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Viaggio Apostolico di Sua Santità Francesco in Kenya, Uganda e Repubblica Centrafricana (25-30 novembre 2015) – Incontro con il clero, i religiosi, le religiose e i seminaristi nella St Mary’s School di Nairobi, 26.11.2015


Incontro con il clero, i religiosi, le religiose e i seminaristi nel campo sportivo della St Mary’s School di Nairobi

Discorso del Santo Padre

Traduzione in lingua italiana

Traduzione in lingua inglese

Traduzione in lingua francese

Nel pomeriggio il Santo Padre Francesco ha lasciato la Nunziatura Apostolica di Nairobi e si è trasferito in auto alla St Mary’s School dove, alle 15.45, ha incontrato i sacerdoti, i religiosi, le religiose e i seminaristi.

Al Suo arrivo il Papa è stato accolto, tra gli altri, dal Superiore Regionale dei Padri Spiritani - fondatori della Scuola - e dal Parroco della chiesa di St. Austin che si trova all’interno dell’edificio scolastico.

L’incontro si è svolto nel campo sportivo della scuola ed è stato aperto dal saluto di S.E. Mons. Anthony Ireri Mukobo, I.M.C., Vicario Apostolico di Isiolo e Presidente della commissione per il Clero e i Religiosi della Conferenza dei Vescovi Cattolici del Kenya. Dopo un momento di canti e preghiera e la lettura di alcuni versetti della Lettera di San Paolo ai Filippesi (Fil 1, 3-6), hanno portato la loro testimonianza P. Felix J. Phiri, Mafr, Presidente della Religious Superior’ Conference of Kenya (RSCK) e Suor Michael Marie Rottinghaus, Presidente della Association of Sisterhoods of Kenya (AOSK).

Quindi Papa Francesco - parlando a braccio - ha rivolto ai sacerdoti, ai consacrati e ai seminaristi presenti un discorso per la gran parte in lingua spagnola, che riportiamo di seguito:

Discorso del Santo Padre

V. Tumisufu Yesu Kristu! (Alabado sea Jesucristo)

R. [Milele na Milele. Amina] (Ahora y siempre. Amén)

Thanks for being here. I wish I could speak in English, but my English is not very good. I have listened carefully and there is much that I would like to say to each and every one of you… It is easier for me to speak in my native tongue; Mgr Miles can translate. Thank you for understanding.

[Muchas gracias por su presencia. Me gustaría mucho hablarles en inglés, pero mi inglés es pobre. He tomado algunas notas y quisiera decirles muchas cosas, a cada uno de ustedes, pero me da miedo hablar y preferiría hacerlo en mi lengua madre. Mons. Miles hará la traducción. Gracias por su comprensión.]

Cuando se leía la Carta de san Pablo me tocó: «Estoy firmemente convencido de que aquel que comenzó en ustedes la buena obra la irá completando hasta el Día de Cristo Jesús» (Flp 1,6).

El Señor nos ha elegido, y Él comenzó su obra el día que nos miró en el bautismo, y el día que nos miró después, cuando nos dijo «si tenés ganas vení conmigo». Y, bueno, ahí nos metimos en fila y empezamos el camino; pero el camino lo empezó Él, no nosotros. En el Evangelio leemos de uno curado que quiso seguir el camino y Jesús le dijo: «No». En el seguimiento de Jesucristo, sea en el sacerdocio, sea en la vida consagrada, se entra por la puerta; la puerta es Cristo; Él llama, Él empieza, Él va haciendo el trabajo. Hay algunos que quieren entrar por la ventana. No sirve eso. Por favor, si alguno ve que un compañero o una compañera entró por la ventana, abrácelo y explíquele que mejor que se vaya, y que sirva a Dios en otro lado, porque nunca va a llegar a término una obra que no empezó Jesús por la puerta.

Y esto nos tiene que llevar a una conciencia de elegidos: «Yo fui mirado, yo fui elegido». Me impresiona el comienzo del capítulo 16 de Ezequiel: Eras hijo de extranjeros, estabas recién nacido y tirado. Yo pasé, te limpié y te llevé conmigo (cf. vv. 6-9). Ese es el camino, esa es la obra que el Señor comenzó cuando los miró. Hay algunos que no saben para qué Dios los llama, pero sienten que Dios los llamó. Vayan tranquilos, Él les hará comprender para qué los llamó. Hay otros que quieren seguir al Señor, pero con interés, por interés. Acordémonos de la mamá de Santiago y Juan: «Señor te quiero pedir que cuando partas la torta le des la parte más grande a mis dos hijos. Uno a tu derecha y otro a tu izquierda». Da la tentación de seguir a Jesús por ambición: ambición de dinero, ambición de poder. Todos podemos decir: «Cuando yo empecé a seguir a Jesús ni se me ocurrió eso». Pero a otro se le ocurrió y, poco a poco, te lo sembró en el corazón como una cizaña. En la vida del seguimiento de Jesús no hay lugar ni para la propia ambición, ni para las riquezas, ni para ser una persona importante en el mundo. A Jesús se lo sigue hasta el último paso de su vida terrena: la cruz. Después, Él se encarga de resucitarte, pero, hasta ahí, andá vos. Y esto se lo digo en serio, porque la Iglesia no es una empresa, no es una ONG, la Iglesia es un misterio, es el misterio de la mirada de Jesús sobre cada uno, que le dice: «Vení». Queda claro, el que llama es Jesús. Se entra por la puerta, no por la ventana, y se sigue el camino de Jesús.

