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VIAGGIO APOSTOLICO DI SUA SANTITÀ BENEDETTO XVI A MADRID (SPAGNA) IN OCCASIONE DELLA XXVI GIORNATA MONDIALE DELLA GIOVENTÙ (18-21 AGOSTO 2011) (VIII), 20.08.2011


CONFESSIONE DI ALCUNI GIOVANI, NEI JARDINES DEL BUEN RETIRO DI MADRID

SANTA MESSA CON I SEMINARISTI, NELLA CATTEDRALE DELL’ALMUDENA DI MADRID

ANNUNCIO DELLA PROSSIMA DICHIARAZIONE DI SAN JUAN DE ÁVILA, PRESBITERO, A DOTTORE DELLA CHIESA UNIVERSALE

CONFESSIONE DI ALCUNI GIOVANI, NEI JARDINES DEL BUEN RETIRO DI MADRID

Alle ore 8.45 di questa mattina, lasciata la Nunziatura Apostolica, il Santo Padre Benedetto XVI si trasferisce in auto nei Jardines del Buen Retiro di Madrid, il parco più esteso della Città.
Qui, già da martedì 14 agosto, si svolge la Fiesta del Perdón, con la possibilità per i giovani di accedere al Sacramento della Riconciliazione in qualsiasi momento della gionata. Nel viale principale del Parco sono stati installati 200 confessionali mobili in cui sacerdoti giunti da ogni parte del mondo confessano i giovani nelle diverse lingue.
Il Papa entra nel Parco dall’ingresso Cecilio Rodríguez e nel Paseo de Coches ascolta la confessione di quattro giovani.
Quindi, alle ore 9.30, si reca in auto alla Cattedrale dell’Almudena di Madrid per la Celebrazione Eucaristica con i seminaristi.

[01193-01.01]

SANTA MESSA CON I SEMINARISTI, NELLA CATTEDRALE DELL’ALMUDENA DI MADRID

 OMELIA DEL SANTO PADRE

 TRADUZIONE IN LINGUA ITALIANA

 TRADUZIONE IN LINGUA FRANCESE

 TRADUZIONE IN LINGUA INGLESE

 TRADUZIONE IN LINGUA TEDESCA

 TRADUZIONE IN LINGUA PORTOGHESE

Alle ore 10 di questa mattina, nella Cattedrale di Santa María La Real de la Almudena di Madrid, il Santo Padre Benedetto XVI celebra la Santa Messa con i seminaristi che, provenienti da ogni parte del mondo, partecipano alla GMG.
All’inizio della Celebrazione Eucaristica il Papa riceve il saluto dell’Arcivescovo di Madrid, Card. Antonio María Rouco Varela, e di un seminarista.
Pubblichiamo di seguito il testo dell’omelia che il Santo Padre pronuncia dopo la proclamazione del Santo Vangelo:

 OMELIA DEL SANTO PADRE

Señor Cardenal Arzobispo de Madrid,

Venerados hermanos en el Episcopado,

Queridos sacerdotes y religiosos,

Queridos rectores y formadores,

Queridos seminaristas,

Amigos todos

Me alegra profundamente celebrar la Santa Misa con todos vosotros, que aspiráis a ser sacerdotes de Cristo para el servicio de la Iglesia y de los hombres, y agradezco las amables palabras de saludo con que me habéis acogido. Esta Santa Iglesia Catedral de Santa María La Real de la Almudena es hoy como un inmenso cenáculo donde el Señor celebra con deseo ardiente su Pascua con quienes un día anheláis presidir en su nombre los misterios de la salvación. Al veros, compruebo de nuevo cómo Cristo sigue llamando a jóvenes discípulos para hacerlos apóstoles suyos, permaneciendo así viva la misión de la Iglesia y la oferta del evangelio al mundo. Como seminaristas, estáis en camino hacia una meta santa: ser prolongadores de la misión que Cristo recibió del Padre. Llamados por Él, habéis seguido su voz y atraídos por su mirada amorosa avanzáis hacia el ministerio sagrado. Poned vuestros ojos en Él, que por su encarnación es el revelador supremo de Dios al mundo y por su resurrección es el cumplidor fiel de su promesa. Dadle gracias por esta muestra de predilección que tiene con cada uno de vosotros.

La primera lectura que hemos escuchado nos muestra a Cristo como el nuevo y definitivo sacerdote, que hizo de su existencia una ofrenda total. La antífona del salmo se le puede aplicar perfectamente, cuando, al entrar en el mundo, dirigiéndose a su Padre, dijo: "Aquí estoy para hacer tu voluntad" (cf. Sal 39, 8-9). En todo buscaba agradarle: al hablar y al actuar, recorriendo los caminos o acogiendo a los pecadores. Su vivir fue un servicio y su desvivirse una intercesión perenne, poniéndose en nombre de todos ante el Padre como Primogénito de muchos hermanos. El autor de la carta a los Hebreos afirma que con esa entrega perfeccionó para siempre a los que estábamos llamados a compartir su filiación (cf. Heb 10,14).

La Eucaristía, de cuya institución nos habla el evangelio proclamado (cf. Lc 22,14-20), es la expresión real de esa entrega incondicional de Jesús por todos, también por los que le traicionaban. Entrega de su cuerpo y sangre para la vida de los hombres y para el perdón de sus pecados. La sangre, signo de la vida, nos fue dada por Dios como alianza, a fin de que podamos poner la fuerza de su vida, allí donde reina la muerte a causa de nuestro pecado, y así destruirlo. El cuerpo desgarrado y la sangre vertida de Cristo, es decir su libertad entregada, se han convertido por los signos eucarísticos en la nueva fuente de la libertad redimida de los hombres. En Él tenemos la promesa de una redención definitiva y la esperanza cierta de los bienes futuros. Por Cristo sabemos que no somos caminantes hacia el abismo, hacia el silencio de la nada o de la muerte, sino viajeros hacia una tierra de promisión, hacia Él que es nuestra meta y también nuestro principio.

Queridos amigos, os preparáis para ser apóstoles con Cristo y como Cristo, para ser compañeros de viaje y servidores de los hombres. ¿Cómo vivir estos años de preparación? Ante todo, deben ser años de silencio interior, de permanente oración, de constante estudio y de inserción paulatina en las acciones y estructuras pastorales de la Iglesia. Iglesia que es comunidad e institución, familia y misión, creación de Cristo por su Santo Espíritu y a la vez resultado de quienes la conformamos con nuestra santidad y con nuestros pecados. Así lo ha querido Dios, que no tiene reparo en hacer de pobres y pecadores sus amigos e instrumentos para la redención del género humano. La santidad de la Iglesia es ante todo la santidad objetiva de la misma persona de Cristo, de su evangelio y de sus sacramentos, la santidad de aquella fuerza de lo alto que la anima e impulsa. Nosotros debemos ser santos para no crear una contradicción entre el signo que somos y la realidad que queremos significar.

Meditad bien este misterio de la Iglesia, viviendo los años de vuestra formación con profunda alegría, en actitud de docilidad, de lucidez y de radical fidelidad evangélica, así como en amorosa relación con el tiempo y las personas en medio de las que vivís. Nadie elige el contexto ni a los destinatarios de su misión. Cada época tiene sus problemas, pero Dios da en cada tiempo la gracia oportuna para asumirlos y superarlos con amor y realismo. Por eso, en cualquier circunstancia en la que se halle, y por dura que esta sea, el sacerdote ha de fructificar en toda clase de obras buenas, guardando para ello siempre vivas en su interior las palabras del día de su Ordenación, aquellas con las que se le exhortaba a configurar su vida con el misterio de la cruz del Señor.

