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VIAGGIO APOSTOLICO DI SUA SANTITÀ BENEDETTO XVI IN MESSICO E NELLA REPUBBLICA DI CUBA (23 - 29 MARZO 2012) (XI), 26.03.2012


CERIMONIA DI BENVENUTO ALL’AEROPORTO INTERNAZIONALE DI SANTIAGO DE CUBA

 DISCORSO DEL SANTO PADRE

 TRADUZIONE IN LINGUA ITALIANA

 TRADUZIONE IN LINGUA FRANCESE

 TRADUZIONE IN LINGUA INGLESE

 TRADUZIONE IN LINGUA TEDESCA

 TRADUZIONE IN LINGUA PORTOGHESE

Lasciato il Messico, il Santo Padre Benedetto XVI giunge all’aeroporto internazionale di Santiago de Cuba alle ore 14 locali (le 21, ora di Roma), accolto dal Presidente del Consiglio di Stato e del Consiglio dei Ministri della Repubblica, S.E. il Sig. Raúl Modesto Castro Ruz e dall’Arcivescovo di Santiago de Cuba e Presidente della Conferenza Episcopale, S.E. Mons. Dionisio Guillermo García Ibáñez. Il Papa riceve quindi riceve un omaggio floreale da una coppia di bambini.
Con il Nunzio Apostolico S.E. Mons. Bruno Musarò, sono presenti Autorità politiche e civili, i Decani regionali del Corpo Diplomatico, i Vescovi cubani e un gruppo di fedeli.
Nel corso della cerimonia di benvenuto, dopo il saluto del Presidente S.E. il Signor Raúl Modesto Castro Ruz, il Papa pronuncia il discorso che riportiamo di seguito:

 DISCORSO DEL SANTO PADRE

Señor Presidente,
Señores Cardenales y Hermanos en el Episcopado,
Excelentísimas Autoridades,
Miembros del Cuerpo Diplomático,
Señores y señoras,
Queridos amigos cubanos:

Le agradezco, Señor Presidente, su acogida y sus corteses palabras de bienvenida, con las que ha querido transmitir también los sentimientos de respeto de parte del gobierno y el pueblo cubano hacia el Sucesor de Pedro. Saludo a las Autoridades que nos acompañan, así como a los miembros del Cuerpo Diplomático aquí presentes. Dirijo un caluroso saludo al Señor Arzobispo de Santiago de Cuba y Presidente de la Conferencia Episcopal, Monseñor Dionisio Guillermo García Ibáñez, al Señor Arzobispo de La Habana, Cardenal Jaime Ortega y Alamino, y a los demás hermanos Obispos de Cuba, a los que manifiesto toda mi cercanía espiritual. Saludo en fin con todo el afecto de mi corazón a los fieles de la Iglesia católica en Cuba, a los queridos habitantes de esta hermosa isla y a todos los cubanos, allá donde se encuentren. Los tengo siempre muy presentes en mi corazón y en mi oración, y más aún en los días en que se acercaba el momento tan deseado de visitarles, y que gracias a la bondad divina he podido realizar.

Al hallarme entre ustedes, no puedo dejar de recordar la histórica visita a Cuba de mi Predecesor, el Beato Juan Pablo II, que ha dejado una huella imborrable en el alma de los cubanos. Para muchos, creyentes o no, su ejemplo y sus enseñanzas constituyen una guía luminosa que les orienta tanto en la vida personal como en la actuación pública al servicio del bien común de la Nación. En efecto, su paso por la isla fue como una suave brisa de aire fresco que dio nuevo vigor a la Iglesia en Cuba, despertando en muchos una renovada conciencia de la importancia de la fe, alentando a abrir los corazones a Cristo, al mismo tiempo que alumbró la esperanza e impulsó el deseo de trabajar audazmente por un futuro mejor. Uno de los frutos importantes de aquella visita fue la inauguración de una nueva etapa en las relaciones entre la Iglesia y el Estado cubano, con un espíritu de mayor colaboración y confianza, si bien todavía quedan muchos aspectos en los que se puede y debe avanzar, especialmente por cuanto se refiere a la aportación imprescindible que la religión está llamada a desempeñar en el ámbito público de la sociedad.

Me complace vivamente unirme a vuestra alegría con motivo de la celebración del cuatrocientos aniversario del hallazgo de la bendita imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre. Su entrañable figura ha estado desde el principio muy presente tanto en la vida personal de los cubanos como en los grandes acontecimientos del País, de modo muy particular durante su independencia, siendo venerada por todos como verdadera madre del pueblo cubano. La devoción a «la Virgen Mambisa» ha sostenido la fe y ha alentado la defensa y promoción de cuanto dignifica la condición humana y sus derechos fundamentales; y continúa haciéndolo aún hoy con más fuerza, dando así testimonio visible de la fecundidad de la predicación del evangelio en estas tierras, y de las profundas raíces cristianas que conforman la identidad más honda del alma cubana. Siguiendo la estela de tantos peregrinos a lo largo de estos siglos, también yo deseo ir a El Cobre a postrarme a los pies de la Madre de Dios, para agradecerle sus desvelos por todos sus hijos cubanos y pedirle su intercesión para que guíe los destinos de esta amada Nación por los caminos de la justicia, la paz, la libertad y la reconciliación.