Evidentemente, Jesús cuando nos elige no nos canoniza, seguimos siendo los mismos pecadores. Yo les pediría, por favor, si hay acá algún sacerdote o alguna religiosa, o algún religioso que no se sienta pecador, que levante la mano. Todos somos pecadores, yo el primero, después ustedes. Pero nos lleva adelante la ternura y el amor de Jesús. «Aquel que empezó la buena obra en ustedes la continuará y la completará hasta el día de Jesucristo». Eso nos lleva adelante, el amor de Jesús. ¿Ustedes se acuerdan, en el Evangelio, cuándo lloró el apóstol Santiago? ¿Se acuerda alguno, o no? ¿Y cuándo lloró el apóstol Juan? ¿Y cuándo lloró algún otro apóstol? Uno sólo nos dice el Evangelio que lloró, el que se dio cuenta que era pecador, tan pecador era que había traicionado a su Señor, y cuando se dio cuenta de eso, lloró. Después, Jesús lo hizo Papa. ¿Quién entiende a Jesús? Un misterio. Nunca dejen de llorar. Cuando a un sacerdote, a un religioso o religiosa, se le secan las lágrimas algo no funciona. Llorar por la propia infidelidad, llorar por el dolor del mundo, llorar por la gente que está descartada, por los viejitos abandonados, por los niños asesinados, por las cosas que no entendemos; llorar cuando nos preguntan, «¿por qué?». Ninguno de nosotros tiene todos los «porqué», todas las respuestas a los «porqué». Hay un autor ruso que se preguntaba por qué sufren los niños. Y cada vez que yo saludo a un niño con cáncer, con tumor, con una enfermedad rara – como se llaman ahora – pregunto: «¿Por qué sufre este niño?». Y yo no tengo respuesta para esto, solamente miro a Jesús en la cruz. Hay situaciones en la vida que solamente nos llevan a llorar mirando a Jesús en la cruz y esa es la única respuesta para ciertas injusticias, para ciertos dolores, para ciertas situaciones de la vida. San Pablo le decía a sus discípulos: «Acordáte de Jesucristo, acordáte de Jesucristo crucificado». Cuando un consagrado, una consagrada, un sacerdote, se olvida de Cristo crucificado, ¡pobrecito!, cayó en un pecado muy feo, un pecado que le da asco a Dios, que lo hace vomitar a Dios, el pecado de la tibieza. Queridos sacerdotes, hermanas y hermanos, cuiden de no caer en el pecado de la tibieza.

Y, ¿qué otra cosa les puedo decir que les pueda dar un mensaje de mi corazón a ustedes? Que nunca se alejen de Jesús. Esto quiere decir que nunca dejen de orar. «Padre, pero a veces es tan aburrido orar, uno se cansa, se duerme». Dormíte delante del Señor. Es una manera de rezar, pero quedáte ahí, delante del Señor, rezá, no dejes la oración. Si un consagrado deja la oración, el alma se seca, como esos higos ya secos, son feos, tienen una apariencia fea. El alma de una religiosa, de un religioso, de un sacerdote que no reza, es un alma fea. Perdón, pero es así. Les dejo esta pregunta: «¿Yo le quito tiempo al sueño, a la radio, a la televisión, a las revistas, para rezar, o prefiero lo otro?». Ponerse delante de Aquel que empezó la obra y que la está terminando en cada uno de ustedes. La oración...

Y una última cosa que les quisiera decir, antes de decirles otra. Es que todo el que se dejó elegir por Jesús es para servir, para servir al pueblo de Dios, para servir a los más pobres, a los más descartados, a los más humildes, para servir a los niños y a los ancianos, para servir también a la gente que no es consciente de la soberbia y del pecado que lleva dentro, para servir a Jesús. Dejarse elegir por Jesús es dejarse elegir para servir, no para hacerse servir. Hace un año, más o menos, hubo un encuentro de sacerdotes –las monjas se salvan– y, durante esos ejercicios espirituales, cada día había un turno de sacerdotes que tenían que servir a la mesa, algunos de ellos se quejaron: «No. Nosotros tenemos que ser servidos, nosotros pagamos, podemos pagar para que nos sirvan». Por favor, no diga eso en la Iglesia. Servir, no «servirse de».

Bueno, esto es lo que les quería decir, que sentí todo de golpe cuando escuché esta frase de san Pablo, confiado en que «Aquel que empezó la buena obra en ustedes la continuará, y la completará, hasta el día de Jesucristo». Me decía un cardenal mayor, un año más que yo, que cuando él va al cementerio donde ve misioneros, misioneras, sacerdotes, religiosos, religiosas que han dado su vida, él se pregunta: «¿Y por qué a estos no los canonizan mañana, porque pasaron su vida sirviendo?». Y a mí me emociona cuando saludo después de una misa a un sacerdote, una religiosa, que me dice: «Hace 30, 40 años que estoy en este hospital de niños autistas, o que estoy en las misiones del Amazonas o que estoy en tal lugar o en tal otro». Me toca el alma. Esta mujer o este hombre entendió que seguir a Jesús es servir a los demás y no servirse de los demás.

