Santa Messa nel Parque O’Higgins di Santiago del Cile
Omelia del Santo Padre
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Traduzione in lingua francese
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Traduzione in lingua portoghese
Traduzione in lingua polacca
Traduzione in lingua araba
Lasciato il Palacio de La Moneda, il Santo Padre Francesco si è trasferito in auto al Parque O’Higgins.
Al Suo arrivo, dopo un giro in papamobile tra i fedeli, alle ore 10.15 locali (14.15 ora di Roma), il Papa ha celebrato la Santa Messa.
Nel corso del Rito ha avuto luogo l’Incoronazione dell’Immagine della Beata Vergine Maria del Carmelo. A conclusione della Celebrazione Eucaristica, l’Arcivescovo di Santiago del Cile, S.E. Mons. Ricardo Ezzati Andrello, S.D.B., ha porto il suo saluto al Papa. Dopo la benedizione finale, il Santo Padre Francesco è rientrato in auto alla Nunziatura Apostolica.
Pubblichiamo di seguito l’omelia che il Santo Padre ha pronunciato dopo la proclamazione del Vangelo:
Omelia del Santo Padre
«Al ver a la multitud» (Mt 5,1). En estas primeras palabras del Evangelio que acabamos de escuchar encontramos la actitud con la que Jesús quiere salir a nuestro encuentro, la misma actitud con la que Dios siempre ha sorprendido a su pueblo (cf. Ex 3,7). La primera actitud de Jesús es ver, es mirar el rostro de los suyos. Esos rostros ponen en movimiento el amor visceral de Dios. No fueron ideas o conceptos los que movieron a Jesús… son los rostros, son las personas; es la vida que clama a la Vida que el Padre nos quiere transmitir.
Al ver a la multitud, Jesús encuentra el rostro de la gente que lo seguía y lo más lindo es ver que ellos, a su vez, encuentran en la mirada de Jesús el eco de sus búsquedas y anhelos. De ese encuentro nace este elenco de bienaventuranzas que son el horizonte hacia el cual somos invitados y desafiados a caminar. Las bienaventuranzas no nacen de una actitud pasiva frente a la realidad, ni tampoco pueden nacer de un espectador que se vuelve un triste autor de estadísticas de lo que acontece. No nacen de los profetas de desventuras que se contentan con sembrar desilusión. Tampoco de espejismos que nos prometen la felicidad con un «clic», en un abrir y cerrar de ojos. Por el contrario, las bienaventuranzas nacen del corazón compasivo de Jesús que se encuentra con el corazón compasivo y necesitado de compasión de hombres y mujeres que quieren y anhelan una vida bendecida; de hombres y mujeres que saben de sufrimiento; que conocen el desconcierto y el dolor que se genera cuando «se te mueve el piso» o «se inundan los sueños» y el trabajo de toda una vida se viene abajo; pero más saben de tesón y de lucha para salir adelante; más saben de reconstrucción y de volver a empezar.
¡Cuánto conoce el corazón chileno de reconstrucciones y de volver a empezar; cuánto conocen ustedes de levantarse después de tantos derrumbes! ¡A ese corazón apela Jesús; para que ese corazón reciba las bienaventuranzas!
Las bienaventuranzas no nacen de actitudes criticonas ni de la «palabrería barata» de aquellos que creen saberlo todo pero no se quieren comprometer con nada ni con nadie, y terminan así bloqueando toda posibilidad de generar procesos de transformación y reconstrucción en nuestras comunidades, en nuestras vidas. Las bienaventuranzas nacen del corazón misericordioso que no se cansa de esperar. Y experimenta que la esperanza «es el nuevo día, la extirpación de una inmovilidad, el sacudimiento de una postración negativa» (Pablo Neruda, El habitante y su esperanza, 5).
Jesús, al decir bienaventurado al pobre, al que ha llorado, al afligido, al paciente, al que ha perdonado... viene a extirpar la inmovilidad paralizante del que cree que las cosas no pueden cambiar, del que ha dejado de creer en el poder transformador de Dios Padre y en sus hermanos, especialmente en sus hermanos más frágiles, en sus hermanos descartados. Jesús, al proclamar las bienaventuranzas viene a sacudir esa postración negativa llamada resignación que nos hace creer que se puede vivir mejor si nos escapamos de los problemas, si huimos de los demás; si nos escondemos o encerramos en nuestras comodidades, si nos adormecemos en un consumismo tranquilizante (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 2). Esa resignación que nos lleva a aislarnos de todos, a dividirnos, separarnos; a hacernos los ciegos frente a la vida y al sufrimiento de los otros.
Las bienaventuranzas son ese nuevo día para todos aquellos que siguen apostando al futuro, que siguen soñando, que siguen dejándose tocar e impulsar por el Espíritu de Dios.
Qué bien nos hace pensar que Jesús desde el Cerro Renca o Puntilla viene a decirnos: bienaventurados… Sí, bienaventurado vos y vos; a cada uno de nosotros. Bienaventurados ustedes que se dejan contagiar por el Espíritu de Dios y luchan y trabajan por ese nuevo día, por ese nuevo Chile, porque de ustedes será el reino de los cielos. «Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios» (Mt 5,9).
Y frente a la resignación que como un murmullo grosero socava nuestros lazos vitales y nos divide, Jesús nos dice: bienaventurados los que se comprometen por la reconciliación. Felices aquellos que son capaces de ensuciarse las manos y trabajar para que otros vivan en paz. Felices aquellos que se esfuerzan por no sembrar división. De esta manera, la bienaventuranza nos hace artífices de paz; nos invita a comprometernos para que el espíritu de la reconciliación gane espacio entre nosotros. ¿Quieres dicha? ¿Quieres felicidad? Felices los que trabajan para que otros puedan tener una vida dichosa. ¿Quieres paz?, trabaja por la paz.
No puedo dejar de evocar a ese gran pastor que tuvo Santiago cuando en un Te Deum decía: «“Si quieres la paz, trabaja por la justicia” … Y si alguien nos pregunta: “¿qué es la justicia?” o si acaso consiste solamente en “no robar”, le diremos que existe otra justicia: la que exige que cada hombre sea tratado como hombre» (Card. Raúl Silva Henríquez, Homilía en el Te Deum Ecuménico, 18 septiembre 1977).
¡Sembrar la paz a golpe de proximidad, de vecindad! A golpe de salir de casa y mirar rostros, de ir al encuentro de aquel que lo está pasando mal, que no ha sido tratado como persona, como un digno hijo de esta tierra. Esta es la única manera que tenemos de tejer un futuro de paz, de volver a hilar una realidad que se puede deshilachar. El trabajador de la paz sabe que muchas veces es necesario vencer grandes o sutiles mezquindades y ambiciones, que nacen de pretender crecer y «darse un nombre», de tener prestigio a costa de otros. El trabajador de la paz sabe que no alcanza con decir: no le hago mal a nadie, ya que como decía san Alberto Hurtado: «Está muy bien no hacer el mal, pero está muy mal no hacer el bien» (Meditación radial, abril 1944).
Construir la paz es un proceso que nos convoca y estimula nuestra creatividad para gestar relaciones capaces de ver en mi vecino no a un extraño, a un desconocido, sino a un hijo de esta tierra.
