SÍNODO DE LOS OBISPOS
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SÍNODO DE LOS OBISPOS

ASAMBLEA ESPECIAL PARA AMÉRICA

ENCUENTRO CON JESUCRISTO VIVO,

CAMINO PARA

LA CONVERSIÓN, LA COMUNIÓN

Y LA SOLIDARIDAD

EN AMÉRICA

INSTRUMENTUM LABORIS

CIUDAD DEL VATICANO

1997

© Copyrighy 1997 - Secretaría General del Sínodo de los Obispos y Libreria Editrice Vaticana.

Este texto puede ser reproducido por las Conferencias Episcopales o bajo su autorización siempre que su contenido no sea modificado de ningún modo y que dos copias del mismo sean mandadas a la Secretaría General del Sínodo de los Obispos, 00120 Ciudad del Ciudad del Vaticano.

PRESENTACIÓN

La iniciativa del Santo Padre, Juan Pablo II, manifestada explícitamente en la Carta Apostólica Tertio millennio adveniente, de convocar una Asamblea Especial para América del Sínodo de los Obispos, se inserta en el contexto de otras asambleas sinodales de carácter continental en vista de la celebración del Jubileo del año 2000. La primera de éstas, referida al Continente africano, ha ya tenido lugar en 1994, mientras las otras, relativas a Asia, Oceanía y Europa, serán celebradas en los años que restan del segundo milenio. En el presente año 1997, se congrega la Asamblea Especial para América, luego de un período de preparación caracterizado por diversos hitos significativos: la consultación para la definición del tema y la aprobación del mismo por parte del Santo Padre, la publicación de los Lineamenta con el cuestionario para la reflexión enviado a las partes interesadas (3 de septiembre de 1996), la indictio del sínodo por mandato el Sumo Pontifice, (10 de febrero de 1997) , es decir, la comunicación oficial que establece los días en que se reunirá la asamblea sinodal y finalmente la publicación del presente documento de trabajo o Instrumentum laboris, el cual recoge las respuestas al documento de preparación y se presenta como el orden del día propuesto para el debate sinodal.

El interés suscitado entre las Iglesias particulares en América por el anuncio de la celebración de la Asamblea Especial para este Continente se refleja en el alto porcentaje de respuestas al cuestionario de los Lineamenta. En efecto, sobre 24 Conferencias Episcopales respondieron 23, alcanzándose de este modo el 96%, que es el porcentaje más elevado de respuestas jamás alcanzado en las asambleas sinodales celebradas hasta el presente. Además, muchas Iglesias locales aprovecharon el documento de preparación para reflexionar en común sobre los diversos aspectos planteados por el tema sinodal, aportando luego la propia síntesis al proceso de preparación del Instrumentum laboris. Con las respuestas de las Conferencias Episcopales y de las otras partes interesadas, a las cuales por derecho competía responder, el Consejo pre- sinodal y la Secretaría General con la ayuda de expertos procedieron luego a la redacción del presente documento de trabajo, que fue objeto de la cuarta y quinta reuniones del Consejo pre-sinodal, celebradas en Roma respectivamente del 6 al 8 de mayo y del 2 al 4 de julio de 1997. En la primera de esta reuniones se estudió un proyecto inicial del texto, que contenía una síntesis de las respuestas divididas según los grandes temas sugeridos por el cuestionario. La segunda reunión fue dedicada al estudio de un segundo proyecto, en el cual se habían integrado en un único texto las diversas partes del primer proyecto y las observaciones presentadas oportunamente por los Miembros del Consejo pre-sinodal.

En el proceso de síntesis de las respuestas se trató siempre de poner en evidencia tres aspectos, que luego aparecen como constantes en el texto definitivo, a saber: las convergencias, las divergencias y los matices de unas y otras, que permiten tener una visión más objetiva de la realidad. Así por ejemplo, en varias ocasiones se plantean fuertes diferencias entre América Latina y Estados Unidos y Canadá, sin embargo, se hace necesario aclarar en seguida que, más allá de tales diferencias, muchas veces formales y fruto de etiquetas dadas en el pasado, existen aspectos comunes que son más fuertes y unificantes. Análogamente, cuando se plantean ciertos problemas generales que afectan a todo el Continente surge la necesidad de indicar inmediatamente ciertos matices, que permiten tener una visión menos simplista y más objetiva de la realidad. Además, cabe señalar que el presente documento presenta no sólo las convergencias y divergencias con sus propios matices, sino también aquellos puntos que, según se sugiere en las respuestas, deberían ser profundizados. En estos casos, aunque tales aspectos no son tratados en modo completo y exhaustivo, se los ha indicado brevemente, de tal manera que luego puedan aparecer en la agenda de los temas a tratar en el debate sinodal.

El Instrumentum laboris, presentado en los cuatro idiomas oficiales definidos para esta Asamblea Especial (español, inglés, portugués y francés), mantiene, en sus grandes líneas, el esquema desarrollado por el documento de preparación, el cual, a su vez, sigue los aspectos propuestos por el tema de la asamblea sinodal: Encuentro con Jesucristo vivo - camino de conversión - camino de comunión - camino de solidaridad. De este modo, el documento de trabajo está compuesto por una introducción, cuatro partes y una breve conclusión.

En la introducción se centra la atención sobre el tema sinodal y sobre las tres características fundamentales que definen la identidad religiosa de América: la común raíz cristiana, la vitalidad de una Iglesia joven y el pluralismo cultural. En la primera parte, bajo el título "El Encuentro con Jesucristo vivo", se desarrollan los grandes principios que aseguran el anuncio de la verdad completa sobre el misterio de Cristo, así como también el tema de la relación entre Evangelio y cultura (las características dominantes de la cultura contemporánea, las culturas indígenas y afroamericanas, las culturas de los pueblos inmigrantes, la piedad popular, la educación y los medios de comunicación social). En la segunda parte, se desarrolla el tema de la conversión a Jesucristo y se plantean los aspectos positivos y negativos de la realidad eclesial y del mundo en el contexto americano. La tercera parte, desarrolla el tema de la comunión en Jesucristo como presupuesto y como finalidad de la evangelización, y además introduce en la temática de la eclesiología de la comunión en el Concilio Vaticano II, para luego exponer las dificultades para la comunión intraeclesial y la situación de la Iglesia Católica en el contexto religioso del Continente (relaciones ecuménicas, diálogo interreligioso y el problema de las sectas y otros movimientos religiosos). En la cuarta parte, se enfrenta el tema de la solidaridad, llamando la atención sobre la conciencia solidaria de la Iglesia en América y sobre el uso que Ella hace de la Doctrina Social para responder a los grandes desafíos de la sociedad contemporánea en el Continente (la pobreza, la deuda externa y la cultura de muerte, entre otros). El documento se cierra con una breve conclusión, en la cual se retoman las coordenadas del tema sinodal en relación a la nueva evangelización en los umbrales del tercer milenio, invocando la protección de la Virgen María, Nuestra Señora de Guadalupe, para anunciar a Jesucristo vivo, camino de conversión, comunión y solidaridad en el Continente.

Jan P. Cardenal Schotte, C.I.C.M.

