Discorso del Santo Padre
Traduzione in lingua inglese
Questa mattina il Santo Padre Francesco ha ricevuto in Udienza i partecipanti al Workshop sul tema “Education: the global compact”, organizzato dalla Pontificia Accademia delle Scienze Sociali, che ha luogo il 6 e 7 febbraio presso la Casina Pio IV.
Pubblichiamo di seguito il discorso che il Papa ha rivolto ai presenti all’Udienza:
Discorso del Santo Padre
Queridos amigos:
Me es grato saludarlos con ocasión del Seminario promovido por la Pontificia Academia de Ciencias Sociales sobre “Educación: el Pacto Mundial”. Me alegra que reflexionen sobre este tema, porque hoy es necesario unir esfuerzos para alcanzar una alianza educativa amplia con vistas a formar personas maduras, capaces de reconstruir, reconstruir el tejido relacional y crear una humanidad más fraterna (cf. Discurso al Cuerpo Diplomático, 9 enero 2020).
La educación integral y de calidad, y los patrones de graduación siguen siendo un desafío mundial. A pesar de los objetivos y metas formulados por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y otros organismos (cf. Objetivo 4), y de los importantes esfuerzos realizados por algunos países, la educación sigue siendo desigual entre la población mundial. La pobreza, la discriminación, el cambio climático, la globalización de la indiferencia, las cosificaciones del ser humano marchitan el florecimiento de millones de criaturas. De hecho, representan para muchos un muro casi infranqueable que impide lograr los objetivos y las metas de desarrollo sostenible y garantizado que se han propuesto los pueblos.
La educación básica hoy es un ideal normativo en el mundo entero. Los datos empíricos que ustedes, señores académicos, comparten, indican que se ha progresado en la participación de los niños y niñas en la educación. La matriculación de los jóvenes en la educación primaria es hoy casi universal y se evidencia que la brecha de género se ha reducido. Este es un logro loable. Sin embargo, cada generación debería reconsiderar cómo transmitir sus saberes y sus valores a la siguiente, ya que es a través de la educación que el ser humano alcanza su máximo potencial y se convierte en un ser consciente, libre y responsable. Pensar en la educación es pensar en las generaciones futuras y en el futuro de la humanidad; por lo tanto, es algo que está profundamente arraigado en la esperanza y requiere generosidad y valentía.
Educar no es solamente trasmitir conceptos, esta sería una herencia de la ilustración que hay que superar, o sea no sólo transmitir conceptos, sino que es una labor que exige que todos los responsables de la misma —familia, escuela e instituciones sociales, culturales, religiosas…— se impliquen en ella de forma solidaria. En este sentido, en algunos países se habla de que está roto el pacto educativo porque falta esta concurrencia social en la educación. Para educar hay que buscar integrar el lenguaje de la cabeza con el lenguaje del corazón y el lenguaje de las manos. Que un educando piense lo que siente y lo que hace, sienta lo que piensa y lo que hace, haga lo que siente y lo que piensa. Integración total. Al fomentar el aprendizaje de la cabeza, del corazón y de las manos, la educación intelectual y socioemocional, la transmisión de los valores y las virtudes individuales y sociales, la enseñanza de una ciudadanía comprometida y solidaria con la justicia, y al impartir las habilidades y el conocimiento que forman a los jóvenes para el mundo del trabajo y la sociedad, las familias, las escuelas y las instituciones se convierten en vehículos esenciales para el empoderamiento de la próxima generación. Entonces sí, se habla ya de un pacto educativo roto. El pacto es este.
Hoy está en crisis, está roto lo que he llamado el “pacto educativo”; el pacto educativo que se da entre la familia, la escuela, la patria y el mundo, la cultura y las culturas. Está roto, y muy roto; y no se puede pegar o recomponer. No se puede zurcir, sino a través de un renovado esfuerzo de generosidad y acuerdo universal. El pacto educativo roto significa que sea la sociedad, sea la familia, sean las distintas instituciones que están llamadas a educar delegan la decisiva tarea educacional a otros, evadiendo así la responsabilidad las diversas instituciones básicas y los mismos estados que hayan claudicado de este pacto educativo.
Hoy estamos llamados, de alguna manera, a renovar y reintegrar el esfuerzo de todos —personas e instituciones— por la educación, para rehacer un nuevo pacto educativo, porque solamente así podrá cambiar la educación. Y, para eso, hay que integrar los saberes, la cultura, el deporte, la ciencia, el esparcimiento y la recreación; para esto, hay que tender puentes de conexión, saltar; me permiten la palabra: saltar el “chiquitaje”, que nos encierra en nuestro pequeño mundo, y salir al mar abierto global respetando todas las tradiciones. Las nuevas generaciones deben comprender con claridad su propia tradición y cultura. Eso no se negocia, es innegociable, en relación con las demás, de modo que desarrollen la propia auto-comprensión afrontando y asumiendo la diversidad y los cambios culturales. Se podrá así promover una cultura del diálogo, una cultura del encuentro y de una mutua comprensión, de modo pacífico, respetuoso y tolerante. Una educación que capacita para identificar y fomentar los verdaderos valores humanos dentro de una perspectiva intercultural e interreligiosa.
