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UDIENZA AI PARTECIPANTI ALLA 38ma SESSIONE DELL’ORGANIZZAZIONE DELLE NAZIONI UNITE PER L’ALIMENTAZIONE E L’AGRICOLTURA (FAO), 20.06.2013


UDIENZA AI PARTECIPANTI ALLA 38ma SESSIONE DELL’ORGANIZZAZIONE DELLE NAZIONI UNITE PER L’ALIMENTAZIONE E L’AGRICOLTURA (FAO)

DISCORSO DEL SANTO PADRE

TESTO IN LINGUA ITALIANA  

TESTO IN LINGUA INGLESE

Alle ore 11 di questa mattina, nella Sala Clementina del Palazzo Apostolico Vaticano, il Santo Padre Francesco ha ricevuto in Udienza i partecipanti alla 38ma Sessione dell’Organizzazione delle Nazioni Unite per l’Alimentazione e l’Agricoltura (FAO), in corso a Roma dal 15 a 22 giugno, e ha loro rivolto il discorso che riportiamo di seguito:

DISCORSO DEL SANTO PADRE  

Señor Presidente,

Señores Ministros,

Señor Director General,

Ilustres Señoras y señores,

1. En continuidad con una larga y significativa tradición, que comenzó hace ya sesenta años, me alegra recibirles hoy en el Vaticano a todos ustedes, participantes en la 38 Conferencia de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura. Doy las gracias al Señor Presidente Mohammad Asef Rahimi, y a los Representantes de muchos países y culturas diversas, unidos en la búsqueda de respuestas adecuadas a necesidades primarias de tantos hermanos y hermanas nuestros: tener el pan de cada día y sentarse dignamente a la mesa.

Saludo al Director General, el profesor José Graziano da Silva, a quien he tenido ocasión de encontrar al comienzo de mi ministerio como Obispo de Roma. En aquella ocasión me manifestó que la situación mundial es especialmente difícil, no sólo a causa de la crisis económica, sino también por los problemas ligados a la seguridad, a demasiados conflictos abiertos, al cambio climático, a la conservación de la diversidad biológica. Todas estas son situaciones que requieren un compromiso renovado de la FAO para hacer frente a los múltiples problemas del mundo agrícola y de cuantos viven y trabajan en zonas rurales.

Las iniciativas y las soluciones posibles son muchas y no se limitan al aumento de la producción. Es bien sabido que la producción actual es suficiente y, sin embargo, hay millones de personas que sufren y mueren de hambre: esto, queridos amigos, constituye un verdadero escándalo. Es necesario, pues, encontrar la manera de que todos puedan beneficiarse de los frutos de la tierra, no sólo para evitar que aumente la diferencia entre los que más tienen y los que tienen que conformarse con las migajas, sino también, y sobre todo, por una exigencia de justicia, equidad y respeto a todo ser humano.

2. Creo que el sentido de nuestro encuentro es el de compartir la idea de que se puede y se debe hacer algo más para dar vigor a la acción internacional en favor de los pobres, no sólo armados de buena voluntad o, lo que es peor, de promesas que a menudo no se han mantenido. Tampoco se puede seguir aduciendo como álibi, un álibi cotidiano, la crisis global actual, de la que, por otro lado, no se podrá salir completamente hasta que no se consideren las situaciones y condiciones de vida a la luz de la dimensión de la persona humana y de su dignidad.

La persona y la dignidad humana corren el riesgo de convertirse en una abstracción ante cuestiones como el uso de la fuerza, la guerra, la desnutrición, la marginación, la violencia, la violación de las libertades fundamentales o la especulación financiera, que en este momento condiciona el precio de los alimentos, tratándolos como cualquier otra mercancía y olvidando su destino primario. Nuestro cometido consiste en proponer de nuevo, en el contexto internacional actual, la persona y la dignidad humana no como un simple reclamo, sino más bien como los pilares sobre los cuales construir reglas compartidas y estructuras que, superando el pragmatismo o el mero dato técnico, sean capaces de eliminar las divisiones y colmar las diferencias existentes. En este sentido, es necesario contraponerse a los intereses económicos miopes y a la lógica del poder de unos pocos, que excluyen a la mayoría de la población mundial y generan pobreza y marginación, causando disgregación en la sociedad, así como combatir esa corrupción que produce privilegios para algunos e injusticias para muchos.

