Cerimonia di benvenuto al Palazzo Nazionale di Città del Messico
Visita di cortesia al Presidente della Repubblica del Messico
Incontro con le Autorità, la Società Civile e il Corpo Diplomatico
Cerimonia di benvenuto al Palazzo Nazionale di Città del Messico
Questa mattina, il Santo Padre Francesco ha lasciato la Nunziatura Apostolica e si è recato in auto al Palazzo Nazionale di Città del Messico dove, alle ore 9.30, ha avuto luogo la cerimonia di benvenuto.
Nel Patio d’onore del Palazzo il Papa è stato accolto dal Presidente degli Stati Uniti Messicani, Sig. Enrique Peña Nieto e dalla “Primera Dama”, che lo hanno accompagnato al podio.
Quindi, dopo l’esecuzione degli inni, ha avuto luogo la presentazione delle due Delegazioni.
[00252-IT.01]
Visita di cortesia al Presidente della Repubblica del Messico
Conclusa la cerimonia di benvenuto, ha avuto luogo la visita di cortesia al Presidente della Repubblica del Messico, S.E. Sig. Enrique Peña Nieto.
Il Santo Padre e il Presidente si sono recati nello Studio presidenziale per l’incontro privato che si è concluso con lo scambio dei doni e la presentazione dei familiari e delle Delegazioni.
Contemporaneamente si è svolto un incontro bilaterale tra alcuni membri della Delegazione Pontificia e alcune Autorità del Governo messicano.
[00253-IT.01]
Incontro con le Autorità, la Società Civile e il Corpo Diplomatico
Discorso del Santo Padre
Traduzione in lingua italiana
Traduzione in lingua inglese
Alle ore 10.15, nel Patio centrale del Palazzo Nazionale di Città del Messico, il Papa ha incontrato le Autorità, la Società Civile e il Corpo Diplomatico.
Dopo il discorso del Presidente della Repubblica, Sig. Enrique Peña Nieto, il Santo Padre Francesco ha pronunciato il discorso che riportiamo di seguito:
Discorso del Santo Padre
Señor Presidente,
Miembros del Gobierno de la República,
Distinguidas Autoridades,
Representantes de la sociedad civil,
Hermanos en el Episcopado,
Señoras y señores.
Le agradezco, señor Presidente, las palabras de bienvenida que me ha dirigido. Es motivo de alegría poder pisar esta tierra mexicana, que ocupa un lugar especial en el corazón de las Américas. Hoy vengo como misionero de misericordia y paz pero también como hijo que quiere rendir homenaje a su madre, la Virgen de Guadalupe, y dejarse mirar por ella.
Buscando ser buen hijo, siguiendo las huellas de la madre, quiero, a su vez, rendirle homenaje a este pueblo y a esta tierra tan rica en culturas, historia y diversidad. En su persona, Señor Presidente, quiero saludar y abrazar al pueblo mexicano en sus múltiples expresiones y en las más diversas situaciones que le toca vivir. Gracias por recibirme hoy en su tierra.
México es un gran País. Bendecido con abundantes recursos naturales y una enorme biodiversidad que se extiende a lo largo de todo su vasto territorio. Su privilegiada ubicación geográfica lo convierte en un referente de América; y sus culturas indígenas, mestizas y criollas, le dan una identidad propia, que le posibilita una riqueza cultural no siempre fácil de encontrar y especialmente valorar. La sabiduría ancestral que porta su multiculturalidad es, por lejos, uno de sus mayores recursos biográficos. Una identidad que fue aprendiendo a gestarse en la diversidad y, sin lugar a dudas, constituye un patrimonio rico a valorar, estimular y cuidar.
Pienso, y me animo a decir, que la principal riqueza de México hoy tiene rostro joven; sí, son sus jóvenes. Un poco más de la mitad de la población está en edad juvenil. Esto permite pensar y proyectar un futuro, un mañana, de esperanza y proyección. Un pueblo con juventud es un pueblo capaz de renovarse, transformarse; es una invitación a alzar con ilusión la mirada hacia el futuro y, a su vez, nos desafía positivamente en el presente. Esta realidad nos lleva inevitablemente a reflexionar sobre la propia responsabilidad a la hora de construir el México que queremos, el México que deseamos legar a las generaciones venideras. También, a darnos cuenta de que un futuro esperanzador se forja en un presente de hombres y mujeres justos, honestos, capaces de empeñarse en el bien común, este «bien común» que en este siglo XXI no goza de buen mercado. La experiencia nos demuestra que, cada vez que buscamos el camino del privilegio o beneficio de unos pocos en detrimento del bien de todos, tarde o temprano, la vida en sociedad se vuelve un terreno fértil para la corrupción, el narcotráfico, la exclusión de las culturas diferentes, la violencia e incluso el tráfico de personas, el secuestro y la muerte, causando sufrimiento y frenando el desarrollo.
