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DISCORSO DEL CARDINALE SEGRETARIO DI STATO TARCISIO BERTONE AI RELIGIOSI E ALLE RELIGIOSE DI CUBA RIUNITI NEL MONASTERO DI SANTA TERESA DELLE CARMELITANE SCALZE DI LA HABANA, 22.02.2008


DISCORSO DEL CARDINALE SEGRETARIO DI STATO TARCISIO BERTONE AI RELIGIOSI E ALLE RELIGIOSE DI CUBA RIUNITI NEL MONASTERO DI SANTA TERESA DELLE CARMELITANE SCALZE DI LA HABANA

DISCORSO DEL CARDINALE TARCISIO BERTONE

TRADUZIONE IN LINGUA ITALIANA

Pubblichiamo di seguito il discorso che il Cardinale Segretario di Stato Tarcisio Bertone ha rivolto questa mattina ai Religiosi e alle Religiose di Cuba riuniti nel Monastero di Santa Teresa delle Carmelitane Scalze di La Habana:

DISCORSO DEL CARDINALE TARCISIO BERTONE

Queridos religiosos y religiosas:

Es hermoso estar con todos Ustedes, llamados por el Señor Jesús para ser testigos de su Evangelio en medio de este noble pueblo, a través de los diversos carismas de sus Institutos y de su compromiso misionero y apostólico. Muchos de Ustedes provienen de distintos países y dan con ello testimonio de la catolicidad de la Iglesia y la universalidad de su misión. Pero, sobre todo, les acomuna íntimamente su total consagración al Reino de Dios y su entrega a los hijos e hijas de Cuba, para que abran sus corazones a la esperanza y al amor de Jesucristo, llevando así la luz del Evangelio a esta querida Nación.

Agradezco vivamente las amables palabras que me han dirigido y que me han llegado al corazón, puesto que también yo pertenezco a una Familia Religiosa. En efecto, la intercesión y el ejemplo de San Juan Bosco me sirven de valioso estímulo para cumplir mi actual ministerio eclesial. Como solía decir el Cardenal August Hlond, que fue Primado de Polonia e hijo espiritual también de Don Bosco, "en la Congregación salesiana he aprendido que el trabajo no es carga ni cruz, sino alegría" (Cf. C. BISSOLI, Un pastore della Chiesa in tempi difficili, Salesianum, n. 44 (1982) 743).

Queridos hermanos, están aquí reunidos como una gran familia representando a todos los consagrados y consagradas de Cuba, para manifestar la vitalidad de la Iglesia, que no obstante las dificultades, sigue trazando caminos de solidaridad.

He venido a esta preciosa isla caribeña para conmemorar el décimo aniversario del significativo viaje pastoral que a la misma efectuara el venerado Papa Juan Pablo II. El legado que él dejó no ha perdido valor. Es un magnífico tesoro que sigue enriqueciendo a los que tienen la hermosa tarea de evangelizar al querido pueblo cubano.

En la Catedral de La Habana, aquel inolvidable 25 de enero de 1998, el Papa elevaba una alabanza a Dios por la presencia en esta tierra de personas consagradas de diversos Institutos, a las que agradecía "el meritorio y reconocido trabajo pastoral y el servicio prestado a Cristo en los pobres, los enfermos y los ancianos" (Al clero, a los religiosos, religiosas, seminaristas y laicos reunidos en la Catedral de La Habana. 25.1.1998, n. 4).

En nombre de Su Santidad Benedicto XVI, quisiera expresarles el afecto e interés de toda la Iglesia, que conoce bien el empeño de Ustedes y el camino que están recorriendo entre vicisitudes y desafíos, y en el que la Palabra de Dios, que siempre aparece como luz y lámpara, les sirve de guía y de consuelo (Cf. Sal 119,105). Que la penuria de medios o las insuficientes infraestructuras, así como otras delicadas situaciones, sean para Ustedes, más que una contrariedad, una oportunidad privilegiada para vigorizar la confianza en Dios, cuyos designios de amor nunca defraudan. Sus ansias de superación y su perseverancia en el bien obrar mostrarán la belleza de nuestra fe y serán un remedio eficaz ante los posibles brotes de secularización y abatimiento.

La providencia de Dios, que no descansa, mantiene viva la esperanza de que las Familias Religiosas en Cuba puedan contar con numerosos operarios del Evangelio y desplegar un más amplio apostolado. A la oración ferviente al Dueño de la mies, para que suscite en esta Nación generosos y humildes trabajadores en medio de su viña, se añaden los esfuerzos por promover en la misma la presencia de nuevos Institutos Religiosos, de tal manera que un número suficiente de sacerdotes y personas consagradas puedan brindar la atención pastoral que el pueblo cubano requiere. Les aseguro que no faltará la solicitud de la Sede Apostólica en este propósito.

