corée du Sud, à Séoul! Ainsi, des limites occidentales de l’Europe, on ira en Extrême-Orient: c'est un beau signe de l'universalité de l'Église et du rêve d'unité dont vous êtes les témoins!
Enfin un dernier obrigado, nous l'adressons à deux personnes particulières, les principaux protagonistes de cette rencontre. Ils ont été ici avec nous, mais ils sont toujours avec nous, ils ne perdent jamais de vue nos vies, aiment nos vies comme personne d'autre: obrigado à Toi, Seigneur Jésus; obrigado à Toi, Marie notre Mère. Et maintenant nous prions ensemble.
[Après l’Angélus]
Je désire assurer de ma prière, et nous le faisons aussi ensemble, les victimes de l’avalanche tragique qui s’est produite il y a deux jours dans la région de Racha, en Géorgie. Et j’accompagne de ma proximité les familles, que la Sainte Vierge les console et soutienne également le travail des équipes de secours. J’accompagne et je suis proche de mon frère, le Patriarche Élie II.
[01195-FR.02] [Texte original: Espagnol]
Traduzione in lingua inglese
Dear brothers and sisters,
There is an expression that we have heard frequently during these days: “thank you”, or rather, “obrigado”. The Patriarch of Lisbon just told us something very important: that obrigado not only conveys a sense of gratitude for what we have received but also the desire to give in return. In this grace-filled event, we have all received much. Now, as we return home, the Lord makes us, in turn, feel the need to share with others, to bear witness joyfully and eagerly to God, and to what he has poured into our hearts.
Yet before we go our separate ways, I too would like to say obrigado. First of all, to Cardinal Clemente, and with him to the Church and the entire Portuguese people, obrigado. Obrigado to the President of the Republic, who has accompanied us during the events of these days. Obrigado to the national and local institutions for their support and assistance. Obrigado to the Bishops, priests, consecrated men and women and the lay faithful. Obrigado to Lisbon too, which these young people will always remember as a “fraternal home” and “city of dreams”! I also express deep gratitude to Cardinal Farrell, who has been rejuvenated in these days, and to those who prepared this World Youth Day, as well as to those who accompanied us with prayer. Obrigado to the volunteers, to whom we give a heartfelt applause for their great service! Our thanks must go particularly to those who watched over World Youth Day from above, namely the patron saints of the event: especially John Paul II, who brought these World Youth Days to life.
And obrigado to all of you, dear young people! God sees your goodness. He alone knows what he has sown in your hearts. You leave here with what God has sown in your hearts; take good care of it. I would like to recommend that you hold fast to the memory of these days, remembering the best moments, so that when times of fatigue and discouragement come, which are inevitable, and perhaps even the temptation to give up or close in on yourselves, you will be able to recall and relive the experiences and graces of these days. Indeed, never forget who you really are: the faithful holy People of God walking in the joy of the Gospel! I would also like to send a special greeting to the young people who could not be here, and who participated in local initiatives organized by the Dioceses and Bishops’ Conferences in their countries; I am thinking, for example, of our sub-Saharan brothers and sisters gathered in Tangier. A big thanks to all of you.
In a particular way, let us accompany with our affection and prayers those who could not be with us because of armed conflicts and wars. Indeed, there are many wars and conflicts in our world. Thinking of this continent, I feel great sorrow for beloved Ukraine, which continues to suffer greatly. Dear friends, allow me, as an older person, to share with you young people a dream that I carry within me: it is the dream of peace, the dream of young people praying for peace, living in peace and building a peaceful future. As we pray the Angelus, let us place the future of humanity into the hands of Mary, Queen of Peace.
There is one last obrigado I would like to emphasize: obrigado to our “roots”: our grandparents, who passed on the faith to us, who passed on the horizon of a lifetime. They are our roots. Now, as you return home, continue to pray for peace. What is more, you are a sign of peace for the world, showing how the various nationalities, languages and histories can unite instead of divide. You are the hope for a different world. Thank you for this. Onwards!