Vengo a Cuba como peregrino de la caridad, para confirmar a mis hermanos en la fe y alentarles en la esperanza, que nace de la presencia del amor de Dios en nuestras vidas. Llevo en mi corazón las justas aspiraciones y legítimos deseos de todos los cubanos, dondequiera que se encuentren, sus sufrimientos y alegrías, sus preocupaciones y anhelos más nobles, y de modo especial de los jóvenes y los ancianos, de los adolescentes y los niños, de los enfermos y los trabajadores, de los presos y sus familiares, así como de los pobres y necesitados.

Muchas partes del mundo viven hoy un momento de especial dificultad económica, que no pocos concuerdan en situar en una profunda crisis de tipo espiritual y moral, que ha dejado al hombre vacío de valores y desprotegido frente a la ambición y el egoísmo de ciertos poderes que no tienen en cuenta el bien auténtico de las personas y las familias. No se puede seguir por más tiempo en la misma dirección cultural y moral que ha causado la dolorosa situación que tantos experimentan. En cambio, el progreso verdadero tiene necesidad de una ética que coloque en el centro a la persona humana y tenga en cuenta sus exigencias más auténticas, de modo especial su dimensión espiritual y religiosa. Por eso, en el corazón y el pensamiento de muchos, se abre paso cada vez más la certeza de que la regeneración de las sociedades y del mundo requiere hombres rectos, de firmes convicciones morales y altos valores de fondo que no sean manipulables por estrechos intereses, y que respondan a la naturaleza inmutable y trascendente del ser humano.

Queridos amigos, estoy convencido de que Cuba, en este momento especialmente importante de su historia, está mirando ya al mañana, y para ello se esfuerza por renovar y ensanchar sus horizontes, a lo que cooperará ese inmenso patrimonio de valores espirituales y morales que han ido conformando su identidad más genuina, y que se encuentran esculpidos en la obra y la vida de muchos insignes padres de la patria, como el Beato José Olallo y Valdés, el Siervo de Dios Félix Varela o el prócer José Martí. La Iglesia, por su parte, ha sabido contribuir diligentemente al cultivo de esos valores mediante su generosa y abnegada misión pastoral, y renueva sus propósitos de seguir trabajando sin descanso por servir mejor a todos los cubanos.

Ruego al Señor que bendiga copiosamente a esta tierra y a sus hijos, en particular a los que se sienten desfavorecidos, a los marginados y a cuantos sufren en el cuerpo o en el espíritu, al mismo tiempo que, por intercesión de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, conceda a todos un futuro lleno de esperanza, solidaridad y concordia. Muchas gracias.

[00407-04.01] [Texto original: Español]

 TRADUZIONE IN LINGUA ITALIANA

Signor Presidente,
Signori Cardinali e Fratelli nell’Episcopato,
Eccellentissime Autorità,
Membri del Corpo Diplomatico,
Signori e Signore,
Cari amici cubani!

La ringrazio, Signor Presidente, per la sua accoglienza e le sue cortesi parole di benvenuto, con le quali ha voluto trasmettere anche i sentimenti di rispetto da parte del governo e del popolo cubano verso il Successore di Pietro. Saluto le Autorità che ci accompagnano, come pure i Membri del Corpo diplomatico qui presenti. Rivolgo un cordiale saluto all’Arcivescovo di Santiago de Cuba e Presidente de la Conferenza Episcopale, Mons Dionisio Guillermo García Ibáñez, all’Arcivescovo de La Habana, il Signor Cardinale Jaime Ortega y Alamino, e agli altri Fratelli Vescovi di Cuba, ai quali manifesto tutta la mia vicinanza spirituale. Saluto, infine, con tutto l’affetto del mio cuore, i fedeli della Chiesa cattolica in Cuba, i cari abitanti di questa bella isola e tutti i cubani, lì dove si trovano. Vi tengo sempre molto presenti nel mio cuore e nella mia preghiera e ancora di più nei giorni nei quali si avvicinava il momento tanto desiderato di visitarvi e che, grazie alla bontà divina, ho potuto realizzare.

Nel venire tra voi, non posso tralasciare il ricordo della storica visita a Cuba del mio Predecessore, il Beato Giovanni Paolo II, che ha lasciato una traccia indelebile nell’animo dei cubani. Per molti, credenti e non, il suo esempio e i suoi insegnamenti costituiscono una guida luminosa che li orienta sia nella vita personale sia nella realizzazione pubblica del servizio al bene comune della Nazione. In effetti, il suo passaggio nell’isola fu come una brezza soave di aria fresca che diede nuovo vigore alla Chiesa in Cuba, destando in molti una rinnovata coscienza dell’importanza della fede, incoraggiando ad aprire i cuori a Cristo, e, nello stesso tempo, illuminò la speranza e stimolò il desiderio di lavorare con audacia per un futuro migliore. Uno dei frutti importanti di quella visita fu l’inaugurazione di una nuova fase nelle relazioni tra la Chiesa e lo Stato cubano, con uno spirito di maggiore collaborazione e fiducia, benché rimangano ancora molti aspetti nei quali si può e si deve avanzare, specialmente per quanto si riferisce al contributo imprescindibile che la religione è chiamata a svolgere nell’ambito pubblico della società.

