Visita ai Detenuti nell’Istituto di Correzione Curran-Fromhold di Philadelphia
Discorso del Santo Padre
Traduzione in lingua inglese
Traduzione in lingua italiana
Alle ore 10.30 di questa mattina, il Santo Padre Francesco si è recato in elicottero all’Istituto di Correzione Curran-Fromhold di Philadelphia, per la visita ai carcerati.
Accolto dal Commissioner of Prisons, dal Direttore e dal Cappellano della prigione, il Papa ha raggiunto la palestra dell’istituto, dove lo attendevano circa 100 detenuti. Nel corso dell’incontro ha utilizzato una sedia in legno costruita appositamente per lui dai carcerati, che hanno voluto fargliene dono.
Dopo gli indirizzi di saluto del Commissioner of Prisons e dell’Arcivescovo di Philadelphia, Papa Francesco ha rivolto ai presenti il discorso che riportiamo di seguito:
Discorso del Santo Padre
Queridos hermanos y hermanas, buenos días:
Yo voy a hablar en español porque no sé hablar inglés, pero él [indica al intérprete] habla muy bien inglés y me va a traducir. Gracias por recibirme y darme la oportunidad de estar aquí con ustedes compartiendo este momento. Un momento difícil, cargado de tensiones. Un momento que sé que es doloroso no solo para ustedes, sino para sus familias y para toda la sociedad. Ya que una sociedad, una familia que no sabe sufrir los dolores de sus hijos, que no los toma con seriedad, que los naturaliza y los asume como normales y esperables, es una sociedad que está «condenada» a quedar presa de sí misma, presa de todo lo que la hace sufrir. Yo vine aquí como pastor, pero sobre todo como hermano, a compartir la situación de ustedes y hacerla también mía; he venido a que podamos rezar juntos y presentarle a nuestro Dios lo que nos duele y también lo que nos anima y recibir de Él la fuerza de la Resurrección.
Recuerdo el Evangelio donde Jesús lava los pies a sus discípulos en la Última Cena. Una actitud que le costó mucho entender a los discípulos, inclusive Pedro reacciona y le dice: «Jamás permitiré que me laves los pies» (Jn 13,8).
En aquel tiempo era habitual que, cuando uno llegaba a una casa, se le lavara los pies. Toda persona siempre era recibida así. Porque no existían caminos asfaltados, eran caminos de polvo, con pedregullo que iba colándose en las sandalias. Todos transitaban los senderos que dejaban el polvo impregnado, lastimaban con alguna piedra o producían alguna herida. Ahí lo vemos a Jesús lavando los pies, nuestros pies, los de sus discípulos de ayer y de hoy.
Todos sabemos que vivir es caminar, vivir es andar por distintos caminos, distintos senderos que dejan su marca en nuestra vida.
Y por la fe sabemos que Jesús nos busca, quiere sanar nuestras heridas, curar nuestros pies de las llagas de un andar cargado de soledad, limpiarnos del polvo que se fue impregnando por los caminos que cada uno tuvo que transitar. Jesús no nos pregunta por dónde anduvimos, no nos interroga qué estuvimos haciendo. Por el contrario, nos dice: «Si no te lavo los pies, no podrás ser de los míos» (Jn 13,9). Si no te lavo los pies, no podré darte la vida que el Padre siempre soñó, la vida para la cual te creó. Él viene a nuestro encuentro para calzarnos de nuevo con la dignidad de los hijos de Dios. Nos quiere ayudar a recomponer nuestro andar, reemprender nuestro caminar, recuperar nuestra esperanza, restituirnos en la fe y la confianza. Quiere que volvamos a los caminos, a la vida, sintiendo que tenemos una misión; que este tiempo de reclusión nunca ha sido y nunca será sinónimo de expulsión.
