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Lettera del Santo Padre al Preposito Generale dell’Ordine dei Carmelitani Scalzi per i 500 anni della nascita di Santa Teresa di Gesù, 28.03.2015


Lettera del Santo Padre

Traduzione in lingua italiana

Pubblichiamo di seguito la Lettera che Papa Francesco ha inviato al Preposito Generale dell’Ordine dei Carmelitani Scalzi, Padre Saverio Cannistrà, nel quinto Centenario della nascita di Santa Teresa di Gesù:

Lettera del Santo Padre

Al Revdmo. P. Saverio Cannistrà

Prepósito general de la Orden de los Hermanos Descalzos

de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo

Querido Hermano:

Al cumplirse de los quinientos años del nacimiento de santa Teresa de Jesús, quiero unirme, junto con toda la Iglesia, a la acción de gracias de la gran familia del Carmelo descalzo –religiosas, religiosos y seglares– por el carisma de esta mujer excepcional.

Considero una gracia providencial que este aniversario haya coincidido con el año dedicado a la Vida Consagrada, en la que la Santa de Ávila resplandece como guía segura y modelo atrayente de entrega total a Dios. Se trata de un motivo más para mirar al pasado con gratitud, y redescubrir “la chispa inspiradora” que ha impulsado a los fundadores y a sus primeras comunidades (cf. Carta a los Consagrados, 21 noviembre 2014).

¡Cuánto bien nos sigue haciendo a todos el testimonio de su consagración, nacido directamente del encuentro con Cristo, su experiencia de oración, como diálogo continuo con Dios, y su vivencia comunitaria, enraizada en la maternidad de la Iglesia!

1. Santa Teresa es sobre todo maestra de oración. En su experiencia, fue central el descubrimiento de la humanidad de Cristo. Movida por el deseo de compartir esa experiencia personal con los demás, escribe sobre ella de una forma vital y sencilla, al alcance de todos, pues consiste simplemente en “tratar de amistad con quien sabemos nos ama” (Vida 8,5). Muchas veces la misma narración se convierte en plegaria, como si quisiera introducir al lector en su diálogo interior con Cristo. La de Teresa no fue una oración reservada únicamente a un espacio o momento del día; surgía espontánea en las ocasiones más variadas: “Cosa recia sería que sólo en los rincones se pudiera traer oración” (Fundaciones 5, 16). Estaba convencida del valor de la oración continua, aunque no fuera siempre perfecta. La Santa nos pide que seamos perseverantes, fieles, incluso en medio de la sequedad, de las dificultades personales o de las necesidades apremiantes que nos reclaman.

Para renovar hoy la vida consagrada, Teresa nos ha dejado un gran tesoro, lleno de propuestas concretas, caminos y métodos para rezar, que, lejos de encerrarnos en nosotros mismos o de buscar un simple equilibrio interior, nos hacen recomenzar siempre desde Jesús y constituyen una auténtica escuela de crecimiento en el amor a Dios y al prójimo.

2. A partir de su encuentro con Jesucristo, Santa Teresa vivió “otra vida”; se convirtió en una comunicadora incansable del Evangelio (cf. Vida 23,1). Deseosa de servir a la Iglesia, y a la vista de los graves problemas de su tiempo, no se limitó a ser una espectadora de la realidad que la rodeaba. Desde su condición de mujer y con sus limitaciones de salud, decidió –dice ella– “hacer eso poquito que era en mí, que es seguir los consejos evangélicos con toda la perfección que yo pudiese y procurar que estas poquitas que están aquí hiciesen lo mismo” (Camino 1,2). Por eso comenzó la reforma teresiana, en la que pedía a sus hermanas que no gastasen el tiempo tratando “con Dios negocios de poca importancia” cuando estaba “ardiendo el mundo” (Camino 1,5). Esta dimensión misionera y eclesial ha distinguido desde siempre al Carmelo descalzo.

Como hizo entonces, también hoy la Santa nos abre nuevos horizontes, nos convoca a una gran empresa, a ver el mundo con los ojos de Cristo, para buscar lo que Él busca y amar lo que Él ama.

