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Durante los meses de verano, la Limosnería Apostólica no se fue de vacaciones, dedicándose, entre otras cosas, a dos de las siete obras de misericordia: visitar a los presos y consolar a los afligidos.

Además de la ayuda que se presta regularmente a través de los capellanes, el "brazo caritativo del Santo Padre", la Limosnería ha realizado pequeños gestos evangélicos para ayudar y dar esperanza a miles de personas en las cárceles de Roma. En particular, en los últimos días, el Limosnero, el cardenal Konrad Krajewski, ha repartido 15.000 helados a los reclusos de la cárcel de Regina Coeli y a los de Rebibbia.

Las demás obras de misericordia corporal, dar de comer a los hambrientos, dar de beber a los sedientos, vestir a los desnudos, alojar a los peregrinos y a los forasteros, visitar y asistir a los enfermos y enterrar a los muertos, se tienen especialmente en cuenta por la Limosnería Apostólica durante los meses de verano, cuando muchos comedores y estructuras caritativas tienen que limitar sus actividades.
Por ello, como cada año, pequeños grupos de personas sin hogar, o alojadas en dormitorios, se llevaron al mar o al lago, cerca de Castel Gandolfo, para pasar una tarde de esparcimiento y cenar en una pizzería.

Ciertamente, tampoco se ha olvidado a las personas más pobres de otras naciones, que, por indicación y mediación de los nuncios apostólicos, reciben medicamentos, respiradores pulmonares y suministros médicos enviados directamente desde el Vaticano mediante la valija diplomática de la Santa Sede.

Sólo en agosto, por ejemplo, se compró un tomógrafo para Madagascar, por valor de unos 600.000 dólares, y se completó la preparación de clínicas médicas, renovadas o de nueva construcción, por casi 2.000.000 de euros, en tres de los países más pobres de África.

Las obras de misericordia, corporales y espirituales, se encuentran en el Evangelio: "La predicación de Jesús nos presenta estas obras de misericordia para que podamos comprender si vivimos o no como discípulos suyos" (Papa Francisco, Misericordiae Vultus, nº 15). Si son válidas para todo cristiano, son indicaciones aún más valiosas para regular también toda la acción de la Oficina caritativa del Santo Padre.