3. La situación que estamos viviendo, aunque esté directamente relacionada con factores financieros y económicos, es también consecuencia de una crisis de convicciones y valores, incluidos los que son el fundamento de la vida internacional. Este es un marco que requiere emprender una consciente y seria obra de reconstrucción, que incumbe también a la FAO. Y quiero evidenciar, quiero señalar la palabra: obra de reconstrucción. Pienso en la reforma iniciada para garantizar una gestión más funcional, transparente y ecuánime. Es un hecho ciertamente positivo, pero toda auténtica reforma consiste en tomar mayor conciencia de la responsabilidad de cada uno, reconociendo que el propio destino está ligado al de los otros. Los hombres no son islas, somos comunidad. Pienso en aquel episodio del Evangelio, por todos conocido, en el que un samaritano socorre a quien está necesitado. No lo hace como un gesto de caridad o porque dispone de dinero, sino para hacerse uno con aquel a quien ayuda: quiere compartir su suerte. En efecto, tras haber dejado dinero para curar al herido, anuncia que volverá a visitarlo para cerciorarse de su curación. No se trata de mera compasión o tal vez de una invitación a compartir o a favorecer una reconciliación que supere las adversidades y las contraposiciones. Significa más bien estar dispuestos a compartirlo todo y a decidirse a ser buenos samaritanos, en vez de personas indiferentes ante las necesidades de los demás.

A la FAO, a sus Estados miembros, así como a toda institución de la comunidad internacional, se les pide una apertura del corazón. Es preciso superar el desinterés y el impulso a mirar hacia otro lado, y prestar atención con urgencia a las necesidades inmediatas, confiando al mismo tiempo que maduren en el futuro los resultados de la acción de hoy. No podemos soñar con planes asépticos, hoy no sirven. Todo plan propuesto nos debe involucrar a todos. Ir adelante de manera constructiva y fecunda en las diversas funciones y responsabilidades significa capacidad de analizar, comprender y entregar, abandonando cualquier tentación de poder, o de poseer más y más, o buscar el propio interés en lugar de servir a la familia humana y, en ella, especialmente y sobre todo a los indigentes, a los que aún sufren por hambre y desnutrición.

Somos conscientes de que uno de los primeros efectos de las graves crisis alimentarias, y no sólo las causadas por desastres naturales o por conflictos sangrientos, es la erradicación de su ambiente de personas, familias y comunidades. Es una dolorosa separación que no se limita a la tierra natal, sino que se extiende al ámbito existencial y espiritual, amenazando y a veces derrumbando las pocas certezas que se tenían. Este proceso, que ya se ha hecho global, requiere que las relaciones internacionales restablezcan esa referencia a los principios éticos que las regulan y redescubran el espíritu auténtico de solidaridad que puede hacer incisiva toda la actividad de cooperación.

4. A este respecto, es sumamente expresiva la decisión de dedicar el próximo año a la familia rural. Más allá de un motivo de celebración, se ha de reforzar la convicción de que la familia es el lugar principal del crecimiento de cada uno, pues a través de ella el ser humano se abre a la vida y a esa exigencia natural de relacionarse con los otros. Podemos constatar tantas veces cómo los lazos familiares son esenciales para la estabilidad de las relaciones sociales, para la función educativa y para un desarrollo integral, puesto que están animados por el amor, la solidaridad responsable entre generaciones y la confianza recíproca. Estos son los elementos capaces de hacer menos gravosas y hasta las situaciones más negativas, y llevar a una verdadera fraternidad a toda la humanidad, haciendo que se sienta una sola familia, en la que la mayor atención se pone en los más débiles.