Now, we come to an eagerly awaited moment: the announcement of the next stage of the journey. Before telling you the venue of the forty-first World Youth Day, I extend an invitation to each of you. I invite young people from all over the world to Rome in 2025, to celebrate together the Jubilee for Young People. I look forward to seeing you in 2025 for the celebration of the Jubilee for Young People. The next World Youth Day will take place in Asia: in South Korea, in Seoul in 2027! Thus, from the western border of Europe it will move to the Far East. This is a marvellous sign of the Church’s universality and of the dream of unity to which you bear witness!
Finally, the last obrigado, that we address is to two special people, to the most important presence in these days. They have been here with us, and they are always with us, never losing sight of our lives, they love us like no one else: obrigado to you, Lord Jesus; and obrigado to you, Blessed Mary our Mother. Now, let us pray together.
[After the Angelus]
I wish to send the assurance of my prayers, and let us do so together, to the victims of the avalanche that occurred two days ago in the Racha region of Georgia. I accompany their family members with my closeness, praying that the Virgin Mary will comfort them and also support the work of the rescue workers. I accompany and am close to my Brother in Christ, Patriarch Ilia II.
[01195-EN.02] [Original text: Spanish]
Traduzione in lingua tedesca
Liebe Brüder und Schwestern,
ein Wort war in diesen Tagen oft zu hören: „Danke“, oder besser „obrigado“. Es ist sehr schön, was der Patriarch von Lissabon uns gerade gesagt hat, nämlich, dass obrigado nicht nur Dankbarkeit für das ausdrückt, was man erhalten hat, sondern auch den Wunsch, dieses Gute zu erwidern. Wir alle haben bei diesem Ereignis der Gnade etwas empfangen und nun lässt uns der Herr das Bedürfnis verspüren, bei unserer Rückkehr nach Hause unsererseits mit den anderen zu teilen, indem wir die Freude und die Selbstlosigkeit Gottes bezeugen, und das, was Gott in unsere Herzen gelegt hat.
Doch bevor ich euch aussende, möchte auch ich obrigado sagen. An erster Stelle an Kardinal Clemente, und mit ihm an die Kirche in Portugal und an das ganze portugiesische Volk, obrigado. Obrigado an den Herrn Präsidenten, der uns bei den Veranstaltungen dieser Tage begleitet hat; Obrigado an die nationalen und lokalen Einrichtungen für die Unterstützung und die Hilfestellung; Obrigado an die Bischöfe, die Priester, die Gottgeweihten und die Laien; und obrigado an dich, Lissabon, das du diesen jungen Menschen als „Haus der Geschwisterlichkeit“ und als „Stadt der Träume“ in Erinnerung bleiben wirst! Große Dankbarkeit spreche ich dann Kardinal Farrell, der sich in diesen Tagen verjüngt hat, und denjenigen aus, die diese Tage vorbereitet haben, sowie denjenigen, die sie mit dem Gebet begleitet haben. Obrigado an die freiwilligen Helfer, an die ein herzlicher Applaus für ihren großartigen Dienst geht! Ein besonderer Dank gilt denjenigen, die von oben über den WJT gewacht haben, also den Schutzpatronen des Ereignisses: allen voran Johannes Paul II., der die Weltjugendtage ins Leben gerufen hat.
Und obrigado an euch alle, liebe Jugendliche und junge Erwachsene! Gott sieht all das Gute, das ihr seid. Er allein kennt das, was er in euren Herzen gesät hat. Ihr geht von hier fort zusammen mit alle dem, was Gott in euren Herzen gesät hat. Hütet es mit Sorgfalt. Ich möchte euch eine Empfehlung aussprechen: Erinnert euch daran, haltet die schönsten Momente im Gedächtnis und im Herzen fest, weil ihr dann, wenn mancher Moment der Mühsal und Entmutigung kommt – und diese sind unvermeidlich -, und vielleicht die Versuchung, auf dem Weg stehen zu bleiben oder euch in euch selbst zu verschließen, dass ihr dann durch die Erinnerung die Erfahrungen und die Gnade dieser Tage wieder aufleben lasst. Denn – vergesst das nie – dies ist die Wirklichkeit, dies seid ihr: das heilige, treue Volk Gottes, das in der Freude des Evangeliums unterwegs ist! Ich möchte auch die jungen Menschen grüßen, die nicht hier sein konnten, aber an Initiativen teilgenommen haben, die von ihren Ländern, von den Bischofskonferenzen, von den Bistümern organisiert wurden. Ich denke beispielsweise an die Brüder und Schwestern aus der Subsahara, die in Tanger versammelt sind. Allen ein Dankeschön, danke!
