Celebrazione mariana nella Plaza de Armas a Trujillo
Discorso del Santo Padre
Traduzione in lingua italiana
Traduzione in lingua francese
Traduzione in lingua inglese
Traduzione in lingua tedesca
Traduzione in lingua portoghese
Traduzione in lingua polacca
Questo pomeriggio, alle ore 16.00 locali (22.00 ora di Roma), il Santo Padre Francesco ha presieduto la Celebrazione mariana in omaggio alla Virgen de la Puerta nella Plaza de Armas a Trujillo.
Dopo gli indirizzi di saluto dell’Arcivescovo di Trujillo, S.E. Mons. Héctor Miguel Cabrejos Vidarte, O.F.M., e di una coppia di giovani, il Papa ha pronunciato il suo discorso.
Dopo la preghiera mariana, il Santo Padre ha incoronato la Virgen de la Puerta e deposto un Rosario mentre i bambini portavono fiori e candele e si cantavano le litanie alla Madre di Dio di S. Toribio di Mogrovejo.
Al termine della celebrazione mariana, dopo la benedizione finale, il Papa si è trasferito in auto all’Aeroporto “Capt. FAP Carlos Martínez de Pinillos” di Trujillo da dove, congedatosi dall’Arcivescovo, dal Governatore e dai Sindaci di Trujillo, Huanchaco e Víctor Larco, alle ore 17.10 locali (23.10 ora di Roma), è decollato - a bordo di un A319 della LATAM – alla volta di Lima.
Il Santo Padre è rientrato quindi alla Nunziatura Apostolica.
Pubblichiamo di seguito il discorso che Papa Francesco ha pronunciato nel corso della Celebrazione Mariana:
Discorso del Santo Padre
Queridos hermanos y hermanas:
Agradezco a Mons. Héctor Miguel sus palabras de bienvenida en nombre de todo el Pueblo de Dios que peregrina en estas tierras.
En esta hermosa e histórica plaza de Trujillo que ha sabido impulsar sueños de libertad para todos los peruanos nos congregamos para encontrarnos con la «Mamita de Otuzco». Sé de los muchos kilómetros que tantos de ustedes han hecho para estar hoy aquí, reunidos bajo la mirada de la Madre. Esta plaza se transforma así en un santuario a cielo abierto en el que todos queremos dejarnos mirar por la Madre, por su maternal y tierna mirada. Madre que conoce el corazón de los norteños peruanos y de tantos otros lugares; ha visto sus lágrimas, sus risas, sus anhelos. En esta plaza se quiere atesorar la memoria de un Pueblo que sabe que María es Madre y no abandona a sus hijos.
La casa se viste de fiesta de manera especial. Nos acompañan las imágenes venidas desde distintos rincones de esta región. Junto a la querida Inmaculada Virgen de la Puerta de Otuzco, saludo y doy la bienvenida a la Santísima Cruz de Chalpón de Chiclayo, al Señor Cautivo de Ayabaca, a la Virgen de las Mercedes de Paita, el Divino Niño del Milagro de Eten, la Virgen Dolorosa de Cajamarca, la Virgen de la Asunción de Cutervo, la Inmaculada Concepción de Chota, Nuestra Señora de Alta Gracia de Huamachuco, Santo Toribio de Mogrovejo de Tayabamba —Huamachuco—, la Virgen Asunta de Chachapoyas, la Virgen de la Asunción de Usquil, la Virgen del Socorro de Huanchoco y las reliquias de los Mártires Conventuales de Chimbote.
Cada comunidad, cada rinconcito de este suelo viene acompañado por el rostro de un santo, el amor a Jesucristo y a su Madre. Y contemplar que donde haya una comunidad, donde haya vida y corazones latiendo y ansiosos por encontrar motivos para la esperanza, para el canto, para el baile, para una vida digna… ahí está el Señor, ahí encontramos a su Madre y también el ejemplo de tantos santos que nos ayudan a permanecer alegres en la esperanza.
Con ustedes doy gracias a la delicadeza de nuestro Dios. Él busca la forma de acercarse a cada uno de la manera que pueda recibirlo y así nacen las más distintas advocaciones. Expresan el deseo de nuestro Dios por querer estar cerca de cada corazón porque el idioma del amor de Dios siempre se pronuncia en dialecto, no tiene otra forma de hacerlo, y además resulta esperanzador cómo la Madre asume los rasgos de los hijos, la vestimenta, el dialecto de los suyos para hacerlos parte de su bendición. María será siempre una Madre mestiza, porque en su corazón encuentran lugar todas las sangres, porque el amor busca todos los medios para amar y ser amado. Todas estas imágenes nos recuerdan la ternura con que Dios quiere estar cerca de cada poblado, de cada familia, de vos, de vos, de mí, de todos.
Sé del amor que le tienen a la Inmaculada Virgen de la Puerta de Otuzco que hoy junto a ustedes, quiero declarar: Virgen de la Puerta, «Madre de Misericordia y de la Esperanza».
Virgencita que, en los siglos pasados, demostró su amor por los hijos de esta tierra, cuando colocada sobre una puerta los defendió y los protegió de las amenazas que los afligían, suscitando el amor de todos los peruanos hasta nuestros días.
Ella nos sigue defendiendo e indicando la Puerta que nos abre el camino a la vida auténtica, a la Vida que no se marchita. Ella es la que sabe acompañar a cada uno de sus hijos para que vuelvan a casa. Nos acompaña y lleva hasta la Puerta que da Vida porque Jesús no quiere que nadie se quede afuera, a la intemperie. Así acompaña «la nostalgia que muchos sienten de volver a la casa del Padre, que está esperando su regreso»[1] y muchas veces no saben cómo volver. Decía san Bernardo: «Tú que te sientes lejos de la tierra firme, arrastrado por las olas de este mundo, en medio de borrascas y de tempestades: mira la Estrella e invoca a María».[2] Ella nos indica el camino a casa, ella nos lleva a Jesús que es la Puerta de la Misericordia, y nos deja con Él, no quiere nada para sí, non lleva a Jesús.
En el 2015 tuvimos la alegría de celebrar el Jubileo de la Misericordia. Un año en el que invitaba a todos los fieles a pasar por la Puerta de la Misericordia, «a través de la cual – escribía - cualquiera que entrará podrá experimentar el amor de Dios que consuela, que perdona y ofrece esperanza».[3] Y quiero repetir junto a ustedes el mismo deseo que tenía entonces: «¡Cómo deseo que los años por venir estén impregnados de misericordia para poder ir al encuentro de cada persona llevando la bondad y la ternura de Dios!»[4]. Cómo deseo que esta tierra que tiene a la Madre de la Misericordia y la Esperanza pueda multiplicar y llevar la bondad y la ternura de Dios a cada rincón. Porque, queridos hermanos, no hay mayor medicina para curar tantas heridas que un corazón que sepa de misericordia, que un corazón que sepa tener compasión ante el dolor y la desgracia, ante el error y las ganas de levantarse de muchos y que no saben cómo hacerlo.
La compasión es activa porque «hemos aprendido que Dios se inclina hacia nosotros (cf.Os11,4) para que también nosotros podamos imitarlo inclinándonos hacia los hermanos».[5] Inclinándonos especialmente ante aquellos que más sufren. Como María, estar atentos a aquellos que no tienen el vino de la alegría, así sucedió en las bodas de Caná.