A este respecto, les invito a cultivar el campo de la pastoral vocacional, sin miedo de presentar a los jóvenes este maravilloso horizonte existencial. Es más, siempre se ha de ayudar a cada joven para que descubra y responda con presteza al llamado que Dios le hace y en el que encontrará la auténtica plenitud de su vida.

Al concluir el gran Jubileo del año 2000, el Santo Padre Juan Pablo II alentaba a "hacer de la Iglesia la casa y la escuela de la comunión" y señalaba como primordial desafío el "proponer una espiritualidad de comunión" (Novo millennio ineunte, n. 43). Percibo con alegría que esas indicaciones están muy presentes en la vida y el quehacer de las comunidades religiosas de Cuba. El afianzamiento de esta fecunda espiritualidad de comunión en el interior de las propias comunidades religiosas, entre todos los Institutos de Vida consagrada y con los Pastores de la Iglesia facilitará un diálogo constante animado por la humildad, en el que resplandezca la estima recíproca y la búsqueda conjunta del carisma más grande, que es el del amor (cf. 1 Co 12,31-13,13).

De este modo, Ustedes podrán vivir su propio carisma insertados profundamente en la vida diocesana y llevar la luz de Cristo a las comunidades parroquiales y a otros grupos eclesiales. Esta colaboración infatigable es tenida en gran estima por los Obispos y sacerdotes, que aprecian altamente su testimonio evangelizador, igual que los fieles laicos, atraídos por su vinculación a Cristo y el constante compromiso que tienen por los necesitados.

Mi presencia en este encuentro de fe, de plegaria y de cercanía espiritual quiere transmitirles un mensaje que avive en Ustedes, que eligieron un camino de especial seguimiento de Cristo, el propósito de robustecer su amistad con Él y de poner su Palabra en el centro de su corazón. La próxima Sesión Ordinaria del Sínodo de los Obispos, dedicada a la Palabra de Dios en la vida de la Iglesia, puede representar una oportunidad única para profundizar en su escucha y puesta en práctica (cf. Lc 8,21).

Como afirmaba recientemente el Papa, la Vida consagrada está enraizada en el Evangelio, que es su regla suprema y la fuente que la ha inspirado durante siglos y a la que debe volver constantemente si quiere mantenerse viva y ofrecer muchos frutos para el bien de las almas (cf. A los religiosos y religiosas en la Fiesta de la Presentación del Señor. 2.2.2008).

Como oyentes dóciles de la Palabra, interpretada en la tradición viva de la Iglesia, aprenderán a proclamar a Cristo como el verdadero Maestro, a identificarse en todo momento con la voluntad de Dios Padre y a amar a la Iglesia, en la que habita el Espíritu Santo como en un templo (Cf. 1 Co 3,16; 6,19). Así demostrarán el vivo deseo que tienen de permanecer bajo el señorío de Cristo, Verbo Encarnado, el único que puede colmar nuestros anhelos más profundos, de modo que no nos dejemos cautivar por otras metas contingentes y frecuentemente engañosas.

A este respecto, les ayudará mucho la práctica cotidiana de la lectio divina, con la que podrán compartir los bienes que la gracia de Dios les regala, fortalecerán la cohesión de cada comunidad religiosa y fomentarán el espíritu comunitario de su servicio a la evangelización. Serán de este modo un vivo reflejo de la fraternidad propia de la Iglesia naciente, donde todos "acudían asiduamente a la enseñanza de los Apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones" (Hch, 2,42).

Además, de la Palabra contemplada (cf. Lc 10,39) brotará un manantial de paz y serenidad para afrontar las contrariedades que puedan surgir en distintos ámbitos, pues en ella se nos enseña a valorar al hombre desde la perspectiva de Dios, que es amor perenne (cf. 1 Jn 4,7-21).

La Palabra de Dios será también luz para mirar hacia el futuro con ilusión, para interpretar los signos de los tiempos y hacer presente entre sus hermanos el Reino de Dios, su misericordia y su bondad, dando consuelo a los tristes, visitando a los enfermos, asistiendo a los pobres y acompañando la soledad de aquellos que se sienten olvidados o deprimidos.