Encomendémonos a la Virgen Inmaculada que desde el Cerro San Cristóbal cuida y acompaña esta ciudad. Que ella nos ayude a vivir y a desear el espíritu de las bienaventuranzas; para que en todos los rincones de esta ciudad se escuche como un susurro: «Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios» (Mt 5,9).
[00053-ES.02] [Texto original: Español]
Traduzione in lingua italiana
«Vedendo le folle» (Mt 5,1). In queste prime parole del Vangelo che abbiamo appena ascoltato troviamo l’atteggiamento con cui Gesù vuole venirci incontro, il medesimo atteggiamento con cui Dio ha sempre sorpreso il suo popolo (cfr Es 3,7). Il primo atteggiamento di Gesù è vedere, guardare il volto dei suoi. Quei volti mettono in movimento l’amore viscerale di Dio. Non sono state idee o concetti a muovere Gesù... sono stati i volti, le persone; è la vita che grida alla Vita che il Padre ci vuole trasmettere.
Vedendo le folle, Gesù incontra il volto della gente che lo seguiva e la cosa più bella è vedere che la gente, a sua volta, incontra nello sguardo di Gesù l’eco delle sue ricerche e aspirazioni. Da tale incontro nasce questo elenco di beatitudini che sono l’orizzonte verso il quale siamo invitati e sfidati a camminare. Le beatitudini non nascono da un atteggiamento passivo di fronte alla realtà, né tantomeno possono nascere da uno spettatore che diventa un triste autore di statistiche su quanto accade. Non nascono dai profeti di sventura che si accontentano di seminare delusioni. Nemmeno da miraggi che ci promettono la felicità con un “clic”, in un batter d’occhi. Al contrario, le beatitudini nascono dal cuore compassionevole di Gesù che si incontra con il cuore compassionevole e bisognoso di compassione di uomini e donne che desiderano e anelano a una vita beata; di uomini e donne che conoscono la sofferenza, che conoscono lo smarrimento e il dolore che si genera quando “trema la terra sotto i piedi” o “i sogni vengono sommersi” e il lavoro di tutta una vita viene spazzato via; ma che ancora di più conoscono la tenacia e la lotta per andare avanti; ancora di più conoscono il ricostruire e il ricominciare.
Com’è esperto il cuore cileno di ricostruzioni e di nuovi inizi! Come siete esperti voi del rialzarsi dopo tanti crolli! A questo cuore fa appello Gesù; perché questo cuore riceva le beatitudini!
Le beatitudini non nascono da atteggiamenti di facile critica né dagli “sproloqui a buon mercato” di coloro che credono di sapere tutto ma non vogliono impegnarsi con niente e con nessuno, e finiscono così per bloccare ogni possibilità di generare processi di trasformazione e di ricostruzione nelle nostre comunità, nella nostra vita. Le beatitudini nascono dal cuore misericordioso che non si stanca di sperare. E sperimenta che la speranza «è il nuovo giorno, lo sradicamento dell’immobilità, lo scuotersi da una prostrazione negativa” (Pablo Neruda, El habitante y su esperanza, 5).
Gesù, dicendo beato il povero, colui che ha pianto, l’afflitto, il sofferente, colui che ha perdonato…, viene a sradicare l’immobilità paralizzante di chi crede che le cose non possono cambiare, di chi ha smesso di credere nel potere trasformante di Dio Padre e nei suoi fratelli, specialmente nei suoi fratelli più fragili, nei suoi fratelli scartati. Gesù, proclamando le beatitudini viene a scuotere quella prostrazione negativa chiamata rassegnazione che ci fa credere che si può vivere meglio se evitiamo i problemi, se fuggiamo dagli altri, se ci nascondiamo o rinchiudiamo nelle nostre comodità, se ci addormentiamo in un consumismo tranquillizzante (cfr Esort. ap. Evangelii gaudium, 2). Quella rassegnazione che ci porta a isolarci da tutti, a dividerci, a separarci, a farci ciechi di fronte alla vita e alla sofferenza degli altri.
Le beatitudini sono quel nuovo giorno per tutti quelli che continuano a scommettere sul futuro, che continuano a sognare, che continuano a lasciarsi toccare e sospingere dallo Spirito di Dio.
Quanto ci fa bene pensare che Gesù dal Cerro Renca o da Puntilla viene a dirci: “Beati...”. Sì, beato tu e tu, ognuno di noi. Beati voi che vi lasciate contagiare dallo Spirito di Dio e lottate e lavorate per questo nuovo giorno, per questo nuovo Cile, perché vostro sarà il regno dei cieli. «Beati gli operatori di pace, perché saranno chiamati figli di Dio» (Mt 5,9).
E di fronte alla rassegnazione che come un ruvido brusio mina i nostri legami vitali e ci divide, Gesù ci dice: beati quelli che si impegnano per la riconciliazione. Felici quelli che sono capaci di sporcarsi le mani e lavorare perché altri vivano in pace. Felici quelli che si sforzano di non seminare divisione. In questo modo, la beatitudine ci rende artefici di pace; ci invita ad impegnarci perché lo spirito della riconciliazione guadagni spazio fra noi. Vuoi gioia? Vuoi felicità? Felici quelli che lavorano perché altri possano avere una vita gioiosa. Desideri pace? Lavora per la pace.
Non posso fare a meno di evocare quel grande Pastore che ebbe Santiago, il quale in un Te Deum disse: « “Se vuoi la pace, lavora per la giustizia” [...] E se qualcuno ci domanda: “Cos’è la giustizia?”, o se per caso pensa che consista solo nel “non rubare”, gli diremo che esiste un’altra giustizia: quella che esige che ogni uomo sia trattato come uomo» (Card. Raúl Silva Henríquez, Omelia nel Te Deum Ecumenico, 18 settembre 1977).
Seminare la pace a forza di prossimità, a forza di vicinanza! A forza di uscire di casa e osservare i volti, di andare incontro a chi si trova in difficoltà, a chi non è stato trattato come persona, come un degno figlio di questa terra. Questo è l’unico modo che abbiamo per tessere un futuro di pace, per tessere di nuovo una realtà che si può sfilacciare. L’operatore di pace sa che molte volte bisogna vincere grandi o sottili meschinità e ambizioni, che nascono dalla pretesa di crescere e “farsi un nome”, di acquistare prestigio a spese degli altri. L’operatore di pace sa che non basta dire: non faccio del male a nessuno, perché, come diceva Sant’Alberto Hurtado: «Va molto bene non fare il male, ma è molto male non fare il bene” (Meditación radial, aprile 1944).
Costruire la pace è un processo che ci riunisce e stimola la nostra creatività per dar vita a relazioni capaci di vedere nel mio vicino non un estraneo, uno sconosciuto, ma un figlio di questa terra.
Affidiamoci alla Vergine Immacolata che dal Cerro San Cristóbal custodisce e accompagna questa città. Che lei ci aiuti a vivere e a desiderare lo spirito delle beatitudini; affinché in tutti gli angoli di questa città si oda come un sussurro: «Beati gli operatori di pace, perché saranno chiamati figli di Dio» (Mt 5,9).
