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Viaggio Apostolico di Sua Santità Francesco in Portogallo in occasione della XXXVII Giornata Mondiale della Gioventù (2 – 6 agosto 2023) - Cerimonia di Accoglienza presso il Parque Eduardo VII, 03.08.2023


Cerimonia di Accoglienza presso il Parque Eduardo VII

Discorso del Santo Padre

Traduzione in lingua portoghese

Traduzione in lingua italiana

Traduzione in lingua francese

Traduzione in lingua inglese

Traduzione in lingua tedesca

Traduzione in lingua polacca

Traduzione in lingua araba

Nel pomeriggio, il Santo Padre Francesco ha lasciato la Nunziatura Apostolica e si è trasferito in auto al Parque Eduardo VII di Lisbona per la Cerimonia di Accoglienza della XXXVII Giornata Mondiale della Gioventù.

Dopo alcuni giri in papamobile tra i giovani, alle ore 17.45 (18.45 ora di Roma), la Cerimonia di Accoglienza ha avuto inizio con l’esecuzione di un canto e un breve saluto di benvenuto del Patriarca di Lisbona, Em.mo Card. Manuel Clemente. Quindi hanno avuto luogo il programma di benvenuto dei giovani, l’entrata delle bandiere, della Croce e dell’Icona della GMG.

Dopo i riti introduttivi, l’orazione e la lettura di un brano del Vangelo, il Papa ha pronunciato il Suo discorso.

Al termine, dopo la recita delle Litanie e del Padre Nostro, la Benedizione finale e il momento di invio, Papa Francesco è rientrato in auto alla Nunziatura Apostolica di Lisbona dove ha cenato in privato.

Pubblichiamo di seguito il discorso che il Santo Padre ha pronunciato nel corso della Cerimonia di Accoglienza dei Giovani presso il Parque Eduardo VII:

Discorso del Santo Padre

Queridos jóvenes: Boa tarde!

Bem-vindos! Bienvenidos y gracias por estar aquí, ¡me alegra verlos! Me alegra escuchar el simpático alboroto que hacen y poderme contagiar de su alegría. Es hermoso estar juntos en Lisboa; fueron llamados por mí, por el Patriarca —a quien agradezco sus palabras—por sus obispos, sacerdotes, catequistas, animadores. ¡Vamos a agradecerles a todos los que los llamaron y a todos los que trabajaron para posibilitar esta reunión, y lo hacemos con un fuerte aplauso! Pero, sobre todo, es Jesús quien los llamó, agradezcámosle a Jesús con otro fuerte aplauso.

Ustedes no están aquí por casualidad. El Señor los llamó, no sólo en estos días, sino desde el comienzo de sus vidas. A todos nos llamó desde el comienzo de la vida. Él los llamó por sus nombres. Escuchamos la Palabra de Dios que nos llamó por sus nombres. Intenten imaginar estas palabras escritas en letras grandes; y después piensen que están escritas dentro de cada uno de ustedes, en sus corazones, como formando el título de tu vida, el sentido de lo que sos: has sido llamado por tu nombre: vos, vos, vos, vos, acá, todos nosotros, yo, todos fuimos llamados por nuestro nombre. No fuimos llamados automáticamente, fuimos llamados por el nombre. Pensemos esto: Jesús me llamó por mi nombre. Son palabras escritas en el corazón, y después pensemos que están escritas dentro de cada uno de nosotros, en nuestros corazones, y forman una especie del título de tu vida, el sentido de lo que somos, el sentido de lo que sos. Has sido llamado por tu nombre. Ninguno de nosotros es cristiano por casualidad, todos fuimos llamados por nuestro nombre. Al principio de la trama de la vida, antes de los talentos que tenemos, antes de las sombras de las heridas que llevamos dentro, hemos sido llamados. Hemos sido llamados, ¿por qué? Porque somos amados. Hemos sido llamados porque somos amados. Es lindo. A los ojos de Dios somos hijos valiosos, que Él llama cada día para abrazar, para animar, para hacer de cada uno de nosotros una obra maestra única, original. Cada uno de nosotros es único y es original, y la belleza de todo esto no la podemos vislumbrar.

Queridos jóvenes: en esta Jornada Mundial de la Juventud, ayudémonos a reconocer esta realidad; que estos días sean ecos vibrantes de la llamada amorosa de Dios, porque somos valiosos a los ojos de Dios, a pesar de aquello que a veces ven nuestros ojos, a veces nuestros ojos están empañados por la negatividad y deslumbrados por tantas distracciones. Que estos sean días en los que mi nombre, tu nombre, por medio de hermanos y hermanas de tantas lenguas, tantas naciones —veíamos tantas banderas— que lo pronuncian amistosamente, resuena como una noticia única en la historia, porque único es el latido de Dios por ti. Que sean días en los que grabemos en el corazón que somos amados como somos. No como quisiéramos ser, como somos ahora. Y este es el punto de partida de la JMJ, pero sobre todo el punto de partida de la vida. Chicos y chicas, somos amados como somos, sin maquillaje. ¿Entienden esto? Y somos llamados por el nombre de cada uno de nosotros.

No es un modo de decir, es Palabra de Dios (cf. Is 43,1; 2 Tm 1,9). Amigo, amiga, si Dios te llama por tu nombre significa que para Dios ninguno de nosotros es un número. Es un rostro, es una cara, es un corazón. Quisiera que cada uno vea una cosa: muchos hoy saben tu nombre, pero no te llaman por tu nombre. De hecho, tu nombre es conocido, aparece en las redes sociales, se elabora por algoritmos que le asocian gustos y preferencias. Pero todo esto no interpela tu unicidad, sino tu utilidad para los estudios de mercado. Cuántos lobos se esconden detrás de sonrisas de falsa bondad, diciendo que saben quién sos, pero que no te quieren; insinúan que creen en ti y prometen que llegarás a ser alguien, para después dejarte solo cuando ya no les interesas más. Y estas son las ilusiones de lo virtual y debemos estar atentos para no dejarnos engañar, porque muchas realidades que hoy nos atraen y prometen felicidad después se muestran por aquello de lo que son: cosas vanas, pompas de jabón, cosas superfluas, cosas que no sirven y que nos dejan vacíos por dentro. Les digo una cosa: Jesús no es así, no es así; Él confía en ti, confía en cada uno de ustedes, en cada uno de nosotros, porque para Jesús cada uno de nosotros le importamos, cada uno de ustedes le importa. Y ese es Jesús.

Y es por eso [que] nosotros, su Iglesia, somos la comunidad de los que son llamados; no somos la comunidad de los mejores, no, somos todos pecadores, pero somos llamados así como somos. Pensemos un poquito esto en el corazón: somos llamados como somos, con los problemas que tenemos, con las limitaciones que tenemos, con nuestra alegría desbordante, con nuestras ganas de ser mejores, con nuestras ganas de triunfar. Somos llamados como somos. Piensen esto: Jesús me llama como soy, no como quisiera ser. Somos comunidad de hermanos y hermanas de Jesús, hijos e hijas del mismo Padre.

Amigos, quisiera ser claro con ustedes, que son alérgicos a la falsedad y a las palabras vacías: en la Iglesia, hay espacio para todos. Para todos. En la Iglesia, ninguno sobra. Ninguno está de más. Hay espacio para todos. Así como somos. Todos. Y eso Jesús lo dice claramente. Cuando manda a los apóstoles a llamar para el banquete de ese señor que lo había preparado, dice: “Vayan y traigan a todos”, jóvenes y viejos, sanos, enfermos, justos y pecadores. ¡Todos, todos, todos! En la Iglesia hay lugar para todos. “Padre, pero yo soy un desgraciado, soy una desgraciada, ¿hay lugar para mí?”. ¡Hay lugar para todos! Todos juntos, cada uno, en su lengua repita conmigo: Todos, todos, todos. No se oye, ¡otra vez! Todos. Todos. Todos. Y esa es la Iglesia, la Madre de todos. Hay lugar para todos. El Señor no señala con el dedo, sino que abre sus brazos. Es curioso: el Señor no sabe hacer esto [indica con el dedo], sino que hace esto [hace el gesto de abrazar]. Nos abraza a todos. Nos muestra a Jesús en la cruz, que tanto abrió sus brazos para ser crucificado y morir por nosotros.

Jesús nunca cierra la puerta, nunca, sino que te invita a entrar; entrá y ve. Jesús recibe, Jesús acoge. En estos días cada uno de nosotros transmite el lenguaje de amor de Jesús. Dios te ama, Dios te llama. ¡Qué lindo es esto! Dios me ama, Dios me llama. Quiere que esté cerca de Él.

También ustedes, esta tarde, me hicieron preguntas, muchas preguntas. Nunca se cansen de preguntar. No se cansen de preguntar. Hacer preguntas es bueno; es más, a menudo es mejor que dar respuestas, porque quien pregunta permanece “inquieto” y la inquietud es el mejor remedio para la rutina, a veces una especie de normalidad que anestesia el alma. Cada uno de nosotros tiene sus interrogantes dentro. Llevemos esos interrogantes con nosotros y llevemos en el diálogo común entre nosotros. Llevémoslos cuando rezamos delante de Dios. Esas preguntas que con la vida se van haciendo respuestas, que solamente tenemos que esperarlas. Y una cosa muy interesante: Dios ama por sorpresa. No está programado. El amor de Dios es sorpresa. Es sorpresa. Siempre sorprende. Siempre nos mantiene alertas y nos sorprende.

