Sala Stampa

www.vatican.va

Sala Stampa Back Top Print Pdf
Sala Stampa


#ViaggioApostolico di Sua Santità Francesco in Thailandia e Giappone (19-26 novembre 2019) – Incontro con il personale medico del St. Louis Hospital di Bangkok e visita privata ai malati e alle persone disabili, 21.11.2019


Incontro con il personale medico del St. Louis Hospital di Bangkok e visita privata ai malati e alle persone disabili

Saluto del Santo Padre

Traduzione in lingua italiana

Traduzione in lingua francese

Traduzione in lingua inglese

Traduzione in lingua tedesca

Traduzione in lingua portoghese

Traduzione in lingua polacca

Traduzione in lingua araba

Lasciato il Wat Ratchabophit Sathit Maha Simaram Temple, alle ore 10.50 locali (4.50 ora di Roma), il Santo Padre Francesco si è recato in auto al St. Louis Hospital di Bangkok.

Al Suo arrivo, dopo aver effettuato il cambio di autovettura, il Papa ha compiuto un giro in papamobile tra i fedeli riuniti nelle adiacenze dell’ospedale. Quindi alle ore 11.15 locali (5.15 ora di Roma) ha avuto luogo l’incontro con il personale medico del St. Louis Hospital.

All’ingresso dell’edificio, il Santo Padre è stato accolto dall’Em.mo Card. Francis Xavier Kriengsak Kovithavanij, Arcivescovo di Bangkok, dal Prof. Tanin Intragumtornchai, Direttore dell’ospedale, e dal Direttore generale della struttura. La religiosa responsabile del personale infermieristico ha porto al Papa un omaggio floreale. Quindi, in ascensore, hanno raggiunto l’Auditorium dell’ospedale dove si trovavano circa 700 persone tra medici, infermieri e personale del nosocomio e di altri centri assistenziali della Chiesa.

Dopo l’indirizzo di saluto del Direttore dell’ospedale e la consegna di un dono al Santo Padre, il Papa ha rivolto ai presenti il Suo saluto. Poi, dopo la consegna del Suo dono e la foto di gruppo con il Cardinale Arcivescovo di Bangkok, con l’Arcivescovo Emerito, l’Em.mo Card. Michael Michai Kitbunchu, e con lo staff del nosocomio, Papa Francesco si è recato nella hall principale dell’ospedale per la visita privata ai malati e alle persone disabili.

Al termine, dopo aver salutato individualmente 40 malati presenti, il Santo Padre è rientrato in papamobile alla Nunziatura Apostolica di Bangkok.

Pubblichiamo di seguito le parole di saluto che il Papa ha rivolto al personale medico del St. Louis Hospital nel corso dell’incontro:

Saluto del Santo Padre

Queridos amigos:

Me alegra tener esta oportunidad de encontrarme con ustedes, personal médico, sanitario y auxiliar del St. Louis Hospital, y de otros hospitales católicos y centros de caridad. Agradezco al señor Director sus amables palabras de presentación. Para mí es una bendición presenciar, de primera mano, este valioso servicio que la Iglesia ofrece al pueblo de Tailandia, especialmente a los más necesitados. Saludo con afecto a las Hermanas de San Pablo de Chartres, así como a las demás religiosas aquí presentes, y les agradezco la dedicación silenciosa y alegre a este apostolado. Ustedes nos permiten contemplar el rostro materno del Señor que se inclina para ungir y levantar a sus hijos: gracias.

Me alegro de escuchar las palabras del Director sobre el principio que anima este Hospital: Ubi caritas, Deus ibi est; donde hay caridad, allí está Dios. Porque precisamente en el ejercicio de la caridad es donde los cristianos somos llamados no sólo a transparentar nuestro ser discípulos misioneros, sino también a confrontar nuestro seguimiento y el de nuestras Instituciones: «Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo» (Mt 25,40), dice el Señor; discípulos misioneros sanitarios que se abren a «una fraternidad mística, contemplativa, que sabe mirar la grandeza sagrada del prójimo, que sabe descubrir a Dios en cada ser humano [... ] y buscar la felicidad de los demás como la busca su Padre bueno» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 92).

Desde esta perspectiva, ustedes realizan una de las mayores obras de misericordia, puesto que vuestro compromiso sanitario va mucho más allá de un simple y loable ejercicio de la medicina. Tal compromiso no puede reducirse solamente a realizar algunas acciones o programas determinados, sino que deben ir más allá, abiertos a lo imprevisible. Recibir y abrazar la vida como llega a la emergencia del hospital para ser atendida con una piedad especial, que nace del respeto y amor a la dignidad de todos los seres humanos. Los procesos de sanación también requieren y reclaman el poder de una unción capaz de devolver, en todas las situaciones que se tienen que atravesar, una mirada que dignifica y sostiene. Todos ustedes, miembros de esta comunidad terapéutica, son discípulos misioneros cuando miran a un paciente y aprenden a llamarlo por su nombre. Sé que a veces su servicio puede resultar pesado agotador; conviven con situaciones extremas, lo cual reclama poder ser acompañados y cuidados en su labor. De ahí la importancia de poder desarrollar una pastoral de la salud donde, no sólo los pacientes, sino todos los miembros de esta comunidad puedan sentirse acompañados y sostenidos en su misión. Sepan también que vuestros esfuerzos y el trabajo de las muchas instituciones que representan son el testimonio vivo del cuidado y la atención que estamos llamados a mostrar a todas las personas, especialmente a los ancianos, a los jóvenes y a los más vulnerables.

