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Viaggio Apostolico di Sua Santità Francesco a Cuba, negli Stati Uniti d’America e Visita alla sede dell’ONU, in occasione della partecipazione all’Incontro Mondiale delle Famiglie in Philadelphia (19-28 settembre 2015) – Cerimonia di benvenuto a La Habana, 19.09.2015


Cerimonia di benvenuto all’aeroporto internazionale “José Martí” di La Habana (Cuba)

 

Discorso del Santo Padre

Traduzione in lingua inglese

Traduzione in lingua italiana

L’aereo con a bordo il Santo Padre, partito questa mattina alle ore 10.32 da Roma-Fiumicino, è atterrato alle 15.50 locali (le 21.50 in Italia) all’aeroporto internazionale “José Martí” di La Habana a Cuba.

Al Suo arrivo Papa Francesco è stato accolto dal Presidente del Consiglio di Stato e del Consiglio dei Ministri della Repubblica di Cuba, Sig. Raúl Castro e dall’Arcivescovo di San Cristóbal de La Habana, Card. Jaime Lucas Ortega y Alamino. Erano inoltre presenti alcune Autorità dello Stato, i Decani regionali del Corpo Diplomatico, i Vescovi di Cuba e un gruppo di fedeli.

Nel corso della cerimonia di benvenuto, dopo l’indirizzo di saluto del Presidente Raúl Castro, il Papa ha pronunciato il discorso che riportiamo di seguito:

Discorso del Santo Padre

Señor Presidente,
Distinguidas Autoridades,
Hermanos en el Episcopado,
Señoras y señores:

Muchas gracias, Señor Presidente, por su acogida y sus atentas palabras de bienvenida en nombre del Gobierno y de todo el pueblo cubano. Mi saludo se dirige también a las autoridades y a los miembros del Cuerpo diplomático que han tenido la amabilidad de hacerse presentes en este acto.

Al Cardenal Jaime Ortega y Alamino, Arzobispo de La Habana, a Monseñor Dionisio Guillermo García Ibáñez, Arzobispo de Santiago de Cuba y Presidente de la Conferencia Episcopal, a los demás Obispos y a todo el pueblo cubano, les agradezco su fraterno recibimiento.

Gracias a todos los que se han esmerado para preparar esta visita pastoral. Y quisiera pedirle a Usted, Señor Presidente, que transmita mis sentimientos de especial consideración y respeto a su hermano Fidel. A su vez, quisiera que mi saludo llegase especialmente a todas aquellas personas que, por diversos motivos, no podré encontrar y a todos los cubanos dispersos por el mundo.

Como usted, Señor Presidente, señaló, este año 2015 se celebra el 80 aniversario del establecimiento de relaciones diplomáticas ininterrumpidas entre la República de Cuba y la Santa Sede. La Providencia me permite llegar hoy a esta querida Nación, siguiendo las huellas indelebles del camino abierto por los inolvidables viajes apostólicos que realizaron a esta Isla mis dos predecesores, san Juan Pablo II y Benedicto XVI. Sé que su recuerdo suscita gratitud y cariño en el pueblo y las autoridades de Cuba. Hoy renovamos estos lazos de cooperación y amistad para que la Iglesia siga acompañando y alentando al pueblo cubano en sus esperanzas, en sus preocupaciones, con libertad y todos los medios necesarios para llevar el anuncio del Reino hasta las periferias existenciales de la sociedad.

Este viaje apostólico coincide además con el I Centenario de la declaración de la Virgen de la Caridad del Cobre como Patrona de Cuba, por Benedicto XV. Fueron los veteranos de la Guerra de la Independencia, movidos por sentimientos de fe y patriotismo, quienes pidieron que la Virgen mambisa fuera la patrona de Cuba como nación libre y soberana. Desde entonces, Ella ha acompañado la historia del pueblo cubano, sosteniendo la esperanza que preserva la dignidad de las personas en las situaciones más difíciles y abanderando la promoción de todo lo que dignifica al ser humano. Su creciente devoción es testimonio visible de la presencia de la Virgen en el alma del pueblo cubano. En estos días tendré ocasión de ir al Cobre, como hijo y como peregrino, para pedirle a nuestra Madre por todos sus hijos cubanos y por esta querida Nación, para que transite por los caminos de justicia, paz, libertad y reconciliación.

Geográficamente, Cuba es un archipiélago que mira hacia todos los caminos, con un valor extraordinario como «llave» entre el norte y el sur, entre el este y el oeste. Su vocación natural es ser punto de encuentro para que todos los pueblos se reúnan en amistad, como soñó José Martí, «por sobre la lengua de los istmos y la barrera de los mares» (La Conferencia Monetaria de las Repúblicas de América, en Obras escogidas II, La Habana 1992, 505). Ese mismo fue el deseo de san Juan Pablo II con su ardiente llamamiento a «que Cuba se abra con todas sus magníficas posibilidades al mundo y que el mundo se abra a Cuba» (Discurso en la ceremonia de llegada, 21-1-1998, 5).