Queridos chicos y chicas, los invito a pensar esto tan hermoso: que Dios nos ama, Dios nos ama como somos, no como quisiéramos ser o como la sociedad quisiera que seamos. ¡Como somos! Nos llama con los defectos que tenemos, con las limitaciones que tenemos y con las ganas que tenemos de seguir adelante en la vida. Dios nos llama así. Confíen, porque Dios es Padre y es Padre que nos quiere y Padre que nos ama. Esto no es muy fácil. Y para esto tenemos una gran ayuda, la Madre del Señor. Ella es nuestra Madre también, Ella es nuestra Madre.

Solamente era esto lo que les quería decir: no tengan miedo, tengan coraje, vayan adelante, sabiendo que estamos “amortizados” por el amor que Dios nos tiene. Dios nos ama. Digámoslo juntos todos: Dios nos ama. Más fuerte, que no oigo. No se oye acá. Gracias. Adiós.

[01188-ES.02] [Texto original: Español]

Traduzione in lingua portoghese

Queridos jovens, boa tarde!

Bem-vindos! Bem-vindos e obrigado por estardes aqui. Fico feliz por vos ver! E feliz fico também ao escutar o simpático barulho que fazeis, contagiando-me com a vossa alegria. É belo estarmos juntos em Lisboa: para aqui fostes chamados por mim, pelo Patriarca – a quem agradeço as palavras que me dirigiu –, pelos vossos Bispos, sacerdotes, catequistas, animadores. Agradeçamos a todos aqueles que vos chamaram e a quantos trabalharam para tornar possível este encontro: façamo-lo com uma grande salva de palmas! Mas foi sobretudo Jesus quem vos chamou; agradeçamos, pois, a Jesus com outra grande salva de palmas!

Vós não estais aqui por acaso. O Senhor chamou-vos, não só nestes dias, mas desde o início dos vossos dias. Chamou-nos a todos desde o início da vida. Chamou-vos pelos vossos nomes. Como ouvimos na Palavra de Deus, Ele chamou-nos pelo próprio nome. Chamados pelo nome: tentai imaginar estas três palavras escritas em letras grandes e, em seguida, pensai que estão escritas dentro de vós, nos vossos corações, como que formando o título da vossa vida, o sentido daquilo que sois. Tu foste chamado pelo teu nome: tu… além, tu… ali, tu… aqui, e também eu, todos nós fomos chamados pelo próprio nome. Não fomos chamados automaticamente, fomos chamados pelo nome. Pensemos nisto: Jesus chamou-me pelo meu nome. São palavras escritas no coração; pensemos, pois, que estão escritas dentro de cada um de nós, nos nossos corações, e formam uma espécie de título para a tua vida, o sentido do que és, o sentido daquilo que cada um é. Foste chamado pelo teu nome. Nenhum de nós é cristão por acaso, todos fomos chamados pelo nosso nome. Ao princípio da teia da vida, ainda antes dos talentos que possuímos, antes das sombras, das feridas que trazemos dentro de nós, recebemos um chamamento. Fomos chamados, porquê? Porque amados. Fomos chamados, porque somos amados. É belo! Aos olhos de Deus somos filhos preciosos, que Ele cada dia chama para abraçar, para encorajar; para fazer de cada um de nós uma obra-prima única, original. Cada um de nós é único e original, e não chegamos sequer a vislumbrar a beleza de tudo isto.

Queridos jovens, nesta Jornada Mundial da Juventude, ajudemo-nos mutuamente a reconhecer esta realidade; sejam estes dias ecos vibrantes da chamada amorosa de Deus, porque somos preciosos a seus olhos, apesar do que às vezes os nossos olhos veem; é que às vezes os nossos olhos estão enevoados pela negatividade e ofuscados por tantas distrações. Sejam dias em que o meu nome, o teu nome, através de irmãos e irmãs de muitas línguas, de muitas nações (vimos tantas bandeiras) que o pronunciam com amizade, ressoe como uma notícia única na história, porque único é o pulsar do coração de Deus por ti. Sejam dias para fixar no coração que somos amados como somos. Não como gostaríamos de ser, mas como somos agora. E este é o ponto de partida da JMJ, mas sobretudo o ponto de partida da vida. Jovens moços e moças, somos amados como somos, sem maquilhagem. Compreendeis isto?

E cada um de nós é chamado pelo nome. Não se trata de um simples modo de dizer, é Palavra de Deus (cf. Is 43, 1; 2 Tm 1, 9). Amigo, amiga, se Deus te chama pelo nome significa que, para Ele, nenhum de nós é um número; mas é um rosto, é uma cara, é um coração. Quero que cada um de vós note uma coisa: muitos, hoje, sabem o teu nome, mas não te chamam pelo nome. Com efeito, o teu nome é conhecido, aparece nas redes sociais, é processado por algoritmos que lhe associam gostos e preferências. Mas tudo isso não interpela a tua singularidade, mas a tua utilidade para pesquisas de mercado. Quantos lobos se escondem por trás de sorrisos de falsa bondade, dizendo que conhecem quem és, mas sem te querer bem, insinuando que creem em ti e prometendo que serás alguém, para depois te deixarem sozinho, quando já não lhes fores útil. E estas são as ilusões do mundo virtual e devemos estar atentos para não nos deixarmos enganar, porque muitas realidades que hoje nos atraem e prometem felicidade, mostram-se depois pelo que são: coisas vãs, bolas de sabão, coisas supérfluas, coisas inúteis e que deixam o vazio interior. Digo-vos uma coisa: Jesus não é assim, não é assim! Ele confia em ti, confia em cada um de vós, em cada um de nós, porque Jesus interessa-Se por cada um de nós; cada um de vós é importante para Ele. Assim é Jesus.

E é por isso que nós, sua Igreja, somos a comunidade dos que são chamados; não somos a comunidade dos melhores, não! Somos todos pecadores, mas somos chamados assim como somos. Pensemos um pouco nisto, em nosso coração: somos chamados como somos, com os problemas que temos, com as limitações que temos, com a nossa alegria transbordante, com a nossa vontade de sermos melhores, com a nossa vontade de vencer. Somos chamados como somos. Pensai nisto: Jesus chama-me como eu sou, não como eu gostaria de ser. Somos comunidade de irmãos e irmãs de Jesus, filhos e filhas do mesmo Pai.

Amigos, quero ser claro convosco, que sois alérgicos à falsidade e às palavras vazias: na Igreja há espaço para todos. Para todos. Na Igreja, ninguém é de sobra. Nenhum está a mais. Há espaço para todos. Assim como somos. Todos. Jesus di-lo claramente. Quando manda os apóstolos chamar para o banquete daquele senhor que o preparara, diz: «Ide e trazei todos», jovens e idosos, sãos, doentes, justos e pecadores. Todos, todos, todos! Na Igreja, há lugar para todos. «Padre, mas para mim que sou um desgraçado, que sou uma desgraçada, também há lugar?» Há espaço para todos! Todos juntos… Peço a cada um que, na própria língua, repita comigo: «Todos, todos, todos». Não se ouve; outra vez! «Todos, todos, todos». E esta é a Igreja, a Mãe de todos. Há lugar para todos. O Senhor não aponta o dedo, mas abre os braços. É curioso! O Senhor não sabe fazer isto [aponta com o dedo em riste], mas isto sim [faz o gesto de abraçar]. Abraça a todos. No-lo mostra Jesus na cruz, onde abriu completamente os braços para ser crucificado e morrer por nós.

Jesus nunca fecha a porta, nunca. Mas convida-te a entrar: «entra e vê!» Jesus recebe, Jesus acolhe. Nestes dias cada um de nós transmite a linguagem do amor de Jesus. Deus te ama, Deus te chama. Que belo é isto! Deus ama-me, Deus chama-me. Quer que eu esteja perto d’Ele.

Nesta tarde, vós também me fizestes perguntas, muitas perguntas. Nunca vos canseis de perguntar… Perguntar, é bom; aliás muitas vezes é melhor que dar respostas, porque quem pergunta permanece «inquieto» e a inquietude é o melhor remédio contra a rotina, que às vezes se torna uma espécie de normalidade que anestesia a alma. Cada um de nós traz dentro os próprios interrogativos. Levemos estas questões connosco e ponhamo-las no diálogo comum entre nós. Ponhamo-las quando rezamos diante de Deus. Com o transcorrer da vida, essas perguntas vão tendo resposta; só nos resta esperar. E uma coisa muito interessante: o amor de Deus surpreende-nos. Não está programado. O amor de Deus vem de surpresa. Surpreende sempre. Sempre nos mantém alerta e surpreende.

Queridos jovens moços e moças, convido-vos a pensar nesta coisa maravilhosa: Deus ama-nos! Deus ama-nos como somos, não como gostaríamos de ser ou como a sociedade queria que fôssemos. Como somos! Chama-nos com os defeitos que temos, com as limitações que temos e com a vontade que temos de avançar na vida. Deus chama-nos assim. Confiai, porque Deus é Pai e um Pai que nos quer bem, um Pai que nos ama. Isto nem sempre é muito fácil. Mas podemos contar com uma grande ajuda: a da Mãe do Senhor. Ela também é nossa Mãe. Maria é nossa Mãe.

E é tudo o que vos queria dizer. Não tenhais medo, tende coragem, continuai para diante, sabendo que, por «amortizador» das dificuldades, temos o amor que Deus nos tem. Deus ama-nos. Digamo-lo todos juntos: «Deus ama-nos». Mais alto, não consigo ouvir [repetem]. Aqui não se ouve [repetem] Obrigado. Adeus.

[01188-PO.02] [Texto original: Espanhol]

 

Traduzione in lingua italiana

Cari giovani, buonasera!