Reconocer que la lucha contra el hambre pasa por la búsqueda del diálogo y la fraternidad comporta para la FAO el que su contribución en las negociaciones de los Estados, dando un nuevo impulso a los procesos decisivos, se caracterice por la promoción de la cultura del encuentro, por promocionar la cultura del encuentro y la cultura y de la solidaridad. Pero esto requiere la disponibilidad de los Estados miembros, el pleno conocimiento de las situaciones, una preparación adecuada, e ideas capaces de incluir a toda persona y toda comunidad. Sólo así será posible conjugar el afán de justicia de miles de millones de personas con las situaciones concretas que presenta la vida real.

La Iglesia Católica, con sus estructuras e instituciones, les acompaña en este esfuerzo, que busca lograr una solidaridad concreta, y la Santa Sede sigue con interés las iniciativas que la FAO emprende, alentando todas sus actividades. Les agradezco este momento de encuentro, y bendigo el trabajo que desempeñan a diario al servicio de los últimos. Muchas gracias.

[00924-04.01] [Texto original: Español]

TESTO IN LINGUA ITALIANA

Signor Presidente,

Signori Ministri,

Signor Direttore Generale,

Illustri Signore e Signori

1. In continuità con una lunga e significativa tradizione, iniziata ben sessant’anni fa, sono lieto di accogliere oggi in Vaticano voi tutti, partecipanti alla 38a Conferenza dell'Organizzazione delle Nazioni Unite per l'Alimentazione e l'Agricoltura.

Ringrazio Lei, Signor Presidente Mohammad Asef Rahimi, e i Rappresentanti di tante nazioni e culture diverse, uniti nella ricerca di risposte adeguate ad una necessità primaria di tanti nostri fratelli e sorelle: disporre del pane quotidiano.

Saluto il Direttore Generale, Professor José Graziano da Silva, che ho avuto modo di incontrare all'inizio del mio ministero di Vescovo di Roma. In quell'occasione egli mi manifestò che la situazione mondiale è particolarmente difficile non solo per la crisi economica, ma anche per i problemi legati alla sicurezza, ai troppi conflitti in corso, ai cambiamenti climatici, alla conservazione delle diversità biologiche. Tutte situazioni, queste, che richiedono alla FAO un rinnovato impegno per affrontare i molteplici problemi del mondo agricolo e di quanti vivono e lavorano nelle aree rurali.

Le iniziative e le soluzioni possibili sono tante e non si limitano all'aumento della produzione. E’ risaputo che quella attuale è sufficiente, eppure ci sono milioni di persone che soffrono e muoiono di fame: questo, cari amici, costituisce un vero scandalo. È necessario allora trovare i modi perché tutti possano beneficiare dei frutti della terra, non soltanto per evitare che si allarghi il divario tra chi più ha e chi deve accontentarsi delle briciole, ma anche e soprattutto per un'esigenza di giustizia e di equità e di rispetto verso ogni essere umano.

2. Credo che il senso del nostro incontro sia di condividere l'idea che si può e si deve fare qualcosa di più per dare vigore all'azione internazionale a favore dei poveri, animati non solo di buona volontà o, quel che è peggio, da promesse che sovente non sono state mantenute. Né si può continuare ad addurre come alibi, un alibi quotidiano, l'attuale crisi globale, da cui peraltro non si potrà uscire completamente finché situazioni e condizioni di vita non saranno considerate attraverso la cifra della persona umana e della sua dignità.