Mirando a María, no quisiera finalizar sin invitarlos a que pensemos en todas las madres y abuelas de esta Nación; son verdadera fuerza motora de la vida y de las familias del Perú. ¡Qué sería Perú sin las madres y las abuelas, qué sería nuestra vida sin ellas! El amor a María nos tiene que ayudar a generar actitudes de reconocimiento y gratitud frente a la mujer, frente a nuestras madres y abuelas que son un bastión en las vidas de nuestras ciudades. Casi siempre silenciosas llevan la vida adelante. Es el silencio y la fuerza de la esperanza. Gracias por su testimonio.
Reconocer y agradecer, pero mirando a las madres y a las abuelas, quiero invitarlos a luchar contra una plaga que afecta a nuestro continente americano: los numerosos casos de feminicidio. Y son muchas las situaciones de violencia que quedan silenciadas detrás de tantas paredes. Los invito a luchar contra esta fuente de sufrimiento pidiendo que se promueva una legislación y una cultura de repudio a toda forma de violencia.
Hermanos, la Virgen de la Puerta, Madre de la Misericordia y de la Esperanza, nos muestra el camino y nos señala la mejor defensa contra el mal de la indiferencia y la insensibilidad. Ella nos lleva a su Hijo y así nos invita a promover e irradiar una «cultura de la misericordia, basada en el redescubrimiento del encuentro con los demás: una cultura en la que ninguno mire al otro con indiferencia ni aparte la mirada cuando vea el sufrimiento de los hermanos».[6]. Que la Virgen les conceda esta gracia.
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[1] Carta ap. Misericordia et misera al concluir el Jubileo extraordinario de la misericordia (20 noviembre 2016), 16.
[2] Hom. II super «Missus est», 17: PL 183, 70-71.
[3] Bula Misericordiae vultus (11 abril 2015), 3.
[4] Ibíd., 5.
[5] Carta ap. Misericordia et misera al concluir el Jubileo extraordinario de la misericordia (20 noviembre 2016), 16.
[6] Ibíd., 20.
[00068-ES.02] [Texto original: Español]
Traduzione in lingua italiana
Cari fratelli e sorelle!
ringrazio Mons. Héctor Miguel per le sue parole di benvenuto a nome di tutto il popolo di Dio pellegrino in queste terre.
In questa bella e storica piazza di Trujillo che ha saputo suscitare sogni di libertà in tutti i peruviani ci raduniamo oggi per incontrarci con la “Mamita de Otuzco”. So che molti di voi hanno dovuto fare molti chilometri per essere qui, riuniti sotto lo sguardo della Madre. Questa piazza si trasforma così in un santuario a cielo aperto in cui tutti vogliamo lasciarci guardare dalla Madre, dal suo materno e tenero sguardo. Madre che conosce il cuore dei peruviani del nord e di tante altre parti; ha visto le loro lacrime, le loro risa, le loro aspirazioni. In questa piazza si vuole custodire la memoria di un popolo che sa che Maria è Madre e non abbandona i suoi figli.
La casa si veste a festa in maniera speciale. Ci accompagnano le immagini venute da diversi angoli di questa regione. Insieme con l’amata Immacolata Vergine della Porta di Otuzco, saluto e do il benvenuto alla Santissima Croce di Chalpón de Chiclayo, al Signore Prigioniero de Ayabaca, alla Vergine delle Grazie de Paita, al Divino Bambino del Miracolo de Eten, alla Vergine Addolorata di Cajamarca, alla Vergine dell’Assunzione di Cutervo, alla Immacolata Concezione di Chota, a Nostra Signora di Alta Grazia di Huamachuco, a Santo Toribio di Mogrovejo di Tayabamba (Huamachuco), alla Vergine Assunta di Chachapoyas, alla Vergine dell’Assunzione di Usquil, alla Vergine del Soccorso di Huanchoco, e alle Reliquie dei Martiri Conventuali de Chimbote.
Ogni comunità, ogni angolino di questa terra viene accompagnato dal volto di un santo, dall’amore per Gesù Cristo e per sua Madre. E contemplare che dove c’è una comunità, dove ci sono vita e cuori palpitanti e ansiosi di trovare motivi di speranza, motivi per il canto, per la danza, per una vita degna… lì c’è il Signore, lì troviamo sua Madre e anche l’esempio di tanti santi che ci aiutano a rimanere lieti nella speranza.
Con voi rendo grazie per la delicatezza del nostro Dio. Egli cerca di avvicinarsi ad ognuno nella modalità in cui può accoglierlo, e così nascono i più diversi titoli. Esprimono il desiderio del nostro Dio di essere vicino ad ogni cuore, perché la lingua dell’amore di Dio si pronuncia sempre “in dialetto”, non conosce altro modo per farlo, e inoltre risulta motivo di speranza vedere come la Madre assume i tratti dei figli, i vestiti, il dialetto dei suoi per renderli partecipi della sua benedizione. Maria sarà sempre una Madre meticcia, perché nel suo cuore trovano posto tutte le razze, perché l’amore cerca tutti i mezzi per amare ed essere amato. Tutte queste immagini ci ricordano la tenerezza con cui Dio vuole essere vicino ad ogni villaggio, ad ogni famiglia, a te, a te, a me, a tutti.
Conosco l’amore che avete per l’Immacolata Vergine della Porta di Otuzco che oggi, insieme a voi, desidero proclamare Vergine della Porta, “Madre della Misericordia e della Speranza”.
Vergine cara che, nei secoli passati, dimostrò il suo amore per i figli di questa terra quando, collocata sopra una porta, li difese e li protesse dalle minacce che li affliggevano, suscitando l’amore di tutti i peruviani fino ai nostri giorni.
Ella continua a difenderci e a indicarci la Porta che ci apre la via verso la vita autentica, la Vita che non marcisce. Ella è colei che sa accompagnare ad uno ad uno i suoi figli perché tornino a casa. Ci accompagna e ci conduce fino alla Porta che dà Vita perché Gesù vuole che nessuno rimanga fuori, alle intemperie. Così accompagna «la nostalgia di tanti di ritornare alla casa del Padre, che attende la loro venuta»[1] e tante volte non sanno come tornare. Diceva San Bernardo: «Tu che ti senti lontano dalla terra ferma, sbattuto dalle onde di questo mondo, in mezzo a burrasche e tempeste: guarda la stella e invoca Maria»[2]. Ella ci indica la via di casa, Ella ci conduce a Gesù che è la Porta della Misericordia, e ci lascia con Lui, non chiede niente per sé, ci porta a Gesù.
Nel 2015 abbiamo avuto la gioia di celebrare il Giubileo della Misericordia. Un anno in cui ho invitato tutti i fedeli a passare per la Porta della Misericordia, attraverso la quale – scrivevo – «chiunque entrerà potrà sperimentare l’amore di Dio che consola, che perdona e dona speranza».[3] E voglio ripetere insieme con voi lo stesso desiderio che avevo allora: «Come desidero che gli anni a venire siano intrisi di misericordia per andare incontro ad ogni persona portando la bontà e la tenerezza di Dio!».[4] Come desidero che questa terra che ospita la Madre della Misericordia e della Speranza possa moltiplicare e trasmettere dappertutto la bontà e la tenerezza di Dio. Perché, cari fratelli, non c’è medicina migliore per curare tante ferite che un cuore capace di misericordia, un cuore capace avere compassione davanti al dolore e alla disgrazia, davanti all’errore e alla voglia di rialzarsi di tanti che non sanno come poterlo fare.