Este año, St. Louis Hospital celebra el 120 aniversario de sufundación. ¡Cuántas personas fueron calmadas en su dolor, consoladas en sus agobios e incluso acompañadas en su soledad! Al dar gracias a Dios por este don de vuestra presencia durante estos años, les pido para que este apostolado, y otros similares sean, cada vez más, señal y emblema de una Iglesia en salida que, queriendo vivir su misión, se anima a llevar el amor sanador de Cristo a todos los que sufren.

Al final de este encuentro visitaré a los enfermos a los discapacitados, y así podré acompañarlos, al menos mínimamente, en su dolor.

Todos sabemos que la enfermedad siempre trae consigo grandes interrogantes. Nuestra primera reacción puede ser la de rebelarnos y hasta vivir momentos de desconcierto y desolación. Es el grito de dolor y está bien que así sea: el propio Jesús lo sufrió y lo hizo. Con la oración queremos unirnos también nosotros al suyo.

Al unirnos a Jesús en su pasión descubrimos la fuerza de su cercanía a nuestra fragilidad y a nuestras heridas. Se trata de una invitación a aferrarnos fuertemente a su vida y entrega. Si a veces sentimos en el interior “el pan de la adversidad y el agua de la aflicción”, recemos para poder encontrar también, en una mano tendida, la ayuda necesaria para descubrir el consuelo que viene del “Señor que no se esconde” (cf. Is 30,20), y que está cerca acompañándonos.

Pongamos este encuentro y nuestras vidas bajo la protección de María, precisamente bajo su manto. Que ella vuelva sus ojos llenos de misericordia hacia ustedes, especialmente en el momento del dolor, la enfermedad y toda forma de vulnerabilidad. Que ella los ayude con la gracia de encontrar a su Hijo en la carne herida de las personas a quienes sirven.

A todos ustedes y a sus familias los bendigo. Y les pido, por favor, que no se olviden de rezar por mí.

Muchas gracias.

[01848-ES.02] [Texto original: Español]

Traduzione in lingua italiana

Cari amici,

sono lieto di avere l’opportunità di incontrarmi con voi, personale medico, sanitario e ausiliario dell’Ospedale St. Louis e di altri ospedali cattolici e centri caritativi. Ringrazio il Direttore per le sue gentili parole di presentazione. Per me è una benedizione assistere, in prima persona, a questo prezioso servizio che la Chiesa offre al popolo thailandese, specialmente ai più bisognosi. Saluto con affetto le Suore di San Paolo di Chartres, come pure le altre religiose qui presenti, e vi ringrazio per la silenziosa e gioiosa dedizione a questo apostolato. Voi ci permettete di contemplare il volto materno del Signore che si china a ungere e sollevare i suoi figli: grazie.

Mi ha fatto piacere sentire le parole del Direttore sul principio che anima questo Ospedale: “Ubi caritas, Deus ibi est”, “Dove c’è carità, lì c’è Dio”. Infatti è proprio nell’esercizio della carità che noi cristiani siamo chiamati non solo a manifestare che siamo discepoli missionari, ma anche a verificare la fedeltà della nostra sequela e quella delle nostre Istituzioni: «In verità io vi dico: tutto quello che avete fatto a uno solo di questi miei fratelli più piccoli, l’avete fatto a me» (Mt 25,40), dice il Signore. Discepoli missionari sanitari che si aprono a «una fraternità mistica, contemplativa, che sa guardare alla grandezza sacra del prossimo, che sa scoprire Dio in ogni essere umano, […] per cercare la felicità degli altri come la cerca il loro Padre buono» (Esort. ap. Evangelii gaudium, 92).

Da questo punto di vista, voi compite una delle più grandi opere di misericordia, poiché il vostro impegno sanitario va ben oltre una semplice e lodevole pratica della medicina. Tale impegno non può ridursi solo a realizzare alcune azioni o determinati programmi, ma dovete andare al di là, aperti all’imprevisto. Accogliere e abbracciare la vita come arriva al Pronto Soccorso dell’ospedale per essere trattata con una pietà speciale, che nasce dal rispetto e dall’amore per la dignità di tutti gli esseri umani. Anche i processi di guarigione richiedono e rivendicano la forza di un’unzione capace di restituire, in tutte le situazioni che si devono attraversare, uno sguardo che dà dignità e che sostiene.

