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Viaggio Apostolico di Sua Santità Francesco in Ecuador, Bolivia e Paraguay (5-13 luglio 2015) – Cerimonia di benvenuto all’aeroporto internazionale di El Alto (Bolivia), 08.07.2015


 

Cerimonia di benvenuto all’aeroporto internazionale di El Alto (Bolivia)

Parole del Santo Padre in memoria di P. Luis Espinal Camps

 

Cerimonia di benvenuto all’aeroporto internazionale di El Alto (Bolivia)

 

Discorso del Santo Padre

Traduzione in lingua italiana

Traduzione in lingua inglese

L’aereo con a bordo il Santo Padre proveniente dall’Ecuador è atterrato all’aeroporto internazionale di El Alto in Bolivia questo pomeriggio verso le ore 17 (le 23 in Italia).

Papa Francesco è stato accolto dal Presidente dello Stato Plurinazionale della Bolivia, Sig. Evo Morales. Erano presenti Autorità dello Stato e alcuni Vescovi della Bolivia.

Il Santo Padre e il Presidente hanno raggiunto a piedi il podio allestito dietro l’hangar dell’aeroporto, verso il campo aperto in cui si trovavano riunite centinaia di migliaia di persone per la cerimonia di benvenuto.

Dopo il saluto del Presidente Morales, il Papa ha pronunciato il discorso che riportiamo di seguito:

Discorso del Santo Padre

Señor Presidente,
Distinguidas Autoridades,
Hermanos en el Episcopado,
Queridos hermanos y hermanas:

Buenas tardes.

Al iniciar esta visita pastoral, quiero dirigir mi saludo a todos los hombres y mujeres de Bolivia con los mejores deseos de paz y prosperidad. Agradezco al Señor Presidente del Estado Plurinacional de Bolivia la cálida y fraternal acogida que me ha dispensado y sus amables palabras de bienvenida. Doy las gracias también a los señores Ministros y Autoridades del Estado, de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional, que han tenido la bondad de venir a recibirme. A mis hermanos en el Episcopado, a los sacerdotes, religiosos y religiosas, y fieles cristianos, a toda la Iglesia que peregrina en Bolivia, quiero expresarle mis sentimientos de fraterna comunión en el Señor. Llevo en el corazón especialmente a los hijos de esta tierra, que por múltiples razones no están aquí y han tenido que buscar «otra tierra» que los cobije; otro lugar donde esta madre los haga fecundos y posibilite la vida.

Me alegro de estar en este país de singular belleza, bendecido por Dios en sus diversas zonas: el altiplano, los valles, las tierras amazónicas, los desiertos, los incomparables lagos; el preámbulo de su Constitución lo ha acuñado de modo poético: «En tiempos inmemoriales se erigieron montañas, se desplazaron ríos, se formaron lagos. Nuestra amazonía, nuestro chaco, nuestro altiplano y nuestros llanos y valles se cubrieron de verdores y flores», y esto me recuerda que «el mundo es algo más que un problema a resolver, es un misterio gozoso que contemplamos con jubilosa alabanza» (Enc. Laudato si’, 12). Pero sobre todo, es una tierra bendecida en sus gentes, con su variada realidad cultural y étnica, que constituye una gran riqueza y un llamado permanente al respeto mutuo y al diálogo: pueblos originarios milenarios y pueblos originarios contemporáneos; cuánta alegría nos da saber que el castellano traído a estas tierras hoy convive con 36 idiomas originarios, amalgamándose –como lo hacen en las flores nacionales de kantuta y patujú el rojo y el amarillo– para dar belleza y unidad en lo diverso. En esta tierra y en este pueblo, arraigó con fuerza el anuncio del Evangelio, que a lo largo de los años ha ido iluminando la convivencia, contribuyendo al desarrollo del pueblo y fomentando la cultura.

Como huésped y peregrino, vengo para confirmar la fe de los creyentes en Cristo resucitado, para que cuantos creemos en Él, mientras peregrinamos en esta vida, seamos testigos de su amor, fermento de un mundo mejor, y colaboremos en la construcción de una sociedad más justa y solidaria.