Configurarse con Cristo comporta, queridos seminaristas, identificarse cada vez más con Aquel que se ha hecho por nosotros siervo, sacerdote y víctima. Configurarse con Él es, en realidad, la tarea en la que el sacerdote ha de gastar toda su vida. Ya sabemos que nos sobrepasa y no lograremos cumplirla plenamente, pero, como dice san Pablo, corremos hacia la meta esperando alcanzarla (cf. Flp 3,12-14).

Pero Cristo, Sumo Sacerdote, es también el Buen Pastor, que cuida de sus ovejas hasta dar la vida por ellas (cf. Jn 10,11). Para imitar también en esto al Señor, vuestro corazón ha de ir madurando en el Seminario, estando totalmente a disposición del Maestro. Esta disponibilidad, que es don del Espíritu Santo, es la que inspira la decisión de vivir el celibato por el Reino de los cielos, el desprendimiento de los bienes de la tierra, la austeridad de vida y la obediencia sincera y sin disimulo.

Pedidle, pues, a Él, que os conceda imitarlo en su caridad hasta el extremo para con todos, sin rehuir a los alejados y pecadores, de forma que, con vuestra ayuda, se conviertan y vuelvan al buen camino. Pedidle que os enseñe a estar muy cerca de los enfermos y de los pobres, con sencillez y generosidad. Afrontad este reto sin complejos ni mediocridad, antes bien como una bella forma de realizar la vida humana en gratuidad y en servicio, siendo testigos de Dios hecho hombre, mensajeros de la altísima dignidad de la persona humana y, por consiguiente, sus defensores incondicionales. Apoyados en su amor, no os dejéis intimidar por un entorno en el que se pretende excluir a Dios y en el que el poder, el tener o el placer a menudo son los principales criterios por los que se rige la existencia. Puede que os menosprecien, como se suele hacer con quienes evocan metas más altas o desenmascaran los ídolos ante los que hoy muchos se postran. Será entonces cuando una vida hondamente enraizada en Cristo se muestre realmente como una novedad y atraiga con fuerza a quienes de veras buscan a Dios, la verdad y la justicia.

Alentados por vuestros formadores, abrid vuestra alma a la luz del Señor para ver si este camino, que requiere valentía y autenticidad, es el vuestro, avanzando hacia el sacerdocio solamente si estáis firmemente persuadidos de que Dios os llama a ser sus ministros y plenamente decididos a ejercerlo obedeciendo las disposiciones de la Iglesia.

Con esa confianza, aprended de Aquel que se definió a sí mismo como manso y humilde de corazón, despojándoos para ello de todo deseo mundano, de manera que no os busquéis a vosotros mismos, sino que con vuestro comportamiento edifiquéis a vuestros hermanos, como hizo el santo patrono del clero secular español, san Juan de Ávila. Animados por su ejemplo, mirad, sobre todo, a la Virgen María, Madre de los sacerdotes. Ella sabrá forjar vuestra alma según el modelo de Cristo, su divino Hijo, y os enseñará siempre a custodiar los bienes que Él adquirió en el Calvario para la salvación del mundo. Amén.

[01178-04.01] [Texto original: Español]

 TRADUZIONE IN LINGUA ITALIANA

Signor Cardinale Arcivescovo di Madrid,

Venerati Fratelli nell’Episcopato,

Cari Sacerdoti e Religiosi,

Rettori e Formatori,

Cari Seminaristi,

Amici tutti,

mi rallegra profondamente celebrare la Santa Messa con voi tutti, che aspirate ad essere sacerdoti di Cristo per il servizio alla Chiesa e agli uomini, e vi sono grato per le amabili parole di saluto con le quali mi avete accolto. Questa Santa Chiesa cattedrale di Santa María La Real de la Almudena è oggi come un immenso cenacolo dove il Signore celebra con ardente desiderio la propria Pasqua con coloro che un giorno desiderano presiedere in suo nome i misteri della salvezza. Nel vedervi, mi rendo conto ancora una volta come Cristo continua a chiamare giovani discepoli per farli suoi apostoli, così che permane viva la missione della Chiesa e l’offerta del Vangelo al mondo. Come seminaristi, siete in cammino verso una meta santa: essere coloro che prolungano la missione che Cristo ricevette dal Padre. Chiamati da Lui, avete seguito la sua voce ed attratti dal suo sguardo di amore proseguite sulla vita del sacro ministero. Posate i vostri occhi su di Lui, che, mediante la sua incarnazione, è il supremo rivelatore di Dio al mondo e attraverso la sua risurrezione è colui che fedelmente compie la sua promessa. Rendetegli grazie per tale gesto di predilezione che ha con ciascuno di voi.

La prima lettura che abbiamo ascoltato ci indica Cristo come il nuovo e definitivo sacerdote, che ha fatto della propria esistenza un’offerta totale. L’antifona del Salmo si può applicare pienamente a Lui, quando, all’entrare nel mondo, rivolgendosi al Padre suo ha detto: «Sono qui per fare la tua volontà» (cfr Sal 39,8-9). Cercava in tutto di essere a Lui gradito: nella parola e nell’azione, percorrendo le strade o accogliendo i peccatori. La sua vita fu un servizio e la sua dedizione un’intercessione perenne, ponendosi a nome di tutti di fronte al Padre come Primogenito di molti fratelli. L’autore della Lettera agli Ebrei afferma che con tale offerta perfezionò per sempre quanti eravamo chiamati a condividere la sua figliolanza (cfr 10,14).

L’Eucaristia, della cui istituzione ci parla il Vangelo appena proclamato (cfr Lc 22,14-20), è l’espressione reale di tale dono incondizionato di Gesù per tutti, anche per coloro che lo tradivano. Offerta del suo corpo e del suo sangue per la vita degli uomini e per il perdono dei loro peccati. Il sangue, segno di vita, ci fu dato da Dio come alleanza affinché potessimo porre la forza della sua vita là dove regna la morte a causa del nostro peccato, e così distruggerlo. Il corpo spezzato e il sangue versato di Cristo, cioè la sua libertà offerta, si sono convertiti attraverso i segni eucaristici nella nuova fonte della libertà redenta degli uomini. In Lui abbiamo la promessa di una redenzione definitiva e la speranza certa dei beni futuri. Attraverso Cristo sappiamo che non siamo dei viandanti verso l’abisso, verso il silenzio del nulla o della morte, ma siamo dei pellegrini verso una terra promessa, verso di Lui, che è la nostra meta e anche la nostra origine.

Cari amici, preparatevi ad essere apostoli con Cristo e come Cristo, per essere compagni di viaggio e servitori degli uomini. Come vivere questi anni di preparazione? Anzitutto devono essere anni di silenzio interiore, di orazione costante, di studio assiduo e di prudente inserimento nell’azione e nelle strutture pastorali della Chiesa. La Chiesa è comunità e istituzione, famiglia e missione, creata da Cristo mediante lo Spirito Santo e, allo stesso tempo, risultato di quanti la costituiamo con la nostra santità e con i nostri peccati. Così ha voluto Dio, che non disdegna di fare di poveri e peccatori suoi amici e strumenti di redenzione del genere umano. La santità della Chiesa è prima di tutto la santità oggettiva della persona stessa di Cristo, del suo Vangelo e dei suoi Sacramenti, la santità di quella forza dall’alto che l’anima e la sospinge. Noi dobbiamo esser santi per non creare una contraddizione fra il segno che siamo e la realtà che vogliamo significare.

