Visita alla popolazione del Bañado Norte di Asunción
Discorso del Santo Padre
Traduzione in lingua italiana
Traduzione in lingua inglese
Questa mattina, lasciata la Nunziatura Apostolica, il Santo Padre Francesco si è recato in visita alla popolazione del Bañado Norte di Asunción, una zona molto povera della città, in cui sono attivi diversi progetti di assistenza della Chiesa e dello Stato.
Il Papa, che al suo arrivo ha visitato in privato due famiglie della baraccopoli, è stato poi accolto davanti alla Cappella di San Juan Bautista - una delle 13 cappelline distribuite sul territorio e che formano la parrocchia della Sagrada Familia - dal parroco, Padre Ireneo Valdez, S.I., e dal Provinciale dei Gesuiti, che presentano la comunità.
Dopo alcuni canti e due testimonianze di abitanti del Bañado Norte, il Santo Padre ha pronunciato il discorso che riportiamo di seguito:
Discorso del Santo Padre
Queridas hermanas y hermanos, ¡buenos días!
Estoy muy alegre por visitarlos a ustedes esta mañana. No podía estar en Paraguay sin estar con ustedes, sin estar en ésta ‘su’ tierra.
Nos encontramos en esta Parroquia llamada Sagrada Familia y les confieso que desde que comencé a pensar en esta visita, desde que comencé a caminar desde Roma hacia acá, venía pensando en la Sagrada Familia. Y, cuando pensaba en ustedes, me recordaba la Sagrada Familia. Ver sus rostros, sus hijos, sus abuelos. Escuchar sus historias y todo lo que han realizado para estar aquí, todo lo que pelean para tener una vida digna, un techo. Todo lo que hacen para superar la inclemencia del tiempo, las inundaciones de estas últimas semanas, me trae al recuerdo todo esto, a la pequeña familia de Belén. Una lucha que no les ha robado la sonrisa, la alegría, la esperanza. Una pelea que no les ha sacado la solidaridad, por el contrario, la ha estimulado y la ha hecho crecer.
Me quiero detener con José y María en Belén. Ellos tuvieron que dejar su lugar, los suyos, sus amigos. Tuvieron que dejar lo propio e ir a otra tierra. Una tierra en la que no conocían a nadie, no tenían casa, no tenían familia. En ese momento, esa joven pareja tuvo a Jesús. En ese contexto, en una cueva preparada como pudieron, esa joven pareja nos regaló a Jesús. Estaban solos, en tierra extraña, ellos tres. De repente, empezó a aparecer gente: pastores, personas igual que ellos, que tuvieron que dejar lo propio en función de conseguir mejores oportunidades familiares. Vivían en función también de las inclemencias del tiempo y de otro tipo de inclemencias…
Cuando se enteraron del nacimiento de Jesús, se acercaron, se hicieron prójimos, se hicieron vecinos. Se volvieron de pronto la familia de María y José. La familia de Jesús.
Esto es lo que sucede cuando aparece Jesús en nuestra vida. Eso es lo que despierta la fe. La fe nos hace prójimos, nos hace prójimos a la vida de los demás, nos aproxima a la vida de los demás. La fe despierta nuestro compromiso con los demás, la fe despierta nuestra solidaridad: una virtud, humana y cristiana, que ustedes tienen y que muchos, muchos, tienen y tenemos que aprender. El nacimiento de Jesús despierta nuestra vida. Una fe que no se hace solidaridad, es una fe muerta, o una fe mentirosa. “No, yo soy muy católico, yo soy muy católica, voy a misa todos los domingos”. Pero dígame, señor, señora, “¿qué pasa allá en los Bañados? ‒“Ah, no sé, sí…, no…, no sé, sí…, sé que hay gente ahí, pero no sé…”. Por más misa de los domingos, si no tenés un corazón solidario, si no sabés lo que pasa en tu pueblo, tu fe es muy débil, o es enferma, o está muerta. Es una fe sin Cristo. La fe sin solidaridad es una fe sin Cristo, es una fe sin Dios, es una fe sin hermanos. Entonces viene ese dicho, que espero recordarlo bien, pero que pinta este problema de una fe sin solidaridad: “Un Dios sin pueblo, un pueblo sin hermanos, un pueblo sin Jesús”. Esa es la fe sin solidaridad. Y Dios se metió en medio del pueblo que Él eligió para acompañarlo, y le mandó su Hijo a ése pueblo para salvarlo, para ayudarlo. Dios se hizo solidario con ese pueblo, y Jesús no tuvo ningún problema de bajar, humillarse, abajarse, hasta morir por cada uno de nosotros, por esa solidaridad de hermano, solidaridad que nace del amor que tenía a su Padre y del amor que tenía a nosotros. Acuérdense, cuando una fe no es solidaria, o es débil o está enferma o está muerta. No es la fe de Jesús.
