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VIAGGIO APOSTOLICO DI SUA SANTITÀ FRANCESCO A RIO DE JANEIRO (BRASILE) IN OCCASIONE DELLA XXVIII GIORNATA MONDIALE DELLA GIOVENTÙ (22-29 LUGLIO 2013) (XIII), 27.07.2013


VIAGGIO APOSTOLICO DI SUA SANTITÀ FRANCESCO A RIO DE JANEIRO (BRASILE) IN OCCASIONE DELLA XXVIII GIORNATA MONDIALE DELLA GIOVENTÙ (22-29 LUGLIO 2013) (XIII)

INCONTRO CON LA CLASSE DIRIGENTE DEL BRASILE, NEL TEATRO MUNICIPALE DI RIO DE JANEIRO

 DISCORSO DEL SANTO PADRE

 TRADUZIONE IN LINGUA PORTOGHESE

 TRADUZIONE IN LINGUA SPAGNOLA

 TRADUZIONE IN LINGUA ITALIANA

 TRADUZIONE IN LINGUA INGLESE

 TRADUZIONE IN LINGUA FRANCESE

 TRADUZIONE IN LINGUA TEDESCA 

 TRADUZIONE IN LINGUA POLACCA 

Dopo la Messa celebrata in Cattedrale, il Santo Padre Francesco ha raggiunto in auto il Teatro Municipale di Rio de Janeiro, per l’incontro con la classe dirigente del Brasile.

Al suo arrivo, alle ore 11.30, il Papa è stato accolto dalla Presidente del Teatro e dalla Segretario di Stato alla Cultura. Erano presenti all’interno del Teatro: politici, diplomatici, esponenti della società civile, dell’imprenditoria, della cultura e rappresentanti delle maggiori comunità religiose del Brasile. Il Santo Padre ha raggiunto il palcoscenico dove hanno preso posto anche l’Arcivescovo di Rio de Janeiro, S.E. Mons. Orani João Tempesta, il Cardinale Segretario di Stato Tarcisio Bertone, e un piccolo coro con alcuni musicisti.

Dopo un breve momento musicale, introdotto dal saluto dell’Arcivescovo e dall’intervento di un giovane, Walmyr Gonçalves da Silva Júnior, in rappresentanza della società civile, il Santo Padre Francesco ha pronunciato il discorso che riportiamo di seguito:

 DISCORSO DEL SANTO PADRE

Excelências,
Senhoras e Senhores, 
bom dia!

Agradeço a Deus pela possibilidade de me encontrar com tão respeitável representação dos responsáveis políticos e diplomáticos, culturais e religiosos, acadêmicos e empresariais deste Brasil imenso. Saúdo cordialmente a todos e lhes expresso o meu reconhecimento.

Queria lhes falar usando a bela língua portuguesa de vocês mas, para poder me expressar melhor manifestando o que trago no coração, prefiro falar em castelhano. Peço-vos a cortesia de me perdoar!

[En español:]

Saludo cordialmente a todos y les expreso mi reconocimiento. Agradezco a Dom Orani y al Señor Walmyr Júnior sus amables palabras de bienvenida, de presentación y de testimonio. Veo en ustedes la memoria y la esperanza: la memoria del camino y de la conciencia de su patria, y la esperanza de que esta Patria, abierta a la luz que emana del Evangelio, continúe desarrollándose en el pleno respeto de los principios éticos basados en la dignidad trascendente de la persona.

Memoria del pasado y utopía hacia el futuro se encuentran en el presente que no es una coyuntura sin historia y sin promesa, sino un momento en el tiempo, un desafío para recoger sabiduría y saber proyectarla. Quien tiene un papel de responsabilidad en una nación está llamado a afrontar el futuro «con la mirada tranquila de quien sabe ver la verdad», como decía el pensador brasileño Alceu Amoroso Lima («Nosso tempo», en A vida sobrenatural e o mondo moderno, Río de Janeiro 1956, 106). Quisiera compartir con ustedes tres aspectos de esta mirada calma, serena y sabia: primero, la originalidad de una tradición cultural; segundo, la responsabilidad solidaria para construir el futuro y, tercero, el diálogo constructivo para afrontar el presente.

1. En primer lugar, es de justicia valorar la originalidad dinámica que caracteriza a la cultura brasileña, con su extraordinaria capacidad para integrar elementos diversos. El común sentir de un pueblo, las bases de su pensamiento y de su creatividad, los principios básicos de su vida, los criterios de juicio sobre las prioridades, las normas de actuación, se fundan, se fusionan y crecen en una visión integral de la persona humana.

Esta visión del hombre y de la vida característica del pueblo brasileño ha recibido también la savia del Evangelio, la fe en Jesucristo, el amor de Dios y la fraternidad con el prójimo. La riqueza de esta savia puede fecundar un proceso cultural fiel a la identidad brasileña y a la vez un proceso constructor de un futuro mejor para todos.

Un proceso que hace crecer la humanización integral y la cultura del encuentro y de la relación; ésta es la manera cristiana de promover el bien común, la alegría de vivir. Y aquí convergen la fe y la razón, la dimensión religiosa con los diferentes aspectos de la cultura humana: el arte, la ciencia, el trabajo, la literatura... El cristianismo combina trascendencia y encarnación; por la capacidad de revitalizar siempre el pensamiento y la vida ante la amenaza de frustración y desencanto que pueden invadir el corazón y propagarse por las calles.

2. Un segundo punto al que quisiera referirme es la responsabilidad social. Esta requiere un cierto tipo de paradigma cultural y, en consecuencia, de la política. Somos responsables de la formación de las nuevas generaciones, ayudarlas a ser capaces en la economía y la política, y firmes en los valores éticos. El futuro exige hoy la tarea de rehabilitar la política, rehabilitar la política, que es una de las formas más altas de la caridad. El futuro nos exige también una visión humanista de la economía y una política que logre cada vez más y mejor la participación de las personas, evite el elitismo y erradique la pobreza. Que a nadie le falte lo necesario y que se asegure a todos dignidad, fraternidad y solidaridad: éste es el camino propuesto. Ya en la época del profeta Amós era muy frecuente la admonición de Dios: «Venden al justo por dinero, al pobre por un par de sandalias. Oprimen contra el polvo la cabeza de los míseros y tuercen el camino de los indigentes» (Am 2,6-7). Los gritos que piden justicia continúan todavía hoy.

Quien desempeña un papel de guía, permítanme que diga, aquel a quien la vida ha ungido como guía, ha de tener objetivos concretos y buscar los medios específicos para alcanzarlos, pero también puede existir el peligro de la desilusión, la amargura, la indiferencia, cuando las expectativas no se cumplen. Aquí apelo a la dinámica de la esperanza que nos impulsa a ir siempre más allá, a emplear todas las energías y capacidades en favor de las personas para las que se trabaja, aceptando los resultados y creando condiciones para descubrir nuevos caminos, entregándose incluso sin ver los resultados, pero manteniendo viva la esperanza, con esa constancia y coraje que nacen de la aceptación de la propia vocación de guía y de dirigente.

Es propio de la dirigencia elegir la más justa de las opciones después de haberlas considerado, a partir de la propia responsabilidad y el interés del bien común; por este camino se va al centro de los males de la sociedad para superarlos con la audacia de acciones valientes y libres. Es nuestra responsabilidad, aunque siempre sea limitada, esa comprensión de la totalidad de la realidad, observando, sopesando, valorando, para tomar decisiones en el momento presente, pero extendiendo la mirada hacia el futuro, reflexionando sobre las consecuencias de las decisiones. Quien actúa responsablemente pone la propia actividad ante los derechos de los demás y ante el juicio de Dios. Este sentido ético aparece hoy como un desafío histórico sin precedentes, tenemos que buscarlo, tenemos que inserirlo en la misma sociedad. Además de la racionalidad científica y técnica, en la situación actual se impone la vinculación moral con una responsabilidad social y profundamente solidaria.

3. Para completar esta reflexión, además del humanismo integral que respete la cultura original y la responsabilidad solidaria, considero fundamental para afrontar el presente: el diálogo constructivo. Entre la indiferencia egoísta y la protesta violenta, siempre hay una opción posible: el diálogo. El diálogo entre las generaciones, el diálogo en el pueblo, porque todos somos pueblo, la capacidad de dar y recibir, permaneciendo abiertos a la verdad. Un país crece cuando sus diversas riquezas culturales dialogan de manera constructiva: la cultura popular, la universitaria, la juvenil, la artística, la tecnológica, la cultura económica, la cultura de la familia y de los medios de comunicación, cuando dialogan. Es imposible imaginar un futuro para la sociedad sin una incisiva contribución de energías morales en una democracia que se quede encerrada en la pura lógica o en el mero equilibrio de la representación de intereses establecidos. Considero también fundamental en este diálogo, la contribución de las grandes tradiciones religiosas, que desempeñan un papel fecundo de fermento en la vida social y de animación de la democracia. La convivencia pacífica entre las diferentes religiones se ve beneficiada por la laicidad del Estado, que, sin asumir como propia ninguna posición confesional, respeta y valora la presencia de la dimensión religiosa en la sociedad, favoreciendo sus expresiones más concretas.