Persona e dignità umana rischiano di diventare un’astrazione di fronte a questioni come l'uso della forza, la guerra, la malnutrizione, l'emarginazione, la violenza, la violazione delle libertà fondamentali o la speculazione finanziaria, che in questo momento condiziona il prezzo degli alimenti, trattandoli come ogni altra merce, dimenticando la loro destinazione primaria. Il nostro compito sta nel riproporre, nell'attuale contesto internazionale, la persona e la dignità umana non come semplice richiamo, ma piuttosto quali pilastri su cui costruire regole condivise e strutture che, superando il pragmatismo o il solo dato tecnico, siano in grado di eliminare le divisioni e colmare i divari esistenti. In tale direzione, è necessario contrastare i miopi interessi economici e le logiche di potere di pochi che escludono la maggioranza della popolazione mondiale e generano povertà ed emarginazione con effetti disgregatori sulla società, così come è necessario combattere quella corruzione che produce privilegi per alcuni e ingiustizie per molti.

3. La situazione che stiamo vivendo, se è direttamente legata a fattori finanziari ed economici, è pure conseguenza di una crisi di convinzioni e di valori, compresi quelli posti a fondamento della vita internazionale. Un quadro, questo, che impone di intraprendere una consapevole e seria opera di ricostruzione che tocca anche la FAO. E voglio evidenziare, voglio segnalare la parola: opera di ricostruzione. Penso alla riforma avviata per garantire una gestione più funzionale, trasparente, equa. Un fatto, certo, positivo, ma ogni vera riforma consiste nell'acquisire una maggiore consapevolezza della responsabilità di ciascuno, riconoscendo che il proprio destino è legato a quello degli altri. Gli uomini non sono isole, siamo comunità. Ho in mente quell'episodio del Vangelo, a tutti noto, dove un Samaritano soccorre chi è nel bisogno. Non lo fa come gesto di elemosina o perché ha denaro a disposizione, ma piuttosto per diventare una cosa sola con colui che soccorre: ne vuole condividere la sorte. Infatti, dopo aver lasciato del denaro per curare il ferito, avverte che tornerà a trovarlo per accertarsi che è guarito. Non si tratta di sola compassione o magari di un invito alla condivisione o a favorire una riconciliazione che superi le avversità e le contrapposizioni. Significa piuttosto essere pronti a condividere ogni cosa e a scegliere di essere buoni samaritani anziché persone indifferenti di fronte alle necessità altrui.

Alla FAO, ai suoi Stati membri, come ad ogni istituzione della Comunità internazionale è chiesta un'apertura di cuore. Occorre superare il disinteresse e l'impulso a guardare da un'altra parte, ma con urgenza prestare attenzione alle esigenze immediate, con la fiducia che nel futuro possano maturare i risultati dell'azione di oggi. Non possiamo sognare programmi asettici, oggi non servono. Ogni programma proposto ci deve coinvolgere tutti. Andare avanti in modo costruttivo e fecondo nei diversi ruoli e responsabilità significa capacità di analizzare, comprendere e donare, abbandonando qualsiasi tentazione di potere, di possedere sempre di più o di cercare il proprio interesse invece di servire la famiglia umana e, in essa, specialmente i meno abbienti, a coloro che ancora soffrono fame e malnutrizione.

Siamo consapevoli che uno dei primi effetti delle gravi crisi alimentari, non solo quelle determinate da calamità naturali o da sanguinosi conflitti, è lo sradicamento di persone, famiglie e comunità dal loro ambiente. E’ un doloroso distacco che non si limita alla terra natale, ma si estende all'ambito esistenziale e spirituale, minacciando e talvolta facendo crollare quelle poche certezze che si avevano. Questo processo, divenuto ormai globale, richiede che le relazioni internazionali ristabiliscano quel riferimento ai principi etici che le regolano e ritrovino quell'autentico spirito di solidarietà che può rendere incisiva tutta l'attività di cooperazione.