Sono vivamente lieto di unirmi alla vostra gioia a motivo della celebrazione del quattrocentesimo anniversario della scoperta dell’immagine benedetta della Vergine della Carità del "Cobre". La sua singolare figura è stata, fin dall’inizio, molto presente sia nella vita personale dei cubani sia nei grandi avvenimenti del Paese, in modo speciale durante la sua indipendenza, essendo da tutti venerata come vera madre del popolo cubano. La devozione a «la Virgen Mambisa» ha sostenuto la fede e ha incoraggiato la difesa e la promozione di ciò che rende degna la condizione umana e dei suoi diritti fondamentali, e continua a farlo anche oggi con più forza, dando così testimonianza visibile della fecondità della predicazione del Vangelo in queste terre, e delle profonde radici cristiane che danno vita all’identità più profonda dell’animo cubano. Seguendo la scia di tanti pellegrini nel corso di questi secoli, anch’io desidero recarmi a "El Cobre" a prostrarmi ai piedi della Madre di Dio, per ringraziarla dei suoi interventi in favore di tutti i suoi figli cubani e chiedere la sua intercessione, affinché guidi i percorsi di questa amata Nazione sui sentieri della giustizia, della pace, della libertà e della riconciliazione.

Vengo a Cuba come Pellegrino della carità, per confermare i miei fratelli nella fede e incoraggiarli nella speranza, che nasce dalla presenza dell’amore di Dio nelle nostre vite. Porto nel mio cuore le giuste aspirazioni e i legittimi desideri di tutti i cubani, dovunque si trovino, le loro sofferenze e gioie, le loro preoccupazioni e gli aneliti più nobili, in modo speciale dei giovani e degli anziani, degli adolescenti e dei bambini, degli infermi e dei lavoratori, dei detenuti e dei loro familiari, così come dei poveri e bisognosi.

Molte parti del mondo vivono oggi un momento di particolare difficoltà economica, che non pochi concordano nel situare in una profonda crisi di tipo spirituale e morale, che ha lasciato l’uomo senza valori e indifeso di fronte all’ambizione e all’egoismo di certi poteri che non tengono conto del bene autentico delle persone e delle famiglie. Non si può proseguire a lungo nella stessa direzione culturale e morale che ha causato la dolorosa situazione che tanti sperimentano. Al contrario, il vero progresso necessita di un’etica che collochi al centro la persona umana e tenga conto delle sue esigenze più autentiche, in modo speciale della sua dimensione spirituale e religiosa. Per questo, nel cuore e nella mente di molti, si fa strada sempre di più la certezza che la rigenerazione delle società e del mondo richiede uomini retti e di ferme convinzioni morali e alti valori di fondo che non siano manipolabili da interessi limitati, e che rispondano alla natura immutabile e trascendente dell’essere umano.

Cari amici, sono convinto che Cuba, in questo momento così importante della sua storia, sta guardando già al domani, e per questo si sforza di rinnovare e ampliare i suoi orizzonti; a ciò coopererà quell’immenso patrimonio di valori spirituali e morali che hanno plasmato la sua identità più genuina, e che si trovano scolpiti nell’opera e nella vita di molti insigni padri della patria, come il Beato José Olallo y Valdés, il Servo di Dio Félix Varela o l’insigne José Martí. La Chiesa, da parte sua, ha saputo contribuire con impegno alla promozione di tali valori mediante la sua generosa e instancabile missione pastorale, e rinnova i suoi propositi di continuare a lavorare senza tregua per servire meglio tutti i cubani.

Prego il Signore che benedica con abbondanza questa terra e i suoi figli, in particolare quelli che si sentono svantaggiati, gli emarginati e quanti soffrono nel corpo e nello spirito, affinché, per intercessione della Nostra Signora della Carità del Cobre, conceda a tutti un futuro pieno di speranza, di solidarietà e di concordia. Molte grazie.