Cuando los líderes de los diferentes sectores me piden un consejo, mi respuesta siempre es la misma: Diálogo, diálogo, diálogo. El único modo de que una persona, una familia, una sociedad, crezca; la única manera de que la vida de los pueblos avance, es la cultura del encuentro, una cultura en la que todo el mundo tiene algo bueno que aportar, y todos pueden recibir algo bueno en cambio. El otro siempre tiene algo que darme cuando sabemos acercarnos a él con actitud abierta y disponible, sin prejuicios. Esta actitud abierta, disponible y sin prejuicios, yo la definiría como humildad social que es la que favorece el diálogo. Sólo así puede prosperar un buen entendimiento entre las culturas y las religiones, la estima de unas por las otras sin opiniones previas gratuitas y en clima de respeto de los derechos de cada una. Hoy, o se apuesta por el diálogo, o se apuesta por la cultura del encuentro, o todos perdemos, todos perdemos. Por aquí va; el camino fecundo.

Excelencias,
Señoras y señores

Gracias por su atención. Tomen estas palabras como expresión de mi preocupación como Pastor de Iglesia y del respeto y afecto que tengo por el pueblo brasileño. La hermandad entre los hombres y la colaboración para construir una sociedad más justa no son un sueño fantasioso sino el resultado de un esfuerzo concertado de todos hacia el bien común. Los aliento en éste su compromiso por el bien común, que requiere por parte de todos sabiduría, prudencia y generosidad. Les encomiendo al Padre celestial pidiéndole, por la intercesión de Nuestra Señora de Aparecida, que colme con sus dones a cada uno de los presentes, a sus familias y comunidades humanas y de trabajo, y de corazón pido a Dios que los bendiga. Muchas gracias.

[01090-XX.02] [Testo originale: Plurilingue]

 TRADUZIONE IN LINGUA PORTOGHESE

Excelências,
Senhoras e Senhores, 
bom dia!

Agradeço a Deus pela possibilidade de me encontrar com tão respeitável representação dos responsáveis políticos e diplomáticos, culturais e religiosos, acadêmicos e empresariais deste Brasil imenso.

Queria lhes falar usando a bela língua portuguesa de vocês mas, para poder me expressar melhor manifestando o que trago no coração, prefiro falar em castelhano. Peço-lhes a cortesia de me perdoar!

Saúdo cordialmente a todos e lhes expresso o meu reconhecimento. Agradeço a Dom Orani e ao senhor Walmyr Júnior as amáveis palavras de boas vindas, de apresentação e testemunho. Nas senhoras e nos senhores, vejo a memória e a esperança: a memória do caminho e da consciência da sua Pátria e a esperança que esta Pátria, sempre aberta à luz que irradia do Evangelho, possa continuar a desenvolver-se no pleno respeito dos princípios éticos fundados na dignidade transcendente da pessoa.

Memória do passado e utopia na perspectiva do futuro se encontram no presente, que não é uma conjuntura sem história e sem promessa, mas um momento no tempo, um desafio a recolher sabedoria e sabê-la projetar. Todos aqueles que possuem um papel de responsabilidade, em uma Nação, são chamados a enfrentar o futuro "com os olhos calmos de quem sabe ver a verdade", como dizia o pensador brasileiro Alceu Amoroso Lima ["Nosso tempo", in: A vida sobrenatural e o mundo moderno (Rio de Janeiro 1956), 106]. Queria compartilhar com os senhores e senhoras três aspectos deste olhar calmo, sereno e sábio: primeiro, a originalidade de uma tradição cultural; segundo, a responsabilidade solidária para construir o futuro; e terceiro, o diálogo construtivo para encarar o presente.

1. Antes de mais nada, é justo valorizar a originalidade dinâmica que caracteriza a cultura brasileira, com a sua extraordinária capacidade para integrar elementos diversos. O sentir comum de um povo, as bases do seu pensamento e da sua criatividade, os princípios fundamentais da sua vida, os critérios de juízo sobre as prioridades, sobre as normas de ação, assentam, fundem-se e crescem numa visão integral da pessoa humana.

Esta visão do homem e da vida, tal como a fez própria o povo brasileiro, recebeu também a seiva do Evangelho, a fé em Jesus Cristo, no amor de Deus e a fraternidade com o próximo. A riqueza desta seiva pode fecundar um processo cultural fiel à identidade brasileira e, ao mesmo tempo, um processo construtor de um futuro melhor para todos. Um processo que faz crescer a humanização integral e a cultura do encontro e do relacionamento; este é o modo cristão de promover o bem comum, a alegria de viver. E aqui convergem a fé e a razão, a dimensão religiosa com os diversos aspectos da cultura humana: arte, ciência, trabalho, literatura... O cristianismo une transcendência e encarnação; tem a capacidade de revitalizar sempre o pensamento e a vida, frente à ameaça da frustração e do desencanto que podem invadir os corações e saltam para a rua.

2. O segundo elemento que queria tocar é a responsabilidade social. Esta exige um certo tipo de paradigma cultural e, consequentemente, de política. Somos responsáveis pela formação de novas gerações, por ajudá-las a ser hábeis na economia e na política, e firmes nos valores éticos. O futuro exige hoje o trabalho de reabilitar a política; reabilitar a política, que é uma das formas mais altas da caridade. O futuro exige também uma visão humanista da economia e uma política que realize cada vez mais e melhor a participação das pessoas, evitando elitismos e erradicando a pobreza. Que ninguém fique privado do necessário, e que a todos sejam asseguradas dignidade, fraternidade e solidariedade: esta é a estrada proposta. Já no tempo do profeta Amós era muito freqüente a advertência de Deus: «Eles vendem o justo por dinheiro, o indigente, por um par de sandálias; esmagam a cabeça dos fracos no pó da terra e tornam a vida dos oprimidos impossível» (Am 2, 6-7). Os gritos por justiça continuam ainda hoje.

Quem detém uma função de guia – permitam-me dizer –quem a vida ungiu como guia deve ter objetivos concretos e buscar os meios específicos para alcançá-los, mas também pode haver o perigo da desilusão, da amargura, da indiferença, quando as aspirações não se realizam. Aqui faço apelo à dinâmica da esperança, que nos impele a ir sempre mais longe, a empregar todas as energias e capacidades a favor das pessoas para quem se trabalha, aceitando os resultados e criando condições para descobrir novos caminhos, dando-se mesmo sem ver resultados, mas mantendo viva a esperança, com aquela constância e coragem que nascem da aceitação da própria vocação de guia e de dirigente.

É próprio da liderança escolher a mais justa entre as opções, após tê-las considerado, partindo da própria responsabilidade e do interesse pelo bem comum; por esta estrada, chega-se ao centro dos males da sociedade, para vencê-los com a ousadia de ações corajosas e livres. É nossa responsabilidade, embora sempre limitada, esta compreensão global da realidade, observando, medindo, avaliando, para tomar decisões na hora presente, mas estendendo o olhar para o futuro, refletindo sobre as consequências de tais decisões. Quem atua responsavelmente, submete a própria ação aos direitos dos outros e ao juízo de Deus. Este sentido ético aparece, nos nossos dias, como um desafio histórico sem precedentes; devemos procurá-lo, devemos inseri-lo na própria sociedade. Além da racionalidade científica e técnica, na atual situação, impõe-se o vínculo moral com uma responsabilidade social e profundamente solidária.

3. Para completar esta reflexão, além do humanismo integral, que respeite a cultura original, e da responsabilidade solidária, considero fundamental para enfrentar o presente: o diálogo construtivo. Entre a indiferença egoísta e o protesto violento, há uma opção sempre possível: o diálogo. O diálogo entre as gerações, o diálogo no povo, porque todos somos povo, a capacidade de dar e receber, permanecendo abertos à verdade. Um país cresce, quando dialogam de modo construtivo as suas diversas riquezas culturais: a cultura popular, a cultura universitária, a cultura juvenil, a cultura artística e a cultura tecnológica, a cultura econômica e a cultura da família, e a cultura da mídia. Quando dialogam… É impossível imaginar um futuro para a sociedade, sem uma vigorosa contribuição das energias morais numa democracia que permaneça fechada na pura lógica ou no mero equilíbrio de representação de interesses constituídos. Considero também fundamental neste diálogo a contribuição das grandes tradições religiosas, que desempenham um papel fecundo de fermento da vida social e de animação da democracia. Favorável à pacífica convivência entre religiões diversas é a laicidade do Estado que, sem assumir como própria qualquer posição confessional, respeita e valoriza a presença da dimensão religiosa na sociedade, favorecendo as suas expressões mais concretas.

Quando os líderes dos diferentes setores me pedem um conselho, a minha resposta sempre é a mesma: diálogo, diálogo, diálogo. A única maneira para uma pessoa, uma família, uma sociedade crescer, a única maneira para fazer avançar a vida dos povos é a cultura do encontro; uma cultura segundo a qual todos têm algo de bom para dar, e todos podem receber em troca algo de bom. O outro tem sempre algo para nos dar, desde que saibamos nos aproximar dele com uma atitude aberta e disponível, sem preconceitos. Esta atitude aberta, disponível e sem preconceitos, eu a definiria como «humildade social» que é o que favorece o diálogo. Só assim pode crescer o bom entendimento entre as culturas e as religiões, a estima de umas pelas outras livre de suposições gratuitas e num clima de respeito pelos direitos de cada uma. Hoje, ou se aposta no diálogo, na cultura do encontro, ou todos perdemos. Todos perdemos… Passa por aqui caminho fecundo.

Excelências,
Senhoras e Senhores!

