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MESSAGGIO DEL SANTO PADRE BENEDETTO XVI AI VESCOVI DI CUBA IN OCCASIONE DEL X ANNIVERSARIO DELLA VISITA NEL PAESE DI PAPA GIOVANNI PAOLO II, 21.02.2008


Pubblichiamo di seguito il Messaggio che il Santo Padre Benedetto XVI ha inviato ai Vescovi di Cuba in occasione del X anniversario della visita nel Paese di Papa Giovanni Paolo II (21-26 gennaio 1998), di cui è Latore l’Em.mo Card. Tarcisio Bertone, Segretario di Stato, in visita per la ricorrenza a Cuba:

 TESTO IN LINGUA ORIGINALE

A los Obispos de Cuba
con motivo del X aniversario de la visita de Juan Pablo II al País

 Queridos Hermanos en el Episcopado:

 «El Dios de la esperanza os colme de todo gozo y paz en vuestra fe, hasta rebosar de esperanza por la fuerza del Espíritu Santo» (Rm 15,13). Estas palabras del Apóstol resuenan de nuevo entre vosotros al celebrar con emoción la memorable visita del Siervo de Dios Juan Pablo II a tierras cubanas, a las que llegó con el propósito de «animarlos en la esperanza, alentarlos en la caridad» (Ceremonia de llegada, 21-1-1998,3).

El rememorar diez años después aquellas inolvidables jornadas para la Iglesia y el pueblo cubano, vividas también bajo la mirada emocionada de todo el mundo, es sin duda un deber de gratitud para con mi venerado Predecesor, así como manifestación de un ardiente propósito de renovar el auténtico impulso evangelizador que él dejó profundamente impreso en el corazón de todos.

Saludo entrañablemente al Señor Cardenal Jaime Lucas Ortega y Alamino, Arzobispo de La Habana, al Presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba, Mons. Juan García Rodríguez, así como a cada uno de los demás Obispos que la componen. Me siento espiritualmente entre vosotros, como testimonia la presencia del Cardenal Tarcisio Bertone, Secretario de Estado, y renuevo al mismo tiempo la estima del Sucesor de Pedro por vuestros desvelos pastorales, así como mi cercanía a las aspiraciones y preocupaciones de todos los cubanos. Pido constantemente al Señor que les dé fortaleza y generosidad para vivir cada vez más intensamente su fe y trabajar en favor de un mundo iluminado por el Evangelio.

El anuncio del Evangelio de Cristo sigue encontrando en Cuba corazones bien dispuestos para acogerlo, lo que conlleva una responsabilidad constante para ayudarles a crecer en la vida espiritual, proponiéndoles ese «alto grado de la vida cristiana ordinaria» (Novo millennio ineunte, 19) propio de la vocación a la santidad de todo bautizado. Anunciar la recta doctrina, iniciar en la escucha y profundización de la Palabra de Dios, promover la participación en los sacramentos y fomentar la vida de oración, son metas primarias de la acción pastoral, pues llevar a todos la salvación de Cristo es el núcleo mismo de la misión de la Iglesia.

En ocasiones, algunas comunidades cristianas se ven abrumadas por las dificultades, por la escasez de recursos, la indiferencia o incluso el recelo, que pueden inducir al desánimo. En estos casos, el buen discípulo se verá confortado por las palabras del Maestro: «No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el Reino» (Lc 12, 32). El creyente sabe que siempre puede poner su esperanza en Cristo Jesús, nuestro Señor, que no defrauda (cf. 1 Ts 1,3) y colma de alegría su corazón (cf. 1 P 1,6), dando sentido y fecundidad a su vida de fe.

En efecto, una pequeña luz puede iluminar toda la casa, la levadura es poca cosa, pero hace fermentar toda la masa (cf. Mt 13,33). Cuántas veces pequeños gestos de amistad y buena volunta, gestos sencillos y cotidianos de respeto, atención al que sufre o entrega desinteresada al bien de los demás, hacen entrever el amor sin límites de Dios por todos y cada uno.