[00053-IT.02] [Testo originale: Spagnolo]
Traduzione in lingua francese
«Voyant les foules» (Mt 5, 1). En ces premières paroles de l’Évangile que nous venons d’entendre, nous trouvons dans quelle attitude Jésus veut venir à notre rencontre, cette même attitude par laquelle Dieu a toujours surpris son peuple (cf. Ex 3, 7). La première attitude de Jésus est de voir, de regarder le visage des siens. Ces visages suscitent l’amour viscéral de Dieu. Ce ne sont pas des idées ou des concepts qui font agir Jésus… ce sont les visages, ce sont les personnes; c’est la vie qui crie vers la Vie que le Père veut nous transmettre.
En voyant les foules, Jésus regarde le visage des personnes qui le suivaient et le plus beau, c’est de constater qu’en retour ils trouvent dans le regard de Jésus l’écho de leurs quêtes et aspirations. De cette rencontre naît la liste des béatitudes qui sont l’horizon vers lequel nous sommes invités et les défis à affronter. Les béatitudes ne naissent pas d’une attitude passive face à la réalité, ni ne peuvent non plus trouver leur origine dans un spectateur devenant un triste auteur de statistiques de ce qui se passe. Elles ne proviennent pas de prophètes de malheur qui se contentent de semer de la désillusion. Ni non plus de mirages qui nous promettent le bonheur avec un ‘‘clic’’, le temps d’ouvrir et de fermer les yeux. Par contre, les béatitudes naissent du cœur compatissant de Jésus qui rencontre le cœur compatissant et qui a besoin de compassion d’hommes et de femmes qui veulent et désirent une vie bénie; d’hommes et de femmes qui savent ce qu’est la souffrance; qui connaissent le désarroi et la douleur qu’on éprouve quand ‘‘tout s’affaisse sous vos pieds’’ ou que ‘‘les rêves sont noyés’’ et que le travail de toute une vie s’écroule; mais qui sont davantage tenaces et davantage combatifs pour aller de l’avant; qui sont davantage capables de reconstruire et de recommencer.
Que le cœur chilien est capable de reconstruire et de recommencer! Que vous êtes capables de vous lever après de nombreuses chutes! C’est à ce cœur que Jésusfait appel ; pour que ce cœur reçoive les béatitudes.
Les béatitudes ne naissent pas d’attitudes critiques ni de ‘‘bavardages à bon marché’’ de ceux qui croient tout savoir mais ne veulent s’engager ni à rien ni avec personne, et finissent ainsi par bloquer toute possibilité de créer des processus de transformation et de reconstruction dans nos communautés, dans nos vies. Les béatitudes naissent du cœur miséricordieux qui ne se lasse pas d’espérer. Et il fait l’expérience que l’espérance «est le jour nouveau, l’extirpation d’une immobilité, la remise en cause d’une prostration négative» (PABLO NERUDA, El habitante y su esperanza, p. 5).
En disant heureux le pauvre, celui qui pleure, la personne affligée, le malade, celui qui a pardonné…, Jésus vient extirper l’immobilité paralysante de celui qui croit que les choses ne peuvent pas changer, de celui qui a cessé de croire au pouvoir régénérateur de Dieu le Père et en ses frères, spécialement en ses frères les plus fragiles, en ses frères rejetés. Jésus, en proclamant les béatitudes, vient remettre en cause cette prostration négative appelée résignation qui nous fait croire que nous pouvons vivre mieux si nous esquivons les problèmes ou nous enfermons dans nos conforts, si nous nous endormons dans un conformisme tranquillisant (Cf. Exhort. Ap. Evangelii gaudium, n. 2). Cette résignation qui nous conduit à nous isoler de tout le monde, à nous diviser, à nous séparer ; à devenir aveugles face à la vie et à la souffrance des autres.
Les béatitudes sont ce jour nouveau pour tous ceux qui continuent de miser sur l’avenir, qui continuent de rêver, qui continuent de se laisser toucher et pousser par l’Esprit de Dieu.
Qu’il nous fait du bien de penser que Jésus, depuis le Cerra Renca ou Puntilla vient nous dire: heureux…! Oui, heureux vous et vous; à chacun de nous. Heureux vous qui vous laissez contaminer par l’Esprit de Dieu et qui luttez et travaillez pour ce jour nouveau, pour ce Chili nouveau, car le royaume des cieux vous appartiendra. «Heureux les artisans de paix, car ils seront appelés fils de Dieu» (Mt 5, 9).
Et face à la résignation qui, comme une méchante rumeur, compromet les relations vitales et nous divise, Jésus nous dit: heureux ceux qui œuvrent pour la réconciliation. Heureux ceux qui sont capables de se salir les mains et de travailler pour que d’autres vivent en paix. Heureux ceux qui s’efforcent pour ne pas semer de la division. Ainsi, la béatitude fait de nous des artisans de paix; elle nous invite à nous engager pour que l’esprit de réconciliation gagne de l’espace parmi nous. Veux-tu l’épanouissement? Veux-tu le bonheur? Heureux ceux qui œuvrent pour que les autres puissent avoir une vie épanouie. Veux-tu la paix? Travaille pour la paix.
Je ne peux m’empêcher d’évoquer ce grand pasteur de Santiago, quand lors d’un Te Deum il disait: «Si tu veux la paix, travaille pour la justice… Et si quelqu’un nous demande ‘‘qu’est-ce que la justice?’’ ou si au contraire elle consiste simplement à ‘‘ne pas voler’’, nous lui dirons qu’il existe une autre justice: celle qui exige que chaque homme soit traité comme homme» (Card. Raúl SILVA HENRÍQUEZ, Homélie lors du Te Deum Œcuménique, 18 septembre 1977).
Semer la paix par la proximité, dans le voisinage! En sortant de sa maison et en regardant les visages, en allant à la rencontre de celui qui est dans une mauvaise passe, qui n’a pas été traité comme une personne, comme un digne enfant de ce pays. C’est pour nous l’unique façon de tisser un avenir de paix, de recoudre une réalité qui peut s’effilocher. L’artisan de paix sait qu’il faut souvent vaincre de grandes ou de petites mesquineries et des ambitions, qui trouvent leur origine dans la prétention de grandir et de ‘‘se faire un nom’’, de gagner du prestige au détriment des autres. L’artisan de paix sait qu’il ne suffit pas de dire: je ne fais de mal à personne, puisque comme disait saint Albert Hurtado: «C’est très bien de ne pas faire de mal, mais il est très difficile de faire du bien» (Meditación radial, avril 1944).
Construire la paix est un processus qui nous place en face d’un défi et stimule notre créativité à créer des relations permettant de voir dans mon voisin non pas un étranger, un inconnu, mais un enfant de ce pays.
Confions-nous à la Vierge Immaculée qui depuis le Cerra San Cristobal protège et accompagne cette ville. Qu’elle nous aide à vivre et à désirer l’esprit des béatitudes; pour que partout dans cette ville on entende comme un susurrement : «Heureux les artisans de paix, car ils seront appelés fils de Dieu» (Mt 5, 9).
[00053-FR.02] [Texte original: Espagnol]
Traduzione in lingua inglese
“When Jesus saw the crowds…” (Mt 5:1). In these first words of today’s Gospel which we have just heard, we discover how Jesus wants to encounter us, the way that God always surprises his people (cf. Ex 3:7). The first thing Jesus does is to look out and see the faces of his people. Those faces awaken God’s visceral love. Jesus’ heart was not moved by ideas or concepts, but by faces, persons. By life calling out for the Life that the Father wants to give us.