4. A questo riguardo è quanto mai espressiva la scelta di dedicare il prossimo anno alla famiglia rurale. Al di là del momento celebrativo, deve rafforzarsi la convinzione che la famiglia è il luogo principale della crescita di ciascuno, poiché attraverso di essa l'essere umano si apre alla vita e a quella esigenza naturale di relazionarsi con gli altri. Sono tante le volte che possiamo constatare come i legami familiari siano essenziali per la stabilità dei rapporti sociali, per la funzione educativa e per uno sviluppo integrale poiché animati dall'amore, dalla solidarietà responsabile tra generazioni e dalla fiducia reciproca. Sono questi gli elementi capaci di rendere meno gravose anche le situazioni più negative e condurre ad una vera fraternità l'intera umanità, facendola sentire una sola famiglia nella quale le attenzioni maggiori sono rivolte ai più deboli.

Riconoscere che la lotta alla fame passa per la ricerca del dialogo e della fraternità significa per la FAO che il suo apporto nei negoziati degli Stati, dando slancio ai processi decisionali, sia caratterizzato dalla promozione della cultura dell’incontro, per promuovere la cultura dell’incontro e la cultura della solidarietà. Questo domanda, però, disponibilità degli Stati membri, piena conoscenza delle situazioni, adeguata preparazione, e idee capaci di includere ogni persona e ogni comunità. Solo così sarà possibile coniugare l'ansia di giustizia di miliardi di persone con le situazioni concrete che presenta la vita reale.

La Chiesa cattolica con le sue strutture e istituzioni, vi è vicina in questo sforzo che cerca di realizzare una solidarietà concreta, e la Santa Sede segue con interesse le iniziative che la FAO intraprende, incoraggiando tutta la vostra attività. Vi ringrazio per questo momento di incontro e benedico il lavoro che quotidianamente svolgete a servizio degli ultimi. Molte grazie.

[00924-01.01] [Testo originale: Italiano]

TESTO IN LINGUA INGLESE

Mr President,

Your Excellencies,

Mr Director General,

Distinguished Ladies and Gentlemen,

1. Continuing a long and meaningful tradition which began sixty years ago, I am pleased to receive you, the participants in the 38th Conference of the Food and Agriculture Organization of the United Nations. I thank President Mohammad Asef Rahimi and the representatives of many countries and different cultures who are working together to respond in a fitting way to the primary needs of so many of our brothers and sisters: those of receiving their daily bread and finding a dignified place at the table.

I greet the Director-General, Professor José Graziano da Silva, whom I had occasion to meet at the beginning of my ministry as Bishop of Rome. On that occasion he made it clear to me that the situation worldwide is particularly difficult, not only because of the economic crisis but also due to problems associated with security, the great number of continuing conflicts, climate change and the preservation of biological diversity. All these situations demand of FAO a renewed commitment to tackling the many problems of the agricultural sector and of all those living and working in rural areas.

The initiatives and possible solutions are many, and are not limited to the increasing of production. It is a well-known fact that current levels of production are sufficient, yet millions of people are still suffering and dying of starvation. This, dear friends is truly scandalous. A way has to be found to enable everyone to benefit from the fruits of the earth, and not simply to close the gap between the affluent and those who must be satisfied with the crumbs falling from the table, but above all to satisfy the demands of justice, fairness and respect for every human being.

2. This, I believe, is the significance of our meeting today: to share the idea that something more can and must be done in order to provide a new stimulus to international activity on behalf of the poor, inspired by something more than mere goodwill or, worse, promises which all too often have not been kept. Nor can the current global crisis continue to be used as an alibi, a daily excuse The crisis will not be completely over until situations and living conditions are examined in terms of the human person and human dignity.

The human person and human dignity risk being turned into vague abstractions in the face of issues like the use of force, war, malnutrition, marginalization, violence, the violation of basic liberties, and financial speculation, which presently affects the price of food, treating it like any other merchandise and overlooking its primary function. Our duty is to continue to insist, in the present international context, that the human person and human dignity are not simply catchwords, but pillars for creating shared rules and structures capable of passing beyond purely pragmatic or technical approaches in order to eliminate divisions and to bridge existing differences. In this regard, there is a need to oppose the shortsighted economic interests and the mentality of power of a relative few who exclude the majority of the world’s peoples, generating poverty and marginalization and causing a breakdown in society. There is likewise a need to combat the corruption which creates privileges for some and injustices for many others.