3. Santa Teresa sabía que ni la oración ni la misión se podían sostener sin una auténtica vida comunitaria. Por eso, el cimiento que puso en sus monasterios fue la fraternidad: “Aquí todas se han de amar, todas se han de querer, todas se han de ayudar” (Camino 4,7). Y tuvo mucho interés en avisar a sus religiosas sobre el peligro de la autorreferencialidad en la vida fraterna, que consiste “todo o gran parte en perder cuidado de nosotros mismos y de nuestro regalo” (Camino 12,2) y poner cuanto somos al servicio de los demás. Para evitar este riesgo, la Santa de Ávila encarece a sus hermanas, sobre todo, la virtud de la humildad, que no es apocamiento exterior ni encogimiento interior del alma, sino conocer cada uno lo que puede y lo que Dios puede en él (cf. Relaciones 28). Lo contrario es lo que ella llama la “negra honra” (Vida 31,23), fuente de chismes, de celos y de críticas, que dañan seriamente la relación con los otros. La humildad teresiana está hecha de aceptación de sí mismo, de conciencia de la propia dignidad, de audacia misionera, de agradecimiento y de abandono en Dios.

Con estas nobles raíces, las comunidades teresianas están llamadas a convertirse en casas de comunión, que den testimonio del amor fraterno y de la maternidad de la Iglesia, presentando al Señor las necesidades de nuestro mundo, desgarrado por las divisiones y las guerras.

Querido hermano, no quiero terminar sin dar las gracias a los Carmelos teresianos que encomiendan al Papa con una especial ternura al amparo de la Virgen del Carmen, y acompañan con su oración los grandes retos y desafíos de la Iglesia. Pido al Señor que su testimonio de vida, como el de Santa Teresa, transparente la alegría y la belleza de vivir el Evangelio y convoque a muchos jóvenes a seguir a Cristo de cerca.

A toda la familia teresiana imparto mi Bendición Apostólica.

Vaticano, 28 de marzo de 2015

FRANCISCUS

[00499-ES.01] [Texto original: Español]

Traduzione in lingua italiana

Al Venerato Fratello

Padre Saverio Cannistrà

Preposito Generale dell’Ordine dei Carmelitani Scalzi

Caro Fratello,

al compimento dei cinquecento anni dalla nascita di santa Teresa di Gesù, desidero unirmi, insieme con tutta la Chiesa, al rendimento di grazie della grande famiglia Carmelitana scalza – religiose, religiosi e secolari – per il carisma di questa donna eccezionale.

Considero una grazia provvidenziale che questo anniversario coincida con l’Anno dedicato alla Vita Consacrata, nella quale la Santa di Ávila risplende come guida sicura e modello attraente di donazione totale a Dio. Si tratta di un motivo in più per guardare al passato con gratitudine, e per riscoprire “la scintilla ispiratrice” che ha dato impulso ai fondatori e alle prime comunità (cfr Lettera ai consacrati, 21 novembre 2014).

Quanto bene continuano a fare a tutti noi la testimonianza della sua consacrazione, nata direttamente dall’incontro con Cristo, la sua esperienza di preghiera, come dialogo continuo con Dio, e la sua vita comunitaria, radicata nella maternità della Chiesa!

1. Santa Teresa è soprattutto maestra di preghiera. Nella sua esperienza è stata centrale la scoperta dell’umanità di Cristo. Mossa dal desiderio di condividere questa esperienza personale con gli altri, la descrive in maniera vivace e semplice, alla portata di tutti, perché essa consiste semplicemente in «un rapporto d’amicizia … con chi sappiamo che ci ama» (Vita, 8, 5). Molte volte la stessa narrazione si trasforma in preghiera, come se volesse introdurre il lettore nel suo dialogo interiore con Cristo. Quella di Teresa non è stata una preghiera riservata unicamente ad uno spazio o ad un momento della giornata; sorgeva spontanea nelle occasioni più diverse: «Sarebbe cosa ardua se si potesse fare orazione solo in luoghi appartati» (Fondazioni, 5, 16). Era convinta del valore della preghiera continua, benché non sempre perfetta. La Santa ci chiede di essere perseveranti, fedeli, anche in mezzo all’aridità, alle difficoltà personali o alle necessità pressanti che ci chiamano.