El pueblo mexicano afianza su esperanza en la identidad que ha sido forjada en duros y difíciles momentos de su historia por grandes testimonios de ciudadanos que han comprendido que, para poder superar las situaciones nacidas de la cerrazón del individualismo, era necesario el acuerdo de las Instituciones políticas, sociales y de mercado, y de todos los hombres y mujeres que se comprometen en la búsqueda del bien común y en la promoción de la dignidad de la persona.
Una cultura ancestral y un capital humano esperanzador, como el vuestro, tiene que ser la fuente de estímulo para que encontremos nuevas formas de diálogo, de negociación, de puentes capaces de guiarnos por la senda del compromiso solidario. Un compromiso en el que todos, comenzando por los que nos llamamos cristianos, nos entreguemos a la construcción de «una política auténticamente humana» (Gaudium et spes, 73) y una sociedad en la que nadie se sienta víctima de la cultura del descarte.
A los dirigentes de la vida social, cultural y política, les corresponde de modo especial trabajar para ofrecer a todos los ciudadanos la oportunidad de ser dignos actores de su propio destino, en su familia y en todos los círculos en los que se desarrolla la sociabilidad humana, ayudándoles a un acceso efectivo a los bienes materiales y espirituales indispensables: vivienda adecuada, trabajo digno, alimento, justicia real, seguridad efectiva, un ambiente sano y de paz.
Esto no es sólo un asunto de leyes que requieran de actualizaciones y mejoras —siempre necesarias—, sino de una urgente formación de la responsabilidad personal de cada uno, con pleno respeto del otro, como corresponsable en la causa común de promover el desarrollo nacional. Es una tarea que involucra a todo el pueblo mexicano en las distintas instancias, tanto públicas como privadas, tanto colectivas como individuales.
Le aseguro señor Presidente que, en este esfuerzo, el Gobierno mexicano puede contar con la colaboración de la Iglesia católica, que ha acompañado la vida de esta Nación y que renueva su compromiso y voluntad de servicio a la gran causa del hombre: la edificación de la civilización del amor.
Me dispongo a recorrer este hermoso y gran País como misionero y peregrino que quiere renovar con ustedes la experiencia de la misericordia, como un nuevo horizonte de posibilidad que es inevitablemente portador de justicia y de paz.
Y me pongo bajo la mirada de María, la Virgen de Guadalupe –le pido que me mire– para que, por su intercesión, el Padre misericordioso nos conceda que estas jornadas y el futuro de esta tierra sean una oportunidad de encuentro, de comunión y de paz. Muchas gracias.
[00230-ES.03] [Texto original: Español]
Traduzione in lingua italiana
Signor Presidente,
Membri del Governo della Repubblica,
Distinte Autorità,
Rappresentanti della società civile,
Fratelli nell’Episcopato,
Signori e Signore!
La ringrazio, Signor Presidente, per le parole di benvenuto che mi ha indirizzato. È motivo di gioia poter calcare questa terra messicana che occupa un posto speciale nel cuore delle Americhe. Oggi vengo come missionario di misericordia e di pace, ma anche come un figlio che vuole rendere omaggio a sua madre, la Vergine di Guadalupe e lasciarsi guardare da lei.
Cercando di essere un buon figlio, seguendo le orme della madre, desidero, a mia volta, rendere omaggio a questo popolo e a questa terra tanto ricca di cultura, di storia e di diversità. Nella sua persona Signor Presidente, desidero salutare e abbracciare il popolo messicano nelle sue molteplici espressioni e nelle più diverse situazioni in cui esso vive. Grazie per ricevermi oggi nella vostra terra.
Il Messico è un grande Paese. Benedetto con abbondanti ricchezze naturali e una ricchissima biodiversità che si estende lungo tutto il suo vasto territorio. La sua privilegiata ubicazione geografica lo rende un crocevia delle Americhe; e le sue culture indigene, meticce e creole, gli conferiscono un’identità propria che mette a sua disposizione una ricchezza culturale non sempre facile da trovare e specialmente da valorizzare. La sapienza ancestrale insita nella sua multiculturalità è, di gran lunga, una delle sue più grandi risorse umane. Una identità che ha imparato a prender forma nella diversità e, senza alcun dubbio, costituisce un ricco patrimonio da valorizzare, stimolare e curare.
