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Discurso del Prefecto del Dicasterio para el Servicio de Desarrollo Humano Integral con motivo de la Conferencia Internacional de Derechos Humanos en la Pontificia Universidad Gregoriana., 10.12.2018

Publicamos  a continuación el discurso que S.E. el cardenal Peter Kodwo Appiah Turkson, Prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, ha pronunciado esta mañana en la sesión de apertura de la Conferencia Internacional "Los derechos humanos en el mundo contemporáneo: conquistas, omisiones, negaciones" en curso del 10 al 11 de diciembre de 2018, en la Pontificia Universidad Gregoriana:

Discurso de S.E. el cardenal Peter K. Appiah Turkson

Eminencia,
Excelencias,
Queridos hermanos y hermanas y queridos amigos,

Me complace daros una calurosa bienvenida a la Conferencia Internacional sobre el tema "Los derechos humanos en el mundo contemporáneo: conquistas, omisiones, negaciones", que el Dicasterio para el servicio del Desarrollo Humano Integral y la Pontificia Universidad Gregoriana han organizado con motivo del aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (París, 10 de diciembre de 1948) y de la Declaración y del Programa de Acción de Viena (Viena, 25 de junio de 1993), de los cuales se celebran el 70 y el 25 aniversario respectivamente.

A través de esta iniciativa, el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral desea no solo reafirmar el valor de los derechos humanos y su centralidad en la misión que le encomendó el Santo Padre, sino sobre todo cuestionar el estado de los derechos humanos en las sociedades contemporáneas y explorar algunas nuevas de cara a una mayor concientización y protección de la dignidad humana hoy.

Han transcurrido setenta años desde que la Asamblea General de las Naciones Unidas, compuesta entonces por 58 Estados, adoptó formalmente la Declaración Universal de los Derechos Humanos, con la cual la igual dignidad de todos los seres humanos y los derechos universales e inalienables de la persona encuentre su solemne reconocimiento a nivel internacional.

La universalidad de los derechos humanos se reafirmó y, en cierto sentido, se confirmó, en particular en la Conferencia Mundial de Derechos Humanos de 1993, que reunió a representantes de 171 estados y numerosos miembros  de la sociedad civil en la capital austriaca pertenecientes a diferentes culturas y tradiciones. La Declaración adoptada en aquella ocasión constituye un precioso patrimonio y un signo de esperanza para la humanidad [1].

Veinticinco años después, es un deber preguntarse qué ha pasado con la esperanza de ver estos derechos realizados para todos los seres humanos.

Es lamentable observar que el ideal propuesto por los documentos en cuestión parece a veces vacilar bajo el peso de interpretaciones controvertidas, politización excesiva y numerosos incumplimientos.

A pesar de las solemnes proclamaciones y las expectativas generadas por ellas, se han producido nuevas violaciones de la dignidad humana, mientras que han reaparecido viejas heridas y otras, como en el caso de la esclavitud, han asumido rostros diferentes.

También es lamentable que, mientras crecen dentro de las naciones  la pobreza y la injusticia social, las divergencias entre los estados a menudo siguen abordándose mediante el uso de la fuerza, incluso la fuerza armada, -con consecuencias inevitables y desastrosas para las poblaciones que pagan su doloroso precio-. Persisten en varias partes del mundo los conflictos armados alimentados por oscuros intereses, con su cortejo de violaciones indecibles del derecho a la vida y la integridad física, así como de otros derechos humanos, como el acceso a la atención médica,  a la educación, al trabajo y a la vivienda.

Por lo tanto, es necesario que el derecho fundamental a la paz y al desarrollo integral se reconozca y garantice adecuadamente.

Eminencia,
Excelencias,
Queridos hermanos y hermanas y queridos amigos,

En estos dos días, escucharemos tanto las ponencias de los representantes de la sociedad diplomática, académica y civil, como los testimonios de aquellos que día a día trabajan para garantizar que la dignidad humana no cese.

Me gustaría agradecerles calurosamente su contribución, que sin duda enriquecerá nuestro trabajo y será una inspiración para nuestro compromiso en la Iglesia y en la sociedad. Pero primero os invito a escuchar una voz autorizada, la del Papa Francisco, que  ha querído enviar un mensaje de aliento a todos los participantes reunidos para esta conferencia.

Gracias por su atención.

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[1] Intervención del Representante de la Santa Sede en la Conferencia Mundial de Derechos Humanos, 21 de junio de 1993.