Per rinnovare oggi la vita consacrata, Teresa ci ha lasciato un grande tesoro, pieno di proposte concrete, vie e metodi per pregare, che, lungi dal chiuderci in noi stessi o dal condurci solo ad un equilibrio interiore, ci fanno ripartire sempre da Gesù e costituiscono un’autentica scuola per crescere nell’amore verso Dio e verso il prossimo.

2. A partire dal suo incontro con Gesù, santa Teresa ha vissuto “un’altra vita”; si è trasformata in una comunicatrice instancabile del Vangelo (cfr Vita, 23, 1). Desiderosa di servire la Chiesa, e di fronte ai gravi problemi del suo tempo, non si limitò ad essere una spettatrice della realtà che la circondava. Nella sua condizione di donna e con le sue difficoltà di salute, decise – dice lei – «di fare quel poco che dipendeva da me … cioè di seguire i consigli evangelici con tutta la perfezione possibile e procurare che queste poche suore che stanno qui facessero lo stesso» (Cammino, 1, 2). Così cominciò la riforma teresiana, nella quale chiedeva alle sue sorelle che non perdessero tempo trattando con Dio «interessi di poca importanza» mentre «il mondo è in fiamme» (ibid., 1, 5). Questa dimensione missionaria ed ecclesiale ha da sempre contraddistinto le Carmelitane e i Carmelitani scalzi.

Come fece allora, anche oggi la Santa ci apre nuovi orizzonti, ci convoca per una grande impresa, per guardare il mondo con gli occhi di Cristo, per cercare ciò che Lui cerca e amare ciò che Lui ama.

3. Santa Teresa sapeva che né la preghiera né la missione si possono sostenere senza un’autentica vita comunitaria. Perciò, il fondamento che pose nei suoi monasteri fu la fraternità: «Qui tutte devono amarsi, volersi bene e aiutarsi reciprocamente» (ibid., 4, 7). E fu molto attenta ad ammonire le sue religiose circa il pericolo dell’autoreferenzialità nella vita fraterna, che consiste

«tutta o quasi tutta nel rinunciare a noi stessi e ai nostri agi» (ibid., 12, 2) e a porre ciò che siamo al servizio degli altri. Per evitare tale rischio, la Santa di Ávila raccomanda alle sue sorelle, innanzitutto, la virtù dell’umiltà, che non è trascuratezza esteriore né timidezza interiore dell’anima, bensì conoscere ciascuno le proprie possibilità e ciò che Dio può fare in noi (cfr Relazioni, 28). Il contrario è ciò che lei chiama «falso punto d’onore» (Vita, 31, 23), fonte di pettegolezzi, di gelosie e di critiche, che nuocciono seriamente alla relazione con gli altri. L’umiltà teresiana è fatta di accettazione di sé, di coscienza della propria dignità, di audacia missionaria, di riconoscenza e di abbandono in Dio.

Con queste nobili radici, le comunità teresiane sono chiamate e diventare case di comunione, capaci di testimoniare l’amore fraterno e la maternità della Chiesa, presentando al Signore le necessità del mondo, lacerato dalle divisioni e dalle guerre.

Caro Fratello, non voglio terminare senza ringraziare le comunità carmelitane teresiane che affidano il Papa con speciale tenerezza alla protezione della Vergine del Carmelo, e accompagnano con la loro preghiera le grandi prove e sfide della Chiesa. Chiedo al Signore che la vostra testimonianza di vita, come quella di santa Teresa, lasci trasparire la gioia e la bellezza di vivere il Vangelo e attragga molti giovani a seguire Cristo da vicino.

A tutta la famiglia teresiana imparto di cuore la mia Benedizione Apostolica.

Dal Vaticano, 28 marzo 2015

FRANCISCUS

[00499-IT.01] [Testo originale: Spagnolo]