Benvenuti! Benvenuti e grazie di essere qui, sono felice di vedervi! Sono felice di ascoltare il simpatico chiasso che fate e di farmi contagiare dalla vostra gioia. È bello essere insieme a Lisbona: siete stati chiamati qui da me, dal Patriarca, che ringrazio per le sue parole, dai vostri Vescovi, sacerdoti, catechisti e animatori. Ringraziamo tutti coloro che vi hanno chiamato e tutti quelli che hanno lavorato per rendere possibile questo incontro, e lo facciamo con un forte applauso! Però è soprattutto Gesù che vi ha chiamati: ringraziamo Gesù con un altro forte applauso!

Voi non siete qui per caso. Il Signore vi ha chiamati, non solo in questi giorni, ma dall’inizio dei vostri giorni. Tutti ci ha chiamati fin dall’inizio della nostra vita. Sì, Lui vi ha chiamati per nome: abbiamo ascoltato dalla Parola di Dio che ci ha chiamati per nome. Provate a immaginare queste tre parole scritte a grandi lettere; e poi pensate che stanno scritte dentro ciascuno di voi, nei vostri cuori, come a formare il titolo della vostra vita, il senso di quello che sei: tu sei chiamato per nome, tu, tu, tu, tutti noi che siamo qui, io, tutti siamo stati chiamati con il nostro nome. Non siamo stati chiamati automaticamente, siamo stati chiamati per nome. Pensiamo a questo: Gesù mi ha chiamato con il mio nome. Sono parole scritte nel cuore. E poi pensiamo che sono scritte dentro ciascuno di noi, nei nostri cuori, e formano una specie di titolo della tua vita, il senso di quello che siamo, il senso di quello che siete: sei stato chiamato per nome, sei stato chiamato per nome, sei stato chiamato per nome! Nessuno di noi è cristiano per caso: tutti siamo stati chiamati per nome. Al principio della trama della vita, prima dei talenti che abbiamo, delle ombre e delle ferite che portiamo dentro, siamo stati chiamati. Siamo stati chiamati, perché? Perché siamo amati. Siamo stati chiamati perché siamo amati. È bello! Agli occhi di Dio siamo figli preziosi, che Egli ogni giorno chiama per abbracciare e incoraggiare; per fare di ciascuno di noi un capolavoro unico e originale; ognuno di noi è unico, è originale, e la bellezza di tutto questo non la possiamo intravedere.

Cari giovani, in questa Giornata Mondiale della Gioventù, aiutiamoci vicendevolmente a riconoscere questa realtà: siano questi giorni echi vibranti di questa chiamata d’amore di Dio, perché siamo preziosi agli occhi di Dio, nonostante quello che a volte vedono i nostri occhi; a volte i nostri occhi sono annebbiati dalle negatività e abbagliati da tante distrazioni. Che questi siano giorni in cui il mio nome, il tuo nome, il tuo nome attraverso fratelli e sorelle di tante lingue e nazioni – vediamo tante bandiere! – che lo pronunciano con amicizia, risuoni come una notizia unica nella storia, perché unico è il palpito di Dio per te. Siano giorni in cui fissare nel cuore che siamo amati così come siamo, non come vorremmo essere: come siamo adesso. Questo è il punto di partenza della GMG, ma soprattutto il punto di partenza della vita. Ragazzi e ragazze: siamo amati come siamo, senza trucco! Capito, questo?

Siamo chiamati per nome, ciascuno di noi. Non è un modo di dire, è Parola di Dio (cfr Is 43,1; 2 Tm 1,9). Amico, amica, se Dio ti chiama per nome significa che per Dio nessuno di noi è un numero. È un volto, è una faccia, è un cuore. Vorrei che ognuno di voi noti una cosa: tanti, oggi, sanno il tuo nome, ma non ti chiamano per nome. Il tuo nome infatti è noto, appare sui social, viene elaborato da algoritmi che gli associano gusti e preferenze. Tutto questo però non interpella la tua unicità, ma la tua utilità per le indagini di mercato. Quanti lupi si nascondono dietro sorrisi di falsa bontà, dicendo di conoscere chi sei ma non volendoti bene, insinuando di credere in te e promettendoti che diventerai qualcuno, per poi lasciarti solo quando non interessi più. Queste sono le illusioni del virtuale e dobbiamo stare attenti a non lasciarci ingannare, perché tante realtà che oggi ci attirano e promettono felicità poi si mostrano poi per quello che sono: cose vane, bolle di sapone, cose superflue, cose che non servono e che ci lasciano il vuoto dentro. Vi dico una cosa: Gesù non è così, non è così! Lui ha fiducia in te, ha fiducia in ciascuno di voi, in ciascuno di noi perché per Gesù ciascuno di noi è importante, ciascuno di voi è importante. Questo è Gesù.

E allora noi, sua Chiesa, siamo la comunità di quelli che sono chiamati: non siamo la comunità dei migliori, no, siamo tutti peccatori, ma siamo chiamati, così come siamo. Pensiamo un poco a questo, nel nostro cuore: siamo chiamati così come siamo, con i problemi che abbiamo, con le limitazioni che abbiamo, con la nostra gioia travolgente, con il nostro desiderio di essere migliori, con il nostro desiderio di vincere. Siamo chiamati così come siamo. Pensate a questo. Gesù mi chiama così come sono, non come mi piacerebbe essere. Siamo la comunità dei fratelli e delle sorelle di Gesù, figli e figlie dello stesso Padre.

Amici, vorrei essere chiaro con voi, che siete allergici alle falsità e alle parole vuote: nella Chiesa c’è spazio per tutti, per tutti! Nessuno è inutile, nessuno è superfluo, c’è spazio per tutti. Così come siamo, tutti. E questo Gesù lo dice chiaramente quando manda gli apostoli a invitare al banchetto di quell’uomo che lo aveva preparato, dice: “Andate e portate tutti, giovani e vecchi, sani e malati, giusti e peccatori: tutti, tutti, tutti”. Nella Chiesa c’è posto per tutti. “Padre, ma io sono un disgraziato…, sono una disgraziata, c’è posto per me?”. C’è posto per tutti! Tutti insieme, ognuno nella sua lingua, ripeta con me: “Tutti, tutti, tutti!”. [ripetono] Non si sente, ancora! “Tutti, tutti, tutti!”. E questa è la Chiesa, la Madre di tutti. C’è posto per tutti. Il Signore non punta il dito, ma apre le sue braccia. Questo ci fa pensare: il Signore non sa fare questo [puntare il dito], ma sa fare questo [abbracciare], ci abbraccia tutti.

Ce lo mostra Gesù in croce, che tanto ha aperto le sue braccia da essere crocifisso e morire per noi. Gesù non chiude mai la porta, mai, ma ti invita a entrare: “entra e vedi”. Gesù ti riceve, Gesù accoglie. In questi giorni ciascuno di noi trasmetta il linguaggio d’amore di Gesù: “Dio ti ama, Dio ti chiama”. Che bello che è questo! Dio mi ama, Dio mi chiama, vuole che io sia vicino a Lui.

Voi stasera mi avete fatto anche delle domande, tante domande. Non stancatevi mai di fare domande! Fare domande è giusto, anzi spesso è meglio che dare risposte, perché chi domanda resta “inquieto” e l’inquietudine è il miglior rimedio all’abitudine, a quella normalità piatta che anestetizza l’anima. Ciascuno di noi ha dentro di sé le proprie inquietudini. Portiamo con noi queste inquietudini e portiamole nel dialogo tra di noi, portiamole con noi quando preghiamo davanti a Dio. Queste domande che con la vita diventano risposte, dobbiamo soltanto aspettarle. C’è una cosa molto interessante: Dio ama per sorpresa, non è programmato. L’amore di Dio è sorpresa. Sempre sorprende, sempre ci tiene svegli e ci sorprende.

Cari ragazzi e ragazze, vi invito a pensare a questa cosa tanto bella: che Dio ci ama, Dio ci ama come siamo, non come vorremmo essere o come la società vorrebbe che fossimo: come siamo. Ci ama con i difetti che abbiamo, con le limitazioni che abbiamo e con la voglia che abbiamo di andare avanti nella vita. Dio ci chiama così. Abbiate fiducia perché Dio è Padre, ed è un Padre che ci ama, un Padre che ci vuole bene. Questo non è molto facile, e per questo abbiamo un grande aiuto nella Madre del Signore, che è anche nostra Madre. Lei è nostra Madre. Solo questo volevo dirvi. Non abbiate paura, abbiate coraggio, andate avanti, sapendo che siamo protetti dall’amore di Dio. Dio ci ama. Diciamolo insieme, tutti: “Dio ci ama”. Più forte, che non sento! [ripetono] Non si sente qui… [ripetono] Grazie!

[01188-IT.02] [Testo originale: Spagnolo]

 

Traduzione in lingua francese

Chers jeunes, bonsoir!

Bienvenue! Bienvenue et merci d'être ici, je suis heureux de vous voir; je suis heureux d’entendre le beau vacarme que vous faites, et d'être contaminé par votre joie. Il est bon d'être ensemble à Lisbonne : je vous ai appelés, avec le Patriarche que je remercie pour ses paroles, avec vos évêques, vos prêtres, vos catéchistes et vos animateurs. Remercions tous ceux qui vous ont appelés et tous ceux qui ont travaillé pour rendre cette rencontre possible, et faisons-le avec de grands applaudissements ! Mais c'est surtout Jésus qui vous a appelés : remercions Jésus avec un autre grand applaudissement !