Agradeço-lhes pela atenção. Acolham estas palavras como expressão da minha solicitude de Pastor de Igreja e do respeito e afeto ue nutro pelo povo brasileiro. A fraternidade entre os homens e a colaboração para construir uma sociedade mais justa não são um sonho fantasioso, mas o resultado de um esforço harmônico de todos em favor do bem comum. Encorajo os senhores este seu empenho em favor do bem comum, que exige da parte de todos sabedoria, prudência e generosidade. Confio-lhes ao Pai do Céu, pedindo-lhe, por intercessão de Nossa Senhora Aparecida, que cumule de seus dons a cada um dos presentes, suas respectivas famílias e comunidades humanas e de trabalho e, de coração, peço a Deus que lhes abençoe. Muito obrigado!

[01090-06.02] [Texto original: Plurilíngue]

 TRADUZIONE IN LINGUA SPAGNOLA

Excelencias,
Señoras y señores. 
Buenos días.

Doy gracias a Dios por la oportunidad de encontrar a una representación tan distinguida y cualificada de responsables políticos y diplomáticos, culturales y religiosos, académicos y empresariales de este inmenso Brasil.

Hubiera deseado hablarles en su hermosa lengua portuguesa, pero para poder expresar mejor lo que llevo en el corazón, prefiero hablar en español. Les pido la cortesía de disculparme.

Saludo cordialmente a todos y les expreso mi reconocimiento. Agradezco a Dom Orani y al Señor Walmyr Júnior sus amables palabras de bienvenida, de presentación y de testimonio. Veo en ustedes la memoria y la esperanza: la memoria del camino y de la conciencia de su patria, y la esperanza de que esta Patria, abierta a la luz que emana del Evangelio, continúe desarrollándose en el pleno respeto de los principios éticos basados en la dignidad trascendente de la persona.

Memoria del pasado y utopía hacia el futuro se encuentran en el presente que no es una coyuntura sin historia y sin promesa, sino un momento en el tiempo, un desafío para recoger sabiduría y saber proyectarla. Quien tiene un papel de responsabilidad en una nación está llamado a afrontar el futuro «con la mirada tranquila de quien sabe ver la verdad», como decía el pensador brasileño Alceu Amoroso Lima («Nosso tempo», en A vida sobrenatural e o mondo moderno, Río de Janeiro 1956, 106). Quisiera compartir con ustedes tres aspectos de esta mirada calma, serena y sabia: primero, la originalidad de una tradición cultural; segundo, la responsabilidad solidaria para construir el futuro y, tercero, el diálogo constructivo para afrontar el presente.

1. En primer lugar, es de justicia valorar la originalidad dinámica que caracteriza a la cultura brasileña, con su extraordinaria capacidad para integrar elementos diversos. El común sentir de un pueblo, las bases de su pensamiento y de su creatividad, los principios básicos de su vida, los criterios de juicio sobre las prioridades, las normas de actuación, se fundan, se fusionan y crecen en una visión integral de la persona humana.

Esta visión del hombre y de la vida característica del pueblo brasileño ha recibido también la savia del Evangelio, la fe en Jesucristo, el amor de Dios y la fraternidad con el prójimo. La riqueza de esta savia puede fecundar un proceso cultural fiel a la identidad brasileña y a la vez un proceso constructor de un futuro mejor para todos.

Un proceso que hace crecer la humanización integral y la cultura del encuentro y de la relación; ésta es la manera cristiana de promover el bien común, la alegría de vivir. Y aquí convergen la fe y la razón, la dimensión religiosa con los diferentes aspectos de la cultura humana: el arte, la ciencia, el trabajo, la literatura... El cristianismo combina trascendencia y encarnación; por la capacidad de revitalizar siempre el pensamiento y la vida ante la amenaza de frustración y desencanto que pueden invadir el corazón y propagarse por las calles.

2. Un segundo punto al que quisiera referirme es la responsabilidad social. Esta requiere un cierto tipo de paradigma cultural y, en consecuencia, de la política. Somos responsables de la formación de las nuevas generaciones, ayudarlas a ser capaces en la economía y la política, y firmes en los valores éticos. El futuro exige hoy la tarea de rehabilitar la política, rehabilitar la política, que es una de las formas más altas de la caridad. El futuro nos exige también una visión humanista de la economía y una política que logre cada vez más y mejor la participación de las personas, evite el elitismo y erradique la pobreza. Que a nadie le falte lo necesario y que se asegure a todos dignidad, fraternidad y solidaridad: éste es el camino propuesto. Ya en la época del profeta Amós era muy frecuente la admonición de Dios: «Venden al justo por dinero, al pobre por un par de sandalias. Oprimen contra el polvo la cabeza de los míseros y tuercen el camino de los indigentes» (Am 2,6-7). Los gritos que piden justicia continúan todavía hoy.

Quien desempeña un papel de guía, permítanme que diga, aquel a quien la vida ha ungido como guía, ha de tener objetivos concretos y buscar los medios específicos para alcanzarlos, pero también puede existir el peligro de la desilusión, la amargura, la indiferencia, cuando las expectativas no se cumplen. Aquí apelo a la dinámica de la esperanza que nos impulsa a ir siempre más allá, a emplear todas las energías y capacidades en favor de las personas para las que se trabaja, aceptando los resultados y creando condiciones para descubrir nuevos caminos, entregándose incluso sin ver los resultados, pero manteniendo viva la esperanza, con esa constancia y coraje que nacen de la aceptación de la propia vocación de guía y de dirigente.

Es propio de la dirigencia elegir la más justa de las opciones después de haberlas considerado, a partir de la propia responsabilidad y el interés del bien común; por este camino se va al centro de los males de la sociedad para superarlos con la audacia de acciones valientes y libres. Es nuestra responsabilidad, aunque siempre sea limitada, esa comprensión de la totalidad de la realidad, observando, sopesando, valorando, para tomar decisiones en el momento presente, pero extendiendo la mirada hacia el futuro, reflexionando sobre las consecuencias de las decisiones. Quien actúa responsablemente pone la propia actividad ante los derechos de los demás y ante el juicio de Dios. Este sentido ético aparece hoy como un desafío histórico sin precedentes, tenemos que buscarlo, tenemos que inserirlo en la misma sociedad. Además de la racionalidad científica y técnica, en la situación actual se impone la vinculación moral con una responsabilidad social y profundamente solidaria.

3. Para completar esta reflexión, además del humanismo integral que respete la cultura original y la responsabilidad solidaria, considero fundamental para afrontar el presente: el diálogo constructivo. Entre la indiferencia egoísta y la protesta violenta, siempre hay una opción posible: el diálogo. El diálogo entre las generaciones, el diálogo en el pueblo, porque todos somos pueblo, la capacidad de dar y recibir, permaneciendo abiertos a la verdad. Un país crece cuando sus diversas riquezas culturales dialogan de manera constructiva: la cultura popular, la universitaria, la juvenil, la artística, la tecnológica, la cultura económica, la cultura de la familia y de los medios de comunicación, cuando dialogan. Es imposible imaginar un futuro para la sociedad sin una incisiva contribución de energías morales en una democracia que se quede encerrada en la pura lógica o en el mero equilibrio de la representación de intereses establecidos. Considero también fundamental en este diálogo, la contribución de las grandes tradiciones religiosas, que desempeñan un papel fecundo de fermento en la vida social y de animación de la democracia. La convivencia pacífica entre las diferentes religiones se ve beneficiada por la laicidad del Estado, que, sin asumir como propia ninguna posición confesional, respeta y valora la presencia de la dimensión religiosa en la sociedad, favoreciendo sus expresiones más concretas.

Cuando los líderes de los diferentes sectores me piden un consejo, mi respuesta siempre es la misma: Diálogo, diálogo, diálogo. El único modo de que una persona, una familia, una sociedad, crezca; la única manera de que la vida de los pueblos avance, es la cultura del encuentro, una cultura en la que todo el mundo tiene algo bueno que aportar, y todos pueden recibir algo bueno en cambio. El otro siempre tiene algo que darme cuando sabemos acercarnos a él con actitud abierta y disponible, sin prejuicios. Esta actitud abierta, disponible y sin prejuicios, yo la definiría como humildad social que es la que favorece el diálogo. Sólo así puede prosperar un buen entendimiento entre las culturas y las religiones, la estima de unas por las otras sin opiniones previas gratuitas y en clima de respeto de los derechos de cada una. Hoy, o se apuesta por el diálogo, o se apuesta por la cultura del encuentro, o todos perdemos, todos perdemos. Por aquí va; el camino fecundo.

Excelencias,
Señoras y señores

Gracias por su atención. Tomen estas palabras como expresión de mi preocupación como Pastor de Iglesia y del respeto y afecto que tengo por el pueblo brasileño. La hermandad entre los hombres y la colaboración para construir una sociedad más justa no son un sueño fantasioso sino el resultado de un esfuerzo concertado de todos hacia el bien común. Los aliento en éste su compromiso por el bien común, que requiere por parte de todos sabiduría, prudencia y generosidad. Les encomiendo al Padre celestial pidiéndole, por la intercesión de Nuestra Señora de Aparecida, que colme con sus dones a cada uno de los presentes, a sus familias y comunidades humanas y de trabajo, y de corazón pido a Dios que los bendiga. Muchas gracias.

[01090-04.02] [Texto original: Plurilingüe]

 TRADUZIONE IN LINGUA ITALIANA

Eccellenze,
Signore e Signori! 
Buongiorno!

Rendo grazie a Dio per l'opportunità di incontrare una così qualificata rappresentanza dei responsabili politici e diplomatici, culturali e religiosi, accademici e imprenditoriali di questo immenso Brasile.