When Jesus saw the crowds, he saw the faces of his followers, and what is most remarkable is that they, for their part, encounter in the gaze of Jesus the echo of their longings and aspirations. This encounter gives rise to the catalogue of the Beatitudes, that horizon towards which we are called and challenged to set out. The Beatitudes are not the fruit of passivity in the face of reality, nor of a mere onlooker gathering grim statistics about current events. They are not the product of those prophets of doom who seek only to spread dismay. Nor are they born of those mirages that promise happiness with a single “click”, in the blink of an eye. Rather, the Beatitudes are born of the compassionate heart of Jesus, which encounters the hearts, compassionate and in need of compassion, of men and women seeking and yearning for a life of happiness. Men women who know what it is to suffer, who appreciate the confusion and pain of having the earth shake beneath their feet or seeing dreams washed away when the work of a lifetime comes to nought. But men and women who also know what it is to persevere and struggle to keep going, what it is to rebuild their lives and to start again.
How much the heart of the Chilean people knows about rebuilding and starting anew! How much you know about getting up again after so many falls! That is the heart to which Jesus speaks; so that this heart may receive the Beatitudes!
The Beatitudes are not the fruit of a hypercritical attitude or the “cheap words” of those who think they know it all yet are unwilling to commit themselves to anything or anyone, and thus end up preventing any chance of generating processes of change and reconstruction in our communities and in our lives. The Beatitudes are born of a merciful heart that never loses hope. A heart that experiences hope as “a new day, a casting out of inertia, a shaking off of weariness and negativity” (Pablo Neruda, El habitante y su esperanza, 5).
Jesus, in proclaiming blessed the poor, the grieving, the afflicted, the patient, the merciful… comes to cast out the inertia which paralyzes those who no longer have faith in the transforming power of God our Father and in their brothers and sisters, especially the most vulnerable and outcast. Jesus, in proclaiming the Beatitudes, shakes us out of that negativity, that sense of resignation that makes us think we can have a better life if we escape from our problems, shun others, hide within our comfortable existence, dulling our senses with consumerism (cf. Apostolic Exhortation Evangelii Gaudium, 2). The sense of resignation that tends to isolate us from others, to divide and separate us, to blind us to life around us and to the suffering of others.
The Beatitudes are that new day for all those who look to the future, who continue to dream, who allow themselves to be touched and sent forth by the Spirit of God.
How good it is for us to think that Jesus comes from the mountain of Cierro Renca or Puntilla to say to us: blessed, blessed indeed are you, and you, and you, each one of us…. Blessed are you if, moved by the Spirit of God, you struggle and work for that new day, that new Chile, for yours will be the kingdom of heaven. “Blessed are the peacemakers, for they will be called children of God” (Mt 5:9).
Against the resignation that like a negative undercurrent undermines our deepest relationships and divides us, Jesus tells us: Blessed are those who work for reconciliation. Blessed are those ready to dirty their hands so that others can live in peace. Blessed are those who try not to sow division. That is how the Beatitude teaches us to be peacemakers. It asks us to try to make ever greater room for the spirit of reconciliation in our midst. Do you want to be blessed? Do you want to be happy? Blessed are those who work so that others can be happy. Do you want peace? Then work for peace.
Here I cannot fail to mention Santiago’s great bishop, who in a Te Deum once said: “If you want peace, work for justice”… And if someone should ask us: “What is justice?” or whether justice is only a matter of “not stealing”, we will tell them that there is another kind of justice: the justice that demands that every man and woman be treated as such” (Cardinal RAÚL SILVA HENRÍQUEZ, Homily at the Ecumenical Te Deum, 18 September 1977).
To sow peace by nearness, closeness! By coming out of our homes and looking at peoples’ faces, by going out of our way to meet someone having a difficult time, someone who has not been treated as a person, as a worthy son or daughter of this land. This is the only way we must forge a future of peace, to weave a fabric that will not unravel. A peacemaker knows that it is often necessary to overcome great or subtle faults and ambitions born of the desire for power and to “gain a name for oneself”, the desire to be important at the cost of others. A peacemaker knows that it is not enough simply to say: “I am not hurting anybody”. As Saint Alberto Hurtado used to say: “It is very good not to do wrong, but very bad not to do good” (Meditación radial, April 1944).
Peacebuilding is a process that calls us together and stimulates our creativity in fostering relationships where we see our neighbour not as a stranger, unknown, but rather as a son and daughter of this land.
Let us commend ourselves to Mary Immaculate, who from Cerro San Cristóbal watches over and accompanies this city. May she help us to live and to desire the spirit of the Beatitudes, so that on every corner of this city we will hear, like a gentle whisper: ““Blessed are the peacemakers, for they will be called children of God” (Mt 5:9).
[00053-EN.02] [Original text: Spanish]
Traduzione in lingua tedesca
»Als Jesus die vielen Menschen sah« (Mt 5,1). In diesen ersten Worten aus dem Evangelium, das wir gerade gehört haben, finden wir die Haltung, mit der Jesus uns entgegengehen will, dieselbe Haltung, mit der Gott sein Volk immer überrascht hat (vgl. Ex 3,7). Die erste Haltung Jesu ist es, nach den Gesichtern der Seinen Ausschau zu halten und sie anzublicken. Diese Gesichter setzen die abgründige Liebe Gottes in Bewegung. Es waren nicht Ideen oder Konzepte, die Jesus bewegten… es sind die Gesichter, die Personen; es ist das Leben, das nach dem Leben ruft, das der Vater uns übermitteln will.
Als er die vielen Menschen sah, traf Jesus auf die Gesichter der Menschen, die ihm folgten, und das Schönste ist es zu sehen, dass sie ihrerseits im Blick Jesu das Echo ihres Suchens und Sehnens finden. Aus dieser Begegnung entsteht dieser Katalog der Seligpreisungen, die der Horizont sind, dem zu folgen wir eingeladen und herausgefordert sind. Die Seligpreisungen entstehen nicht aus einer passiven Haltung angesichts der Realität; ebenso wenig können sie nicht von einem Zuschauer kommen, der zu einem traurigen Aufzeichner von Statistiken des Geschehenden wird. Sie gehen nicht von Unheilspropheten aus, die sich daran erfreuen, Hoffnungslosigkeit zu säen. Und auch nicht aus Trugbildern, die uns mit einem „Klick“ in einem Augenblick Glück versprechen. Im Gegenteil, die Seligpreisungen haben ihren Ursprung im mitfühlenden Herzen Jesu, das den mitleidenden und mitleidsbedürftigen Herzen der Menschen begegnet, die nach einem gesegneten Leben suchen und sich danach sehnen; von Menschen, die mit dem Leid vertraut sind; die die Bestürzung und den Schmerz kennen, der entsteht, wenn „der Boden unter den Füßen bebt“ oder „die Träume weggespült werden“ und die Arbeit eines ganzen Lebens zusammenbricht; aber noch besser kennen sie die Beharrlichkeit und den Kampf um das Vorwärtskommen, das Wiederaufbauen und das Wiederanfangen.