Vous n'êtes pas ici par hasard. Le Seigneur vous a appelés, non seulement en ces jours, mais dès le début de votre vie. Il nous a tous appelés depuis le début de notre vie. Oui, il vous a appelé par votre nom : nous l’avons entendu dans la Parole de Dieu qu'il nous a appelés par notre nom. Essayez d'imaginer ces trois mots écrits en grosses lettres ; ensuite pensez qu'ils sont écrits en vous, dans vos cœurs, comme pour former le titre de votre vie, le sens de ce que vous êtes : tu es appelé par ton nom, toi, toi, toi, nous tous qui sommes ici, moi, nous avons tous été appelés par notre nom. Nous n'avons pas été appelés automatiquement, nous avons été appelés par notre nom. Réfléchissons à ceci : Jésus m'a appelé par mon nom. Ce sont des mots écrits dans le cœur. Et puis pensons qu'ils sont écrits en chacun de nous, dans nos cœurs, et forment une sorte de titre pour votre vie, le sens de ce que nous sommes, le sens de ce que vous êtes : tu as été appelé par ton nom, tu as été appelé par ton nom, tu as été appelé par ton nom ! Aucun d'entre nous n'est chrétien par hasard : nous avons tous été appelés par notre nom. Au début de la trame de la vie, avant les talents que nous avons, avant les ombres et les blessures que nous portons en nous, nous avons été appelés. Nous avons été appelés, pourquoi? Parce que nous sommes aimés. Nous avons été appelés, parce que nous sommes aimés. Que c’est beau! Aux yeux de Dieu, nous sommes des enfants précieux qu'Il appelle chaque jour pour les étreindre et les encourager ; pour faire de chacun un chef-d'œuvre unique et original; chacun d'entre nous est unique, il est original, et la beauté de tout cela, nous ne pouvons pas l’entrevoir.

Chers jeunes, au cours de ces Journées Mondiales de la Jeunesse, aidons-nous mutuellement à reconnaître cette réalité. Que ces journées soient des échos vibrants de cet appel à l'amour de Dieu, parce que nous sommes précieux aux yeux de Dieu, en dépit de ce que nos yeux voient; parfois nos yeux sont assombris par ce qui est négatif et éblouis par trop de distractions. Que ces journées soient des journées où mon nom, ton nom, prononcé avec amitié par les frères et sœurs de nombreuses langues et nations - nous voyons beaucoup de drapeaux - résonne comme une nouvelle unique dans l'histoire, parce que la palpitation de Dieu pour toi est unique. Puissions-nous, durant ces journées, fixer en nos cœurs le fait que nous sommes aimés tels que nous sommes, et non pas tels que nous voudrions être : tels que nous sommes maintenant. C'est cela le point de départ des JMJ, mais surtout le point de départ de la vie. Garçons et filles : nous sommes aimés tels que nous sommes, sans maquillage ! Vous comprenez ?

Nous sommes appelés par notre nom, chacun d’entre nous. Ce n'est pas une manière de dire, c'est la Parole de Dieu (cf. Is 43, 1 ; 2 Tm 1, 9). Cher ami, si Dieu t'appelle par ton nom, cela signifie que, pour Dieu, aucun d'entre nous n'est un numéro, mais un visage, une figure, un cœur. Je voudrais que chacun d’entre vous remarque une chose : beaucoup aujourd'hui connaissent ton nom, mais ne t'appellent pas par ton nom. Ton nom est connu, il apparaît sur les réseaux sociaux, il est traité par des algorithmes qui lui associent des goûts et des préférences. Mais tout cela n’implique pas ton unicité, seulement ton utilité pour les études de marché. Combien de loups se cachent derrière des sourires de fausse bonté qui disent savoir qui tu es mais ne t’aiment pas, insinuent qu'ils croient en toi et te promettent que tu deviendras quelqu'un, pour ensuite te laisser seul quand tu ne les intéresses plus. Ce sont les illusions du virtuel, et nous devons veiller à ne pas nous laisser tromper car aujourd’hui beaucoup de réalités qui nous attirent et nous promettent le bonheur se révèlent ensuite pour ce qu'elles sont : des choses vaines, des bulles de savon, des choses superflues, des choses inutiles et qui nous laissent vides intérieurement. Je vais vous dire une chose: Jésus n’est pas ainsi, il n’est pas ainsi ! Il a confiance en chacun de vous, en chacun de nous parce que, pour Jésus, chacun de nous est important, chacun de vous est important. C’est cela Jésus.

C'est pourquoi nous, son Église, nous sommes la communauté de ceux qui ont été appelés : non pas la communauté des meilleurs - non, nous sommes tous pécheurs, mais nous sommes appelés, tels que nous sommes. Réfléchissons un peu à cela, dans notre cœur : nous sommes appelés tels que nous sommes, avec nos problèmes, avec nos limites, avec notre joie débordante, avec notre désir d'être meilleurs, avec notre désir de gagner. Nous sommes appelés tels que nous sommes. Pensez-y. Jésus m'appelle tel que je suis, et non tel que je voudrais être. Nous sommes la communauté des frères et sœurs de Jésus, des enfants du même Père.

Chers amis, je voudrais être clair avec vous qui êtes allergiques aux mensonges et aux paroles creuses : il y a de la place pour tout le monde dans l'Église, pour tout le monde! Personne n'est inutile, personne n'est superflu, il y a de la place pour tout le monde. Tel que nous sommes, tout le monde. Et Jésus le dit clairement quand il envoie les apôtres inviter au banquet de cet homme qui l’avait préparé, il dit: “Allez chercher tout le monde, jeunes et vieux, bien portants et malades, justes et pécheurs : tous, tous, tous”. Dans l'Église, il y a de la place pour tous. “Père, mais je suis un misérable..., je suis une misérable, y a-t-il de la place pour moi?” Il y a de la place pour tout le monde ! Tous ensemble, chacun dans sa langue, répétez avec moi : “Tous, tous, tous ! ”. [ils répètent] On n’entend pas, encore ! “Tous, tous, tous !” Et c'est cela l'Église, la Mère de tous. Il y a de la place pour tous. Le Seigneur ne montre pas du doigt, mais il ouvre ses bras. Cela nous fait penser : le Seigneur ne sait pas faire ceci [montrer du doigt], mais il sait faire cela [étreindre], il nous étreint tous.

Jésus nous le montre sur la croix, en ouvrant si grand les bras au point d’être crucifié et de mourir pour nous. Jésus ne ferme jamais la porte, jamais, mais il t’invite à entrer: “entre et vois”. Jésus te reçoit, Jésus accueille. En ces jours, que chacun d’entre nous transmette le message d'amour de Jésus: “Dieu t'aime, Dieu t'appelle”. Comme c’est beau ! Dieu m’aime, Dieu m’appelle, il veut que je sois près de Lui.

Vous ce soir, vous m'avez posé aussi des questions, beaucoup de questions. Ne vous lassez jamais de poser des questions! c'est bien, c'est même souvent mieux que de donner des réponses, parce que celui qui pose des questions reste "inquiet", et l'inquiétude est le meilleur remède contre l'habitude, contre cette normalité plate qui anesthésie l'âme. Chacun de nous porte en lui ses propres inquiétudes. Portons ces inquiétudes et portons-les dans le dialogue entre nous, portons-les quand nous prions devant Dieu. Ces questions qui deviennent des réponses avec la vie, nous n'avons qu'à les attendre. Il y a une chose très intéressante : Dieu aime par surprise, ce n'est pas programmé. L'amour de Dieu est surprise. Il surprend toujours, il nous tient toujours éveillés et nous surprend.

Chers garçons et filles, je vous invite à penser à cette chose si belle: Dieu nous aime, Dieu nous aime tels que nous sommes, et non pas tels que nous voudrions être ou tels que la société voudrait que nous soyons : tels que nous sommes. Il nous aime avec les défauts que nous avons, avec les limites que nous avons et avec le désir que nous avons d'avancer dans la vie. C'est ainsi que Dieu nous appelle. Ayez confiance parce que Dieu est Père, et il est un Père qui nous aime, un Père qui nous veut du bien. Ce n’est pas très facile, et c’est pourquoi nous avons une grande aide avec la Mère du Seigneur, qui est aussi notre Mère. Elle est notre Mère. Je voulais seulement vous dire cela. N’ayez pas peur, ayez du courage, allez de l’avant, en sachant que nous sommes protégés par l’amour de Dieu. Dieu nous aime. Disons-le ensemble, tous: “Dieu nous aime”. Plus fort, que je n’entends pas! [ils répètent] On n’entend pas ici... [ils répètent] Merci!

[01188-FR.02] [Texte original: Espagnol]

 

Traduzione in lingua inglese

Dear young people, good evening!

Welcome and thank you for being here. I am pleased to see all of you, and also to hear the delightful noise you are making! This makes me share your infectious joy. It is good to be together in Lisbon. You were invited here by me, and by the Patriarch of Lisbon, whom I thank for his words of greeting. You were invited also by your Bishops, priests, catechists and youth leaders. Let us thank all those who invited you and all those who worked to make this meeting possible. Let’s give them a fine round of applause! Yet, above all, it is Jesus who called you here: let us thank Jesus with another round of applause!

