VIAGGIO APOSTOLICO DI SUA SANTITÀ FRANCESCO A RIO DE JANEIRO (BRASILE) IN OCCASIONE DELLA XXVIII GIORNATA MONDIALE DELLA GIOVENTÙ (22-29 LUGLIO 2013) (XV) ● VEGLIA DI PREGHIERA CON I GIOVANI SUL LUNGOMARE DI COPACABANA
DISCORSO DEL SANTO PADRE
TRADUZIONE IN LINGUA PORTOGHESE
TRADUZIONE IN LINGUA SPAGNOLA
TRADUZIONE IN LINGUA ITALIANA
TRADUZIONE IN LINGUA INGLESE
TRADUZIONE IN LINGUA FRANCESE
TRADUZIONE IN LINGUA TEDESCA
TRADUZIONE IN LINGUA POLACCA
Questo pomeriggio, lasciata la Residenza di Sumaré, il Santo Padre Francesco si è trasferito a Copacabana per la Veglia di preghiera con i giovani della Giornata Mondiale della Gioventù.
Il programma della GMG prevedeva che la Veglia di questa sera e la Celebrazione eucaristica di domani mattina a chiusura dell’evento si svolgessero nell’area "Campus Fidei" di Guaratiba, capace di ospitare anche due milioni di persone, e dove era stato allestito un palco monumentale, ispirato alle grandi cattedrali gotiche. La pioggia che in tutti questi giorni è caduta incessante, ha reso inagibile la grande spianata e di conseguenza entrambi gli appuntamenti sono stati spostati sul lungomare di Copacabana.
La Veglia di preghiera presieduta dal Santo Padre è iniziata questa sera alle ore 19.30 e si è svolta in due momenti: il dialogo tra il Papa e i giovani, quindi la Processione col Santissimo Sacramento seguita dall’Adorazione Eucaristica.
Nella prima parte della Veglia alcuni giovani hanno offerto le loro testimonianze di vita e ciascuno di loro, pezzo per pezzo, ha contribuito a montare una chiesa in legno. Dopo il discorso del Santo Padre, la chiesa in legno è stata "smontata" e i pezzi portati via nelle varie direzioni, per significare la missionarieta, che era il tema di questa GMG: "Andate e fate discepoli tutti i popoli" (Mt 28, 19).
Ai giovani presenti sul lungomare di Copacabana Papa Francesco ha rivolto il discorso che riportiamo di seguito:
DISCORSO DEL SANTO PADRE
Queridos jovens,
Olhando para vocês presentes aqui hoje, me vem a mente a história de São Francisco de Assis. Diante do Crucifixo, ele escuta a voz de Jesus que lhe diz: «Francisco, vai e repara a minha casa». E o jovem Francisco responde, com prontidão e generosidade, a esta chamada do Senhor: repara a minha casa. Mas qual casa? Aos poucos, ele percebe que não se tratava fazer de pedreiro para reparar um edifício feito de pedras, mas de dar a sua contribuição para a vida da Igreja; tratava-se de colocar-se ao serviço da Igreja, amando-a e trabalhando para que transparecesse nela sempre mais a Face de Cristo.
[En español:]
También hoy el Señor sigue necesitando a los jóvenes para su Iglesia. Queridos jóvenes, el Señor los necesita. También hoy llama a cada uno de ustedes a seguirlo en su Iglesia y a ser misioneros. Queridos jóvenes el Señor hoy los llama. No al montón. A vos, a vos, a vos, a cada uno. Escuchen en el corazón qué les dice. Pienso que podemos aprender algo de lo que pasó en estos días: cómo tuvimos que cancelar por el mal tiempo la realización de esta vigilia en el Campus Fidei, en Guaratiba. ¿No estaría el Señor queriendo decirnos que el verdadero campo de la fe, el verdadero Campus Fidei, no es un lugar geográfico sino que somos nosotros? ¡Si! Es verdad. Cada uno de nosotros, cada uno ustedes, yo, todos. Y, ser discípulo misionero significa saber que somos el Campo de la fe de Dios. Por eso, a partir de la imagen del Campo de la fe, pensé en tres imágenes, tres, que nos pueden ayudar a entender mejor lo que significa ser un discípulo-misionero: la primera imagen, la primera, el campo como lugar donde se siembra; la segunda, el campo como lugar de entrenamiento; y la tercera, el campo como obra de construcción.
1. Primero: El campo como lugar donde se siembra. Todos conocemos la parábola de Jesús que habla de un sembrador que salió a sembrar en un campo; algunas simientes cayeron al borde del camino, entre piedras o en medio de espinas, y no llegaron a desarrollarse; pero otras cayeron en tierra buena y dieron mucho fruto (cf. Mt 13,1-9). Jesús mismo explicó el significado de la parábola: La simiente es la Palabra de Dios sembrada en nuestro corazón (cf. Mt 13,18-23). Hoy, todos los días, pero hoy de manera especial, Jesús siembra. Cuando aceptamos la Palabra de Dios, entonces somos el Campo de la Fe. Por favor, dejen que Cristo y su Palabra entren en su vida, dejen entrar la simiente de la Palabra de Dios, dejen que germine, dejen que crezca. Dios hace todo pero ustedes déjenlo hacer, dejen que Él trabaje en ese crecimiento.
Jesús nos dice que las simientes que cayeron al borde del camino, o entre las piedras y en medio de espinas, no dieron fruto. Creo que con honestidad podemos hacernos la pregunta: ¿Qué clase de terreno somos, qué clase de terreno queremos ser? Quizás a veces somos como el camino: escuchamos al Señor, pero no cambia nada en nuestra vida, porque nos dejamos atontar por tantos reclamos superficiales que escuchamos. Yo les pregunto, pero no contesten ahora, cada uno conteste en su corazón. ¿Yo soy un joven, una joven, atontado? O somos como el terreno pedregoso: acogemos a Jesús con entusiasmo, pero somos inconstantes ante las dificultades, no tenemos el valor de ir a contracorriente. Cada uno contestamos en nuestro corazón: ¿Tengo valor o soy cobarde? O somos como el terreno espinoso: las cosas, las pasiones negativas sofocan en nosotros las palabras del Señor (cf. Mt 13,18-22). ¿Tengo en mi corazón la costumbre de jugar a dos puntas, y quedar bien con Dios y quedar bien con el diablo? ¿Querer recibir la semilla de Jesús y a la vez regar las espinas y los yuyos que nacen en mi corazón? Cada uno en silencio se contesta. Hoy, sin embargo, yo estoy seguro de que la simiente puede caer en buena tierra. Escuchamos estos testimonios, cómo la simiente cayó en buena tierra. No padre, yo no soy buena tierra, soy una calamidad, estoy lleno de piedras, de espinas, y de todo. Sí, puede que eso esté allá arriba, pero hacé un pedacito, hacé un cachito de buena tierra y dejá que caiga allí, y vas a ver cómo germina. Yo sé que ustedes quieren ser buena tierra, cristianos en serio, no cristianos a medio tiempo, no cristianos «almidonados» con la nariz así, que parecen cristianos y en el fondo no hacen nada. No cristianos de fachada. Esos cristianos que son pura facha, sino cristianos auténticos. Sé que ustedes no quieren vivir en la ilusión de una libertad chirle que se deja arrastrar por la moda y las conveniencias del momento. Sé que ustedes apuntan a lo alto, a decisiones definitivas que den pleno sentido. ¿Es así, o me equivoco? ¿Es así? Bueno, si es así hagamos una cosa: todos en silencio, miremos al corazón y cada uno dígale a Jesús que quiere recibir la semilla. Dígale a Jesús: mira Jesús las piedras que hay, mirá las espina, mirá los yuyos, pero mirá este cachito de tierra que te ofrezco, para que entre la semilla. En silencio dejamos entrar la semilla de Jesús. Acuérdense de este momento. Cada uno sabe el nombre de la semilla que entró. Déjenla crecer y Dios la va a cuidar.
2. El campo, además de ser lugar de siembra, es lugar de entrenamiento. Jesús nos pide que le sigamos toda la vida, nos pide que seamos sus discípulos, que «juguemos en su equipo». A la mayoría de ustedes les gusta el deporte. Aquí, en Brasil, como en otros países, el fútbol es pasión nacional. ¿Sí o no? Pues bien, ¿qué hace un jugador cuando se le llama para formar parte de un equipo? Tiene que entrenarse y entrenarse mucho. Así es nuestra vida de discípulos del Señor. San Pablo, escribiendo a los cristianos, nos dice: «Los atletas se privan de todo, y lo hacen para obtener una corona que se marchita; nosotros, en cambio, por una corona incorruptible» (1 Co 9,25). Jesús nos ofrece algo más grande que la Copa del Mundo; ¡algo más grande que la Copa del Mundo! Jesús nos ofrece la posibilidad de una vida fecunda y feliz, y también un futuro con él que no tendrá fin, allá en la vida eterna. Es lo que nos ofrece Jesús. Pero nos pide que paguemos la entrada. Y la entrada es que nos entrenemos para «estar en forma», para afrontar sin miedo todas las situaciones de la vida, dando testimonio de nuestra fe. A través del diálogo con él: la oración – "Padre, ahora nos va hacer rezar a todos, ¿no?" –. Te pregunto, pero contestan en su corazón, ¡eh! No en voz alta, en silencio. ¿Yo rezo? Cada uno se contesta. ¿Yo hablo con Jesús? O le tengo miedo al silencio. ¿Dejo que el Espíritu Santo hable en mi corazón? ¿Yo le pregunto a Jesús: Qué querés que haga? ¿Qué querés de mi vida? Esto es entrenarse. Pregúntenle a Jesús, hablen con Jesús. Y si cometen un error en la vida, si se pegan un resbalón, si hacen algo que está mal, no tengan miedo. Jesús, mirá lo que hice: ¿qué tengo que hacer ahora? Pero siempre hablen con Jesús, en las buenas y en las malas. Cuando hacen una cosa buena y cuando hacen una cosa mala. ¡No le tengan miedo! Eso es la oración. Y con eso se van entrenando en el diálogo con Jesús en este discipulado misionero. Y también a través de los sacramentos, que hacen crecer en nosotros su presencia. A través del amor fraterno, del saber escuchar, comprender, perdonar, acoger, ayudar a los otros, a todos, sin excluir y sin marginar. Estos son los entrenamientos para seguir a Jesús: la oración, los sacramentos y la ayuda a los demás, el servicio a los demás. ¿Lo repetimos juntos todos? "Oración, sacramentos y ayuda a los demás" [todos repiten en voz alta]. No se oyó bien. Otra vez [ahora más fuerte].
3. Y tercero: El campo como obra de construcción. Acá estamos viendo cómo se ha construido esto aquí. Se empezaron a mover los muchachos, las chicas. Movieron y construyeron una iglesia. Cuando nuestro corazón es una tierra buena que recibe la Palabra de Dios, cuando «se suda la camiseta», tratando de vivir como cristianos, experimentamos algo grande: nunca estamos solos, formamos parte de una familia de hermanos que recorren el mismo camino: somos parte de la Iglesia. Estos muchachos, estas chicas no estaban solos, en conjunto hicieron un camino y construyeron la iglesia, en conjunto hicieron lo de San Francisco, construir, reparar la iglesia. Te pregunto: ¿Quieren construir la iglesia? ¿Se animan? ¿Y mañana se van a olvidar de este sí que dijeron? ¡Así me gusta! Somos parte de la iglesia, más aún, nos convertimos en constructores de la Iglesia y protagonistas de la historia. Chicos y chicas, por favor: no se metan en la cola de la historia. Sean protagonistas. Jueguen para adelante. Pateen adelante, construyan un mundo mejor. Un mundo de hermanos, un mundo de justicia, de amor, de paz, de fraternidad, de solidaridad. Jueguen adelante siempre. San Pedro nos dice que somos piedras vivas que forman una casa espiritual (cf. 1 P 2,5). Y miramos este palco, vemos que tiene forma de una iglesia construida con piedras vivas. En la Iglesia de Jesús, las piedras vivas somos nosotros, y Jesús nos pide que edifiquemos su Iglesia; cada uno de nosotros es una piedra viva, es un pedacito de la construcción, y si falta ese pedacito cuando viene la lluvia entra la gotera y se mete el agua dentro de la casa. Cada pedacito vivo tiene que cuidar la unidad y la seguridad de la Iglesia. Y no construir una pequeña capilla donde sólo cabe un grupito de personas. Jesús nos pide que su Iglesia sea tan grande que pueda alojar a toda la humanidad, que sea la casa de todos. Jesús me dice a mí, a vos, a cada uno: «Vayan, hagan discípulos a todas las naciones». Esta tarde, respondámosle: Sí, Señor, también yo quiero ser una piedra viva; juntos queremos construir la Iglesia de Jesús. Quiero ir y ser constructor de la Iglesia de Cristo. ¿Se animan a repetirlo? Quiero ir y ser constructor de la Iglesia de Cristo. A ver ahora... Después van a pensar lo que dijeron juntos.