3. Our present situation, while directly linked to financial and economic factors, is also a consequence of a crisis of convictions and values, including those which are the basis of international life. This is a larger framework which demands the undertaking of a conscious and sober work of rebuilding, one which also affects FAO. And I wish to highlight, I want to insist on the word: the work of rebuilding. Here I am thinking of the reform the Organization has initiated to ensure a more functional, transparent and impartial operation. This is certainly something positive, yet every authentic reform involves an increased sense of responsibility on the part of everyone, in the realization that our individual fate is linked to that of others. Human beings are not islands; we are a community. My thoughts turn to the well-known parable in the Gospel where a Samaritan helps someone in need. He is not prompted by philanthropy or the fact that he has money at his disposal, but by a desire to identify with the person he helps: he wants to share his lot. Indeed, after providing for the man’s care, he announces that he will return to inquire after his health. What is involved here is more than mere compassion or perhaps a desire to share or to promote a reconciliation which can overcome differences and disagreements. It is a willingness to share everything and to decide to be Good Samaritans, instead of people who are indifferent before the needs of others.

What is demanded of FAO, its member States, and every institution of the international community, is openness of heart. There is a need to move beyond indifference and a tendency to look the other way, and urgently to attend to immediate needs, confident that the fruits of today’s work will mature in the future. We cannot devise programs which are bureaucratic and antisceptic, which do do not work today. Every proposal must involve everyone. To move forward constructively and fruitfully in the different functions and responsibilities involves the ability to analyze, understand, and engage, leaving behind the temptations of power, wealth or self-interest and instead serving the human family, especially the needy and to those suffering from hunger and malnutrition.

We are all aware that one of the first effects of grave food crises – and not simply those caused by natural disasters or violent conflicts – is the uprooting of individuals, families and communities. The separation is a painful one; it is not limited to their lands, but extends to their entire existential and spiritual environment, threatening and at times shattering their few certainties in life. This process, which is now taking place worldwide, demands that international relations once more be regulated by their underlying ethical principles and recover the authentic spirit of solidarity which can guarantee the effectiveness of every cooperative undertaking.

4. This is clearly seen in the decision to dedicate the coming year to the rural family. Apart from the celebrations themselves, it is necessary to reaffirm the conviction that every family is the principal setting for the growth of each individual, since it is through the family that human beings become open to life and the natural need for relationships with others. Over and over again we see that family bonds are essential for the stability of relationships in society, for the work of education and for integral human development, for they are inspired by love, responsible inter-generational solidarity and mutual trust. These are factors which can make even the most adverse situations more bearable, and bring a spirit of true fraternity to our world, enabling it to feel as a single family, where the greatest attention is paid to those most in need.

Acknowledging that the fight against hunger entails the pursuit of dialogue and fraternity means for FAO that its contribution to negotiations between States, giving new impulse to the decision-making processes, must be marked by the promotion of the culture of encounter and of solidarity. But this also calls for willingness on the part of the member States, a complete knowledge of particular situations, suitable preparation, and ideas which take into account every individual and every community. Only thus will it be possible to combine the thirst for justice experienced by billions of people with the concrete realities of today’s world.

The Catholic Church, with all her structures and institutions, is at your side in this effort, which is aimed at building concrete solidarity, and the Holy See follows with interest and encourages the initiatives and activities undertaken by FAO. I thank you for this opportunity to meet you, and I bless the work which you carry out daily in the service of the least of our brothers and sisters. Thank you.

[00924-02.01] [Original text: English]

[B0402-XX.02]