Vorrei parlarvi nella vostra bella lingua portoghese, ma per poter esprimere meglio quello che porto nel cuore, preferisco parlare in spagnolo. Vi chiedo la cortesia di scusarmi!

Vi saluto tutti cordialmente e vi esprimo la mia riconoscenza. Ringrazio Mons. Orani e il Signor Walmyr Júnior per le gentili parole di benvenuto, di presentazione e di testimonianza. Vedo in voi la memoria e la speranza: la memoria del cammino e della coscienza della vostra Patria e la speranza che questa Patria, sempre aperta alla luce che promana dal Vangelo, possa continuare a svilupparsi nel pieno rispetto dei principi etici fondati sulla dignità trascendente della persona.

Memoria del passato e utopia verso il futuro si incontrano nel presente, che non è una congiuntura senza storia e senza promessa, ma un momento nel tempo, una sfida per raccogliere saggezza e saperla proiettare. Quanti, in una Nazione, hanno un ruolo di responsabilità, sono chiamati ad affrontare il futuro "con lo sguardo calmo di chi sa vedere la verità", come diceva il pensatore brasiliano Alceu Amoroso Lima (Il nostro tempo, in: La vita soprannaturale e il mondo moderno, Rio de Janeiro 1956, p. 106). Vorrei condividere con voi tre aspetti di questo sguardo calmo, sereno e saggio: primo, l’originalità di una tradizione culturale; secondo, la responsabilità solidale per costruire il futuro; e terzo, il dialogo costruttivo, per affrontare il presente.

1. Anzitutto, è giusto valorizzare la dinamica originalità che caratterizza la cultura brasiliana, con la sua straordinaria capacità di integrare elementi diversi. Il comune sentire di un popolo, le basi del suo pensiero e della sua creatività, i principi fondamentali della sua vita, i criteri di giudizio in merito alle priorità, alle norme di azione, si fondano, si fondono e crescono su una visione integrale della persona umana.

Questa visione dell’uomo e della vita così come è propria del popolo brasiliano, ha ricevuto anche la linfa del Vangelo, la fede in Gesù Cristo, nell’amore di Dio e la fraternità con il prossimo. La ricchezza di questa linfa può fecondare un processo culturale fedele all’identità brasiliana e, al tempo stesso, un processo costruttore di un futuro migliore per tutti. Un processo che fa crescere l’umanizzazione integrale e la cultura dell’incontro e della relazione; questo è il modo cristiano di promuovere il bene comune, la gioia di vivere. E qui convergono fede e ragione, la dimensione religiosa con i diversi aspetti della cultura umana: arte, scienza, lavoro, letteratura… Il cristianesimo unisce trascendenza e incarnazione; per la capacità di rivitalizzare sempre il pensiero e la vita, di fronte alla minaccia della frustrazione e al del disincanto che possono invadere i cuori e si diffondono nelle strade.

2. Un secondo elemento che vorrei toccare è la responsabilità sociale. Questa richiede un certo tipo di paradigma culturale e, conseguentemente, di politica. Siamo responsabili della formazione di nuove generazioni, di aiutarle ad essere capaci nell'economia e nella politica, e ferme sui valori etici. Il futuro esige oggi l’opera di riabilitare la politica, riabilitare la politica, che è una delle forme più alte della carità. Il futuro esige anche una visione umanista dell'economia e una politica che realizzi sempre più e meglio la partecipazione della gente, eviti gli élitarismi e sradichi la povertà. Che nessuno sia privo del necessario e che a tutti sia assicurata dignità, fratellanza e solidarietà: questa è la strada proposta. Già ai tempi del profeta Amos, era molto frequente l’avvertimento di Dio: «Hanno venduto il giusto per denaro e il povero per un paio di sandali […] calpestano come la polvere della terra la testa dei poveri e fanno deviare il cammino dei miseri» (Am 2,6-7). Le grida che chiedono giustizia continuano ancor oggi.

Chi ha un ruolo di guida, permettetemi che dica, chi la vita ha unto come guida, deve avere obiettivi concreti e ricercare i mezzi specifici per raggiungerli, ma anche ci può essere il pericolo della disillusione, dell’amarezza, dell’indifferenza, quando le aspirazioni non si realizzano . Qui faccio appello alla dinamica della speranza che ci spinge ad andare sempre oltre, a impiegare tutte le energie e le capacità in favore delle persone per cui si opera, accettando i risultati e creando condizioni per scoprire nuovi percorsi, donandosi anche senza vedere risultati, ma mantenendo viva la speranza, con quella costanza e coraggio che nascono dall’accettazione della propria vocazione di guida e di dirigente.

E’ proprio della leadership scegliere la più giusta delle opzioni dopo averle considerate partendo dalla propria responsabilità e dall’interesse del bene comune; per questa strada si va al centro dei mali della società per vincerli anche con l’audacia di azioni coraggiose e libere. E’ nostra responsabilità, pur sempre limitata, questa comprensione di tutta la realtà, osservando, soppesando, valutando, per prendere decisioni nel momento presente, ma allargando lo sguardo verso il futuro, riflettendo sulle conseguenze delle decisioni. Chi agisce responsabilmente colloca la propria azione davanti ai diritti degli altri e davanti al giudizio di Dio. Questo senso etico appare oggi come una sfida storica senza precedenti, dobbiamo cercarlo, dobbiamo inserirlo nella stessa società. Oltre alla razionalità scientifica e tecnica, nella situazione attuale si impone il vincolo morale con una responsabilità sociale e profondamente solidale.

3. Per completare questa riflessione, oltre all’umanesimo integrale che rispetti la cultura originale e alla responsabilità solidale, ritengo fondamentale per affrontare il presente: il dialogo costruttivo. Tra l’indifferenza egoista e la protesta violenta c’è un’opzione sempre possibile: il dialogo. Il dialogo tra le generazioni, il dialogo nel popolo,perché tutti siamo popolo, la capacità di dare e ricevere, rimanendo aperti alla verità. Un Paese cresce quando dialogano in modo costruttivo le sue diverse ricchezze culturali: la cultura popolare, la cultura universitaria, la cultura giovanile, la cultura artistica e la cultura tecnologica, la cultura economica e la cultura della famiglia, e la cultura dei media, quando dialogano. È impossibile immaginare un futuro per la società senza un forte contributo di energie morali in una democrazia che rimanga chiusa nella pura logica o nel mero equilibrio di rappresentanza di degli interessi costituiti. Considero anche fondamentale in questo dialogo il contributo delle grandi tradizioni religiose, che svolgono un fecondo ruolo di lievito della vita sociale e di animazione della democrazia. Favorevole alla pacifica convivenza tra religioni diverse è la laicità dello Stato, che, senza assumere come propria nessuna posizione confessionale, rispetta e valorizza la presenza della dimensione religiosa nella società, favorendone le sue espressioni più concrete.

Quando i leader dei diversi settori mi chiedono un consiglio, la mia risposta sempre è la stessa: dialogo, dialogo, dialogo. L'unico modo di crescere per una persona, una famiglia, una società, l'unico modo per far progredire la vita dei popoli è la cultura dell'incontro, una cultura in cui tutti hanno qualcosa di buono da dare e tutti possono ricevere qualcosa di buono in cambio. L'altro ha sempre qualcosa da darmi, se sappiamo avvicinarci a lui con atteggiamento aperto e disponibile, senza pregiudizi. Questo atteggiamento aperto, disponibile e senza pregiudizi, lo definirei come "umiltà sociale" che è ciò che favorisce il dialogo. Solo così può crescere una buona intesa fra le culture e le religioni, la stima delle une per le altre senza precomprensioni gratuite e in un clima di rispetto per i diritti di ciascuna. Oggi, o si scommette sul dialogo, o si scommette sulla cultura dell'incontro, o tutti perdiamo, tutti perdiamo. Per di qui va il cammino fecondo.

Eccellenze,
Signore e Signori!

Vi ringrazio per l'attenzione. Accogliete queste parole come espressione della mia sollecitudine di Pastore di Chiesa e del rispetto e affetto che nutro per il popolo brasiliano. La fraternità tra gli uomini e la collaborazione per costruire una società più giusta non sono un sogno fantasioso, ma il risultato di uno sforzo concertato di tutti verso il bene comune. Vi incoraggio in questo vostro impegno per il bene comune, che richiede da parte di tutti saggezza, prudenza e generosità. Vi affido al Padre del Cielo chiedendogli, per l'intercessione di Nostra Signora di Aparecida, che riempia con i suoi doni ciascuno dei presenti, le rispettive famiglie e comunità umane e di lavoro e, di cuore chiedo a Dio che vi benedica. Molte grazie.

[01090-01.02] [Testo originale: Plurilingue]

 TRADUZIONE IN LINGUA INGLESE

Your Excellencies,
Ladies and Gentlemen, 
Good morning!

I thank God for the opportunity to meet such a distinguished representation of the political, diplomatic, cultural and religious, academic and business leaders of this immense country of Brazil.

I wish I could speak to you in your own beautiful Portuguese language, but in order to express more clearly what I carry in my heart, I prefer to speak in Spanish. Please forgive me!

I greet all of you most heartily and I express to you my gratitude. I thank Archbishop Orani and Mr Walmyr Júnior for their kind words of welcome, introduction and testimony. In you I see both memory and hope: the memory of your country’s history and identity, and the hope that, in constant openness to the light radiating from the Gospel, this country will continue to develop in full respect for the ethical principles grounded in the transcendent dignity of the person.