Bueno, les agradezco mucho. Pero, «qué Papa maleducado que es éste», ¿no? Nos dio consejos, nos dio palos, y no nos dice gracias. Yo les quiero decir, lo último que les quiero decir, «la frutilla de la torta». Quiero darles gracias a ustedes. Gracias por animarse a seguir a Jesús. Gracias por cada vez que se sienten pecadores. Gracias por cada caricia de ternura que dan a quien lo necesita. Gracias por todas las veces que ayudaron a morir en paz a tanta gente. Gracias por quemar la vida en la esperanza. Gracias por dejarse ayudar y corregir, y perdonar todos los días. Y les pido, al darles gracias, que no se olviden de rezar por mí, porque yo lo necesito. Muchas gracias.

Palabras al final del encuentro

Les agradezco el buen rato que pasamos juntos, pero yo tengo que salir por esta puerta, porque están los niños enfermos de cáncer y quisiera verlos a ellos y darles una caricia. A ustedes les agradezco mucho, y ustedes, los seminaristas –que no los nombré pero están incluidos en todo lo que dije–, y, si alguno no se anima por este camino, da tiempo, busque otro trabajo, cásese y haga una buena familia. Gracias.

[02093-ES.02] [Texto original: Plurilingüe]

Traduzione in lingua italiana

V. Tumisufu Yesu Kristu! (Sia lodato Gesù Cristo!)

R. [Milele na Milele. Amina] (Ora e sempre. Amen)

(in inglese)

Grazie tante per la vostra presenza. Vorrei tanto parlarvi in inglese, ma il mio inglese è povero… Io ho preso nota e vorrei dirvi tante cose, a tutti voi, a ciascuno di voi… ma mi fa paura parlare e preferirei parlare nella mia lingua madre… Mons. Miles è il traduttore. Grazie per la vostra comprensione.

(in spagnolo)

Quando veniva letta la lettera di san Paolo mi ha colpito questo: «Sono persuaso che colui ha iniziato in voi quest’opera buona, la porterà a compimento fino al giorno di Cristo Gesù» (Fil 1,6).

Il Signore vi ha scelto tutti, ci ha scelto tutti. E Lui ha iniziato la sua opera il giorno in cui ci ha guardato nel Battesimo, il giorno in cui ci ha guardato dopo, quando ci ha detto “Se hai voglia vieni con me”. E allora, ci siamo messi in fila e abbiamo cominciato il cammino. Ma il cammino lo ha iniziato Lui, non noi! Non siamo stati noi. Nel Vangelo leggiamo di una persona guarita che voleva seguirlo lungo nel cammino e Gesù gli disse: “No”. Nella sequela di Gesù Cristo – sia nel sacerdozio che nella vita consacrata – si entra dalla porta! E la porta è Cristo! E’ Lui che chiama, è Lui che comincia, è Lui che fa il lavoro. Ci sono alcuni che vogliono entrare dalla finestra… Ma questo non serve. Per favore, se qualcuno ha qualche compagno o qualche compagna che è entrato dalla finestra, abbracciatelo e spiegategli che è meglio che vada via e che serva Dio in un altro modo, perché non arriverà mai a termine un’opera che Gesù che non avviato – Egli stesso – attraverso la porta.

E questo ci deve portare ad una consapevolezza di essere persone scelte: “Io sono stato guardato, sono stato scelto”. Mi colpisce l’inizio del capitolo 16 di Ezechiele: “Eri figlia di stranieri, eri stata messa da parte; ma sono passato e ti ho pulito e ti ho preso con me”. Questo è il cammino! Questa è l’opera che il Signore ha cominciato quando ci ha guardato!

Ci sono alcuni che non sanno perché Dio li chiama, però sentono che Dio li ha chiamati. Andate tranquilli, Dio vi farà capire perché vi ha chiamati. Ci sono altri che vogliono seguire il Signore per qualche interesse, per interesse. Ricordiamo la madre di Giacomo e Giovanni: “Signore, ti chiedo, quando dividi la torta, di dare la fetta più grande ai miei figli… Che uno stia alla tua destra e l’altro stia alla tua sinistra”. E questa è la tentazione di seguire Gesù per ambizione: l’ambizione del denaro, l’ambizione del potere. Tutti possiamo dire: “Quando io ho cominciato a seguire Gesù, non mi è capitato questo. Ma ad altri è capitato, e a poco a poco te lo hanno seminato nel cuore, come una zizzania.

Nella vita della sequela di Gesù non c’è posto né per la propria ambizione, né per le ricchezze, né per essere una persona importante nel mondo. Gesù lo si segue fino al suo ultimo passo della sua vita terrena, la Croce. Poi Lui pensa a risuscitarti, ma fino a quel punto devi arrivarci tu. E questo ve lo dico seriamente, perché la Chiesa non è una impresa, non è una ONG. La Chiesa è un mistero: è il mistero dello sguardo di Gesù su ognuno di noi che dice “Seguimi!”.