Como les decía, el primero en ser solidario fue el Señor, que eligió vivir entre nosotros, eligió vivir en medio nuestro. Y yo vengo aquí como esos pastores que fueron a Belén. Me quiero hacer prójimo. Quiero bendecir la fe de ustedes, quiero bendecir sus manos, quiero bendecir su comunidad. Vine a dar gracias con ustedes, porque la fe se ha hecho esperanza y es una esperanza que estimula el al amor. La fe que despierta Jesús es una fe con capacidad de soñar futuro y de luchar por eso en el presente. Precisamente por eso yo los quiero estimular a que sigan siendo misioneros de esta fe, a seguir contagiando nesta fe por estas calles, por estos pasillos. Esta fe que nos hace solidarios entre nosotros, con nuestro hermano mayor, Jesús, y nuestra Madre, la Virgen. Haciéndose prójimos especialmente de los más jóvenes y de los ancianos. Haciéndose soporte de las jóvenes familias, y de todos aquellos que están pasando momentos de dificultad. Quizás el mensaje más fuerte que ustedes pueden dar hacia afuera es esa fe “solidaria”. El diablo quiere que se peleen entre ustedes, porque así divide y los derrota y les roba la fe. ¡Solidaridad de hermanos para defender la fe! ¡Solidaridad de hermanos para defender la fe! Y, además, que esa fe solidaria sea mensaje para toda la ciudad.
Quiero rezar por sus familias y rezar a la Sagrada Familia, para que su modelo, su testimonio siga siendo luz en el camino, estimulo en los momentos difíciles y que nos dé la gracia de un regalo, que lo pedimos juntos, todos: que la Sagrada Familia nos regale “pastores”, que nos regale curas, obispos, capaces de acompañar, y de sostener y estimular, la vida de sus familias. Capaces de hacer crecer esa fe solidaria que nunca es vencida.
Los invito a rezar juntos y les pido también que no se olviden de rezar por mí. Y recemos juntos una oración a nuestro Padre que nos hace hermanos, nos mandó a nuestro Hermano mayor, su Hijo Jesús, y nos dio una Madre que nos acompañara. Padre Nuestro….
Que los bendiga Dios Todopoderoso, el Padre, y el Hijo y el Espíritu Santo. Y sigan adelante. ¡Y no dejen que el diablo los divida! Adiós.
[01182-ES.02] [Texto original: Español]
Traduzione in lingua italiana
Care sorelle e cari fratelli, buongiorno!
Sono molto contento di farvi visita questa mattina. Non potevo trovarmi in Paraguay senza venire da voi, senza stare in questa vostra terra.
Ci incontriamo in questa Parrocchia intitolata alla Santa Famiglia e vi confesso che da quando ho cominciato a pensare a questa visita, da quando ho cominciato il percorso da Roma fino a qui, pensavo alla Santa Famiglia. E quando pensavo a voi, mi ricordavo della Santa Famiglia. Vedere i vostri volti, i vostri figli, i vostri nonni. Ascoltare le vostre storie e tutto quello che avete realizzato per stare qui, tutte le lotte che avete fatto per avere una vita degna, un tetto. Tutto quello che fate per superare l’inclemenza del tempo, le inondazioni di queste ultime settimane, tutto questo mi riporta alla memoria la piccola famiglia di Betlemme. Una lotta che non vi ha rubato il sorriso, la gioia, la speranza. Un darsi da fare che non vi ha tolto la solidarietà, al contrario, l’ha stimolata e l’ha fatta crescere.
Mi voglio soffermare su Giuseppe e Maria a Betlemme. Essi dovettero lasciare la propria terra, i propri cari, i propri amici. Dovettero lasciare le proprie cose e andare in un’altra terra. Una terra in cui non conoscevano nessuno, non avevano casa, né famiglia. In quel momento, quella giovane coppia ebbe Gesù. In quel contesto, in una stalla preparata come poterono, quella giovane coppia ci ha regalato Gesù. Erano soli, in una terra estranea, loro tre. All’improvviso, cominciò ad apparire gente: dei pastori, persone come loro che avevano dovuto lasciare la propria realtà allo scopo di trovare migliori opportunità familiari. Anche la loro vita era legata alle inclemenze del tempo, e ad altri tipi di inclemenze.