Por eso adquiere también una gran importancia la misión que la Iglesia en Cuba desarrolla en favor de los más necesitados, con obras concretas de servicio y atención a los hombres y mujeres de cualquier condición, que merecen ser sostenidos no sólo en sus necesidades materiales, sino acogidos con afecto y comprensión. El Papa agradece profundamente el esfuerzo y el sacrificio de las personas y comunidades entregadas a estas tareas, siguiendo el ejemplo de Cristo, que «no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos» (Mc 10,45).

Queridos Hermanos, tenéis en vuestras manos el cuidado de la viña del Señor en Cuba, donde el anuncio del Evangelio llegó hace cinco siglos y cuyos valores tuvieron gran influencia en el nacimiento de la Nación, por obra sobre todo del Siervo de Dios Félix Varela y el propagador del amor entre los cubanos y entre todos los hombres, que fue José Martí. En esos valores veían un elemento vital también para la concordia y el porvenir venturoso de la Patria.

Esta herencia ha calado hondo en el alma cubana, que hoy necesita de vuestra generosa solicitud pastoral para reavivarla cada vez más, mostrando que la Iglesia, centrando su mirada en Jesucristo, tiende a hacer el bien, a promover la dignidad de la persona y, sembrando sentimientos de comprensión, misericordia y reconciliación, contribuye a la mejora del hombre y de la sociedad.

Sabéis que contáis con la cercanía del Papa y la fraterna oración y colaboración de otras Iglesias particulares diseminadas por el mundo entero.

Os ruego que llevéis mi afectuoso saludo a los sacerdotes, comunidades religiosas y fieles laicos, así como a todos los cubanos, por los que invoco a la Virgen de la Caridad del Cobre con las mismas palabras con las que oró ante ella mi venerado Predecesor Juan Pablo II durante la visita que estamos conmemorando: «Haz de la nación cubana un hogar de hermanos y hermanas para que este pueblo abra de par en par su mente, su corazón y su vida a Cristo, único Salvador y Redentor» (Homilía en Santiago, 24-1-1998, 6).

 Con una especial Bendición Apostólica

BENEDICTUS PP. XVI

[00261-04.01] [Texto original: Español]

 

 TRADUZIONE IN LINGUA ITALIANA

 Ai Vescovi di Cuba
a motivo del X anniversario della visita di Giovanni Paolo II nel Paese

 

Cari Fratelli nell'Episcopato,

«Il Dio della speranza vi riempia di ogni gioia e pace nella fede, perché abbondiate nella speranza per la virtù dello Spirito Santo» (Rm 15, 13). Queste parole dell'Apostolo risuonano di nuovo fra voi nel celebrare con emozione la memorabile visita del Servo di Dio Giovanni Paolo II in terra cubana, dove è giunto con il proposito di «animarvi nella speranza, incoraggiarvi nella carità» (Cerimonia di benvenuto, 21-1-1998, n. 3).

Il ricordare dieci anni dopo quelle indimenticabili giornate per la Chiesa e il popolo cubano, vissute altresì sotto lo sguardo emozionato di tutto il mondo, è senza dubbio un dovere di gratitudine verso il mio venerato Predecessore, e anche manifestazione di un ardente proposito di rinnovare l'autentico impulso evangelizzatore che Egli ha lasciato profondamente impresso nel cuore di tutti.

Saluto con affetto il Signor Cardinale Jaime Lucas Ortega y Alamino, Arcivescovo di La Habana, il Presidente della Conferenza dei Vescovi Cattolici di Cuba, Monsignor Juan García Rodríguez, e ognuno degli altri Vescovi che la compongono. Mi sento spiritualmente fra di voi, come testimonia la presenza del Cardinale Tarcisio Bertone, mio Segretario di Stato, e rinnovo allo stesso tempo la stima del Successore di Pietro per i vostri impegni pastorali, come anche la mia vicinanza alle aspirazioni e alle preoccupazioni di tutti i cubani. Chiedo costantemente al Signore di darvi forza e generosità per vivere ogni giorno più intensamente la vostra fede e adoperarvi a favore di un mondo illuminato dal Vangelo.