You are not here by accident. The Lord has called you, not only in these days, but from the very beginning of your days. He called you by name. Let us listen to the word of God that called us by name. Try to imagine these three words written in large letters. Then consider that they were written within you, on your hearts, as if setting the direction of your lives, the meaning of who you are: you have been called by name. Each of us is called by name. You, you and you, all of us here, myself included: all of us have been called by name. Not impersonally, but by name. Think of this: Jesus called me by name. His words are inscribed in our hearts, and we come to realize that they are written in the hearts of every one of us, as a kind of title that tells people who we are, who you are. You have been called by name. None of us is a Christian by chance; all of us were called by name. At the beginning of the story of our lives, before any talents we may have, before any shadows or wounds we may be carrying in our hearts, we were called. Why? Because we are loved. This is something beautiful. In God’s eyes, we are precious children, and he calls us each day in order to embrace and encourage us, to make of us a unique and original masterpiece. Each of us is an “original”, whose beauty we can only begin to glimpse.

Dear young people: at this World Youth Day, let us help each other to recognize this reality: may these days be vibrant echoes of God’s call of love, for we are precious in God’s eyes, despite the fact that sometimes our own eyes are dimmed by negativity and dazzled by distractions. Let these be days when my name, and your names, spoken with friendship by brothers and sisters of many languages and nations, resonate as unique news in history, for God’s heart beats uniquely for you. Let these be days when we fully realize in our hearts that we are loved just as we are. Not as we want to be, but as we are now. This is the starting point of World Youth Day, but above all it is the starting point of our lives. Young men and women, we are loved the way we are, without makeup. Do you understand that? And each of us is called by name.

That is no mere figure of speech; indeed, it is the word of God (cf. Is 43:1, 2 Tim 1:9). Dear friends, if God calls you by name, it means that for God none of us is a number, but a face and a heart. I would like each of you to remember that many people know your name, yet they do not call you by name. Certainly your name is known, it appears on social networks and is processed by algorithms that associate it with likes and preferences, all of which is useful for market research, yet it does not begin to approach you in your uniqueness. How many wolves hide behind smiles of false goodness, saying that they know you, though they do not love you. They insist that they believe in you and promise that you will become someone, but then abandon you when you no longer matter. These are the illusions of the virtual world and we must be careful not to let ourselves be deceived, for many realities that attract us and promise happiness are later shown to be what they really are: soap bubbles, superfluous things that we don’t need and that leave us empty inside. Let me tell you: Jesus is not like that. He trusts you, each of you, each of us, because each of us matters to him, each one of you matters to him. That is how Jesus is.

That is why we, his Church, are the community of those who are called: not of people who are better than others – no, absolutely not – but of sinners, called as such. Let us think seriously for a moment about that: we are called as we are, with our problems and limitations, our overflowing joy, our desire to be better and to get ahead in this world. We are called as we are. Think of this: Jesus calls me as I am, not as I would like to be. We are the community of brothers and sisters of Jesus, sons and daughters of the same Father.

Friends, I want to be clear with you, for you are allergic to falsity and empty words: in the Church, there is room for everyone. Everyone. In the Church, no one is left out or left over. There is room for everyone. Just the way we are. Everyone. Jesus says this clearly. When he sends the apostles to invite people to the banquet which a man had prepared, he tells them: “Go out and bring in everyone”, young and old, healthy and infirm, righteous and sinners. Everyone, everyone, everyone! In the Church there is room for everyone. “Father, but I am a wretch, is there room for me? There is room for everyone! All together now, everyone, repeat with me in your own language: Everyone, everyone, everyone. I can’t hear you: again! Everyone. Everyone. Everyone. That is the Church, the Mother of all. There is room for everyone. The Lord does not point a finger, but opens his arms. It is odd: the Lord does not know how to do this (pointing), but that (opening wide). He embraces us all. He shows us Jesus on the cross, who opened his arms wide in order to be crucified and die for us.

Jesus never closes the door, never, but invites you to enter: come and see. Jesus receives, Jesus welcomes. In these days, each of us transmits the love of Jesus. God loves you. God calls you. How lovely this is! God loves me. God calls me. He wants me to be close to him.

You too, this evening, have asked me questions, a lot of questions. Don’t ever stop asking questions, because that is good; it is better, often, than giving answers, because asking questions is a sign of restlessless, and restlessness is the best remedy for mere routine, for sometimes routine can dull the soul. Each of us has his or her own questions. Let us bring those questions with us and let us share them in dialogue among ourselves. Let us bring them with us when we pray in God’s presence. As life goes on, those questions get answered; we just have to wait for them. Here is something interesting: God loves surprises. He is not a robot; his love is always surprising. He loves to surprise. He always keeps us alert and he keeps us surprised.

Dear young friends, I encourage you to reflect on the beautiful fact that God loves us. God loves us as we are, not how we want to be or how society wants us to be. As we are! He calls us with our faults and failings, our limitations and our hopes in life. That is how God calls us. Trust, because God is a Father and a Father who loves us. This is not very easy. And for this reason we need a great help, the Mother of the Lord. She is our Mother too. She is our Mother.

That is all I wanted to tell you. Don’t be afraid, take heart, move forward, knowing that all of us are “mortgaged” by the love God has for us. God loves us. Let us say it all together: God loves us. Louder, I can’t hear you. Thank you. Good bye.

[01188-EN.02] [Original text: Spanish]

Traduzione in lingua tedesca

Liebe junge Menschen: Boa tarde!

Bem-vindos! Willkommen und danke, dass ihr hier seid, ich freue mich, euch zu sehen! Ich freue mich über den sympathischen Lärm, den ihr macht, und darüber, dass ihr mich mit eurer Freude ansteckt. Es ist schön, zusammen in Lissabon zu sein: Ihr seid von mir hierher eingeladen worden, vom Patriarchen, dem ich für seine Worte danke, von euren Bischöfen, Priestern, Katecheten und Gruppenleitern. Lasst uns all jenen danken, die euch eingeladen haben, und all jenen, die daran gearbeitet haben, dieses Treffen möglich zu machen und ihnen einen großen Applaus spenden! Aber es ist vor allem Jesus, der euch gerufen hat: Lasst uns Jesus mit einem weiteren kräftigen Applaus danken.

Ihr seid nicht zufällig hier. Der Herr hat euch gerufen, nicht nur in diesen Tagen, sondern seit Anbeginn eurer Tage. Er hat uns alle gerufen, vom Beginn des Lebens an. Er hat euch beim Namen gerufen. Wir haben das Wort Gottes gehört, der uns beim Namen gerufen hat. Versucht, euch diese drei Worte in großen Buchstaben geschrieben vorzustellen; und dann stellt euch vor, dass sie in eurem Inneren, in euren Herzen eingeschrieben sind, als ob sie die den Titel eures Lebens bilden, den Sinn dessen, was du bist: Du bist beim Namen gerufen, du, du, du, du, wir alle hier, ich, wir alle sind bei unserem Namen gerufen. Wir wurden nicht automatisch gerufen, sondern beim Namen gerufen. Lasst uns darüber nachdenken: Jesus hat mich bei meinem Namen gerufen. Das sind Worte, die ins Herz eingeschrieben sind, und dann lasst uns daran denken, dass sie in einem jeden von uns eingeschrieben sind, in unseren Herzen, und sie bilden eine Art Titel für dein Leben, die Bedeutung dessen, wer wir sind, die Bedeutung dessen, wer du bist. Du bist bei deinem Namen gerufen worden. Keiner von uns ist zufällig Christ, wir wurden alle bei unserem Namen gerufen. Am Beginn der Lebensgeschichte, noch vor den Talenten, die wir besitzen, noch vor all den Schatten und Wunden, die wir in uns tragen, sind wir gerufen worden. Sind wir gerufen worden. Warum? Weil wir geliebt sind. Wir sind gerufen worden, weil wir geliebt sind. Es ist schön. In Gottes Augen sind wir wertvolle Kinder, die er jeden Tag ruft, um sie zu umarmen, um sie zu ermutigen; um aus jedem von uns ein einzigartiges, originelles Meisterwerk zu machen. Jeder von uns ist einzigartig und ist originell, und die Schönheit von all dem können wir nicht erahnen.

Liebe junge Menschen: Helfen wir uns auf diesem Weltjugendtag gegenseitig, diese Wirklichkeit zu erkennen; mögen diese Tage ein lebendiges Echo von Gottes Liebesruf sein, weil wir in den Augen Gottes wertvoll sind, ungeachtet dessen, was unsere Augen manchmal sehen, manchmal sind unsere Augen getrübt durch Negatives und durch so viele Ablenkungen geblendet. Mögen dies Tage sein, in denen mein Name, dein Name durch Brüder und Schwestern so vieler Sprachen, so vieler Nationen – wir sehen viele Flaggen –, die ihn in Freundschaft aussprechen, als einzigartige Nachricht in der Geschichte erklingt, denn Gottes Herzschlag ist einzigartig für dich. Mögen es Tage sein, in denen wir in unseren Herzen einprägen, dass wir geliebt sind, wie wir sind. Nicht so, wie wir gerne wären, sondern so, wie wir jetzt sind. Und dies ist der Ausgangspunkt des WJT, aber vor allem der Ausgangspunkt des Lebens. Junge Männer und junge Frauen, wir werden geliebt, wie wir sind, ungeschminkt. Versteht ihr das? Und wir werden mit dem Namen eines jeden von uns gerufen.