Vivir supone “ensuciarse los pies” por los caminos polvorientos de la vida y de la historia. Y todos tenemos necesidad de ser purificados, de ser lavados. Todos. Yo el primero. Todos somos buscados por este Maestro que nos quiere ayudar a reemprender el camino. A todos nos busca el Señor para darnos su mano. Es penoso constatar sistemas penitenciarios que no buscan curar las llagas, sanar las heridas, generar nuevas oportunidades. Es doloroso constatar cuando se cree que solo algunos tienen necesidad de ser lavados, purificados no asumiendo que su cansancio y su dolor, sus heridas, son también el cansancio, el dolor, las heridas, de toda una sociedad. El Señor nos lo muestra claro por medio de un gesto: lavar los pies y volver a la mesa. Una mesa en la que Él quiere que nadie quede fuera. Una mesa que ha sido tendida para todos y a la que todos somos invitados.
Este momento de la vida de ustedes solo puede tener una finalidad: tender la mano para volver al camino, tender la mano para que ayude a la reinserción social. Una reinserción de la que todos formamos parte, a la que todos estamos invitados a estimular, acompañar y generar. Una reinserción buscada y deseada por todos: reclusos, familias, funcionarios, políticas sociales y educativas. Una reinserción que beneficia y levanta la moral de toda la comunidad y la sociedad.
Y quiero animarlos a tener esta actitud entre ustedes, con todas las personas que de alguna manera forman parte de este Instituto. Sean forjadores de oportunidades, sean forjadores de camino, sean forjadores de nuevos senderos.
Todos tenemos algo de lo que ser limpiados y purificados. Todos. Que esta conciencia nos despierte a la solidaridad entre todos, a apoyarnos y a buscar lo mejor para los demás.
Miremos a Jesús que nos lava los pies, Él es el «camino, la verdad y la vida», que viene a sacarnos de la mentira de creer que nadie puede cambiar, la mentira de creer que nadie puede cambiar. Jesús que nos ayuda a caminar por senderos de vida y plenitud. Que la fuerza de su amor y de su Resurrección sea siempre camino de vida nueva.
Y así como estamos, cada uno en su sitio, sentado, en silencio pedimos al Señor que nos bendiga. Que el Señor los bendiga y los proteja. Haga brillar su rostro sobre ustedes y les muestre su gracia. Les descubra su rostro y les conceda la paz. Gracias.
Palabras añadidas al final del encuentro:
La silla que han hecho es muy linda, muy hermosa. Muchas gracias por el trabajo.
[01517-ES.02] [Texto original: Español]
Traduzione in lingua inglese
Dear Brothers and Sisters,
Good morning. I am going to speak in Spanish because I don’t speak English, but he [pointing to the interpreter] speaks good English and he is going to translate for me. Thank you for receiving me and giving me the opportunity to be here with you and to share this time in your lives. It is a difficult time, one full of struggles. I know it is a painful time not only for you, but also for your families and for all of society. Any society, any family, which cannot share or take seriously the pain of its children, and views that pain as something normal or to be expected, is a society “condemned” to remain a hostage to itself, prey to the very things which cause that pain.
I am here as a pastor, but above all as a brother, to share your situation and to make it my own. I have come so that we can pray together and offer our God everything that causes us pain, but also everything that gives us hope, so that we can receive from him the power of the resurrection.
I think of the Gospel scene where Jesus washes the feet of his disciples at the Last Supper. This was something his disciples found hard to accept. Even Peter refused, and told him: “You will never wash my feet” (Jn 13:8).
In those days, it was the custom to wash someone’s feet when they came to your home. That was how they welcomed people. The roads were not paved, they were covered with dust, and little stones would get stuck in your sandals. Everyone walked those roads, which left their feet dusty, bruised or cut from those stones. That is why we see Jesus washing feet, our feet, the feet of his disciples, then and now.
We all know that life is a journey, along different roads, different paths, which leave their mark on us.
We also know in faith that Jesus seeks us out. He wants to heal our wounds, to soothe our feet which hurt from travelling alone, to wash each of us clean of the dust from our journey. He doesn’t ask us where we have been, he doesn’t question us what about we have done. Rather, he tells us: “Unless I wash your feet, you have no share with me” (Jn 13:8). Unless I wash your feet, I will not be able to give you the life which the Father always dreamed of, the life for which he created you. Jesus comes to meet us, so that he can restore our dignity as children of God. He wants to help us to set out again, to resume our journey, to recover our hope, to restore our faith and trust. He wants us to keep walking along the paths of life, to realize that we have a mission, and that confinement is never the same thing as exclusion.