Meditate bene questo mistero della Chiesa, vivendo gli anni della vostra formazione con gioia profonda, in atteggiamento di docilità, di lucidità e di radicale fedeltà evangelica, come pure in amorevole relazione con il tempo e le persone fra le quali vivete. Nessuno sceglie il contesto, né i destinatari della propria missione. Ogni epoca ha i suoi problemi, ma Dio offre in ogni tempo la grazia opportuna per farsene carico e superarli con amore e realismo. Per questo, in ogni circostanza in cui si trovi, e per quanto dura essa sia, il sacerdote deve portare frutto in ogni ambito di opere buone, custodendo, a tale scopo, sempre vive nel proprio cuore le parole del giorno dell’ordinazione, quelle con le quali lo si esortava a configurare la propria vita al mistero della croce del Signore.

Configurarsi a Cristo comporta, cari seminaristi, identificarsi sempre di più con Colui che per noi si è fatto servo, sacerdote e vittima. Configurarsi a Lui è, in realtà, il compito per il quale ogni sacerdote deve spendere per tutta la vita. Già sappiamo che tale compito ci sorpassa e non potremo raggiungerlo pienamente, però, come dice san Paolo, corriamo verso la meta sperando di raggiungerla (cfr Fil 3,12-14).

Tuttavia, Cristo, Sommo Sacerdote, è anche il Buon Pastore che custodisce le proprie pecore sino a dar la vita per esse (cfr Gv 10,11). Per imitare anche in ciò il Signore, il vostro cuore deve andare maturando in seminario, rimanendo totalmente a disposizione del Maestro. Tale disponibilità, che è dono dello Spirito Santo, è quella che ispira la decisione di vivere nel celibato per il Regno dei cieli, il distacco dai beni terreni, l’austerità della vita e l’obbedienza sincera senza dissimulazione.

Chiedete quindi a Lui che vi conceda di imitarlo nella sua carità fino all’estremo verso tutti, senza escludere i lontani e i peccatori, così che, con il vostro aiuto, si convertano e ritornino sulla retta via. Chiedetegli che vi insegni a stare molto vicini agli infermi e ai poveri, con semplicità e generosità. Affrontate questa sfida senza complessi, né mediocrità, anzi come un modo significativo di realizzare la vita umana nella gratuità e nel servizio, quali testimoni di Dio fatto uomo, messaggeri dell’altissima dignità della persona umana e, di conseguenza, suoi incondizionati difensori. Sostenuti dal suo amore, non lasciatevi intimorire da un ambiente nel quale si pretende di escludere Dio e nel quale il potere, il possedere o il piacere sono spesso i principali criteri sui quali si regge l’esistenza. Può darsi che vi disprezzino, come si suole fare verso coloro che richiamano mete più alte o smascherano gli idoli dinanzi ai quali oggi molti si prostrano. Sarà allora che una vita profondamente radicata in Cristo si rivelerà realmente come una novità, attraendo con forza coloro che veramente cercano Dio, la verità e la giustizia.

Incoraggiati dai vostri formatori, aprite la vostra anima alla luce del Signore per vedere se questo cammino, che richiede audacia e autenticità, è il vostro, avanzando fino al sacerdozio solo se sarete fermamente persuasi che Dio vi chiama ad essere suoi ministri e fermamente decisi ad esercitarlo obbedendo alle disposizioni della Chiesa.

Con tale fiducia, imparate da Colui che definì se stesso come mite e umile di cuore, abbandonando per questo ogni desiderio umano, in modo che non cerchiate voi stessi, ma con il vostro comportamento siate di edificazione per i vostri fratelli, come ha fatto il santo patrono del clero secolare spagnolo, san Giovanni d’Avila. Animati dal suo esempio, guardate soprattutto la Vergine Maria, Madre dei Sacerdoti. Ella saprà forgiare la vostra anima secondo il modello di Cristo, suo divin Figlio, e vi insegnerà sempre a custodire i beni che Egli acquistò sul Calvario per la salvezza del mondo. Amen.

[01178-01.01] [Testo originale: Spagnolo]

 TRADUZIONE IN LINGUA FRANCESE

Monsieur le Cardinal Archevêque de Madrid,

Vénérés frères dans l’Épiscopat,

Chers prêtres et religieux,

Chers recteurs et formateurs,

Chers séminaristes,

Chers amis,

C’est avec une joie profonde que je célèbre la sainte Messe en votre présence, vous qui aspirez à être prêtres du Christ pour le service de l’Église et des hommes, et je reçois avec reconnaissance les aimables paroles par lesquelles vous m’avez accueilli. Cette sainte cathédrale Sainte Marie la Royale de la Almudena est aujourd’hui comme un immense cénacle où le Seigneur célèbre sa Pâque avec un ardent désir, en compagnie de ceux qui désirent présider un jour en son nom les mystères du salut. À dire vrai, je constate une nouvelle fois que le Christ appelle à Lui de jeunes disciples pour qu’ils soient ses apôtres, en poursuivant ainsi la mission de l’Église et le don de l’Évangile au monde. Comme séminaristes, vous êtes en chemin vers un but saint : prolonger la mission que le Christ a reçue du Père. Appelés par Lui, vous avez suivi sa voix et, attirés par son regard d’amour, vous avancez vers le ministère sacré. Levez les yeux vers Lui : par son Incarnation, il donne la révélation ultime de Dieu au monde et, par sa Résurrection, il accomplit fidèlement sa promesse. Rendez grâce pour ce signe de prédilection qui marque chacun d’entre vous.

La première lecture que nous avons écoutée nous montre le Christ comme le prêtre nouveau et définitif, qui fit de sa vie une offrande totale. L’antienne du psaume peut s’appliquer à Lui à la perfection, car, entrant dans le monde, il s’adresse à son Père et lui dit : « Je suis venu ici pour faire ta volonté » (cf. Ps 39 [40], 8-9). Il cherchait à Lui plaire en toutes choses, dans ses paroles et ses actions, quand il marchait sur les chemins et accueillait les pécheurs. Sa vie fut un service et sa mort une intercession définitive, qui le plaça au nom de tous devant le Père comme Premier-né d’un grand nombre de frères. L’auteur de la Lettre aux Hébreux affirme que, par son abandon à Dieu, il nous rendit parfait pour toujours, nous qui étions appelés à avoir part à sa filiation (cf. He 10, 14).

L’Eucharistie, dont l’évangile qui vient d’être proclamé nous rapporte l’institution (cf. Lc 22, 14-20), est l’expression véritable de ce don inconditionnel de Jésus pour tous, même pour ceux qui le trahissaient. Don de son corps et de son sang pour la vie des hommes et le pardon de leurs péchés. Le sang, signe de la vie, nous fut donné par Dieu comme une alliance, afin que nous puissions communiquer la force de sa vie, là où règne la mort à cause de notre péché, et ainsi le détruire. Le corps lacéré et le sang versé du Christ, c’est-à-dire sa liberté offerte, sont devenus, par les signes eucharistiques, la nouvelle source de la liberté rachetée des hommes. En Lui, nous avons la promesse d’une rédemption définitive et la ferme espérance des biens à venir. Par le Christ, nous savons que nous ne sommes pas en train de marcher vers l’abîme, vers le silence du néant ou de la mort, mais que nous allons jusqu’à une terre promise, jusqu’à Celui qui est notre but en même temps que notre principe.