Das ist keine Redewendung, sondern Wort Gottes (vgl. Jes 43,1; 2 Tim 1,9). Lieber Freund, liebe Freundin, wenn Gott dich beim Namen ruft, bedeutet das, dass für Gott keiner von uns eine Nummer ist. Er ist ein Antlitz, er ist ein Gesicht, er ist ein Herz. Ich möchte, dass alle eine Sache einsehen: Viele kennen heute deinen Namen, aber sie rufen dich nicht beim Namen. Tatsächlich ist dein Name bekannt, er taucht in sozialen Netzwerken auf, er wird von Algorithmen verarbeitet, die mit ihm Geschmäcker und Vorlieben verknüpfen. Bei all dem geht es allerdings nicht um deine Einzigartigkeit, sondern um deine Nützlichkeit für Marktanalysen. Wie viele Wölfe verstecken sich hinter einem Lächeln falscher Güte; sie behaupten, zu wissen, wer du bist, aber sie wollen dir nichts Gutes; sie erwecken den Eindruck, dass sie an dich glauben und versprechen, dass aus dir jemand wird, um dich dann allein zu lassen, sobald du nicht mehr von Interesse bist. Und dies sind die Illusionen des Virtuellen, und wir müssen aufpassen, dass wir uns nicht täuschen lassen, denn viele Wirklichkeiten, die uns heute anziehen und Glück versprechen, entpuppen sich dann als das, was sie sind: vergängliche Dinge, Seifenblasen, überflüssige Dinge, Dinge, die nicht nützen und die im Inneren eine Leere hinterlassen. Ich sage euch eines: Jesus ist nicht so, er ist nicht so; er vertraut auf euch, er vertraut auf jeden Einzelnen von euch, auf jeden Einzelnen von uns, denn für Jesus ist jeder Einzelne von uns wichtig, jeder Einzelne von euch ist wichtig für ihn. Und das ist Jesus.

Und deshalb [sind] wir, seine Kirche, die Gemeinschaft derer, die gerufen sind; wir sind nicht die Gemeinschaft der Besten, nein, wir sind alle Sünder, aber wir sind gerufen, so wie wir sind. Denken wir ein bisschen darüber in unserem Herzen nach: Wir sind gerufen, so wie wir sind, mit den Problemen, die wir haben, mit den Begrenzungen, die wir haben, mit unserer überbordenden Freude, mit unserem Wunsch, besser zu sein, mit unserem Wunsch, zu gewinnen. Wir sind gerufen, wie wir sind. Denkt daran: Jesus ruft mich, wie ich bin, nicht so, wie ich gerne wäre. Wir sind Gemeinschaft von Brüdern und Schwestern Jesu, Söhne und Töchter desselben Vaters.

Liebe Freunde, ich möchte klar zu euch sein, die ihr allergisch auf Unwahrheiten und leere Worte seid: In der Kirche gibt es Platz für alle. Für alle. In der Kirche ist niemand überflüssig. Keiner ist überflüssig. Es ist Platz für alle. So wie wir sind. Alle. Und Jesus macht das deutlich. Als er die Apostel aussendet, um zum Festmahl jenes Mannes einzuladen, der es vorbereitet hatte, sagt er: „Geht und bringt alle mit, Junge und Alte, Gesunde, Kranke, Gerechte und Sünder. Alle, alle, alle!“ In der Kirche gibt es Platz für alle. „Vater, aber ich bin ein Unglücklicher, ich bin eine Unglückliche, ist da Platz für mich?“ Da ist Platz für alle! Alle zusammen, jeder in seiner eigenen Sprache, sprecht mir nach: Alle, alle, alle! Man kann es nicht hören, noch einmal! Alle, alle, alle! Und das ist die Kirche, die Mutter von allen. Da ist Platz für alle. Der Herr zeigt nicht mit seinem Finger, sondern öffnet seine Arme. Das ist schon merkwürdig: Der Herr kann dies nicht tun [zeigt mit seinem Finger], aber er kann dies tun [macht die Geste der Umarmung]. Er umarmt uns alle. Er zeigt uns Jesus am Kreuz, der seine Arme so weit geöffnet hat, um gekreuzigt zu werden und für uns zu sterben. Jesus verschließt niemals die Tür, niemals, sondern lädt dich ein einzutreten; „komm und sieh“. Jesus empfängt, Jesus heißt willkommen. In diesen Tagen möge ein jeder von uns die Sprache der Liebe Jesu weitergeben: „Gott liebt dich, Gott ruft dich“. Wie schön dies ist! Gott liebt mich, Gott ruft mich. Er will, dass ich ihm nahe bin.

Ihr habt mir heute Abend auch Fragen gestellt, viele Fragen. Werdet nie müde zu fragen. Werdet nicht müde zu fragen. Fragen zu stellen ist richtig, ja oft sogar besser als Antworten zu geben, denn wer fragt, bleibt „unruhig“ und die Unruhe ist das beste Mittel gegen die Gewohnheit, manchmal eine Art von Normalität, die die Seele betäubt. Jeder von uns hat seine Fragen in sich. Lasst uns diese Fragen mit uns tragen und bringen wir sie in unseren Dialog miteinander ein. Lasst sie uns mit uns tragen, wenn wir vor Gott beten. Diese Fragen, die im Laufe des Lebens zu Antworten werden, auf die wir nur noch warten müssen. Und etwas sehr Interessantes: Gott liebt überraschend. Er ist nicht programmiert. Gottes Liebe ist eine Überraschung. Sie ist eine Überraschung. Sie überrascht immer. Sie hält uns immer wachsam und überrascht uns.

Liebe jungen Männer und junge Frauen, ich lade euch ein, über diese schöne Sache nachzudenken: dass Gott uns liebt. Gott liebt uns, wie wir sind, nicht wie wir gerne wären oder wie die Gesellschaft uns gerne hätte. So wie wir sind! Er ruft uns mit den Mängeln, die wir haben, mit den Begrenzungen, die wir haben, und mit den Wünschen, die wir haben, um im Leben voranzukommen. Gott ruft uns so. Habt Vertrauen, denn Gott ist ein Vater und ein Vater, der uns gern hat und ein Vater, der uns liebt. Das ist nicht ganz einfach. Und deshalb haben wir eine große Hilfe, die Mutter des Herrn. Sie ist auch unsere Mutter, sie ist unsere Mutter.

Das war alles, was ich euch sagen wollte: Habt keine Angst, seid mutig, geht vorwärts und wisst, dass wir durch die Liebe Gottes zu uns beschützt sind. Gott liebt uns. Lasst es uns alle gemeinsam sagen: Gott liebt uns. Lauter, ich kann nichts hören. Hier kann man es nicht hören. Danke. Adieu.

[01188-DE.02] [Originalsprache: Spanisch]

Traduzione in lingua polacca

Drodzy młodzi, dobry wieczór!

 

Witajcie! Witajcie i dziękuję, że tu jesteście. Cieszę się, że was widzę! Cieszy mnie wasza sympatyczna wrzawa i to, że mnie zarażacie waszą radością! Wspaniale jest być razem w Lizbonie - zostaliście wezwani tutaj przeze mnie, przez patriarchę, któremu dziękuję za wypowiedziane słowa, przez waszych biskupów, kapłanów, katechetów i animatorów. Podziękujmy wszystkim, którzy was zwołali, i tym wszystkim, którzy pracowali, aby to spotkanie było możliwe, a uczyńmy to gromkim aplauzem! Ale przede wszystkim wezwał was Jezus. Podziękujmy Jezusowi także gromkimi brawami!

Nie jesteście tu przypadkowo. Wezwał was Pan, nie tylko w tych dniach, ale od początku waszych dni. Wszystkich nas powołał od początku naszego życia. Tak, wezwał was po imieniu - usłyszeliśmy w Słowie Bożym, że nas wezwał po imieniu. Spróbujcie sobie wyobrazić te trzy słowa napisane dużymi literami; potem pomyślcie, że są zapisane w każdym z was, w waszych sercach, stanowią jakby tytuł waszego życia, sens tego, kim jesteś - jesteś wezwany po imieniu. Ty, ty i ty, my wszyscy, którzy tu jesteśmy, ja, wszyscy zostaliśmy wezwani po imieniu. Nie zostaliśmy powołani automatycznie, zostaliśmy wezwani po imieniu. Zastanówmy się nad tym: Jezus wezwał mnie po imieniu. Są to słowa zapisane w sercu. A także pomyślmy, że są one zapisane w każdym z nas, w naszych sercach, i tworzą swego rodzaju tytuł twojego życia, sens tego, kim jesteśmy, sens tego, kim jesteście - zostałeś powołany po imieniu, zostałeś wezwany po imieniu, zostałeś wezwany po imieniu! Nikt z nas nie jest chrześcijaninem przez przypadek - wszyscy zostaliśmy wezwani po imieniu. Na początku historii życia zostaliśmy powołani, jeszcze przed talentami, jakie posiadamy, cieniami i ranami, jakie w sobie nosimy. Dlaczego zostaliśmy powołani? Ponieważ jesteśmy miłowani. Zostaliśmy powołani, bo jesteśmy miłowani. To piękne! W oczach Boga jesteśmy cennymi dziećmi, które On wzywa każdego dnia, by wziąć w ramiona i dodawać otuchy; aby uczynić z każdego z nas wyjątkowe i oryginalne arcydzieło. Każdy z nas jest wyjątkowy, jest oryginalny, a piękna tego wszystkiego nie potrafimy dostrzec.

Umiłowani młodzi, podczas tych Światowych Dni Młodzieży pomagajmy sobie nawzajem rozpoznać tę rzeczywistość - niech te dni będą żywym echem tego Bożego powołania do miłości, ponieważ jesteśmy cenni w oczach Boga, niezależnie od tego, co czasami widzą nasze oczy. Niekiedy nasze oczy są przysłonięte przez to, co negatywne, i oślepione przez liczne rozrywki. Niech będą to dni, w których moje imię, twoje imię, twoje imię za pośrednictwem braci i sióstr mówiących różnymi językami i z wielu narodów – widzimy bardzo wiele flag! – którzy je przyjaźnie wypowiadają, rozbrzmiewa jako wyjątkowa wiadomość w historii, ponieważ wyjątkowe jest bicie serca Boga dla ciebie. Niech będą to dni, w których utrwalimy w sercach, że jesteśmy miłowani tacy, jacy jesteśmy, a nie tacy, jacy chcielibyśmy być – tacy, jacy teraz jesteśmy. To jest punkt wyjścia Światowych Dni Młodzieży, ale przede wszystkim punkt wyjścia życia. Chłopcy i dziewczęta, jesteśmy miłowani tacy, jacy jesteśmy, bez makijażu”! Czy to zrozumieliście?