Bolivia está dando pasos importantes para incluir a amplios sectores en la vida económica, social y política del País; cuenta con una Constitución que reconoce los derechos de los individuos, de las minorías, del medio ambiente, y con unas instituciones sensibles a estas realidades. Todo ello requiere un espíritu de colaboración ciudadana, de diálogo y de participación en los individuos y los actores sociales en las cuestiones que interesan a todos. El progreso integral de un pueblo incluye el crecimiento en valores de las personas y la convergencia en ideales comunes que consigan aunar voluntades, sin excluir ni rechazar a nadie. Si el crecimiento es solo material, siempre se corre el riesgo de volver a crear nuevas diferencias, de que la abundancia de unos se construya sobre la escasez de otros. Por eso, además de la transparencia institucional, la cohesión social requiere un esfuerzo en la educación de los ciudadanos.

En estos días me gustaría alentar la vocación de los discípulos de Cristo a comunicar la alegría del Evangelio, a ser sal de la tierra y luz del mundo. La voz de los Pastores, que tiene que ser profética, habla a la sociedad en nombre de la Iglesia madre - porque la Iglesia es madre - y lo habla desde la opción preferencial y evangélica por los últimos, por los descartados, por los excluidos: ésa es la opción preferencial de la Iglesia. La caridad fraterna, expresión viva del mandamiento nuevo de Jesús, se expresa en programas, obras e instituciones que buscan la promoción integral de la persona, así como el cuidado y la protección de los más vulnerables. No se puede creer en Dios Padre sin ver un hermano en cada persona, y no se puede seguir a Jesús sin entregar la vida por los que Él murió en la cruz.

En una época en la que tantas veces se tiende a olvidar o a tergiversar los valores fundamentales, la familia merece una especial atención por parte de los responsables del bien común porque es la célula básica de la sociedad, que aporta lazos sólidos de unión sobre los que se basa la convivencia humana y, con la generación y educación de sus hijos, asegura el futuro y la renovación de la sociedad.

La Iglesia también siente una preocupación especial por los jóvenes que, comprometidos con su fe y con grandes ideales, son promesa de futuro, «vigías que anuncian la luz del alba y la nueva primavera del Evangelio» decía san Juan Pablo II (Mensaje para la XVIII Jornada mundial de la Juventud, 6). Cuidar a los niños, hacer que la juventud se comprometa en nobles ideales, es garantía de futuro para una sociedad; y la Iglesia quiere una sociedad que encuentra su reaseguro cuando valora, admira y custodia también a sus mayores, que son los que nos traen la sabiduría de los pueblos; custodiar a los que hoy son descartados por tantos intereses que ponen al centro de la vida económica al dios dinero; son descartados los niños y los jóvenes que son el futuro de un país, y los ancianos que son la memoria del pueblo; por eso hay que cuidarlos, hay que protegerlos, son nuestro futuro. La Iglesia hace opción por ir generando una «cultura memoriosa» que le garantiza a los ancianos no solo la calidad de vida en sus últimos años sino la calidez, como bien lo expresa la constitución de ustedes.

Señor Presidente, queridos hermanos, gracias por estar aquí. Estos días nos permitirán tener diversos momentos de encuentro, diálogo y celebración de la fe. Lo hago alegre y contento de estar en esta Patria que se dice a sí misma pacifista, patria de paz, y que promueve la cultura de la paz y el derecho a la paz.

Pongo esta visita bajo el amparo de la Santísima Virgen de Copacabana, Reina de Bolivia, y a Ella pido que proteja a todos sus hijos. Muchas gracias y que el Señor los bendiga. Jallalla Bolivia.

[01171-ES.02] [Texto original: Español]

Traduzione in lingua italiana

Signor Presidente,
Distinte Autorità,
Fratelli nell’Episcopato,
cari fratelli e sorelle,

Buona sera!

All’inizio di questa visita pastorale, voglio rivolgere il mio saluto a tutti gli uomini e le donne della Bolivia, con i migliori auguri di pace e prosperità. Ringrazio il Presidente dello Stato Plurinazionale di Bolivia per la calorosa e fraterna accoglienza che mi ha riservato e le sue cortesi parole di benvenuto. Ringrazio anche i Signori Ministri e Autorità dello Stato, delle Forze Armate e della Polizia Nazionale, che hanno avuto la bontà di venire a ricevermi. Ai miei fratelli nell’Episcopato, ai sacerdoti, ai religiosi e alle religiose, ai fedeli cristiani, a tutta la Chiesa pellegrina in Bolivia, voglio esprimere i miei sentimenti di fraterna comunione nel Signore. Porto nel cuore specialmente i figli di questa terra che per molteplici motivi non sono qui e hanno dovuto cercare un’ “altra terra” che li accogliesse, un altro luogo dove la nostra madre li rendesse fecondi e desse loro possibilità di vita.