Secretario General

INTRODUCCIÓN

El tema de la Asamblea Especial

1. Mientras todo el Pueblo de Dios se prepara a celebrar con júbilo el inicio del tercer milenio, y por lo tanto los 2000 años del nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo, los Pastores de la Iglesia que está en América, respondiendo a la convocación del Santo Padre, se reúnen por primera vez en una Asamblea Especial para este Continente del Sínodo de los Obispos, con el objeto de reflexionar sobre el tema: Encuentro con Jesucristo vivo, camino para la conversión, la comunión y la solidaridad en América.(1) Este tema ofrece la posibilidad de constatar cuál es el estado actual de la Iglesia en este Continente y cómo Ella puede prepararse mejor para enfrentar los nuevos desafíos de la evangelización en el futuro, dentro del marco de las finalidades propuestas por el Sumo Pontífice para la asamblea sinodal:(2)

  • promover una nueva evangelización en todo el Continente como expresión de comunión episcopal;
  • incrementar la solidaridad entre las diversas Iglesias particulares en los distintos campos de la acción pastoral;
  • iluminar los problemas de la justicia y las relaciones económicas internacionales entre las naciones de América, considerando las enormes desigualdades entre el Norte, el Centro y el Sur.

2. Los diversos elementos que componen la temática de la Asamblea Especial se articulan entre sí, de modo tal que las tres coordenadas fundamentales - conversión, comunión y solidaridad - se ordenan directa e intrínsecamente al gran tema del encuentro con Jesucristo, como a su fuente y raíz. Como la Palabra de Dios claramente lo demuestra, las tres actitudes básicas enunciadas nacen del encuentro personal con el Hijo de Dios hecho hombre. Es Jesús quien invita a los hombres y mujeres de todos los tiempos a aquel cambio de vida (metanoia - cf. Mc 1,15), que es el primer paso para entrar en comunión (koinonia) con el mismo Señor y con sus discípulos (cf.Hch 2,42). La comunión de los creyentes en Cristo se orienta, finalmente, según las huellas del Siervo de Dios, a vivir en solidaridad y servicio (diakonia) con todos y especialmente con respecto a los más pequeños (cf. Mt 25,40).

Dado que el encuentro con Jesucristo es el origen de la conversión, de la comunión y de la solidaridad, cada una de las respectivas partes del presente texto darán particular importancia a los efectos de ese encuentro en la vida personal y comunitaria de los creyentes. Además, estas tres partes están íntimamente relacionadas entre sí:

  • sólo a través de la conversión al Evangelio de Jesucristo son posibles la verdadera comunión y la auténtica solidaridad;
  • la comunión con Cristo y con su Iglesia es, al mismo tiempo, la base para una continua conversión personal y el fundamento sobre el que se realiza la solidaridad;
  • la solidaridad, en cuanto expresión de los valores esenciales del Reino de Dios, pone de manifiesto cuál es el fin hacia el que convergen la conversión y la comunión.
La identidad religiosa de América

3. En una primera aproximación, parecería artificial hablar simplemente de "América", englobando en este concepto el vasto territorio que comprende las diversas regiones del Continente (América del Norte, del Centro, del Sur y el Caribe), pues en ésta denominación aparentemente predomina el criterio geográfico sobre otros aspectos, en los que se acentúan las diferencias históricas, étnicas, culturales y económicas que caracterizan las diversas naciones de ese mismo territorio. Sin embargo, desde el punto de vista religioso, puede hablarse de una identidad cristiana de América, la cual tiene su origen en la proclamación del Evangelio en el Nuevo Mundo después del descubrimiento del Continente, hace ya más de quinientos años. El mismo hecho de la cruz que Cristóbal Colón plantó en tierra americana al llegar a la isla de San Salvador(3) fue un signo profético que preanunciaba cómo los siglos sucesivos, con sus glorias y sus fracasos, estarían intrínsecamente ligados al misterio de la redención de Nuestro Señor Jesucristo.(4)

En efecto, después del descubrimiento arribaron a las nuevas tierras colonos e inmigrantes provenientes de varios países de Europa y también llegó un considerable número de africanos, que fueron víctimas del comercio de esclavos. Éste fue un hecho histórico común a todo el Continente, aún cuando, dicho acontecimiento se desarrolló con características propias según las diversas regiones. Este movimiento migratorio se encontró con las poblaciones indígenas americanas dando como resultado, en muchos casos, nuevas expresiones culturales en las cuales cada una de las diversas civilizaciones dejó su sello característico. Posteriormente, en el siglo pasado, fueron llegando nuevos inmigrantes provenientes de Europa, y más tarde también de Asia y de Oceanía, movidos por ideales y esperanzas de una vida mejor. En muchas áreas del Continente la mayoría de los inmigrantes eran de religión católica, en otras, en cambio, los católicos eran una minoría, mientras predominaban los miembros de otras confesiones religiosas cristianas nacidas con la Reforma Protestante del siglo XVI.

4. Como resultado de todos estos factores, las diversas naciones de América están compuestas hoy por una rica y variada familia multi-étnica y pluri-cultural, en la que pueden detectarse, entre otras, las siguientes características fundamentales:

  • Una común raíz cristiana en la cual se reconocen los diversos pueblos con sus tradiciones y expresiones culturales, más allá de las diversidades humanas y temporales. Este común denominador se presenta con diversos matices. En efecto, en América Latina esa raíz común, además de cristiana, es católica, mientras al resto del Continente sólo conviene el calificativo de cristiana, sin excluir por ello, en menor proporción, la nota de catolicidad.
  • Una historia, rica en antiguas civilizaciones, pero que ha recibido el anuncio del Evangelio sólo hace 500 años. Puede decirse entonces que esa común raíz cristiana tiene una historia relativamente joven. En consecuencia, la Iglesia en este Continente es una Iglesia joven, caracterizada por una gran vitalidad y fuerza renovadora, que es fuente de esperanza y alegría.
  • La común raíz cristiana se encarna en una pluralidad de expresiones culturales, que abarcan un amplio espectro de realidades, tanto en el aspecto sociopolítico y económico como en el aspecto étnico. Esta heterogeneidad es una riqueza que se presenta como un fértil campo para el cultivo de relaciones de comunión y solidaridad, las cuales pueden ser iluminadas por la Iglesia a través de la nueva evangelización.

Estos rasgos, que caracterizan la identidad americana, implican una gran responsabilidad para la Iglesia en la medida que Ella está llamada a ser sal de la tierra y luz del mundo (cf. Mt 5,13-14), para contribuir con su testimonio a la construcción de una sociedad más justa y preparar de este modo la llegada del Reino de los Cielos.

5. La intención del Instrumentum laboris es presentar los primeros frutos del proceso de preparación, sintetizando las respuestas a las preguntas planteadas por los Lineamenta, y ofrecer, de este modo, un documento básico para el debate sinodal en la Asamblea Especial para América del Sínodo de los Obispos. Por lo tanto, en el presente documento se ofrecen a la reflexión y discusión las principales convergencias y divergencias en las respuestas, los aspectos que deben ser profundizados y las observaciones en relación al tema sinodal, en vista del diálogo que los Padres Sinodales sostendrán convocados por el Santo Padre.