La familia necesita ser valorada en el nuevo pacto educativo, puesto que su responsabilidad ya comienza en el vientre materno, en el momento del nacimiento. Pero las madres, los padres —los abuelos— y la familia en su conjunto, en su rol educativo primario, necesitan ayuda para comprender, en el nuevo contexto global, la importancia de esta temprana etapa de la vida, y estar preparados para actuar en consecuencia. Una de las formas fundamentales de mejorar la calidad de la educación a nivel escolar es conseguir una mayor participación de las familias y las comunidades locales en los proyectos educativos. Y estas son parte de esa educación integral, puntual y universal.
Deseo, en este momento, rendir también homenaje a los docentes —los siempre mal pagados—, porque ante el desafío de la educación siguen adelante con valentía y tesón. Ellos son “artesanos” de las futuras generaciones. Con su saber, paciencia y dedicación van transmitiendo un modo de ser que se transforma en riqueza, no material, sino inmaterial, se va creando al hombre y mujer del mañana. Esto es una gran responsabilidad. Por lo tanto, en el nuevo pacto educativo, la función de los docentes, como agentes de la educación, debe reconocerse y respaldarse con todos los medios posibles. Si nuestro objetivo es brindar a cada individuo y a cada comunidad el nivel de conocimientos necesario para tener su propia autonomía y ser capaces de cooperar con los demás, es importante apuntar a la formación de los educadores con los más altos estándares cualitativos, en todos los niveles académicos. Para respaldar y promover este proceso, es necesario que tengan a disposición los recursos nacionales, internacionales y privados adecuados de manera que, en todo el mundo, puedan cumplir sus tareas de manera efectiva.
En este Seminario sobre “Educación: El Pacto Mundial”, ustedes, académicos de varias de las universidades más respetadas del mundo, han identificado nuevas palancas para hacer que la educación sea más humana y equitativa, más satisfactoria, y más relevante para las necesidades dispares de las economías y sociedades del siglo XXI. Ustedes han examinado, entre otras cosas, la nueva ciencia de la mente, el cerebro y la educación, la promesa de la tecnología de llegar a niños que actualmente no tienen oportunidades de aprendizaje, y el tema importantísimo de la educación de jóvenes refugiados e inmigrantes alrededor del mundo. Ustedes han abordado los efectos de la creciente desigualdad y el cambio climático en la educación, así como las herramientas para revertir los efectos de ambos y afianzar las bases para una sociedad más humana, más sana, más equitativa y feliz.
Y hablé de los tres lenguajes: de la mente, del corazón, de las manos. Y hablando de las raíces, de los valores, podemos hablar de verdad, de bondad, de creatividad, pero no quiero terminar estas palabras sin hablar de la belleza. No se puede educar sin inducir a la belleza, sin inducir del corazón la belleza. Forzando un poco el discurso, me atrevería a decir, que una educación no es exitosa si no sabe crear poetas. El camino de la belleza es un desafío que se debe abordar.
Los animo en esta tarea tan importante y apasionante que tienen: colaborar en la educación de las futuras generaciones. No es algo del mañana, sino del hoy. Adelante, que Dios los bendiga. Rezo por ustedes y ustedes háganlo por mí. Muchas gracias.
[00174-ES.02] [Texto original: Español]
Traduzione in lingua inglese
Dear Friends,
I offer you a warm greeting on the occasion of this Seminar promoted by the Pontifical Academy of Social Sciences on “Education: The Global Compact”. I am pleased that you are reflecting on this theme, since today there is a need to join forces in order to achieve a broad educational covenant aimed at forming mature persons capable of mending, mending the fabric of human relationships and creating a more fraternal world (cf. Address to the Diplomatic Corps, 9 January 2020).
An integrated and quality education, and the standards set for graduation, continue to represent a global challenge. Despite the objectives formulated by the United Nations Organization and other bodies (cf. Goal 4), and the important efforts made by some countries, equality of education has not yet been achieved in our world. Poverty, discrimination, climate change, the globalization of indifference and the exploitation of human beings all prevent the flourishing of millions of children. Indeed, for many, these are an almost insurmountable wall preventing the attainment of the goals of sustainable and guaranteed development proposed by the world’s peoples.
Basic education today is a normative ideal throughout the world. The empirical data in your possession show that much progress has been made in giving boys and girls access to schooling. Today, the enrolment of young people in primary education is almost universal and it is clear that the gender gap has been narrowed. This is a praiseworthy achievement. Nonetheless, each generation needs to consider how best to hand on its knowledge and its values to the next, since it is through education that men and women attain their maximum potential and become conscious, free and responsible. Concern for education is concern for future generations and for the future of humanity. It is a concern profoundly rooted in hope and it calls for generosity and courage.