La compassione è attiva perché «abbiamo imparato che Dio si china su di noi (cfr Os 11,4) perché anche noi possiamo imitarlo nel chinarci sui fratelli».[5] Chinandoci specialmente davanti a quelli che più soffrono. Come Maria, essere attenti a quelli che non hanno il vino della gioia, come accadde alle nozze di Cana.
Guardando a Maria, non vorrei concludere senza invitarvi a pensare a tutte le madri e le nonne di questa Nazione; sono vera forza motrice della vita e delle famiglie del Perù. Che cosa sarebbe il Perù senza le madri e le nonne? Che cosa sarebbe la nostra vita senza di loro? L’amore per Maria ci deve aiutare a generare atteggiamenti di riconoscenza e gratitudine nei riguardi della donna, nei riguardi delle nostre madri e nonne che sono un baluardo nella vita delle nostre città. Quasi sempre silenziose portano avanti la vita. E’ il silenzio e la forza della speranza. Grazie per la vostra testimonianza!
Riconoscere e ringraziare; ma guardando alle madri e alle nonne voglio invitarvi a lottare contro una piaga che colpisce il nostro continente americano: i numerosi casi di femminicidio. E sono molte le situazioni di violenza che sono tenute sotto silenzio al di là di tante pareti. Vi invito a lottare contro questa fonte di sofferenza chiedendo che si promuova una legislazione e una cultura di ripudio di ogni forma di violenza.
Fratelli, la Vergine della Porta, Madre della Misericordia e delle Speranza, ci mostra la via e ci indica la migliore difesa contro il male dell’indifferenza e dell’insensibilità. Ella ci conduce a suo Figlio e così ci invita a promuovere e irradiare «una cultura della misericordia, basata sulla riscoperta dell’incontro con gli altri: una cultura in cui nessuno guarda all’altro con indifferenza né gira lo sguardo quando vede la sofferenza dei fratelli».[6]. Che la Vergine vi conceda questa grazia.
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[1] Lett. ap. Misericordia et misera alla conclusione del Giubileo straordinario della Misericordia (20 novembre 2016), 16.
[2] Hom. II super «Missus est», 17: PL 183, 70.
[3] Bolla Misericordiae vultus (11 aprile 2015), 3.
[4] Ibid., 5.
[5] Lett. ap. Misericordia et misera a conclusione del Giubileo straordinario della Misericordia (20 novembre 2016), 16.
[6] Ibid., 20.
[00068-IT.02] [Testo originale: Spagnolo]
Traduzione in lingua francese
Chers frères et sœurs,
Je remercie Mgr Héctor Miguel pour ses paroles de bienvenue au nom de tout le peuple de Dieu qui est en pèlerinage dans ce pays.
Sur cette belle et historique place de Trujillo qui a su susciter des rêves de liberté pour tous les péruviens, nous sommes réunis aujourd’hui pour nous retrouver avec la ‘‘Petite Mère de Otzuco’’. Je sais les nombreux kilomètres que beaucoup d’entre vous ont parcourus pour être ici aujourd’hui, rassemblés sous le regard de la Mère. Cette place devient ainsi un sanctuaire à ciel ouvert où nous voulons tous nous laisser regarder par la Mère, par son doux et maternel regard. La Mère qui connaît le cœur des péruviens du nord et de tant d’autres endroits; elle a vu vos larmes, vos rires, vos aspirations. Sur cette place, on veut faire trésor de la mémoire d’un peuple qui sait que Marie est Mère et qu’elle n’abandonne pas ses enfants.
La maison est en fête d’une manière particulière. Les images venues de différents endroits de cette région nous accompagnent. En même temps que la bien-aimée Vierge Immaculée de la Porte d’Otuzco, je salue et je souhaite la bienvenue à la Sainte Croix de Chalpón de Chiclayo, au Seigneur Prisonnier d’Ayabaca, à la Vierge des Grâces de Paita, au Divin Enfant du Miracle d’Eten, à la Vierge des Douleurs de Cajamarca, à la Vierge de l’Assomption de Cutervo, à l’Immaculée Conception de Chota, à Notre-Dame de Grandes Grâces de Huamachuco, à Saint Turibio de Mogrovejo de Tayabamba (Huamachuco), à la Vierge de l’Assomption de Chachapoyas, à la Vierge de l’Assomption d’Usquil, à la Vierge du Secours de Huanchoco et aux Reliques des Martyrs Conventuels de Chimbote.
Chaque communauté, chaque petite localité de ce territoire est assistée par le visage d’un saint, par l’amour pour Jésus Christ et pour sa Mère. Et il faut réaliser que là où il y a une communauté, là où il y a de la vie et des cœurs qui battent et qui sont désireux de trouver des raisons pour espérer, pour chanter, pour danser, pour vivre dignement… là se trouve le Seigneur, là nous trouvons sa Mère et aussi l’exemple de nombreux saints qui nous aident à demeurer joyeux dans l’espérance.
Avec vous, je rends grâce à notre Dieu pour sa délicatesse. Il trouve le moyen de s’approcher de chacun de manière à ce qu’on puisse le recevoir; et ainsi naissent les invocations les plus variées. Elles expriment le désir de notre Dieu qui veut être proche de chaque cœur parce que la langue de l’amour de Dieu, c’est toujours un dialecte; il n’a pas une autre manière de le faire. Et en outre, c’est un fait porteur d’espérance que de voir comment la Mère adopte les traits caractéristiques de ses enfants, leur manière de se vêtir, le dialecte des siens pour les faire participer à sa bénédiction. Marie sera toujours une Mère métisse, parce que dans son cœur tous les sangs trouvent une place, parce que l’amour recherche tous les moyens pour aimer et être aimé. Toutes ces images nous rappellent la tendresse avec laquelle Dieu veut être proche de chaque population, de chaque famille, de vous, de vous, de moi, de tous.
Je sais l’amour que vous portez à la Vierge Immaculée de la Porte d’Otuzco et qu’avec vous je voudrais déclareraujourd’hui : Vierge de la Porte, ‘‘Mère de la Miséricorde et de l’Espérance’’.
Sainte Vierge qui, tout au long des siècles passés, a montré son amour pour les enfants de cette terre, quand placée sur une porte, elle les a défendus et les a protégés des menaces qui les affectaient, suscitant l’amour de tous les Péruviens jusqu’à nos jours.