Penso e oso dire che la principale ricchezza del Messico oggi ha un volto giovane; sì, sono i suoi giovani. Un po’ più della metà della popolazione è composta da giovani. Questo permette di pensare e progettare un futuro, un domani. Questo dà speranza e apertura al futuro. Un popolo ricco di gioventù è un popolo capace di rinnovarsi, di trasformarsi; è un invito a sollevare lo sguardo con entusiasmo verso il futuro e, al tempo stesso, ci sfida positivamente nel presente. Questa realtà ci porta inevitabilmente a riflettere sulla responsabilità di ciascuno nella costruzione del Messico che desideriamo, del Messico che intendiamo trasmettere alle generazioni future. Ci porta parimenti alla consapevolezza che un futuro ricco di speranza si forgia in un presente fatto di uomini e donne giusti, onesti, capaci di impegnarsi per il bene comune, quel “bene comune” che in questo secolo ventunesimo non è molto apprezzato. L’esperienza ci dimostra che ogni volta che cerchiamo la via del privilegio o dei benefici per pochi a scapito del bene di tutti, presto o tardi la vita sociale si trasforma in un terreno fertile per la corruzione, il narcotraffico, l’esclusione delle culture diverse, la violenza e persino per il traffico di persone, il sequestro e la morte, che causano sofferenza e che frenano lo sviluppo.
Il popolo messicano ha rafforzato la sua esperienza con un’identità che è stata forgiata in momenti ardui e difficili della sua storia da grandi testimonianze di cittadini che hanno compreso che, per poter superare le situazioni nate dalla chiusura dell’individualismo, era necessario l’accordo delle istituzioni politiche, sociali e del mercato e di tutti gli uomini e le donne impegnati nella ricerca del bene comune e nella promozione della dignità della persona.
Una cultura ancestrale e un capitale umano aperto alla speranza, come il vostro, deve essere una fonte di stimolo per trovare nuove forme di dialogo, di trattativa, di ponti in grado di guidarci lungo il percorso di un impegno di solidarietà. Un impegno nel quale tutti, incominciando da quelli che si definiscono cristiani, ci dedichiamo alla costruzione di “una politica autenticamente umana” (Gaudium et spes, 73) e di una società nella quale nessuno si senta vittima della cultura dello scarto.
Ai responsabili della vita sociale, culturale e politica, compete in modo speciale lavorare per offrire a tutti i cittadini l’opportunità di essere degni protagonisti del loro destino, nella famiglia e in tutti gli ambiti nei quali si sviluppa la socialità umana, aiutandoli a trovare un effettivo accesso ai beni materiali e spirituali indispensabili: abitazione adeguata, lavoro degno, alimentazione, giustizia reale, una sicurezza effettiva, un ambiente sano e pacifico.
Questo non è soltanto una questione di leggi che richiedono aggiornamenti e migliorie – sempre necessarie –, ma di una urgente formazione della responsabilità personale di ciascuno nel pieno rispetto dell’altro come corresponsabile nella causa comune di promuovere lo sviluppo della Nazione. È un compito che coinvolge tutto il popolo messicano nelle sue varie istanze, sia pubbliche sia private, collettive come individuali.
Le assicuro, Signor Presidente, che, in questo sforzo, il Governo messicano può contare sulla collaborazione della Chiesa Cattolica, che ha accompagnato la vita di questa Nazione e che rinnova il suo impegno e la sua volontà di porsi al servizio della nobile causa dell’edificazione della civiltà dell’amore.
Mi dispongo a visitare questo grande e bel Paese come missionario e pellegrino, che desidera rinnovare con voi l’esperienza della misericordia quale nuovo orizzonte di possibilità che è inevitabilmente portatore di giustizia e di pace.
E mi pongo sotto lo sguardo di Maria, la Vergine di Guadalupe, affinché, per sua intercessione, il Padre misericordioso ci conceda che queste giornate e il futuro di questa terra siano una opportunità di incontro, di comunione e di pace. Molte grazie.