Life means “getting our feet dirty” from the dust-filled roads of life and history. All of us need to be cleansed, to be washed. All of us. Myself, first and foremost. All of us are being sought out by the Teacher, who wants to help us resume our journey. The Lord goes in search of us; to all of us he stretches out a helping hand.
It is painful when we see prison systems which are not concerned to care for wounds, to soothe pain, to offer new possibilities. It is painful when we see people who think that only others need to be cleansed, purified, and do not recognize that their weariness, pain and wounds are also the weariness, pain and wounds of society. The Lord tells us this clearly with a sign: he washes our feet so we can come back to the table. The table from which he wishes no one to be excluded. The table which is spread for all and to which all of us are invited.
This time in your life can only have one purpose: to give you a hand in getting back on the right road, to give you a hand to help you rejoin society. All of us are part of that effort, all of us are invited to encourage, help and enable your rehabilitation. A rehabilitation which everyone seeks and desires: inmates and their families, correctional authorities, social and educational programs. A rehabilitation which benefits and elevates the morale of the entire community and society.
I encourage you to have this attitude with one another and with all those who in any way are part of this institution. May you make possible new opportunities; may you blaze new trails, new paths.
All of us have something we need to be cleansed of, or purified from. All of us. May the knowledge of this fact inspire us all to live in solidarity, to support one another and seek the best for others.
Let us look to Jesus, who washes our feet. He is “the way, and the truth, and the life”. He comes to save us from the lie that says no one can change, the lie of thinking that no one can change. Jesus helps us to journey along the paths of life and fulfillment. May the power of his love and his resurrection always be a path leading you to new life.
Just as we are, seated, let us silently ask the Lord to bless us. May the Lord bless you and keep you. May he make his face shine upon you and be gracious to you. May he lift up his countenance upon you and give you peace. Thank you.
Impromptu comments at the end of the meeting:
The chair you made is very nice, very beautiful. Thanks for your work.
[01517-EN.02] [Original text: Spanish]
Traduzione in lingua italiana
Cari fratelli e sorelle, buongiorno!
Parlerò in spagnolo perché non so parlare inglese, ma lui [indica l’interprete] parla molto bene l’inglese e mi tradurrà.
Grazie per l’accoglienza e per la possibilità di stare qui con voi a condividere questo momento. Un momento difficile, carico di tensioni. Un momento che so che è doloroso non solo per voi, ma per le vostre famiglie e per tutta la società. Perché una società, una famiglia che non sa soffrire i dolori dei suoi figli, che non li prende sul serio, che li tratta come cose “naturali” e li considera normali e prevedibili, è una società “condannata” a rimanere prigioniera di sé stessa, prigioniera di tutto ciò che la fa soffrire.
Sono venuto qui come pastore, ma soprattutto come fratello, a condividere la vostra situazione e a farla anche mia; sono venuto perché possiamo pregare insieme e presentare al nostro Dio quello che ci fa male e anche quello che ci incoraggia, e ricevere da Lui la forza della Risurrezione.
Ricordo il Vangelo in cui Gesù lava i piedi ai suoi discepoli nell’Ultima Cena. Un atteggiamento che i discepoli fecero fatica a capire, compreso san Pietro, che reagisce e gli dice: «Tu non mi laverai mai i piedi!» (Gv 13,8).
In quel tempo era abitudine quando uno arrivava in una casa lavargli i piedi. Ogni persona era sempre ricevuta così. Perché non c’erano strade asfaltate, erano strade polverose, con la ghiaia che si infilava nei sandali. Tutti percorrevano i sentieri che lasciavano impregnati di polvere, danneggiavano con qualche pietra o provocavano qualche ferita. Lì vediamo Gesù che lava i piedi, i nostri piedi, quelli dei suoi discepoli di ieri e di oggi.