Elle continue de nous défendre et de nous indiquer la Porte qui nous ouvre le chemin de la vie authentique, de la Vie qui ne dépérit pas. Elle est celle qui sait accompagner chacun de ses enfants pour qu’ils retournent à la maison. Elle nous accompagne et nous conduit jusqu’à la Porte qui donne la Vie, parce que Jésus ne veut que personne reste dehors, à la merci de l’intempérie. Elle accompagne ainsi «la nostalgie de beaucoup du retour à la maison du Père qui attend leur venue»[1] et qui souvent ne savent pas comment revenir. Saint Bernard disait:«Toi qui te sens loin de la terre ferme, entraîné par les vagues de ce monde, au milieu des bourrasques et des tempêtes: regarde l’Étoile et invoque Marie»[2]. Elle nous indique le chemin de la maison, elle nous conduit jusqu’à Jésus qui est la Porte de la Miséricorde, et elle nous confie à lui, elle ne veut rien pour elle-même, elle nous conduit à Jésus.
En 2015, nous avons eu la joie de célébrer le Jubilé de la Miséricorde. Une année durant laquelle j’ai invité tous les fidèles à passer par la Porte de la Miséricorde, «où – écrivais-je - quiconque entrera pourra faire l’expérience de l’amour de Dieu qui console, pardonne, et donne l’espérance»[3]. Et j’aimerais réitérer avec vous le même désir que j’avais alors : «Combien je voudrais que les années à venir soient comme imprégnées de miséricorde pour aller à la rencontre de chacun en lui offrant la bonté et la tendresse de Dieu!»[4]. Comme je voudrais que cette terre habitée par la Mère de la Miséricorde et de l’Espérance puisse démultiplier et apporter la bonté et la tendresse de Dieu en tout lieu. Car, chers frères, il n’y a pas de meilleure médecine pour soigner tant de blessures qu’un cœur qui connaît la miséricorde, qu’un cœur qui sait avoir de la compassion face à la souffrance et au malheur, face à l’erreur et au désir de se relever de beaucoup qui souvent ne savent pas comment y parvenir.
La compassion est active parce que «nous avons appris que Dieu se penche sur nous (cf. Os. 11, 14) pour que nous puissions, nous aussi, l’imiter et nous pencher sur nos frères»[5]. Nous pencher en particulier sur ceux qui souffrent le plus. Comme Marie, nous devons être attentifs à ceux qui n’ont plus le vin de la fête, comme cela est arrivé aux noces de Cana.
En regardant Marie, je ne voudrais pas terminer sans vous inviter à penser à toutes les mères et grands-mères de cette Nation; elles sont la véritable force motrice de la vie et des familles du Pérou. Que serait le Pérou sans les mères et les grands-mères, que serait notre vie sans elles! L’amour pour Marie doit nous aider à avoir des attitudes de reconnaissance et de gratitude envers la femme, envers nos mères et nos grands-mères qui sont un rempart dans la vie de nos cités. Presque toujours silencieuses, elles font avancer la vie. C’est le silence et la force de l’espérance. Merci pour leur témoignage.
Reconnaître et remercier; toutefois en regardant les mères et les grands-mères, je voudrais vous inviter à lutter contre un fléau qui touche notre continent américain: les nombreux cas de féminicide. Il y a de nombreuses situations de violence qui sont étouffées derrière tant de murs. Je vous invite à lutter contre cette source de souffrance, en demandant que soient encouragées une législation et une culture du rejet de toute forme de violence.
Chers frères, la Vierge de la Porte, Mère de la Miséricorde et de l’Espérance nous montre le chemin et nous indique la meilleure protection contre le mal de l’indifférence et de l’insensibilité. Elle nous conduit jusqu’à son Fils et elle nous invite aussi à promouvoir et à faire rayonner une «culture de la miséricorde, fondée sur la redécouverte de la rencontre des autres: une culture dans laquelle personne ne regarde l’autre avec indifférence ni ne détourne le regard quand il voit la souffrance des frères»[6]. Que la Vierge vous accorde cette grâce!
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[1] Lettre apostolique Misericordia et misera, en conclusion du Jubilé extraordinaire de la Miséricorde (20 novembre 2016), n.16.
[2] Hom. II super «Missus est», 17: PL 183,70.
[3] Bulle Misericordiae vultus (11 avril 2015), n.3
[4] Bulle Misericordiae vultus, n.5
[5] Lettre apostolique Misericordia et misera, n.16
[6] Lettre apostolique Misericordia et misera, n.20
[00068-FR.02] [Texte original: Espagnol]
Traduzione in lingua inglese
Dear Brothers and Sisters,
I thank Monsignor Héctor Miguel for his words of welcome in the name of the whole pilgrim people of God in these lands.
In this beautiful and historical square of Trujillo, that awakened dreams of freedom for all Peruvians, we are gathered to meet our “Dear Mother of Otuzco”. I know that many of you have travelled a great distance to be present today, gathered beneath our Mother’s gaze. This square has thus become an open-air shrine where all of us want to let our Mother look upon us with her maternal and tender gaze. She is a mother who knows the heart of her Peruvian children from the north and from so many other places; she has seen your tears, your laughter, your desires. In this square we want to cherish the memory of a people that knows that Mary is a Mother who does not abandon her children.
This “home” is decorated in a particularly festive way. We are surrounded by images from throughout this region. Together with the beloved Immaculate Virgin of the Gate of Otuzco, I greet and welcome the Most Holy Cross of Chalpón from Chiclayo, the Captive Lord from Ayabaca, Our Lady of Mercies from Paita, the Child Jesus of the Miracle from Eten, the Mother of Sorrows from Cajamarca, Our Lady of the Assumption from Cutervo, the Immaculate Conception of Chota, Our Lady of Alta Gracia from Huamachuco, Saint Turibius of Mogrovejo from Tayabamba (Huamachuco), Our Lady of the Assumption from Chachapoyas, Our Lady of the Assumption of Usquil, Our Lady of Succour from Huanchoco, and the relics of the Conventual Martyrs of Chimbote.
Every community, each tiny corner of this land, is accompanied by the face of a saint, and by love for Jesus Christ and for his Mother. If we consider that wherever there is a community, wherever there is life and hearts longing to find reasons to hope, to sing and to dance, to long for a decent life… there is the Lord, there we find his Mother, and there too the example of all those saints who help us to remain joyful in hope.
With you, I give thanks for the attentiveness of our God. He looks for the best way to draw near to each person, so that he or she can receive him. That is the origin of his many and varied invocations and titles. Those titles express the desire of our God to be close to each heart, so that the language of God’s love is always spoken in dialect; there is no other way of doing it, and what is more, it inspires hope to see how the Mother takes on the features of her children, their way of dressing and their dialect, in order to make them share in her blessing. Mary will always be a mestiza Mother, because in her heart all races find a place, for love seeks out every possible way to love and to be loved. All these images remind us of the tender love with which God wants to be close to every village and every family, to you and you, to me, to everyone.
I know of the love that you have for the Immaculate Virgin of the Gate of Otuzco. Today, together with you, I wish to declare her: Our Lady of the Gate, “Mother of Mercy and Hope”.
Our Lady, who in centuries past showed her love for the children of this land when, placed above a gateway, she defended and protected them from the threats that afflicted them, awakening the love of all Peruvians even to our own day.