[00407-01.01] [Testo originale: Spagnolo]

 TRADUZIONE IN LINGUA FRANCESE

Monsieur le Président,
Messieurs les Cardinaux et frères dans l’Épiscopat,
Autorités présentes,
Membres du Corps diplomatique
Mesdames et Messieurs,
Chers amis cubains,

Je vous remercie, Monsieur le Président, pour votre accueil et pour vos paroles courtoises de bienvenue par lesquelles vous avez voulu transmettre aussi les sentiments de respect du gouvernement et du peuple cubain envers le Successeur de Pierre. Je salue les Autorités qui nous accueillent, ainsi que les membres du Corps diplomatique qui sont présents ici. J’adresse un salut chaleureux à l’Archevêque de Santiago de Cuba et Président de la Conférence épiscopale, Mgr Dionisio Guillermo García Ibáñez, à l’Archevêque de La Havane, Monsieur le Cardinal Jaime Ortega y Alamino et aux autres frères Évêques de Cuba, à qui je manifeste toute ma proximité spirituelle. Je salue enfin avec une affection particulière les fidèles de l’Église catholique à Cuba, les chers habitants de cette belle île et tous les Cubains là où ils se trouvent. Je les tiens toujours tous très présents dans mon cœur et dans ma prière, et encore plus en ces jours qui ont précédé le moment tant désiré de les visiter, visite que j’ai pu réaliser grâce à la bonté divine.

En me trouvant parmi vous, je ne peux manquer de rappeler la visite historique de mon prédécesseur le Bienheureux Jean-Paul II, qui a laissé une empreinte indélébile dans l’âme des Cubains. Pour beaucoup, croyants ou non, son exemple et ses enseignements constituent un guide lumineux qui les oriente aussi bien dans leur vie personnelle, que dans leur agir public au service du bien commun de la nation. En effet, son passage à travers l’Île a été comme une brise suave d’air frais qui a donné une nouvelle vigueur à l’Église à Cuba, réveillant en beaucoup une conscience renouvelée de l’importance de la foi, encourageant à ouvrir les cœurs au Christ au moment même où s’illumine l’espérance et naît le désir de travailler audacieusement pour un avenir meilleur. Un des fruits importants de cette visite a été l’inauguration d’une nouvelle étape dans les relations entre l’Église et l’État cubain, avec un esprit de meilleure collaboration et confiance, bien que demeurent encore de nombreux aspects dans lesquels on peut et on doit avancer, spécialement dans celui qui se réfère à l’apport imprescriptible que la religion est appelée à développer dans le domaine public de la société.

Je suis heureux de m’unir à votre joie qui a pour motif le 400ème anniversaire de la découverte de l’image bénie de la Vierge de la Caridad del Cobre. Son image aimante a été depuis le début très présente aussi bien dans la vie personnelle des Cubains que dans les grands évènements du pays, de manière plus particulière durant son indépendance, étant vénérée par tous comme vraie mère du peuple cubain. La dévotion à la Virgen Mambisa a soutenu la foi et encouragé la défense et la promotion de ce qui donne dignité à la condition humaine et à ses droits fondamentaux et elle continue à le faire encore aujourd’hui avec plus de force, donnant ainsi un témoignage visible de la fécondité de la prédication de l’évangile en ces terres, et des profondes racines chrétiennes qui façonnent l’identité la plus profonde de l’âme cubaine. Suivant la trace de tant de pèlerins au long de ces siècles, je désire moi aussi, aller à El Cobre et me prosterner aux pieds de la Mère de Dieu pour la remercier de sa protection pour tous ses enfants cubains et pour lui demander son intercession afin qu’elle guide les destins de cette nation aimée sur les chemins de la justice, de la paix, de la liberté et de la réconciliation.

Je viens à Cuba comme pèlerin de la charité, pour confirmer mes frères dans la foi et les encourager dans l’espérance qui naît de la présence de l’amour de Dieu dans nos vies. Je porte dans mon cœur les justes aspirations et les désirs légitimes de tous les Cubains, où qu’ils se trouvent, leurs souffrances et leurs joies, leurs préoccupations et leurs souhaits les plus nobles, et de manière spéciale ceux des jeunes et des personnes âgées, des adolescents et des enfants, des malades et des travailleurs, des prisonniers et de leur famille, ainsi que ceux des pauvres et des nécessiteux.

De nombreuses parties du monde vivent aujourd’hui un moment de difficulté économique particulière, que de nombreuses personnes s’accordent à situer dans une profonde crise de type spirituel et moral, qui a laissé l’homme vide de valeurs et sans protection devant l’ambition et l’égoïsme de certains pouvoirs qui ne prennent pas en compte le bien authentique des personnes et des familles. On ne peut pas continuer à suivre plus longtemps la même direction culturelle et morale qui a causé la situation douloureuse que tant de personnes subissent. Au contraire, le progrès véritable nécessite une éthique qui place en son centre la personne humaine et qui prend en compte ses exigences les plus authentiques, de manière spéciale, sa dimension spirituelle et religieuse. Pour cela, dans le cœur et dans la pensée de beaucoup, s’ouvre toujours plus la certitude que la régénération des sociétés et du monde demande des hommes droits, de fermes convictions, des valeurs de fond morales et élevées qui ne soient pas manipulables par des intérêts étroits, et qui répondent à la nature immuable et transcendante de l’être humain.