Memory of the past and utopian vision of the future meet in the present, which is not simply an intersection without history and without promise, but a moment in time, a challenge to gather wisdom and to know how to pass it on. In every nation, those in positions of responsibility are called to face the future, as the Brazilian thinker Alceu Amoroso Lima once said, "with the calm gaze of one who knows how to see the truth" [ "Il nostro tempo", in: La vita soprannaturale e il mondo moderno (Rio de Janeiro, 1956), p. 106.]. I would like to share with you three aspects of this calm, serene and wise "gaze": first, the distinctiveness of your cultural tradition; second, joint responsibility for building the future; and third, constructive dialogue in facing the present moment.

1. It is only right, first of all, to esteem the dynamic and distinctive character of Brazilian culture, with its extraordinary ability to integrate a variety of elements. The common "feeling" of a people, the foundations of its thought and creativity, the basic principles of its life, the criteria with which it assesses priorities and ways of acting, are based on and grow from an integral vision of the human person.

This vision of man and of life so typical of the Brazilian people has also been nourished by the Gospel, by faith in Jesus Christ, in the love of God and brotherhood with our neighbour. The richness of this nourishment can render fruitful a cultural process that is true to Brazilian identity and, at the same time, capable of building a better future for all.

Such a process seeks to promote an integral humanism and the culture of encounter and relationship: this is the Christian way of promoting the common good, the joy of living. Here, faith and reason unite, the religious dimension and the various aspects of human culture – art, science, labour, literature… Christianity combines transcendence and incarnation; it has the capacity to bring ever new vitality to thought and life, in the face of the threat of frustration and disillusionment which can creep into hearts and spread in the streets.

2. A second element which I would like to mention is responsibility for society. This calls for a certain kind of cultural, and hence political, paradigm. We are the ones responsible for training new generations, helping them to be knowledgeable in economic and political affairs, and solidly grounded in ethical values. The future demands a rehabilitation of politics here and now, a rehabilitation of politics, which is one of the highest forms of charity. The future also demands a humanistic vision of the economy and a politics capable of ensuring greater and more effective participation on the part of the people, eliminating forms of elitism and eradicating poverty. No one should be denied what is necessary and everyone should be guaranteed dignity, fraternity and solidarity: this is the road that is proposed. In the days of the prophet Amos, God’s frequent warning was already being heard: "They sell the righteous for silver and the needy for a pair of sandals – they … trample down the head of the poor into the dust of the earth and push the afflicted out of the way" (Am 2:6-7). The outcry, the call for justice, continues to be heard even today.

Anyone exercising a role of leadership – allow me to say, anyone whom life has anointed as a leader – needs to have practical goals and to seek specific means to attain them. At the same time, there is always the risk of disappointment, resentment and indifference, if our plans and goals do not materialize. Here I would appeal to the dynamic of hope that inspires us to keep pressing on, to employ all our energies and abilities on behalf of those for whom we work, accepting results, making it possible to strike out on new paths, being generous even without apparent results, yet keeping hope alive, with the constancy and courage that comes from accepting a vocation as leader and guide.

Leadership also means making the most just decision after having considered all the options from the standpoint of personal responsibility and concern for the common good. This is the way to go to the heart of the evils of a society and to overcome them, also with the boldness of courageous and free actions. It is our responsibility, within the limits of the possible, to embrace all of reality, observing, pondering, evaluating, in order to make decisions in the present but with an eye to the future, reflecting on the consequences of our decisions. To act responsibly is to see one’s own actions in the light of other people’s rights and God’s judgement. This ethical sense appears today as an unprecedented historic challenge, we must search for it and we must enshrine it within our society. Beyond scientific and technical competence, the present situation also demands a sense of moral obligation expressed in a social and deeply fraternal exercise of responsibility.

3. To complete this reflection, in addition to an integral humanism which respects cultural distinctiveness and fraternal responsibility, an element that I consider essential for facing the present moment is constructive dialogue. Between selfish indifference and violent protest there is always another possible option: that of dialogue. Dialogue between generations, dialogue within the people, because we are all that people, the capacity to give and receive, while remaining open to the truth. A country grows when constructive dialogue occurs between its many rich cultural components: popular culture, university culture, youth culture, artistic culture, technological culture, economic culture, family culture and media culture: when they enter into dialogue. It is impossible to imagine a future for society without a significant injection of moral energy into a democratic order that tends to remain imprisoned in pure logic or in a mere balancing of vested interests. I consider fundamental for this dialogue the contribution made by the great religious traditions, which play a fruitful role as a leaven of society and a life-giving force for democracy. Peaceful coexistence between different religions is favoured by the laicity of the state, which, without appropriating any one confessional stance, respects and esteems the presence of the religious dimension in society, while fostering its more concrete expressions.

When leaders in various fields ask me for advice, my response is always the same: dialogue, dialogue, dialogue. The only way for individuals, families and societies to grow, the only way for the life of peoples to progress, is via the culture of encounter, a culture in which all have something good to give and all can receive something good in return. Others always have something to give me, if we know how to approach them in a spirit of openness and without prejudice. This open spirit, without prejudice, I would describe as "social humility", which is what favours dialogue. Only in this way can understanding grow between cultures and religions, mutual esteem without needless preconceptions, in a climate that is respectful of the rights of everyone. Today, either we take the risk of dialogue, we risk the culture of encounter, or we all fall; this is the path that will bear fruit.

Your Excellencies,
Ladies and Gentlemen,

I thank you for your attention. Please accept these words as an expression of my concern as Pastor of the Church and my respect and affection for the Brazilian people. Fraternal relations between people, and cooperation in building a more just society – these are not an idealistic dream, but the fruit of a concerted effort on the part of all, in service of the common good. I encourage you in this commitment to the common good, a commitment which demands of everyone wisdom, prudence and generosity. I entrust you to our Heavenly Father, asking him, through the intercession of Our Lady of Aparecida, to pour out his gifts on each of you, on your families and on your communities and workplaces. From my heart, I ask God to bless you. Thank you very much.

[01090-02.02] [Original text: Plurilingual]

 TRADUZIONE IN LINGUA FRANCESE

Excellences,
Mesdames et Messieurs, 
Bonjour !

Je rends grâce à Dieu pour l’opportunité qui m’est donnée de rencontrer une représentation si qualifiée de responsables politiques et diplomatiques, culturels et religieux, académiques et d’entrepreneurs, de cet immense Brésil.

Je voudrais vous parler dans votre belle langue portugaise, mais pour pouvoir mieux exprimer ce que je porte dans mon cœur, je préfère parler en espagnol. Je vous prie de m’en excuser !

Je vous salue tous cordialement et je vous exprime ma gratitude. Je remercie Monseigneur Orani et Monsieur Walmyr Júnior pour leurs aimables paroles de bienvenue, de présentation et de témoignage. Je vois en vous la mémoire et l’espérance : la mémoire du chemin et de la conscience de votre Patrie et l’espérance que, toujours ouverte à la lumière qui émane de l’Évangile, cette Patrie puisse continuer à se développer dans le plein respect des principes éthiques fondés sur la dignité transcendante de la personne.

Mémoire du passé et utopie vers l’avenir se rencontrent dans le présent, qui n’est pas une conjoncture sans histoire et sans promesse, mais un moment dans le temps, un défi pour recueillir la sagesse et savoir la projeter. Ceux qui, dans une Nation, ont un rôle de responsabilité, sont appelés à affronter l’avenir « avec le regard calme de celui qui sait voir la vérité », comme disait le penseur brésilien Alceu Amoroso Lima [‘Notre temps’, in : La vie surnaturelle et le monde moderne (Rio de Janeiro 1956), p. 106]. Je voudrais partager avec vous trois aspects de ce regard calme, serein et sage : d’abord, l’originalité d’une tradition culturelle ; ensuite, la responsabilité solidaire pour construire l’avenir ; et enfin le dialogue constructif pour affronter le présent.

1. Avant tout, c’est juste de valoriser l’originalité dynamique qui caractérise la culture brésilienne, avec son extraordinaire capacité d’intégrer des éléments divers. Le sentiment commun d’un peuple, les bases de sa pensée et de sa créativité, les principes fondamentaux de sa vie, les critères de jugement au sujet des priorités, des normes d’action, se fondent, se fondent et croissent sur une vision intégrale de la personne humaine.

Cette vision de l’homme et de la vie, comme elle est propre au peuple brésilien, a aussi reçu la sève de l’Évangile, la foi en Jésus Christ, en l’amour de Dieu et la fraternité avec le prochain. La richesse de cette sève peut féconder un processus culturel fidèle à l’identité brésilienne et, en même temps, un processus constructeur d’un avenir meilleur pour tous.

C’est un processus qui fait croître l’humanisation intégrale et la culture de la rencontre et de la relation ; c’est la façon chrétienne de promouvoir le bien commun, la joie de vivre. Et ici convergent foi et raison, la dimension religieuse avec les divers aspects de la culture humaine : art, science, travail, littérature… Le christianisme unit transcendance et incarnation ; par sa capacité de revitaliser toujours la pensée et la vie, face à la menace de la frustration et du désenchantement, qui peuvent envahir les cœurs et se répandent sur les routes.