Quindi che sia chiaro: chi chiama è Gesù; si entra dalla porta quando Gesù chiama e non dalla finestra; e poi bisogna seguire la strada di Gesù.

E’ chiaro evidentemente che quando Gesù ci sceglie, non ci “canonizza”. Continuiamo ad essere gli stessi peccatori… Io vi chiederei, per favore, se c’è qui qualcuno – qualche sacerdote o qualche religiosa o qualche religioso – che non si sente peccatore, alzi la mano… Siamo tutti peccatori, io per primo e poi voi. Però ci porta avanti la tenerezza e l’amore di Gesù.

“Colui che ha iniziato una buona opera, la porterà a compimento”: questo ci porta avanti, quello che ha iniziato l’amore di Gesù. Vi ricordate nel Vangelo, quando l’Apostolo Giacomo ha pianto? Qualcuno di voi lo ricorda o no? E quando ha pianto l’Apostolo Giovanni? No. E quando ha pianto qualcun altro degli Apostoli? Uno soltanto – ci dice il Vangelo - ha pianto: colui che si è reso conto di essere peccatore. Era così peccatore che aveva tradito il suo Signore. E quando si rese conto di questo, pianse… Poi Gesù lo ha fatto Papa… Chi lo capisce Gesù? E’ un mistero!

Non smettete mai di piangere. Quando a un sacerdote, a un religioso, a una religiosa si seccano le lacrime, c’è qualcosa che non funziona. Piangere per le proprie infedeltà, piangere per il dolore del mondo, piangere per la gente che è scartata, per i vecchietti abbandonati, per i bambini assassinati, per le cose che non capiamo; piangere quando ci chiedono “perché?”. Nessuno di noi ha tutte le risposte ai “perché?”.

C’è un autore russo che si domandava perché i bambini soffrono. E ogni volta che io saluto un bambino che ha un cancro, un tumore o una malattia rara – come si chiamano – mi chiedo perché quel bambino soffra… E io non ho una risposta a questo. Soltanto guardo Gesù sulla croce. Ci sono situazioni nella vita che ci portano soltanto a piangere, guardando Gesù sulla croce. E questa è l’unica risposta a certe ingiustizie, a certi dolori, a certe situazioni della vita.

San Paolo diceva ai suoi discepoli: “Ricordatevi di Gesù Cristo. Ricordatevi di Gesù Cristo crocifisso”. Quando un consacrato, una consacrata, un sacerdote si dimentica di Cristo crocifisso, poveretto, è caduto in un peccato molto brutto, un peccato che fa orrore a Dio, che fa vomitare Dio: è il peccato della tiepidezza. Cari sacerdoti, sorelle, fratelli, religiosi e religiose, state attenti a non cadere nel peccato della tiepidezza...

Cos’altro vi posso dire? Vorrei darvi un messaggio che viene dal mio cuore per voi: che mai vi allontaniate da Gesù. Questo vuol dire non smettere mai di pregare. “Padre, però, qualche volta è così noioso pregare… Ci si stanca, si ci addormentata…”. Va bene, dormite davanti al Signore: è un modo di pregare. Ma restate lì, davanti a Lui. Pregate! Non lasciate la preghiera!

Se un consacrato lascia la preghiera, l’anima si secca, si inaridisce come quei rami secchi: sono brutti, hanno un aspetto brutto. L’anima di una religiosa, di un religioso, di un sacerdote che non prega, è un’anima brutta! Perdonatemi, ma è cosi…

Vi lascio questa domanda: io tolgo tempo al sonno, tolgo tempo alla radio, alla televisione, alle riveste, per pregare? O preferisco queste altre cose? Quindi mettersi davanti a Colui che ha iniziato l’opera e che la sta portando a compimento in ciascuno di noi… La preghiera.

Un’ultima cosa che volevo dirvi - prima di dirvene un’altra… - è che tutti coloro che si sono lasciati scegliere da Gesù, è per servire: per servire il Popolo di Dio, per servire i più poveri, i più scartati, i più emarginati dalla società, i bambini e gli anziani…; per servire anche quelle persone che non hanno coscienza della superbia e del peccato che loro stessi vivono; per servire Gesù. Lasciarsi scegliere da Gesù è lasciarsi scegliere per servire, e non per essere serviti.

Circa un anno fa, più o meno, c’è stato un incontro di sacerdoti - in questo caso le religiose si salvano! - Durante questi Esercizi Spirituali, ogni giorno, c’era un gruppo di sacerdoti che dovevano servire a tavola. Alcuni di loro si sono lamentati: “No! Noi dobbiamo essere serviti! Noi paghiamo, abbiamo pagato per essere serviti…”. Per favore, mai questo nella Chiesa! Servire! Non servirsi degli altri, ma servire.

Questo è quello che vi volevo dire, che ho sentito improvvisamente quando ho ascoltato questa frase di San Paolo: “Colui che ha iniziato in voi quest’opera buona, la porterà a compimento fino al giorno di Cristo Gesù”.