Chers amis, je suis convaincu que Cuba, en ce moment particulièrement important de son histoire, regarde déjà vers demain, et s’efforce pour cela de rénover et d’élargir ses horizons, ce à quoi coopère cet immense patrimoine de valeurs spirituelles et morales qui ont formé son identité la plus authentique, et qui se trouvent sculptées dans l’œuvre et dans la vie de nombreux et nobles pères de la patrie tels le Bienheureux José Olallo y Valdés, le serviteur de Dieu Félix Varela ou l’éminent José Martí. L’Église, de son côté, a su contribuer avec diligence à la promotion de ces valeurs à travers sa mission pastorale généreuse et désintéressée, et elle renouvelle son intention de continuer à travailler inlassablement pour mieux servir tous les Cubains.

Je prie le Seigneur pour qu’il bénisse abondamment cette terre et ses fils, en particulier ceux qui se considèrent défavorisés, les marginaux et ceux qui souffrent dans leur cœur et dans leur esprit. Je demande en même temps à Dieu, par l’intercession de Notre Dame de la Caridad del Cobre, qu’il concède à tous un avenir plein d’espoir, de solidarité et de concorde. Merci beaucoup.

[00407-03.01] [Texte original: Espagnol]

TRADUZIONE IN LINGUA INGLESE

Mr President,
Dear Cardinals and Brother Bishops,
Distinguished Authorities,
Members of the Diplomatic Corps,
Ladies and Gentlemen,
Dear People of Cuba,

Thank you, Mr President, for your welcome and your kind words, with which you also conveyed the sentiments of respect of the Cuban government and people for the Successor of Peter. I greet the civil authorities here present, as well as the members of the diplomatic corps. I cordially greet the President of the Episcopal Conference, Archbishop Dionisio Guillermo García Ibáñez of Santiago de Cuba; the Archbishop of Havana, Cardinal Jaime Ortega y Alamino, and my other Brother Bishops of Cuba, and I assure them of my deep spiritual closeness. Finally, I greet with heartfelt affection all the faithful of the Catholic Church in Cuba, the beloved people of this beautiful island, and all Cubans wherever they may be. You are always present in my heart and prayers, especially in the days preceding the much anticipated moment of my visit to you, which the grace and goodness of God has made possible.

Standing here among you, I cannot but recall the historic visit to Cuba of my predecessor, Blessed John Paul II, who left an indelible mark on the soul of all Cubans. For many, whether believers or not, his example and his teachings are a luminous guide for their personal lives and their public activity in the service of the common good of the nation. His visit to this island was like a gentle breath of fresh air which gave new strength to the Church in Cuba, awakening in many a renewed awareness of the importance of faith and inspiring them to open their hearts to Christ, while at the same time kindling their hope and encouraging their desire to work fearlessly for a better future. One of the important fruits of that visit was the inauguration of a new phase in the relationship in Cuba between Church and State, in a new spirit of cooperation and trust, even if many areas remain in which greater progress can and ought to be made, especially as regards the indispensable public contribution that religion is called to make in the life of society.

I am pleased to share your joy as you celebrate the four hundredth anniversary of the discovery of the holy statue of Our Lady of Charity of El Cobre. Since the beginning she has been very much present in the personal lives of Cubans as well as in the great events of the nation, especially since independence, for she is honoured by all as the true mother of the Cuban people. Devotion to the Virgen Mambisa has sustained the faith and inspired the defence and promotion of all that gives dignity to the human condition and its fundamental rights, and continues to do so today with ever greater strength, giving visible witness to the fruitfulness of the preaching of the Gospel in these lands, and to the profound Christian roots which shape the deepest identity of the Cuban soul. Following in the footsteps of countless pilgrims down the centuries, I too wish to go to El Cobre to kneel at the feet of the Mother of God, to thank her for her concern for all her Cuban children, and to ask her to guide the future of this beloved nation in the ways of justice, peace, freedom and reconciliation.

I come to Cuba as a pilgrim of charity, to confirm my brothers and sisters in the faith and strengthen them in the hope which is born of the presence of God’s love in our lives. I carry in my heart the just aspirations and legitimate desires of all Cubans, wherever they may be, their sufferings and their joys, their concerns and their noblest desires, those of the young and the elderly, of adolescents and children, of the sick and workers, of prisoners and their families, and of the poor and those in need.

Many parts of the world today are experiencing a time of particular economic difficulty, that not a few people regard as part of a profound spiritual and moral crisis which has left humanity devoid of values and defenceless before the ambition and selfishness of certain powers which take little account of the true good of individuals and families. We can no longer continue in the same cultural and moral direction which has caused the painful situation that many suffer. On the other hand, real progress calls for an ethics which focuses on the human person and takes account of the most profound human needs, especially man’s spiritual and religious dimension. In the hearts and minds of many, the way is thus opening to an ever greater certainty that the rebirth of society demands upright men and women of firm moral convictions, with noble and strong values who will not be manipulated by dubious interests and who are respectful of the unchanging and transcendent nature of the human person.