Tu corazón, corazón joven, quiere construir un mundo mejor. Sigo las noticias del mundo y veo que tantos jóvenes, en muchas partes del mundo, han salido por las calles para expresar el deseo de una civilización más justa y fraterna. Los jóvenes en la calle. Son jóvenes que quieren ser protagonistas del cambio. Por favor, no dejen que otros sean los protagonistas del cambio. Ustedes son los que tienen el futuro. Ustedes... Por ustedes entra el futuro en el mundo. A ustedes les pido que también sean protagonistas de este cambio. Sigan superando la apatía y ofreciendo una respuesta cristiana a las inquietudes sociales y políticas que se van planteando en diversas partes del mundo. Les pido que sean constructores del futuro, que se metan en el trabajo por un mundo mejor. Queridos jóvenes, por favor, no balconeen la vida, métanse en ella, Jesús no se quedó en el balcón, se metió, no balconeen la vida métanse en ella como hizo Jesús.
Sin embargo, queda una pregunta: ¿Por dónde empezamos? ¿A quién le pedimos que empiece esto? ¿Por dónde empezamos? Una vez, le preguntaron a la Madre Teresa qué era lo que había que cambiar en la Iglesia, para empezar, por qué pared de la Iglesia empezamos. ¿Por dónde – dijeron – Madre, hay de empezar? Por vos y por mí, contestó ella. ¡Tenía garra esta mujer! Sabía por dónde había che empezar. Yo también hoy le robo la palabra a la madre Teresa, y te digo: ¿Empezamos? ¿Por dónde? Por vos y por mí. Cada uno, en silencio otra vez, pregúntese si tengo que empezar por mí, por dónde empiezo. Cada uno abra su corazón para que Jesús les diga por dónde empiezo.
[En portugués:]
Queridos amigos, não se esqueçam: Vocês são o campo da fé! Vocês são os atletas de Cristo! Vocês são os construtores de uma Igreja mais bela e de um mundo melhor. Elevemos o olhar para Nossa Senhora. Ela nos ajuda a seguir Jesus, nos dá o exemplo com o seu "sim" a Deus: «Eis aqui a serva do Senhor, faça-se em mim segundo a tua Palavra» (Lc 1,38). Também nós o dizemos a Deus, juntos com Maria: faça-se em mim segundo a Tua palavra. Assim seja!
[01092-XX.02] [Testo originale: Plurilingue]
TRADUZIONE IN LINGUA PORTOGHESE
Queridos jovens,
Contemplando vocês que hoje estão aqui presentes, me vem à mente a história de São Francisco de Assis. Diante do Crucifixo, ele escuta a voz de Jesus que lhe diz: «Francisco, vai e repara a minha casa». E o jovem Francisco responde, com prontidão e generosidade, a esta chamada do Senhor para reparar sua casa. Mas qual casa? Aos poucos, ele percebe que não se tratava fazer de pedreiro para reparar um edifício feito de pedras, mas de dar a sua contribuição para a vida da Igreja; era colocar-se ao serviço da Igreja, amando-a e trabalhando para que transparecesse nela sempre mais a Face de Cristo.
Também hoje o Senhor continua precisando de vocês, jovens, para a sua Igreja. Queridos jovens, o Senhor precisa de vocês! Ele também hoje chama a cada um de vocês para segui-lo na sua Igreja e ser missionário. Hoje, queridos jovens, o Senhor lhes chama! Não em magote, mas um a um… a cada um. Escutem no coração aquilo que lhes diz. Penso que podemos aprender algo daquilo que sucedeu nestes dias: por causa do mau tempo, tivemos de suspender a realização desta Vigília no "Campus Fidei", em Guaratiba. Não quererá porventura o Senhor dizer-nos que o verdadeiro "Campus Fidei", o verdadeiro Campo da Fé não é um lugar geográfico, mas somos nós mesmos? Sim, é verdade! Cada um de nós, cada um de vocês, eu, todos. E ser discípulo missionário significa saber que somos o Campo da Fé de Deus. Ora, partindo da denominação Campo da Fé, pensei em três imagens que podem nos ajudar a entender melhor o que significa ser um discípulo missionário: a primeira imagem, o campo como lugar onde se semeia; a segunda, o campo como lugar de treinamento; e a terceira, o campo como canteiro de obras.
1. Primeiro: o campo como lugar onde se semeia. Todos conhecemos a parábola de Jesus sobre um semeador que saiu pelo campo lançando sementes; algumas caem à beira do caminho, em meio às pedras, no meio de espinhos e não conseguem se desenvolver; mas outras caem em terra boa e dão muito fruto (cf. Mt 13,1-9). Jesus mesmo explica o sentido da parábola: a semente é a Palavra de Deus que é lançada nos nossos corações (cf. Mt 13,18-23). Hoje – todos os dias, mas de forma especial hoje – Jesus semeia. Quando aceitamos a Palavra de Deus, então somos o Campo da Fé! Por favor, deixem que Cristo e a sua Palavra entrem na vida de vocês, deixem entrar a semente da Palavra de Deus, deixem que germine, deixem que cresça. Deus faz tudo, mas vocês deixem-no agir, deixem que Ele trabalhe neste crescimento!
Jesus nos diz que as sementes, que caíram à beira do caminho, em meio às pedras e em meio aos espinhos não deram fruto. Creio que podemos, com honestidade, perguntar-nos: Que tipo de terreno somos, que tipo de terreno queremos ser? Quem sabe se, às vezes, somos como o caminho: escutamos o Senhor, mas na nossa vida não muda nada, pois nos deixamos aturdir por tantos apelos superficiais que escutamos. Eu pergunto-lhes, mas agora não respondam, cada um responde no seu coração: Sou uma jovem, um jovem aturdido? Ou somos como o terreno pedregoso: acolhemos Jesus com entusiasmo, mas somos inconstantes diante das dificuldades, não temos a coragem de ir contra a corrente. Cada um de nós responda no seu coração: Tenho coragem ou sou um cobarde? Ou somos como o terreno com os espinhos: as coisas, as paixões negativas sufocam em nós as palavras do Senhor (cf. Mt 13, 18-22). Em meu coração, tenho o hábito de jogar em dois papéis: fazer bela figura com Deus e fazer bela figura com o diabo? O hábito de querer receber a semente de Jesus e, ao mesmo tempo, irrigar os espinhos e as ervas daninhas que nascem no meu coração? Hoje, porém, eu tenho a certeza que a semente pode cair em terra boa. Nos testemunhos, ouvimos como a semente caiu em terra boa. «Não, Padre, eu não sou terra boa! Sou uma calamidade, estou cheio de pedras, de espinhos, de tudo». Sim, pode suceder que à superfície seja assim, mas você liberte um pedacinho, um bocado de terra boa e deixe que caia lá a semente e verá como vai germinar. Eu sei que vocês querem ser terreno bom, cristãos de verdade; e não cristãos pela metade, nem "engomadinhos", cujo cheiro os denuncia pois parecem cristãos mas no fundo, no fundo não fazem nada; nem cristãos de fachada, cristãos que são "pura aparência", mas sim cristãos autênticos. Sei que vocês não querem viver na ilusão de uma liberdade inconsistente que se deixa arrastar pelas modas e as conveniências do momento. Sei que vocês apostam em algo grande, em escolhas definitivas que deem pleno sentido. É assim ou estou enganado? É assim? Bem; se é assim, façamos uma coisa: todos, em silêncio, fixemos o olhar no coração e cada um diga a Jesus que quer receber a semente. Digam a Jesus: Vê, Jesus, as pedras que tem, vê os espinhos, vê as ervas daninhas, mas vê este pedacinho de terra que te ofereço para que entre a semente. Em silêncio, deixemos entrar a semente de Jesus. Lembrem-se deste momento, cada um sabe o nome da semente que entrou. Deixem-na crescer, e Deus cuidará dela.
2. O campo... O campo, para além de ser um lugar de sementeira, é lugar de treinamento. Jesus nos pede que o sigamos por toda a vida, pede que sejamos seus discípulos, que "joguemos no seu time". A maioria de vocês ama os esportes. E aqui no Brasil, como em outros países, o futebol é paixão nacional. Sim ou não? Ora bem, o que faz um jogador quando é convocado para jogar em um time? Deve treinar, e muito! Também é assim a nossa vida de discípulos do Senhor. Descrevendo os cristãos, São Paulo nos diz: «Todo atleta se impõe todo tipo de disciplina. Eles assim procedem, para conseguirem uma coroa corruptível. Quanto a nós, buscamos uma coroa incorruptível!» (1Co 9, 25). Jesus nos oferece algo superior à Copa do Mundo! Algo superior à Copa do Mundo! Jesus oferece-nos a possibilidade de uma vida fecunda, de uma vida feliz e nos oferece também um futuro com Ele que não terá fim, na : a vida eterna. É o que nos oferece Jesus, mas pede para pagarmos a entrada; e a entrada é que treinemos para estar "em forma", para enfrentar, sem medo, todas as situações da vida, testemunhando a nossa fé. Através do diálogo com Ele: a oração. Padre, agora vai pôr-nos todos a rezar? Porque não? Pergunto-lhes… mas respondam no seu coração, não em voz alta mas no silêncio: Eu rezo? Cada um responda. Eu falo com Jesus ou tenho medo do silêncio? Deixo que o Espírito Santo fale no meu coração? Eu pergunto a Jesus: Que queres que eu faça, que queres da minha vida? Isto é treinar-se. Perguntem a Jesus, falem com Jesus. E se cometerem um erro na vida, se tiverem uma escorregadela, se fizerem qualquer coisa de mal, não tenham medo. Jesus, vê o que eu fiz! Que devo fazer agora? Mas falem sempre com Jesus, no bem e no mal, quando fazem uma coisa boa e quando fazem uma coisa má. Não tenham medo d’Ele! Esta é a oração. E assim treinam no diálogo com Jesus, neste discipulado missionário! Através dos sacramentos, que fazem crescer em nós a sua presença. Através do amor fraterno, do saber escutar, do compreender, do perdoar, do acolher, do ajudar os demais, qualquer pessoa sem excluir nem marginalizar ninguém. Queridos jovens, que vocês sejam verdadeiros "atletas de Cristo"!
3. E terceiro: o campo como canteiro de obras. Aqui mesmo vimos como se pôde construir uma igreja: indo e vindo, os jovens e as jovens deram o melhor de si e construíram a Igreja. Quando o nosso coração é uma terra boa que acolhe a Palavra de Deus, quando "se sua a camisa" procurando viver como cristãos, nós experimentamos algo maravilhoso: nunca estamos sozinhos, fazemos parte de uma família de irmãos que percorrem o mesmo caminho; somos parte da Igreja. Esses jovens, essas jovens não estavam sós, mas, juntos, fizeram um caminho e construíram a Igreja; juntos, realizaram o que fez São Francisco: construir, reparar a Igreja. Eu lhes pergunto: Querem construir a Igreja? [Sim…] Se animam uns aos outros a fazê-lo? [Sim…] E amanhã terão esquecido este «sim» que disseram? ]Não…] Assim gosto! Somos parte da Igreja; mais ainda, tornamo-nos construtores da Igreja e protagonistas da história. Jovens, por favor, não se ponham na «cauda» da história. Sejam protagonistas. Joguem ao ataque! Chutem para diante, construam um mundo melhor, um mundo de irmãos, um mundo de justiça, de amor, de paz, de fraternidade, de solidariedade. Jogai sempre ao ataque! São Pedro nos diz que somos pedras vivas que formam um edifício espiritual (cf. 1Pe 2,5). E, olhando para este palco, vemos a miniatura de uma igreja, construída com pedras vivas. Na Igreja de Jesus, nós somos as pedras vivas, e Jesus nos pede que construamos a sua Igreja; cada um de nós é uma pedra viva, é um pedacinho da construção e, quando vem a chuva, se faltar aquele pedacinho, temos infiltrações e entra a água na casa. E não construam uma capelinha, onde cabe somente um grupinho de pessoas. Jesus nos pede que a sua Igreja viva seja tão grande que possa acolher toda a humanidade, que seja casa para todos! Ele diz a mim, a você, a cada um: «Ide e fazei discípulos entre todas as nações»! Nesta noite, respondamos-lhe: Sim, Senhor! Também eu quero ser uma pedra viva; juntos queremos edificar a Igreja de Jesus! Eu quero ir e ser construtor da Igreja de Cristo! Atrevem-se a repetir isto? Eu quero ir e ser construtor da Igreja de Cristo! Digam agora… [os jovens repetem]. Depois devem se lembrar que o disseram juntos.
O coração de vocês, coração jovem, quer construir um mundo melhor. Acompanho as notícias do mundo e vejo que muitos jovens, em tantas partes do mundo, saíram pelas estradas para expressar o desejo de uma civilização mais justa e fraterna. Os jovens nas estradas; são jovens que querem ser protagonistas da mudança. Por favor, não deixem para outros o ser protagonistas da mudança! Vocês são aqueles que tem o futuro! Vocês… Através de vocês, entra o futuro no mundo. Também a vocês, eu peço para serem protagonistas desta mudança. Continuem a vencer a apatia, dando uma resposta cristã às inquietações sociais e políticas que estão surgindo em várias partes do mundo. Peço-lhes para serem construtores do mundo, trabalharem por um mundo melhor. Queridos jovens, por favor, não «olhem da sacada» a vida, entrem nela. Jesus não ficou na sacada, mergulhou… «Não olhem da sacada» a vida, mergulhem nela, como fez Jesus.