PRIMERA PARTE

EL ENCUENTRO CON JESUCRISTO VIVO

Capitulo I: el misterio de Cristo

El misterio de Cristo y la persona humana

6. Siguiendo las huellas del Apóstol San Pablo, para quien la vida fue un anunciar a Cristo muerto y resucitado, evangelizare Jesum Christum (cf. Gal 1,16), la Iglesia en América desea una vez más centrar su misión evangelizadora en el anuncio y la presentación de la persona de Jesucristo vivo. Las respuestas a los Lineamenta, confirmando la validez del tema sinodal, ponen en evidencia el consenso sobre la oportunidad de anunciar a Jesucristo desde la categoría del encuentro interpersonal, en correspondencia con la sensibilidad del hombre contemporáneo en relación a la dignidad de la persona y al valor del individuo como sujeto.

Es el Cristo vivo, muerto y resucitado, presente hoy en su Iglesia, quien desea encontrarse con los que viven en este Continente para ofrecerles su Palabra de amor y esperanza en este crucial momento histórico, que señala el pasaje del segundo al tercer milenio. En comunión con el Santo Padre los Obispos en América afirman que la misión fundamental de la Iglesia es evangelizar, es decir, orientar la conciencia y los corazones de todos los hombres y mujeres de buena voluntad hacia un encuentro con Cristo, ayudándoles a experimentar una familiaridad con la profundidad del misterio de la Redención, que en el Hijo de Dios se realizó definitivamente.(5) El anuncio del misterio de Jesucristo está orientado, por lo tanto, a favorecer el encuentro personal con Él. La Iglesia en América desea servir a Dios y al hombre cumpliendo con su finalidad principal, que el Santo Padre definiera al iniciar su pontificado con estas palabras: "que todo hombre pueda encontrar a Cristo para que Cristo pueda recorrer con cada uno el camino de la vida, con la potencia de la verdad acerca del hombre y del mundo, contenida en el misterio de la Encarnación y de la Redención, con la potencia del amor que irradia de ella".(6) Por consiguiente, cabe hoy preguntarse cómo anunciar a Jesucristo en el presente contexto geográfico, histórico y cultural de la realidad americana, en modo tal de provocar eficazmente el encuentro entre Dios, encarnado en Jesucristo, y el hombre, en cuyo interior anida un anhelo inextinguible de Dios.(7)

Anunciar la verdad completa sobre el misterio de Jesucristo

7. En este diálogo de salvación, la Iglesia ofrece al hombre la verdad, que le fue confiada por el mismo Jesucristo, con una "apertura universal"(8) y misionera. Para cumplir esta misión Ella, siguiendo la indicación del Papa Juan Pablo II en su Encíclica Redemptor hominis, vuelve su mirada "hacia Cristo, Redentor del hombre, hacia Cristo, Redentor del mundo,... porque sólo en Él, Hijo de Dios, existe la salvación",(9) recordando las palabras del Apóstol San Pedro"Señor, ¿donde quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna" (Jn 6,68). En Él se realiza plenamente el misterio de la redención que tiene una doble dimensión, divina y humana.(10)

En esta perspectiva las respuestas a los Lineamenta muestran un especial interés por ofrecer a los fieles la verdad integral sobre el misterio de Cristo, sobre su persona, su obra y su mensaje. Él es el Verbo de Dios que se encarnó en el seno de la Virgen María y nació en Belén, que vivió en la aldea de Nazaret y allí estuvo sujeto a sus padres, que creció en edad, sabiduría y gracia ante Dios y los hombres (cf. Lc 2,51-52). Él es el Verbo de Dios hecho carne que anunció con palabras y signos la buena nueva del Reino de Dios y que proclamó la gracia de la salvación (cf. Lc 4, 17-21). Él es el Mesías esperado que sanó a los enfermos, que perdonó a los pecadores y se sentó a la mesa con ellos (cf. Lc 7,36-50), que experimentó personalmente el valor de la amistad con Marta, María y Lázaro (cf. Lc 10,38-42). Él es el Siervo sufriente que padeció angustia en Getsemaní, pero aceptó libremente beber el cáliz que el Padre le ofrecía (cf. Lc 22,39-44). Él es el Hijo de Dios que murió en la cruz y al tercer día resucitó de entre los muertos por nuestra salvación. Él es el Esposo que dio la vida por su Esposa, la Iglesia (cf. Ef 5,25) y desde el primer Pentecostés la acompaña siempre en sus pruebas y vicisitudes, santificándola por medio del Espíritu Santo. Él es el Cristo Resucitado que está sentado a la derecha de Dios Padre, vencedor del pecado y de la muerte, Sumo Sacerdote que intercede en favor de toda la humanidad (cf. Hb 4,14 - 5,10). Él es el Señor del tiempo y de la eternidad que vendrá al final de la historia para juzgar a vivos y muertos. Él es, en definitiva, la imagen de Dios invisible (cf. Col 1,15) y al mismo tiempo el hombre perfecto "que ha devuelto a la descendencia de Adán la semejanza divina deformada por el primer pecado".(11)

8. La presentación del misterio de Cristo de una manera completa supone, por lo tanto, no sólo la adecuada valoración del hecho de la encarnación, a través del cual el Hijo de Dios asumió la naturaleza humana - haciéndose verdaderamente semejante en todo a nosotros, excepto en el pecado (cf. Hb 4,15) - sino también la justa apreciación de la naturaleza divina, según la cual el Verbo de Dios estaba en el seno de Dios y era Dios (cf. Jn 1,1). Él existe desde la eternidad como Dios verdadero y en Él habita corporalmente toda la plenitud de la divinidad (cf. Col 1,17). Sólo a través de una equilibrada comprensión de las dos naturalezas y de la perfecta unidad de las mismas en la segunda Persona de la Santísima Trinidad puede el ser humano aproximarse al misterio de Jesucristo, presente en el hoy de la historia como Cabeza de la Iglesia, que es su Cuerpo (cf. Ef 1,22-23). Sólo en el Verbo encarnado puede esclarecerse el misterio del hombre, pues el Hijo de Dios hecho hombre es al mismo tiempo, imagen del Dios invisible y hombre perfecto, revelación definitiva de Dios Padre a la humanidad y camino para que ésta pueda encontrar el sentido de su existencia.(12)

Muchas respuestas a los Lineamenta ponen de manifiesto la necesidad de presentar integralmente el misterio de Jesucristo para poder responder claramente a las confusiones en que a veces caen algunos miembros del Pueblo de Dios, al reducir la vida de Cristo a uno u otro aspecto de su existencia, de su Persona o de su obra salvadora. La nueva evangelizazión supone, en este sentido, un renovado anuncio a todos los hombres y mujeres de América que "debe contener siempre - como base, centro y a la vez culmen de su dinamismo - una clara proclamación de que en Jesucristo, Hijo de Dios hecho hombre, muerto y resucitado, se ofrece la salvación a todos los hombres, como don de la gracia y de la misericordia de Dios".(13) Cuando el Santo Padre, Juan Pablo II, invitaba a los Obispos de América Latina, en Port-au-Prince a iniciar una nueva evangelización de América, añadía: "nueva en su ardor, nueva en sus métodos, en su expresión",(14) es decir, aludía a la novedad en las actitudes de los evangelizadores, pues el Evangelio y su contenido, que es Jesucristo, no puede envejecer, dado que es fuente de vida, siempre nueva y actual.