Mary continues to defend us and point out the gate that opens for us the way to authentic life, to the Life that does not pass away. She walks beside every one of her children, in order to lead them home. She accompanies us all the way to the Gate that gives Life, for Jesus does not want anyone to remain outside, in the cold. In this way, she accompanies “the yearning of so many people to turn back to the house of the Father, who awaits their return”[1], yet so often do not know how to do so. Saint Bernard said: “You who feel far away from terra firma, dragged down by the waves of this world, in the midst of storms and tempests: look to the Star and call upon Mary”.[2] She shows us the way home. She brings us to Jesus, who is the Gate of Mercy, and she entrusts us to him, asking nothing for herself, she brings us to Jesus.
In 2015, we had the joy of celebrating the Jubilee of Mercy. In the course of that year, I invited all the faithful to pass through the Door of Mercy, “through which”, I wrote, “anyone who enters will experience the love of God who consoles, pardons, and instils hope”.[3] I would like to repeat with you now that same hope: “How much I desire that the years to come will be steeped in mercy, so that we can go out to every man and woman, bringing the goodness and tenderness of God!”[4] How much I desire that this land, which clings to the Mother of Mercy and Hope, can abound in God’s goodness and tender love and bring it everywhere. For there is no better medicine, dear brothers and sisters, to cure many wounds than a heart that has known mercy, than a heart that is compassionate before sorrow and misfortune. A heart compassionate before people’s mistakes and their desire to change, without knowing where to start.
Compassion is active, for “we have learned that God bends down to us (cf.Hos11:4), so that we may imitate him in bending down to our brothers and sisters”,[5] above all to those who suffer the most. And like Mary, in being attentive to those who lack the wine of gladness, as happened at the wedding feast of Cana.
Looking to Mary, I do not want to conclude without asking all of us to think of the mothers and grandmothers of this nation; they are a true driving force for the life and the families of Peru. What would Peru be like, without its mothers and grandmothers! What would our lives be like without them! Our love for Mary must help us to feel appreciation and gratitude for women, for our mothers and grandmothers, who are a bastion in the life in our cities. Almost always in silence, they carry life forward. It is the silence and strength of hope. Thank you for your witness.
Appreciation and gratitude. But in thinking of our mothers and grandmothers, I want to invite you to combat a scourge that affects our American continent: the numerous cases where women are killed. And the many situations of violence that are kept quiet behind so many walls. I ask you to fight against this source of suffering by calling for legislation and a culture that repudiates every form of violence.
Brothers and sisters, Our Lady of the Gate, Mother of Mercy and Hope, shows us the way and points out the best defence against the evil of indifference and insensitivity. She brings us to her Son and encourages us to promote and spread a “culture of mercybased on the rediscovery of encounter with others, a culture in which no one looks at another with indifference or turns away from the suffering of our brothers and sisters”.[6] May the Virgin grant you this grace.
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[1] Apostolic Letter Misericordia et Misera at the conclusion of the Extraordinary Jubilee of Mercy (20 November 2016), 16.
[2] Homily II super «Missus est», 17: PL 183, 70.
[3] Bull of Indiction Misericordiae Vultus (11 April 2015), 3.
[4] Ibid., 5.
[5] Apostolic Letter Misericordia et Misera at the conclusion of the Extraordinary Jubilee of Mercy (20 November 2016), 16.
[6] Ibid., 20.
[00068-EN.02] [Original text: Spanish]
Traduzione in lingua tedesca
Liebe Brüder und Schwestern,
Ich danke Erzbischof Héctor Miguel für seine Willkommensworte im Namen des ganzen pilgernden Gottesvolkes des Umlandes.
Auf diesem schönen und historischen Platz von Trujillo, das Träume der Freiheit für alle Peruaner angeregt hat, kommen wir heute zusammen, um der „lieben Mutter von Otuzco“ zu begegnen. Ich weiß um die vielen Kilometer, die viele von euch zurückgelegt haben, um uns heute hier unter dem Blick der Mutter zu versammeln. Dieser Platz verwandelt sich so zu einem Heiligtum unter freiem Himmel, in dem wir uns alle von der Mutter anschauen lassen wollen, von ihrem mütterlichen und zärtlichen Blick. Die Mutter, die das Herz der Nordperuaner und der Menschen so vieler anderer Orte kennt; sie hat eure Tränen, euer Lachen, eure Sehnsüchte gesehen. Auf diesem Platz wollen wir das Gedächtnis eines Volkes begehen, das darum weiß, dass Maria Mutter ist und ihre Kinder nicht verlässt.
Dieses Haus ist besonders festlich geschmückt. Wir sind von Bildern umgeben, die von den verschiedenen Gebieten dieser Region hierher gebracht wurden. Zusammen mit der Unbefleckten Jungfrau von der Pforte aus Otuzco grüße ich und heiße willkommen: das Heilige Kreuz von Chalpón aus Chiclayo, den Gefangenen Herrn aus Ayabaca, Unsere Liebe Frau vom Loskauf der Gefangenen aus Paita, das Wunderbare Jesuskind von Etén, die Schmerzensmutter aus Cajamarca, Mariä Himmelfahrt aus Cutervo, die Unbefleckte Empfängnis aus Chota, Unsere Liebe Frau von Alta Gracia aus Huamachuco, den heiligen Turibio von Mongrovejo aus Tayabamba (Huamachuco), Maria Aufgenommen in den Himmel aus Chachapoyas, Mariä Himmelfahrt aus Usquil, Maria Hilf aus Huanchoco und die Reliquien der Märtyrer der Franziskanerkonventualen aus Chimbote.
Jede Gemeinschaft, jeder Winkel dieses Landes wird vom Antlitz eines Heiligen begleitet, von der Liebe zu Jesus Christus und zu seiner Mutter. Und bedenken wir: Überall, wo es Gemeinschaft gibt, wo es Leben und Herzen in sehnsüchtiger Suche nach Gründen zur Hoffnung, zum Singen, zum Tanz, zu einem würdigen Leben gibt ..., überall dort ist der Herr; überall dort begegnen wir seiner Mutter und auch dem Beispiel vieler Heiliger, die uns helfen, in der Hoffnung froh zu bleiben.
Mit euch danke ich für das Zartgefühl unseres Gottes. Er sucht die beste Art und Weise, sich einem jeden von uns zu nähern, damit wir ihn aufnehmen können. Daher kommen die vielen verschiedenen Anrufungen. Sie bringen die Sehnsucht unseres Gottes zum Ausdruck, einem jeden Herzen nahe sein zu wollen, so dass die Sprache der Liebe Gottes immer im Dialekt gesprochen wird; es gibt keine andere Weise, dies zu tun; und darüber hinaus flößt es Hoffnung ein zu sehen, wie die Mutter die Züge ihrer Kinder, ihre Kleidung, ihren Dialekt annimmt, um ihnen Anteil an ihrem Segen zu geben. Maria wird immer eine Mestizenmutter sein, weil in ihrem Herzen alle Ethnien Platz finden, weil die Liebe alle Mittel sucht, um zu lieben und geliebt zu werden. All diese Bilder erinnern uns an die Zärtlichkeit, mit der Gott jedem Dorf, jeder Familie, dir, dir und mir und allen nahe sein will.
Ich weiß um die Liebe, die ihr zur Unbefleckten Jungfrau von der Pforte aus Otuzco habt, die ich heute zusammen mit euch zu Unserer Lieben Frau von der Pforte, „Mutter der Barmherzigkeit und der Hoffnung“ erklären möchte.