Resta, porém, uma pergunta: Por onde começamos? A quem pedimos para iniciar isso? Por onde começamos? Uma vez perguntaram a Madre Teresa de Calcutá o que devia mudar na Igreja; queremos começar, mas por qual parede? Por onde – perguntaram a Madre Teresa – é preciso começar? Por ti e por mim: respondeu ela. Tinha vigor aquela mulher! Sabia por onde começar. Hoje eu roubo a palavra a Madre Teresa e digo também a você: Começamos? Por onde? Por ti e por mim! Cada um, de novo em silêncio, se interrogue: se devo começar por mim, por onde principio? Cada um abra o seu coração, para que Jesus lhe diga por onde começar.
Queridos amigos, não se esqueçam: Vocês são o Campo da Fé! Vocês são os atletas de Cristo! Vocês são os construtores de uma Igreja mais bela e de um mundo melhor. Elevemos o olhar para Nossa Senhora. Ela nos ajuda a seguir Jesus, nos dá o exemplo com o seu "sim" a Deus: «Eis aqui a serva do Senhor, faça-se em mim segundo a tua Palavra» (Lc 1,38). Também nós o dizemos a Deus, juntos com Maria: faça-se em mim segundo a Tua palavra. Assim seja!
[01092-06.02] [Texto original: Plurilíngue]
TRADUZIONE IN LINGUA SPAGNOLA
Queridos jóvenes
Al verlos a ustedes, presentes hoy aquí, me viene a la mente la historia de San Francisco de Asís. Ante el crucifijo oye la voz de Jesús, que le dice: «Ve, Francisco, y repara mi casa». Y el joven Francisco responde con prontitud y generosidad a esta llamada del Señor: repara mi casa. Pero, ¿qué casa? Poco a poco se da cuenta de que no se trataba de hacer de albañil para reparar un edificio de piedra, sino de dar su contribución a la vida de la Iglesia; se trataba de ponerse al servicio de la Iglesia, amándola y trabajando para que en ella se reflejara cada vez más el rostro de Cristo.
También hoy el Señor sigue necesitando a los jóvenes para su Iglesia. Queridos jóvenes, el Señor los necesita. También hoy llama a cada uno de ustedes a seguirlo en su Iglesia y a ser misioneros. Queridos jóvenes el Señor hoy los llama. No al montón. A vos, a vos, a vos, a cada uno. Escuchen en el corazón qué les dice. Pienso que podemos aprender algo de lo que pasó en estos días: cómo tuvimos que cancelar por el mal tiempo la realización de esta vigilia en el Campus Fidei, en Guaratiba. ¿No estaría el Señor queriendo decirnos que el verdadero campo de la fe, el verdadero Campus Fidei, no es un lugar geográfico sino que somos nosotros? ¡Sí! Es verdad. Cada uno de nosotros, cada uno ustedes, yo, todos. Y ser discípulo misionero significa saber que somos el Campo de la Fe de Dios. Por eso, a partir de la imagen del Campo de la Fe, pensé en tres imágenes, tres, que nos pueden ayudar a entender mejor lo que significa ser un discípulo-misionero: la primera imagen, la primera, el campo como lugar donde se siembra; la segunda, el campo como lugar de entrenamiento; y la tercera, el campo como obra de construcción.
1. Primero, el campo como lugar donde se siembra. Todos conocemos la parábola de Jesús que habla de un sembrador que salió a sembrar en un campo; algunas simientes cayeron al borde del camino, entre piedras o en medio de espinas, y no llegaron a desarrollarse; pero otras cayeron en tierra buena y dieron mucho fruto (cf. Mt 13,1-9). Jesús mismo explicó el significado de la parábola: La simiente es la Palabra de Dios sembrada en nuestro corazón (cf. Mt 13,18-23). Hoy, todos los días, pero hoy de manera especial, Jesús siembra. Cuando aceptamos la Palabra de Dios, entonces somos el Campo de la Fe. Por favor, dejen que Cristo y su Palabra entren en su vida, dejen entrar la simiente de la Palabra de Dios, dejen que germine, dejen que crezca. Dios hace todo pero ustedes déjenlo hacer, dejen que Él trabaje en ese crecimiento.
Jesús nos dice que las simientes que cayeron al borde del camino, o entre las piedras y en medio de espinas, no dieron fruto. Creo que con honestidad podemos hacernos la pregunta: ¿Qué clase de terreno somos, qué clase de terreno queremos ser? Quizás a veces somos como el camino: escuchamos al Señor, pero no cambia nada en nuestra vida, porque nos dejamos atontar por tantos reclamos superficiales que escuchamos. Yo les pregunto, pero no contesten ahora, cada uno conteste en su corazón: ¿Yo soy un joven, una joven, atontado? O somos como el terreno pedregoso: acogemos a Jesús con entusiasmo, pero somos inconstantes ante las dificultades, no tenemos el valor de ir a contracorriente. Cada uno contestamos en nuestro corazón: ¿Tengo valor o soy cobarde? O somos como el terreno espinoso: las cosas, las pasiones negativas sofocan en nosotros las palabras del Señor (cf. Mt 13,18-22). ¿Tengo en mi corazón la costumbre de jugar a dos puntas, y quedar bien con Dios y quedar bien con el diablo? ¿Querer recibir la semilla de Jesús y a la vez regar las espinas y los yuyos que nacen en mi corazón? Cada uno en silencio se contesta. Hoy, sin embargo, yo estoy seguro de que la simiente puede caer en buena tierra. Escuchamos estos testimonios, cómo la simiente cayó en buena tierra. No padre, yo no soy buena tierra, soy una calamidad, estoy lleno de piedras, de espinas, y de todo. Sí, puede que por arriba, pero hacé un pedacito, hacé un cachito de buena tierra y dejá que caiga allí, y vas a ver cómo germina. Yo sé que ustedes quieren ser buena tierra, cristianos en serio, no cristianos a medio tiempo, no cristianos «almidonados» con la nariz así [empinada], que parecen cristianos y en el fondo no hacen nada. No cristianos de fachada. Esos cristianos que son pura facha, sino cristianos auténticos. Sé que ustedes no quieren vivir en la ilusión de una libertad chirle que se deja arrastrar por la moda y las conveniencias del momento. Sé que ustedes apuntan a lo alto, a decisiones definitivas que den pleno sentido. ¿Es así, o me equivoco? ¿Es así? Bueno, si es así hagamos una cosa: todos en silencio, miremos al corazón y cada uno dígale a Jesús que quiere recibir la semilla. Dígale a Jesús: Mira Jesús las piedras que hay, mirá las espina, mirá los yuyos, pero mirá este cachito de tierra que te ofrezco, para que entre la semilla. En silencio dejamos entrar la semilla de Jesús. Acuérdense de este momento. Cada uno sabe el nombre de la semilla que entró. Déjenla crecer y Dios la va a cuidar.
2. El campo, además de ser lugar de siembra, es lugar de entrenamiento. Jesús nos pide que le sigamos toda la vida, nos pide que seamos sus discípulos, que «juguemos en su equipo». A la mayoría de ustedes les gusta el deporte. Aquí, en Brasil, como en otros países, el fútbol es pasión nacional. ¿Sí o no? Pues bien, ¿qué hace un jugador cuando se le llama para formar parte de un equipo? Tiene que entrenarse y entrenarse mucho. Así es nuestra vida de discípulos del Señor. San Pablo, escribiendo a los cristianos, nos dice: «Los atletas se privan de todo, y lo hacen para obtener una corona que se marchita; nosotros, en cambio, por una corona incorruptible» (1 Co 9,25). Jesús nos ofrece algo más grande que la Copa del Mundo; ¡algo más grande que la Copa del Mundo! Jesús nos ofrece la posibilidad de una vida fecunda y feliz, y también un futuro con él que no tendrá fin, allá en la vida eterna. Es lo que nos ofrece Jesús. Pero nos pide que paguemos la entrada. Y la entrada es que nos entrenemos para «estar en forma», para afrontar sin miedo todas las situaciones de la vida, dando testimonio de nuestra fe. A través del diálogo con él, la oración – "Padre, ahora nos va hacer rezar a todos, ¿no?" –. Te pregunto, pero contestan en su corazón, ¡eh! No en voz alta, en silencio. ¿Yo rezo? Cada uno se contesta. ¿Yo hablo con Jesús? O le tengo miedo al silencio. ¿Dejo que el Espíritu Santo hable en mi corazón? ¿Yo le pregunto a Jesús: Qué querés que haga? ¿Qué querés de mi vida? Esto es entrenarse. Pregúntenle a Jesús, hablen con Jesús. Y si cometen un error en la vida, si se pegan un resbalón, si hacen algo que está mal, no tengan miedo. Jesús, mirá lo que hice, ¿qué tengo que hacer ahora? Pero siempre hablen con Jesús, en las buenas y en las malas. Cuando hacen una cosa buena y cuando hacen una cosa mala. ¡No le tengan miedo! Eso es la oración. Y con eso se van entrenando en el diálogo con Jesús en este discipulado misionero. Y también a través de los sacramentos, que hacen crecer en nosotros su presencia. A través del amor fraterno, del saber escuchar, comprender, perdonar, acoger, ayudar a los otros, a todos, sin excluir y sin marginar. Estos son los entrenamientos para seguir a Jesús: la oración, los sacramentos y la ayuda a los demás, el servicio a los demás. ¿Lo repetimos juntos todos? "Oración, sacramentos y ayuda a los demás" [todos lo repiten en voz alta]. No se oyó bien. Otra vez [ahora más fuerte].
3. Y tercero: El campo como obra de construcción. Acá estamos viendo cómo se ha construido esto aquí. Se empezaron a mover los muchachos, las chicas. Movieron y construyeron una iglesia. Cuando nuestro corazón es una tierra buena que recibe la Palabra de Dios, cuando «se suda la camiseta», tratando de vivir como cristianos, experimentamos algo grande: nunca estamos solos, formamos parte de una familia de hermanos que recorren el mismo camino: somos parte de la Iglesia. Estos muchachos, estas chicas no estaban solos, en conjunto hicieron un camino y construyeron la iglesia, en conjunto hicieron lo de San Francisco: construir, reparar la iglesia. Te pregunto: ¿Quieren construir la iglesia? [todos: "¡Sí!"] ¿Se animan? [todos: "¡Sí!"] ¿Y mañana se van a olvidar de este sí que dijeron? [todos: "¡No!"] ¡Así me gusta! Somos parte de la iglesia, más aún, nos convertimos en constructores de la Iglesia y protagonistas de la historia. Chicos y chicas, por favor: no se metan en la cola de la historia. Sean protagonistas. Jueguen para adelante. Pateen adelante, construyan un mundo mejor. Un mundo de hermanos, un mundo de justicia, de amor, de paz, de fraternidad, de solidaridad. Jueguen adelante siempre. San Pedro nos dice que somos piedras vivas que forman una casa espiritual (cf. 1 P 2,5). Y miramos este palco, vemos que tiene forma de una iglesia construida con piedras vivas. En la Iglesia de Jesús, las piedras vivas somos nosotros, y Jesús nos pide que edifiquemos su Iglesia; cada uno de nosotros es una piedra viva, es un pedacito de la construcción, y si falta ese pedacito cuando viene la lluvia entra la gotera y se mete el agua dentro de la casa. Cada pedacito vivo tiene que cuidar la unidad y la seguridad de la Iglesia. Y no construir una pequeña capilla donde sólo cabe un grupito de personas. Jesús nos pide que su Iglesia sea tan grande que pueda alojar a toda la humanidad, que sea la casa de todos. Jesús me dice a mí, a vos, a cada uno: «Vayan, hagan discípulos a todas las naciones». Esta tarde, respondámosle: Sí, Señor, también yo quiero ser una piedra viva; juntos queremos construir la Iglesia de Jesús. Quiero ir y ser constructor de la Iglesia de Cristo. ¿Se animan a repetirlo? Quiero ir y ser constructor de la Iglesia de Cristo. A ver ahora... [todos "¡Sí!"]. Después van a pensar lo que dijeron juntos…
Tu corazón, corazón joven, quiere construir un mundo mejor. Sigo las noticias del mundo y veo que tantos jóvenes, en muchas partes del mundo, han salido por las calles para expresar el deseo de una civilización más justa y fraterna. Los jóvenes en la calle. Son jóvenes que quieren ser protagonistas del cambio. Por favor, no dejen que otros sean los protagonistas del cambio. Ustedes son los que tienen el futuro. Ustedes... Por ustedes entra el futuro en el mundo. A ustedes les pido que también sean protagonistas de este cambio. Sigan superando la apatía y ofreciendo una respuesta cristiana a las inquietudes sociales y políticas que se van planteando en diversas partes del mundo. Les pido que sean constructores del futuro, que se metan en el trabajo por un mundo mejor. Queridos jóvenes, por favor, no balconeen la vida, métanse en ella, Jesús no se quedó en el balcón, se metió; no balconeen la vida: métanse en ella como hizo Jesús.
Sin embargo, queda una pregunta: ¿Por dónde empezamos? ¿A quién le pedimos que empiece esto? ¿Por dónde empezamos? Una vez, le preguntaron a la Madre Teresa qué era lo que había que cambiar en la Iglesia, para empezar: por qué pared de la Iglesia empezamos. ¿Por dónde – dijeron –, Madre, hay de empezar? Por vos y por mí, contestó ella. ¡Tenía garra esta mujer! Sabía por dónde había che empezar. Yo también hoy le robo la palabra a la madre Teresa, y te digo: ¿Empezamos? ¿Por dónde? Por vos y por mí. Cada uno, en silencio otra vez, pregúntese si tengo que empezar por mí, por dónde empiezo. Cada uno abra su corazón para que Jesús les diga por dónde empiezo.