Tutti voi, membri di questa comunità sanitaria, siete discepoli missionari quando, guardando un paziente, imparate a chiamarlo per nome. So che a volte il vostro servizio può essere pesante e stancante; vivete in mezzo a situazioni estreme, e ciò richiede che possiate essere accompagnati e assistiti nel vostro lavoro. Da qui l’importanza di sviluppare una pastorale della salute in cui, non solo i pazienti, ma tutti i membri di questa comunità possano sentirsi accompagnati e sostenuti nella loro missione. Sappiate anche che i vostri sforzi e il lavoro delle tante istituzioni che rappresentate sono la testimonianza viva della cura e dell’attenzione che siamo chiamati a dimostrare per tutte le persone, in particolare per gli anziani, i giovani e i più vulnerabili.

Quest’anno, l’Ospedale St. Louis celebra il 120° anniversario della sua fondazione. Quante persone hanno ricevuto sollievo nel loro dolore, sono state consolate nelle loro oppressioni e accompagnate nella loro solitudine! Nel rendere grazie Dio per il dono della vostra presenza nel corso di questi anni, vi chiedo di far sì che questo apostolato, e altri simili, siano sempre più segno ed emblema di una Chiesa in uscita che, volendo vivere la propria missione, trova il coraggio di portare l’amore risanante di Cristo a tutti coloro che soffrono.

Al termine di questo incontro visiterò i malati, i disabili, e così potrò accompagnarli, almeno un poco, nel loro dolore.

Tutti sappiamo che la malattia porta sempre con sé grandi interrogativi. La nostra prima reazione può essere quella di ribellarci e persino di avere momenti di sconcerto e desolazione. È il grido di dolore, ed è bene che sia così: Gesù stesso lo ha patito e lo ha fatto suo. Con la preghiera anche noi vogliamo unirci al suo grido.

Unendoci a Gesù nella sua passione scopriamo la forza della sua vicinanza alla nostra fragilità e alle nostre ferite. È un invito ad aggrapparci alla sua vita e al suo sacrificio. Se a volte sentiamo dentro “il pane dell’afflizione e l’acqua della tribolazione”, preghiamo di poter anche trovare, in una mano tesa, l’aiuto necessario per scoprire il conforto che viene dal Signore che “non si tiene nascosto” (cfr Is 30,20) ma che ci sta vicino e ci accompagna.

Poniamo questo incontro e la nostra vita sotto la protezione di Maria, sotto il suo manto. Che lei volga i suoi occhi pieni di misericordia verso di voi, specialmente nel momento del dolore, della malattia e di ogni forme di vulnerabilità. Lei vi aiuti con la grazia di incontrare il suo Figlio nella carne ferita delle persone che servite.

Benedico tutti voi e le vostre famiglie. E vi chiedo, per favore, di non dimenticarvi di pregare per me.

Grazie!

[01848-IT.02] [Testo originale: Spagnolo]

Traduzione in lingua francese

Chers amis, bonjour,

Je me réjouis d’avoir l’occasion de vous rencontrer, vous le personnel médical, sanitaire et auxiliaire du St. Louis Hospital ainsi que des autres hôpitaux catholiques et centres de charité. Je remercie le Directeur pour ses aimables paroles de présentation. Pour moi, c’est une bénédiction de voir personnellement ce précieux service que l’Eglise offre au peuple thaïlandais, spécialement aux personnes les plus démunies. Je salue avec affection les Filles de Saint Paul de Chartres ainsi que les autres religieuses ici présentes et je les remercie pour leur engagement silencieux et joyeux dans cet apostolat. Vous nous permettez de contempler le visage maternel du Seigneur qui s’incline pour oindre et relever ses enfants: merci.

Je me suis réjoui d’écouter les paroles du Directeur concernant le principe qui anime cet hôpital : Ubi caritas, Deus ibi est; là où il y a la charité, là est Dieu. En effet, l’exercice de la charité est précisément le lieu où nous, les chrétiens, nous sommes appelés non seulement à témoigner que nous sommes des disciples missionnaires, mais aussi à confronter notre témoignage avec celui de nos institutions : « Je vous le dis : chaque fois que vous l’avez fait à l’un de ces plus petits de mes frères, c’est à moi que vous l’avez fait » (Mt 25, 40) ; des disciples missionnaires dans le domaine de la santé qui s’ouvrent à « une fraternité mystique, contemplative, qui sait regarder la grandeur sacrée du prochain, découvrir Dieu en chaque être humain […] pour chercher le bonheur des autres comme le fait leur Père qui est bon » (Exhort. ap. Evangelii gaudium, n. 92).