Wie sehr kennt sich das chilenische Herz mit Wiederaufbau und Neuanfang aus; wie sehr wisst ihr um das Aufstehen nach so vielen Stürzen! An dieses Herz wendet sich Jesus; auf dass dieses Herz die Seligpreisungen empfange!
Die Seligpreisungen entstehen nicht aus nörglerischen Haltungen und auch nicht aus dem „billigen Geschwätz“ derjenigen, die glauben, alles zu wissen, aber sich für nichts und niemandem einsetzen wollen und schließlich jede Möglichkeit lahmlegen, Wandlungs- und Wiederaufbauprozesse in unseren Gemeinschaften, in unserem Leben anzustoßen. Die Seligpreisungen kommen aus dem barmherzigen Herzen, das nicht müde wird zu hoffen. Und es erfährt: Die Hoffnung ist »der neue Tag, die Ausrottung des Stillstands, das Abschütteln einer negativen Niedergeschlagenheit« (Pablo Neruda, El habitante y su esperenza, 5).
Wenn Jesus den Armen, den Weinenden, den Trauernden, den Geduldigen, denjenigen, der vergeben hat, seligpreist … rottet er schließlich die lähmende Bewegungslosigkeit desjenigen aus, der glaubt, dass die Dinge sich nicht ändern können, desjenigen, der aufgehört hat, an die verwandelnde Macht von Gott Vater und an seine Brüder zu glauben, insbesondere an seine gebrechlichsten, an die verworfenen Brüder. Wenn Jesus die Seligpreisungen verkündet, so rüttelt er diese Resignation, den negativen Zusammenbruch auf, der uns glauben macht, dass man besser lebt, wenn man vor den Problemen flüchtet, wenn wir die anderen meiden; wenn wir uns in unseren Bequemlichkeiten verstecken oder einschließen, wenn wir in einem betäubenden Konsumismus einschlafen (Apostolisches Schreiben Evangelii gaudium, 2): diese Resignation, die uns dazu führt, uns von allen zu isolieren, abzuspalten, zu trennen; uns angesichts des Lebens und des Leidens der anderen blind zu stellen.
Die Seligpreisungen sind dieser neue Tag für alle, die weiterhin auf die Zukunft setzen, weiter träumen, weiter sich vom Geist Gottes berühren und antreiben lassen.
Stellen wir uns einmal vor, dass Jesus vom Cerro Renca oder der Puntilla kommt und zu uns sagt: Selig seid ihr … Ja, selig bist du und du, jeder von uns. Selig seid ihr, die ihr euch vom Geist Gottes anstecken lasst und für diesen neuen Tag kämpft und arbeitet, für dieses neue Chile, denn euch wird das Himmelreich gehören. »Selig, die Frieden stiften, denn sie werden Kinder Gottes genannt werden« (Mt 5,9).
Und angesichts der Resignation, die unsere lebenswichtigen Verbindungen wie billiges Gerede unterhöhlt und uns spaltet, sagt uns Jesus: Selig, die sich für die Versöhnung einsetzen. Glücklich, die fähig sind, sich die Hände schmutzig zu machen und dafür zu arbeiten, dass die anderen in Frieden leben können. Glücklich, die sich abmühen, um keine Spaltung zu säen. Auf diese Weise macht uns die Seligpreisung zu Friedensstiftern; sie lädt uns ein, uns dafür zu engagieren, dass der Geist der Versöhnung Raum unter uns gewinne. Willst du Glück? Willst du Seligkeit? Glücklich sind, die dafür arbeiten, dass andere ein glückliches Leben führen können. Willst du Frieden, so arbeite für den Frieden.
Ich kann nicht umhin, diesen großen Hirten Santiagos zu erwähnen, der einmal bei einem Te Deum sagte: »„Wenn du den Frieden willst, arbeite für die Gerechtigkeit“ … Und wenn jemand uns fragt: „Was ist die Gerechtigkeit?“ oder auch, ob sie vielleicht nur darin besteht, „nicht zu stehlen“, werden wir ihm sagen, dass es eine andere Gerechtigkeit gibt: die nämlich, die verlangt, dass jeder Mensch als Mensch behandelt wird« (Card. Raúl Silva Henríquez, Homilie bei der ökumenischen Feier des Te Deum, 18. September 1977).
Den Frieden auf einen Schlag durch Nähe, durch Verbundenheit säen! Dadurch, dass wir auf einen Schlag aus unseren Häusern kommen und die Gesichter anschauen, dem begegnen, dem es schlecht geht, der nicht als Person, als würdiger Sohn dieses Landes behandelt wurde. Dies ist die einzige Weise, die wir haben, um eine Zukunft des Friedens zu schmieden, um wieder ein Geflecht der Wirklichkeit zu weben, das sich nicht auftrennt. Der Arbeiter für den Frieden weiß, dass es oftmals notwendig ist, große oder subtile Engherzigkeit oder Machtstreben zu überwinden, die aus dem Anspruch entstehen, aufzusteigen und „sich einen Namen zu machen“, um Ansehen auf Kosten anderer zu erlangen. Der Arbeiter für den Frieden weiß, dass es nicht genügt zu sagen: Ich tue niemandem etwas Schlechtes, wie der heilige Alberto Hurtado sagte: »Es ist sehr gut, nichts Schlechtes zu tun, aber es ist sehr schlecht, nichts Gutes zu tun« (Meditación radial, April 1944).
Den Frieden aufzubauen ist ein Prozess, der uns zusammenruft und unsere Kreativität anregt, um Beziehungen zu pflegen, die im Nachbarn nicht einen Fremden, einen Unbekannten sehen, sondern einen Sohn dieses Landes.
Empfehlen wir uns der Unbefleckten Jungfrau, die vom Cerro San Cristobal diese Stadt behütet und begleitet. Sie möge uns helfen, den Geist der Seligpreisungen zu leben und zu ersehnen; damit man in allen Ecken dieser Stadt gleichsam wie ein Flüstern höre: »Selig die Frieden stiften, denn sie werden Kinder Gottes genannt werden« (Mt 5,9).
[00053-DE.02] [Originalsprache: Spanisch]
Traduzione in lingua portoghese
«Ao ver a multidão…» (Mt 5, 1): nestas primeiras palavras do Evangelho que acabamos de ouvir, encontramos a atitude com que Jesus quer vir ao nosso encontro, a mesma atitude com que Deus sempre surpreendeu o seu povo (cf. Ex 3, 7). A primeira atitude de Jesus é ver, fixar o rosto dos seus. Aqueles rostos põem em movimento o entranhado amor de Deus. Não foram ideias nem conceitos que moveram Jesus; foram os rostos, as pessoas. É a vida que clama pela Vida, que o Pai nos quer transmitir.