Sono lieto di trovarmi in questo Paese di singolare bellezza, benedetto da Dio nelle sue diverse zone: l’altopiano, le valli, le terre amazoniche, i deserti, gli incomparabili laghi; il preambolo della sua Costituzione lo ha sigillato in modo poetico: «In tempi immemorabili si eressero montagne, si dispiegarono fiumi, si formarono laghi. La nostra Amazzonia, il nostro Chaco, il nostro altipiano, le nostre pianure e le valli si coprirono di piante e di fiori», e questo mi ricorda che «il mondo è qualcosa di più che un problema da risolvere, è un mistero gaudioso che contempliamo nella letizia e nella lode» (Enc. Laudato si’, 12). Ma soprattutto è una terra benedetta nelle sue genti, con la sua variegata realtà culturale ed etnica, che costituisce una grande ricchezza e un appello permanente al mutuo rispetto e al dialogo: popoli originari millenari e popoli originari contemporanei; quanta gioia ci dà sapere che il castellano portato in queste terre oggi convive con 36 idiomi originari, amalgamandosi – come fanno nei fiori nazionali di kantuta e patujú il rosso e il giallo – per dare bellezza e unità nella differenza. In questa terra e in questo popolo si è radicato con forza l’annuncio del Vangelo, che lungo gli anni è andato illuminando la convivenza, contribuendo allo sviluppo del popolo e promuovendo la cultura.

Come ospite e pellegrino, vengo per confermare la fede dei credenti in Gesù Cristo risorto, perché quanti crediamo in Lui, mentre siamo pellegrini in questa vita, siamo testimoni del suo amore, fermento di un mondo migliore, e collaboriamo alla costruzione di una società più giusta e solidale.

La Bolivia sta facendo passi importanti per includere ampi settori nella vita economica, sociale e politica del Paese; può contare su una Costituzione che riconosce i diritti degli individui, delle minoranze, dell’ambiente, e su istituzioni sensibili a queste realtà. Tutto ciò richiede uno spirito di collaborazione civile, di dialogo e di partecipazione negli individui e negli attori sociali sulle questioni che interessano tutti. Il progresso integrale di un popolo comprende la crescita delle persone nei valori e la convergenza su ideali comuni che riescano ad unire le volontà senza escludere e respingere nessuno. Se la crescita è solo materiale, si corre sempre il rischio di tornare a creare nuove differenze, che l’abbondanza di alcuni si costruisca sulla scarsezza di altri. Perciò, oltre alla trasparenza istituzionale, la coesione sociale richiede uno sforzo nell’educazione dei cittadini.

In questi giorni mi piacerebbe incoraggiare la vocazione dei discepoli di Cristo a comunicare la gioia del Vangelo, ad essere sale della terra e luce del mondo. La voce dei Pastori, che dev’essere profetica, parla alla società in nome della madre Chiesa – perché la Chiesa è madre – e parla a partire dalla sua opzione preferenziale ed evangelica per gli ultimi, per gli scartati, per gli esclusi: questa è l’opzione preferenziale della Chiesa. La carità fraterna, espressione viva del comandamento nuovo di Gesù, si esprime in programmi, opere e istituzioni che cercano la promozione integrale della persona, così come la cura e la protezione dei più vulnerabili. Non si può credere in Dio Padre senza vedere un fratello in ogni persona, e non si può seguire Gesù senza dare la vita per quelli per i quali Egli è morto sulla croce.

In un’epoca in cui tante volte si tende a dimenticare o confondere i valori fondamentali, la famiglia merita una speciale attenzione da parte dei responsabili del bene comune, perché è la cellula fondamentale della società, che apporta legami solidi di unione sui quali si basa la convivenza umana e, con la generazione e l’educazione dei suoi figli, assicura il rinnovamento e il futuro della società.