Queridos amigos, no se olviden: ustedes son el campo de la fe. Ustedes son los atletas de Cristo. Ustedes son los constructores de una Iglesia más hermosa y de un mundo mejor. Levantemos nuestros ojos hacia la Virgen. Ella nos ayuda a seguir a Jesús, nos da ejemplo con su «sí» a Dios: «Aquí está la esclava del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho» (Lc 1,38). Se lo digamos también nosotros a Dios, junto con María: Hágase en mí según tu palabra. Que así sea.
[01092-04.03] [Testo originale: Plurilingue]
TRADUZIONE IN LINGUA ITALIANA
Carissimi giovani,
Guardando voi oggi qui presenti, mi viene in mente la storia di san Francesco d'Assisi. Davanti al Crocifisso sente la voce di Gesù che gli dice: "Francesco, va’ e ripara la mia casa". E il giovane Francesco risponde con prontezza e generosità a questa chiamata del Signore: riparare la sua casa. Ma quale casa? Piano piano, si rende conto che non si trattava di fare il muratore e riparare un edificio fatto di pietre, ma di dare il suo contributo per la vita della Chiesa; si trattava di mettersi a servizio della Chiesa, amandola e lavorando perché in essa si riflettesse sempre più il Volto di Cristo.
Anche oggi il Signore continua ad avere bisogno di voi giovani per la sua Chiesa. Cari giovani, il Signore ha bisogno di voi! Anche oggi chiama ciascuno di voi a seguirlo nella sua Chiesa e ad essere missionari. Cari giovani, il Signore oggi vi chiama! Non al mucchio! A te, a te, a te, a ciascuno, Ascoltate nel cuore quello che vi dice. Penso che possiamo imparare qualcosa da ciò che è successo in questi giorni, di come abbiamo dovuto cancellare, per il mal tempo, la realizzazione di questa Vigilia nel "Campus Fidei", a Guaratiba. Forse, non è che il Signore voglia dirci che il vero campo della fede, il vero "Campus Fidei", non è un luogo geografico, bensì siamo noi stessi? Sì! E’ vero! Ciascuno di noi, ciascuno di voi, io, tutti! Ed essere discepolo missionario significa sapere che siamo il Campo della Fede di Dio! Per questo, partendo dall’immagine del Campo della Fede, ho pensato a tre immagini che ci possono aiutare a capire meglio che cosa significa essere discepolo-missionario: la prima immagine, il campo come luogo in cui si semina; la seconda, il campo come luogo di allenamento; e la terza, il campo come cantiere.
1. Primo: Il campo come luogo in cui si semina. Conosciamo tutti la parabola di Gesù che narra di un seminatore andato a gettare i semi nel campo; alcuni di essi cadono sulla strada, in mezzo ai sassi, tra le spine e non riescono a svilupparsi; ma altri cadono su terra buona e producono molto frutto (cfr Mt 13,1-9). Gesù stesso spiega il significato della parabola: il seme è la Parola di Dio che è gettata nei nostri cuori (cfr Mt 13,18-23). Oggi… tutti i giorni, ma oggi in modo speciale, Gesù semina. Quando accettiamo la Parola di Dio, allora siamo il Campo della Fede! Per favore, lasciate che Cristo e la sua Parola entrino nella vostra vita, lasciate entrare la semente della Parola di Dio, lasciate che germogli, lasciate che cresca. Dio fa tutto, ma voi lasciatelo agire, lasciate che Lui lavori in questa crescita!
Gesù ci dice che i semi caduti ai bordi della strada o tra i sassi e in mezzo alle spine non hanno portato frutto. Credo che, con onestà, possiamo farci la domanda: Che tipo di terreno siamo, che tipo di terreno vogliamo essere? Forse a volte siamo come la strada: ascoltiamo il Signore, ma non cambia nulla nella nostra vita, perché ci lasciamo intontire da tanti richiami superficiali che ascoltiamo, Io vi domando, ma non rispondete adesso, ognuno risponda nel suo cuore: Sono un giovane, una giovane, intontito? O siamo come il terreno sassoso: accogliamo con entusiasmo Gesù, ma siamo incostanti davanti alle difficoltà non abbiamo il coraggio di andare controcorrente. Ognuno di noi risponda nel suo cuore: Ho coraggio o sono un codardo? O siamo come il terreno con le spine: le cose, le passioni negative soffocano in noi le parole del Signore (cfr Mt 13,18-22). Ho l’abitudine nel mio cuore di giocare in due ruoli: fare bella figura con Dio e fare bella figura con il Diavolo? Voler ricevere la semente di Gesù e allo stesso tempo annaffiare le spine e le erbacce che nascono nel mio cuore? Oggi, però, io sono certo che la semente può cadere in terra buona. Ascoltiamo questi testimoni, come la semente è caduta in terra buona. "No, Padre, io non sono terra buona, sono una calamità, sono pieno di sassi, di spine, di tutto". Sì, può darsi che questo sia nella superficie, ma libera un pezzetto, un piccolo pezzo di terra buona, e lascia che cada lì e vedrai come germoglierà. Io so che voi volete essere terreno buono, cristiani veramente, non cristiani part-time; non cristiani "inamidati", con la puzza al naso, così da sembrare cristiani e, sotto sotto, non fare nulla; non cristiani di facciata, questi cristiani che sono "puro aspetto", ma cristiani autentici. So che voi non volete vivere nell'illusione di una libertà inconsistente che si lascia trascinare dalle mode e dalle convenienze del momento. So che voi puntate in alto, a scelte definitive che diano senso pieno. E così o mi sbaglio? E’ cosi? Bene, se è così facciamo una cosa: tutti in silenzio, guardiamo al cuore e ognuno dica a Gesù che vuole ricevere la semente. Dite a Gesù: guarda, Gesù, le pietre che ci sono, guarda le spine, guarda le erbacce, ma guarda questo piccolo pezzo di terra che ti offro perché entri la semente. In silenzio, lasciamo entrare la semente di Gesù. Ricordatevi di questo momento, ognuno sa il nome della semente che è entrata. Lasciatela crescere, e Dio ne avrà cura.
2. Il campo. Il campo oltre ad essere un luogo di semina è luogo di allenamento. Gesù ci chiede di seguirlo per tutta la vita, ci chiede di essere suoi discepoli, di "giocare nella sua squadra". La maggior parte di voi ami lo sport. E qui in Brasile, come in altri Paesi, il calcio è passione nazionale. Si o no? Ebbene, che cosa fa un giocatore quando è convocato a far parte di una squadra? Deve allenarsi, e allenarsi molto! Così è la nostra vita di discepoli del Signore. San Paolo descrivendo i cristiani ci dice: «Ogni atleta è disciplinato in tutto; essi lo fanno per ottenere una corona che appassisce; noi invece una che dura per sempre» (1 Cor 9,25). Gesù ci offre qualcosa di superiore della Coppa del Mondo! Qualcosa di superiore della Coppa del Mondo! Gesù ci offre la possibilità di una vita feconda, di una vita felice e ci offre anche un futuro con Lui che non avrà fine, nella vita eterna. E’ quello che ci offre Gesù. Ma ci chiede che paghiamo l’entrata, e l’entrata è che noi ci alleniamo per "essere in forma", per affrontare senza paura tutte le situazioni della vita, testimoniando la nostra fede. Attraverso il dialogo con Lui: la preghiera. Padre, adesso ci fa pregare tutti? No? Ti domando… ma rispondete nel vostro cuore, non a voce alta, ma nel silenzio: Io prego? Ognuno risponda. Io parlo con Gesù oppure ho paura del silenzio? Lascio che lo Spirito Santo parli nel mio cuore? Io chiedo a Gesù: che cosa vuoi che faccia, che cosa vuoi della mia vita? Questo è allenarsi. Domandate a Gesù, parlate con Gesù. E se commettete un errore nella vita, se fate uno scivolone, se fate qualcosa che è male, non abbiate paura. Gesù, guarda quello che ho fatto! Che cosa devo fare adesso? Però parlate sempre con Gesù, nel bene e nel male, quando fate una cosa buona e quando fate una cosa cattiva. Non abbiate paura di Lui! Questa è la preghiera. E con questo vi allenate nel dialogo con Gesù, in questo discepolato missionario! Attraverso i Sacramenti, che fanno crescere in noi la sua presenza. Attraverso l’amore fraterno, il saper ascoltare, il comprendere, il perdonare, l’accogliere, l’aiutare gli altri, ogni persona, senza escludere, senza emarginare. Cari giovani, siate veri "atleti di Cristo"!
3. E terzo: il campo come cantiere. Qui stiamo vedendo come si è potuto costruire questo proprio qui: hanno iniziato a muoversi i ragazzi, le ragazze, si sono dati da fare e hanno costruito la Chiesa. Quando il nostro cuore è una terra buona che accoglie la Parola di Dio, quando "si suda la maglietta" [si sudano sette camicie NDR] cercando di vivere da cristiani, noi sperimentiamo qualcosa di grande: non siamo mai soli, siamo parte di una famiglia di fratelli che percorrono lo stesso cammino: siamo parte della Chiesa. Questi ragazzi, queste ragazze non erano soli, ma insieme hanno fatto un cammino e hanno costruito la Chiesa, insieme hanno realizzato quello che ha fatto san Francesco; costruire, riparare la Chiesa. Ti domando: volete costruire la Chiesa? [Sì….] Vi animate a farlo? [Sì…] E domani avrete dimenticato di questo "sì" che avete detto? [No…] Così mi piace! Siamo parte della Chiesa, anzi, diventiamo costruttori della Chiesa e protagonisti della storia. Ragazzi e ragazze, per favore: non mettetevi nella "coda" della storia. Siate protagonisti. Giocate in attacco! Calciate in avanti, costruite un mondo migliore, un mondo di fratelli, un mondo di giustizia, di amore, di pace, di fraternità, di solidarietà. Giocate in attacco sempre! San Pietro ci dice che siamo pietre vive che formano un edificio spirituale (cfr 1 Pt 2,5). E guardiamo questo palco, si vede che esso ha forma di una chiesa costruita con pietre vive. Nella Chiesa di Gesù siamo noi le pietre vive, e Gesù ci chiede di costruire la sua Chiesa; ciascuno di noi è una pietra viva, è un pezzetto della costruzione, e, quando viene la pioggia, se manca questo pezzetto, si hanno infiltrazioni, ed entra l’acqua nella casa. E non costruire una piccola cappella che può contenere solo un gruppetto di persone. Gesù ci chiede che la sua Chiesa vivente sia così grande da poter accogliere l’intera umanità, sia la casa per tutti! Dice a me, a te, a ciascuno: "Andate e fate discepoli tutti i popoli". Questa sera rispondiamogli: Sì, Signore, anch’io voglio essere una pietra viva; insieme vogliamo edificare la Chiesa di Gesù! Voglio andare ed essere costruttore della Chiesa di Cristo! Vi animate a ripeterlo? Voglio andare ed essere costruttore della Chiesa di Cristo, vediamo adesso… [i giovani lo ripetono] Poi dovete ricordare che l’avete detto insieme.
Il tuo cuore, cuore giovane, vuole costruire un mondo migliore. Seguo le notizie del mondo e vedo che tanti giovani in tante parti del mondo sono usciti per le strade per esprimere il desiderio di una civiltà più giusta e fraterna. I giovani nelle strade. Sono giovani che vogliono essere protagonisti del cambiamento. Per favore, non lasciate che altri siano protagonisti del cambiamento! Voi siete quelli che hanno il futuro! Voi… Attraverso di voi entra il futuro nel mondo. A voi chiedo anche di essere protagonisti di questo cambiamento. Continuate a superare l’apatia, offrendo una risposta cristiana alle inquietudini sociali e politiche, che si stanno presentando in varie parti del mondo. Vi chiedo di essere costruttori del mondo, di mettervi al lavoro per un mondo migliore. Cari giovani, per favore, non "guardate dal balcone" la vita, mettetevi in essa, Gesù non è rimasto nel balcone, si è immerso, non "guardate dal balcone" la vita, immergetevi in essa come ha fatto Gesù.
Resta però una domanda: da dove cominciamo? A chi chiediamo di iniziare questo? Da dove cominciamo? Una volta hanno chiesto a Madre Teresa di Calcutta che cosa doveva cambiare nella Chiesa, se vogliamo cominciare, da quale parete? Da dove - hanno chiesto a Madre Teresa - bisogna iniziare? Da te e da me! rispose lei. Aveva grinta questa donna! Sapeva da dove iniziare. Anche io oggi le rubo la parola a Madre Teresa e ti dico: iniziamo? Da dove? Da te e da me! Ognuno, ancora una volta in silenzio, si chieda: se devo iniziare da me, da dove inizio? Ciascuno apra il suo cuore perché Gesù gli dica da dove iniziare.
Cari amici, non dimenticate: siete il campo della fede! Siete gli atleti di Cristo! Siete i costruttori di una Chiesa più bella e di un mondo migliore. Alziamo lo sguardo verso la Madonna. Essa aiuta a seguire Gesù, ci dà l'esempio con il suo "sì" a Dio: «Ecco la serva del Signore: avvenga per me secondo la tua parola» (Lc 1,38). Lo diciamo anche noi, insieme con Maria, a Dio: avvenga per me secondo la tua parola. Così sia!