Chers amis, vous vous préparez à être apôtres avec le Christ et comme le Christ, à être compagnons de route et serviteurs des hommes. Comment vivre ces années de préparation ? Avant tout, elles doivent être des années de silence intérieur, de prière permanente, d’étude constante et d’insertion progressive dans les actions et les structures pastorales de l’Église, une Église qui est communauté et institution, famille et mission, création du Christ par son Esprit saint, en même temps que résultat de notre action, à nous qui la formons avec notre sainteté et nos péchés. C’est ce que Dieu a aimé, Lui qui n’a pas hésité à faire des pauvres et des pécheurs ses amis et ses instruments pour la rédemption du genre humain. La sainteté de l’Église est avant tout la sainteté objective de la personne même du Christ, de son Évangile et de ses sacrements, la sainteté de la force d’en-haut qui l’anime et la stimule. Nous devons être saints pour éviter la contradiction entre le signe que nous sommes et la réalité que nous voulons signifier.

Méditez bien ce mystère de l’Église, en vivant les années de votre formation avec une profonde joie, en vous montrant dociles, lucides et radicalement fidèles à l’Évangile, tout en ayant une relation d’amour avec le temps et les personnes au milieu desquelles vous vivez. Personne ne choisit le contexte ou les destinataires de sa mission. Chaque époque a ses problèmes, mais Dieu donne en tout temps la grâce voulue pour les assumer et les dépasser avec amour et réalisme. C’est pourquoi, en quelque situation qu’il soit, aussi difficile soit-elle, le prêtre doit donner du fruit par toute sorte d’œuvres bonnes, gardant à jamais vivantes en son cœur les paroles du jour de son Ordination, par lesquelles il était exhorté à configurer sa vie au mystère de la croix du Seigneur.

Se laisser configurer au Christ signifie, chers séminaristes, être identifié chaque fois davantage à Celui qui s’est fait pour nous serviteur, prêtre et victime. Se laisser configurer à Lui, c’est, en réalité, la mission du prêtre tout au long de sa vie. Nous savons déjà qu’elle nous dépasse et que nous ne parviendrons jamais à l’accomplir entièrement, mais, comme le dit saint Paul, nous courons vers le but que nous espérons atteindre (cf. Ph 3, 12-14).

Mais le Christ, Souverain Prêtre, est aussi le Bon Pasteur qui veille sur ses brebis au point de donner sa vie pour elles (cf. Jn 10, 11). Pour imiter le Seigneur sur ce point aussi, votre cœur doit devenir mature au Séminaire, en étant totalement à la disposition du Maître. Cette disponibilité, qui est un don de l’Esprit Saint, inspire la décision de vivre le célibat pour le Royaume des cieux, le détachement des biens de la terre, la sobriété de la vie, l’obéissance sincère et sans dissimulation.

Demandez-lui donc de vous accorder de L’imiter dans sa charité pour tous jusqu’au bout, sans repousser ceux qui sont loin et pécheurs, de sorte que, avec votre aide, ils se convertissent et reviennent au bon chemin. Demandez-lui de vous apprendre à être très proches des malades et des pauvres, avec simplicité et générosité. Relevez ce défi sans complexe ni médiocrité, mais bien comme une belle forme de réalisation de la vie humaine dans la gratuité et le service, en étant témoins de Dieu fait homme, messagers de la très haute dignité de la personne humaine et, par conséquent, ses défenseurs inconditionnels. Appuyés sur son amour, ne vous laissez pas intimider par un environnement qui prétend exclure Dieu et dans lequel le pouvoir, l’avoir ou le plaire à peu de frais sont les critères principaux qui dirigent l’existence. Il peut se faire que vous soyez méprisés, comme il arrive d’ordinaire à ceux qui recherchent des buts plus élevés ou démasquent les idoles devant lesquelles nombreux sont aujourd’hui ceux qui se prosternent. C’est alors qu’une vie profondément enracinée dans le Christ se montrera réellement comme une nouveauté et attirera avec force ceux qui cherchent vraiment Dieu, la vérité et la justice.

Encouragés par vos formateurs, ouvrez votre âme à la lumière du Seigneur pour voir si ce chemin, qui demande du courage et de l’authenticité, est le vôtre, et n’avancez jusqu’au sacerdoce que si vous êtes fermement persuadés que Dieu vous appelle à être ses ministres et pleinement décidés à exercer ce ministère dans l’obéissance aux dispositions de l’Église.

Avec cette confiance, apprenez de Lui qu’il s’est défini lui-même comme doux et humble de cœur, en vous dépouillant pour cela de tout désir humain, de manière à ne pas vous rechercher vous-mêmes, en édifiant vos frères par votre comportement, comme le fit le saint patron du clergé séculier espagnol, saint Jean d’Avila. Animés par son exemple, regardez surtout la Vierge Marie, Mère des prêtres. Elle saura former votre âme sur le modèle du Christ, son divin Fils, et elle vous enseignera toujours à garder les biens qu’Il a acquis sur le Calvaire pour le salut du monde. Amen.

[01178-03.01] [Texte original: Espagnol]

 TRADUZIONE IN LINGUA INGLESE

Your Eminence the Archbishop of Madrid,

Dear Brother Bishops,

Dear Priests and Religious,

Dear Rectors and Formators,

Dear Seminarians,

Dear Friends,

I am very pleased to celebrate Holy Mass with you who aspire to be Christ’s priests for the service of the Church and of man, and I thank you for the kind words with which you welcomed me. Today, this holy cathedral church of Santa María La Real de la Almudena is like a great Upper Room, where the Lord greatly desires to celebrate the Passover with you who wish one day to preside in his name at the mysteries of salvation. Looking at you, I again see proof of how Christ continues to call young disciples and to make them his apostles, thus keeping alive the mission of the Church and the offer of the Gospel to the world. As seminarians you are on the path towards a sacred goal: to continue the mission which Christ received from the Father. Called by him, you have followed his voice and, attracted by his loving gaze, you now advance towards the sacred ministry. Fix your eyes upon him who through his incarnation is the supreme revelation of God to the world and who through his resurrection faithfully fulfills his promise. Give thanks to him for this sign of favour in which he holds each one of you.

The first reading which we heard shows us Christ as the new and eternal priest who made of himself a perfect offering. The response to the psalm may be aptly applied to him since, at his coming into the world, he said to the Father, "Here I am to do your will" (cf. Ps 39:8). He tried to please him in all things: in his words and actions, along the way or welcoming sinners. His life was one of service and his longing was a constant prayer, placing himself in the name of all before the Father as the first-born son of many brothers and sisters. The author of the Letter to the Hebrews states that, by a single offering, he brought to perfection for all time those of us who are called to share his sonship (cf. Heb 10:14).

The Eucharist, whose institution is mentioned in the Gospel just proclaimed (cf. Lk 22:14-20), is the real expression of that unconditional offering of Jesus for all, even for those who betrayed him. It was the offering of his body and blood for the life of mankind and for the forgiveness of sins. His blood, a sign of life, was given to us by God as a covenant, so that we might apply the force of his life wherever death reigns due to our sins, and thus destroy it. Christ’s body broken and his blood outpoured – the surrender of his freedom – became through these Eucharistic signs the new source of mankind’s redeemed freedom. In Christ, we have the promise of definitive redemption and the certain hope of future blessings. Through Christ we know that we are not walking towards the abyss, the silence of nothingness or death, but are rather pilgrims on the way to a promised land, on the way to him who is our end and our beginning.

Dear friends, you are preparing yourselves to become apostles with Christ and like Christ, and to accompany your fellow men and women along their journey as companions and servants. How should you behave during these years of preparation? First of all, they should be years of interior silence, of unceasing prayer, of constant study and of gradual insertion into the pastoral activity and structures of the Church. A Church which is community and institution, family and mission, the creation of Christ through his Holy Spirit, as well as the result of those of us who shape it through our holiness and our sins. God, who does not hesitate to make of the poor and of sinners his friends and instruments for the redemption of the human race, willed it so. The holiness of the Church is above all the objective holiness of the very person of Christ, of his Gospel and his sacraments, the holiness of that power from on high which enlivens and impels it. We have to be saints so as not to create a contradiction between the sign that we are and the reality that we wish to signify.