2 Un deuxième élément que je voudrais aborder est la responsabilité sociale. Celle-ci demande un certain type de paradigme culturel et, en conséquence, de politique. Nous sommes responsables de la formation de nouvelles générations, chargés de les aider à être compétentes en économie et en politique, et fermes sur les valeurs éthiques. L’avenir exige aujourd’hui un travail de réhabilitation de la politique, réhabiliter la politique, qui est une des plus hautes formes de charité. L’avenir exige aussi une vision humaniste de l’économie et une politique qui réalise toujours plus et mieux la participation des gens, évite les élitismes et déracine la pauvreté. Que personne ne soit privé du nécessaire et que dignité, fraternité et solidarité  soient assurées à tous : c’est la route proposée. Déjà au temps du prophète Amos l’avertissement de Dieu était très fréquent : « Ils vendent le juste à prix d’argent et le pauvre pour une paire de sandales… ils écrasent la tête des faibles sur la poussière de la terre et ils font dévier la route des humbles » (2, 6-7). Les cris qui demandent justice continuent aujourd’hui encore.

Celui qui a un rôle de guide, permettez-moi de le dire, celui que la vie a ‘oint’ comme guide, doit avoir des objectifs concrets et rechercher les moyens spécifiques pour les atteindre, mais aussi il peut y avoir le danger de la déception, de l’amertume, de l’indifférence, quand les aspirations ne se réalisent pas. Je fais appel à la dynamique de l’espérance qui nous pousse à aller toujours de l’avant, à employer toutes les énergies et les capacités en faveur des personnes pour lesquelles on agit, en acceptant les résultats et en créant des conditions pour découvrir de nouveaux parcours, en se donnant aussi sans voir de résultats, mais en maintenant vivante l’espérance, avec cette constance et ce courage qui naissent de l’acceptation de sa propre vocation de guide et de dirigeant.

C’est le propre du leadership que de choisir la plus juste des options après les avoir considérées en partant de sa propre responsabilité et de l’intérêt du bien commun ; par cette route, on va au cœur des maux de la société pour les vaincre aussi par l’audace d’actions courageuses et libres. Relève de notre responsabilité, bien que toujours limitée, cette compréhension de toute la réalité, en observant, soupesant, évaluant, pour prendre des décisions dans le moment présent, mais en élargissant le regard vers l’avenir, en réfléchissant sur les conséquences des décisions. Celui qui agit de manière responsable place sa propre action devant les droits des autres et devant le jugement de Dieu. Ce sens éthique apparaît aujourd’hui comme un défi historique sans précédents, nous devons le rechercher, nous devons l’insérer dans la même société. Au-delà de la rationalité scientifique et technique, dans la situation actuelle s’impose le lien moral avec une responsabilité sociale et profondément solidaire.

3. Pour compléter cette réflexion au-delà de l’humanisme intégral qui respecte la culture originelle et de la responsabilité solidaire, je considère comme fondamental pour affronter le présent : le dialogue constructif. Entre l’indifférence égoïste et la protestation violente il y a une option toujours possible : le dialogue. Le dialogue entre les générations, le dialogue dans le peuple, car tous nous sommes peuple, la capacité de donner et de recevoir, en demeurant ouverts à la vérité. Un pays grandit quand dialoguent de façon constructive ses diverses richesses culturelles : la culture populaire, la culture universitaire, la culture des jeunes, la culture artistique et technologique, la culture économique et la culture de la famille, et la culture des médias, quand ils dialoguent. Il est impossible d’imaginer un avenir pour la société sans une forte contribution d’énergies morales dans une démocratie reste fermée dans la pure logique ou dans un simple équilibre de représentation des intérêts constitués. Je considère aussi fondamentale dans ce dialogue la contribution des grandes traditions religieuses, qui exercent un rôle fécond de levain de la vie sociale et d’animation de la démocratie, est fondamentale. La laïcité de l’État, qui, sans assumer comme propre aucune position confessionnelle, mais respecte et valorise la présence de la dimension religieuse dans la société, en en favorisant ses expressions les plus concrètes, est favorable à la cohabitation entre les diverses religions.

Quand les leaders des divers secteurs me demandent un conseil, ma réponse est toujours la même : dialogue, dialogue, dialogue. L’unique façon de grandir pour une personne, une famille, une société, l’unique manière pour faire progresser la vie des peuples est la culture de la rencontre, une culture dans laquelle tous ont quelque chose de bon à donner et tous peuvent recevoir quelque chose de bon en échange. L’autre a toujours quelque chose à me donner, si nous savons nous approcher de lui avec une attitude ouverte et disponible, sans préjugés. Cette attitude ouverte, disponible et sans préjugés, je la définirais comme « humilité sociale », qui est ce qui favorise le dialogue. C’est seulement ainsi que peut grandir une bonne entente entre les cultures et les religions, l’estime des unes pour les autres sans précompréhensions gratuites et dans un climat de respect des droits de chacune. Aujourd’hui, ou bien on mise sur le dialogue, ou bien on mise sur la culture de la rencontre, ou bien nous perdons, tous nous perdons. C’est par là que passe le chemin fécond.

Excellences,
Mesdames et Messieurs !

Je vous remercie de votre attention. Accueillez ces paroles comme l’expression de ma sollicitude de Pasteur d’Église, du respect et de l’affection que je nourris pour le peuple brésilien. La fraternité entre les hommes et la collaboration pour construire une société plus juste ne sont pas un rêve plein de fantaisie, mais le résultat d’un effort concerté de tous pour le bien commun. Je vous encourage dans cet engagement pour le bien commun qui demande de la part de tous sagesse, prudence et générosité. Je vous confie au Père qui est aux cieux lui demandant, par l’intercession de Nossa Senhora Aparecida, de remplir de ses dons chacun des présents, vos familles et vos communautés humaines et de travail, et, de tout cœur, je demande à Dieu de vous bénir. Merci beaucoup !

[01090-03.02] [Texte original: Plurilingue]

 TRADUZIONE IN LINGUA TEDESCA

Exzellenzen,
meine Damen und Herren, 
guten Tag!

Gott danke ich für die Gelegenheit, so bedeutende Vertreter der Verantwortungsträger aus Politik und Diplomatie sowie aus dem Bereich von Kultur, Religion, Wissenschaft und Unternehmertum in diesem riesigen Land Brasilien zu treffen.

Gerne würde ich in Ihrer schönen portugiesischen Sprache zu Ihnen sprechen, aber um besser ausdrücken zu können, was mir am Herzen liegt, spreche ich lieber auf Spanisch. Ich bitte Sie, mir dies freundlich nachzusehen!

Alle begrüße ich herzlich und spreche Ihnen meinen Dank aus. Ich Erzbischof Orani und Herrn Walmyr Júnior für die freundlichen Worte der Begrüßung, der Vorstellung und des Zeugnisses. Ich sehe in Ihnen das Gedächtnis und die Hoffnung: das Gedächtnis des Weges und des Gewissens Ihrer Heimat sowie die Hoffnung, dass diese Heimat, stets offen für das vom Evangelium herkommende Licht, sich weiter entwickeln kann in der vollen Achtung der ethischen Grundsätze, die auf der transzendenten Würde des Menschen beruhen.

Das Gedächtnis der Vergangenheit und die Vision der Zukunft begegnen sich in der Gegenwart, die nicht einfach ein Bindeglied ohne Geschichte und ohne Verheißung ist, sondern ein dynamisches Moment in der Zeit, eine Chance, Weisheit aufzunehmen und sie zur Entfaltung zu bringen. Wer in einer Nation eine verantwortungsvolle Rolle innehat, ist berufen, die Zukunft anzupacken „mit dem ruhigen Blick eines, der die Wahrheit zu sehen weiß", wie der brasilianische Denker Alceu Amoroso Lima sagte („Nosso tempo" in: „A vida sobrenatural e o mundo moderno", Rio de Janiero, 1956, 106). Ich möchte nun drei Punkte dieses ruhigen, sachlichen und weisen Blickes mit Ihnen bedenken: erstens, die Originalität einer kulturellen Tradition; zweitens, die solidarische Verantwortung, die Zukunft aufzubauen; und drittens, der konstruktive Dialog, um die Gegenwart zu bewältigen.

1. Vor allem ist es richtig, die lebendige Originalität, welche die brasilianische Kultur kennzeichnet, mit ihrer außergewöhnlichen Fähigkeit, verschiedene Elemente zu integrieren, zur Geltung zu bringen. Das gemeinsame Empfinden eines Volkes, die Grundlagen seines Denkens und seiner Kreativität, die Grundsätze seines Lebens, die Beurteilungsmaßstäbe hinsichtlich der Prioritäten und Leitsätze seines Handelns gründen und wachsen auf einer ganzheitlichen Sicht des Menschen.

Diese Sicht des Menschen und des Lebens, wie sie dem brasilianischen Volk eigen ist, hat auch die Lebenskraft des Evangeliums empfangen, den Glauben an Jesus Christus und an die Liebe Gottes sowie die Brüderlichkeit mit dem Nächsten. Der Reichtum dieser Lebenskraft kann einen kulturellen Prozess fruchtbar machen, der der brasilianischen Identität treu bleibt, und zugleich einen Prozess, der eine bessere Zukunft für alle schafft. Einen Prozess, der die ganzheitliche Humanisierung und die Kultur der Begegnung und der Beziehung wachsen lässt; das ist die christliche Art und Weise, das Gemeinwohl zu fördern, die Freude am Leben. Und hier überschneiden sich Glaube und Vernunft, die religiöse Dimension mit den verschiedenen Aspekten der menschlichen Kultur: Kunst, Wissenschaft, Arbeit, Literatur … Das Christentum verbindet Transzendenz und Inkarnation; es ist fähig, das Denken und das Leben angesichts der Gefahr der Frustration und der Ernüchterung, die sich in den Herzen breit machen können und sich auf den Straßen verbreiten, immer neu zu beleben.