Insbesondere begleiten wir mit der Verbundenheit und den Gebeten diejenigen, die aufgrund von Konflikten und Kriegen nicht kommen konnten. In der Welt gibt es viele Kriege, es gibt viele Konflikte. Wenn ich an diesen Kontinent denke, empfinde ich großen Schmerz für die geschätzte Ukraine, die weiterhin sehr leidet. Liebe Freunde, erlaubt auch mir, als einem inzwischen alten Mann, mit euch jungen Menschen einen Traum zu teilen, den ich in mir hege: Es ist der Traum vom Frieden, der Traum von jungen Menschen, die für den Frieden beten, in Frieden leben und eine Zukunft des Friedens aufbauen. Durch den Angelus legen wir die Zukunft der Menschheit in die Hände Marias, der Königin des Friedens.
Und es gibt ein letztes Obrigado, das ich zum Schluss betonen möchte: Obrigado an unsere Wurzeln, an unsere Großeltern, die uns den Glauben weitergegeben haben, die den Horizont eines Lebens weitergegeben haben. Sie sind unsere Wurzeln. Und betet, wenn ihr nach Hause zurückkehrt, weiterhin für den Frieden. Ihr seid ein Zeichen des Friedens für die Welt, ein Zeugnis dafür, wie die verschiedenen Nationalitäten, die Sprachen, die Geschichte vereinigen können statt zu trennen. Ihr seid die Hoffnung auf eine andere Welt. Danke dafür. Vorwärts!
Und nun endlich ein Moment, auf den alle warten: die Ankündigung der nächsten Etappe des Weges. Bevor ich euch den Ort des einundvierzigsten WJT nenne, spreche ich eine Einladung aus. Ich verabrede mich mit den Jugendlichen und jungen Erwachsenen aus der ganzen Welt im Jahr 2025 in Rom, um gemeinsam das Jubiläum der jungen Menschen zu feiern! Und der nächste Weltjugendtag wird in Asien stattfinden: in Südkorea, in Seoul! Er wird sich also 2027 von der westlichen Grenze Europas in den Fernen Osten verlagern: Das ist ein schönes Zeichen für die Universalität der Kirche und für den Traum von der Einheit, dessen Zeugen ihr seid!
Zu Schluss ein letztes obrigado, wir richten es an zwei besondere Personen, die Hauptprotagonisten dieses Treffens. Sie waren mit uns hier, aber sie sind immer bei uns, sie verlieren unser Leben nicht aus den Augen, sie lieben unser Leben wie niemand sonst: obrigado dir, unserem Herrn Jesus; obrigado dir, unserer Mutter Maria. Und nun beten wir zusammen.
[Nach dem Angelus]
Ich möchte den Opfern des tragischen Erdrutsches, der sich vor zwei Tagen in der Region Racha in Georgien ereignet hat, mein Gebet versichern, und wir tun dies gemeinsam. Und ich begleite die Angehörigen mit meiner Nähe, möge die Heilige Jungfrau sie trösten und auch die Arbeit der Rettungsmannschaften unterstützen. Ich begleite und stehe meinem Bruder, Patriarch Ilia II., nahe.
[01195-DE.02] [Originalsprache: Spanisch]
Traduzione in lingua polacca
Drodzy Bracia i Siostry!
W tych dniach wielokrotnie rozbrzmiewało jedno słowo: „dziękuję”, a raczej:„obrigado”. Bardzo piękne jest to, co przed chwilą powiedział nam patriarcha Lizbony, a mianowicie, żeobrigadowyraża nie tylko wdzięczność za to, co się otrzymało, ale także pragnienie odwzajemniania dobra. W tym wydarzeniu łaski wszyscy otrzymywaliśmy, a teraz Pan sprawia, że wracając do domu, odczuwamy potrzebę dzielenia się z innymi, dawania z radością świadectwa o darmowym darze Boga i o tym, co Bóg złożył w naszych sercach.