Finalmente, algunas respuestas provenientes de América Latina señalan que, probablemente debido a la influencia del contexto socio- cultural, en esos pueblos predomina la imagen sufriente del Señor de la pasión, quedando en la sombra la imagen del Cristo resucitado. Para anunciar el misterio de Jesucristo en modo completo se sugiere promover un anuncio más incisivo de la resurrección que, sin caer en triunfalismos terrenos, pueda ser verdadero mensaje de esperanza para los hombres y mujeres abatidos por el dolor y la tristeza.

El misterio de Jesucristo anunciado al hombre y a la cultura

9. Evangelizar al hombre significa también evagelizar su cultura, su ética y sus valores, sus ideales de justicia y verdad. De ahí que uno de los objetivos más importantes de la nueva evangelización consiste precisamente en transformar la cultura desde dentro, enriqueciéndola con los valores cristianos que derivan de la fe y haciendo que el mensaje de Cristo penetre en las conciencias de las personas y se proyecte en el ethos de los pueblos.(15) Siguiendo las orientaciones del Papa Pablo VI en la Exhortación Apostólica Evangelii nuntiandi, las respuestas al cuestionario de los Lineamenta reafirman la ruptura entre Evangelio y cultura como "el drama de nuestro tiempo."(16) Importa, pues, evangelizar a las personas, individualmente, pero también a las mismas culturas, porque el objetivo es llegar "a transformar con la fuerza del Evangelio los criterios de juicio, los valores determinantes, los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras y los modelos de vida de la humanidad, que están en contraste con la palabra de Dios y con el designio de salvación".(17) En síntesis, "lo que importa es evangelizar... la cultura y las culturas del hombre en el sentido rico y amplio que tienen sus términos en la Gaudium et spes".(18) Así mismo, por medio de la inculturación, "la Iglesia encarna el Evangelio en las diversas culturas y, al mismo tiempo, introduce a los pueblos con sus culturas en su misma comunidad; trasmite a las mismas sus propios valores asumiendo lo que hay de bueno en ellas y renovándolas desde dentro".(19)

10. El concepto de cultura implícito en la mencionada constitución conciliar fue posteriormente profundizado en el documento de la IIIª Conferencia General del Episcopado Latinoamericano de Puebla en estos términos: la cultura es "el modo particular como, en un pueblo, los hombres cultivan su relación con la naturaleza, entre sí mismos y con Dios de modo que puedan llegar a un nivel verdadera y plenamente humano (Gaudium et spes 53)".(20) La cultura es, por tanto, "el estilo de vida común"que caracteriza a un pueblo y que comprende la totalidad de su vida: "el conjunto de valores que lo animan y de desvalores que lo debilitan..., las formas a través de las cuales aquellos valores o desvalores se expresan y configuran, es decir, las costumbres, la lengua, las instituciones y estructuras de convivencia social. En una palabra, la cultura es, pues, la vida de un pueblo".(21) La síntesis entre cultura y fe no es solamente una exigencia de la cultura, sino también de la fe, pues una fe que no se hace cultura es una fe que no es plenamente vivida.(22)

11. Respondiendo a las preguntas de los Lineamenta sobre el tema de la cultura se describen algunos rasgos de la cultura contemporánea a la cual la Iglesia desea anunciar el Evangelio de Jesucristo. La cultura moderna ha alcanzado tantos logros y progresos humanos en el campo científico y técnico, como también en campo de la libertad y los derechos humanos; pero a su vez va acompañada de muchos rasgos negativos, como por ejemplo, la contaminación y el agotamiento de recursos naturales, el traspaso de límites éticos en campo científico y biogenético, el desarrollo material con grandes costos sociales, el escepticismo filosófico y el relativismo moral.(23) En este contexto complejo y desafiante es válido interrogarse: ¿cómo es accesible el mensaje de la Iglesia a las nuevas culturas, a las formas actuales de la inteligencia y de la sensibilidad? ¿Cómo puede la Iglesia de Cristo darse a entender al espíritu moderno, tan orgulloso de sus realizaciones y al mismo tiempo tan inquieto por el porvenir de la familia humana? ¿Quién es Jesucristo para los hombres y las mujeres de hoy?. Para responder a estos interrogantes se han de tener presentes los dos principios fundamentales que supone la inculturación, es decir: la compatibilidad de las culturas con el Evangelio y la comunión con la Iglesia universal.(24)

Capitulo II: El anuncio de Jesucristo en el contexto cultural de América

Evangelio y cultura

12. Una síntesis de las respuestas relativas a la evangelización de la cultura pone en evidencia que en las sociedades contemporáneas de América existen algunas tendencias generales que son, al mismo tiempo, un reflejo de corrientes culturales a nivel internacional, a saber:

  • El pluralismo se presenta en América bajo diversas formas: la afirmación de la identidad de los diversos grupos étnicos, lingüísticos y nacionales; la diversidad de corrientes de pensamiento como manifestación de la libertad de expresión; la convivencia en un mismo ambiente social de diversas tradiciones culturales y religiosas; la apertura, a través del mundo de las comunicaciones, a un caudal de información que extiende ampliamente los horizontes del conocimiento humano, etc.
  • El secularismo propone una visión de la vida en la que están ausentes los valores trascendentes, pero al mismo tiempo provoca indirectamente en el hombre de hoy una búsqueda del sentido último a su existencia.
  • El subjetivismo y el relativismo moral producen en el hombre contemporáneo una gran crisis y confusión de la conciencia, con la consiguiente desvalorización del orden moral objetivo y la sobrevaloración de la subjetividad personal. Estas características llevan a una pérdida del sentido del pecado.
  • La globalización de la cultura supone aspectos positivos en la medida en que ofrece la posibilidad de una enriquecedora intercomunicación, pero al mismo tiempo orienta las culturas hacia una homogeneidad de contenidos y valores con la consiguiente pérdida de las propias identidades. Este efecto puede ser particularmente preocupante cuando lo que está en juego es el perfil cristiano y católico de las culturas locales.
  • La conciencia de la importancia de ciertos valores, algunos de ellos relacionados con la dignidad de la persona humana, como la libertad, la vida y la justicia; otros relacionados con el deseo innato al ser humano de abrirse a las realidades espirituales y trascendentes.
  • La urbanización plantea nuevos desafíos para la evangelización, no sólo porque surgen nuevos problemas que derivan de la cultura urbana (la pobreza y la indigencia de las clases marginadas, el desarraigo, el anonimato, la soledad, la inmoralidad y la violencia, etc), sino también porque la estructura de la ciudad plantea la exigencia de nuevos métodos pastorales que incorporen el uso de modernos medios y técnicas de comunicación.

Puede decirse que las características enumeradas precedentemente son comunes a todo el Continente, aunque se presentan con diversos matices regionales y locales. Así por ejemplo, el fenómeno de la urbanización plantea el problema de la marginalidad social, tanto de los barrios pobres o favelas de América Latina como en las zonas marginadas de las grandes ciudades de América del Norte. Análogamente, la conciencia de ciertos valores como la justicia, la libertad y la vida se traduce en diversas expresiones culturales, según el grado de desarrollo económico y los problemas políticos de la respectiva sociedad, pero en realidad se trata de los mismos ideales de fondo.