[01092-01.02] [Testo originale: Plurilingue]
TRADUZIONE IN LINGUA INGLESE
Dear Young Friends,
Seeing you all present here today, I think of the story of Saint Francis of Assisi. In front of the crucifix he heard the voice of Jesus saying to him: "Francis, go, rebuild my house". The young Francis responded readily and generously to the Lord’s call to rebuild his house. But which house? Slowly but surely, Francis came to realize that it was not a question of repairing a stone building, but about doing his part for the life of the Church. It was a matter of being at the service of the Church, loving her and working to make the countenance of Christ shine ever more brightly in her.
Today too, as always, the Lord needs you, young people, for his Church. My friends, the Lord needs you! Today too, he is calling each of you to follow him in his Church and to be missionaries. The Lord is calling you today! Not the masses, but you, and you, and you, each one of you. Listen to what he is saying to you in your heart. I think that we can learn something from what has taken place in these days, of how we had to cancel, due to bad weather, this Vigil in the Campus Fidei, at Guaratiba. Is the Lord not telling us, perhaps, that we ourselves are the true field of faith, the true Campus Fidei, and not some geographical location? Yes, it is true – each one of us, each one of you, me, everyone! To be missionary disciples means to know that we are the Field of Faith of God! Starting with the name of the place where we are, Campus Fidei, the field of faith, I have thought of three images that can help us understand better what it means to be a disciple and a missionary. First, a field is a place for sowing seeds; second, a field is a training ground; and third, a field is a construction site.
1. First: A field is a place for sowing seeds. We all know the parable where Jesus speaks of a sower who went out to sow seeds in the field; some seed fell on the path, some on rocky ground, some among thorns, and could not grow; other seed fell on good soil and brought forth much fruit (cf. Mt 13:1-9). Jesus himself explains the meaning of the parable: the seed is the word of God sown in our hearts (cf. Mt 13:18-23). Today . . . every day, but today in a particular way, Jesus is sowing the seed. When we accept the word of God, then we are the Field of Faith! Please, let Christ and his word enter your life; let the seed of the Word of God enter, let it blossom, and let it grow. God will take care of everything, but let him work in you and bring about this growth.
Jesus tells us that the seed which fell on the path or on the rocky ground or among the thorns bore no fruit. I believe that we can ask ourselves honestly: What kind of ground are we? What kind of ground do we want to be? Maybe sometimes we are like the path: we hear the Lord’s word but it changes nothing in our lives because we let ourselves be numbed by all the superficial voices competing for our attention. I ask you, but do not respond immediately; everyone respond in his or her own heart: am I a young person who is numb? Or perhaps we are like the rocky ground: we receive Jesus with enthusiasm, but we falter and, faced with difficulties, we don’t have the courage to swim against the tide. Everyone of us respond in his or her heart: am I courageous or am I a coward? Or maybe we are like the thorny ground: negativity, negative feelings choke the Lord’s word in us (cf. Mt 13:18-22). Do I have the habit of playing both sides in my heart: do I make a good impression for God or for the devil? Do I want to receive the seed from Jesus and at the same time water the thorns and the weeds that grow in my heart? But today I am sure that the seed is able to fall on good soil. We are listening to these witnesses, of how the seed has fallen on good soil. "No, Father, I am not good soil; I am a disaster, and I am full of stones, of thorns, of everything." Yes, maybe this is so on the surface, but free a little piece, a small piece of good soil, and let the seed fall there and watch how it grows. I know that you want to be good soil, true Christians, authentic Christians, not part-time Christians: "starchy" aloof and Christian in "apparence only". I know that you don’t want to be duped by a false freedom, always at the beck and call of momentary fashions and fads. I know that you are aiming high, at long-lasting decisions which are meaningful. Is that true, or am I wrong? Am I right? Good; if it is true, let’s do this: in silence, let us all look into our hearts and each one of us tell Jesus that we want to receive the seed of his Word. Say to him: Jesus, look upon the stones, the thorns, and the weeds that I have, but look also upon this small piece of ground that I offer to you so that the seed may enter my heart. In silence, let us allow the seed of Jesus to enter our hearts. Remember this moment. Everyone knows the seed that has been received. Allow it to grow, and God will nurture it.
2. The field. Beyond being a place of sowing, the field is a training ground. Jesus asks us to follow him for life, he asks us to be his disciples, to "play on his team". Most of you love sports! Here in Brazil, as in other countries, football is a national passion. Right? Now, what do players do when they are asked to join a team? They have to train, and to train a lot! The same is true of our lives as the Lord’s disciples. Saint Paul, describing Christians, tells us: "athletes deny themselves all sorts of things; they do this to win a crown of leaves that withers, but we a crown that is imperishable" (1 Cor 9:25). Jesus offers us something bigger than the World Cup! Something bigger than the World Cup! Jesus offers us the possibility of a fruitful life, a life of happiness; he also offers us a future with him, an endless future, in eternal life. That is what Jesus offers us. But he asks us to pay admission, and the cost of admission is that we train ourselves "to get in shape", so that we can face every situation in life undaunted, bearing witness to our faith, by talking with him in prayer. Father, are you asking us all to pray? I ask you all … but reply in the silence of your heart, not aloud: do I pray? Do I speak with Jesus, or am I frightened of silence? Do I allow the Holy Spirit to speak in my heart? Do I ask Jesus: what do you want me to do, what do you want from my life? This is training. Ask Jesus, speak to Jesus, and if you make a mistake in your life, if you should fall, if you should do something wrong, don’t be afraid. Jesus, look at what I have done, what must I now do? Speak continually with Jesus, in the good times and in the bad, when you do right, and when you do wrong. Do not fear him! This is prayer. And through this, you train yourselves in dialogue with Jesus, in this path of being missionary disciples. By the sacraments, which make his life grow within us and conform us to Christ. By loving one another, learning to listen, to understand, to forgive, to be accepting and to help others, everybody, with no one excluded or ostracized. Dear young people, be true "athletes of Christ"!
3. And third: A field is a construction site. We are seeing this happen before us with our own eyes: young people have engaged and given themselves to the work of building up the Church. When our heart is good soil which receives the word of God, when "we build up a sweat" in trying to live as Christians, we experience something tremendous: we are never alone, we are part of a family of brothers and sisters, all journeying on the same path: we are part of the Church. These young people were not alone, but together they created a path and built up the Church; together they have done what Saint Francis did, built up and repaired the Church. I ask you: do you want to build up the Church? [Yes …] Are you encouraged to do so? [Yes …]And tomorrow, will you have forgotten the "yes" you have spoken today? [No …] That makes me happy! We are part of the Church, indeed, we are building up the Church and we are making history. Young people, please: don’t put yourselves at the tailend of history. Be active members! Go on the offensive! Play down the field, build a better world, a world of brothers and sisters, a world of justice, of love, of peace, of fraternity, of solidariety. Play always on the offensive! Saint Peter tells us that we are living stones, which form a spiritual edifice (cf. 1 Pet 2:5). As we look at this platform, we see that it is in the shape of a church, built up with living stones. In the Church of Jesus, we ourselves are the living stones. Jesus is asking us to build up his Church; each one of us is a living stone, a small part of the edifice; when the rain comes, if this piece is missing, there are leaks and water comes in. Don’t build a little chapel which holds only a small group of persons. Jesus asks us to make his living Church so large that it can hold all of humanity, that it can be a home for everyone! To me, to you, to each of us he says: "Go and make disciples of all nations". Tonight, let us answer him: Yes, Lord, I too want to be a living stone; together we want to build up the Church of Jesus! I want to go forth and build up the Church of Christ! Are you eager to make this happen again? I want to go out and build up the Church of Christ, let us say this together … [the young people repeat]. You must always remember that you have said this together. Your young hearts want to build a better world. I have been closely following the news reports of the many young people who throughout the world have taken to the streets in order to express their desire for a more just and fraternal society. Young people in the streets. It is the young who want to be the protagonists of change. Please, don’t leave it to others to be the protagonists of change. You are the ones who hold the future! You … Through you the future is fulfilled in the world. I ask you also to be protagonists of this transformation. Continue to overcome apathy, offering a Christian reponse to the social and political anxieties, which are arising in various parts of the world. I ask you to be builders of the world, to work for a better world. Dear young people, please, don’t be observers of life, but get involved. Jesus did not remain an observer, but he immersed himself. Don’t be observers, but immerse yourself in the reality of life, as Jesus did.
But one question remains: Where do we start? Whom do we ask to begin this work? Some people once asked Mother Teresa of Calcutta what needed to change in the Church, and which wall should they start with? They asked her, where is the starting point? And she replied, you and I are the starting point! This woman showed determination! She knew where to start. And today I make her words my own and I say to you: shall we begin? Where? With you and me! Each one of you, once again in silence, ask yourself: if I must begin with myself, where exactly do I start? Each one of you, open his or her heart, so that Jesus may tell you where to start.
Dear friends, never forget that you are the field of faith! You are Christ’s athletes! You are called to build a more beautiful Church and a better world. Let us lift our gaze to Our Lady. Mary helps us to follow Jesus, she gives us the example by her own "yes" to God: "I am the servant of the Lord; let it be done to me as you say" (Lk 1:38). All together, let us join Mary in saying to God: let it be done to me as you say. Amen!
[01092-02.02] [Original text: Plurilingual]
TRADUZIONE IN LINGUA FRANCESE
Chers jeunes,
En vous regardant présents ici, me vient à l’esprit l’histoire de saint François d’Assise. Devant le Crucifix il entend la voix de Jésus qui lui dit : « François, va et répare ma maison ». Et le jeune François répond avec rapidité et générosité à cet appel du Seigneur : réparer sa maison. Mais quelle maison ? Peu à peu il s’est rendu compte qu’il ne s’agissait pas de faire le maçon et de réparer un édifice de pierres, mais de donner sa contribution à la vie de l’Église ; il s’agissait de se mettre au service de l’Église, en l’aimant et en travaillant, pour qu’en elle se reflète toujours davantage le Visage du Christ.
Aujourd’hui aussi, le Seigneur continue à avoir besoin de vous, les jeunes, pour son Église. Chers jeunes, le Seigneur a besoin de vous ! Aujourd’hui aussi, il appelle chacun de vous à le suivre dans son Église et à être missionnaire. Chers jeunes, le Seigneur vous appelle aujourd’hui ! Non pas en désordre ! À toi, à toi, à toi, à chacun. Écoutez dans votre cœur ce qu’il vous dit. Je pense que nous pouvons apprendre quelque chose de ce qui s’est passé ces jours-ci, du comment nous avons dû annuler, à cause du mauvais temps, la réalisation de cette veillée sur le « Campus Fidei », à Guaratiba. Le Seigneur ne voudrait-il pas nous dire que le vrai champ de la foi, le vrai « Campus Fidei », n’est pas un lieu géographique, mais que nous le sommes nous-mêmes ? Oui ! C’est vrai ! Chacun de nous, chacun de vous, moi, tout le monde ! Et être disciple missionnaire signifie savoir que nous sommes le Champ de la Foi de Dieu ! C’est pourquoi, en partant de l’image du Champ de la Foi, j’ai pensé à trois images qui peuvent nous aider à mieux comprendre ce que signifie être disciple-missionnaire : la première image, le champ qui est le lieu dans lequel on sème ; la seconde, le champ comme lieu d’entraînement ; et la troisième, le champ comme chantier.
1. Tout d’abord : Le champ comme lieu dans lequel on sème. Nous connaissons tous la parabole de Jésus qui parle d’un semeur parti jeter les semences dans son champ. Quelques unes d’entre elles tombent sur la route, au milieu des pierres, parmi les épines et ne parviennent pas à se développer. Mais d’autres tombent sur la bonne terre et produisent beaucoup de fruits (Cf. Mt 13, 1-9). Jésus lui-même explique le sens de la parabole : la semence est la Parole de Dieu qui est jetée dans nos cœurs (Cf. Mt 13, 18-23). Aujourd’hui… tous les jours, mais aujourd’hui particulièrement, Jésus sème. Lorsque nous acceptons la Parole de Dieu, alors nous sommes le Champ de la Foi ! S’il vous plaît, laissez le Christ et sa Parole entrer dans votre vie, laissez la semence de la Parole de Dieu y entrer, laissez-la germer, laissez-la grandir. Dieu fait tout, mais vous, laissez-le agir, laissez-le travailler dans cette croissance !