La Chiesa sente anche una preoccupazione particolare per i giovani che, impegnati nella fede e in grandi ideali, sono promessa di futuro, «sentinelle che annunciano la luce dell’alba e la nuova primavera del Vangelo», diceva san Giovanni Paolo II (Messaggio per la XVIII Giornata Mondiale della Gioventù, 6). Avere cura dei bambini, far sì che la gioventù si impegni su nobili ideali, è garanzia di futuro per una società; e la Chiesa vuole una società che trova la propria riassicurazione quando valorizza e stima anche i suoi anziani, che sono quelli che ci portano la sapienza dei popoli; custodire quelli che oggi sono scartati per tanti interessi che mettono al centro della vita economica il dio denaro; sono scartati i bambini e i giovani che sono il futuro di un paese, e gli anziani che sono la memoria del popolo; perciò bisogna prendersene cura, bisogna proteggerli, sono il nostro futuro. La Chiesa fa la scelta di dar vita ad una “cultura ricca di memoria” che garantisca agli anziani non solo la qualità della vita nei loro ultimi anni bensì il calore, come esprime bene la vostra Costituzione.

Signor Presidente, cari fratelli, grazie per essere qui. Questi giorni ci permetteranno di avere veri momenti di incontro, dialogo e celebrazione della fede. Lo faccio lieto e contento di trovarmi in questa patria che si definisce pacifista, patria di pace, che promuove la cultura della pace e il diritto alla pace.

Pongo questa visita sotto la protezione della Santissima Vergine di Copacabana, Regina della Bolivia, e a Lei chiedo che protegga tutti i suoi figli. Molte grazie e che il Signore vi benedica. Jallalla Bolivia!

[01171-IT.02] [Testo originale: Spagnolo]

Traduzione in lingua inglese

Mr President,
Distinguished Authorities,
Brother Bishops,
Dear Brothers and Sisters,

Good afternoon.

As I begin my Pastoral Visit, I greet all the people of Bolivia and invoke upon them peace and prosperity. I thank the President of the Plurinational State of Bolivia for his warm and fraternal reception and his kind words of welcome. I also thank the government ministers and the authorities of the state, the armed forces and the national police, for their presence. I greet my brother bishops, the priests, men and women religious, lay faithful, and the whole pilgrim Church in Bolivia, in a spirit of fraternal communion in the Lord. I think in a special way of the sons and daughters of this land who for a variety of reasons are not here, and have had to seek “another land” to shelter them; another place where this earth can allow them to be fruitful and find possibilities in life.

I am pleased to be here, in this country of singular beauty, blessed by God in its diverse regions: its altiplano and valleys, its Amazon region, its deserts and the incomparable lakes. The preamble of your Constitution gives poetic expression to this natural beauty: “In ancient times the mountains arose, rivers changed course and lakes were formed. Our Amazonia, our wetlands and our highlands, and our plains and valleys were decked with greenery and flowers”. It makes me realize once again that “rather than a problem to be solved, the world is a joyful mystery to be contemplated with gladness and praise” (Laudato Si’, 12). But above all, Bolivia is a land blessed in its people. It is home to a great cultural and ethnic variety, which is at once a great source of enrichment and a constant summons to mutual respect and dialogue. There are the ancient aboriginal peoples and the more recent native peoples. The Spanish language brought to this land now happily exists with thirty-six native languages, which come together – like the red and yellow in the national flowers of Kantuta and Patujú – to create beauty and unity in diversity. In this land and people the proclamation of the Gospel took deep root, and through the years it has continued to shed its light upon society, contributing to the development of the nation and shaping its culture.

As a guest and a pilgrim, I have come to confirm the faith of those who believe in the Risen Christ, so that, during our pilgrimage on earth, we believers may be witnesses of his love, leaven for a better world and co-operators in the building of a more just and fraternal society.

Bolivia is making important steps towards including broad sectors in the country’s economic, social and political life. Your constitution recognizes the rights of individuals, minorities and the natural environment, and provides for institutions to promote them. To achieve these goals a spirit of civic cooperation and dialogue is required, as well as the participation of individuals and social groups in issues of interest to everyone. The integral advancement of a nation demands an ever greater appreciation of values by individuals and their growing convergence with regard to common ideals to which all can work together, no one being excluded or overlooked. A growth which is merely material will always run the risk of creating new divisions, of the wealth of some being built on the poverty of others. Hence, in addition to institutional transparency, social unity requires efforts to promote the education of citizens.