Evangelio y culturas indígenas y afroamericanas

13. La inquietud por la relación entre Evangelio y cultura se extiende, en las respuestas a los Lineamenta, al tema de la evangelización de las culturas indígenas y afroamericanas, las cuales, en diverso grado, representan una componente que no puede desconocerse en todos los países de América. Estas culturas son el legado de las civilizaciones que habitaban en el Continente antes de la llegada de los primeros evangelizadores, o bien son el fruto de inmigraciones inmediatamente sucesivas a la llegada de los colonizadores. En uno y otro caso, puede decirse que ambas culturas desde el comienzo acogieron con simplicidad de corazón el mensaje de la Buena Nueva. Sin embargo, la tarea de evangelización de esas culturas no ha terminado con el anuncio del kerygma. Aún hoy se hace necesario, como lo reflejan las respuestas al cuestionario del documento de preparación de la Asamblea sinodal, una mayor inserción de la Iglesia en las culturas indígenas y afroamericanas para lograr una íntima transformación de los auténticos valores culturales, mediante su integración en el cristianismo y para iluminar con la fe las diversas culturas.

14. Entre los grupos indígenas y afroamericanos, hay una creciente toma de conciencia del derecho a conservar la propia identidad cultural. La Iglesia en América, en comunión con el Magisterio del Santo Padre, es consciente de la importancia de tales derechos y se esfuerza por llevar a esos pueblos el mensaje del Evangelio mientras, se preocupa, al mismo tiempo, por la promoción de sus legítimas reivindicaciones.(25) Entre los valores de estas culturas compatibles con la fe cristiana, las respuestas al cuestionario de los Lineamenta mencionan: el gran amor a la propia tierra; el respeto a los antepasados y a las tradiciones comunitarias; el sentido religioso de la vida y de la muerte, que se expresa en celebraciones rituales animadas con la danza, la música y el canto; así como la creencia en una vida ultraterrena. Además, las mismas respuestas ponen en relieve aspectos que necesitan ser purificados, pues todas las culturas son producto del hombre y, en consecuencia, son marcadas también por el pecado. Entre las costumbres y comportamientos necesitados de purificación se indican: el alcoholismo (frecuentemente ligado a la celebración de las fiestas), el fetichismo, la superstición, la hechicería, el sincretismo religioso, el fatalismo, la brujería, el curanderismo, y otras concepciones míticas, que se concretan en prácticas incompatibles con la fe cristiana.

Evangelio y culturas de pueblos inmigrantes

15. No menos importante que la evangelización de las culturas indígenas y afroamericanas es la evangelización de las culturas de los inmigrantes, que constituye una realidad en casi todas las sociedades de América desde fines del siglo pasado. Las respuestas a los Lineamenta señalan la presencia de dos grandes fenómenos migratorios: uno proveniente fundamentalmente de Europa y en menor medida de Asía, y otro movimiento interno al Continente americano. El primer movimiento migratorio se verificó con mayor intensidad en algunos países que en otros, pero en general puede decirse que los inmigrantes aportaron auténticos valores humanos, como el sentido de la familia y del trabajo, el amor a la patria, la solidaridad con los más pobres, el valor de la palabra dada, el sentido de la justicia, así como también valores religiosos, tanto católicos (predominantemente de rito latino, aunque también de otras iglesias orientales), como de otras religiones cristianas (diversas ramas protestantes y también iglesias ortodoxas) e incluso de religiones no cristianas (judaísmo y en menor medida islamismo). Mientras en algunos países, como Canadá y sobre todo Estados Unidos de América, el flujo migratorio estuvo compuesto por muchas corrientes provenientes principalmente de varios países y culturas de Europa y en menor medida de Asia, en el resto del Continente el mismo fenómeno muestra la presencia de inmigrantes predominantemente españoles e italianos.

16. En el segundo movimiento se advierten migraciones masivas del Sur, del Centro y del Caribe, hacia el Norte del Continente. Muchas respuestas a los Lineamenta concuerdan en que hace falta una mayor colaboración entre la Iglesia "a quo" y la Iglesia "ad quem", para promover un adecuado acompañamiento de los inmigrantes, de modo que ellos puedan recibir asistencia pastoral de parte de sacerdotes provenientes de su misma región. Asimismo, se sugiere fomentar las formas de religiosidad popular que los inmigrantes llevan consigo, como festividades familiares, religiosas y patronales, celebraciones tradicionales asociadas a Navidad y a Semana Santa, así como también procesiones y devociones relacionadas con específicas advocaciones de Cristo, de la Santísima Virgen y de los santos. En Estados Unidos de América la presencia de inmigrantes latinoamericanos, cada vez más significativa, es motivo de enriquecimiento para la cultura de ese país. Muchos inmigrantes, en su mayoría católicos, han aportado auténticos valores: el sentido de familia, la religiosidad popular, el folklore y las propias tradiciones. Los Obispos de ese país reconocen el valor de ese estilo de vida y de esas costumbres expresivas de la fe católica, aunque, al mismo tiempo, señalan la necesidad evangelizar continuamente las manifestaciones populares latinoamericanas para purificarlas e integrarlas adecuadamente, en orden a un mayor enriquecimiento de las culturas cristianas locales.

Evangelio y piedad popular

17. Otro aspecto que emerge de las respuestas a los Lineamenta en relación al tema de la evagelización de la cultura es lareligiosidad popular. En los pueblos de América Latina y en los grupos latinoamericanos que viven en el Norte, esta manifestación de la cultura es, fundamentalmente, expresión de la fe católica, mientras que en las restantes partes del Continente sólo puede decirse que tal religiosidad asume un matiz genéricamente cristiano. De todos modos, en uno y otro caso, se constata que en los últimos tiempos la religiosidad sencilla, pero no menos profunda, del pueblo ha sido especialmente tenida en cuenta en la acción pastoral de las Iglesia locales en toda América.

Algunos signos que muestran la importancia que asume la cultura popular religiosa son: la participación siempre mayor de la gente en las peregrinaciones a los santuarios (especialmente marianos), la tradición familiar de bautizar a los hijos, el culto a las almas del purgatorio y la celebración de Misas en sufragio de los difuntos, las fiestas patronales con sus características procesiones y la celebración de la Santa Misa (en general con gran concurrencia de pueblo), el culto a los santos no sólo a los de la Iglesia universal sino también a los propios del Continente americano,(26) etc. Estas y tantas otras expresiones de la religiosidad popular ofrecen excelentes ocasiones para que los fieles se encuentren con Jesucristo vivo. En efecto, la comunidad eclesial, al reunirse para celebrar la Palabra y para recibir los sacramentos en las memorias de los santos, recuerda en modo particular a quienes imitaron fielmente con sus vidas al Salvador del mundo, y entra en comunión con ellos, que forman parte de la Iglesia celeste. Es por este motivo que la piedad popular, purificada y debidamente catequizada, puede llegar a ser un elemento decisivo para la nueva evangelización. Este es un punto en el que convergen la mayoría de las respuestas a los Lineamenta.