Dans cette perspective, vous réalisez l’une des plus grandes œuvres de miséricorde, parce que votre engagement en matière de santé va bien au-delà du simple et louable exercice de la médecine. Un tel engagement ne peut se réduire seulement à réaliser certaines actions ou des programmes donnés, mais il doit aller au-delà, en s’ouvrant aux imprévus. Recevoir et embrasser la vie comme elle arrive aux urgences de l’hôpital, pour être assistée avec une piété spéciale qui naît du respect et de l’amour pour la dignité de tous les hommes. Les processus de guérison exigent et supposent le pouvoir d’une onction capable de redonner, dans toutes situations à affronter, un regard qui rend digne et qui soutient. Vous tous, membres de cette communauté de soins, vous êtes disciples missionnaires quand vous regardez un patient et que vous apprenez à l’appeler par son nom. Je sais que parfois votre service peut être lourd et épuisant ; vous connaissez des situations extrêmes, ce qui exige que vous soyez accompagnés et assistés dans votre travail. D’où l’importance de pouvoir élaborer une pastorale de la santé, où non seulement les patients, mais aussi tous les membres de cette communauté puissent se sentir accompagnés et soutenus dans leur mission. Sachez aussi que vos efforts et les œuvres des nombreuses institutions que vous représentez sont le témoignage vivant du soin et de l’attention que nous sommes appelés à montrer à toutes personnes, spécialement aux anciens, aux jeunes et aux personnes les plus vulnérables.

Cette année, le St. Louis Hospital célèbre le cent-vingtième anniversaire de sa fondation. Que de personnes ont été soulagées de leur souffrance, réconfortées dans leur désespoir, voire accompagnées dans leur solitude ! En rendant grâce à Dieu pour ce don de votre présence durant toutes ces années, je vous exhorte à faire toujours davantage de cet apostolat, et de tout autre semblable, un signe et un symbole de l’Eglise en sortie qui, souhaitant vivre sa mission, est décidée à porter à tous ceux qui souffrent l’amour du Christ qui guérit.

A la fin de cette rencontre, je visiterai les malades, les personnes avec handicap et ainsi je pourrai les accompagner ne serait-ce qu’un peu dans leur souffrance.

Nous savons tous que la maladie entraîne toujours de grandes interrogations. Notre première réaction peut être de nous rebeller au point même de connaître des moments de désarroi et de désolation. C’est le cri de la souffrance et c’est bien qu’il en soit ainsi: Jésus lui-même l’a connu et en a fait l’expérience. Par la prière, nous voulons nous aussi nous unir à son cri.

En nous unissant à Jésus dans sa passion, nous découvrons la force de sa proximité avec notre fragilité et nos blessures. Il s’agit d’une invitation à nous attacher fortement à sa vie et à son don de lui-même. Si parfois nous sentons au fond de nous “le pain de l’adversité et l’eau de l’affliction”, prions afin de pouvoir trouver aussi une main tendue, l’aide nécessaire pour découvrir la consolation qui vient du “Seigneur qui ne se cache pas” (cf. Is 30, 20) et qui est proche en nous accompagnant.

Plaçons cette rencontre et nos vies sous la protection de Marie, précisément sous son manteau. Qu’elle tourne son regard plein de miséricorde vers vous, spécialement dans les moments de souffrance, de maladie et de toute forme de vulnérabilité. Qu’elle vous aide par sa grâce à rencontrer son Fils dans la chair blessée des personnes que vous servez.

Je vous bénis tous ainsi que vos familles. Et vous demande, s’il vous plaît, de ne pas oublier de prier pour moi.

Merci beaucoup !

[01848-FR.02] [Texte original: Espagnol]

Traduzione in lingua inglese

Dear Friends,

I am happy to have this opportunity to meet you, the medical, nursing and support staff of St. Louis Hospital and other Catholic hospitals and charitable agencies. I thank the Director for his kind words of introduction. It is a blessing for me to witness at first hand this valuable service that the Church offers to the Thai people, especially to those most in need. With affection, I greet the Sisters of Saint Paul of Chartres and all the other women religious present today, and I thank them for their quiet and joyful dedication to this apostolate over these many years. You enable us to contemplate the maternal face of God who bends down to anoint and raise up his children: thank you.

I was pleased to hear the Director speak of the principle by which this Hospital operates: Ubi caritas, Deus ibi est – where love is, there God is. It is precisely in the exercise of charity that we Christians are called not only to demonstrate that we are missionary disciples, but also to take stock of our own fidelity, and that of our institutions, to the demands of that discipleship. “Truly, I say to you”, says the Lord, “all that you have done to one of these my little brothers, you did it to me” (Mt 25:40). You are missionary disciples in the field of health care, for you open your hearts to “a mystical fraternity, a contemplative fraternity, capable of seeing the sacred grandeur of our neighbour, of finding God in every human being, of tolerating the nuisances of life in common by clinging to the love of God, of opening the heart to divine love and seeking the happiness of others, just as their heavenly Father does” (Evangelii Gaudium, 92).

Seen in this way, you carry out one of the greatest works of mercy, for your commitment to health care goes far beyond the simple and praiseworthy practice of medicine. This is not only a matter of procedures and programs; rather, it has to do with our readiness to embrace whatever each new day sets before us. It is about welcoming and embracing human life as it arrives at the Hospital’s emergency room, needing to be treated with the merciful care born of love and respect for the dignity of each human person. The healing process should rightly be seen as a powerful anointing capable of restoring human dignity in every situation, a gaze that grants dignity and provides support.