[00230-IT.01] [Testo originale: Spagnolo]
Traduzione in lingua inglese
Mr President,
Members of Government of the Republic,
Distinguished Authorities,
Representatives of Civil Society,
Brothers in the Episcopate,
Ladies and Gentlemen,
I thank you, Mr President, for your words of welcome. I am happy to set foot on Mexican soil which holds a special place in the heart of the Americas. Today I come as a missionary of mercy and of peace but also as a son who wishes to pay homage to his mother, the Blessed Virgin of Guadalupe, and place himself under her watchful care.
Endeavouring to be a good son, following in our mother’s footsteps, I wish in turn to pay my respects to this people and to this land which is so rich in culture, history, and diversity. Through you, Mr President, I would like to greet and embrace the Mexican people in its numerous expressions and in the most diverse of situations it experiences. Thank you for welcoming me to your land.
Mexico is a great country. It is blessed with abundant natural resources and with an enormous biodiversity that extends across its vast territory. Its privileged geographical position makes it a reference point for America; and its indigenous, mestizo and criollo cultures endow it with its own identity that facilitates a cultural richness not always easy to find and, particularly, to value. The ancestral wisdom shown by your multiculturalism is, by far, one of your greatest biographical resources. It is an identity that learned gradually how to shape itself amid diversity and that now constitutes, without any doubt, a rich patrimony to be valued, encouraged and protected.
I believe and I dare to say that Mexico’s principal richness today has a young face; yes, this richness is your young people. Just over half of the population is made up of youth. This makes it possible to contemplate and plan for a future, for a tomorrow. This offers hope and future prospects. A people with a youthful population is a people able to renew and transform itself; it is an invitation to look to the future with hope and, in turn, it challenges us in a positive way here and now. This reality inevitably leads us to think about one’s own responsibilities when it comes to constructing the kind of Mexico we want, the Mexico that we want to pass on to coming generations. It also leads us to the realization that a hope-filled future is forged in a present made up of men and women who are upright, honest, and capable of working for the common good, the “common good” which in this twenty-first century is not in such great demand. Experience teaches us that each time we seek the path of privileges or benefits for a few to the detriment of the good of all, sooner or later the life of society becomes a fertile soil for corruption, drug trade, exclusion of different cultures, violence and also human trafficking, kidnapping and death, bringing suffering and slowing down development.
The Mexican people anchors its hope in an identity which has been shaped in the trying and difficult moments of its history. It was forged by the wonderful witness of citizens who understood that, in order to overcome situations born of the obstinacy of individualism, it was necessary to have agreement between the political, social and financial institutions, and of all men and women committed to the common good and the promotion of the dignity of the human person.
An ancestral culture together with encouraging human resources such as yours, should be a stimulus to find new forms of dialogue, negotiation, and bridges that can lead us on the way of committed solidarity. Starting with those who call themselves Christians, it is a commitment to which all of us must give of ourselves, for the construction of a “political life on a truly human basis” (Gaudium et Spes, 73), and a society in which no one feels a victim of the culture of waste.
Leaders of social, cultural and political life have the particular duty to offer all citizens the opportunity to be worthy contributors of their own future, within their families and in all areas where human social interaction takes place. In this way they help citizens to have real access to the material and spiritual goods which are indispensable: adequate housing, dignified employment, food, true justice, effective security, a healthy and peaceful environment.
This is not just a question of laws which need to be updated and improved – something always necessary – but rather a need for urgent formation of the personal responsibility of each individual, with full respect for others as men and women jointly responsible in promoting the advancement of the nation. It is a task which involves all Mexicans in different spheres, public or private, collective or individual.
I assure you, Mr President, that in this effort, the Government of Mexico can count on the cooperation of the Catholic Church, which has accompanied the life of this nation and which renews its commitment and willingness to serve the great causes of mankind: the building of the civilization of love.
I am ready to travel around this beautiful and wide country as a missionary and as a pilgrim who wishes to renew with all of you the experience of mercy as a new horizon of opportunity which inevitably brings justice and peace. I also entrust myself to the gaze of Mary, the Blessed Virgin of Guadalupe, so that by her intercession, the merciful Father may grant that these days and the future of this land be an opportunity for encounter, unity and peace. Thank you.
[00230-EN.01] [Original text: Spanish]
Al termine del discorso, il Presidente e la “Primera Dama” hanno accompagnato il Papa nel Cortile d’onore dove ha avuto luogo il congedo. Quindi il Santo Padre si è trasferito in papamobile alla vicina Cattedrale dell’Assunzione per l’incontro con i Vescovi.
[B0115-XX.02]