Meditate well upon this mystery of the Church, living the years of your formation in deep joy, humbly, clear-mindedly and with radical fidelity to the Gospel, in an affectionate relation to the time spent and the people among whom you live. No one chooses the place or the people to whom he is sent, and every time has its own challenges; but in every age God gives the right grace to face and overcome those challenges with love and realism. That is why, no matter the circumstances in which he finds and however difficult they may be, the priest must grow in all kinds of good works, keeping alive within him the words spoken on his Ordination day, by which he was exhorted to model his life on the mystery of the Lord’s cross.

To be modeled on Christ, dear seminarians, is to be identified ever more closely with him who, for our sake, became servant, priest and victim. To be modeled on him is in fact the task upon which the priest spends his entire life. We already know that it is beyond us and we will not fully succeed but, as St Paul says, we run towards the goal, hoping to reach it (cf. Phil 3:12-14).

That said, Christ the High Priest is also the Good Shepherd who cares for his sheep, even giving his life for them (cf. Jn 10:11). In order to liken yourselves to the Lord in this as well, your heart must mature while in seminary, remaining completely open to the Master. This openness, which is a gift of the Holy Spirit, inspires the decision to live in celibacy for the sake of the kingdom of heaven and, leaving aside the world’s goods, live in austerity of life and sincere obedience, without pretence.

Ask him to let you imitate him in his perfect charity towards all, so that you do not shun the excluded and sinners, but help them convert and return to the right path. Ask him to teach you how to be close to the sick and the poor in simplicity and generosity. Face this challenge without anxiety or mediocrity, but rather as a beautiful way of living our human life in gratuitousness and service, as witnesses of God made man, messengers of the supreme dignity of the human person and therefore its unconditional defenders. Relying on his love, do not be intimidated by surroundings that would exclude God and in which power, wealth and pleasure are frequently the main criteria ruling people’s lives. You may be shunned along with others who propose higher goals or who unmask the false gods before whom many now bow down. That will be the moment when a life deeply rooted in Christ will clearly be seen as something new and it will powerfully attract those who truly search for God, truth and justice.

Under the guidance of your formators, open your hearts to the light of the Lord, to see if this path which demands courage and authenticity is for you. Approach the priesthood only if you are firmly convinced that God is calling you to be his ministers, and if you are completely determined to exercise it in obedience to the Church’s precepts.

With this confidence, learn from him who described himself as meek and humble of heart, leaving behind all earthly desire for his sake so that, rather than pursuing your own good, you build up your brothers and sisters by the way you live, as did the patron saint of the diocesan clergy of Spain, St John of Avila. Moved by his example, look above all to the Virgin Mary, Mother of Priests. She will know how to mould your hearts according to the model of Christ, her divine Son, and she will teach you how to treasure for ever all that he gained on Calvary for the salvation of the world. Amen.

[01178-02.01] [Original text: Spanish]

 TRADUZIONE IN LINGUA TEDESCA

Herr Kardinalerzbischof von Madrid!

Verehrte Brüder im Bischofsamt!

Liebe Priester und Ordensleute!

Liebe Rektoren und Ausbilder!

Liebe Seminaristen!

Liebe Freunde alle!

Ich freue mich zutiefst, mit euch allen, die ihr Priester Christi zum Dienst an der Kirche und an den Menschen werden wollt, die heilige Messe zu feiern, und danke für die freundlichen Begrüßungsworte, mit denen ihr mich empfangen habt. Diese ehrwürdige Kathedralkirche Santa María La Real de la Almudena ist heute gleichsam ein riesiger Abendmahlssaal, wo der Herr mit brennendem Verlangen sein Paschamahl mit denen hält, die sich danach sehnen, eines Tages in seinem Namen die Geheimnisse der Erlösung zu feiern. Wenn ich euch sehe, stelle ich neuerlich fest, daß Christus weiterhin junge Jünger beruft, um sie zu seinen Aposteln zu machen, und auf diese Weise die Sendung der Kirche und das Angebot des Evangeliums an die Welt lebendig bleibt. Als Seminaristen seid ihr auf dem Weg zu einem heiligen Ziel: den Auftrag, den Christus vom Vater erhielt, weiterzuführen. Von ihm berufen, seid ihr seiner Stimme gefolgt, und angezogen von seinem liebevollen Blick geht ihr auf das heilige Amt zu. Richtet eure Augen auf ihn, der durch seine Menschwerdung der höchste Offenbarer Gottes und durch seine Auferstehung der getreue Erfüller seiner Verheißung ist. Dankt ihm für dieses Zeichen seiner besonderen Liebe, die er einem jeden von euch entgegenbringt.

Die erste Lesung, die wir gehört haben, zeigt uns Christus als den neuen und endgültigen Priester, der sein Leben ganz aufgeopfert hat. Die Antiphon des Psalms läßt sich vollkommen auf ihn anwenden, der bei seinem Eintritt in die Welt an seinen Vater gewandt sagte: „Ja, ich komme, deinen Willen zu tun" (vgl. Ps 40,8-9). In allem suchte er, dem Vater zu gefallen: in seinem Reden und Tun, im Umherziehen und in der Aufnahme der Sünder. Sein Leben war ein Dienst und sein Sich-Verzehren eine immerwährende Fürsprache, wenn er im Namen aller als Erstgeborener vieler Brüder vor den Vater trat. Er hat – so versichert der Verfasser des Hebräerbriefes – durch diese Hingabe uns, die wir zur Teilhabe an seiner Sohnschaft berufen sind, zur ewigen Vollendung geführt (vgl. Hebr 10,14).

Die Eucharistie, von deren Einsetzung das vorhin verkündete Evangelium spricht (vgl. Lk 22,14-20), ist der tatsächliche Ausdruck dieser bedingungslosen Hingabe Jesu für alle, auch für jene, die ihn verrieten. Hingabe seines Leibes und Blutes für das Leben der Menschen und zur Vergebung ihrer Sünden. Das Blut, Zeichen des Lebens, wurde uns von Gott zum Bund gegeben, damit wir dort, wo wegen unserer Sünde der Tod herrscht, die Kraft des Lebens einsetzen und so die Sünde zerstören können. Der gebrochene Leib und das vergossene Blut Christi, das heißt seine hingegebene Freiheit, wurden durch die eucharistischen Zeichen zur neuen Quelle der erlösten Freiheit der Menschen. In Ihm erhalten wir die Verheißung einer endgültigen Erlösung und die sichere Hoffnung auf die künftigen Güter. Durch Christus wissen wir, daß wir nicht auf dem Weg in den Abgrund, in das Schweigen des Nichts und des Todes sind, sondern Pilger unterwegs zu einem verheißenen Land, zu Ihm, der unser Ziel und auch unser Ursprung ist.

Liebe Freunde, bereitet euch darauf vor, Apostel mit Christus und wie Christus zu sein, um Weggefährten und Diener der Menschen zu sein! Wie können diese Jahre der Vorbereitung gelebt werden? Vor allem sollen es Jahre innerer Stille, beständigen Gebets, ausdauernden Studiums und der schrittweisen Einbindung in die pastoralen Tätigkeiten und Strukturen der Kirche sein. Kirche ist Gemeinschaft und Institution, Familie und Sendung, Schöpfung Christi durch seinen Heiligen Geist und zugleich Ergebnis all derer, die wir sie mit unserer Heiligkeit und mit unseren Sünden gestalten. So hat es Gott gewollt, der keine Bedenken hat, Arme und Sünder zu seinen Freunden und Werkzeugen für die Erlösung des Menschengeschlechts zu machen. Die Heiligkeit der Kirche ist vor allem die objektive Heiligkeit der Person Christi selbst, seines Evangeliums und seiner Sakramente, die Heiligkeit jener Kraft von oben, welche sie beseelt und anspornt. Wir müssen heiligmäßig sein, um nicht einen Widerspruch zu erzeugen zwischen dem Zeichen, das wir sind, und der Wirklichkeit, die wir zum Ausdruck bringen wollen.