Jesteśmy wezwani po imieniu, każdy z nas. Nie jest to przenośnia, lecz Słowo Boże (por. Iz 43, 1; 2 Tm 1, 9). Przyjacielu, przyjaciółko, jeśli Bóg wzywa cię po imieniu, oznacza to, że dla Boga nikt z nas nie jest numerem. Jest obliczem, jest twarzą, jest sercem. Chciałbym, aby każdy z was zwrócił uwagę na jedną rzecz - dzisiaj wielu zna twoje imię, ale nie wzywa cię po imieniu. Twoje imię istotnie jest znane, pojawia się w sieciach społecznościowych, jest przetwarzane przez algorytmy, które kojarzą z nim upodobania i preferencje. Wszystko to jednak nie odwołuje się do twojej wyjątkowości, lecz do twojej przydatności do sondaży rynkowych. Ileż wilków kryje się za uśmiechami fałszywej dobroci, twierdząc, że wiedzą, kim jesteś, ale cię nie kochają; sugerują, że w ciebie wierzą, i obiecują, że staniesz się kimś, a potem zostawiają cię samego, gdy już ich nie interesujesz. Są to złudzenia świata wirtualnego, i musimy uważać, żeby nie dać się zwieść, ponieważ bardzo wiele rzeczy, które nas dzisiaj pociągają i obiecują szczęście, okazuje się potem tym, czym są w istocie: rzeczami próżnymi, bańkami mydlanymi, rzeczami zbędnymi, rzeczami niepotrzebnymi i pozostawiającymi w nas pustkę. Powiem wam jedno: Jezus nie jest taki, nie jest taki! On ci ufa, ufa każdemu z was, każdemu z nas, ponieważ dla Jezusa każdy z nas jest ważny, każdy z was jest ważny. Taki jest Jezus.

Zatem my, Jego Kościół, jesteśmy wspólnotą tych, którzy zostali powołani; nie jesteśmy wspólnotą najlepszych – nie, wszyscy jesteśmy grzesznikami – ale zostaliśmy powołani, tacy, jacy jesteśmy. Zastanówmy się nad tym chwilę w naszym sercu - jesteśmy powołani tacy, jacy jesteśmy, z naszymi problemami, z naszymi ograniczeniami, z naszą porywającą radością, z naszym pragnieniem bycia lepszymi, z naszym pragnieniem zwycięstwa. Jesteśmy powołani tacy, jacy jesteśmy. Pomyślcie o tym. Jezus powołuje mnie takiego, jaki jestem, a nie takiego, jaki chciałbym być. Jesteśmy wspólnotą braci i sióstr Jezusa, synami i córkami tego samego Ojca.

Przyjaciele, chciałbym wam, którzy jesteście uczuleni na kłamstwa i puste słowa, powiedzieć jasno: w Kościele jest miejsce dla wszystkich, dla wszystkich! Nikt nie jest bezużyteczny, nikt nie jest zbędny, dla wszystkich jest miejsce. Takich, jacy jesteśmy, wszystkich. A Jezus mówi to wyraźnie, kiedy posyła apostołów, aby zaprosili na ucztę do owego człowieka, który ją przygotował. Mówi: „Idźcie i przyprowadźcie wszystkich, młodych i starych, zdrowych i chorych, sprawiedliwych i grzeszników: wszystkich, wszystkich, wszystkich”. W Kościele jest miejsce dla wszystkich. „Ojcze, ale ja jestem nędznikiem..., jestem podła, czy jest dla mnie miejsce?”. Jest miejsce dla wszystkich! Wszyscy razem, każdy w swoim języku, powtórzcie ze mną: „Wszyscy, wszyscy, wszyscy!”. [powtarzają]. Nie słychać, jeszcze raz! „Wszyscy, wszyscy, wszyscy!”. I to jest Kościół, Matka wszystkich. Tu jest miejsce dla wszystkich. Pan nie wytyka palcem, ale otwiera ramiona. To skłania nas do pomyślenia: Pan nie umie tego robić [wytykać palcem], ale umie robić to [obejmować], bierze w ramiona nas wszystkich. Pokazuje nam to Jezus na krzyżu, który rozpostarł swe ramiona tak bardzo, że został ukrzyżowany i umarł za nas. Jezus nigdy nie zamyka drzwi, nigdy, ale zaprasza cię, abyś wszedł: „wejdź i zobacz”. Jezus cię przyjmuje, Jezus akceptuje. W tych dniach niech każdy z nas przekazuje język miłości Jezusa: „Bóg cię miłuje, Bóg cię wzywa”. Jakie to piękne! Bóg mnie kocha, Bóg mnie wzywa, On chce, abym był blisko Niego.

Tego wieczoru zadawaliście mi także pytania, wiele pytań. Nie ustawajcie nigdy w zadawaniu pytań! Słuszne jest stawianie pytań, często nawet lepsze niż udzielanie odpowiedzi, ponieważ ci, którzy pytają, są „niespokojni”, a niepokój jest najlepszym lekarstwem na przyzwyczajenie, na tę bezbarwną normalność, która znieczula duszę. Każdy z nas nosi w sobie własne niepokoje. Weźmy z sobą te niepokoje i wnośmy je w dialog między sobą nawzajem, nieśmy je z sobą, gdy modlimy się przed Bogiem. Te pytania, które z upływem życia stają się odpowiedziami, musimy tylko na nie poczekać. Jest jedna rzecz bardzo interesująca: Bóg kocha, zaskakując, to nie jest zaplanowane. Boża miłość jest niespodzianką. Zawsze zaskakuje, zawsze podtrzymuje czujność i zaskakuje.

Drodzy chłopcy i dziewczęta, zachęcam was do zastanowienia się nad tą bardzo piękną sprawą - że Bóg nas miłuje, Bóg kocha nas takich, jacy jesteśmy, a nie takich, jacy chcielibyśmy być lub jakimi chciałoby nas widzieć społeczeństwo – takich, jacy jesteśmy. Kocha nas z naszymi wadami, z naszymi ograniczeniami i z naszym pragnieniem, by iść naprzód w życiu. W ten sposób Bóg nas powołuje. Ufajcie, ponieważ Bóg jest Ojcem, i jest Ojcem, który nas miłuje, Ojcem, który nas kocha. Nie jest to zbyt łatwe, i dlatego mamy wielką pomoc w Matce Pana, która jest również naszą Matką. Ona jest naszą Matką. Tylko to chciałem wam powiedzieć. Nie lękajcie się, miejcie odwagę, idźcie naprzód, wiedząc, że chroni nas Boża miłość. Bóg nas miłuje. Powiedzmy to razem, wszyscy: „Bóg nas miłuje”. Głośniej, nie słyszę! [powtarzają] Tutaj nie słychać... [powtarzają]. Dziękuję!

[01188-PL.02] [Testo originale: Spagnolo]

Traduzione in lingua araba

الزيارة الرّسوليّة إلى البرتغال

في مناسبة اليوم العالمي للشّبيبة

كلمة قداسة البابا فرنسيس

في مراسم التّرحيب في ”حديقة إدواردو السّابع“

الخميس 3 آب/أغسطس 2023

أيّها الشّباب، مساء الخير!

أهلًا وسهلًا بكم وشكرًا لوجودكم هنا. أنا سعيد برؤيتكم! وأيضًا سعيد لأصغي إلى ضجيجكم اللطّيف الذي تحدثونه، وسعيد بأن أشعر بفرحكم المعدِيّ. حسَنٌ أن نكون معًا في لشبونة: لقد دُعيتم إلى هنا، أنا دعوتكم، والبطريرك، الذي أشكره على كلماته، والأساقفة، والكهنة، ومعلّمو التّعليم المسيحيّ، والمنّشطون الرَّعَوِيُّون. أشكر كلّ الذين دعوكم وكلّ الذين عملوا ليجعلوا هذا اللقاء ممكنًا، ولنشكرهم ولنصفّق لهم تصفيقًا حارًا! ولكن قبل كلّ شيء، يسوع هو الذي دعاكم: فلنشكر يسوع ولنصفّق له أيضًا تصفيقًا حارًّا!