Jésus nous dit que les semences tombées au bord de la route, ou entre les pierres, ou au milieu des épines n’ont pas porté de fruit. Je crois que, honnêtement, nous pouvons nous demander : Quel type de terrain sommes-nous, quel type de terrain voulons-nous être ? Peut-être sommes-nous parfois comme la route : nous écoutons le Seigneur, mais rien ne change dans notre vie, parce que nous nous laissons étourdir par beaucoup d’attraits superficiels que nous écoutons ; moi, je vous demande, mais ne répondez pas maintenant, que chacun réponde dans son cœur : suis-je un jeune, une jeune, distrait ? Ou nous sommes comme le terrain pierreux : nous accueillons avec enthousiasme Jésus, mais nous sommes inconstants, devant les difficultés nous n’avons pas le courage d’aller à contre-courant. Que chacun de nous réponde dans son cœur : Suis-je courageux ou suis-je un lâche ? Ou nous sommes comme le terrain avec les épines : les choses, les passions négatives étouffent en nous les paroles du Seigneur (cf. Mt 13, 18-22). Dans mon cœur, ai-je l’habitude de jouer deux rôles : faire bonne figure avec Dieu et faire bonne figure avec le Diable ? Vouloir recevoir la semence de Jésus et arroser en même temps les épines et les mauvaises herbes qui se cachent dans mon cœur ? Mais aujourd’hui, je suis certain que la semence peut tomber dans la bonne terre. Écoutons ces témoins, écoutons comment la semence est tombée dans la bonne terre. « Non, Père, je ne suis pas de la bonne terre, je suis une calamité, je suis plein de pierres, d’épines, de tout ». Oui, c’est possible que cela soit en superficie, mais libère une portion, une petite portion de bonne terre, et laisse la semence y tomber et tu verras comment elle germera. Je sais que vous voulez être un bon terrain, vraiment des chrétiens, non pas des chrétiens part-time, non des chrétiens « empesés », hautains et distants, de façon à ressembler à des chrétiens mais, au fond, au fond, sans rien faire ; non pas des chrétiens de façade, ces chrétiens qui le sont simplement en apparence, mais des chrétiens authentiques. Je sais que vous ne voulez pas vivre dans l’illusion d’une liberté inconsistante qui se laisse entraîner par les modes et les convenances du moment. Je sais que vous visez haut, vous voulez faire des choix définitifs qui donnent plein sens. C’est ainsi ou bien je me trompe ? C’est ainsi ? Bien ! si c’est ainsi, faisons une chose : tous en silence, regardons notre cœur et que chacun dise à Jésus qu’il veut recevoir la semence. Dites à Jésus : regarde, Jésus, les pierres qu’il y a, regarde les épines, regarde les mauvaises herbes, mais regarde cette petite portion de terre que je t’offre pour que la semence y entre. En silence, laissons entrer la semence de Jésus. Souvenez-vous de ce moment, chacun de nous connaît le nom de la semence qui y est entrée. Laissez-la grandir, et Dieu en prendra soin.
2. Le champ. En plus d’être un lieu dans lequel on sème, le champ est un lieu d’entraînement. Jésus nous demande de le suivre toute la vie, il nous demande d’être ses disciples, de « jouer dans son équipe ». La majorité d’entre vous aime le sport. Et ici, au Brésil, comme en d’autres pays, le football est une passion nationale. Oui ou non ? Et bien, que fait un joueur quand il est appelé à faire partie d’une équipe ? Il doit s’entraîner, et s’entraîner beaucoup ! Il en est ainsi de notre vie de disciple du Seigneur. Saint Paul, en décrivant les chrétiens, nous dit : « Tous les athlètes s’imposent une discipline sévère ; ils le font pour gagner une couronne qui va se faner, et nous pour une couronne qui ne se fane pas » (1 Co 9, 25). Jésus nous offre quelque chose de supérieur à la Coupe du monde ! Quelque chose de supérieur à la Coupe du monde ! Jésus nous offre la possibilité d’une vie féconde, d’une vie heureuse, et il nous offre aussi un avenir avec lui qui n’aura pas de fin, dans la vie éternelle. C’est ce que nous offre Jésus. Mais il nous demande de payer l’entrée, et l’entrée c’est que nous nous entrainions pour « être en forme », pour affronter sans peur toutes les situations de la vie, en témoignant de notre foi. Par le dialogue avec lui : la prière. Père, maintenant, tu nous fais prier tous ? Non ? Je te demande… mais répondez dans votre cœur, pas à haute voix, mais dans le silence : est-ce que je prie ? Que chacun réponde. Est-ce que je parle avec Jésus ou bien ai-je peur du silence ? Est-ce que je laisse l’Esprit Saint parler dans mon cœur ? Je demande à Jésus : que veux-tu que je fasse, que veux-tu de ma vie ? C’est cela s’entraîner. Demandez à Jésus, parlez avec Jésus. Et si vous commettez une erreur dans la vie, si vous faites une glissade, si vous faites quelque chose de mal, n’ayez pas peur. Jésus, regarde ce que j’ai fait ! Qu’est-ce que je dois faire maintenant ? Mais parlez toujours avec Jésus, dans le bien comme dans le mal, quand vous faites une chose bonne ou quand vous faites une chose mauvaise. N’ayez pas peur de lui ! C’est cela la prière. Et avec cela, vous vous entrainez dans le dialogue avec Jésus, dans ce fait d’être disciple missionnaire ! Par les sacrements, qui font grandir en nous sa présence. Par l’amour fraternel, par l’écoute, la compréhension, le pardon, l’accueil, l’aide de l’autre, de toute personne, sans exclure, sans mettre en marge. Chers jeunes, soyez de vrais « athlètes du Christ ».
3. Enfin : le champ comme chantier. Ici, nous voyons comment on a pu construire ceci, précisément ici : les jeunes ont commencés à bouger, ils se sont engagés et ils ont construit l’Église. Quand notre cœur est une bonne terre qui accueille la Parole de Dieu, quand « on mouille le maillot » en cherchant à vivre comme chrétiens, nous expérimentons quelque chose de grand : nous ne sommes jamais seuls, nous faisons partie d’une famille de frères qui parcourent le même chemin, nous faisons partie de l’Église. Ces jeunes n’étaient pas seuls, mais ils ont cheminé ensemble et ils ont construit l’Église, ils ont réalisé ensemble ce qu’a fait saint François ; construire, réparer l’Église. Je te demande : voulez-vous construire l’Église ? [Oui…] Vous mettez-vous en mouvement pour le faire ? [Oui…] Et demain, oublieriez-vous ce « oui » que vous avez dit ? [Non…]. Cela me plaît ! Nous faisons partie de l’Église, ou plutôt nous devenons les constructeurs de l’Eglise et les protagonistes de l’histoire. S’il vous plaît, chers jeunes : ne vous mettez pas à la « queue » de l’histoire. Soyez-en les protagonistes. Jouez en attaque ! Tirez en avant, construisez un monde meilleur, un monde de frères, un monde de justice, d’amour, de paix, de fraternité, de solidarité. Jouez toujours en attaque ! Saint Pierre nous dit que nous sommes pierres vivantes qui forment un édifice spirituel (Cf. 1 P 2, 5). Et nous regardons cette estrade, on voit qu’elle a la forme d’une église construite avec des pierres vivantes. Dans l’Église de Jésus nous sommes, nous, les pierres vivantes, et Jésus nous demande de construire son Église ; chacun de nous est une pierre vivante, est un élément de la construction, et, quand vient la pluie, s’il manque cet élément, il y a des infiltrations, et l’eau pénètre dans la maison. Et ne construisons pas une petite chapelle qui ne peut contenir qu’un petit groupe de personnes. Jésus nous demande que son Église vivante soit grande au point de pouvoir accueillir l’humanité entière, qu’elle soit la maison de tous ! Il dit à toi, à moi, à chacun : « Allez, et de tous les peuples faites des disciples ». Ce soir, répondons-lui : Oui, Seigneur, moi aussi je veux être une pierre vivante ; ensemble, nous voulons édifier l’Église de Jésus ! Je veux aller et être constructeur de l’Église du Christ ! Êtes-vous prêts à le répéter ? Je veux aller et être constructeur de l’Église du Christ, voyons maintenant … [les jeunes le répètent]. Vous devez vous rappeler ensuite que vous l’avez dit ensemble.
Ton cœur, cœur jeune, veut construire un monde meilleur. Je suis les nouvelles du monde et je vois que de nombreux jeunes, en tant de parties du monde, sont sortis sur les routes pour exprimer le désir d’une civilisation plus juste et fraternelle. Les jeunes sur les routes. Ce sont des jeunes qui veulent être protagonistes du changement. S’il vous plaît, ne laissez pas les autres être protagonistes du changement ! Vous, vous êtes ceux qui ont l’avenir ! Vous… Par vous l’avenir entre dans le monde. Je vous demande aussi d’être protagonistes de ce changement. Continuez à vaincre l’apathie, en donnant une réponse chrétienne aux inquiétudes sociales et politiques, présentes dans diverses parties du monde. Je vous demande d’être constructeurs du monde, de vous mettre au travail pour un monde meilleur. Chers jeunes, s’il vous plaît, ne regardez pas la vie « du balcon », mettez-vous en elle, Jésus n’est pas resté au balcon, il s’est immergé ; ne regardez pas la vie « du balcon », immergez-vous en elle comme l’a fait Jésus.
Demeure cependant une question : par où commençons-nous ? à qui demandons-nous de commencer cela ? Par où commençons-nous ? Une fois on a demandé à Mère Theresa de Calcutta ce qui devait changer dans l’Église, si nous voulons commencer, par quel mur ? Par où – a-t-on demandé à Mère Theresa – faut-il commencer ? Par toi et par moi ! répondit-elle. Elle avait de la poigne cette femme ! Elle savait par où commencer. Aujourd’hui, moi aussi, je vole la parole à Mère Theresa, et je te dis : commençons ? Par où ? Par toi et par moi ! Que chacun, une fois encore en silence, se demande : si je devais commencer par moi, par où commencerais-je ? Que chacun ouvre son cœur pour que Jésus lui dise par où commencer.
Chers amis, n’oubliez pas : vous êtes le champ de la foi ! Vous êtes les athlètes du Christ ! Vous êtes les constructeurs d’une Église plus belle et d’un monde meilleur. Levons les yeux vers la Madone. Elle aide à suivre Jésus, elle nous donne l’exemple par son « oui » : « Voici la servante du Seigneur : que tout se passe pour moi selon ta parole » (Lc 1, 38). Nous le disons nous aussi, ensemble avec Marie, à Dieu : Que tout se passe pour moi selon ta parole. Ainsi soit-il.
[01092-03.02] [Texte original: Plurilingue]
TRADUZIONE IN LINGUA TEDESCA
Liebe junge Freunde,
wenn ich euch sehe, die ihr heute hier seid, kommt mir die Geschichte des heiligen Franz von Assisi in den Sinn. Vor dem Kreuz hört er die Stimme Jesu, die zu ihm sagt: „Franziskus, geh und stelle mein Haus wieder her." Und der junge Franziskus antwortet schnell und großmütig auf diesen Ruf des Herrn: sein Haus wiederherstellen. Aber welches Haus? Nach und nach wird er sich bewusst, dass es nicht darum ging, den Maurer zu machen und ein aus Steinen gefertigtes Gebäude wieder aufzubauen, sondern seinen Beitrag für das Leben der Kirche zu leisten. Es ging darum, sich in den Dienst der Kirche zu stellen, sie zu lieben und zu arbeiten, damit sich in ihr immer mehr das Antlitz Christi widerspiegle.
Auch heute noch braucht der Herr euch junge Menschen für seine Kirche. Liebe junge Freunde, der Herr braucht euch! Auch heute ruft er jeden von euch, ihm in seiner Kirche zu folgen und Missionar zu sein. Liebe junge Freunde, der Herr ruft euch! Nicht haufenweise, als Masse! Er ruft dich und dich und dich, jeden einzeln; hört im Herzen, was er euch sagt. Ich denke, wir können etwas lernen aus dem, was in diesen Tagen geschehen ist, wie wir wegen des schlechten Wetters die Durchführung dieser Vigilfeier auf dem „Campus Fidei" in Guaratiba haben aufgeben müssen. Will uns der Herr nicht vielleicht sagen, dass das wahre Feld des Glaubens, der wahre „Campus Fidei" nicht ein geographischer Ort ist, sondern wir selbst? Ja! Es ist wahr! Jeder von uns, jeder von euch, ich, alle! Und ein Jünger und Missionar zu sein bedeutet zu wissen, dass wir Gottes Feld des Glaubens sind! Darum habe ich, ausgehend vom Bild des Feld des Glaubens an drei Bilder gedacht, die uns helfen können, besser zu verstehen, was es bedeutet, ein Jünger und Missionar zu sein: das erste Bild, das Feld als Ort, auf dem gesät wird; das zweite, das Feld als Ort des Trainings; und das dritte, das Feld als Baustelle.
1. Erstens: Das Feld als Ort, auf dem gesät wird. Wir kennen alle das Gleichnis Jesu, das von einem Sämann erzählt, der aufs Feld ging, um Samen auszustreuen. Einige Körner fallen auf den Weg, auf felsigen Boden, in die Dornen und können nicht richtig wachsen; aber andere fallen auf guten Boden und bringen reiche Frucht (vgl. Mt 13,1-9). Jesus selbst erklärt den Sinn des Gleichnisses: Der Samen ist das Wort Gottes, das in unsere Herzen gesät wird (vgl. Mt 13,18-23). Heute… alle Tage, aber heute in besonderer Weise, sät Jesus aus. Wenn wir das Wort Gottes annehmen, dann sind wir das Feld des Glaubens! Bitte, lasst Christus und sein Wort in euer Leben eintreten, lasst den Samen des Wortes Gottes herein, lasst ihn aufkeimen, lasst ihn wachsen! Gott macht alles, ihr aber lasst ihn handeln, lasst zu, dass er an diesem Wachsen arbeitet!