L'annuncio del Vangelo di Cristo continua a trovare a Cuba cuori ben disposti ad accoglierlo, il che comporta una responsabilità costante per aiutarli a crescere nella vita spirituale, proponendo loro quella «"misura alta" della vita cristiana ordinaria» (Novo millennio ineunte, n. 31), propria della vocazione alla santità di ogni battezzato. Annunciare la retta dottrina, indurre all'ascolto e all'approfondimento della Parola di Dio, promuovere la partecipazione ai sacramenti e la vita di preghiera, sono mete primarie dell'azione pastorale, poiché portare a tutti la salvezza di Cristo è il nucleo stesso della missione della Chiesa.

A volte, alcune comunità cristiane si sentono oppresse dalle difficoltà, dalla scarsità di risorse, dall'indifferenza o persino dalla diffidenza, che possono indurre allo sconforto. In questi casi, il buon discepolo si sentirà confortato dalle parole del Maestro: «Non temere, piccolo gregge, perché al Padre vostro è piaciuto di darvi il suo regno» (Lc 12, 32). Il credente sa che può riporre sempre la propria speranza in Cristo Gesù, nostro Signore, che non delude (cfr Ts 1, 3) e colma di gioia il suo cuore (cfr 1 Pt 1, 6), dando senso e fecondità alla sua vita di fede.

In effetti, una piccola luce può illuminare tutta la casa e il lievito è poca cosa, ma fa fermentare tutta la massa (cfr Mt 13, 33). Quante volte piccoli gesti di amicizia e di buona volontà, gesti semplici quotidiani di rispetto, di attenzione verso chi soffre o di dedizione disinteressata al bene degli altri, fanno intravedere l'amore senza limiti di Dio per tutti e per ciascuno.

Acquista pertanto anche grande importanza la missione che la Chiesa a Cuba svolge a favore dei più bisognosi, con opere concrete di servizio e di attenzione agli uomini e alle donne di qualsiasi condizione, che meritano non solo di essere sostenuti nei loro bisogni materiali, ma anche di essere accolti con affetto e comprensione. Il Papa ringrazia profondamente per lo sforzo e il sacrificio delle persone e delle comunità che si dedicano a questi compiti, seguendo l'esempio di Cristo che «non è venuto per essere servito, ma per servire e dare la propria vita in riscatto di molti» (Mc 10, 45).

Cari Fratelli, avete nelle vostre mani la cura della vigna del Signore a Cuba, dove l'annuncio del Vangelo è giunto cinque secoli fa e i cui valori hanno avuto una grande influenza sulla nascita della Nazione, ad opera soprattutto del Servo di Dio Félix Varela e di quel propagatore dell'amore fra i cubani e fra tutti gli uomini che fu José Martí. In questi valori vedevano un elemento vitale anche per la concordia e il futuro felice della Patria.

Questa eredità si è radicata nell'anima cubana, che oggi ha bisogno della vostra generosa sollecitudine pastorale per ravvivarla sempre più, mostrando che la Chiesa, incentrando il suo sguardo su Gesù Cristo, tende a fare il bene, a promuovere la dignità della persona e, seminando sentimenti di comprensione, misericordia e riconciliazione, contribuisce a migliorare l'uomo e la società.

Sapete che potete contare sulla vicinanza del Papa e sulla fraterna preghiera e collaborazione di altre Chiese particolari disseminate in tutto il mondo.

Vi prego di trasmettere il mio affettuoso saluto ai sacerdoti, alle comunità religiose e ai fedeli laici, come pure a tutti i cubani, per i quali invoco la Virgen de la Caridad del Cobre con le stesse parole con cui ha pregato dinanzi a Lei il mio venerato Predecessore Giovanni Paolo II durante la visita che stiamo commemorando: «Fai della nazione cubana una famiglia di fratelli e sorelle affinché questo popolo spalanchi la su mente, il suo cuore e la sua vita a Cristo, unico Salvatore e Redentore, che vive e regna con il Padre e lo Spirito Santo, nei secoli dei secoli» (Omelia a Santiago, 24-1-1998, n. 6).

Con una speciale Benedizione Apostolica.

 Dal Vaticano, 20 febbraio 2008

 

BENEDICTUS PP. XVI

 [00261-01.01] [Testo originale: Spagnolo]

 

[B0106-XX.01]