A zanim was roześlę, ja także chcę powiedziećobrigado. Przede wszystkim kardynałowi Clemente, a w jego osobie Kościołowi i całemu narodowi portugalskiemu– obrigado.Obrigadopanu prezydentowi, który towarzyszył nam w spotkaniach minionych dni.Obrigadoinstytucjom krajowym i lokalnym za okazane wsparcie i pomoc.Obrigadobiskupom, kapłanom, osobom konsekrowanym i świeckim. Iobrigadotobie, Lizbono, która pozostaniesz w pamięci tych młodych ludzi jako „dom braterstwa” i „miasto marzeń!” Wyrażam wielką wdzięczność kardynałowi Farrellowi, który odmłodniał podczas tych Dni, i tym, którzy te Dni przygotowali, a także tym, którzy towarzyszyli im modlitwą.Obrigadowolontariuszom, którym należą się serdeczne brawa za wspaniałą posługę! Szczególne podziękowania dla tych, którzy czuwali nad Światowymi Dniami Młodzieży z wysoka, a mianowicie dla świętych patronów tego wydarzenia - przede wszystkim Jana Pawła II, który zapoczątkował Światowe Dni Młodzieży.
Iobrigadowam wszystkim, drodzy młodzi! Bóg widzi całe dobro, jakim jesteście, tylko On wie, co zasiał w waszych sercach. Wyjeżdżacie stąd z tym, co Bóg zasiał w sercach – starajcie się, aby to wzrastało, i troskliwie pielęgnujcie. Chciałbym wam coś zalecić: zapamiętajcie to, utrwalcie w waszych myślach i w sercu najpiękniejsze chwile. Dzięki temu, gdy nadejdą chwile znużenia i zniechęcenia – co jest nieuniknione - a być może pokusa zatrzymania się w drodze lub zamknięcia się w sobie, przez wspomnienia ożywicie doświadczenia i łaskę tych dni, ponieważ – zawsze o tym pamiętajcie – taka jest rzeczywistość, tym wy jesteście: świętym ludem Bożym, wędrującym w radości Ewangelii! Chciałbym również skierować pozdrowienia do młodych, którzy nie mogli tu być, ale uczestniczyli w inicjatywach organizowanych w ich krajach przez konferencje episkopatów, przez diecezje; myślę na przykład o braciach i siostrach z Afryki Subsaharyjskiej, zebranych w Tangerze. Dziękuję wszystkim, dziękuję!
A w sposób szczególny towarzyszymy serdecznymi myślami i modlitwą tym, którzy nie mogli przybyć z powodu konfliktów i wojen. Na świecie jest wiele wojen, jest wiele konfliktów. Myśląc o tym kontynencie, odczuwam wielki ból z powodu umiłowanej Ukrainy, która nadal bardzo cierpi. Przyjaciele, pozwólcie, że również ja, stary, podzielę się z wami, młodymi, marzeniem, które noszę w sercu - jest to marzenie o pokoju, marzenie o młodych ludziach modlących się o pokój, żyjących w pokoju i budujących pokojową przyszłość. Poprzez modlitwęAnioł Pańskizłóżmy przyszłość ludzkości w ręce Maryi, Królowej Pokoju.
I jeszcze ostatnieobrigado, które chciałbym mocno wyrazić na koniec:obrigado dla naszych korzeni, dla naszych dziadków, którzy przekazali nam wiarę, którzy przekazali nam perspektywę życia. Oni są naszymi korzeniami. A wracając do domu, nadal módlcie się o pokój. Jesteście znakiem pokoju dla świata, świadectwem tego, jak różne narodowości, języki, historie mogą jednoczyć, a nie dzielić. Jesteście nadzieją na inny świat. Dziękuję wam za to. Idźcie naprzód!
Wreszcie nadszedł moment, na który wszyscy czekają – zapowiedź kolejnego etapu podróży. Zanim podam wam miejsce 41. Światowych Dni Młodzieży, kieruję do was zaproszenie. Umawiam sięna spotkanie z młodymi z całego świata w 2025 r. w Rzymie, aby razem świętować Jubileusz Młodzieży! Oczekuję was w 2025 r., abyśmy razem świętowali Jubileusz Młodzieży. A następne Światowe Dni Młodzieży odbędą się w Azji - w Korei Południowej, w Seulu! Tak więc w 2027 r. przeniosą się z zachodnich krańców Europy na Daleki Wschód - to piękny znak powszechności Kościoła i marzenia o jedności, którego jesteście świadkami!