Mi diceva un cardinale, un cardinale anziano - in effetti aveva soltanto un anno più di me! -, che quando va al cimitero, dove ci sono missionari, missionarie, religiosi e religiose, che hanno dato la loro vita, si domanda: “Perché questo non viene canonizzato domani?”; perché hanno vissuto la loro vita servendo. E mi emoziona quando saluto, dopo una Messa, un sacerdote, una religiosa, che mi dice: “Sono 30, 40 anni che sto in questo ospedale di bambini autistici o che sono nelle missioni dell’Amazzonia o che sto in questo luogo o in quest’altro…” Mi tocca l’anima! Questa donna o quest’uomo ha capito che seguire Gesù è servire gli altri e non servirsi degli altri.

Bene, vi ringrazio molto. Però, che Papa maleducato che è questo… Ci ha dato consigli, ci ha dato “bastonate” e non ci dice “grazie”!… Sì, l’ultima cosa - la ciliegina sulla torta - voglio davvero ringraziarvi! Grazie per aver il coraggio di seguire Gesù, grazie per ogni volta che vi sentite peccatori, grazie per ogni carezza di tenerezza che date a quelli che ne hanno bisogno, grazie per tutte le volte in cui avete aiutato le persone a morire in pace. Grazie per dare speranza nella vita. Grazie perché vi siete lasciati aiutare e correggere e perdonare ogni giorno.

Vi chiedo, nel ringraziarvi, di non dimenticarvi di pregare per me, perché ne ho bisogno. Tante grazie!

Parole al termine dell’incontro

Vi ringrazio per il momento che abbiamo passato insieme, però ora devo uscire, perché ci sono i bambini malati di cancro e vorrei vederli e dare loro una carezza.

Ringrazio molto voi seminaristi, che non ho nominato ma che siete compresi in tutto quello che ho detto. E se qualcuno non ha il coraggio di andare su questa strada, c’è ancora tempo, cerchi un altro lavoro, si sposi e faccia una famiglia. Grazie.

[02093-IT.01] [Testo originale: Plurilingue]

Traduzione in lingua inglese

V. Tumsifu Yesu Kristu! (Praised be Jesus Christ!)

R. (Milele na Milele. Amina.) (Now and forever. Amen.)

Thanks for being here. I wish I could speak in English, but my English is not very good. I have listened carefully and there is much that I would like to say to each and every one of you… It is easier for me to speak in my native tongue; Mgr Miles can translate. Thank you for understanding.

(in spanish)

During the reading of the letter of Saint Paul, I was struck by these words: “May God who began a good work in you bring it to completion at the day of Christ Jesus!” (Phil 1:6).

All of you were chosen by the Lord; he chose each one of us. He began a good work on the day he looked at us in baptism, and then later, when he looked at us and said: “If you wish, come with me”. So we lined up and began our journey. But it was he who began the journey, not ourselves. In the Gospel we read about one of the people Jesus healed, who then wanted to follow him. But Jesus told him “no”. If we want to follow Jesus Christ – in the priesthood or the consecrated life – we have to enter by the door! And the door is Christ! He is the one who calls, who begins, who does the work. Some people want to enter by the window… It doesn’t work that way. So please, any of you have friends who came in by the window, embrace them and tell them it would be better to leave and go serve God another way, because a work which Jesus himself did not begin, by the door, will never be brought to completion.

This should make us realize that we have been chosen: “Jesus looked at me; I was chosen”. I am always struck by the beginning of the sixteenth chapter of Ezekiel: “You were the child of strangers; you were forsaken, but I passed by, I cleansed you and I took you to myself”. This is the path! This is the work which Lord began when he looked at us.

There are people who don’t know why God calls them, but they know that he has. Don’t worry: God will make you understand why he called you. Others want to follow the Lord for some benefit. We remember the mother of James and John, who said: “Lord, I beg you, when you cut the cake, give the biggest slice to my sons… Let one of them sit at your right and the other at your left”. We can be tempted to follow Jesus for ambition: ambition for money or power. All of us can say: “When I first followed Jesus, I was not like that”. But it happened to other people, and little by little, they sowed it in our heart like weeds.

In our life as disciples of Jesus, there must be no room for personal ambition, for money, for worldly importance. We follow Jesus to the very last step of his earthly life: the cross. He will make sure you rise again, but you have to keep following him to the end. I tell you this in all seriousness, because the Church is not a business or an NGO. The Church is a mystery: the mystery of Jesus, who looks at each of us and says: “Follow me”.

So let this be clear: Jesus is the one who calls. We have to enter by the door when he calls, not by the window; and we have to follow in his footsteps.

Obviously, when Jesus chooses us, he does not “canonize” us; we continue to be the same old sinners. If there is anyone here – a priest or a religious – who doesn’t think that he or she is a sinner, please raise your hand… We are all sinners, starting with me. But the tenderness and love of Jesus keep us going.