Die „Kleine Jungfrau“ hat in den vergangenen Jahrhunderten ihre Liebe für die Kinder dieses Landes gezeigt, als sie über einem Tor aufgestellt wurde und sie angesichts der besorgniserregenden Bedrohungen verteidigte und beschützte. So erweckte sie die Liebe aller Peruaner bis zum heutigen Tag.
Sie verteidigt uns weiter und zeigt uns die Pforte, die uns den Weg zum authentischen Leben eröffnet, zum Leben, das nicht verwelkt. Sie ist diejenige, die jedes von ihren Kindern begleiten kann, um es zurück nach Hause zu bringen. Sie begleitet und führt uns bis zur Pforte, die Leben gibt, weil Jesus nicht will, dass jemand draußen bleibt, dem Unwetter ausgesetzt. So begleitet er die »Sehnsucht vieler, zum Haus des Vaters zurückzukehren, der schon auf ihr Kommen wartet«[1] und oftmals nicht wissen, wie sie zurückkehren sollen. Der heilige Bernhard sagte: »Wenn du erfährst, dass dieses Erdenleben mehr ein Dahintreiben in Wellen, Wind und Wetter ist als ein Dahinschreiten auf festem Land: […] blick auf zum Stern, ruf zu Maria!«[2] Sie zeigt uns den Weg nach Hause, sie führt uns zu Jesus, der die Pforte der Barmherzigkeit ist; sie lässt uns bei ihm, sie verlangt nichts für sich selbst, sie führt uns zu Jesus.
2015 hatten wir die Freude, das Heilige Jahr der Barmherzigkeit zu feiern. Ein Jahr, in dem ich alle Gläubigen einlud, durch die Pforte der Barmherzigkeit zu gehen: »Wer durch diese Pforte hindurchschreitet, – so habe ich geschrieben – kann die tröstende Liebe Gottes erfahren, welcher vergibt und Hoffnung schenkt«.[3] Und ich möchte nun zusammen mit euch den gleichen Wunsch wiederholen: »Wie sehr wünsche ich mir, dass die kommenden Jahre durchtränkt sein mögen von der Barmherzigkeit und dass wir auf alle Menschen zugehen und ihnen die Güte und Zärtlichkeit Gottes bringen!«[4]. Wie sehr wünsche ich mir, dass dieses Land, das sich an die Mutter der Barmherzigkeit und der Hoffnung klammert, die Güte und die Zärtlichkeit Gottes überall hinbringen und verbreiten kann. Denn, liebe Brüder und Schwestern, es gibt keine größere Medizin zur Heilung so vieler Wunden als ein Herz, das zur Barmherzigkeit fähig ist, ein Herz, das Erbarmen mit dem Schmerz und dem Unglück empfinden kann, mit den Fehlern und der Sehnsucht vieler, aufzustehen, ohne jedoch zu wissen, auf welche Weise.
Das Erbarmen ist am Werk, denn »wir haben gelernt, dass Gott sich uns zuneigt (vgl. Hos 11,4), damit auch wir ihn nachahmen können, wenn wir uns unseren Brüdern und Schwestern zuneigen«[5], denen, die am meisten leiden. Geben wir wie Maria auf diejenigen Acht, die den Wein der Fröhlichkeit nicht haben, so wie es bei der Hochzeit zu Kana geschah.
Wenn wir auf Maria schauen, möchte ich nicht schließen, ohne euch einzuladen, an alle Mütter und Großmütter dieses Landes zu denken; sie sind eine wahre Triebkraft für das Leben und die Familien von Peru. Was wäre Peru ohne die Mütter und die Großmütter, was wäre unser Leben ohne sie! Die Liebe zu Maria muss uns helfen, Haltungen der Anerkennung und der Dankbarkeit für die Frau, für unsere Mütter und Großmütter hervorzubringen, die eine Bastion im Leben unserer Städte sind. Fast immer im Stillen bringen sie das Leben voran. Es ist die Stille und die Kraft der Hoffnung. Danke für euer Zeugnis.
Anerkennen und danken; aber mit Blick auf die Mütter und Großmütter möchte ich euch einladen, gegen eine Plage zu kämpfen, die unseren amerikanischen Kontinent heimsucht: die zahlreichen Fälle von Frauenmord. Und es sind unzählige Situationen von Gewalt, die hinter so vielen Mauern totgeschwiegen werden. Ich lade euch ein, gegen diese Quelle des Leidens zu kämpfen, indem ihr eine Gesetzgebung und eine Kultur der Ablehnung jeder Form von Gewalt fördert.
Brüder und Schwestern, die Unsere Liebe Frau von der Pforte, Mutter der Barmherzigkeit und der Hoffnung, zeigt uns den Weg und weist uns auf die beste Verteidigung gegen das Übel der Gleichgültigkeit und Herzlosigkeit hin. Sie führt uns zu ihrem Sohn und so lädt sie uns ein, eine »Kultur der Barmherzigkeit wachsen zu lassen, die darauf gründet, die Begegnung mit den anderen wiederzuentdecken: eine Kultur, in der niemand mit Gleichgültigkeit auf den anderen schaut, noch den Blick abwendet, wenn er das Leid der Mitmenschen sieht«.[6] Die Jungfrau Maria gewähre euch diese Gnade.
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[1] Apostolisches Schreiben Misericordia et misera zum Abschluss des Außerordentlichen Heiligen Jahres der Barmherzigkeit (20. November 2016), 16.
[2] Hom. II super »Missus est«, 17: PL 183, 70.
[3] Bulle Misericordiae vultus (11. April 2015), 3.
[4] Ebd., 5.
[5] Apostolisches Schreiben Misericordia et misera zum Abschluss des Außerordentlichen Heiligen Jahres der Barmherzigkeit (20. November 2016), 16.
[6] Ebd., 20.
[00068-DE.02] [Originalsprache: Spanisch]
Traduzione in lingua portoghese
Queridos irmãos e irmãs!
Agradeço a D. Héctor Miguel as suas palavras de boas-vindas, em nome de todo o Povo de Deus que peregrina nestas terras.
Nesta linda e histórica praça de Trujillo, que soube suscitar sonhos de liberdade em todos os peruanos, congregamo-nos hoje para encontrar-nos com a «Mamita de Otuzco [Mãezinha de Otuzco]». Tenho conhecimento dos muitos quilómetros que tantos de vós fizestes para estar aqui hoje, reunidos sob o olhar da Mãe. Assim, esta praça transforma-se num santuário a céu aberto no qual todos queremos deixar-nos olhar pela Mãe, pelo seu olhar materno e amável. Mãe que conhece o coração dos peruanos do norte e de tantos outros lugares; viu as suas lágrimas, os seus sorrisos, as suas aspirações. Nesta praça, queremos fazer tesouro da memória dum povo que sabe que Maria é Mãe e não abandona os seus filhos.