Education is not merely about transmitting concepts; that would be a legacy of the learning that has to be overcome, that is, it is not only the transmission of concepts. Education is an enterprise that demands cooperation on the part of all involved – the family, the school and social, cultural and religious institutions. In this sense, in some countries it is said that the educational compact is broken because this social participation in education is lacking. In order to educate, one has to be able to combine the language of the head with the language of the heart and the language of the hands. In this way, the student can think what he or she feels and does, can feel what he or she thinks and does, and can do what he or she feels and thinks. A total integration. By encouraging this training of the head, the heart and the hands, intellectual and socio-emotional education, the transmission of individual and societal values and virtues, the teaching of a committed citizenship concerned for justice, and by imparting the abilities and knowledge that can prepare young people for the world of work and society, families, schools and institutions become essential vehicles for the empowerment of future generations. This is the compact. We can speak already, though, of a broken educational compact.
Today what I have called the “educational compact” between families, schools, nations and the world, culture and cultures, is in crisis, and indeed in a state of breakdown. That breakdown is serious, and it can only be fixed through a renewed universal effort of generosity and cooperation. This breakdown in the educational compact means that society, the family and the different institutions called to educate, have all delegated the decisive task of education to others. In this way, the various basic institutions and the states themselves have evaded their responsibilities and faltered in this educational compact.
Today we are called in some way to renew and consolidate the dedication of all – individuals and institutions – in favour of education, in order to forge a new educational compact, because only thus will education be able to change. To achieve this, there has to be an integration of disciplines, culture, sports, science, relaxation and recreation; for this reason, bridges have to be built to “jump over” (if you allow me that word) the forms of enclosure that trap us in our little world and to launch into the global open seas in respect for all traditions. Future generations must have a clear understanding of their own tradition and culture – this is non-negotiable – in relation to other traditions, in such a way that they can develop their own self-understanding by encountering and appropriating cultural diversity and change. This will enable the promotion of a culture of dialogue, a culture of encounter and mutual understanding, in a spirit of serenity and tolerance. An education that enables young people to identify and foster true human values from an intercultural and interreligious perspective.
The family needs to be given its proper place in the new educational compact, since its responsibility already begins in the maternal womb and at birth. Yet mothers, fathers, grandparents, and the family as a whole, in their primary educational role, need to be helped to understand, in the new global context, the importance of this early stage of life and be prepared to act accordingly. One of the fundamental ways to improve the quality of education on the scholastic level is to achieve greater participation of families and local communities in educational projects. This is essential to an integral, focused and universal education.
On this occasion, I wish also to pay homage to teachers – who are always underpaid – so that, faced with the challenge of education, they will persevere with courage and tenacity. They are “artisans” who shape the coming generations. By their knowledge, patience and dedication, they communicate a way of living and acting that embodies a richness that is not material but spiritual, and creates the men and woman of tomorrow. This is a great responsibility. Consequently, in the new educational compact, the function of teachers, as educators, must be acknowledged and supported by every possible means. If our objective is to offer each individual and every community the level of knowledge needed to enjoy their proper autonomy and to be capable of cooperating with others, it is important to ensure that educators are trained in accordance with the highest qualitative standards at every academic level. In order to support and promote this process, it is necessary that they be given access to suitable national, international and private resources, in such a way that throughout the world they can carry out their tasks in an effective way.
In this Seminar on “Education: The Global Compact”, you, academic leaders from some of the most respected universities of the world, have identified new springboards for making education more humane and equitable, more satisfactory and more relevant for the disparate needs of the economies and societies of the twenty-first century. You have examined, among other things, the new science of the mind, the brain and education, and the promise of technology, in order to reach children who presently lack opportunities for learning, as well as the important issue of the education of young refugees and immigrants worldwide. You have considered the effects of growing inequality and climate change on education, and reflected on the tools needed to reverse their effects and to lay the foundations for a more humane, healthy, equitable and prosperous society.
I spoke of three languages: the mind, the heart and the hands. When we speak of roots and values, we can speak of truth, goodness and creativity. Yet I do not want to finish these words without speaking of beauty. We cannot educate without leading a person to beauty, without leading the heart to beauty. Forcing my talk a little, I would say that an education is not successful if you do not know how to create poets. The path of beauty is a challenge that must be addressed.
I encourage you in the important and exciting task that is yours: to cooperate in the education of future generations. What you seek to accomplish has to do, not with the future, but with the present, here and now. Go forward, and may God bless you. I pray for you, and I ask you to pray for me. Thank you very much.
[00174-EN.02] [Original text: Spanish]
[B0081-XX.02]