Tutti sappiamo che vivere è camminare, vivere è andare per diverse strade, diversi sentieri che lasciano il loro segno nella nostra vita.
E per la fede sappiamo che Gesù ci cerca, vuole guarire le nostre ferite, curare i nostri piedi dalle piaghe di un cammino carico di solitudine, pulirci dalla polvere che si è attaccata per le strade che ciascuno ha percorso. Gesù non ci chiede dove siamo andati, non ci interroga su che cosa stavamo facendo. Al contrario, ci dice: «Se non ti laverò, non avrai parte con me» (Gv 13,8). Se non ti lavo i piedi, non potrò darti la vita che il Padre ha sempre sognato, la vita per cui ti ha creato. Egli viene incontro a noi per calzarci di nuovo con la dignità dei figli di Dio. Vuole aiutarci a ricomporre il nostro andare, riprendere il nostro cammino, recuperare la nostra speranza, restituirci alla fede e alla fiducia. Vuole che torniamo alle strade, alla vita, sentendo che abbiamo una missione; che questo tempo di reclusione non è mai stato e mai sarà sinonimo di espulsione.
Vivere comporta “sporcarsi i piedi” per le strade polverose della vita e della storia. E tutti abbiamo bisogno di essere purificati, di essere lavati. Tutti, io per primo. Tutti siamo cercati da questo Maestro che ci vuole aiutare a riprendere il cammino. Il Signore ci cerca tutti per darci la sua mano. E’ penoso riscontrare a volte il generarsi di sistemi penitenziari che non cercano di curare le piaghe, guarire le ferite, generare nuove opportunità. E’ doloroso riscontrare come a volte si crede che solo alcuni hanno bisogno di essere lavati, purificati, non considerando che la loro stanchezza, il loro dolore, le loro ferite sono anche la stanchezza, il dolore e le ferite di tutta una società. Il Signore ce lo mostra chiaramente per mezzo di un gesto: lavare i piedi e andare a tavola. Una tavola alla quale Egli vuole che nessuno rimanga fuori. Una tavola che è stata apparecchiata per tutti e alla quale tutti siamo invitati.
Questo momento nella vostra vita può avere un unico scopo: tendere la mano per riprendere il cammino, tendere la mano perché aiuti al reinserimento sociale. Un reinserimento di cui tutti facciamo parte, che tutti siamo chiamati a stimolare, accompagnare e realizzare. Un reinserimento cercato e desiderato da tutti: reclusi, famiglie, funzionari, politiche sociali e educative. Un reinserimento che benefica ed eleva il livello morale di tutta la comunità e la società.
E desidero incoraggiarvi ad avere questo atteggiamento tra di voi, con tutte le persone che in qualche modo fanno parte di questo Istituto. Siate artefici di opportunità, siate artefici di cammino, siate artefici di nuove vie.
Tutti abbiamo qualcosa da cui essere puliti e purificati. Tutti. Che questa consapevolezza ci risvegli alla solidarietà tra tutti, a sostenerci e a cercare il meglio per gli altri.
Guardiamo a Gesù che ci lava i piedi: Egli è «la via, la verità e la vita» (Gv 14,6) che viene a farci uscire dall’inganno di credere che nulla possa cambiare! Gesù che ci aiuta a camminare per sentieri di vita e di pienezza. Che la forza del suo amore e della sua Risurrezione sia sempre via di vita nuova.
E così come stiamo, ognuno al suo posto, seduti, in silenzio chiediamo al Signore che ci benedica. Il Signore vi benedica e vi protegga. Faccia brillare il suo volto su di voi e vi conceda la sua grazia. Vi mostri il suo volto e vi conceda la pace. Grazie!
Parole aggiunte al termine dell’incontro:
La cattedra che avete fatto è molto bella, molto bella. Tante grazie per il vostro lavoro!
[01517-IT.02] [Testo originale: Spagnolo]
Al termine, salutati individualmente alcuni detenuti, prima di fa ritorno in elicottero al Seminario S. Carlo Borromeo il Papa ha incontrato alcune persone dello staff e del personale lavorativo della prigione.
[B0728-XX.02]