A casa veste-se de festa duma maneira especial. Acompanham-nos as imagens vindas dos diferentes cantos desta região. Juntamente com a querida Imaculada Virgem da Porta de Otuzco, saúdo e dou as boas-vindas à Santíssima Cruz de Chalpón de Chiclayo, ao Senhor Prisioneiro de Ayabaca, à Virgem das Mercês de Paita, ao Deus Menino do Milagre de Eten, à Virgem das Dores de Cajamarca, à Virgem da Assunção de Cutervo, à Imaculada Conceição de Chota, a Nossa Senhora de Alta Graça de Huamachuco, a São Toríbio de Mogrovejo de Tayabamba (Huamachuco), à Virgem Assunta de Chachapoyas, à Virgem da Assunção de Usquil, à Virgem do Socorro de Huanchoco, e às Relíquias dos Mártires Conventuais de Chimbote.
Cada comunidade, cada cantinho desta terra, vem acompanhado pelo rosto dum Santo, pelo amor a Jesus Cristo e à sua Mãe. E pensar que, onde há uma comunidade, onde há vida e corações palpitando ansiosos por encontrar motivos de esperança, motivos para o canto, para a dança, para uma vida digna..., lá está o Senhor, lá encontramos sua Mãe e também o exemplo de muitos Santos que nos ajudam a permanecer alegres na esperança.
Convosco dou graças pela delicadeza do nosso Deus. Ele procura aproximar-Se de cada um segundo a modalidade em que O pode acolher e, assim, nascem as mais diferentes invocações. Expressam o desejo que tem o nosso Deus de estar perto de cada coração, porque a linguagem do amor de Deus sempre se pronuncia «em dialeto», não conhece outra forma de o fazer. Além disso é motivo de esperança ver como a Mãe assume os traços dos filhos, as vestes, o dialeto dos seus, para os tornar participantes da sua bênção. Maria será sempre uma Mãe mestiça, porque no seu coração encontram lugar todas as raças, porque o amor procura todos os meios para amar e ser amado. Todas estas imagens recordam-nos a ternura com que Deus quer estar perto de cada aldeia, de cada família, de ti, de mim, de todos.
Sei do amor que tendes à Imaculada Virgem da Porta de Otuzco, que hoje, juntamente convosco, desejo proclamar Virgem da Porta, «Mãe da Misericórdia e da Esperança».
Virgem querida, que, nos séculos passados, demonstrou o seu amor pelos filhos desta terra, quando, colocada por cima duma porta, os defendeu e protegeu das ameaças que os afligiam, suscitando o amor de todos os peruanos até aos nossos dias.
Ela continua a defender-nos e a indicar-nos a Porta que nos abre o caminho para a vida autêntica, a Vida que não definha. Ela é a única que sabe acompanhar, um a um, os seus filhos para voltarem a casa. Acompanha-nos e conduz-nos até à Porta que dá Vida, porque Jesus não quer que alguém fique fora, sob as intempéries. Assim acompanha «a saudade que muitos sentem de regressar à casa do Pai, que aguarda a sua chegada»[1] e muitas vezes não sabem como regressar. Dizia São Bernardo: «Tu que te sentes longe da terra firme, arrastado pelas ondas deste mundo, no meio de borrascas e tempestades: olha a Estrela e invoca Maria».[2] Ela indica-nos o caminho para casa, leva-nos a Jesus, que é a Porta da Misericórdia, e deixa-nos com Ele, não pede nada para Si mesma, leva-nos a Jesus.
Em 2015-2016, tivemos a alegria de celebrar o Jubileu da Misericórdia. Um ano em que convidei todos os fiéis a passar pela Porta da Misericórdia, através da qual «qualquer pessoa que entre poderá experimentar o amor de Deus que consola, perdoa e dá esperança».[3] E quero repetir, juntamente convosco, o mesmo desejo que tinha então: «Quanto desejo que os anos futuros sejam permeados de misericórdia para ir ao encontro de todas as pessoas levando-lhes a bondade e a ternura de Deus!»[4] Quanto desejo que esta terra, que alberga a Mãe da Misericórdia e da Esperança, possa multiplicar levando a toda a parte a bondade e a ternura de Deus. Com efeito, queridos irmãos, não há um remédio melhor para curar tantas feridas do que um coração capaz de misericórdia, um coração capaz de ter compaixão perante o sofrimento e a desgraça, perante o erro e a vontade de se levantar de muitos, que não sabem como fazê-lo.
A compaixão é ativa, porque «aprendemos que Deus Se inclina sobre nós (cf. Os 11, 4), para que também nós possamos imitá-Lo inclinando-nos sobre os irmãos»;[5] inclinando-nos especialmente sobre aqueles que mais sofrem. À semelhança de Maria, estar atentos àqueles que não têm o vinho da alegria, como sucedeu nas Bodas de Caná.
Olhando para Maria, não queria concluir sem vos convidar a pensar em todas as mães e avós desta nação; são verdadeira força motriz da vida e das famílias do Perú. Que seria o Perú sem as mães e as avós? Que seria a nossa vida sem elas? O amor a Maria tem que nos ajudar a gerar atitudes de reconhecimento e gratidão para com a mulher, para com as nossas mães e avós que são um baluarte na vida das nossas cidades. Quase sempre silenciosas, fazem avançar a vida. É o silêncio e a força da esperança. Obrigado pelo vosso testemunho.
Reconhecer e agradecer… Mas, olhando para as mães e as avós, quero convidar-vos a lutar contra uma praga que fere o nosso continente americano: os numerosos casos de feminicídio. E muitas são as situações de violência que ficam silenciadas por trás de tantas paredes. Convido-vos a lutar contra esta fonte de sofrimento, pedindo que se promova uma legislação e uma cultura de repúdio a todas as formas de violência.
Irmãos, a Virgem da Porta, Mãe da Misericórdia e da Esperança, mostra-nos o caminho e indica-nos a melhor defesa contra o mal da indiferença e do endurecimento. Ela leva-nos ao seu Filho e, assim, nos convida a promover e irradiar uma «cultura de misericórdia, com base na redescoberta do encontro com os outros: uma cultura na qual ninguém olhe para o outro com indiferença, nem vire a cara quando vê o sofrimento dos irmãos».[6] Que a Virgem vos conceda esta graça.
[Oração]
[Consagração à Virgem da Porta]
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[1] Francisco, Carta ap. Misericordia et misera, no termo do Jubileu Extraordinário da Misericórdia (20/XI/2016), 16.
[2] Hom. II super «Missus est», 17: PL 183, 70.
[3] Francisco, Bula Misericordiae vultus (11/IV/2015), 3.
[4] Ibid., 5.
[5] Francisco, Carta ap. Misericordia et misera, no termo do Jubileu Extraordinário da Misericórdia (20/XI/2016), 16.
[6] Ibid., 20.
[00068-PO.02] [Texto original: Espanhol]
Traduzione in lingua polacca
Queridos irmãos e irmãs!
Agradeço a D. Héctor Miguel as suas palavras de boas-vindas, em nome de todo o Povo de Deus que peregrina nestas terras.
Nesta linda e histórica praça de Trujillo, que soube suscitar sonhos de liberdade em todos os peruanos, congregamo-nos hoje para encontrar-nos com a «Mamita de Otuzco [Mãezinha de Otuzco]». Tenho conhecimento dos muitos quilómetros que tantos de vós fizestes para estar aqui hoje, reunidos sob o olhar da Mãe. Assim, esta praça transforma-se num santuário a céu aberto no qual todos queremos deixar-nos olhar pela Mãe, pelo seu olhar materno e amável. Mãe que conhece o coração dos peruanos do norte e de tantos outros lugares; viu as suas lágrimas, os seus sorrisos, as suas aspirações. Nesta praça, queremos fazer tesouro da memória dum povo que sabe que Maria é Mãe e não abandona os seus filhos.