El pueblo de Dios espera mucho de Ustedes. No lo defrauden en la donación generosa. "Gratis lo han recibido, denlo gratis" (Mt 10,8). Tengan presente que son transparencia de Cristo, espejo de la Iglesia y fuente de esperanza. Todo lo que de palabra u obra realicen, háganlo con inquebrantable fidelidad al Magisterio de la Iglesia y al carisma de santidad de sus fundadores y fundadoras. Así darán una respuesta benéfica y evangélica a las urgencias del mundo de hoy.

La tarea apasionante e ingente que tienen ante sí hace imprescindible una preparación sólida, ya desde los primeros años de formación, que ha de continuarse luego con el estudio personal serio y con una formación permanente en diversas disciplinas humanas, eclesiásticas y espirituales. Cuanto más conozcan a Cristo, más podrán amarlo y mejor podrán servir a los hermanos.

"He aquí que hago nuevas todas las cosas" (Ap 21,5). Estas palabras del Apocalipsis fueron el eje de una asamblea reciente de la Conferencia Cubana de Religiosos (CONCUR). En efecto, queridos hermanos y hermanas, el Señor puede renovar todo el mundo: "Envías tu espíritu y son creados y renuevas la faz de la tierra" (Sal 104,30). Dios no sólo renueva la creación, sino sobre todo al hombre "que nace del agua y del Espíritu" (Jn 3,5). El Espíritu de Dios sopla donde quiere, y hoy siento que Él está aquí presente sobre Ustedes y dentro de Ustedes, para hacerles hombres y mujeres interiormente renovados, porque no dejan de acoger la Palabra de Dios (cf. Lc 2,19.51) para anunciarla después con alegría a los que esperan de Ustedes una vida de absoluta fidelidad a Cristo, a la Iglesia universal presidida en la caridad por el Papa, a las Iglesias particulares regidas por los Obispos, al carisma que les es propio y a los anhelos más nobles que tiene esta insigne Nación.

Queridos hermanos y hermanas, no puedo despedirme de Ustedes sin proponerles a María Santísima, Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, como el perfecto modelo de su fidelidad. En ella hallarán la primera discípula, la mujer del silencio y del consuelo, el auxilio de los cristianos y la puerta del cielo. Amando a María, imitándola y proclamando sus alabanzas encontrarán siempre abierto el corazón del pueblo cubano.

Al amparo de la Madre de Dios les confío, sabiendo que Ella les dará su mano para que sean testigos y misioneros del Evangelio en esta bendita tierra. Porque Ustedes "no solamente tienen una historia gloriosa para recordar y contar, sino una gran historia que construir" (Vita Consecrata, n.110).

Muchas gracias.

[00275-04.01] [Texto original: Español]

TRADUZIONE IN LINGUA ITALIANA

Cari religiosi e religiose,

è bello essere con tutti voi, chiamati dal Signore Gesù a essere testimoni del suo Vangelo fra questo nobile popolo, attraverso i diversi carismi dei vostri Istituti e del vostro impegno missionario e apostolico. Molti di voi provengono da diversi paesi e rendono con ciò testimonianza della cattolicità della Chiesa e dell'universalità della sua missione. Ma soprattutto vi accomuna intimamente la vostra totale consacrazione al Regno di Dio e la vostra dedizione verso i figli e le figlie di Cuba, affinché aprano i loro cuori alla speranza e all'amore di Gesù Cristo, portando così la luce del Vangelo a questa amata Nazione.

Ringrazio vivamente per le cordiali parole che mi avete rivolto e che mi sono giunte al cuore, poiché anche io appartengo a una Famiglia Religiosa. In effetti, l'intercessione e l'esempio di San Giovanni Bosco mi servono da prezioso stimolo per compiere il mio attuale ministero ecclesiale. Come era solito dire il Cardinale August Hlond, che è stato Primate di Polonia e figlio spirituale di Don Bosco, «nella Congregazione salesiana ho imparato che il lavoro non è peso né croce, bensì gioia» (cfr C. Bissoli, Un pastore della Chiesa in tempi difficili, Selesianum, n. 44 (1982) 743).

Cari fratelli, siete qui riuniti come una grande famiglia rappresentando tutti i consacrati e le consacrate che sono a Cuba, per manifestare la vitalità della Chiesa, che nonostante le difficoltà, continua a tracciare cammini di solidarietà.

Sono venuto in questa preziosa isola caraibica per commemorare il decimo anniversario del significativo viaggio pastorale compiuto dal venerato Papa Giovanni Paolo II. L'eredità che ha lasciato non ha perso valore. È un magnifico tesoro che continua ad arricchire quelli che hanno il bel compito di evangelizzare l'amato popolo cubano.