In days to come, I would like to encourage the vocation of Christ’s disciples to share the joy of the Gospel, to be salt for the earth and light to the world. The voice of the bishops, which must be prophetic, speaks to society in the name of the Church, our Mother – for the Church is a mother – and from her preferential, evangelical option for the poor, for the discarded, for the excluded; this is the preferential option of the Church. Fraternal charity, the living expression of the new commandment of Jesus, is expressed in programs, works and institutions which work for the integral development of the person, as well as for the care and protection of those who are most vulnerable. We cannot believe in God the Father without seeing a brother or sister in every person, and we cannot follow Jesus without giving our lives for those for whom he died on the cross.

In an age when basic values are often neglected or distorted, the family merits special attention on the part of those responsible for the common good, since it is the basic cell of society. Families foster the solid bonds of unity on which human coexistence is based, and, through the bearing and education of children, they ensure the future and the renewal of society.

The Church also feels a special concern for young people who, committed to their faith and cherishing great ideals, are the promise of the future, “watchmen to proclaim the light of dawn and the new springtime of the Gospel”, said Saint John Paul II (Message for the 18th World Youth Day, 6). To care for children, and to help young people to embrace noble ideals, is a guarantee of the future of society; and the Church wants a society which discovers renewed strength when it values, respects and also cares for its elderly; for they are the ones who carry forward the wisdom of the people; protecting the ones who today are cast aside because of so many interests that place the god of mammon at the heart of economic life; children and young people are discarded, who are a country’s future, and the elderly who are the people’s memory; and so they must be taken care of, they must be protected; they are our future. The Church chooses to foster a “culture of remembrance” capable of ensuring that the elderly not only enjoy quality of life in their final years but also affection, as your Constitution puts it so well.

Mr President, dear brothers and sisters, I thank you for your presence. In these days we can look forward to moments of encounter, dialogue and the celebration of faith. I am pleased and happy to be here, in a country which calls itself pacifist, a peaceful land, a country which promotes the culture of peace and the right to peace.

I entrust this visit to the protection of the Blessed Virgin of Copacabana, Queen of Bolivia, and I ask her to protect all her children. Thank you. May the Lord bless you! Jallalla Bolivia.

[01171-EN.02] [Original text: Spanish]

Parole del Santo Padre in memoria di P. Luis Espinal Camps

Al termine della cerimonia di benvenuto all’aeroporto di El Alto, il Santo Padre ha compiuto un giro in auto scoperta per salutare la folla, prima di trasferirsi all’Arcivescovado di La Paz.

Durante il tragitto verso l’Arcivescovado ha effettuato una breve sosta nel luogo in cui fu ritrovato il corpo del sacerdote gesuita spagnolo P. Luis Espinal Camps, assassinato nel marzo del 1980.
Papa Francesco ha invitato i fedeli che si erano riuniti nei pressi ad osservare un momento di silenzio ed ha guidato poi la recita del Padre Nostro. Queste le parole che il Papa ha pronunciato in memoria di P. Espinal:

Buenas tardes, queridas hermanas y hermanos, me detuve aquí para saludarlos y sobre todo para recordar. Recordar un hermano, un hermano nuestro, víctima de intereses que no querían que se luchara por la libertad de Bolivia. El P. Espinal predicó el Evangelio y ese Evangelio molestó y por eso lo eliminaron. Hagamos un minuto de silencio en oración y después recemos todos juntos.

Que el Señor tenga en su gloria al p. Luis Espinal que predicó el Evangelio, ese Evangelio que nos trae la libertad, que nos hace libres, como todo hijo de Dios. Jesús nos trajo esa libertad, él predicó ese Evangelio. Que Jesús lo tenga junto a Él. Dale Señor el descanso Eterno y brille para él la luz que no tiene fin. Que descanse en paz.

Y a todos ustedes, queridos hermanos, los bendigan Dios Todopoderoso, el Padre, y el Hijo y el Espíritu Santo. Y por favor, por favor, les pido que no se olviden de rezar por mí. Gracias.

[01225-ES.01] [Texto original: Espanhol]

[B0546-XX.02]