Dear friends, I am convinced that Cuba, at this moment of particular importance in its history, is already looking to the future, and thus is striving to renew and broaden its horizons. Of great help in this enterprise will be the fine patrimony of spiritual and moral values which fashioned the nation’s true identity, and which stand out in the work and the life of many distinguished fathers of the country, like Blessed José Olallo y Valdés, the Servant of God Félix Varela, and the acclaimed José Martí. For her part, the Church too has diligently contributed to the cultivation of those values through her generous and selfless pastoral mission, and renews her commitment to work tirelessly the better to serve all Cubans.

I ask the Lord to bless abundantly this land and its children, in particular those who feel disadvantaged, the excluded and all those who suffer in body or spirit. At the same time, I pray that, through the intercession of Our Lady of Charity of El Cobre, he will grant to all a future of hope, solidarity and harmony. Thank you.

[00407-02.02] [Original text: Spanish]

TRADUZIONE IN LINGUA TEDESCA

Sehr geehrter Herr Präsident!

Meine Herren Kardinäle und liebe Mitbrüder im Bischofsamt!

Geschätzte Vertreter des öffentlichen Lebens!

Werte Mitglieder des Diplomatischen Korps!

Meine Damen und Herren!

Liebe kubanische Freunde!

Ich danke Ihnen, Herr Präsident, für den Empfang und Ihre freundlichen Begrüßungsworte, mit denen Sie auch die Ehrerbietung der Regierung und des kubanischen Volkes gegenüber dem Nachfolger Petri zum Ausdruck gebracht haben. Ich grüße die Vertreter des öffentlichen Lebens, die zugegen sind, wie auch die hier anwesenden Mitglieder des Diplomatischen Korps. Einen herzlichen Gruß richte ich an den Erzbischof von Santiago de Cuba und Präsidenten der Bischofskonferenz Dionisio Guillermo García Ibáñez, an den Erzbischof von Havanna Kardinal Jaime Ortega y Alamino und an die anderen bischöflichen Mitbrüder in Kuba, denen ich all meine geistliche Nähe bekunde. Schließlich grüße ich ganz von Herzen die Gläubigen der katholischen Kirche in Kuba, die geschätzten Einwohner dieser schönen Insel und alle Kubaner, wo auch immer sie sich befinden. Ihr liegt mir stets am Herzen, und ich bete für euch. Das war ganz besonders in diesen Tagen der Fall, als der ersehnte Augenblick des Besuches bei euch näher rückte, der dank göttlicher Güte nun Wirklichkeit geworden ist.

Wenn ich jetzt zu euch komme, kann ich es nicht unterlassen, an den denkwürdigen Besuch meines Vorgängers, des seligen Johannes Paul II. zu erinnern, der eine unauslöschliche Spur in der Seele der Kubaner hinterlassen hat. Für viele, Gläubige und Nichtgläubige, stellen sein Vorbild und seine Lehre ein leuchtendes Leitbild dar, das ihnen sowohl im persönlichen Leben wie auch in der öffentlichen Ausführung des Dienstes am Gemeinwohl der Nation Orientierung gibt. In der Tat war seine Reise über die Insel wie eine angenehme Brise frischer Luft, die der Kirche in Kuba neue Kraft gegeben hat, da sie in vielen ein neues Bewußtsein für die Bedeutung des Glaubens wachrief und sie ermutigte, die Herzen für Christus zu öffnen. Gleichzeitig hat sie die Hoffnung entzündet und das Verlangen geweckt, mutig für eine bessere Zukunft zu arbeiten. Eine der wichtigen Früchte dieses Besuches war die Einleitung einer neuen Phase in den Beziehungen zwischen der Kirche und dem kubanischen Staat im Geist stärkerer Zusammenarbeit und größeren Vertrauens. Doch bleiben noch viele Aspekte, in denen man vorankommen kann und muß, besonders hinsichtlich des unerläßlichen Beitrags, den die Religion im öffentlichen Bereich der Gesellschaft zu leisten berufen ist.

Ich freue mich sehr, mich mit euch in der Freude anläßlich der 400-Jahr-Feier der Auffindung des Gnadenbildes der Barmherzigen Jungfrau von El Cobre zu vereinen. Ihre einzigartige Gestalt war von Anfang an sowohl im persönlichen Leben der Kubaner als auch in den großen Ereignissen des Landes sehr gegenwärtig, besonders als es seine Unabhängigkeit erlangte. Sie wurde von allen als wahre Mutter des kubanischen Volkes verehrt. Die Verehrung der „Virgen Mambisa" hat den Glauben gestärkt und dazu ermutigt, zu verteidigen und zu fördern, was die Lebensbedingungen des Menschen und seine Grundrechte würdig macht. Sie tut es heute weiterhin mit noch größerer Kraft und gibt so ein sichtbares Zeugnis für die Fruchtbarkeit der Verkündigung des Evangeliums in diesem Land und die tiefen christlichen Wurzeln, die der innersten Identität der kubanischen Seele Leben verleihen. Der Spur der vielen Pilger im Laufe der Jahrhunderte folgend, möchte auch ich mich nach El Cobre begeben und zu Füßen der Mutter Gottes niederknien, um ihr für ihre Hilfe für alle ihre kubanischen Kinder zu danken und sie um ihre Fürsprache anzurufen, damit sie den Lauf dieser geliebten Nation auf Pfade der Gerechtigkeit, des Friedens, der Freiheit und der Versöhnung führe.