All of you, as members of this hospital community, are missionary disciples whenever you look at your patients and you learn to call them by name. I know that at times your service can prove burdensome and tiring; you work under extreme circumstances, and for this reason you need to be accompanied and supported in your work. This speaks to us of the need for a health care ministry in which not only patients but every member of this community can feel cared for and supported in his or her mission. Please know that your efforts and the work of the many institutions that you represent are a living testimony of the care and concern that all of us are called to show to everyone, especially the elderly, the young and those most vulnerable.

This year St. Louis Hospital celebrates the 120th anniversary of its foundation. How many people have received relief from their pain, comfort in their sorrow and companionship in their loneliness! As I give thanks to God for the gift of your presence over these years, I ask you to ensure that this and similar apostolates may increasingly become a sign and emblem of a Church on the move, which, in carrying out her mission, finds the courage to bring Christ’s healing love to all those who suffer.

At the end of this meeting, I will be visiting the sick and the disabled, as a way of accompanying them, however briefly, in their pain.

Each of us knows how illness brings with it questions that dig deep. Our first reaction may be to rebel and even experience moments of bewilderment and desolation. We cry out in pain, and rightly so: Jesus himself shared in that suffering and made it his own. With prayer, we too want to join in his own cry of pain.

By uniting ourselves to Jesus in his passion, we discover the power of his closeness to our frailty and our wounds. We are invited to cling to him and to his sacrifice. If at times we feel deeply “the bread of adversity and the water of affliction”, let us also pray that we can find, in an outstretched hand, the help needed to discover the comfort that comes from “the Lord who does not hide himself” (cf. Is 30:20), but remains ever close to us and accompanies us at every moment.

Let us place this meeting and our lives under the protective mantle of Mary. May she turn her eyes of mercy toward you, especially at times of pain, illness and vulnerability. May she obtain for you the grace of encountering her Son in the wounded flesh of all those whom you serve.

I bless all of you and your families. And I ask you, please, not to forget to pray for me.

Thank you!

[01848-EN.02] [Original text: Spanish]

Traduzione in lingua tedesca

Liebe Freunde,

ich freue mich über diese Gelegenheit, euch, die Ärzteschaft, das Pflege- und Hilfspersonal des St. Louis Hospitals und anderer katholischer Krankenhäuser und karitativer Einrichtungen zu treffen. Ich danke dem Herrn Direktor für seine freundlichen Worte zur Einführung. Es macht mich glücklich, mit eigenen Augen diesen wertvollen Dienst zu sehen, den die Kirche dem thailändischen Volk und insbesondere den Bedürftigsten anbietet. Herzlich grüße ich die Paulusschwestern von Chartres und die anderen hier anwesenden Ordensfrauen, und ich danke euch für eure stille und freudige Hingabe an dieses Apostolat. Ihr lasst uns das mütterliche Antlitz des Herrn betrachten, der sich niederbückt, um seine Kinder zu salben und aufzurichten. Danke.

Ich habe mich gefreut, als der Direktor über den Leitgedanken sprach, der dieses Krankenhaus inspiriert: Ubi caritas, Deus ibi est. – Wo die Liebe ist, da ist Gott. Ja, wir Christen sind gerufen, gerade in der tätigen Nächstenliebe unsere missionarische Jüngerschaft sichtbar zu machen und darüber hinaus auch die Treue unserer Nachfolge und die unserer Institutionen zu prüfen: »Amen, ich sage euch: Was ihr für einen meiner geringsten Brüder getan habt, das habt ihr mir getan«, spricht der Herr (Mt 25, 40). Missionarische Jünger sind offen für eine »mystische, kontemplative Brüderlichkeit […], die die heilige Größe des Nächsten zu sehen weiß; die in jedem Menschen Gott zu entdecken weiß [...] [und] das Glück der anderen zu suchen, wie es ihr guter himmlischer Vater sucht« (Apostolisches Schreiben Evangelii gaudium, 92).

So gesehen verrichtet ihr eines der größten Werke der Barmherzigkeit, denn euer Engagement für die Gesundheit geht weit über eine einfache und lobenswerte medizinische Praxis hinaus. Ein solches Engagement kann sich nicht nur auf die Durchführung einiger Aktionen oder bestimmter Programme beschränken, sondern ihr müsst darüber hinausgehen und offen sein für das Unvorhergesehene. Es geht darum, das Leben so anzunehmen und zu umarmen, wie es in der Notaufnahme des Krankenhauses ankommt, um mit einer besonderen Pietät behandelt zu werden, die aus dem Respekt und der Liebe gegenüber der Würde aller Menschen erwächst. Auch die Heilungsprozesse erfordern und beanspruchen die Kraft einer Salbung, die in der Lage ist, in allen Situationen, die zu bewältigen sind, einen Blick zu erwidern, der Würde verleiht und Halt gibt.