Denkt eingehend über dieses Geheimnis der Kirche nach, während ihr die Jahre eurer Ausbildung mit tiefer Freude, mit Lernbereitschaft, in Klarheit und radikaler Treue zum Evangelium sowie in liebevoller Beziehung zur Zeit und zu den Personen, unter denen ihr lebt, verbringt. Keiner wählt den Rahmen noch die Zielpersonen seiner Sendung aus. Jede Zeit hat ihre Probleme, doch Gott gewährt in jeder Zeit die erforderliche Gnade, um sie mit Liebe und Realismus anzunehmen und zu bewältigen. Deshalb muß der Priester in jeder Situation, in der er sich befindet – so schwierig sie auch sein mag –, in jeder Art von guten Werken Frucht bringen, während er dafür in seinem Inneren die Worte des Tages seiner Weihe immer lebendig bewahrt, mit denen er aufgefordert wurde, sein Leben unter das Geheimnis des Kreuzes des Herrn zu stellen.

Sich unter Christi Geheimnis zu stellen, liebe Seminaristen, schließt ein, daß man sich immer mehr mit demjenigen identifiziert, der für uns zum Diener, Priester und Opfer geworden ist. Ihm gleichförmig zu werden ist in Wirklichkeit die Aufgabe, für welche sich der Priester sein ganzes Leben lang verzehren muß. Wir wissen natürlich, daß sie uns übersteigt und es uns nie gelingen wird, sie vollkommen zu erfüllen, doch, wie der hl. Paulus sagt, streben wir dennoch das Ziel an in der Hoffnung, es zu erreichen (vgl. Phil 3,12-14).

Doch Christus, der Hohepriester, ist auch der Gute Hirt, der sich um seine Schafe kümmert bis zur Hingabe seines Lebens für sie (vgl. Joh 10,11). Um auch darin den Herrn nachzuahmen, wird euer Herz im Seminar dadurch reifen müssen, daß ihr euch dem Meister völlig zur Verfügung stellt. Diese Verfügbarkeit, die Gabe des Heiligen Geistes ist, inspiriert zu der Entscheidung, den Zölibat um des Himmelreiches willen, die Abkehr von den irdischen Gütern, die Anspruchslosigkeit und den aufrichtigen, ungeheuchelten Gehorsam zu leben.

Bittet ihn also darum, daß er euch gewähre, ihn in seiner Liebe zu allen bis zum äußersten nachzuahmen, ohne die Fernstehenden und Sünder abzulehnen, so daß sie sich mit eurer Hilfe bekehren und den richtigen Weg einschlagen. Bittet ihn, daß er euch lehre, den Kranken und den Armen einfach und großherzig ganz nahe zu sein. Stellt euch dieser Herausforderung unvoreingenommen und mit voller Kraft. Sie sei euch vielmehr eine bedeutungsvolle Weise, das menschliche Leben in Selbstlosigkeit und Dienst zu verwirklichen, und zwar als Zeugen des menschgewordenen Gottes, als Botschafter der höchsten Würde des Menschen und folglich seine bedingungslosen Verteidiger. Auf seine Liebe gestützt, laßt euch nicht von einer Umgebung einschüchtern, in der man Gott ausschließen will und in der Macht, Besitz oder Vergnügen oft die Hauptkriterien sind, nach denen sich das Dasein richtet. Es kann sein, daß man euch verachtet, wie es gewöhnlich denen widerfährt, die sich auf höhere Ziele berufen oder die Idole entlarven, vor denen heute viele auf den Knien liegen. Das wird dann der Fall sein, wenn ein Leben, das tief in Christus verwurzelt ist, sich denen, die Gott, die Wahrheit und die Gerechtigkeit echt suchen, wirklich als eine Neuheit offenbart und sie nachdrücklich anzieht.

Ermutigt von euren Ausbildern, öffnet eure Seele dem Licht des Herrn, um zu sehen, ob dieser Weg, der Mut und Glaubwürdigkeit erfordert, euer Weg ist. Und so schreitet nur dann auf dem Weg zum Priestertum voran, wenn ihr fest davon überzeugt seid, daß Gott euch dazu beruft, seine Diener zu sein, und ihr voll dazu entschlossen seid, es im Gehorsam gegenüber den Weisungen der Kirche auszuüben.

In diesem Vertrauen lernt von dem, der sich selber als gütig und von Herzen demütig bezeichnet hat. Dabei macht euch von allen menschlichen Wünschen frei dadurch, daß ihr nicht euch selbst sucht, sondern durch eure Haltung eure Brüder aufbaut, wie es der Schutzpatron des spanischen Weltklerus, der hl. Johannes von Ávila, getan hat. Angeregt von seinem Beispiel, blickt vor allem auf die Jungfrau Maria, die Mutter der Priester. Sie wird nach dem Vorbild Christi, ihres göttlichen Sohnes, eure Seele zu formen wissen und euch lehren, immer die Güter zu hüten, die er auf Golgota für die Rettung der Welt erworben hat. Amen.

[01178-05.01] [Originalsprache: Spanisch]

 TRADUZIONE IN LINGUA PORTOGHESE

Senhor Cardeal Arcebispo de Madrid,

Queridos Irmãos no Episcopado,

Queridos sacerdotes e religiosos,

Queridos reitores e formadores,

Queridos seminaristas,

Meus amigos!

Sinto uma profunda alegria ao celebrar a Santa Missa para todos vós, que aspirais a ser sacerdotes de Cristo para o serviço da Igreja e dos homens, e agradeço as amáveis palavras de saudação com que me acolhestes. Hoje esta Catedral de Santa Maria a Real da Almudena lembra um imenso cenáculo onde o Senhor desejou ardentemente celebrar a Sua Pascoa com todos vós que um dia desejais presidir em seu nome os mistérios da salvação. Vendo-vos, comprovo de novo como Cristo continua chamando jovens discípulos para fazer deles seus apóstolos, permanecendo assim viva a missão da Igreja e a oferta do evangelho ao mundo. Como seminaristas, estais a caminho para uma meta santa: ser continuadores da missão que Cristo recebeu do Pai. Chamados por Ele, seguistes a sua voz; e, atraídos pelo seu olhar amoroso, avançais para o ministério sagrado. Ponde os vossos olhos n’Ele, que, pela sua encarnação, é o revelador supremo de Deus ao mundo e, pela sua ressurreição, é a fiel realização da sua promessa. Dai-Lhe graças por este sinal de predilecção que reserva para cada um de vós.

A primeira leitura que escutámos mostra-nos Cristo como o novo e definitivo sacerdote, que fez uma oferta total da sua existência. A antífona do salmo aplica-se perfeitamente a Ele, quando, ao entrar no mundo, Se dirigiu a seu Pai dizendo: «Eis-me aqui para fazer a tua vontade» (cf. Sal 39, 8-9). Procurava agradar-Lhe em tudo: ao falar e ao agir, percorrendo os caminhos ou acolhendo os pecadores. A sua vida foi um serviço, e a sua dedicação abnegada uma intercessão perene, colocando-Se em nome de todos diante do Pai com Primogénito de muitos irmãos. O autor da Carta aos Hebreus afirma que, através desta entrega, nos tornou perfeitos para sempre, a nós que estávamos chamados a participar da sua filiação (cf. Heb 10, 14).