Desde hace varios meses, estamos siendo testigos de un acontecimiento que nos llena de esperanza: el proceso de normalización de las relaciones entre dos pueblos, tras años de distanciamiento. Es un proceso, es un signo de la victoria de la cultura del encuentro, del diálogo, del «sistema del acrecentamiento universal… por sobre el sistema, muerto para siempre, de dinastía y de grupos», decía José Martí (ibíd.). Animo a los responsables políticos a continuar avanzando por este camino y a desarrollar todas sus potencialidades, como prueba del alto servicio que están llamados a prestar en favor de la paz y el bienestar de sus pueblos, y de toda América, y como ejemplo de reconciliación para el mundo entero. El mundo necesita reconciliación en esta atmósfera de tercera guerra mundial por etapas que estamos viviendo.

Pongo estos días bajo la intercesión de la Virgen de la Caridad del Cobre, de los beatos Olallo Valdés y José López Piteira y del venerable Félix Varela, gran propagador del amor entre los cubanos y entre todos los hombres, para que aumenten nuestros lazos de paz, solidaridad y respeto mutuo.

Nuevamente, muchas gracias, Señor Presidente.

[01494-ES.02] [Texto original: Español]

Traduzione in lingua inglese

Mr President,
Distinguished Authorities,
Brother Bishops,
Ladies and Gentlemen,

I thank you, Mr President, for your greeting and your kind words of welcome in the name of the government and the entire Cuban people. I also greet the authorities and the members of the diplomatic corps present at this ceremony.

My gratitude also goes to Cardinal Jaime Ortega y Alamino, Archbishop of Havana, the Most Reverend Dionisio Guillermo García Ibáñez, Archbishop of Santiago de Cuba and President of the Episcopal Conference, the other bishops and all the Cuban people, for their warm welcome.

I thank, too, all those who worked to prepare for this Pastoral Visit. Mr President, I would ask you to convey my sentiments of particular respect and consideration to your brother Fidel. I would like my greeting to embrace especially all those who, for various reasons, I will not be able to meet, and to Cubans throughout the world.

As you mentioned, Mr President, this year of 2015 marks the eightieth anniversary of the establishment of sustained diplomatic relations between the Republic of Cuba and the Holy See. Providence today enables me to come to this beloved nation, following the indelible path opened by the unforgettable apostolic journeys which my two predecessors, Saint John Paul II and Benedict XVI, made to this island. I know that the memory of those visits awakens gratitude and affection in the people and leaders of Cuba. Today we renew those bonds of cooperation and friendship, so that the Church can continue to support and encourage the Cuban people in its hopes and concerns, with the freedom and all the means needed to bring the proclamation of the Kingdom to the existential peripheries of society.

This Apostolic Journey also coincides with the first centenary of Pope Benedict XV’s declaration of our Lady of Charity of El Cobre as Patroness of Cuba. It was the veterans of the War of Independence who, moved by sentiments of faith and patriotism, wanted the Virgen mambisa to be the patroness of Cuba as a free and sovereign nation. Since that time she has accompanied the history of the Cuban people, sustaining the hope which preserves people’s dignity in the most difficult situations and championing the promotion of all that gives dignity to the human person. The growing devotion to the Virgin is a visible testimony of her presence in the soul of the Cuban people. In these days I will have occasion to go to El Cobre, as a son and pilgrim, to pray to our Mother for all her Cuban children and for this beloved nation, that it may travel the paths of justice, peace, liberty and reconciliation.

Geographically, Cuba is an archipelago, facing all directions, with an extraordinary value as a “key” between north and south, east and west. Its natural vocation is to be a point of encounter for all peoples to join in friendship, as José Martí dreamed, “regardless of the languages of isthmuses and the barriers of oceans” (La Conferencia Monetaria de las Repúblicas de América, in Obras escogidas II, La Habana, 1992, 505). Such was also the desire of Saint John Paul II, with his ardent appeal: “May Cuba, with all its magnificent potential, open itself to the world, and may the world open itself to Cuba” (Arrival Ceremony, 21 January 1998, 5).

For some months now, we have witnessed an event which fills us with hope: the process of normalizing relations between two peoples following years of estrangement. It is a process, a sign of the victory of the culture of encounter and dialogue, “the system of universal growth” over “the forever-dead system of groups and dynasties”, as José Martí said (ibid.). I urge political leaders to persevere on this path and to develop all its potentialities as a proof of the high service which they are called to carry out on behalf of the peace and well-being of their peoples, of all America, and as an example of reconciliation for the entire world. The world needs reconciliation in this climate of a piecemeal third word war in which we are living.

I place these days under the protection of our Lady of Charity of El Cobre, Blessed Olallo Valdés and Blessed José López Pietreira, and Venerable Félix Varela, the great promoter of love between Cubans and all peoples, so that our bonds of peace, solidarity and mutual respect may ever increase.

Once again, thank you, Mr. President.