Ihr Mitglieder dieser therapeutischen Gemeinschaft seid alle missionarische Jünger, wenn ihr beim Anblick eines Patienten lernt, ihn bei seinem Namen zu rufen. Ich weiß, dass euer Dienst manchmal schwer und ermüdend sein kann; ihr lebt inmitten von Extremsituationen, und so braucht es die Möglichkeit, dass ihr bei eurer Arbeit begleitet und betreut werdet. Daher ist es wichtig, eine Gesundheitspastoral aufzubauen, durch die nicht nur die Patienten, sondern alle Mitglieder dieser Gemeinschaft in ihrer Sendung Begleitung und Unterstützung erfahren können. Seid gewiss, dass eure persönlichen Bemühungen und die Arbeit der vielen Institutionen, die ihr repräsentiert, ein lebendiges Zeugnis der Fürsorge und Aufmerksamkeit sind, die allen Menschen entgegenzubringen wir berufen sind, insbesondere den älteren Menschen, den Jugendlichen und den Schwächsten.

In diesem Jahr feiert das St. Louis Hospital sein hundertzwanzigjähriges Bestehen. Wie viele Menschen haben in ihrem Schmerz Linderung erfahren, wurden in ihrer Niedergeschlagenheit getröstet und in ihrer Einsamkeit begleitet! Während ich Gott für dieses Geschenk eurer Gegenwart in all diesen Jahren danke, bitte ich euch, dafür zu sorgen, dass dieses Apostolat und andere ähnliche, mehr und mehr Zeichen und Sinnbild einer hinausgehenden Kirche werden, die willens ist, ihre Sendung zu erfüllen, und den Mut findet, die heilende Liebe Christi zu allen Leidenden zu bringen.

Am Ende dieser Begegnung werde ich die Kranken und Behinderten besuchen, und so werde ich sie in ihrem Leid zumindest ein klein wenig begleiten können.

Wir alle wissen, dass Krankheiten für uns immer große Fragen aufwerfen. Unsere erste Reaktion kann darin bestehen, dass wir uns dagegen auflehnen oder gar Momente der Verwirrung und Trostlosigkeit erleben. Solch ein Schmerzensschrei darf sein, Jesus selbst hat gelitten und vor Schmerz geschrien; im Gebet wollen auch wir uns seinem lauten Rufen anschließen.

Indem wir uns mit Jesus in seinem Leiden vereinen, entdecken wir die Kraft seiner Nähe zu unserer Schwäche und unseren Wunden. Das ist eine Einladung, sich an sein Leben und an seine Hingabe zu klammern. Wenn wir manchmal das »Brot der Not und [das] Wasser der Bedrängnis« (vgl. Jes 30,20) in uns spüren, dann lasst uns beten, dass auch wir durch eine helfende Hand die notwendige Unterstützung finden und den Trost erkennen, der vom Herrn kommt, der sich nicht verbirgt, sondern uns nahe ist und uns begleitet.

Lasst uns diese Begegnung und unser Leben unter den Schutz Mariens stellen, unter ihren Schutzmantel. Sie richte ihre Augen voller Barmherzigkeit auf euch, besonders in Momenten des Schmerzes, der Krankheit und jeder Art von Verletzung. Möge sie euch mit der Gnade beistehen, ihren Sohn im verwundeten Fleisch der Menschen zu finden, denen ihr dient.

Ich segne euch und eure Familien und ich bitte euch: vergesst bitte nicht, für mich zu beten.

Vielen Dank.

[01848-DE.02] [Originalsprache: Spanisch]

Traduzione in lingua portoghese

Queridos amigos!

Sinto-me feliz por ter esta oportunidade de me encontrar convosco, pessoal médico, sanitário e auxiliar do Hospital St. Louis e de outros hospitais católicos e centros de caridade. Agradeço ao Diretor as suas amáveis palavras de apresentação. Para mim, é uma bênção contemplar pessoalmente este precioso serviço que a Igreja oferece ao povo tailandês, especialmente aos mais necessitados. Saúdo afetuosamente as Irmãs de São Paulo de Chartres, bem como as outras religiosas aqui presentes, e agradeço a vossa silenciosa e alegre dedicação a este apostolado. Em vós temos a possibilidade de contemplar o rosto materno do Senhor, que Se inclina para ungir e levantar os seus filhos. Obrigado!

Gostei de ouvir as palavras do Diretor sobre o princípio que anima este Hospital: «Ubi caritas, Deus ibi est – onde houver caridade, aí está Deus». De facto, é precisamente na prática da caridade que nós, cristãos, somos chamados não só a manifestar que somos discípulos missionários, mas também a verificar a fidelidade do nosso seguimento e a das nossas Instituições. «Em verdade vos digo: Sempre que fizestes isto a um dos meus irmãos mais pequeninos, a Mim mesmo o fizestes» (Mt 25, 40) – diz o Senhor. Discípulos missionários sanitários, que se abrem a «uma fraternidade mística, contemplativa, que sabe ver a grandeza sagrada do próximo, que sabe descobrir Deus em cada ser humano, (...) procurar a felicidade dos outros como a procura o seu Pai bom» (Evangelii gaudium, 92).