Na koniec jeszcze jednoobrigado - kierujemy je do dwóch szczególnych osób, głównych bohaterów tego spotkania. Byli tu z nami, a zawsze są z nami, nie tracą z oczu naszego życia, miłują nasze życie jak nikt inny:obrigadoTobie, Panie Jezu; obrigadoTobie, nasza Matko Maryjo. A teraz módlmy się razem.
[Po modlitwie „Anioł Pański”]
Pragnę zapewnić o mojej modlitwie, a módlmy się także razem, za ofiary tragicznej lawiny błotnej, która miała miejsce dwa dni temu w regionie Racza w Gruzji. Wyrażam bliskość ich rodzinom, niech je pocieszy Najświętsza Dziewica, a także niech wspiera pracę ekip ratunkowych. Łączę się z moim bratem, patriarchą Eliaszem II i wyrażam mu bliskość.
[01195-PL.02] [Testo originale: Spagnolo]
Traduzione in lingua araba
الزيارة الرّسوليّة إلى البرتغال
في مناسبة اليوم العالمي للشّبيبة
صلاة التّبشير الملائكيّ
في ختام قداس اليوم العالمي للشّبيبة
في ”حديقة تيجو“ - لشبونة
الأحد 6 آب/أغسطس 2023
أيّها الإخوة والأخوات،
تردّدت كلمة بيننا هذه الأيام عدة مرّات، وهي: ”شكرًا“، أو بالأحرى ”obrigado“. حسَنٌ جدًّا ما قاله لنا بطريرك لشبونة قبل قليل، وهو أنّ كلمة obrigadoلا تعبّر فقط عن الشّكر والتّقدير لما نتلقَّاه، بل أيضًا عن الرّغبة في تبادل المعروف. في حدث النّعمة هذا، كلّنا أخَذْنا، والآن الرّبّ يسوع يجعلنا نشعر بضرورة المشاركة مع غيرنا. عندما نعود إلى بيوتنا، من الضّروريّ أن نتشارك الخير الذي جعله الله في قلوبنا، وأن نعطيه لغيرنا، ونشهد له، بفرح ومجانيّة.
ولكن قبل أن أرسلكم، أرغب أنا أيضًا أن أقول لكم شكرًا (obrigado). أوّلًا للكاردينال كليمنس، ومعه أقول شكرًا للكنيسة والشّعب البرتغالي بأسره! شكرًا (obrigado) للسّيّد الرّئيس الذي رافقنا في أحداث هذه الأيام. شكرًا (obrigado) للمؤسّسات الوطنيّة والمحليّة على الدّعم والمساعدة التي تمّ تقديمهما. شكرًا (obrigado) للأساقفة والكهنة والمكرّسين والعلمانيّين، وشكرًا لكِ يا لشبونة التي ستبقى في ذاكرة هؤلاء الشّباب ”بيت أخوّة“ و ”مدينة أحلام“! ثمّ أعبّر عن شكري وتقدّيري العميق للكاردينال فاريل، الذي استعاد شبابه في هذه الأيّام، والذين أعدّوا هذه الأيّام، وكذلك للذين رافقوها بالصّلاة. شكرًا (obrigado) للمتطوّعين، ليصفِّق لهم الجميع، للخدمة الكبيرة التي قدّموها! وشكر خاصّ للذين سَهِروا على اليوم العالمي للشّبيبة من العُلى، أيّ لقدّيسي وشفعاء الحدث: واحد مهمٌّ من بينهم، يوحنا بولس الثّاني، الذي بدأ الأيام العالميّة للشّبيبة.