Quando si resero conto della nascita di Gesù, si accostarono, si fecero prossimi, vicini. Diventarono subito la famiglia di Maria e Giuseppe. La famiglia di Gesù.
Questo è ciò che accade quando Gesù appare nella nostra vita. Questo è ciò che la fede suscita. La fede ci rende prossimi, ci fa prossimi della vita degli altri, ci avvicina alla vita degli altri. La fede suscita il nostro impegno con gli altri, la fede suscita la nostra solidarietà: una virtù umana e cristiana, che voi avete e che molti, molti hanno e che dobbiamo imparare. La nascita di Gesù risveglia la nostra vita. Una fede che non si fa solidarietà, è una fede morta, una fede falsa. “No, io sono molto cattolico, sono molto cattolica, vado a Messa tutte le domeniche”. Ma, mi dica, signore, signora, che cosa succede là a Bañado? “Ah, non so… sì… no… non so, sì…, so che c’è gente là, ma non so…”. Per quanto vai a Messa la domenica, se non hai un cuore solidale, se non sai che cosa succede nel tuo popolo, la tua fede è molto debole, o è malata, o è morte. È una fede senza Cristo. La fede senza solidarietà è una fede senza Cristo, è una fede senza Dio, è una fede senza fratelli. E allora viene quel detto, che spero di ricordare bene, ma che ritrae questo problema di una fede senza solidarietà: “Un Dio senza popolo, un popolo senza fratelli, un popolo senza Gesù”. Questa è la fede senza solidarietà. E Dio si mise in mezzo al popolo che Lui aveva scelto per accompagnarlo, e mandò il suo Figlio a questo popolo per salvarlo, per aiutarlo. Dio si fece solidale con quel popolo, e Gesù non ebbe alcun problema a scendere, umiliarsi, abbassarsi, fino a morire per ognuno di noi, per questa solidarietà da fratello, solidarietà che nasce dall’amore che aveva per suo Padre e dall’amore che aveva per noi. Ricordatevi: quando una fede non è solidale, o è debole, o è malata, o è morta. Non è la fede di Gesù.
Come vi dicevo, il primo ad essere solidale fu il Signore, che scelse di vivere tra di noi, scelse di vivere in mezzo a noi. Io vengo qui come quei pastori che c’erano a Betlemme. Voglio farmi prossimo. Voglio benedire la vostra fede, voglio benedire le vostre mani, voglio benedire la vostra comunità. Sono venuto a rendere grazie con voi, perché la fede si è fatta speranza ed è una speranza che stimola l’amore. La fede che Gesù suscita è una fede con la capacità di sognare il futuro e di lottare per esso nel presente. Proprio per questo voglio incoraggiarvi a continuare ad essere missionari di questa fede, a continuare a contagiare questa fede per queste strade, per questi sentieri. Questa fede che ci fa solidali tra di noi, con il nostro Fratello maggiore Gesù, e la nostra Madre, la Vergine. Facendovi prossimi specialmente dei più giovani e degli anziani. Facendovi sostegno delle giovani famiglie e di coloro che stanno attraversando momenti di difficoltà. Forse il messaggio più forte che voi potete dare agli altri è questa fede solidale. Il diavolo vuole che litighiate tra di voi, e così vi divide e vi rovina e vi ruba la fede. Solidarietà di fratelli per difendere la fede! E inoltre che questa fede solidale sia un messaggio per tutta la città!
Voglio pregare per le vostre famiglie, e pregare la Sana Famiglia perché il suo modello, la sua testimonianza continui ad essere luce sul cammino, stimolo nei momenti difficili, e che ci faccia la grazia di un dono, che domandiamo insieme, tutti: che la Santa Famiglia ci doni “pastori”, che ci doni preti, vescovi, capaci di accompagnare, di sostenere e di stimolare la vita delle vostre famiglie. Capaci di far crescere quella fede solidale che non è mai vinta.
Vi invito a pregare insieme e vi chiedo anche di non dimenticarvi di pregare per me. E recitiamo insieme una preghiera al nostro Padre che ci fa fratelli, ci ha mandato il nostro Fratello maggiore, il suo Figlio Gesù, e ci ha dato una Madre che ci accompagnerà. Padre nostro…
E andate avanti! E non lasciate che il diavolo vi divida! Addio!
[01182-IT.02] [Testo originale: Spagnolo]
Traduzione in lingua inglese
Dear sisters and brothers, good morning!
I am really pleased to be here with you today. I could not come to Paraguay without spending some time with you, here on your land.