Deste ponto de vista, realizais uma das maiores obras de misericórdia, porque o vosso compromisso sanitário vai muito além dum simples e louvável exercício da medicina. Tal compromisso não se pode reduzir apenas à realização de algumas ações ou determinadas programas, mas deveis ir mais além, abertos ao imprevisto, ou seja, acolher e abraçar a vida como chega à urgência do hospital para ser atendida com uma compaixão especial, que brota do amoroso respeito pela dignidade de todos os seres humanos. Os processos de cura exigem e reclamam também a força duma unção capaz de restituir, em todas as situações que se devem atravessar, um olhar que dignifica e ampara.

Todos vós, membros desta comunidade sanitária, sois discípulos missionários quando vedes um paciente e aprendeis a chamá-lo pelo nome. Sei que o vosso serviço pode, às vezes, ser pesado e extenuante; viveis no meio de situações extremas, e isto requer que possais ser acompanhados e assistidos no vosso trabalho. Daí a importância de desenvolver uma pastoral da saúde, na qual não só os pacientes, mas todos os membros desta comunidade possam sentir-se acompanhados e sustentados na sua missão. Sabei também que os vossos esforços e o trabalho das várias instituições que representais são o testemunho vivo do cuidado e atenção que somos chamados a demonstrar por todas as pessoas, especialmente pelos idosos, os jovens e os mais vulneráveis.

Neste ano, o Hospital St. Louis comemora o 120º aniversário da sua fundação. Quantas pessoas receberam alívio no seu sofrimento, foram consoladas nas suas aflições e acompanhadas na sua solidão! Ao dar graças a Deus pelo dom da vossa presença ao longo destes anos, peço-Lhe que este apostolado e outros semelhantes sejam cada vez mais sinal e emblema duma Igreja em saída que, querendo viver a sua missão, é incentivada a levar o amor sanador de Cristo a todas as pessoas que sofrem.

No final deste encontro, visitarei os enfermos, as pessoas com deficiência, podendo assim acompanhá-los, pelo menos um pouco, no seu sofrimento.

Todos sabemos que a doença traz sempre consigo grandes interrogativos. A primeira reação pode ser rebelar-nos, chegando mesmo a viver momentos de confusão e desolação. É o grito que brota da dor, e assim deve ser; o próprio Jesus, sofrendo, o deu. Com a oração, queremos unir-nos também nós ao d’Ele.

Unindo-nos a Jesus na sua paixão, descobrimos a força da sua proximidade à nossa fragilidade e às nossas feridas. É um convite a agarrarmo-nos à sua vida e ao seu sacrifício. Se às vezes sentirmos dentro de nós «o pão da angústia e a água da tribulação», rezemos para poder encontrar também, numa mão estendida, a ajuda necessária para descobrir o conforto que vem do Senhor, que já não Se esconderá mais (cf. Is 30, 20), mas está próximo e nos acompanha.

Coloquemos este encontro e a nossa vida sob a proteção de Maria, sob o seu manto. Que Ela volva os seus olhos cheios de misericórdia para vós, especialmente no momento da dor, da enfermidade e de qualquer forma de vulnerabilidade. Que Ela vos alcance a graça de encontrardes o seu Filho na carne ferida das pessoas que servis.

A todos vós e vossas famílias, vos abençoo. E peço-vos, por favor, que não vos esqueçais de rezar por mim.

Muito obrigado!

[01848-PO.02] [Texto original: Espanhol]

Traduzione in lingua polacca

Drodzy przyjaciele, dzień dobry!

Cieszę się, że mam okazję spotkać się z wami, pracownikami medycznymi, sanitarnymi i pomocniczymi szpitala St. Louis oraz innych katolickich szpitali i ośrodków charytatywnych. Dziękuję panu Dyrektorowi za jego uprzejme słowa prezentacji. Jest dla mnie darem ujrzenie osobiście tej cennej posługi, jaką Kościół oferuje mieszkańcom Tajlandii, zwłaszcza najbardziej potrzebującym. Pozdrawiam z miłością Siostry św. Pawła z Chartres, a także inne obecne tutaj zakonnice i dziękuję im za ciche i radosne poświęcenie temu apostolstwu. Pozwalacie nam rozważać macierzyńskie oblicze Pana, który pochyla się, aby namaścić i podźwignąć swoje dzieci; dziękuję.