Nella Cattedrale di La Habana, quell'indimenticabile 25 gennaio 1998, il Papa ha levato una lode a Dio per la presenza in questa terra di persone consacrate di diversi Istituti, che ha ringraziato per il «meritorio e apprezzato lavoro pastorale e per il servizio reso a Cristo nei poveri, nei malati e negli anziani» (Discorso al clero, ai religiosi, alle religiose, ai seminaristi e ai laici riuniti nella cattedrale di La Habana, 25.1.1998, n. 4).

A nome di Sua Santità Benedetto XVI, desidero esprimervi l'affetto e l'interesse di tutta la Chiesa, che conosce bene il vostro impegno e il cammino che state percorrendo fra vicissitudini e sfide, e nel quale la Parola di Dio, che sempre appare come luce e lampada vi serve da guida e da consolazione (cfr Sal 119, 105). Che la penuria di mezzi o le insufficienti infrastrutture, così come altre delicate situazioni, siano per voi, più che una contrarietà, un'opportunità privilegiata per rafforzare la fiducia in Dio, i cui disegni di amore non deludono mai. I vostri sforzi e la vostra perseveranza nell'operare bene mostreranno la bellezza della nostra fede e saranno un rimedio efficace per combattere gli eventuali germi della secolarizzazione e lo sconforto.

La provvidenza di Dio, che non ci abbandona, mantiene viva la speranza che le famiglie Religiose a Cuba possano contare su numerosi operai del Vangelo e svolgere un più ampio apostolato. Alla preghiera fervente al Signore della messe, affinché susciti in questa Nazione generosi e umili lavoratori nella sua vigna, si aggiungono gli sforzi per promuovere in essa la presenza di nuovi Istituti Religiosi, in modo che un numero sufficiente di sacerdoti e di persone consacrate possa offrire quell'attenzione pastorale che il popolo cubano richiede. Vi assicuro che non mancherà la sollecitudine della Sede Apostolica in tal senso.

A questo riguardo, vi invito a coltivare il campo della pastorale vocazionale, senza timore di presentare ai giovani questo meraviglioso orizzonte esistenziale. Inoltre, occorre sempre aiutare ogni giovane affinché scopra e risponda con prontezza alla chiamata che Dio gli fa e in cui troverà un'autentica pienezza di vita.

Nel concludere il grande Giubileo dell’Anno 2000 il Santo Padre Giovanni Paolo II incoraggiava a «fare della Chiesa la casa e la scuola della comunione» e indicava come principale sfida quella di «promuovere una spiritualità della comunione» (Novo millennio ineunte, n. 43). Percepisco con gioia che queste indicazioni sono molto presenti nella vita e nell'operato delle comunità religiose di Cuba. Il rafforzamento di questa feconda spiritualità della comunione all'interno delle stesse comunità religiose, fra tutti gli Istituti di Vita consacrata e con i Pastori della Chiesa faciliterà un dialogo costante animato dall'umiltà, nel quale risplendano la stima reciproca e la ricerca congiunta del carisma più grande, che è quello dell'amore (cfr 1 Cor 12, 31-13,13).

In tal modo potrete vivere il vostro carisma inseriti profondamente nella vita diocesana e portare la luce di Cristo alle comunità parrocchiali e ad altri gruppi ecclesiali. Questa infaticabile collaborazione è tenuta in grande considerazione dai Vescovi e dai sacerdoti, che apprezzano molto la vostra testimonianza evangelizzatrice, come anche dai fedeli laici, attratti dal vostro vincolo con Cristo e dal vostro constante impegno verso i bisognosi.

La mia presenza in questo incontro di fede, di preghiera e di vicinanza spirituale desidera trasmettervi un messaggio che ravvivi in voi, che avete scelto un cammino di particolare sequela di Cristo, il proposito di rafforzare la vostra amicizia con Lui e di porre la sua Parola al centro del vostro cuore. La prossima Sessione Ordinaria del Sinodo dei Vescovi, dedicata alla Parola di Dio nella vita della Chiesa, può rappresentare un'opportunità unica per approfondire il suo ascolto e la sua messa in pratica (cfr Lc 8, 21).

Come ha affermato di recente il Papa, la Vita consacrata è radicata nel Vangelo, che è la sua regola suprema e la fonte che l'ha ispirata per secoli e alla quale deve tornare costantemente se vuole mantenersi viva e offrire molti frutti per il bene delle anime (cfr Ai religiosi e alle religiose nella Festa della Presentazione del Signore, 2. 2. 2008).