We are meeting in this Parish named after the Holy Family, and I confess that since I began thinking about my visit here, since my departure from Rome, I have kept the Holy Family in mind. And, when I thought of you, I recalled the Holy Family. To see your faces, your children, your elderly, and to hear about your experiences and everything you went through to be here, to have a dignified life and a roof over your heads, to endure the bad weather and the flooding of these last few weeks… All this makes me think of the little family of Bethlehem. Your struggles have not taken away your laughter, your joy and your hope. Struggles which have not lessened your sense of solidarity but if anything, have made it grow.
I would like think for a moment about Joseph and Mary in Bethlehem. They were forced to leave home, families and friends. They had to leave all that they had and to go somewhere else, to a place where they knew no one, a place where they had no house, no family. That was when that young couple had Jesus. That was how, having made preparations as best they could in a cave, they gave us Jesus. They were alone, in a strange land, just the three of them. Then, all of a sudden, people began to appear: shepherds, people just like them who had to leave their homes to find better opportunities for their families. Their lives were also affected by harsh weather but by other kinds of hardship too.
When they heard that Jesus had been born, they went to see him. They became neighbors. In an instant, they became a family to Mary and Joseph. The family of Jesus.
This is what happens when Jesus comes into our lives. It is what happens with faith. Faith brings us closer. It makes us neighbors. It makes us neighbors to others. Faith awakens our commitment to others, faith awakens our solidarity: it is a virtue, human and Christian, which you possess and which many possess, a virtue that we must learn. The birth of Jesus changes our lives. A faith which does not draw us into solidarity is a faith which is dead, it is deceitful. “No, I am a very Catholic man; I am a very Catholic woman, and I go to Mass every Sunday”. But I ask you this, “what is going on in Bañados?”. You reply, “Oh I don’t know, I know that there are people there, but I don’t know…”. No matter how many Sunday Masses, if your heart does not reach out to others, if you do not know what is happening to your people, your faith is weak, unhealthy, or dead. It is a faith without Christ; faith without solidarity is faith without Christ, it is faith without God, faith without brothers and sisters. There is a saying, and I hope I remember it accurately. It describes the problem of faith without solidarity: “A God without people, a people without brothers and sisters, a people without Jesus”. That is faith without solidarity. And God entered into the heart of the people he chose to accompany, and he sent his Son to that same people to bring them salvation and help. He sent his Son to that people, and Jesus did not hesitate to come down, to humble himself, to abase himself, to the point of dying for each one of us, to express brotherly solidarity, a solidarity which comes from his love for the Father and from his love for us. Remember, when faith shows no solidarity, or when it is weak, sick, or dead, it is not the faith of Jesus. As I was saying to you, the first to show this solidarity was our Lord, who chose to live in our midst.
I come to you here like those shepherds who went to Bethlehem. I want to be your neighbor. I want to bless your faith, your hands and your community. I come to join you in giving thanks, because faith has become hope, and hope in turn kindles love. The faith which Jesus awakens in us is a faith which makes us able to dream of the future, and to work for it here and now. That is why I want to urge you to continue to be missionaries of this faith, to keep spreading this faith in these streets and alleys. This is the faith which unites us in solidarity, it unites us to our elder Brother, Jesus, and our Mother, the Blessed Virgin. Being neighbors above all to the young and the elderly, being a support for young families and all families which are experiencing difficulty. Perhaps the most powerful message that you can offer to those around you, is this faith that reaches out in solidarity. The devil wants you to quarrel among yourselves, because in this way he divides you, he defeats you, and he robs you of faith. Therefore, solidarity among brothers and sisters to defend the faith! Moreover, let this faith of solidarity be a message for the whole city.
I want to pray for your families to the Holy Family so that its example and its witness may continue to be a light for your path, an encouragement in times of trouble, and gracing us with the gift which we ask for together: may the Holy Family give us “shepherds”, may the Holy Family give us priests, bishops, able to accompany, support and encourage our families; able to fortify that faith which expresses solidarity, that faith which is never conquered.
Let us pray together and I ask you also not forget to pray for me. Let us raise a prayer to our Father who makes us brothers and sisters, who sent us our elder Brother, his Son Jesus, and who gave us a Mother to accompany us. Our Father…
May Almighty God bless you, the Father, the Son, and the Holy Spirit. Go forward and don't let the devil divide you! Goodbye.
[01182-EN.02] [Original text: Spanish]
Al termine, il Santo Padre Francesco si è trasferito in auto al Campo grande di Ñu Guazú per la Santa Messa.
[B0566-XX.02]