Spodobały mi się słowa Dyrektora o regule ożywiającej ten szpital: Ubi caritas, Deus ibi est – tam, gdzie jest miłość, tam jest Bóg. Istotnie, to właśnie wypełniając uczynki miłosierdzia my chrześcijanie jesteśmy powołani nie tylko do ukazania, że jesteśmy uczniami-misjonarzami, ale także do zweryfikowania, na ile wierne jest nasze i naszych instytucji podążanie za Chrystusem: „Zaprawdę, powiadam wam: Wszystko, co uczyniliście jednemu z tych braci moich najmniejszych, Mnieście uczynili” (Mt 25, 40), mówi Pan. Pracownicy służby zdrowia, uczniowie-misjonarze, którzy otwierają się na „mistyczne, kontemplatywne braterstwo, umiejące spoglądać na świętą wielkość bliźniego, umiejące odkryć Boga w każdym człowieku, umiejące znosić uciążliwości życia razem, trzymając się miłości Bożej, umiejące otworzyć serce na miłość Bożą, by szukać szczęścia innych, tak jak szuka go ich dobry Ojciec” (Adhort. apost. Evangelii gaudium 92).

Z tego punktu widzenia wypełniacie jedno z najwspanialszych dzieł miłosierdzia, ponieważ wasz wysiłek na rzecz zdrowia wykracza znaczenie poza godne pochwały samo tylko praktykowanie medycyny. Takie zaangażowanie nie może sprowadzać się jedynie do realizacji określonych działań lub programów, ale musicie wykraczać poza to, będąc otwartymi na to, co nieprzewidywalne. Trzeba przyjąć i podtrzymywać życie, jak to się dzieje na ostrym dyżurze szpitala, aby zostało potraktowane ze szczególnym współczuciem, rodzącym się z szacunku i umiłowania godności każdego człowieka. Również procesy leczenia wymagają i domagają się mocy namaszczenia zdolnego do przywrócenia, we wszystkich sytuacjach, które trzeba przejść, spojrzenia godnego i wspierającego.

Wy wszyscy, członkowie tej wspólnoty służby zdrowia, jesteście uczniami-misjonarzami, gdy patrząc na pacjenta, uczycie się nazywania go po imieniu. Wiem, że czasami wasza posługa może być ciężka i męcząca. Żyjecie pośród sytuacji ekstremalnych, a to wymaga by wam towarzyszono i wspierano w waszej pracy. Dlatego znaczące jest rozwijanie duszpasterstwa służby zdrowia, w którym nie tylko pacjenci, ale także wszyscy członkowie tej wspólnoty mogliby odczuć, że w swojej misji otoczeni są towarzyszeniem i wsparciem. Wiedzcie również, że wasze wysiłki oraz praca wielu instytucji, które reprezentujecie, są żywym świadectwem troski i uwagi, do których okazywania wszystkim ludziom, zwłaszcza osobom starszym, młodym i najbardziej bezbronnym, jesteśmy wezwani.

W tym roku szpital St. Louis obchodzi 120-lecie swojego powstania. Ileż osób zyskało ulgę w swoim bólu, pocieszenie w swoich utrapieniach i towarzyszenie w samotności! Dziękując Bogu za ten dar waszej obecności na przestrzeni minionych lat, proszę, abyście sprawili, żeby to apostolstwo, a także inne podobne, były coraz bardziej znakiem i symbolem Kościoła wychodzącego, który, pragnąc przeżywać swoją misję, odnajduje odwagę niesienia uzdrawiającej miłości Chrystusa wszystkim cierpiącym.

Na zakończenie tego spotkania odwiedzę chorych i niepełnosprawnych. W ten sposób będę mógł im chociaż trochę towarzyszyć w ich cierpieniu.

Wszyscy wiemy, że choroba zawsze wiąże się z wielkimi pytaniami. Naszą pierwszą reakcją może być zbuntowanie się, a nawet chwile zamętu i rozpaczy. Jest to krzyk bólu i dobrze, że tak jest: sam Jezus tego doznał i uczynił go swoim. Poprzez modlitwę chcemy również zjednoczyć się z Jego krzykiem.

Łącząc się z Jezusem w Jego męce odkrywamy siłę Jego bliskości wobec naszej słabości i naszych ran. Jest to zaproszenie, by uchwycić się Jego życia i Jego ofiary. Jeśli czasami czujemy w nas „chleb niedoli i wodę ucisku”, módlmy się, abyśmy również mogli znaleźć w wyciągniętej ręce pomoc niezbędną do odkrycia pociechy Pana „który nie będzie się więcej ukrywał” (por. Iz 30, 20), ale który jest blisko nas i nam towarzyszy.

Złóżmy to spotkanie i nasze życie pod opiekę Maryi, wręcz pod Jej płaszczem. Niech zwróci ku wam swoje spojrzenie pełne miłosierdzia, szczególnie w chwilach cierpienia, choroby i wszelkich form dolegliwości. Niech wam dopomoże swoją łaską w odnalezieniu swego Syna w zranionym ciele osób, którym posługujecie.

Błogosławię was wszystkich i wasze rodziny. I proszę was bardzo, byście nie zapominali o mnie w modlitwie.

Dziękuję bardzo.

[01848-PL.02] [Testo originale: Spagnolo]

Traduzione in lingua araba

….

[01848-AR.01] [Original text: Spanish]

[B0903-XX.02]