2. Ein zweites Element, das ich ansprechen möchte, ist die soziale Verantwortung. Diese erfordert eine gewisse Art eines kulturellen und folglich politischen Vorbilds. Wir sind verantwortlich für die Bildung neuer Generationen, wir sind verantwortlich, ihnen zu helfen,in Wirtschaft und Politik tüchtig zu sein und in ethischen Werten festzustehen. Die Zukunft verlangt heute das Werk, die Politik zu sanieren, die Politik zu sanieren, was eine der höchsten Formen der Nächstenliebe darstellt. Die Zukunft verlangt auch eine humanistische Sicht der Wirtschaft und eine Politik, die immer mehr und immer besser die Beteiligung der Bevölkerung verwirklicht, Formen des Elitebewusstweins vermeidet und die Armut ausmerzt. Dass es niemandem am Nötigsten fehle und allen Würde, Brüderlichkeit und Solidarität gewährleistet wird – das ist der vorgegebene Weg. Schon zu Zeiten des Propheten Amos erging sehr häufig die Warnung Gottes, „weil sie den Unschuldigen für Geld verkaufen und den Armen für ein Paar Sandalen, weil sie die Kleinen in den Staub treten und das Recht der Schwachen beugen" (Am 2,6-7). Die Rufe, die Gerechtigkeit verlangen, gehen noch heute weiter.

Wer eine Führungsrolle innehat - erlaubt mir zu sagen, wem das Leben eine Führung zugedacht hat –, muss konkrete Ziele haben und nach den spezifischen Mitteln suchen, um diese zu erreichen. Es besteht aber auch die Gefahr der Enttäuschung, der Bitterkeit, der Gleichgültigkeit, wenn die Erwartungen sich nicht verwirklichen. Hier appelliere ich an die Dynamik der Hoffnung, die uns dazu drängt, immer weiter zu gehen, alle Kräfte und Fähigkeiten zum Wohl der Menschen aufzuwenden, für die man arbeitet. Sie drängt dazu, dabei die Ergebnisse anzunehmen und Bedingungen zu schaffen, um neue Wege zu entdecken, wie auch sich einzusetzen, wenn keine Ergebnisse zu sehen sind, und dennoch die Hoffnung lebendig zu erhalten. Die Beständigkeit und der Mut dazu kommen daher, dass man die eigene Berufung als Führungs- und Leitungskraft annimmt.

Der Führungsspitze ist es eigen, die beste der Optionen zu wählen, nachdem sie sie alle aus der eigenen Verantwortung heraus und im Interesse des Gemeinwohls erwogen hat. Auf diesem Weg dringt man zur Mitte der Übel der Gesellschaft vor, um diese auch mit der Kühnheit mutiger und freier Handlungen zu überwinden. Unsere – wenn auch stets begrenzten – Verantwortung ist es eben, die ganze Wirklichkeit zu verstehen, indem man beobachtet, abwägt und beurteilt, um in der vorliegenden Situation Entscheidungen zu treffen, dabei aber den Blick auf die Zukunft hin weitet und über die Folgen der Entscheidungen nachdenkt. Wer verantwortlich handelt, vollbringt sein Tun gegenüber den Rechten der anderen und dem Gericht Gottes. Dieser ethische Sinn erscheint heute wie eine historische Herausforderung ohne Vorläufer; wir müssen ihn suchen und in die Gesellschaft selbst einfügen. Über die wissenschaftliche und technische Vernünftigkeit hinaus ist in der gegenwärtigen Lage die moralische Verbindlichkeit mit einer sozialen und zutiefst solidarischen Verantwortung nötig.

3. Um diese Überlegungen über den ganzheitlichen, die ursprüngliche Kultur respektierenden Humanismus und die solidarische Verantwortung hinaus zu vervollständigen, halte ich Folgendes für grundlegend, um die Gegenwart zu bewältigen: den konstruktiven Dialog. Zwischen der egoistischen Gleichgültigkeit und dem gewaltsamen Protest gibt es eine Option, die immer möglich ist: den Dialog. Der Dialog zwischen den Generationen, der Dialog im Volk, denn wir alle gehören zum Volk, die Fähigkeit, zu geben und zu empfangen, zugleich für die Wahrheit offen zu sein. Ein Land wächst, wenn seine verschiedenen kulturellen Reichtümer konstruktiv in Dialog miteinander stehen: die Volkskultur, die Universitätskultur, die Jugendkultur, die Kultur der Kunst und die Kultur der Technik, die Wirtschaftskultur und die Familienkultur sowie die Medienkultur – wenn sie miteinander im Dialog stehen. Es ist unmöglich, sich eine Zukunft für die Gesellschaft vorzustellen ohne den großen Beitrag von moralischen Kräften in einer Demokratie, die einem bloßen System- und Gleichgewichtsdenken verhaftet bleibt, wo nur die bestehenden Interessen vertreten werden. Als grundlegend in diesem Dialog betrachte ich auch den Beitrag der großen religiösen Traditionen, die eine fruchtbare Rolle als Sauerteig des sozialen Lebens und als Seele der Demokratie spielen. Für das friedliche Miteinander verschiedener Religionen ist die Laizität des Staates günstig, soweit dieser – ohne einen konfessionellen Standpunkt als den eigenen zu übernehmen – das Vorhandensein der religiösen

Dimension in der Gesellschaft respektiert und zur Geltung bringt sowie seine ganz konkreten Äußerungen fördert.

Wenn mich die Führungskräfte der verschiedenen Bereiche um einen Rat bitten, ist meine Antwort immer die gleiche: Dialog, Dialog, Dialog. Die einzige Art und Weise, dass ein Mensch, eine Familie, eine Gesellschaft wächst, die einzige Art und Weise, um das Leben der Völker voranschreiten zu lassen, ist die Kultur der Begegnung; eine Kultur, in der alle etwas Gutes zu geben haben und alle dafür etwas Gutes empfangen können. Der andere hat immer etwas, das er mir geben kann, wenn wir fähig sind, uns ihm in offener und bereitwilliger Haltung ohne Vorurteile zu nähern. Diese offene und bereitwillige Haltung ohne Vorurteile würde ich als „soziale Demut" bezeichnen und eben diese ist günstig für den Dialog. Nur so kann ein gutes Einvernehmen zwischen den Kulturen und Religionen wachsen wie auch die gegenseitige Wertschätzung frei von grundlosen Voreingenommenheiten und in einem Klima der Achtung der jeweiligen Rechte. Entweder setzt man heute auf den Dialog, setzt man auf die Kultur der Begegnung oder alle verlieren. Hier geht der Weg, der Frucht bringt.

Exzellenzen,
meine Damen und Herren,

ich danke Ihnen für Ihre Aufmerksamkeit. Nehmen Sie diese Worte auf als Ausdruck meiner Sorge als Hirte der Kirche sowie der Achtung und der Liebe, die ich für das brasilianische Volk hege. Die Brüderlichkeit unter den Menschen und die Zusammenarbeit, um eine gerechtere Gesellschaft aufzubauen, sind kein fantastischer Traum, sondern das Ergebnis eines gemeinsamen Bemühens aller zugunsten des Gemeinwohls. Ich ermutige Sie in Ihrem Einsatz für das Gemeinwohl, das von Seiten aller Weisheit, Klugheit und Großherzigkeit erfordert. Ich vertraue Sie dem Vater im Himmel an und bitte ihn unter Anrufung der Fürsprache Unserer Lieben Frau von Aparecida, alle Anwesenden sowie ihre Familien und Gemeinschaften im persönlichen Umfeld wie am Arbeitsplatz mit seinen Gaben zu erfüllen. Von Herzen bitte ich Gott, Sie zu segnen. Vielen Dank.

[01090-05.02] [Originalsprache: Mehrsprachig]

 TRADUZIONE IN LINGUA POLACCA

Ekscelencje,
Panie i Panowie, dzień dobry!

Dziękuję Bogu za możliwość spotkania z tak znakomitą reprezentacją świata polityki i dyplomacji, kultury i religii, nauki i przedsiębiorczości ogromnej Brazylii.

Chciałbym przemówić do was w waszym pięknym języku portugalskim, jednak aby móc lepiej wyrazić to, co mam w sercu, wolę mówić po hiszpańsku. Proszę, zechciejcie mi wybaczyć!

Wszystkich was serdecznie witam i wyrażam wam wdzięczność. Dziękuję za miłe słowa powitania, prezentacji i świadectwa arcybiskupowi Oraniemu i Panu Walmyrowi Júniorowi. Widzę w was pamięć i nadzieję: pamięć o przebytej drodze i świadomości waszej ojczyzny oraz nadzieję, że będąc zawsze otwarta na światło, które emanuje z Ewangelii, ojczyzna ta będzie mogła nadal się rozwijać w pełnym poszanowaniu zasad etycznych, opartych na transcendentnej godności osoby.