أنتم لستم هنا بالصّدفة. لقد دعاكم الرّبّ يسوع ليس في هذه الأيام فقط، بل منذ بداية أيامكم. دعانا كلّنا منذ بداية أيّامنا. نَعم، هو دعاكم باسمكم: سمعنا من خلال كلمة الله أنّه دعانا باسمنا. حاولوا أن تتخيّلوا هاتَين الكلمتَين المكتوبتَين بأحرف كبيرة. ثمّ فكّروا أنّها مكتوبة في داخل كلّ واحدٍ منكم، في قلوبكم، وهي عنوان حياتكم، ومعنى ما أنت: أنت مدعوٌ بِاسمِكَ، أنت، وأنت، وأنت، وجميعنا هنا، وأنا، كلّنا مدعوّون بأسمائنا. لم نُدع بشكلٍ تلقائيّ، بل دعينا بأسمائنا. لنفكّر في هذا الأمر: يسوع يدعوني باسمي. إنّها كلمات مكتوبة في القلب. ثمّ لنفكّر أنّها كلمات مكتوبة داخل كلّ واحدٍ منّا، وفي قلوبنا، وتشكّل نوعًا من عنوان لحياتك، ومعنى ما نحن، ومعنى ما أنتم: أنت مدعوٌ بِاسمِكَ، وأنت مدعوٌ بِاسمِكَ، وأنت مدعوٌ بِاسمِكَ! لا أحد منّا مسيحيّ بالصّدفة: كلّنا دُعينا بأسمائنا. في بداية نسيج الحياة، وقبل المواهب التي نتحلّى بها، وقبل الظّلال والجراح التي نحملها في داخلنا، نحن مدعوّون، لماذا؟ دعانا الله لأنّه أحبّنا. هذا جميل. في عينَيّ الله نحن أبناء عزيزون، يدعونا كلّ يوم ليعانقنا ويشجّعنا، وليجعل كلّ واحد منّا تحفة فريدة وأصليّة، وكلّ هذا الجمال لا نقدر أن نراه.

أيّها الشّباب الأعزّاء، في اليوم العالمي للشّبيبة هذا، لنساعد بعضنا البعض لنتعرّف على هذه الحقيقة: لِتَكُنْ هذه الأيام أصداء مدَوِّية لنداء حبّ الله لنا، لأنّنا عزيزون في عينيه، بالرّغم ممَّا تراه عيوننا أحيانًا، التي تلقي السّلبيةُ عليها ظلالها، وتبهرها المُلهِيات الكثيرة. ليكن اسمي، واسمك، واسمك في هذه الأيام، التي فيها يلفظه، بصداقة ومودة، إخوة وأخوات من لغات وشعوب عديدة – نرى أعلام بلدانٍ كثيرة -، وليتردّد مثل خبر فريد من نوعه في التّاريخ، لأنّ خفقان قلب الله لك فريد. لتكن أيامًا نثبِّت فيها في قلوبنا أنّ الله يُحِبُّنا كما نحن، لا كما نرغب أن نكون، بل كما نحن الآن. هذه هي نقطة الانطلاق لليوم العالمي للشّبيبة، ولكن أيضًا وخصّوصًا للحياة. أيّها الشّباب: نحن محبوبون كما نحن، وبدون تنكّر! هل فهمتم هذا؟

دعاكم باسمكم، كلّ واحدٍ منكم. هذا ليس كلامًا عامًّا، بل هو كلام الله (راجع أشعيا 43، 1؛ 2طيموتاوس 1، 9). أيّها الصّديق، أيّتها الصّديقة، إن دعاك الله باسمِك فهذا يعني أنّه بالنّسبة لله لا أحد منّا رقمًا، بل وجه، وقلب. أودّ أن يُلاحظ كلّ واحدٍ منكم شيئًا واحدًا: كثيرون اليوم يعرفون اسمك، لكن لا ينادونك باسمك. في الواقع، اسمك معروف، ويظهر على الشّبكات الاجتماعيّة، وتربطه الخوارزميات بالأذواق والأفضليّات. ومع ذلك، كلّ هذا لا يخاطبك في فرادتك، بل يهتمّ الناس لما فيك من فائدة في أبحاث السّوق. كم من الذئاب يختبئون وراء ابتسامات طَيِّبَةٍ مزيّفة، ويقولون إنّهم يعرفون من أنت ولكنّهم لا يحبّونك، ويلمّحون إلى أنّهم يثقون بك، ويعدونك بأنّك ستصبح شخصًا مهمًّا، ثمّ يتركونك وحدك عندما لا تبقى لهم مصلحة فيك. هذه أوهام العالم الافتراضيّ ويجب أن نكون متنبّهين حتى لا نترك أنفسنا تنخدع، لأنّ الأمور الكثيرة اليوم التي تجذبنا وتعِدنا بالسّعادة تظهر فيما بعد على حقيقتها: أمور باطلة، وأشياء تافهة، ولا فائدة منها، تترك في نفسنا فراغًا. سأقول لكم أمرًا: يسوع ليس كذلك: إنّه يثق بك، وبكلّ واحدٍ منكم، وبكلّ واحدٍ منّا، لأنّه بالنسبة له كلّ واحدٍ منّا مهمّ، وكلّ واحدٍ منكم مهمّ. هذا هو يسوع.

لذلك نحن، كنيسته، جماعة المدعوّين: لسنا أفضل من غيرنا، لا، كلّنا خطأة ولكنّنا مدعوّون كما نحن. لنفكّر قليلاً في هذا الأمر، في قلوبنا: نحن مدعوّون كما نحن، بالمشاكل التي نواجهها، وبالقيود التي لدينا، وبفرحنا الغامر، وبرغبتنا في أن نكون أفضل، وبرغبتنا في أن نفوز. نحن مدعوّون كما نحن. فكّروا في هذا الأمر. يسوع يدعوني كما أنا، لا كما أحبّ أن أكون. نحن جماعة إخوة وأخوات ليسوع، وأبناء وبنات للأب الواحد.

أيّها الأصدقاء، أودّ أن أكون واضحًا معكم، أنتم الذين تكرهون الكذب والكلام الفارغ: في الكنيسة مكان للجميع، للجميع! لا أحد عديم الفائدة، ولا أحد تافه، بل يوجد مكان للجميع. هكذا كما نحن، كلّنا. وهذا الأمر قاله يسوع بوضوح عندما أرسل الرّسل ليدعو إلى وليمة ذلك الرّجل التي أعدّها، قال: ”اذهبوا وأحضروا الجميع، الشّباب وكبار السّن، والأصحّاء والمرضى، والصّالحين والخطأة: الجميع، الجميع، الجميع“. في الكنيسة مكان للجميع. قد يقول قائلٌ: ”يا أبتِ، لكن أنا بائس، وأنا بائسة، هل يوجد مكان لِي؟“. هناك مكان للجميع! كلّنا معًا، وكلّ واحدٍ بِلُغَتِهِ، لِيُكَرِّر معي: ”الجميع، الجميع، الجميع“. هذه هي الكنيسة، أُمُّ الجميع. يوجد مكان للجميع. الرّبّ يسوع لا يوجّه إصبع الاتّهام، بل يفتح ذراعَيه. وهذا الأمر يجعلنا نفكّر: الرّبّ يسوع لا يعرف أن يصنع هذا الأمر [أن يوجّه الاتّهام]، بل يعرف أن يصنع هذا الأمر [أن يقبل ويستقبل]، وهو يقبلنا ويستقبلنا كلّنا. يسوع يبيّن لنا هذا على الصّليب، عندما فتح ذراعَيه لكي يُصلب ويموت من أجلنا. يسوع لا يغلق الباب أبدًا، بل يدعوك إلى الدّخول: ”ادخل وانظر“. يسوع يستقبلك، ويرحّب بك. في هذه الأيام، ليُرسل كلّ واحدٍ منّا إلى الآخر لُغة محبّة يسوع: ”الله يحبّك، الله يدعوك“. كَم جميلٌ هذا الأمر! الله يحبّني، الله يدعوني، ويُريدني أن أكون قريبًا منه.

أنتم أيضًا طرحتم عليّ هذا المساء أسئلة، أسئلة كثيرة. لا تتعبوا أبدًا من طرح الأسئلة! إنّ طرح الأسئلة أمرٌ صحيح، بل إنّه غالبًا أفضل من إعطاء الإجابات، لأنّ من يسأل يبقى ”قلقًا“، والقلق هو أفضل علاج للعادة، لتلك الحالة الطّبيعيّة الثابتة التي تخدّر النّفس. كلّ واحدٍ منّا عنده قلقه الخاصّ في داخله. لنحمل معنا هذا القلق، ولنحمله في حوارنا بعضنا مع بعض، ولنحمله معنا عندما نصلّي أمام الله. هذه الأسئلة ستصبح إجابات مع الحياة، ولكن علينا فقط أن ننتظرها. هناك أمرٌ مهمّ جدًّا: الله يحبّ بشكلٍ مُفاجئ، لا بشكلٍ مُبَرمَج. محبّة الله مُفاجَأة. هو يُفاجئنا دائمًا، ويُبقينا دائمًا مُستيقظين ويُفاجئنا.

أيّها الشّباب والشّابات الأعزّاء، أدعوكم إلى أن تفكّروا في هذا الأمر الجميل جدًّا: أنّ الله يحبّنا، الله يحبّنا كما نحن، لا كما نودّ أن نكون أو كما يودّ المجتمع أن نكون: بل كما نحن. هو يحبّنا بعيوبنا، وبالقيود التي تقيّدنا وبرغبتنا في أن نمضي قدمًا في الحياة. الله يدعونا هكذا. ثِقُوا لأنّ الله أبٌ، وهو أبٌ يحبّنا، وأبٌ يرد لنا الخير. هذا الأمر ليس سهلاً كثيرًا، لذلك عندنا عون كبير من والدة الرّبّ يسوع، التي هي أيضًا أُمّنا. هي أُمّنا. هذا فقط ما أردتُ أن أقوله لكم. لا تخافوا، وتشجّعوا، وسيروا إلى الأمام، واعلموا أنّ محبّة الله تحمينا. الله يحبّنا. لِنَقُل ذلك كلّنا معًا: ”الله يحبّنا“. بصوتٍ أعلى، لأنّني لا أسمع! ”الله يحبّنا“. لا يمكننا أن نسمع هنا… ”الله يحبنا“. شكرًا!

[01188-AR.02] [Testo originale: Spagnolo]

 

[B0545-XX.02]