وشكرًا (obrigado) لكم جميعًا، أيّها الشّباب الأعزّاء! الله يرى كلّ خير فيكم، فهو وحده يعلَم ما زرعه في قلوبكم. ستذهبون من هنا مع ما زرعه الله في قلوبكم: اجعلوه ينموا فيكم، وحافظوا عليه بعناية. أريد أن أوصيكم وصيّة: تذكّروا واحفظوا في أذهانكم وقلوبكم أجمل اللحظات من هذه الأيام، لأنّه بهذه الطّريقة، عندما تأتي لحظة مِن التّعب والإحباط - وهذا أمرٌ لا بدّ منه -، وربما تراودكم التّجربة لأن تتوقّفوا في المسيرة أو أن تنغلقوا على أنفسكم، أحيُوا فيكم من خلال الذّكرى خبرة ونعمة هذه الأيام، لأنّه - لا تنسَوا هذا أبدًا - هذا هو الواقع، هذا ما أنتم: شعب الله المقدّس الأمين الذي يسير في فرح الإنجيل! يسرّني أيضًا أن أُرسِلَ تحيّة إلى الشّباب الذين لم يتمكّنوا من الحضور هنا، لكنّهم شاركوا في مبادرات نظمّتها في بلدانهم المجالس الأسقفيّة والأبرشيّات. أفكّر، مثلًا، في الإخوة والأخوات من جنوب الصّحراء المجتمعين في طنجة (Tangeri). شكرًا لكم جميعًا، شكرًا!
وبصورة خاصّة، لنرافق بمودة وبصلواتنا الذين لم يتمكّنوا من المجيء بسبب الصّراعات والحروب. وهي كثيرة في العالم. أفكّر في هذه القارّة، وأشعر بألَم شديد بسبب أوكرانيا العزيزة، التي لا تزال تتألّم كثيرًا. أيّها الأصدقاء، اسمحوا لي أيضًا، أنا المتقدّم في السّن، أن أشارككم أيّها الشّباب بحلم أحمله في داخلي: إنّه حلم السّلام، وحلم الشّباب الذين يُصَلُّون من أجل السّلام، ويعيشون بسلام ويبنون مستقبلًا يسوده السّلام. مع صلاة ”التّبشير الملائكيّ“ لنضع مستقبل البشريّة بين يدَيْ مريم، ملكة السّلام.
وهناك شكرٌ (obrigado) أخير أودّ أن أشدّد عليه في النّهاية: شكرًا (obrigado) لجذورنا، ولأجدادنا، الذين نقلوا الإيمان إلينا، والذين نقلوا أفق الحياة إلينا. هم جذورنا. وعندما تعودون إلى البيت، استمرّوا، في الصّلاة من أجل السّلام. أنتم علامة سلام للعالم، وشهادة على أنّ القوميّات المختلفة واللغات والتّاريخ يمكن أن توحِّد بدلًا من أن تفرِّق. أنتم الرّجاء في عالم مختلف. شكرًا على هذا. وإلى الأمام!
وفي النّهاية هناك اللحظة التي ننتظرها كلّنا: الإعلان عن المحطة القادّمة للمسيرة. قبل أن أقول لكم مكان اليوم العالمي للشّبيبة الحادي والأربعين، أرغب أن أوجّه إليكم دعوة. أعطيكم وأعطي شباب العالم كلّه موعدًا سنة 2025 في روما، للاحتفال بيوبيل الشّباب معًا! أنتظركم في سنة 2025 لنحتفل معًا بيوبيل الشّباب. وسيُقام اليوم العالمي للشّبيبة القادم في آسيا: سيكون في كوريا الجنوبيّة، في سيول! وهكذا، في سنة 2027، من أقصى الغرب، من حدود الغرب هنا، إلى الشّرق الأقصى: إنّها علامة جميلة على شموليّة الكنيسة وعلى حلم الوَحدة الذي أنتم شهود له!
في الخِتام، كلمة شكرًا (obrigado) أخيرة، نوجّهها إلى شخصَين مميَّزَين، الشَّخصَين الرَّئيسِيَّين في هذا اللقاء. كانوا هنا معنا، وهم دائمًا معنا، ولا يغفلون عن حياتنا ويحبّوننا حبًّا لا مثيل له: شكرًا لكَ، أيّها الرّبّ يسوع. وشكرًا لكِ، يا أمّنا مريم. والآن لنصلِّ معًا.
[01195-AR.02] [Testo originale: Spagnolo]
[B0551-XX.02]