Ich komme als Pilger der Liebe nach Kuba, um meine Brüder und Schwestern im Glauben zu stärken und in der Hoffnung zu ermutigen, die aus der Gegenwart der Liebe Gottes in unserem Leben erwächst. In meinem Herzen nehme ich die berechtigten Anliegen und legitimen Wünsche aller Kubaner mit, wo immer sie auch sind, ihre Leiden und Freuden, ihre Sorgen und alles, was sie auf dem Herzen haben, seien es besonders die jungen und die alten Menschen, die Heranwachsenden und die Kinder, die Kranken und die Arbeiter, die Gefangenen und ihre Familien sowie die Armen und die Bedürftigen.

Viele Teile der Welt durchleben heute eine Zeit besonderer wirtschaftlicher Schwierigkeiten. Nicht wenige stimmen darin überein, daß dem eine tiefe geistige und moralische Krise zugrunde liegt, die den Menschen ohne Werte zurückgelassen hat und ihn dem Ehrgeiz und Egoismus gewisser Mächte preisgibt, die das wahre Wohl der Menschen und der Familien nicht beachten. Man kann allerdings auf Dauer nicht einer solchen kulturellen und moralischen Linie folgen, welche die schmerzliche Situation hervorgerufen hat, wie sie viele erfahren. Im Gegenteil, wahrer Fortschritt braucht eine Ethik, die den Menschen in den Mittelpunkt stellt und seine echten Bedürfnisse berücksichtigt, besonders was seine geistige und religiöse Dimension betrifft. Daher wird es im Herzen und im Geist vieler immer mehr zur Gewißheit, daß es für die Erneuerung der Gesellschaft und der Welt rechtschaffener Menschen mit festen moralischen Überzeugungen und hohen grundlegenden Werten bedarf, die nicht unter dem Einfluß bestimmter Interessen stehen, sondern der unwandelbaren und transzendenten Natur des Menschen entsprechen.

Liebe Freunde, ich bin überzeugt, daß Kuba in diesem so wichtigen Augenblick seiner Geschichte schon auf das Morgen schaut und sich daher bemüht, seine Horizonte zu erneuern und zu weiten; dazu trägt das große Erbe an geistigen und moralischen Werten bei, die seine wahre Identität geformt haben und die sich im Werk und Leben vieler berühmter Söhne des Landes eingeprägt finden, wie des seligen José Olallo y Valdés, des Dieners Gottes Félix Varela oder des prominenten José Martí. Die Kirche ihrerseits konnte durch ihre großzügige und hingebungsvolle Seelsorge sehr zur Förderung solcher Werte beitragen und bekräftigt ihre Absicht, weiter rastlos zu arbeiten, um allen Kubanern besser zu dienen.

Ich bitte den Herrn, daß er dieses Land und seine Kinder reichlich segne und besonders denen nahe ist, die sich benachteiligt fühlen, den Ausgegrenzten und allen, die an Leib und Seele leiden, und daß er auf die Fürsprache der Barmherzigen Jungfrau von El Cobre allen eine Zukunft voll Hoffnung, Solidarität und Eintracht schenke. Vielen Dank.

[00407-05.01] [Originalsprache: Spanisch]

TRADUZIONE IN LINGUA PORTOGHESE

Senhor Presidente,
Senhores Cardeais e Irmãos no Episcopado,
Distintas Autoridades,
Membros do Corpo Diplomático,
Senhores e senhoras,Queridos amigos cubanos!

Agradeço-lhe, Senhor Presidente, o acolhimento dispensado e as amáveis palavras de boas-vindas com que quis transmitir, da sua parte e também do governo e do povo cubano, os sentimentos de respeito pelo Sucessor de Pedro. Saúdo as Autoridades que nos acompanham, assim como os Membros do Corpo Diplomático aqui presentes. Dirijo uma cordial saudação a D. Dionisio Guillermo García Ibáñez, Arcebispo de Santiago de Cuba e Presidente da Conferência Episcopal, ao Cardeal Jaime Ortega y Alamino, Arcebispo de Havana, e aos restantes Bispos de Cuba, a todos certificando da minha solidariedade espiritual. E por fim saúdo, com todo o carinho do meu coração, os fiéis da Igreja Católica em Cuba, os amados habitantes desta linda Ilha e todos os cubanos onde quer que se encontrem. Tenho-vos sempre muito presente no coração e na minha oração, e ainda mais nos últimos dias quando o momento tão desejado de vos visitar se ia aproximando e que, graças à bondade divina, chegou.