18. Como lo confirman las mismas respuestas al documento de preparación, dentro de la piedad popular, y no circunscrita a ella exclusivamente, ocupa un lugar privilegiado la devoción a la Virgen María, que es un claro signo de la identidad católica. El Pueblo de Dios en América es un pueblo mariano. Lo atestiguan las numerosas advocaciones con que los creyentes se dirigen a la Madre de Dios, así como también los innumerables santuarios marianos sembrados a lo largo y a lo ancho del Continente americano. Entre las múltiples advocaciones sobresale la de Nuestra Señora de Guadalupe, que tiene su origen en la aparición de la Virgen en tierra americana a Juan Diego en el cerro del Tepeyac (México) en el año 1531. Este acontecimiento mariano ha sido siempre considerado como signo de protección de la Madre del Verbo encarnado en favor de todos los hombres y mujeres del Continente americano, a partir de las celestiales palabras dirigidas a Juan Diego y conservadas en la tradición del pueblo creyente: "¿No estoy yo aquí que soy tu madre? ¿No estás bajo mi sombra y resguardo? .. Que ninguna otra cosa te aflija, te perturbe...". Algunas respuestas a los Lineamenta señalan cómo en los últimos tiempos ha crecido el culto a esta advocación mariana que, sin menoscabar el culto a la Virgen según las advocaciones locales, une a todos los pueblos católicos de América en la confesión de una misma fe en la Madre del Redentor. Esto se verifica no sólo en países latinoamericanos sino también en Estados Unidos de América, donde la popularidad creciente de esta devoción se explica, entre otras razones, por la presencia de católicos latinoamericanos en ese país. El Papa Juan Pablo II, propone la devoción mariana a Santa María de Guadalupe, como un gran ejemplo de evangelización perfectamente inculturada, al decir: "En el rostro mestizo de la Virgen del Tepeyac se resume el gran principio de la inculturación: la íntima transformación de los auténticos valores culturales mediante la integración en el cristianismo y el enraizamiento del cristianismo en las varias culturas".(27) Por este motivo, el Santo Padre ha querido honrar a la Madre Dios en tierra americana con el título de: "Estrella de la primera Evangelización y de la Nueva Evangelización".(28)

19. Entre las manifestaciones de la religiosidad popular mariana se destacan: el rezo del santo rosario, las peregrinaciones y visitas a santuarios que son frecuentemente momentos oportunos para la recepción de los sacramentos, los títulos y advocaciones marianas que han dado nombres a santuarios, capillas y ciudades, el arte religioso que ofrece imágenes devocionales y que testimonia la fe mariana del pueblo, las fiestas patronales, el mes dedicado principalmente a la devoción a María, las promesas y los votos que expresan la dimensión mariana de la fe de los creyentes, etc. En las Iglesias locales en América, se intenta cultivar y encaminar constantemente esta devoción hacia un encuentro personal con Cristo, que integre aspectos afectivos y doctrinales orientando a los fieles hacia la práctica sacramental y hacia el crecimiento en la fe, la esperanza y la caridad. En varias respuestas se señala que la devoción mariana es auténtica en la medida en que lleva a un compromiso de vida cristiana más coherente, en el cual la fe se manifiesta en la caridad con los hermanos más necesitados y en un mayor compromiso en la evangelización, tanto a nivel personal como en el marco de las estructuras eclesiales.

Evangelio y educación

20. En relación al tema de la evangelización de la cultura, varias respuestas a los Lineamenta indican la presencia pastoral de la Iglesia en América en el campo educacional a todos los niveles. Las motivaciones que inducen a la Iglesia a hacerse presente en este ámbito son fundamentalmente dos: 1) el interés por la persona, cuya educación estimula las capacidades específicamente humanas y de este modo prepara el terreno para la recepción de la Buena Noticia y 2) el interés por la sociedad, pues a través de la educación se generan actitudes de comportamiento y valores, que definen el perfil de una cultura en la cual pueden crecer los valores evangélicos.

Para evangelizar la cultura en el ámbito de la educación, del pensamiento y de la investigación, la Iglesia en América cuenta con una considerable red de escuelas, colegios, facultades y universidades, que desarrollan una eficiente obra evangelizadora y una importante tarea de promoción humana. Para aprovechar mejor este potencial, las respuestas a los Lineamenta sugieren tener en cuenta los siguientes aspectos:

  • la conservación de una clara y nítida identidad católica de los centros educativos de la Iglesia en los diversos niveles, sobre todo en lo que se refiere a la orientación cristiana de fondo de los programas y de las líneas pastorales. Un centro de educación de la Iglesia ha de ser, ante todo, una escuela de crecimiento en la fe.
  • la elaboración de programas educativos orientados no sólo a proporcionar una instrucción profesional eficiente, sino también, y sobre todo, a ofrecer una visión y una cultura inspirada en los valores del Evangelio, que pueda ser asimilada en términos de actitudes de comportamiento humano y cristiano. En este sentido, es importante ofrecer a través de los programas educativos una cosmovisión cristiana, que integre las distintas disciplinas del saber.
  • la coordinación de la pastoral educativa a nivel nacional, diocesano y local a través de organismos eclesiales, sobre todo en orden a la elaboración de programas y textos de formación religiosa. Para ello, puede ser un útil y valioso instrumento el nuevo Catecismo de la Iglesia Católica.
  • la formación de docentes profesionalmente capaces y cristianamente comprometidos es otro aspecto indispensable de la evangelización de la cultura en el campo educativo.
  • la intensificación de la labor educativa de la Iglesia en los sectores desfavorecidos, a través de escuelas gratuitas - ya sea en la ciudad o en el campo - y de escuelas de artes y oficios, es un excelente testimonio que la Iglesia puede ofrecer en relación a la promoción de la persona y al desarrollo cultural de una sociedad.
  • la presencia de la Iglesia en las universidades y otras entidades educativas, sean éstas estatales o privadas no confesionales, por medio de capellanes y de docentes católicos, es también un ámbito privilegiado para la evangelización de la cultura.

Dado que la tarea evangelizadora en el campo educativo está orientada principalmente hacia los jóvenes, en las respuestas se indica la conveniencia de tener presente, además, las categorías de la cultura juvenil, con sus características expresiones (la canción, el deporte, el tiempo libre, la amistad, la convivencia comunitaria, etc.), pero también con sus desafíos específicos (la droga, la violencia, la sexualidad, la marginalidad, la ruptura generacional, la soledad, etc.).

Evangelio y medios de comunicación social

21. Todas las respuestas a los Lineamenta coinciden ampliamente en que uno de los "areópagos modernos"(29) que requiere una urgente evangelización es el los medios de Comunicación Social. El motivo fundamental de esta urgencia es la influencia que ejercen estos medios sobre la casi totalidad de los individuos. Se habla justamente de una "cultura de masa", que incide sobre las personas cambiando los modos de pensar, los valores y los estilos de comportamiento. En contraste, muchas respuestas confirman la escasa presencia - y en algunos casos la ausencia completa - de la Iglesia en el ámbito de los medios de comunicación social. Un punto de convergencia es la necesidad de promover el tema en dos niveles:

1)El uso de los medios de comunicación para trasmitir el mensaje del Evangelio y el Magisterio de la Iglesia. En este nivel, aún cuando la Iglesia en América dispone de una serie de medios para trasmitir sus noticias (periódicos, publicaciones varias, emisoras de radio y televisión, redes de comunicación informática, etc.), se detecta que el uso que se hace de esos medios no es muchas veces el adecuado por falta de actualización técnica, de recursos económicos y de personal suficientemente capacitado.