Pamięć przeszłości i utopia przyszłości spotykają się w teraźniejszości, która nie jest splotem okoliczności bez historii i bez obietnicy, ale momentem w czasie, wyzwaniem do nabywania mądrości i umiejętności dzielenia się nią. Ci, którzy odgrywają w państwie odpowiedzialne role, są powołani do stawiania czoła przyszłości „ze spokojnym spojrzeniem tych, którzy potrafią widzieć prawdę", jak mawiał brazylijski myśliciel Alceu Amoroso Lima (Il nostro tempo, w: La vita soprannaturale e il mondo moderno, Rio de Janeiro 1956 r., s. 106]. Chciałbym zatrzymać się z wami nad trzema aspektami tego spojrzenia spokojnego, pogodnego i mądrego: po pierwsze, oryginalność tradycji kulturowej, po drugie, solidarna odpowiedzialność za budowanie przyszłości i po trzecie, konstruktywny dialog, aby stawić czoła chwili obecnej.

1. Przede wszystkim słuszne jest docenienie dynamicznej oryginalności cechującej brazylijską kulturę, z jej niezwykłą zdolnością do integracji różnych elementów. Wspólne odczuwanie narodu, podstawy jego myśli i twórczości, fundamentalne zasady jego życia, kryteria oceny w odniesieniu do priorytetów, norm działania opierają się i rozwijają na integralnej wizji osoby ludzkiej.

Ta wizja człowieka i życia, typowa dla Brazylijczyków, zyskała również od żywotnych treści Ewangelii: nade wszystko wiarę w Jezusa Chrystusa, w miłość Boga i braterstwo z bliźnim. Ale bogactwo tej ożywczej treści musi być w pełni docenione! Może ona zaowocować procesem kulturowym, wiernym brazylijskiej tożsamości i równocześnie procesem budującym lepszą przyszłość dla wszystkich. Proces, który pozwala na rozwój integralnej cywilizacji i kultury spotkania oraz relacji; jest to chrześcijański sposób krzewienia dobra wspólnego, radości życia. I tu zbiegają się wiara i rozum, wymiar religijny z różnymi aspektami ludzkiej kultury: sztuki, nauki, pracy, literatury... Chrześcijaństwo łączy transcendencję i wcielenie; dzięki zdolności ożywiania myśli i życia w obliczu groźby rozczarowania i zniechęcenia, które mogą opanować serca i rozpowszechniają się na ulicach.

2. Drugim elementem, o którym chciałbym powiedzieć, jest odpowiedzialność społeczna. Wymaga ona pewnego typu paradygmatu kulturowego, a w konsekwencji polityki. Jesteśmy odpowiedzialni za kształtowanie nowych pokoleń, za wspieranie ich, by potrafiły zajmować się dobrze gospodarką i polityką, a także zdecydowanie bronić wartości etycznych. Przyszłość wymaga dzisiaj dzieła rehabilitacji polityki – rehabilitacji polityki, która jest jedną z najwyższych form miłości. Przyszłość wymaga również humanistycznej wizji gospodarki oraz takiej polityki, w której coraz pełniej i lepiej realizowałoby się uczestnictwo ludzi, unikającej elitaryzmów i eliminującej ubóstwo. Niech nikt nie będzie pozbawiony tego, co konieczne, i niech każdemu będzie zapewniona godność, braterstwo i solidarność – taka jest proponowana droga. Już w czasach proroka Amosa Bóg często ostrzegał: „Sprzedają za srebro sprawiedliwego, a ubogiego za parę sandałów, w proch ziemi wdeptują głowy biedaków, i ubogich kierują na bezdroża" (Am 2, 6-7). Także i dziś słychać krzyk ludzi domagających się sprawiedliwości.

Osoby sprawujące funkcje kierownicze, niech mi będzie wolno powiedzieć, namaszczeni przez życie na przewodników, muszą mieć konkretne cele i poszukiwać specyficznych środków, aby je osiągnąć. Kiedy jednak aspiracje nie są zaspokojone, może pojawić się niebezpieczeństwo rozczarowania, rozgoryczenia, obojętności. Odwołuję się tu do dynamicznej cnoty nadziei, która pobudza, by iść coraz dalej, aby wykorzystywać wszystkie siły i zdolności na rzecz osób, dla których się pracuje, akceptując rezultaty i stwarzając warunki do odkrywania nowych dróg, dając siebie, nawet gdy nie widzi się rezultatów, ale zachowując żywą nadzieję, z tą wytrwałością i odwagą, jakie rodzą się z przyjęcia własnego powołania do przewodzenia i rządzenia.

Właśnie przywódcy powinni wybrać najwłaściwszą z opcji, rozważywszy je uprzednio, opierając się na własnej odpowiedzialności i kierując troską o dobro wspólne. Taki model pozwala wejść w centrum bolączek społeczeństwa i przezwyciężać je poprzez śmiałe działania, odważne i wolne. W naszej odpowiedzialności, choć jest ona zawsze ograniczona, ważne jest, by zrozumieć całą rzeczywistość, obserwując, skrupulatnie rozważając oceniając, tak aby podejmować decyzję w chwili obecnej, ale wybiegając spojrzeniem dalej, ku przyszłości, zastanawiając się nad skutkami decyzji. Ten, kto działa odpowiedzialnie, ocenia swoje działania w świetle praw innych ludzi i osądu Boga. To poczucie etyczne jawi się dzisiaj jako bezprecedensowe wyzwanie historyczne, musimy szukać go, musimy je wprowadzać w społeczeństwo. Oprócz racjonalności naukowej i technicznej w obecnej sytuacji konieczna jest moralność połączona z głęboko solidarną odpowiedzialnością społeczną.

3. Dla dopełnienia tej refleksji – oprócz integralnego humanizmu, respektującego oryginalną kulturę, oraz odpowiedzialności społecznej – uważam za fundamentalne, aby stawić czoła teraźniejszości: konstruktywny dialog. Między egoistyczną obojętnością a protestem odwołującym się do przemocy istnieje opcja, która jest zawsze możliwa – dialog. Dialog między pokoleniami, dialog z ludem, bo wszyscy jesteśmy ludem, umiejętność dawania i przyjmowania, pozostając otwartym na prawdę. Dany kraj się rozwija, kiedy jego różne bogactwa kulturowe podejmują konstruktywny dialog: kultura ludowa, kultura uniwersytecka, młodzieżowa, artystyczna i technologiczna, kultura gospodarcza i rodzinna oraz kultura mediów, gdy wchodzą w dialog. Nie można sobie wyobrazić przyszłości społeczeństwa bez wielkiego wkładu sił moralnych w demokrację, tak aby nigdy nie była ona zamknięta w czystej logice albo marnej równowadze reprezentowania tych, którzy mają ustalone interesy. Uważam też za fundamentalny wkład wielkich tradycji religijnych, które odgrywają owocną rolę zaczynu w życiu społecznym i ożywiają demokracje. Świeckość państwa sprzyja pokojowemu współistnieniu różnych religii. Państwo takie, nie utożsamiając się z żadnym wyznaniem, szanuje i docenia obecność wymiaru religijnego w społeczeństwie, sprzyjając jego konkretnym wyrazom.

Kiedy przywódcy w różnych dziedzinach proszą mnie o radę, moja odpowiedź jest zawsze taka sama: dialog, dialog, dialog. Jedynym sposobem rozwoju osoby, rodziny, społeczeństwa, jedynym sposobem, aby nastąpił postęp życia narodów, jest kultura spotkania, kultura, w której każdy ma coś dobrego, czym może obdarzyć, i wszyscy mogą coś dobrego otrzymać w zamian. Drugi ma zawsze coś, co może mi dać, jeśli potrafimy zbliżyć się do niego w postawie otwartej i z dyspozycyjnością, bez uprzedzeń. Tę postawę otwarcia, dyspozycyjności bez uprzedzeń określiłbym jako „pokorę społeczną", która sprzyja dialogowi. Tylko w ten sposób może wzrastać dobre zrozumienie między kulturami i religiami, szacunek jednych dla drugich, bez bezpodstawnych pretensji i w klimacie poszanowania praw każdej. Dzisiaj albo postawimy na dialog, na kulturę spotkania, albo wszyscy przegramy, wszyscy przegramy. Oto droga owocna.

Ekscelencje,
Panie i Panowie!

Dziękuję wam za uwagę. Przyjmijcie te słowa jako wyraz mojej troski Pasterza Kościoła oraz szacunku i miłości, którą żywię dla narodu brazylijskiego. Braterstwo między ludźmi i współpraca, aby budować społeczeństwo bardziej sprawiedliwe, nie są fantazyjnym snem, lecz są wynikiem zgodnego wysiłku wszystkich dla dobra wspólnego. Wspieram was w waszym zaangażowaniu na rzecz dobra wspólnego, wymagającym od wszystkich mądrości, roztropności i wielkoduszności. Powierzam was Ojcu Niebieskiemu, prosząc Go, za wstawiennictwem Matki Bożej z Aparecidy, by napełnił swoimi darami każdego z obecnych, ich rodziny i wspólnoty ludzkie oraz wspólnoty pracy, i z serca proszę Boga, aby wam błogosławił. Bardzo dziękuję.

[01090-09.02] [Testo originale: Plurilingue]

Al termine dell’incontro, rappresentanti delle varie categorie presenti, fra cui delegati continentali del Corpo Diplomatico, Leader religiosi, e alcuni indios, hanno salutato personalmente il Papa.

Quindi il Santo Padre si è trasferito in auto al Complesso São Joaquim, sede dell’Arcivescovado di Rio de Janeiro, per l’incontro e il pranzo con l’Episcopato brasiliano.

[B0496-XX.02]