“May he who began a good work in you bring it to completion”. This is what keeps us going, what the love of Jesus began in us. Do you remember any time in the Gospel when the apostle James wept? Yes or no? Or when did the apostle John wept? Or when did any other apostle wept? The Gospel tells us that only one of the apostles wept: the one who knew that he was a sinner, so great a sinner that he betrayed his Lord. And once he realized this, he wept… Then Jesus made him the Pope! Who can understand Jesus? It’s a mystery!

So never stop weeping. When priests and religious no longer weep, something is wrong. We need to weep for our infidelity, to weep for the all the pain in our world, to weep for all those people who are cast aside, to weep for the elderly who are abandoned, for children who are killed, for the things we don’t understand. We need to weep when people ask us: “why?”. None of us has all the answers to all those questions “why?”.

A Russian writer once asked why children suffer. Whenever I see a child with cancer, a tumour or some rare disease, I too ask myself why this child has to suffer… And I don’t have an answer. I just look to Jesus on the cross. There situations in life for which we can only weep, and look to Jesus on the cross. That is the only answer we have for certain injustices, certain kinds of pain, certain situations in life.

Saint Paul told his disciples: “Remember Jesus Christ; remember Christ crucified”. Whenever a consecrated man or woman, or a priest forgets Christ crucified, sad to say, he or she falls into an ugly sin, a sin which disgusts God, which makes God vomit. It is the sin of being tepid, lukewarm. Dear priests, sisters and brothers, religious men and women, beware of falling into the sin of tepidity.

What else can I say, from my heart to yours? I would say, never stray from Jesus. In other words, never stop praying. “But Father, sometimes it’s so tiresome to pray… It wearies us. It makes us fall asleep…” So sleep before the Lord: that is also a way of praying, but stay there, stay there before him and pray! Don’t stop praying! Once consecrated persons stop praying, their souls wither; they grow ugly, like dried figs. Ugly. The soul of a man or woman religious, or a priest who doesn’t pray is an ugly soul! I’m sorry, but that’s the way it is…

I leave you with this question: Do I take away time from sleep, time from listening to the radio, watching television or reading the papers, in order to pray? Or would I rather do those other things? Prayer means being in the presence of God who began a good work and is bringing it to completion in each of you...

The last thing I would tell you – before telling you a few other things too! – is that when we let ourselves be chosen by Jesus, it is to serve: to serve the people of God, to serve the poor, men and women who are outcasts, living on the fringes of society, to serve children and the elderly. But also to serve people who are unaware of their own pride and sin, to serve Jesus in them. Letting ourselves be chosen by Jesus means letting ourselves be chosen to serve, and not to be served.

A year or so ago, there was a gathering of priests – the nuns will get off free on this one! – and during the daily spiritual exercises one group of priests had to serve tables. Some of them complained, saying: “No! We should be served; after all, we paid, we paid to be served!” Please, let us never have any of this in the Church! To serve! Not to be served or to use other people.

That is what I wanted to say, what I felt when I heard those words of Saint Paul, who trusted that the one who began a good work in you will bring it to completion at the day of Christ Jesus.

An elderly cardinal – actually, he is only a year older than I am! – once told me that when he goes to the cemetery and sees the graves of dedicated missionaries and religious, he wonders: “Why don’t we canonize this or that one tomorrow”, because they spent their lives in serving others. I am always moved when, after Mass, I speak with a priest or religious who tells me: “I’ve worked in this hospital, or with autistic children, or in the missions of the Amazon, or this or that other place for thirty or forty years”. I find it very moving. That man or woman understood that following Jesus means serving others, not being served by others.

So then, I thank you very much. But you are thinking: What a rude Pope this is! He told us what to do, he beat up on us, and he never thanked us for what we do. But that is what I want to do now, the last thing I want to say, the cherry, as it were, on the cake. Thank you. I thank you for your courage in following Jesus.

Words after the meeting

Thank you all the times you realize that you yourselves are sinners, and for all the tender caresses which you give to those who need them. Thank you for all those times when you helped so many people to die in peace. Thank you for “burning” your lives in hope. Thank you for letting yourselves be helped and corrected and forgiven each day. And as I thank you, I also ask you not to forget to pray for me, because I need it. Thank you very much!

[02093-EN.01] [Original text: Plurilingual]

Traduzione in lingua francese

V. Tumisufu Yesu Kristu! (Que soit loué Jésus Christ!)

R. [Milele na Milele. Amina] (Maintenant et toujours. Amen.)

(en anglais)

Merci beaucoup pour votre présence. Je voudrais tant vous parler en anglais, mais mon anglais est limité… J’ai pris note et je voudrais vous dire beaucoup de choses, à vous tous, à chacun d’entre vous… mais j’ai peur de parler et je préfèrerais parler dans ma langue maternelle. Monseigneur Miles est le traducteur. Merci de votre compréhension.

(en espagnol)

Lorsqu’on lisait la lettre de saint Paul, ceci m’a touché: «J’en suis persuadé, celui qui a commencé en vous un si beau travail le continuera jusqu’à son achèvement au jour où viendra le Christ Jésus» (Ph 1, 6).