Encontrando-me agora no vosso meio, não posso deixar de lembrar a histórica visita a Cuba do meu predecessor, o Beato João Paulo II, que deixou uma marca indelével na alma dos cubanos. O seu exemplo e os seus ensinamentos constituem uma guia luminosa para muitos, crentes ou não, que os orienta tanto na vida pessoal como na atuação pública ao serviço do bem comum da Nação. De fato, a sua passagem pela Ilha foi uma espécie de brisa suave de fresca aragem que deu novo vigor à Igreja em Cuba, despertando em muitas pessoas uma renovada consciência da importância da fé e encorajando a abrir os corações a Cristo, ao mesmo tempo que reacendeu a esperança e revigorou o desejo de trabalhar corajosamente por um futuro melhor. Um dos frutos importantes daquela visita foi a inauguração duma nova etapa nas relações entre a Igreja e o Estado cubano caracterizada por um espírito de maior colaboração e confiança, embora permaneçam ainda muitos aspectos em que se pode e deve avançar, especialmente no que diz respeito à contribuição imprescindível que a religião é chamada a prestar no âmbito público da sociedade.

Estou muito feliz por poder partilhar a vossa alegria na celebração do IV centenário da descoberta da imagem sagrada da Virgem da Caridade do Cobre. A sua figura cativante esteve, desde o início, muito presente tanto na vida pessoal dos cubanos como nos grandes acontecimentos do País, especialmente durante a sua independência, sendo venerada por todos como verdadeira mãe do povo cubano. A devoção à «Virgem Mambisa» sustentou a fé e encorajou a defesa e promoção de tudo o que dignifica a condição humana e dos seus direitos fundamentais; e hoje continua fazê-lo ainda com mais força, dando assim testemunho visível da fecundidade da pregação do Evangelho nestas terras e das profundas raízes cristãs que configuram a identidade mais genuína da alma cubana. Seguindo o rasto deixado por tantos peregrinos ao longo destes séculos, também eu desejo ir a El Cobre prostrar-me aos pés da Mãe de Deus para Lhe agradecer a solicitude com que cuida de todos os seus filhos cubanos e confiar à sua intercessão os destinos desta amada Nação para que os guie pelas sendas da justiça, da paz, da liberdade e da reconciliação.

Venho a Cuba como peregrino da caridade, para confirmar os meus irmãos na fé e encorajá-los na esperança, que nasce da presença do amor de Deus nas nossas vidas. Levo no coração as justas aspirações e os legítimos desejos de todos os cubanos – onde quer que se encontrem –, os seus sofrimentos e alegrias, as suas preocupações e os anseios mais nobres, especialmente dos jovens e dos idosos, dos adolescentes e das crianças, dos doentes e dos trabalhadores, dos encarcerados e dos seus familiares, bem como dos pobres e necessitados.

Muitas partes do mundo atravessam, hoje, um momento de particular dificuldade econômica, cuja origem tantos concordam em situá-la numa profunda crise de tipo espiritual e moral, que deixou o homem sem valores e desprotegido contra a ganância e o egoísmo de certos poderes que não têm em conta o bem autêntico das pessoas e das famílias. Não é possível continuar por mais tempo na mesma direção cultural e moral, que causou esta situação dolorosa que muitos sentem. Em vez disso, o verdadeiro progresso necessita duma ética que coloque no centro a pessoa humana e tenha em conta as suas exigências mais autênticas, de modo especial a sua dimensão espiritual e religiosa. Por isso, vai ganhando cada vez mais espaço, no coração e na mente de muitas pessoas, a certeza de que a regeneração das sociedades e do mundo exige homens retos e de firmes convicções morais e altos valores de fundo que não sejam manipuláveis por interesses limitados mas correspondam à natureza imutável e transcendente do ser humano.

Queridos amigos, estou convencido de que Cuba, neste momento tão importante da sua história, estende já o seu olhar para o amanhã, esforçando-se por renovar e ampliar os seus horizontes; para isso contribuirá aquele imenso patrimônio de valores espirituais e morais que plasmaram a sua identidade mais genuína e que estão esculpidos na obra e na vida de muitos e insignes pais da Pátria, como o Beato José Olallo y Valdés, o Servo de Deus Félix Varela e o insigne José Martí. A Igreja, por sua vez, soube contribuir diligentemente para a promoção de tais valores através da sua generosa e incansável missão pastoral, e renova os seus propósitos de continuar a trabalhar sem descanso para servir do melhor modo a todos os cubanos.

Peço ao Senhor que abençoe copiosamente esta terra e seus filhos, particularmente os que se sentem desfavorecidos, os marginalizados e quantos sofrem no corpo ou no espírito, e conceda a todos, por intercessão de Nossa Senhora da Caridade do Cobre, um futuro cheio de esperança, solidariedade e concórdia. Muito obrigado.

[00407-06.01] [Texto original: Espanhol]

Conclusa la Cerimonia di benvenuto, il Papa si trasferisce all’Arcivescovado di Santiago de Cuba.

[B0179-XX.01]