Jesus sagt uns, dass die Samen, die an den Wegrand, die zwischen die Felsen oder in die Dornen gefallen sind, keine Frucht gebracht haben. Ich glaube, dass wir uns ganz ehrlich fragen können: Was für eine Art Boden sind wir, was für eine Art Boden wollen wir sein? Vielleicht sind wir manchmal wie der Weg: Wir hören den Herrn, aber es ändert sich nichts in unserem Leben, denn wir lassen uns von vielen oberflächlichen Verlockungen, die wir hören, betäuben. Ich stelle euch die Frage, aber antwortet nicht jetzt, jeder soll in seinem Herzen antworten: Bin ich ein junger Mann, eine junge Frau, die betäubt ist? Oder wir sind wie der felsige Boden: Wir nehmen Jesus mit Begeisterung auf, aber wir sind unbeständig, haben nicht den Mut, bei Schwierigkeiten gegen den Strom zu schwimmen. Jeder von uns antworte in seinem Herzen: Habe ich Mut, oder bin ich ein Feigling? Oder wir sind wie der Boden mit den Dornen: Die materiellen Dinge und die schlechten Leidenschaften ersticken in uns die Worte des Herrn (vgl. Mt 13,18-22). Habe ich in meinem Herzen die Gewohnheit, ein doppeltes Spiel zu spielen: vor Gott eine gute Figur zu machen und vor dem Teufel eine gute Figur zu machen? Den Samen Jesu empfangen zu wollen und zugleich die Dornen und das Unkraut zu begießen, das in meinem Herzen aufkeimt? Heute aber bin ich sicher, dass der Samen auf guten Boden fallen kann. Hören wir diese Zeugen, wie der Samen auf guten Boden gefallen ist! – „Nein, Vater, ich bin kein guter Boden, ich bin eine Katastrophe, bin voller Steine, Dornen und was sonst noch alles." – Ja, kann sein, dass das an der Oberfläche so ist, aber mach ein Stückchen frei, ein kleines Stück guten Bodens, und lass den Samen dorthin fallen, und du wirst sehen, wie er aufkeimt! Ich weiß, dass ihr guter Boden sein wollt, wirklich Christen, keine Teilzeit-Christen, keine „Spießer"-Christen, die die Nase hoch tragen, so dass sie als Christen erscheinen und im Innern überhaupt nichts tun; keine Fassaden-Christen, diese Christen, die „purer Augenschein" sind, sondern authentische Christen. Ich weiß, dass ihr nicht in einer haltlosen Freiheit leben wollt, die sich von den Moden und Interessen des Augenblicks treiben lässt. Ich weiß, dass ihr das Große wollt, endgültige Entscheidungen, die vollen Sinn geben. Ist das so, oder irre ich mich? Ist das so? – Gut, wenn das so ist, dann machen wir jetzt folgendes: Werden wir alle still und schauen auf unser Herz, und jeder sage zu Jesus, dass er den Samen empfangen will. Sagt zu Jesus: Sieh, Jesus, die Steine, die da sind, sieh die Dornen, sieh das Unkraut, aber schau auf dieses kleine Stück Erde, das ich dir anbiete, damit der Samen dort eindringt. Lassen wir im Schweigen den Samen Jesu eindringen. Erinnert euch an diesen Moment; jeder kennt den Namen des Samens, der eingedrungen ist. Lasst ihn wachsen, und Gott wird sich um ihn kümmern.
2. Das Spielfeld. Das Feld ist außer einem Ort der Aussaat auch ein Ort des Trainings. Jesus bittet uns, ihm das ganze Leben hindurch zu folgen, er bittet uns, seine Jünger zu sein, „in seiner Mannschaft zu spielen". Die meisten von euch lieben den Sport. Und hier in Brasilien wie in anderen Ländern ist Fußball eine nationale Leidenschaft. Stimmt’s? Nun, was macht ein Spieler, wenn er in eine Mannschaft berufen wird? Er muss trainieren, viel trainieren. Genau so ist unser Leben als Jünger des Herrn. Der heilige Paulus sagt uns, als er die Christen beschreibt: „Jeder Wettkämpfer lebt aber völlig enthaltsam; jene tun dies, um einen vergänglichen, wir aber, um einen unvergänglichen Siegeskranz zu gewinnen" (1 Kor 9,25). Jesus bietet uns etwas Größeres als den Weltcup! Etwas Größeres als den Weltcup! Jesus bietet uns die Möglichkeit eines fruchtbaren Lebens, eines glücklichen Lebens, und er bietet uns auch eine Zukunft mit ihm, die kein Ende haben wird, im ewigen Leben. Das ist es, was Jesus uns bietet. Aber er verlangt von uns, dass wir den Eintritt bezahlen, und der Eintrittspreis ist, dass wir trainieren, um „in Form zu bleiben", um allen Situationen des Leben ohne Angst zu begegnen und dabei unseren Glauben zu bezeugen. Durch den Dialog mit ihm: das Gebet. Vater, und jetzt lässt du uns alle beten? Nein? Ich stelle dir eine Frage… aber antwortet in eurem Herzen, nicht mit lauter Stimme, sondern im Schweigen: Bete ich? Jeder soll antworten. Spreche ich mit Jesus, oder habe ich Angst vor der Stille? Lasse ich zu, dass der Heilige Geist in meinem Herzen spricht? Frage ich Jesus: Was willst du, das ich tun soll, was erwartest du von meinem Leben? – Das bedeutet trainieren. Fragt Jesus, sprecht mit Jesus. Und wenn ihr im Leben einen Fehler begeht, wenn euch ein Ausrutscher passiert, wenn ihr etwas tut, das schlecht ist, habt keine Angst: Jesus, schau, was ich getan habe! Was soll ich jetzt machen? Aber sprecht immer mit Jesus, im Guten und im Bösen, wenn ihr etwas Gutes tut und wenn ihr etwas Schlechtes tut. Habt keine Angst vor ihm! Das ist das Gebet. Und damit trainiert ihr im Gespräch mit Jesus, in diesem missionarischen Jüngersein! Durch die Sakramente, die in uns seine Gegenwart wachsen lassen. Durch die geschwisterliche Liebe, dadurch, dass wir den anderen zuhören können, die anderen verstehen, aufnehmen, ihnen vergeben, helfen – allen Menschen, ohne auszuschließen, ohne auszugrenzen. Liebe junge Freunde, seid wahre „Athleten Christi"!
3. Und drittens: Das Feld als Baustelle. Wir haben sehen, wie das hier aufgebaut wurde: Die Jungen und Mädchen haben sich in Bewegung gesetzt; sie haben sich drangemacht und die Kirche gebaut. Wenn unser Herz guter Boden ist, der das Wort Gottes aufnimmt, wenn wir bei unseren Bemühungen, als Christen zu leben, gleichsam „das Unterhemd durchschwitzen", machen wir eine wertvolle Erfahrung: Wir sind nie allein, wir sind Teil einer Familie von Brüdern und Schwestern, die den gleichen Weg gehen: Wir sind Teil der Kirche. Diese Jungen, diese Mädchen waren nicht allein. Sie haben den Weg gemeinsam gemacht und die Kirche gebaut. Gemeinsam haben sie das verwirklicht, was der heilige Franziskus gemacht hat: die Kirche zu bauen, sie zu reparieren. Ich frage euch: Wollt ihr die Kirche aufbauen? [Ja…] Wollt ihr euch gegenseitig anspornen, das zu tun? [Ja…] Und habt ihr morgen dieses Ja, das ihr gesagt habt, wieder vergessen? [Nein…] So gefällt es mir! Wir sind Teil der Kirche, besser noch, wir werden Erbauer der Kirche und Protagonisten der Geschichte. Liebe Jungen und Mädchen, bitte hängt euch nicht hinten an den Schwanz der Geschichte an. Seid die Hauptdarsteller! Spielt im Sturm! Schießt nach vorne! Baut eine bessere Welt auf, eine Welt von Brüdern und Schwestern, eine Welt der Gerechtigkeit, der Liebe, des Friedens, der Brüderlichkeit, der Solidarität! Spielt immer im Sturm! Der heilige Petrus sagt uns, dass wir lebendige Steine sind, die einen geistlichen Bau bilden (vgl. 1 Petr 2,5). Wenn wir diese Bühne betrachten, sehen wir, dass sie die Gestalt einer Kirche hat, die aus lebendigen Steinengebaut ist. In der Kirche Jesu sind wir die lebendigen Steine, und Jesus bittet uns, seine Kirche aufzubauen; jeder von uns ist ein lebendiger Stein, ist ein kleiner Bestandteil der Konstruktion. Und wenn der Regen kommt, und dieser kleine Stein fehlt, dann gibt es Wasserschäden. Dann dringt Wasser ins Haus ein. Und baue nicht nur eine kleine Kapelle, die nur eine kleine Gruppe von Personen aufnehmen kann! Jesus bittet uns, dass seine lebendige Kirche so groß sei, dass sie die ganze Menschheit aufnehmen kann, dass sie ein Haus für alle sei! Er sagt zu mir, zu dir, zu jedem: „Geht und macht alle Völker zu Jüngern". Diesen Abend wollen wir ihm antworten: Ja, Herr auch ich will ein lebendiger Stein sein; zusammen wollen wir die Kirche Jesu aufbauen! Ich will hinausgehen, um ein Erbauer der Kirche Christi zu sein! Wollt ihr das gemeinsam wiederholen? Ich will hinausgehen, um ein Erbauer der Kirche Christi zu sein! Schauen wir mal … [die Jugendlichen wiederholen es]. Nachher müsst ihr in Erinnerung behalten, dass ihr das gemeinsam gesagt habt. Dein Herz, junges Herz, will eine bessere Welt aufzubauen. Ich verfolge die Nachrichten der Welt und sehe, dass viele Jugendlichen in vielen Teilen der Welt auf die Straßen hinausgegangen sind, um ihrem Wunsch nach einer gerechteren und brüderlicheren Gesellschaft Ausdruck zu verleihen. Die jungen Menschen auf den Straßen. Es sind junge Menschen, welche die Protagonisten, die Hauptdarsteller der Veränderung sein wollen. Ich bitte euch, lasst nicht zu, dass andere die Hauptdarsteller der Veränderung sind! Ihr seid die, denen die Zukunft gehört! Ihr… Durch euch tritt die Zukunft in die Welt ein. Ich bitte euch auch, die Hauptdarsteller dieser Veränderung zu sein. Arbeitet weiter daran, die Apathie zu überwinden und eine christliche Antwort auf die sozialen und politischen Unruhen zu geben, die sich in mehreren Teilen der Welt zeigen. Ich bitte euch, Konstrukteure der Welt zu sein und euch an die Arbeit für eine bessere Welt zu machen. Liebe junge Freunde, bitte schaut euch das Leben nicht „vom Balkon aus" an! Begebt euch in die Welt! Jesus ist nicht auf dem Balkon geblieben. Er hat sich mitten hinein gestürzt. Betrachtet das Leben nicht „vom Balkon aus". Taucht ein in das Leben, wie Jesus es gemacht hat.
Es bleibt aber die Frage: Wo sollen wir beginnen? Wen fragen wir, um dieses zu beginnen? Wo fangen wir an? Einmal haben sie Mutter Teresa von Kalkutta gefragt, was in der Kirche verändert werden müsse; von welcher Wand wollen wir anfangen? Wo fangen wir an? Bei dir und bei mir! antwortete sie: Sie hatte Biss, diese Frau! Sie wusste, wo anzufangen sei. Auch ich raube heute Mutter Teresa dieses Wort und sage dir: Anfangen? Wo? Bei dir und bei mir! Jeder frage sich, wieder im Stillen: Wenn ich bei mir anfangen soll, wo fange ich an? Jeder öffne sein Herz, damit Jesus ihm sage, wo er anfangen soll.
Liebe Freunde, vergesst nicht: Ihr seid das Feld des Glaubens! Ihr seid die Athleten Christi! Ihr seid die Erbauer einer schöneren Kirche und einer besseren Welt. Erheben wir unseren Blick zur Muttergottes. Sie hilft uns, Jesus zu folgen. Sie gibt uns mit ihrem „Ja" zu Gott das Beispiel: „Ich bin die Magd des Herrn; mir geschehe, wie du es gesagt hast (Lk 1,38). Das wollen auch wir zu Gott sagen – zusammen mit Maria: Mir geschehe, wie du es gesagt hast. So sei es!
[01092-05.02] [Originalsprache: Mehrsprachig]
TRADUZIONE IN LINGUA POLACCA
Droga Młodzieży!
Gdy patrzę na was tu obecnych, przychodzi mi na myśl historia św. Franciszka z Asyżu. Przed krucyfiksem usłyszał on głos Jezusa, który do niego powiedział: „Franciszku, idź i odbuduj mój dom". I młody Franciszek zareagował z gotowością i wielkodusznie na to wezwanie Pana, by odbudował Jego dom. Ale jaki dom? Stopniowo uświadamiał sobie, że nie chodziło o to, aby został murarzem i zreperował budynek z kamienia, ale aby wniósł swój wkład w życie Kościoła. Chodziło o oddanie się na służbę Kościoła, miłując go i pracując nad tym, aby coraz bardziej odzwierciedlało się w nim oblicze Chrystusa.