Ao ver a multidão, Jesus encontra o rosto das pessoas que O seguiam; e o mais interessante é que elas, por sua vez, encontram, no olhar de Jesus, o eco das suas buscas e aspirações. De tal encontro, nasce este elenco de Bem-aventuranças, o horizonte para o qual somos convidados e desafiados a caminhar. As Bem-aventuranças não nascem duma atitude passiva perante a realidade, nem podem nascer de um espectador que se limite a ser um triste autor de estatísticas do que acontece. Não nascem dos profetas de desgraças, que se contentam em semear deceções; nem de miragens que nos prometem a felicidade com um «clique», num abrir e fechar de olhos. Pelo contrário, as Bem-aventuranças nascem do coração compassivo de Jesus, que se encontra com o coração compassivo e necessitado de compaixão de homens e mulheres que desejam e anseiam por uma vida feliz; de homens e mulheres que conhecem o sofrimento, que conhecem a frustração e a angústia geradas quando «o chão lhes treme debaixo dos pés» ou «os sonhos acabam submersos» e se arruína o trabalho duma vida inteira; mas conhecem ainda mais a tenacidade e a luta para continuar para diante; conhecem ainda mais o reconstruir e o recomeçar.
Como é perito o coração chileno em reconstruções e novos inícios! Como vós sois peritos em levantar-vos depois de tantas derrocadas! A este coração, faz apelo Jesus, para que este coração receba as Bem-aventuranças!
As Bem-aventuranças não nascem de atitudes de crítica fácil nem do «palavreado barato» daqueles que julgam saber tudo, mas não se querem comprometer com nada nem com ninguém, acabando assim por bloquear toda a possibilidade de gerar processos de transformação e reconstrução nas nossas comunidades, na nossa vida. As Bem-aventuranças nascem do coração misericordioso, que não se cansa de esperar; antes, experimenta que a esperança «é o novo dia, a extirpação da imobilidade, a sacudidela duma prostração negativa» (Pablo Neruda, El habitante y su esperanza, 5).
Jesus, quando diz bem-aventurado o pobre, o que chorou, o aflito, o que sofre, o que perdoou..., vem extirpar a imobilidade paralisadora de quem pensa que as coisas não podem mudar, de quem deixou de crer no poder transformador de Deus Pai e nos seus irmãos, especialmente nos seus irmãos mais frágeis, nos seus irmãos descartados. Jesus, quando proclama as Bem-aventuranças, vem sacudir aquela prostração negativa chamada resignação que nos faz crer que se pode viver melhor, se evitarmos os problemas, se fugirmos dos outros, se nos escondermos ou fecharmos nas nossas comodidades, se nos adormentarmos num consumismo tranquilizador (cf. Francisco, Exort. ap. Evangelii gaudium, 2). Aquela resignação que leva a isolar-nos de todos, a dividir-nos, a separar-nos, a fazer-nos cegos perante a vida e o sofrimento dos outros.
As Bem-aventuranças são aquele novo dia para quantos continuam a apostar no futuro, continuam a sonhar, continuam a deixar-se tocar e impelir pelo Espírito de Deus.
Como nos faz bem pensar que Jesus, desde Cerro Renca ou de Puntilla, nos vem dizer: «Bem-aventurados...» Sim, bem-aventurado tu… e tu…, cada um de nós. Bem-aventurados vós que vos deixais contagiar pelo Espírito de Deus, lutando e trabalhando por este novo dia, por este novo Chile, porque vosso será o reino do Céu. «Bem-aventurados os obreiros de paz, porque serão chamados filhos de Deus» (Mt 5, 9).
E perante a resignação que, como uma rude zoada, mina os nossos laços vitais e nos divide, Jesus diz-nos: bem-aventurados aqueles que se comprometem em prol da reconciliação. Felizes aqueles que são capazes de sujar as mãos e trabalhar para que outros vivam em paz. Felizes aqueles que se esforçam por não semear divisão. Desta forma, a bem-aventurança faz-nos artífices de paz; convida a empenhar-nos para que o espírito da reconciliação ganhe espaço entre nós. Queres ser ditoso? Queres felicidade? Felizes aqueles que trabalham para que outros possam ter uma vida ditosa. Queres paz? Trabalha pela paz.
Não posso deixar de evocar aquele grande Pastor que teve Santiago e que disse num Te Deum: «“Se queres a paz, trabalha pela justiça” (...). E se alguém nos perguntar: “Que é a justiça?” ou se porventura consiste apenas em “não roubar”, dir-lhe-emos que existe outra justiça: a que exige que todo o homem seja tratado como homem» (Cardeal Raúl Silva Henríquez, Homilia no Te Deum ecuménico, 18/IX/1977).
Semear a paz à força de proximidade, de vizinhança; à força de sair de casa e observar os rostos, de ir ao encontro de quem se encontra em dificuldade, de quem não foi tratado como pessoa, como um digno filho desta terra. Esta é a única maneira que temos para tecer um futuro de paz, para tecer de novo uma realidade sempre passível de se desfiar. O obreiro de paz sabe que muitas vezes é necessário superar mesquinhezes e ambições, grandes ou subtis, que nascem da pretensão de crescer e «tornar-se famoso», de ganhar prestígio à custa dos outros. O obreiro de paz sabe que não basta dizer «não faço mal a ninguém», pois, como dizia Santo Alberto Hurtado: «Está muito bem não fazer o mal, mas está muito mal não fazer o bem» (Meditación radial, abril de 1944).
Construir a paz é um processo que nos congrega, estimulando a nossa criatividade para criar relações capazes de ver no meu vizinho, não um estranho ou um desconhecido, mas um filho desta terra.
Confiemo-nos à Virgem Imaculada que, do Cerro San Cristóbal, guarda e acompanha esta cidade. Que Ela nos ajude a viver e a desejar o espírito das Bem-aventuranças, para que, em todos os cantos desta cidade, se ouça como um sussurro: «Bem-aventurados os obreiros de paz, porque serão chamados filhos de Deus» (Mt 5, 9).
[00053-PO.02] [Texto original: Espanhol]
Traduzione in lingua polacca
„Widząc tłumy” (Mt 5, 1). W tych pierwszych słowach dzisiejszej Ewangelii, którą przed chwilą usłyszeliśmy, znajdujemy postawę, z jaką Jezus chce nam wyjść naprzeciw, tę samą postawę, przez którą Bóg zawsze zaskakiwał swój lud (por. Wj 3, 7). Pierwszą postawą Jezusa jest patrzenie, spojrzenie w twarze swoich uczniów. Twarze te poruszają wewnętrzną miłość Boga. To nie idee ani koncepcje powodowały Jezusem... ale twarze, osoby; to życie, wołające do Życia, jakie Ojciec chce nam przekazać.
Widząc tłumy, Jezus napotyka oblicza ludzi, idących za Nim, a najpiękniejsze jest zauważenie, że oni ze swej strony napotykają w spojrzeniu Jezusa odbicie swych poszukiwań i dążeń. Z tego spotkania rodzi się ciąg błogosławieństw, będących perspektywą, do której mamy zmierzać: Jesteśmy do tego wezwani i to właśnie jest naszym wyzwaniem. Błogosławieństwa nie rodzą się z postawy biernej wobec rzeczywistości, ani nie mogą zrodzić się z postawy widza, który staje się smutnym twórcą statystyk tego, co się dzieje. Nie rodzą ich prorocy niepowodzeń, zadowalający się sianiem rozczarowań. Nie pochodzą również ze złudzeń, obiecujących nam szczęście za pomocą „pstryknięcia”, mrugnięcia okiem. Przeciwnie – błogosławieństwa rodzą się ze współczującego serca Jezusa, spotykającego się ze współczującymi i oczekującymi współczucia sercami mężczyzn i kobiet, którzy chcą i gorąco pragną życia błogosławionego; mężczyzn i kobiet zaznających cierpienie; rozumiejących rozterki i ból, powstający wtedy, gdy „ziemia trzęsie się pod nogami” lub „toną marzenia” a dorobek całego życia zostaje unicestwiony; ale jeszcze bardziej znają upór i walkę, aby iść naprzód; wiedzą więcej o odbudowie i rozpoczynaniu na nowo.