A Eucaristia, de cuja instituição nos fala o evangelho proclamado (cf. Lc 22, 14-20), é a expressão real dessa entrega incondicional de Jesus por todos, incluindo aqueles que O entregavam: entrega do seu corpo e sangue para a vida dos homens e para a remissão dos pecados. O sangue, sinal da vida, foi-nos dado por Deus como aliança, a fim de podermos inserir a força da sua vida onde reina a morte por causa do nosso pecado, e assim destruí-lo. O corpo rasgado e o sangue derramado de Cristo, isto é, a sua liberdade sacrificada, converteram-se, através dos sinais eucarísticos, na nova fonte da liberdade redimida dos homens. N’Ele temos a promessa duma redenção definitiva e a esperança segura dos bens futuros. Por Cristo, sabemos que não estamos caminhando para o abismo, para o silêncio do nada ou da morte, mas seguindo para a terra prometida, para Ele que é nossa meta e também nosso princípio.

Queridos amigos, vos preparais para ser apóstolos com Cristo e como Cristo, para ser companheiros de viagem e servidores dos homens. Como haveis de viver estes anos de preparação? Em primeiro lugar, devem ser anos de silêncio interior, de oração permanente, de estudo constante e de progressiva inserção nas actividades e estruturas pastorais da Igreja. Igreja, que é comunidade e instituição, família e missão, criação de Cristo pelo seu Espírito Santo e simultaneamente resultado de quanto a configuramos com a nossa santidade e com os nossos pecados. Assim o quis Deus, que não se incomoda de tomar pobres e pecadores para fazer deles seus amigos e instrumentos para redenção do género humano. A santidade da Igreja é, antes de mais nada, a santidade objectiva da própria pessoa de Cristo, do seu evangelho e dos seus sacramentos, a santidade daquela força do alto que a anima e impele. Nós devemos ser santos para não gerar uma contradição entre o sinal que somos e a realidade que queremos significar.

Meditai bem este mistério da Igreja, vivendo os anos da vossa formação com profunda alegria, em atitude de docilidade, de lucidez e de radical fidelidade evangélica, bem como numa amorosa relação com o tempo e as pessoas no meio de quem viveis. É que ninguém escolhe o contexto nem os destinatários da sua missão. Cada época tem os seus problemas, mas Deus dá em cada tempo a graça oportuna para os assumir e superar com amor e realismo. Por isso, em toda e qualquer circunstância em que se encontre e por mais dura que esta seja, o sacerdote tem de frutificar em toda a espécie de boas obras, conservando sempre vivas no seu íntimo aquelas palavras do dia da sua Ordenação com que se lhe exortava a configurar a sua vida com o mistério da cruz do Senhor.

Configurar-se com Cristo comporta, queridos seminaristas, identificar-se sempre mais com Aquele que por nós Se fez servo, sacerdote e vítima. Na realidade, configurar-se com Ele é a tarefa em que o sacerdote há-de gastar toda a sua vida. Já sabemos que nos ultrapassa e não a conseguiremos cumprir plenamente, mas, como diz São Paulo, corremos para a meta esperando alcançá-la (cf. Flp 3, 12-14).

Mas Cristo, Sumo Sacerdote, é igualmente o Bom Pastor, que cuida das suas ovelhas até ao ponto de dar a vida por elas (cf. Jo 10, 11). Para imitar nisto também o Senhor, o vosso corações tem de ir amadurecendo no Seminário, colocando-se totalmente à disposição do Mestre. Dom do Espírito Santo, esta disponibilidade é que inspira a decisão de viver o celibato pelo Reino dos céus, o desprendimento dos bens da terra, a austeridade de vida e a obediência sincera e sem dissimulação.

Pedi-Lhe, pois, que vos conceda imitá-Lo na sua caridade até ao fim para com todos, sem excluir os afastados e pecadores, de tal forma que, com a vossa ajuda, se convertam e voltem ao bom caminho. Pedi-Lhe que vos ensine a aproximar-vos dos enfermos e dos pobres, com simplicidade e generosidade. Afrontai este desafio sem complexos nem mediocridade, mas antes como uma forma estupenda de realizar a vida humana na gratuidade e no serviço, sendo testemunhas de Deus feito homem, mensageiros da dignidade altíssima da pessoa humana e, consequentemente, seus defensores incondicionais. Apoiados no seu amor, não vos deixeis amedrontar por um ambiente onde se pretende excluir Deus e no qual os principais critérios por que se rege a existência são, frequentemente, o poder, o ter ou o prazer. Pode acontecer que vos desprezem, como se costuma fazer com quem aponta metas mais altas ou desmascara os ídolos diante dos quais muito se prostram hoje. Será então que uma vida profundamente radicada em Cristo se revele realmente como uma novidade, atraindo com vigor a quantos verdadeiramente procuram Deus, a verdade e a justiça.

Animados pelos vossos formadores, abri a vossa alma à luz do Senhor para ver se este caminho, que requer coragem e autenticidade, é o vosso, avançando para o sacerdócio só se estiverdes firmemente persuadidos de que Deus vos chama para ser seus ministros e plenamente decididos a exercê-lo obedecendo às disposições da Igreja.

Com esta confiança, aprendei d’Aquele que Se definiu a Si mesmo como manso e humilde de coração, despojando-vos para isso de todo o desejo mundano, de modo que não busqueis o vosso próprio interesse, mas edifiqueis, com a vossa conduta, aos vossos irmãos, como fez o santo padroeiro do clero secular espanhol São João de Ávila. Animados pelo seu exemplo, olhai sobretudo para a Virgem Maria, Mãe dos sacerdotes. Ela saberá forjar a vossa alma segundo o modelo de Cristo, seu divino Filho, e vos ensinará incessantemente a guardar os bens que Ele adquiriu no Calvário para a salvação do mundo. Amen.

[01178-06.01] [Texto original: Espanhol]

ANNUNCIO DELLA PROSSIMA DICHIARAZIONE DI SAN JUAN DE ÁVILA, PRESBITERO, A DOTTORE DELLA CHIESA UNIVERSALE

  PAROLE DEL SANTO PADRE

  TRADUZIONE  IN LINGUA ITALIANA 

  TRADUZIONE  IN LINGUA FRANCESE

  TRADUZIONE  IN LINGUA INGLESE

  TRADUZIONE  IN LINGUA TEDESCA

  TRADUZIONE  IN LINGUA PORTOGHESE

 Prima della benedizione finale della Santa Messa celebrata questa mattina per i seminaristi nella Cattedrale di Santa María La Real de la Almudena di Madrid, il Santo Padre Benedetto XVI ha dato l’annuncio che prossimamente dichiarerà Dottore della Chiesa universale San Juan de Ávila, presbitero, Patrono del clero secolare spagnolo. Pubblichiamo di seguito le parole del Papa:

 PAROLE DEL SANTO PADRE

Queridos hermanos:

Con gran gozo, quiero anunciar ahora al pueblo de Dios, en este marco de la Santa Iglesia Catedral de Santa María La Real de la Almudena, que, acogiendo los deseos del Señor Presidente de la Conferencia Episcopal Española, Eminentísimo Cardenal Antonio María Rouco Varela, Arzobispo de Madrid, de los demás Hermanos en el Episcopado de España, así como de un gran número de Arzobispos y Obispos de otras partes del mundo, y de muchos fieles, declararé próximamente a San Juan de Ávila, presbítero, Doctor de la Iglesia universal.