Come docili ascoltatori della Parola, interpretata nella tradizione viva della Chiesa, imparerete a proclamare Cristo come il vero Maestro, a identificarvi in ogni momento con la volontà di Dio Padre e ad amare la Chiesa, in cui abita lo Spirito Santo come in un tempio (cfr 1 Cor 3,16; 6,19). Così dimostrerete il vivo desiderio che avete di restare sotto la signoria di Cristo, Verbo Incarnato, l'unico che può soddisfare i nostri aneliti più profondi, in modo da non lasciarci attirare da altre mete contingenti e spesso ingannevoli.

A tale proposito, vi aiuterà molto la pratica quotidiana della lectio divina, con la quale potrete condividere i beni che la grazia di Dio vi dona, rafforzerete la coesione di ogni comunità religiosa e promuoverete lo spirito comunitario del vostro servizio all'evangelizzazione. Sarete in tal modo un vivo riflesso della fraternità propria della Chiesa nascente, dove tutti «erano assidui nell'ascoltare l'insegnamento degli apostoli e nell'unione fraterna, nella frazione del pane e nelle preghiere» (At 2, 42).

Inoltre, dalla Parola contemplata (cfr Lc 10, 39), sgorgherà una sorgente di pace e di serenità per affrontare le contrarietà che potranno sorgere in diversi ambiti, poiché in essa ci viene insegnato a valorizzare l'uomo secondo la prospettiva di Dio, che è amore perenne (cfr 1 Gv 4, 7-21).

La Parola di Dio sarà anche luce per guardare al futuro con gioia, per interpretare i segni dei tempi e rendere presente fra i vostri fratelli il Regno di Dio, la sua misericordia e la sua bontà, dando consolazione ai tristi, visitando i malati, assistendo i poveri e accompagnando la solitudine di coloro che si sentono dimenticati o depressi.

Il popolo di Dio si aspetta molto da voi. Non lo deludete nella donazione generosa. «Gratuitamente avete ricevuto, gratuitamente date» (Mt 10, 8). Tenete presente che siete trasparenza di Cristo, specchio della Chiesa e fonte di speranza. Tutto ciò che con le parole o con le opere realizzerete, fatelo con incrollabile fedeltà al Magistero della Chiesa e al carisma di santità dei vostri fondatori e delle vostre fondatrici. Così darete una risposta benefica ed evangelica alle urgenze del mondo di oggi.

Il compito appassionante e ingente che avete dinanzi rende imprescindibile una preparazione salda, già fin dai primi anni di formazione, che deve continuare poi con lo studio personale serio e con una formazione permanente in diverse discipline umane, ecclesiastiche e spirituali. Quanto più conoscerete Dio, tanto più potrete amarlo e servirlo meglio nei fratelli.

«Ecco, io faccio nuove tutte le cose» (Ap 21, 5). Queste parole dell'Apocalisse sono state il tema portante di un'assemblea recente della Conferenza Cubana dei Religiosi (CONCUR). In effetti, cari fratelli e sorelle, il Signore può rinnovare tutti: «Mandi il tuo spirito, sono creati, e rinnovi la faccia della terra» (Sal 104, 30). Dio non solo rinnova la creazione, ma anche e soprattutto ogni uomo, che «nasce dall'acqua e dallo Spirito» (Gv 3, 5). Lo Spirito di Dio soffia dove vuole e oggi sento che è qui presente su voi e in voi, per rendervi uomini e donne interiormente rinnovati, perché non smettiate di accogliere la Parola di Dio (cfr Lc 2, 19.51), per annunciarla poi con gioia a quanti si aspettano da voi una vita di assoluta fedeltà a Cristo, alla Chiesa universale presieduta nella carità dal Papa, alle Chiese particolari rette dai Vescovi, al carisma che vi è proprio e agli aneliti più nobili che ha questa nobile Nazione.

Cari fratelli e sorelle, non posso accomiatarmi da voi senza proporvi Maria Santissima, Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, come modello perfetto do fedeltà. In Lei troverete la prima Discepola, la Donna del silenzio e della consolazione, l'Aiuto dei cristiani e la Porta del cielo. Amando Maria, imitandola e proclamando le sue lodi, troverete sempre aperto il cuore del popolo cubano.

Vi affido alla protezione della Madre di Dio, sapendo che Lei vi aiuterà ad essere testimoni e missionari del Vangelo in questa terra benedetta. Poiché voi «non avete solo una gloriosa storia da ricordare e da raccontare, ma una grande storia da costruire!» (Vita consecrata, n. 110).

Grazie.

[00275-01.01] [Testo originale: Spagnolo]

[B0114-XX.01]