Ileż zna serce chilijskie odbudowywania i ponownego rozpoczynania; ileż wy wiecie o podnoszeniu się po tak wielu upadkach! Do tego serca woła Jezus, by to serce mogło otrzymać błogosławieństwa!
Błogosławieństwa nie rodzą się z postaw krytykanckich ani z „pustych sloganów” ludzi uważających, że wszystko wiedzą, ale nie chcą się angażować w cokolwiek ani z kimkolwiek i w końcu blokują wszelką możliwość tworzenia procesów przemiany i odbudowy w naszych wspólnotach i w naszym życiu. Błogosławieństwa rodzą się w sercu miłosiernym, którego nie męczy oczekiwanie. I doświadcza tego, że nadzieja „jest nowym dniem, wyrwaniem z zastoju, wstrząśnięciem postawy negatywnej” (Pablo Neruda, El habitante y su esperanza [Mieszkaniec i jego nadzieja], 5).
Jezus, nazywając błogosławionym ubogiego, płaczącego, uciśnionego, cierpiącego, tego, który przebaczył..., dąży do wykorzenienia paraliżującego bezruchu ludzi uważających, że rzeczy nie da się zmieniać, ludzi, którzy przestali wierzyć w przemieniającą moc Boga Ojca i w swoich braci, zwłaszcza w braci najsłabszych i odrzuconych. Jezus, głosząc błogosławieństwa, doprowadza do wstrząśnięcia tą uniżonością negatywną, zwaną rezygnacją, która każe nam wierzyć, iż można żyć lepiej, jeśli unikniemy problemów, jeśli uciekniemy od innych; jeśli ukryjemy się lub zamkniemy się w swym wygodnictwie, jeśli zaśniemy w uspokajającym konsumizmie (adhort. apost. Evaneglii gaudium, 2). To właśnie ta rezygnacja prowadzi nas do izolowania się od wszystkich, do podziałów, oddzielania się; do czynienia nas ślepymi na życie i cierpienia innych.
Błogosławieństwa są owym nowym dniem dla tych wszystkich, którzy nadal stawiają na przyszłość, którzy nadal marzą, którzy nadal dają się dotykać i pobudzać przez Ducha Bożego.
Jakże dobrze pomyśleć, że Jezus ze Wzgórza Renca lub z Puntilli przychodzi, aby nam powiedzieć: błogosławieni... Tak, błogosławiony jesteś ty i ty, każdy z was. Błogosławieni jesteście wy, którzy dajecie się zarazić Duchem Bożym oraz walczycie i pracujecie dla tego nowego dnia, dla tego nowego Chile, gdyż wasze będzie królestwo niebieskie. „Błogosławieni, którzy wprowadzają pokój, albowiem oni będą nazwani synami Bożymi” (Mt 5, 9).
W obliczu rezygnacji, która niczym grubiańskie szemranie podważa nasze więzi żywotne i dzieli nas, Jezus mówi nam: błogosławieni, którzy działają na rzecz pojednania. Szczęśliwi ci, którzy są w stanie pobrudzić sobie ręce i pracować, aby inni żyli w pokoju. Szczęśliwi ci, którzy trudzą się, aby nie wprowadzać podziałów. W ten sposób błogosławieństwo czyni nas budowniczymi pokoju; wzywa nas do angażowania się po to, aby duch pojednania zdobywał sobie miejsce wśród nas. Czy chcesz powodzenia? Czy chcesz szczęścia? Szczęśliwi ci, którzy pracują, aby inni mogli mieć pomyślne życie. Czy chcesz pokoju? Pracuj dla pokoju.
Nie mogę nie przywołać tego wielkiego pasterza, jakiego miało Santiago, który podczas uroczystego Te Deum mówił: „«Jeśli chcesz pokoju, pracuj dla sprawiedliwości»... I jeśli ktoś nas pyta: «Co to jest sprawiedliwość?» lub czy przypadkiem nie polega ona wyłącznie na tym, aby «nie kraść», odpowiemy mu, że istnieje inna sprawiedliwość: taka, która wymaga, aby każdy człowiek był traktowany jak człowiek” (Kard. Raúl Silva Henríquez, Homilía en el Te Deum Ecuménico, 18 września 1977).
Siać pokój poprzez bliskość, przez sąsiedztwo! Wychodząc z domu i spoglądać w twarze, idąc na spotkanie tego, kto przeżywa zły czas, kto nie został potraktowany jak osoba, jak godny syn tej ziemi. Jest to jedyny dostępny nam sposób, aby utkać przyszłość pokojową, aby znów prząść rzeczywistość, która może się pruć. Budowniczy pokoju wie, że często niezbędne jest pokonanie wielkich lub delikatnych małości i ambicji, rodzących się z dążenia do wzrastania i „zdobycia imienia”, posiadania prestiżu kosztem innych. Budowniczy pokoju wie, że nie wystarczy mówić: nie robię nikomu niczego złego, bo – jak mawiał św. Albert Hurtado: „Bardzo dobrze jest nie robić źle, ale bardzo źle jest nie czynić dobra” (Meditación radial, kwiecień 1944).
Budowanie pokoju jest procesem, który nas gromadzi i pobudza naszą twórczość, aby rodzić więzi zdolne do dostrzegania w moim sąsiedzie nie kogoś obcego, nieznanego, ale syna tej ziemi.
Powierzmy się Dziewicy Niepokalanej, która ze Wzgórza św. Krzysztofa [Cerro San Cristóbal] strzeże i towarzyszy temu miastu. Niech nam pomaga żyć i pragnąć ducha błogosławieństw, aby we wszystkich zakątkach tego miasta słychać było jeden jakby szept: „Błogosławieni, którzy wprowadzają pokój, albowiem oni będą nazwani synami Bożymi” (Mt 5, 9).
[00053-PL.02] [Testo originale: Spagnolo]
Traduzione in lingua araba
"فلمَّا رأَى الجُموع" (متى 5، 1). بهذه الكلمات الأولى من الإنجيل الذي سمعناه للتوّ نجد الموقف الذي من خلاله يريد يسوع أن يأتي للقائنا، الموقف نفسه الذي فاجأ الله به شعبه على الدوام (را. خر 3، 7). موقف يسوع الأوّل هو الرؤية، هو ينظر إلى وجه خاصّته، تلك الوجوه التي تدفع بمحبّة الله إلى التحرّك. لم تكن الأفكار أو المبادئ هي التي تحرّك يسوع... بل الوجوه والأشخاص؛ إنها الحياة التي تصرخ لمَن هو الحياة التي يريد الآب أن ينقلها إلينا.