Także dzisiaj Pan nadal potrzebuje was, młodych, dla swego Kościoła. Drodzy młodzi, Pan was potrzebuje! Także dzisiaj wzywa każdego z was, byście szli za Nim w Jego Kościele i byli misjonarzami. Drodzy młodzi, Pan waz wzywa! Nie masę! Ciebie, i ciebie i ciebie, każdego. Słuchajcie w sercu, co do was mówi. Myślę, że czegoś możemy się nauczyć z tego, co dokonało się w tych dniach, z tego, że musieliśmy z powodu złej pogody zrezygnować z odbywania tego Czuwania na „Campus Fidei" w Guaratiba. Czy czasem Pan nie chce nam powiedzieć, że prawdziwe pole wiary, prawdziwy „Campus fidei", to nie miejsce geograficzne, ale to my sami. Tak! To prawda! Każdy z nas, każdy z was, ja, wszyscy! A być uczniem, misjonarzem, znaczy wiedzieć, że jesteśmy polem Bożej wiary! Dlatego, wychodząc od obrazu pola wiary, pomyślałem o trzech obrazach, które mogą nam pomóc lepiej zrozumieć, co to znaczy być uczniem i misjonarzem: pierwszy – pole jako teren, na którym się sieje; drugi – pole jako miejsce treningu, i trzeci – pole jako plac budowy.
1. Pierwszy: Pole jako teren, na którym się sieje. Wszyscy znamy przypowieść Jezusa opowiadającą o siewcy, który poszedł siać na polu. Niektóre ziarna padły na drogę, pośród kamieni, między ciernie i nie mogły wzrosnąć. Inne natomiast padły na ziemię żyzną i wydały obfity plon (por. Mt 13, 1-9). Sam Jezus wyjaśnił znaczenie tej przypowieści: ziarnem jest Słowo Boże, które pada w nasze serca (por. Mt 13, 18-23). Dzisiaj... każdego dnia, ale dzisiaj szczególnie, Jezus sieje. Kiedy przyjmujemy Słowo Boże, jesteśmy polem wiary! Proszę, pozwólcie Chrystusowi i Jego Słowu wejść w wasze życie, pozwólcie wejść zasiewowi Słowa Bożego, pozwólcie, aby się zakorzenił i wzrastał! Bóg robi wszystko, ale wy pozwólcie Mu działać, pozwólcie aby On sprawiał ten wzrost!
Jezus mówi nam, że nasiona, które padły na skraj drogi lub między kamienie czy też między ciernie, nie wydały plonu. Myślę, że uczciwie możemy się zapytać: Jaką glebą jesteśmy, jaką glebą chcemy być? Może czasami jesteśmy jak ta droga: słuchamy Pana, ale nic nie zmienia się w naszym życiu, bo dajemy się zagłuszyć licznym powierzchownym wezwaniom, których słuchamy. Pytam was, ale nie odpowiadajcie teraz – każdy niech odpowie w swoim sercu: Jestem młodym ogłuszonym, młodą ogłuszoną? Czy jesteśmy jak teren kamienisty: z entuzjazmem przyjmujemy Jezusa, ale jesteśmy niestali i w obliczu trudności nie mamy odwagi iść pod prąd. Każdy z nas niech odpowie w swoim sercu: mam odwagę, czy jestem tchórzem? Albo jesteśmy jak teren ciernisty: rzeczy, negatywne namiętności tłumią w nas słowa Pana (por. Mt 13, 18-22). Mam zwyczaj w moim sercu odgrywać podwójną rolę: przymilać się Bogu i przymilać się Diabłu? Chcieć otrzymywać ziarno Jezusa i równocześnie pielęgnować ciernie i chwasty, jakie rodzą się w moim sercu? Dziś jednak jestem pewien, że zasiew może paść na ziemię żyzną. Słyszymy od tych świadków, jak zasiew padł na żyzną ziemię. „Nie, Ojcze, nie jestem żyzną ziemią, jestem nieszczęściem, jestem pełen kamieni, cierni, wszystkiego". Tak, może się zdarzyć, że tak jest na powierzchni, ale odsłoń odrobinę, kawałek żyznej ziemi, i pozwól żeby padł tam, a zobaczysz jak wzrasta. Ja wiem, że chcecie być dobrą glebą, prawdziwymi chrześcijanami, chrześcijanami nie na pół etatu, nie chrześcijanami „skostniałymi", zadufanymi w sobie, sprawiającymi wrażenie chrześcijan, a w rzeczywistości nic nie robiącymi; nie chrześcijanami powierzchownymi, tymi „na pokaz", ale chrześcijanami autentycznymi. Wiem, że wy nie chcecie żyć w iluzji nietrwałej wolności, która poddaje się nurtom mody i kieruje chwilowymi korzyściami. Wiem, że mierzycie wysoko, do decyzji definitywnych, dających pełny sens. Jest tak, czy się mylę? Czy tak jest? Dobrze, jeżeli tak jest, zróbmy jedną rzecz: wszyscy w ciszy wejrzyjmy w serce i każdy z nas niech powie Jezusowi, że chce otrzymać zasiew. Powiedzcie Jezusowi: zobacz, Jezu, te kamienie, zobacz ciernie, zobacz chwasty, ale zobacz też ten mały kawałek ziemi, który ofiaruję Tobie, aby padł na nią zasiew. W ciszy, pozwólmy zasiewowi Jezusa wniknąć. Pamiętajcie o tej chwili, każdy zna imię zasiewu, który wniknął. Pozwulcie mu wzrastać, a Pan Bóg się o niego zatroszczy.
2. Pole. Pole, oprócz tego, że jest miejscem zasiewu, jest też miejscem treningu. Jezus powołuje nas, abyśmy szli za Nim przez całe życie, prosi, abyśmy byli Jego uczniami, „grali w Jego drużynie".Większość z was lubi sport. A tutaj, w Brazylii, podobnie jak w innych krajach, piłka nożna jest pasją narodową. Tak, czy nie? A co robi piłkarz, kiedy zostaje powołany w skład drużyny? Musi trenować, i to dużo trenować! Podobnie jest w naszym życiu uczniów Pana. Św. Paweł, opisując chrześcijan, mówi nam: „Każdy, kto staje do zapasów, wszystkiego sobie odmawia; oni, aby zdobyć przemijającą nagrodę, my zaś – nieprzemijającą" (1 Kor 9, 25). Jezus daje nam coś więcej niż Puchar Świata! Coś więcej niż Puchar Świata! Jezus daje nam możliwość owocnego i szczęśliwego życia, a także proponuje nam przyszłość z Nim, która nie będzie miała końca, życie wieczne. To nam daje Jezus. Ale domaga się, abyśmy zapłacili bilet, a biletem jest to, że trenujemy, abyśmy „byli w formie", abyśmy bez lęku stawiali czoła wszystkim sytuacjom życiowym, dając świadectwo naszej wierze. Ojcze, teraz każe nam wszystkim modlić się? Nie? Pytam ciebie.... ale odpowiedzcie w waszym sercu, nie na głos, ale w ciszy: modlę się? Niech każdy odpowie. Rozmawiam z Jezusem, czy boję się milczenia? Pozwalam, aby Duch Święty mówił w moim sercu? Pytam Jezusa: co chcesz, abym zrobił, czego pragniesz od mojego życia? To znaczy trenować. Pytajcie Jezusa, rozmawiajcie z Jezusem. A jeśli w życiu popełnicie błąd, potkniecie się, robicie coś złego, nie lękajcie się. Jezu, popatrz, co zrobiłem! Co teraz powinienem zrobić? Rozmawiajcie jednak z Jezusem zawsze, w dobrym i złym, gdy zrobicie coś dobrego i gdy zrobicie coś złego. Nie bójcie się Go! To jest modlitwa. W ten sposób trenujecie dialog z Jezusem w misyjnym naśladowaniu! Przez Sakramenty, dzięki którym wzrasta Jego obecność w nas. Poprzez braterską miłość, umiejętność słuchania, zrozumienie, przebaczenie, otwarcie się, pomaganie innym, każdej osobie bez wyjątku, bez wykluczania. Drodzy młodzi, bądźcie prawdziwymi „atletami Chrystusa"!
3. I trzecie: Pole jako plac budowy. Tu widzimy, jak można było to tu zbudować: zaczęli się poruszać chłopcy i dziewczęta, wzięli się do pracy i wybudowali kościół. Kiedy nasze serce jest dobrą glebą, która przyjmuje Słowo Boże, kiedy „przepacamy koszulkę", starając się żyć po chrześcijańsku, doświadczamy czegoś wielkiego: nigdy nie jesteśmy sami, jesteśmy częścią rodziny, w której bracia przemierzają te samą drogę: jesteśmy częścią Kościoła. Ci chłopcy i te dziewczęta nie byli sami, ale wspólnie przebyli drogę i zbudowali kościół, wspólnie dokonali tego, co zrobił św. Franciszek. Budować, naprawiać Kościół! Pytam cię: chcecie budować Kościół? [Tak...] Zmobilizujecie się, żeby to robić? [Tak...] A jutro zapomnicie to „tak", które wypowiedzieliście? [Nie...] To mi się podoba! Jesteśmy częścią Kościoła, więcej, stajemy się budowniczymi Kościoła i aktywnymi twórcami historii. Chłopcy i dziewczęta, proszę was: nie ustawiajcie się w „ogonie" historii. Bądźcie twórcami. Grajcie w ataku! Kopcie piłkę wprzód, twórzcie lepszy świat, świat braci, świat sprawiedliwości, miłości, pokoju, braterstwa, solidarności. Grajcie zawsze w ataku! Św. Piotr mówi nam, że jesteśmy żywymi kamieniami, które tworzą duchową świątynię (por. 1 P 2, 5). A patrząc na to podium, widzimy, że ma ono kształt kościoła zbudowanego z żywych kamieni. W Kościele Jezusa my jesteśmy żywymi kamieniami, a Jezus nas prosi, byśmy budowali Jego Kościół. Każdy z nas jest żywym kamieniem, jest częścią konstrukcji, i kiedy nadchodzi deszcz, jeśli brak tego kawałka, powstają przecieki i woda wchodzi do domu. I nie budujcie małej kaplicy, która może pomieścić tylko grupkę osób. Jezus domaga się od nas, aby Jego Kościół żyjący był tak wielki, żeby mógł pomieścić całą ludzkość, by był domem dla wszystkich. Mówi do mnie, do ciebie, do każdego: „Idźcie (…) i nauczajcie wszystkie narody". Dziś wieczór odpowiedzmy Mu: Tak, Panie, ja także chcę być żywym kamieniem. Razem chcemy budować Kościół Jezusa! Chcę iść budować Kościół Chrystusowy! Chcecie to powtórzyć? Chcę iść budować Kościół Chrystusowy. Zobaczmy teraz... [młodzież powtarza] Potem musicie pamiętać, że powiedzieliście to razem.
Twoje młode serce pragnie budować lepszy świat. Śledzę wiadomości ze świata i widzę, że bardzo wielu w wielu częściach świata wyszło na ulice, żeby wyrazić pragnienie cywilizacji bardziej sprawiedliwej i braterskiej. Młodzi na ulicach. Są to młodzi, którzy chcą być twórcami przemian! Wy jesteście tymi, którzy mają przyszłość! Wy... Przez was przyszłość wkracza w świat. Proszę was, abyście byli twórcami tych przemian. Nie przestawajcie pokonywać apatii, ofiarując chrześcijańską odpowiedź na niepokoje społeczne i polityczne, jakie pojawiają się w różnych częściach świata. Proszę was, abyście byli budowniczymi świata, byście podjęli trud na rzecz lepszego świata. Droga młodzieży, proszę was: nie patrzcie na życie „z balkonu", zaangażujcie się w nie – Jezus nie stał na balkonie, zanurzył się w życiu – nie patrzcie na życie „z balkonu", zanurzcie się w nim jak Jezus.
Pozostaje jednak pytanie: od czego zaczynamy? Kogo poprosimy, by dał temu początek? Kiedyś zapytano Matkę Teresę z Kalkuty, co powinno się zmienić w Kościele, jeśli chcemy zacząć, to od której ściany? Od czego – zapytano Matkę Teresę – trzeba zacząć. Od ciebie i ode mnie! – odpowiedziała. Miała determinację ta kobieta! Wiedziała od czego zacząć. I ja dzisiaj przywłaszczam sobie słowo Matki Teresy i mówię ci: zaczynamy? Od czego? Od ciebie i ode mnie! Każdy, znowu w ciszy, niech się zapyta: jeśli mam zaczynać od siebie, od czego zaczynam? Niech każdy otworzy swoje serce, aby Jezus mu powiedział od czego zacząć.
Drodzy przyjaciele, nie zapominajcie: jesteście polem wiary! Jesteście atletami Chrystusa! Jesteście budowniczymi piękniejszego Kościoła i lepszego świata. Wznieśmy nasze oczy do Najświętszej Maryi Panny. Ona pomaga naśladować Jezusa, daje nam przykład poprzez swoje „tak" powiedziane Bogu: „Oto ja służebnica Pańska, niech mi się stanie według słowa twego!" (Łk 1, 38). Powiedzmy to Bogu także i my, wraz z Maryją: niech mi się stanie według Twego słowa. Niech się tak stanie!
[01092-09.02] [Testo originale: Plurilingue]
La veglia della GMG è proseguita poi con la Processione con il Santissimo Sacramento guidata dal Papa e l’Adorazione Eucaristica.
Dopo la benedizione finale, il Santo Padre è rientrato alla Residenza di Sumaré, mentre molti giovani sono rimasti sulla spiaggia di Copacabana l’intera notte vegliano in preghiera, in attesa della Santa Messa conclusiva di domani mattina.
[B0498-XX.02]