A casa veste-se de festa duma maneira especial. Acompanham-nos as imagens vindas dos diferentes cantos desta região. Juntamente com a querida Imaculada Virgem da Porta de Otuzco, saúdo e dou as boas-vindas à Santíssima Cruz de Chalpón de Chiclayo, ao Senhor Prisioneiro de Ayabaca, à Virgem das Mercês de Paita, ao Deus Menino do Milagre de Eten, à Virgem das Dores de Cajamarca, à Virgem da Assunção de Cutervo, à Imaculada Conceição de Chota, a Nossa Senhora de Alta Graça de Huamachuco, a São Toríbio de Mogrovejo de Tayabamba (Huamachuco), à Virgem Assunta de Chachapoyas, à Virgem da Assunção de Usquil, à Virgem do Socorro de Huanchoco, e às Relíquias dos Mártires Conventuais de Chimbote.
Cada comunidade, cada cantinho desta terra, vem acompanhado pelo rosto dum Santo, pelo amor a Jesus Cristo e à sua Mãe. E pensar que, onde há uma comunidade, onde há vida e corações palpitando ansiosos por encontrar motivos de esperança, motivos para o canto, para a dança, para uma vida digna..., lá está o Senhor, lá encontramos sua Mãe e também o exemplo de muitos Santos que nos ajudam a permanecer alegres na esperança.
Convosco dou graças pela delicadeza do nosso Deus. Ele procura aproximar-Se de cada um segundo a modalidade em que O pode acolher e, assim, nascem as mais diferentes invocações. Expressam o desejo que tem o nosso Deus de estar perto de cada coração, porque a linguagem do amor de Deus sempre se pronuncia «em dialeto», não conhece outra forma de o fazer. Além disso é motivo de esperança ver como a Mãe assume os traços dos filhos, as vestes, o dialeto dos seus, para os tornar participantes da sua bênção. Maria será sempre uma Mãe mestiça, porque no seu coração encontram lugar todas as raças, porque o amor procura todos os meios para amar e ser amado. Todas estas imagens recordam-nos a ternura com que Deus quer estar perto de cada aldeia, de cada família, de ti, de mim, de todos.
Sei do amor que tendes à Imaculada Virgem da Porta de Otuzco, que hoje, juntamente convosco, desejo proclamar Virgem da Porta, «Mãe da Misericórdia e da Esperança».
Virgem querida, que, nos séculos passados, demonstrou o seu amor pelos filhos desta terra, quando, colocada por cima duma porta, os defendeu e protegeu das ameaças que os afligiam, suscitando o amor de todos os peruanos até aos nossos dias.
Ela continua a defender-nos e a indicar-nos a Porta que nos abre o caminho para a vida autêntica, a Vida que não definha. Ela é a única que sabe acompanhar, um a um, os seus filhos para voltarem a casa. Acompanha-nos e conduz-nos até à Porta que dá Vida, porque Jesus não quer que alguém fique fora, sob as intempéries. Assim acompanha «a saudade que muitos sentem de regressar à casa do Pai, que aguarda a sua chegada»[1] e muitas vezes não sabem como regressar. Dizia São Bernardo: «Tu que te sentes longe da terra firme, arrastado pelas ondas deste mundo, no meio de borrascas e tempestades: olha a Estrela e invoca Maria».[2] Ela indica-nos o caminho para casa, leva-nos a Jesus, que é a Porta da Misericórdia, e deixa-nos com Ele, não pede nada para Si mesma, leva-nos a Jesus.
Em 2015-2016, tivemos a alegria de celebrar o Jubileu da Misericórdia. Um ano em que convidei todos os fiéis a passar pela Porta da Misericórdia, através da qual «qualquer pessoa que entre poderá experimentar o amor de Deus que consola, perdoa e dá esperança».[3] E quero repetir, juntamente convosco, o mesmo desejo que tinha então: «Quanto desejo que os anos futuros sejam permeados de misericórdia para ir ao encontro de todas as pessoas levando-lhes a bondade e a ternura de Deus!»[4] Quanto desejo que esta terra, que alberga a Mãe da Misericórdia e da Esperança, possa multiplicar levando a toda a parte a bondade e a ternura de Deus. Com efeito, queridos irmãos, não há um remédio melhor para curar tantas feridas do que um coração capaz de misericórdia, um coração capaz de ter compaixão perante o sofrimento e a desgraça, perante o erro e a vontade de se levantar de muitos, que não sabem como fazê-lo.
A compaixão é ativa, porque «aprendemos que Deus Se inclina sobre nós (cf. Os 11, 4), para que também nós possamos imitá-Lo inclinando-nos sobre os irmãos»;[5] inclinando-nos especialmente sobre aqueles que mais sofrem. À semelhança de Maria, estar atentos àqueles que não têm o vinho da alegria, como sucedeu nas Bodas de Caná.
Olhando para Maria, não queria concluir sem vos convidar a pensar em todas as mães e avós desta nação; são verdadeira força motriz da vida e das famílias do Perú. Que seria o Perú sem as mães e as avós? Que seria a nossa vida sem elas? O amor a Maria tem que nos ajudar a gerar atitudes de reconhecimento e gratidão para com a mulher, para com as nossas mães e avós que são um baluarte na vida das nossas cidades. Quase sempre silenciosas, fazem avançar a vida. É o silêncio e a força da esperança. Obrigado pelo vosso testemunho.
Reconhecer e agradecer… Mas, olhando para as mães e as avós, quero convidar-vos a lutar contra uma praga que fere o nosso continente americano: os numerosos casos de feminicídio. E muitas são as situações de violência que ficam silenciadas por trás de tantas paredes. Convido-vos a lutar contra esta fonte de sofrimento, pedindo que se promova uma legislação e uma cultura de repúdio a todas as formas de violência.
Irmãos, a Virgem da Porta, Mãe da Misericórdia e da Esperança, mostra-nos o caminho e indica-nos a melhor defesa contra o mal da indiferença e do endurecimento. Ela leva-nos ao seu Filho e, assim, nos convida a promover e irradiar uma «cultura de misericórdia, com base na redescoberta do encontro com os outros: uma cultura na qual ninguém olhe para o outro com indiferença, nem vire a cara quando vê o sofrimento dos irmãos».[6] Que a Virgem vos conceda esta graça.
[Oração]
[Consagração à Virgem da Porta]
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[1] Francisco, Carta ap. Misericordia et misera, no termo do Jubileu Extraordinário da Misericórdia (20/XI/2016), 16.
[2] Hom. II super «Missus est», 17: PL 183, 70.
[3] Francisco, Bula Misericordiae vultus (11/IV/2015), 3.
[4] Ibid., 5.
[5] Francisco, Carta ap. Misericordia et misera, no termo do Jubileu Extraordinário da Misericórdia (20/XI/2016), 16.
[6] Ibid., 20.
[00068-PL.02] [Testo originale: Spagnolo]
[B0050-XX.02]