[01494-EN.02] [Original text: Spanish]

Traduzione in lingua italiana

Signor Presidente,
Distinte Autorità,
Fratelli nell’Episcopato,
Signori e Signore,

molte grazie, Signor Presidente, per la Sua accoglienza e le Sue cortesi parole di benvenuto a nome del Governo e di tutto il popolo cubano. Il mio saluto va anche alle Autorità e ai membri del Corpo Diplomatico che hanno avuto la cortesia di rendersi presenti in questa circostanza.

Ringrazio per la loro fraterna accoglienza il Cardinale Jaime Ortega y Alamino, Arcivescovo di La Habana, Mons. Dionisio Guillermo García Ibáñez, Arcivescovo di Santiago di Cuba e Presidente della Conferenza Episcopale, gli altri Vescovi e tutto il popolo cubano.

Grazie a tutti coloro che si sono prodigati nella preparazione di questa visita pastorale. Vorrei chiederLe, Signor Presidente, di trasmettere i miei sentimenti di speciale considerazione e rispetto a Suo fratello Fidel. Vorrei inoltre che il mio saluto giungesse in modo particolare a tutte quelle persone che, per diversi motivi, non potrò incontrare e a tutti i cubani dispersi nel mondo.

Come Lei, Signor Presidente, ha ricordato, in questo anno 2015 si celebra l’80° Anniversario dello stabilimento delle relazioni diplomatiche ininterrotte tra la Repubblica di Cuba e la Santa Sede. La Provvidenza mi permette di arrivare oggi in questa amata Nazione, seguendo le indelebili orme del cammino aperto dai memorabili viaggi apostolici che hanno compiuto in quest’Isola i miei due predecessori, san Giovanni Paolo II e Benedetto XVI. So che il loro ricordo suscita gratitudine e affetto nel popolo e nelle Autorità di Cuba. Oggi rinnoviamo questi legami di cooperazione e amicizia perché la Chiesa continui ad accompagnare ed incoraggiare il popolo cubano nelle sue speranze, nelle sue preoccupazioni, con libertà e tutti i mezzi e necessari per far giungere l’annuncio del Regno fino alle periferie esistenziali della società.

Questo viaggio apostolico coincide inoltre con il primo Centenario della proclamazione della Vergine della Carità del Cobre quale Patrona di Cuba, da parte di Benedetto XV. Furono i veterani della guerra d’indipendenza, mossi da sentimenti di fede e di patriottismo, che chiesero che la Vergine mambisa [cubana] fosse la patrona di Cuba come Nazione libera e sovrana. Da quel momento, Ella ha accompagnato la storia del popolo cubano, sostenendo la speranza che custodisce la dignità delle persone nelle situazioni più difficili e difendendo la promozione di tutto ciò che conferisce dignità all’essere umano. La devozione crescente verso la Vergine della Carità del Cobre è una testimonianza visibile della presenza della Vergine nell’anima del popolo cubano. In questi giorni avrò l’occasione di recarmi al Santuario del Cobre come figlio e come pellegrino, a pregare nostra Madre per tutti i suoi figli cubani e per questa amata Nazione, perché percorra sentieri di giustizia, di pace, di libertà e di riconciliazione.

Geograficamente, Cuba è un arcipelago che si affaccia verso tutte le direzioni, con uno straordinario valore come “chiave” tra nord e sud, tra est e ovest. La sua vocazione naturale è quella di essere punto d’incontro perché tutti i popoli si trovino in amicizia, come sognò José Martí, «oltre le strettoie degli istmi e le barriere dei mari» (Conferenza Monetaria delle Repubbliche d’America, in Obras escogidas II, La Habana 1992, 505). Questo stesso desiderio fu di san Giovanni Paolo II con il suo ardente appello «affinché Cuba si apra con tutte le sue magnifiche possibilità al mondo e il mondo si apra a Cuba» (Discorso all’arrivo, 21 gennaio 1998, 5).

Da alcuni mesi, siamo testimoni di un avvenimento che ci riempie di speranza: il processo di normalizzazione delle relazioni tra due popoli, dopo anni di allontanamento. È un processo, è un segno del prevalere della cultura dell’incontro, del dialogo, del «sistema della valorizzazione universale... sul sistema, morto per sempre, di dinastia e di gruppo», diceva José Martí (ibid.). Incoraggio i responsabili politici a proseguire su questo cammino e a sviluppare tutte le sue potenzialità, come prova dell’alto servizio che sono chiamati a prestare a favore della pace e del benessere dei loro popoli, e di tutta l’America, e come esempio di riconciliazione per il mondo intero. Il mondo ha bisogno di riconciliazione in questa atmosfera di terza guerra mondiale “a pezzi” che stiamo vivendo.

Affido queste giornate all’intercessione della Vergine della Carità del Cobre, dei Beati Olallo Valdés e José López Pieteira e del venerabile Félix Varela, grande propagatore dell’amore tra i cubani e tra tutti gli esseri umani, perché accrescano i nostri legami di pace, solidarietà e rispetto reciproco.

Di nuovo, molte grazie, Signor Presidente.

[01494-IT.02] [Testo originale: Spagnolo]

Al termine della cerimonia di benvenuto, il Santo Padre si è trasferito in auto alla Nunziatura Apostolica di La Habana.

[B0694-XX.02]