لما رأى الجموع التقى يسوع بوجه الناس الذين كانوا يتبعونه، والأجمل هو رؤية أن الناس بدورهم يجدون في نظرة يسوع صدى لبحثهم وتطلُّعاتهم. من هذا اللقاء تولد لائحة التطويبات التي تشكِّل الأفق الذي نحن مدعوّون لمواجهته والسير نحوه. إن التطويبات لا تولَد من موقف هامد أمام الواقع، ولا يمكنها أن تولَد من مُشاهدٍ يُصبح مُعِدَّ إحصائيّات تعيس لما يحدث. لا تولد من أنبياء يكتفون بزرع اليأس، ولا من السراب الذي يعدنا بالسعادة بـ "نقرة" أو بغمضة عين. بل على العكس تولَد التطويبات من قلب يسوع الرؤوف الذي يلتقي بقلب رجال ونساء -رحماء وبحاجة إلى الرحمة-، يرغبون بحياة طوباويّة ويتوقون إليها، رجال ونساء يعرفون الألم ويعرفون الضياع والعذاب الذي يولد عندما "تهتزُّ الأرض تحت الأرجل" أو "تُطمر الأحلام" ويُدمّر عمل حياة بأسرها؛ ولكنّهم يعرفون أيضًا الشجاعة والكفاح للسير قدمًا كما يعرفون إعادة البناء والبدء من جديد.
كم هو خبير قلب شعب التشيلي في إعادة البناء والبدء من جديد! كم أنتم متمرِّسون في النهوض مجدّدًا بعد العديد من السقطات! لهذا القلب يوجّه يسوع النداء، ولهذا القلب تتوجّه التطويبات!
إنَّ التطويبات لا تولد من مواقف انتقاد سهلة ولا من "كثرة كلام" الذين يعتقدون أنّهم يعرفون كلَّ شيء ولكنّهم لا يريدون أن يلتزموا بشيء أو مع أحد، وينتهون بعرقلة كلّ إمكانيّة لخلق عمليّات تغيير وإعادة بناء في جماعاتنا وحياتنا. تولد التطويبات من قلب رحيم لا يتعب من الرجاء؛ ويختبر أن الرجاء "هو اليوم الجديد وهو استئصال الركود، والتخلّي عن الاستسلام" (بابلو نرودا، الساكن ورجاؤه، ٥).
بقوله طوبى للفقير، والباكي، والمُعَذَّب، والمتألّم، وللذي يغفر... يأتي يسوع ليقتلع الجمودَ المُشِلّ لدى مَن يعتقد أن الأمور لا يمكنها أن تتغيّر، ومَن توقّف عن الإيمان بقوّة الله الآب المحوّلة وبإخوته، ولاسيما بإخوته الأكثر هشاشة وإخوته المهمّشين. بإعلانه للتطويبات، يأتي يسوع ليهزّ ذاك الاحباط السلبي المسمّى بالاستسلام الذي يجعلنا نعتقد أنّه بإمكاننا أن نعيش بشكل أفضل إن تجنّبنا المشاكل وهربنا من الآخرين واختبأنا أو انغلقنا في راحتنا ونمنا في استهلاكنا المُهدِّئ (را. الإرشاد الرسولي فرح الإنجيل، عدد ٢). ذلك الاستسلام الذي يحملنا على الانعزال عن الجميع، وعلى الانقسام، والانفصال، وحجب النظر إزاء حياة الآخرين وألمهم.
التطويبات هي ذلك اليوم الجديد لجميع الذين لا زالوا يراهنون على المستقبل، ولا زالوا يحلمون، ويسمحون لروح الله أن يلمسهم ويدفعهم.
كم يفيدنا أن نفكّر أن يسوع، من جبل رنكا أو من بونتيليا، يقول لنا: "طوبى لكم...". طوبى لك ولك، ولكلّ واحد منّا، طوبى لكم أنتم الذين تسمحون لروح الله أن يُعديَكُم، وتكافحون وتعملون من أجل هذا اليوم الجديد، لهذه التشيلي الجديدة لأن لكم ملكوت السماوات. "طوبى لصانعي السلام لأنهم أبناء الله يُدعون" (متى 5، 9).
وأمام الاستسلام الذي وكاضطراب قاسٍ يُضعف علاقاتنا الحيويّة ويقسمنا، يقول لنا يسوع: طوبى للذين يلتزمون في سبيل المصالحة. سعداء أولئك القادرين على الالتزام والعمل لكي يعيش الآخرون بسلام. سعداء أولئك الذين يجتهدون لكي لا يزرعوا الانقسام. بهذه الطريقة تجعلنا الطوبى صانعي سلام؛ وتدعونا للالتزام لكي ينال روح المصالحة فسحة بيننا. أتريد الفرح؟ أتريد السعادة؟ سعداء الذين يعملون لكي يتمكّن الآخرون من الحصول على حياة فرِحة. أترغب في السلام؟ إعمل من أجل السلام.
لا يمكنني إلّا أن أذكر ذاك الراعي العظيم في سانتياغو الذي وفي إحدى ليتورجيا الشكران "Te Deum" قال: "إن كنت تريد السلام، إعمل من أجل العدالة... وإن سألنا أحد: "ما هي العدالة؟" أو كان يفكِّر أنّها تقوم فقط على عدم السرقة، سنقول له انَّ هناك عدالة أخرى: تلك التي تطلُب أن يُعامَل كلُّ إنسان كإنسان" (الكاردينال راوول سيلفا هنريكيه، عظة خلال ليتورجيا الشكران المسكونيّة "Te Deum"، ۱۸ سبتمبر/أيلول ۱۹۷۷).
علينا أن نزرع السلام بالمواظبة على القرب! بالمواظبة على الخروج من البيت والتأمُّل في الوجوه والذهاب للقاء من يعيش أوضاعًا صعبة ومن لا يُعامل كشخص وكابن كريم لهذه الأرض. هذا هو الأسلوب الوحيد الذي نملكه لننسج مستقبل سلام، وواقعًا جديدًا باستطاعته أن يتفكِّك. إنَّ صانع السلام يعرف أنّه ينبغي عليه، الكثير من المرّات، أن يتغلّب على تفاهات كبيرة أو صغيرة، وعلى طموحات تولَد من الادّعاء بالنمو وباكتساب "الشهرة" والأهميّة على حساب الآخرين. صانع السلام يعرف أنّه لا يكفي أن يقول: أنا لا أؤذي أحد، لأنّه، وكما كان القديس ألبرتو هورتادو يقول: "من الجيِّد ألّا نصنع السوء، ولكنّه من السيئ جدًّا ألّا نصنع الخير" (تأمُّل محوري، أبريل/نيسان ۱۹٤٤).
بناء السلام هو عمليّة تجمعنا وتحرّك إبداعنا في إحياء علاقات تجعلني أرى في قريبي، لا غريبًا أو مجهولاً، وإنما ابنًا لهذه الأرض.
لنَكِل أنفسنا إلى العذراء البريئة من دنس الخطيئة الأصليّة التي من جبل القديس كريستوبال تحرس وترافق هذه المدينة، ولتساعدنا كي نعيش ونتوق إلى روح التطويبات؛ لكي يُسمع في جميع أركان هذه المدينة كهمس: "طوبى لصانعي السلام لأنهم أبناء الله يُدعون" (متى 5، 9).
[00053-AR.02] [Testo originale: Spagnolo]
[B0031-XX.02]