Le Seigneur vous a tous choisis, il nous a tous choisis. Et il a commencé son œuvre le jour où il nous a regardés dans le baptême et le jour où il nous a regardés puis nous a demandé: ‘‘Veux-tu venir avec moi’’. Eh bien, en ce moment-là, nous nous sommes mis en rang et nous nous sommes mis en chemin, mais le chemin, il l’a commencé lui, pas nous. Dans l’évangile, nous lisons qu’une personne guérie a voulu le suivre et Jésus lui a dit: ‘‘Non’’. En suivant Jésus, que ce soit dans le sacerdoce, ou bien dans la vie consacrée, on entre par la porte, la porte, c’est le Christ, c’est lui qui appelle, c’est lui qui commence, c’est lui qui fait le travail. Certains veulent entrer par la fenêtre. C’est inutile. S’il vous plaît, si quelqu’un voit qu’un compagnon ou une compagne entrer par la fenêtre, qu’il l’embrasse et lui explique que c’est mieux qu’il aille servir Dieu ailleurs, parce qu’il ne portera jamais à terme une œuvre que Jésus n’a pas commencée par la porte.

Et cela doit nous conduire à la conscience d’être élus: j’ai été regardé, j’ai été choisi. Le début du chapitre 6 d’Ezéquiel m’impressionne: ‘‘Tu étais fils d’étrangers, tu étais nouveau-né et abandonné. Je passais, je t’ai nettoyé et je t’ai pris’’. C’est le chemin, c’est l’œuvre que le Seigneur a commencé lorsqu’il vous a regardés. Certains ne savent pas pour quoi Dieu les appelle, mais ils sentent que Dieu les a appelés. Qu’ils soient tranquilles, il leur fera comprendre pourquoi il les a appelés. D’autres veulent suivre le Seigneur pour un intérêt, par intérêt. Souvenons-nous de la mère de Jacques et de Jean: ‘‘Seigneur, je veux te demander qu’en partageant le gâteau, tu donnes la plus grande portion à mes deux enfants, l’un à ta droite et l’autre à ta gauche’’. Il y a la tentation de suivre Jésus par ambition: ambition de l’argent, ambition du pouvoir. Nous pouvons tous dire: ‘‘Lorsque j’ai commencé à suivre Jésus, cela ne m’était pas venu à l’idée’’. Mais quelqu’un d’autre a eu cette idée et te l’a semée dans le cœur comme une zizanie. Quand on suit Jésus, il n’y a de place ni pour l’ambition personnelle, ni pour les richesses, ni pour être une personne importante dans le monde. Jésus, on le suit jusqu’à la dernière étape de sa vie ici-bas, la croix. Ensuite, il se charge de te ressusciter, mais il faut aller jusque-là. Et je vous parle sérieusement, parce que l’Eglise n’est pas une entreprise, elle n’est pas une ONG, l’Eglise est un mystère, c’est le mystère du regard de Jésus sur chacun, qui lui dit: ‘‘Viens’’. C’est clair, celui qui appelle, c’est Jésus. On entre par la porte, non pas par la fenêtre, et on suit le chemin de Jésus.

Evidemment, lorsque Jésus nous choisit, il ne nous canonise pas, nous continuons d’être les mêmes pécheurs. Et je vous demanderais, s’il vous plaît, s’il y a ici un prêtre ou une religieuse, ou bien un religieux qui ne sent pas pécheur, qu’il lève la main. Nous sommes tous pécheurs, moi le premier, ensuite vous, mais la tendresse et l’amour de Jésus nous font aller de l’avant.

‘‘Celui qui a commencé en vous un si beau travail le continuera jusqu’à son achèvement’’: c’est cela qui nous fait aller de l’avant, l’amour de Jésus. Vous rappelez-vous, dans l’Evangile, quand l’Apôtre Jacques a pleuré? Quelqu’un s’en souvient-il, ou non? Non. Et quand est-ce que Jean a pleuré? Non. Et quand est-ce qu’un autre Apôtre a pleuré? L’Evangile nous relate qu’un seul a pleuré, celui qui s’est rendu compte qu’il était pécheur, si pécheur qu’il a trahi son Seigneur, et lorsqu’il s’en est rendu compte, il a pleuré. Ensuite, Jésus l’a fait Pape. Qui comprend Jésus? Un mystère! Ne cessez jamais de pleurer. Lorsque chez un prêtre, un religieux ou chez une religieuse, les larmes se sèchent, quelque chose ne va pas. Pleurer pour sa propre infidélité, pleurer pour la douleur du monde, pleurer pour les personnes marginalisées, pour les personnes âgées abandonnées, pour les enfants assassinés, pour les choses que nous ne comprenons pas, pleurer lorsqu’on nous demande: ‘‘Pourquoi?’’ Personne d’entre nous a les réponses aux ‘‘pourquoi’’. Il y a un auteur russe qui se demandait pourquoi les enfants souffrent. Et chaque fois que moi je salue un enfant souffrant du cancer, d’une tumeur, d’une maladie rare – comme on les qualifie à présent –, je me demande: pourquoi cet enfant souffre-t-il? Et je n’ai pas la réponse, je regarde seulement Jésus sur la croix; et c’est l’unique réponse à certaines injustices, à certaines douleurs, à certaines situations de la vie. Saint Paul disait à ses disciples: ‘‘Souviens-toi de Jésus-Christ, souviens-toi de Jésus-Christ crucifié’’. Lorsqu’un consacré ou une consacrée, un prêtre oublie le Christ crucifié, pauvre de lui! Il commet un péché très laid, un péché dont Dieu est dégoûté, qui fait vomir Dieu, le péché de la tiédeur. Chers prêtres, sœurs et frères, gardez-vous de commettre le péché de la tiédeur.