Al hacer pública esta noticia aquí, deseo que la palabra y el ejemplo de este eximio Pastor ilumine a los sacerdotes y a aquellos que se preparan con ilusión para recibir un día la Sagrada Ordenación.

Invito a todos a que vuelvan la mirada hacia él, y encomiendo a su intercesión a los Obispos de España y de todo el mundo, así como a los presbíteros y seminaristas, para que perseverando en la misma fe de la que él fue maestro, modelen su corazón según los sentimientos de Jesucristo, el Buen Pastor, a quien sea la gloria y el honor por los siglos de los siglos. Amén.

[01198-04.01] [Texto original: Español]

 TRADUZIONE  IN LINGUA ITALIANA

Cari fratelli,

Con grande gioia, in questo luogo della santa chiesa Cattedrale di Santa María La Real de la Almudena, desidero annunciare ora al Popolo di Dio che, accogliendo le richieste del Presidente della Conferenza Episcopale Spagnola, il Cardinale Antonio María Rouco Varela, Arcivescovo de Madrid, degli altri Fratelli nell’Episcopato di Spagna, come pure di un gran numero di Arcivescovi e Vescovi di altre parti del mondo, e di molti fedeli, dichiarerò prossimamente San Juan de Ávila, sacerdote, Dottore della Chiesa Universale.

Nel rendere pubblica questa notizia qui, desidero che la parola e l’esempio di questo esimio Pastore illumini i sacerdoti e coloro che si preparano con gioia e speranza a ricevere, un giorno, la Sacra Ordinazione.

Invito tutti a rivolgere lo sguardo verso di lui, e raccomando alla sua intercessione i Vescovi di Spagna e di tutto il mondo, come pure i sacerdoti e seminaristi, perché, perseverando nella stessa fede della quale egli fu maestro, plasmino il loro cuore secondo i sentimenti di Gesù Cristo, il Buon Pastore, al quale sia gloria e onore nei secoli dei secoli. Amen.

[01198-01.01] [Testo originale: Spagnolo]

 TRADUZIONE  IN LINGUA FRANCESE

Chers frères,

Avec grande joie, en cette sainte église cathédrale de Sainte Marie la Royale de la Almuneda, je voudrais annoncer maintenant au Peuple de Dieu que, accueillant les demandes du Président de la Conférence épiscopale espagnole, Son Éminence le Cardinal Antonio Maria Rouco Varela, Archevêque de Madrid, des autres Frères dans l’Épiscopat d’Espagne, comme aussi d’un grand nombre d’Archevêques et d’Évêques des autres parties du monde, et de nombreux fidèles, je déclarerai prochainement saint Jean d’Avila, prêtre, Docteur de l’Église universelle.

En rendant publique ici cette nouvelle, je souhaite que la parole et l’exemple de cet éminent pasteur illuminent les prêtres et ceux qui se préparent avec joie et espérance à recevoir un jour l’Ordination sacrée.

Je vous invite tous à tourner votre regard vers lui, et je recommande à son intercession les Évêques d’Espagne et du monde entier, comme aussi les prêtres et les séminaristes, pour que, en persévérant dans la même foi dont il fut un maître, ils modèlent leur cœur selon les sentiments de Jésus Christ, le Bon Pasteur, à qui soit rendus gloire et honneur dans les siècles des siècles. Amen.

[01198-03.01] [Texte original: Espagnol]

 TRADUZIONE  IN LINGUA INGLESE

Dear Brothers and Sisters,

With great joy, here in this Cathedral Church of Santa María La Real de la Almudena, I announce to the People of God that, having acceded to the desire expressed by Cardinal Antonio María Rouco Varela, Archbishop of Madrid and President of the Bishops’ Conference of Spain, together with the members of the Spanish episcopate and other Archbishops and Bishops from throughout the world, as well as many of the lay faithful, I will shortly declare Saint John of Avila a Doctor of the universal Church.

In making this announcement here, I would hope that the word and the example of this outstanding pastor will enlighten all priests and those who look forward to the day of their priestly ordination.

I invite everyone to look to Saint John of Avila and I commend to his intercession the Bishops of Spain and those of the whole world, as well as all priests and seminarians. As they persevere in the same faith which he taught, may they model their hearts on that of Jesus Christ the good Shepherd, to whom be glory and honour for ever. Amen.

[01198-02.01] [Original text: Spanish]

 TRADUZIONE  IN LINGUA TEDESCA

Liebe Brüder und Schwestern!

Mit großer Freude möchte ich nun hier am Ort der ehrwürdigen Kathedralkirche Santa María La Real de la Almudena dem Volk Gottes verkünden: Auf Ersuchen des Erzbischofs von Madrid und Vorsitzenden der Spanischen Bischofskonferenz Kardinal Antonio María Rouco Varela und der weiteren Bischöfe des spanischen Episkopats wie auch einer großen Zahl von Erzbischöfen und Bischöfen aus anderen Teilen der Erde und vieler Gläubigen werde ich demnächst den heiligen Priester Johannes von Ávila zum Kirchenlehrer erklären.

Mit der Bekanntgabe dieser Nachricht wünsche ich, daß das Wort und das Beispiel dieses hervorragenden Hirten die Priester erleuchte wie auch alle, die sich in froher Erwartung darauf vorbereiten, eines Tages die heiligen Weihen zu empfangen.

Ich lade alle ein, auf diesen Heiligen zu schauen. Seiner Fürsprache empfehle ich die Bischöfe Spaniens und der ganzen Erde wie auch die Priester und Seminaristen an. Sie mögen den Glauben bewahren, dessen Lehrer er war, und ihr Herz bilden, wie es der Gesinnung Jesu Christi, des Guten Hirten, entspricht, dem Ruhm und Ehre sei von Ewigkeit zu Ewigkeit. Amen.

[01198-05.01] [Originalsprache: Spanisch]

 TRADUZIONE  IN LINGUA PORTOGHESE

Queridos amigos:

Com grande alegria, no marco da santa igreja Catedral de Santa Maria a Real da Almudena, quero anunciar agora ao povo de Deus que, acolhendo os pedidos do Senhor Presidente da Conferência Episcopal Espanhola, o Eminentíssimo Cardeal António Maria Rouco Varela, Arcebispo de Madrid, dos outros Irmãos no Episcopado da Espanha, bem como de um grande número de Arcebispos e Bispos de outras partes do mundo, e de muitos fiéis, declararei, proximamente, São João de Ávila, presbítero, Doutor da Igreja Universal.

Ao fazer pública aqui esta notícia, desejo que a palavra e o exemplo deste exímio pastor possa iluminar os sacerdotes e aqueles que se preparam, com alegria e esperança, para receber um dia a Sagrada Ordenação.

Convido todos a dirigirem o olhar para ele, e confio à sua intercessão os Bispos da Espanha e de todo o mundo, bem como os presbíteros e seminaristas para que, perseverando na mesma fé que ele ensinou, possam modelar seu coração conforme os sentimentos de Jesus Cristo, o Bom Pastor, a quem seja dada toda glória e honra por todos os séculos dos séculos. Amém.

[01198-06.01] [Texto original: Espanhol]

Al termine della Celebrazione, il Papa ha un breve incontro privato con il Sig. Mariano Rajoy Brey, Presidente del Partito Popolare, il maggior partito dell’opposizione.
Quindi si reca in auto alla Residenza del Cardinale Arcivescovo di Madrid dove, alle ore 12.45, pranza con i Cardinali di Spagna, i Vescovi della Provincia di Madrid, i Vescovi Ausiliari di Madrid e i Membri del Seguito papale. Dopo il pranzo il Papa rientra in auto alla Nunziatura Apostolica di Madrid.

[B0484-XX.03]