Eh bien, et quoi d’autre puis-je vous dire qui puisse vous exprimer le message de mon cœur? Que vous ne vous éloigniez jamais de Jésus. Cela veut dire que jamais vous ne cessiez de prier: ‘‘Père, mais parfois, c’est si ennuyeux de prier, on se fatigue, on dort’’. Dormez devant le Seigneur! C’est une manière de prier, mais reste là, devant le Seigneur, prie, n’abandonne pas la prière. Si un consacré abandonne la prière, son âme se sèche comme ces figues desséchés; elles sont laides, elles présentent mal. L’âme d’une religieuse, d’un religieux, d’un prêtre qui ne prie pas, est une âme laide. Pardon, mais c’est ainsi. Je vous laisse cette question: Est-ce je prends du temps au sommeil, est-ce je prends du temps à la radio, à la télévision, aux revues, pour prier, ou bien est-ce que je préfère autre chose? Se mettre devant Celui qui a commencé l’œuvre et qui la porte à terme en chacun de vous... La prière.

Et la dernière chose que je voudrais vous dire, avant de vous en dire une autre, c’est que tous ceux qui se laissent choisir par Jésus, c’est pour servir, pour servir le peuple de Dieu, pour servir les plus pauvres, les plus marginalisés, les plus humbles, pour servir les enfants et les personnes âgées, pour servir aussi ceux qui ne sont pas conscients de l’orgueil et du péché qu’ils ont en eux, pour servir Jésus. Se laisser choisir par Jésus, c’est se laisser choisir pour servir, non pas pour se faire servir. Il y a à peu près un an, une rencontre de prêtres a eu lieu – les religieuses sont sauvées – et durant ces exercices spirituels, chaque jour il y avait des prêtres de tour qui devaient servir à table; certains d’entre eux se sont plaints: ‘‘Non! nous devons être servis, nous avons payé, nous pouvons payer pour qu’on nous serve’’. S’il vous plaît, jamais cela dans l’Eglise! Servir, ne pas se servir de…

Bon, c’est ce que je voulais vous dire, c’est que j’ai senti tout d’un coup lorsque j’ai écouté la phrase de saint Paul, confiant que Celui qui a commencé la bonne œuvre en vous la continuera et la portera à terme, jusqu’au jour où viendra Jésus-Christ. Un cardinal, plus âgé que moi d’un an, me disait que, lorsqu’il va au cimetière où il voit des missionnaires, des prêtres, des religieux, des religieuses qui ont donné leur vie, il se demande: Et pourquoi on ne les canonise pas demain, pour avoir passé leur vie à servir? Et moi, je suis ému lorsque je salue après une messe un prêtre, une religieuse, qui me dit: ‘‘Depuis 30, 40 ans, je suis dans cet hôpital d’enfants autistes, ou bien je suis dans les missions de l’Amazonie ou bien je suis à tel endroit ou à tel autre’’. Cela me touche l’âme. Cette femme ou cet homme a compris que suivre Jésus, c’est servir les autres et non se servir des autres.

Bon, je vous remercie beaucoup. Mais quel Pape mal éduqué que celui-ci, n’est-ce pas? Il nous a donné des conseils, il nous a châtiés et ne nous dit pas merci. Je voudrais vous dire…, la dernière que je voudrais vous dire, la cerise sur le gâteau, c’est que je voudrais vous remercier. Merci de vouloir Jésus. Merci pour chaque fois que vous vous sentez pécheurs. Merci pour chaque caresse de tendresse que vous donnez à qui en a besoin. Merci pour toutes les fois où vous avez aidé tant de personnes à mourir en paix. Merci pour consumer votre vie dans l’espérance. Merci de vous faire aider et corriger et pardonner tous les jours. Et je vous demande, en vous remerciant, de ne pas oublier de prier pour moi, parce que j’en ai besoin. Merci beaucoup!

Intervention à la fin de la rencontre

Je vous remercie pour le bon moment que nous avons passé ensemble, mais je dois sortir par cette porte parce qu’il y a les enfants malades du cancer et je voudrais les voir et leur donner une caresse. Vous, je vous remercie beaucoup, et vous, les séminaristes, je ne vous ai pas nommés mais vous êtes inclus dans tout ce que j’ai dit, et si quelqu’un ne se décide pas pour ce chemin, - il en est encore temps -, qu’il cherche un autre travail, qu’il se marie et qu’il fonde une bonne famille. Merci!

[02093-FR.01] [Texte original: Plurilingue]

Al termine il Santo Padre ha salutato alcuni bambini malati di tumore, quindi ha lasciato la St Mary’s School per raggiungere in auto la Sede dell’UNON (The United Nations Office at Nairobi).

[B0923-XX.02]