2)La integración del mensaje del Evangelio en esta "nueva cultura" creada por la comunicación moderna, porque la evangelización misma de la cultura actual depende en gran parte del influjo de los media.(30) En este nivel, se advierte la necesidad de iluminar con los valores del Evangelio los principios éticos con que se maneja la información, el contenido de la comunicación que se transmite a las masas y los objetivos con los cuales se trabaja en el mundo de las comunicaciones. Varias respuestas indican que frecuentemente la finalidad de los agentes de comunicación es lograr utilidades económicas y no promover la persona.

SEGUNDA PARTE

EL ENCUENTRO CON JESUCRISTO VIVO, CAMINO PARA LA CONVERSIÓN

Capitulo I: La conversión a Jesucristo

El encuentro con Jesucristo vivo provoca la conversión

22. Es un hecho que en la Historia de la Salvación, luego del pecado original, cada vez que Dios sale al encuentro del hombre para dialogar con él, lo hace para provocar en el mismo ser humano la conversión del corazón. Ya en el Antiguo Testamento la predicación de la penitencia se orienta hacia una conversión interior del corazón, es decir, a un rechazo del pecado y a una adhesión a Dios (cf. Jon 3,4-10; Am 5,15; Ba 1,3-5; Sal 35,13; 51,3-6). En continuidad con la predicación veterotestamentaria, Jesucristo inició su ministerio anunciando la Buena Noticia del Reino e invitando a la conversión: "El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva" (Mc 1,15). Estas palabras de Cristo constituyen, en cierto sentido, el compendio de toda la vida cristiana: "Al Reino anunciado por Cristo no se puede acceder sino sólo mediante la metánoia o la íntima y total transformación y renovación de todo el hombre, de todo su sentir, juzgar y disponer."(31) La Iglesia primitiva, siguió con fidelidad las huellas de su fundador, anunciando su mensaje de salvación e invitando a todos a convertirse y a hacerse bautizar en nombre de Jesucristo para obtener el perdón de los pecados (cf. Hch 2,37-38). El Apóstol San Pablo proclama incluso la dimensión cósmica de la reconciliación, al decir que el Padre tuvo a bien "reconciliar por Él y para Él todas las cosas, pacificando, mediante la sangre de su cruz, lo que hay en la tierra y en los cielos" (Col 1,20).

23. La conversión es un concepto complejo que significa un profundo cambio del corazón bajo el influjo de la Palabra de Dios. Dicha transformación interior se expresa en las obras y consiguientemente en la vida entera del cristiano.(32)

El pecado es una realidad que afecta, fundamentalmente y en primer lugar, a la persona individual. Sin embargo, como ésta vive en constante relación con otros seres humanos, con los cuales construye la sociedad a través de instituciones y estructuras, pueden detectarse ciertas realidades sociales contaminadas por el pecado de las personas, libres y responsables. Es en este sentido que puede hablarse de una dimensión social del pecado, que incide en la vida de tantos hombres y mujeres, y más concretamente de "estructuras de pecado", como llama el Papa Juan Pablo II a esas relaciones de injusticia que caracterizan la organización social de muchos países en América.(33)

En esta perspectiva, el presente documento recoge las respuestas al cuestionario de los Lineamenta, refiriéndose no sólo a la necesidad de una conversión personal - que encuentra su camino de realización plena a través del sacramento de la penitencia o de la reconciliación - sino también a la urgencia de una conversión de ciertos aspectos de la vida intra-eclesial y de la sociedad humana. Se trata de realidades complejas que, porque son fruto de las acciones humanas, no siempre de acuerdo con la voluntad divina, necesitan ser iluminadas por el Evangelio, para servir al hombre y a su salvación personal. Es en estos ambientes donde debe entrar Jesucristo para provocar la conversión de los hombres y consiguientemente la renovación de las relaciones sociales que ellos viven.

La Iglesia predica la conversión

24. La Iglesia, en cuanto comunidad de los creyentes en camino hacia la patria celeste, necesita purificarse y mientras predica la conversión al Evangelio, se siente ella misma llamada a convertirse continuamente a Jesucristo, para poder cumplir mejor su misión evangelizadora. No es la Iglesia en cuanto institución divina, asistida por el Espíritu Santo y por lo tanto infalible en la trasmisión de la Revelación, que debe convertirse, sino la Iglesia en cuanto comunidad constituida por hombres pecadores, que necesita convertirse constantemente en sus miembros y en sus estructuras pastorales, para dar auténtico testimonio de la cercanía del Reino de los Cielos.(34) Los Pastores de la Iglesia que vive en América, respondiendo al llamado del Santo Padre en preparación a la celebración del Gran Jubileo del Año 2000, invitan a todos los miembros del Pueblo de Dios en el Continente americano a realizar un sincero examen de conciencia, como primer paso para una verdadera conversión: "A las puertas del nuevo Milenio los cristianos deben ponerse humildemente ante el Señor para interrogarse sobre las responsabilidades que ellos tienen en relación a los males de nuestro tiempo".(35)

Capitulo II: La conversión en la Iglesia y en la sociedad

Signos concretos del despertar religioso en la Iglesia

25. Muchos signos positivos de alegría y esperanza alientan y consuelan al Pueblo de Dios en América mientras camina entre las tristezas y las angustias de nuestro tiempo.(36) Por este motivo, al abordar el tema de la conversión, el cuestionario de los Lineamenta propone en primer lugar una constatación de los signos de vitalidad religiosa que caracterizan la situación actual de la Iglesia en el Continente. Tales aspectos son presentados en las respuestas al documento de preparación como los frutos más preciados del Concilio Ecuménico Vaticano II y de los documentos del magisterio episcopal que se esforzaron continuamente por aplicarlo. Entre los aspectos que reflejan esta realidad merecen citarse los siguientes:

  • Un desarrollado sentido de comunión y participación en la vida de la Iglesia a diversos niveles: la colegialidad entre los Pastores dentro de la Conferencia Episcopal, la comunión del Obispo con el presbiterio, con los religiosos y con los laicos en la vida pastoral de las diócesis, la planificación pastoral en las parroquias con la activa participación de religiosos y laicos, etc.
  • Un sensible aumento, en algunas regiones, de vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada se registra en los últimos años. Además, si bien en muchos casos el crecimiento de las vocaciones no alcanza a cubrir las propias exigencias, existe en ciertas Iglesias particulares un espíritu de solidaridad misionera en lo vocacional con respecto a otras diócesis más necesitadas.
  • Una mayor toma de conciencia de la importancia de la formación del clero, tanto en los seminarios como durante la vida sacerdotal. En varias respuestas se menciona el aporte positivo que representó en este sentido la Exhortación Apostólica sinodal Pastores dabo vobis, abriendo nuevos caminos para la renovación de la espiritualidad sacerdotal.
  • Un testimonio abnegado de vida sacerdotal de parte de muchos sacerdotes comprometidos con la nueva evangelización y fervorosos en el ejercicio del ministerio. Ello también va a menudo acompañado de un significativo interés en experiencias comunitarias de oración, de apostolado, de convivencia, de retiros espirituales, etc.
  • Una creciente participación activa de los fieles en laliturgia(37), haciendo de ella no sólo un momento de comunión personal con Dios sino también el centro de la vida pastoral de la comunidad eclesial. La renovación litúrgica conciliar ha sido bien recibida en todos los sectores del Pueblo de Dios, cuyos miembros han redescubierto el valor de la liturgia como encuentro con Dios y con los hermanos, como celebración de la comunión eclesial.
  • Una mayor conciencia en los laicos(38) del don del bautismo, que los lleva a un compromiso eclesial, apostólico y misionero más profundo. Asimismo, los laicos, en general, están tomando conciencia cada vez más de la necesidad de empeñarse en latransformación de la sociedad según los valores del Evangelio, participando en la defensa de la vida y de la familia, en la promoción de la solidaridad, de la justicia, de los derechos humanos y de la ecología, en las causas por la paz y la reconciliación en zonas donde reina la violencia, en la ayuda solidaria a los más necesitados a través de obras asistenciales, etc.

Aspectos urgidos de conversión en la realidad intra-eclesial

26. Precisamente porque la Iglesia es "una realidad compleja que está integrada por un elemento humano y otro divino",(39) no faltan en Ella sombras que empañan su imagen de signo e instrumento de salvación y que tienen su origen en la condición pecadora de los hombres que la integran. Por lo tanto, la Iglesia en América, siendo al mismo tiempo santa y necesitada de purificación, desea avanzar continuamente por la senda de la penitencia y la renovación(40). Así lo demuestran algunos aspectos puestos en evidencia por las respuestas a los Lineamenta, a saber:

  • Siempre será necesario un testimonio de santidad más vibrante y transparente por parte de los evangelizadores - obispos, presbíteros, diáconos, consagrados y consagradas, laicos y laicas - cada uno según los dones y funciones que le son propios. La santidad de cada uno de los Miembros del Pueblo de Dios, en las ocupaciones y circunstancias de la vida, es el medio más eficaz para llevar adelante la tarea de la nueva evangelización.
  • En no pocas ocasiones se verifica una falta de comunión sobre todo en lo que respecta a la coordinación y colaboración de los carismas dentro de la Iglesia. En particular, se indica en algunos casos una carencia de armonía entre el carisma de la vida consagrada y el carisma de la autoridad del Obispo, entre el carisma del clero diocesano y de los demás carismas de servicio en la Iglesia. A su vez, el clero diocesano ha de estar más abierto a establecer relaciones de comunión con los consagrados, así como con los movimientos eclesiales, los cuales pueden aportar sus respectivos dones y carismas al servicio de la comunidad eclesial.
  • A veces se constata una falta de sintonía de algunos teólogos con el Magisterio de la Iglesia, sobre todo en relación a ciertos temas del dogma y la moral. Es fácil comprender que estas disensiones crean en los miembros del Pueblo de Dios una gran confusión y, lo que es peor, generan divisiones que atentan contra la comunión eclesial. Deberían siempre tenerse presentes las palabras del Santo Padre, Juan Pablo II: in necessariis, unitas, in dubiis, libertas, in omnibus, caritas.(41)
  • No pocas veces se verifica una cierta ineficacia pastoral provocada por una inadecuación de algunas estructuras pastorales, ya sea porque éstas no responden a las nuevas situaciones de la sociedad, ya sea por no haber dado lugar a los laicos en esas mismas estructuras pastorales.
  • Una incompleta aplicación del Concilio Ecuménico Vaticano II, sobre todo, en ciertas áreas relativas a las estructuras diocesanas y parroquiales (especialmente en lo que se refiere a la constitución y el funcionamiento de consejos pastorales y de administración). Una mayor difusión de las enseñanzas conciliares y pontificias, a través de programas de formación en los distintos niveles, puede ayudar eficazmente a poner en práctica estos y otros aspectos del Concilio Ecuménico Vaticano II.
  • Una falta de renovación de los métodos catequísticos, tanto en lo que se refiere a la preparación para recibir los sacramentos (sobre todo del sacramento de bautismo, de la confirmación y del matrimonio) como en lo relativo a la formación permanente. En este sentido se sugiere una mayor aplicación del Catecismo de la Iglesia Católica y de la Exhortación Apostólica Catechesi tradendae.(42)

-Una inadecuada aplicación, en algunos casos, de los principios de la renovación litúrgica propuestos por el Concilio Ecuménico Vaticano II. En efecto, aún cuando a veces se ha procedido con buenas intenciones para una mejor adaptación a la cultura popular, se ha caído en arbitrariedades litúrgicas, que han ocultado el sentido trascendente de la liturgia.(43)

Aspectos positivos de la sociedad contemporánea en relación al Evangelio

27. Respondiendo a la invitación del Concilio Ecuménico Vaticano II de conocer y comprender el mundo con sus esperanzas y aspiraciones,(44) el cuestionario de los Lineamenta proponía dirigir la mirada a las realidades temporales para descubrir en ellas algunos signos positivos, que predisponen al hombre contemporáneo para el encuentro con Jesucristo. Las respuestas recogen los siguientes elementos:

  • Creciente conciencia de la dignidad de la persona humana y de sus derechos inalienables, así como también, del sentido de la justicia. Esto se manifiesta, entre otros aspectos, en un el rechazo de todo tipo de discriminaciones sociales, como consecuencia del respeto por la persona, y en la búsqueda de una, siempre mayor, trasparencia en la administración de la justicia.
  • Respeto por la naturaleza, que se expresa en una atenta consideración a los problemas ecológicos. Este es un aspecto positivo en la medida en que predispone adecuadamente al ser humano a tomar conciencia de su carácter de creatura y lo invita al respeto por la obra del Creador.
  • Existe un marcado interés por los valores espirituales y una notable inquietud por las realidades trascendentes. Si bien esto se manifiesta a veces en prácticas pseudo religiosas y sincretistas, no deja de ser un punto de interés, que puede motivar el diálogo de la Iglesia con el hombre contemporáneo, siempre sediento de la Palabra de Vida.
  • Se detecta un fuerte sentido de solidaridad y generosidad,que se manifiesta en una creciente sensibilidad con respecto a las necesidades del prójimo. Este signo positivo, reflejado en tantas organizaciones con fines humanitarios, se verifica no sólo dentro de las realidades nacionales sino también en las relaciones internacionales.

Aspectos de la sociedad contemporánea que necesitan conversión

28. En las sociedades del Continente americano también hay aspectos que requieren conversión y cambio de actitudes. La Iglesia en América, atenta a la realidad social, ha manifestado a través de numerosos documentos de sus Pastores, su constante deseo de contribuir a iluminar las realidades temporales con la luz del Evangelio. De las respuestas a losLineamenta surgen los siguientes aspectos sociales que reclaman conversión:

  • En el ámbito familiar se detecta frecuentemente una concepción de la libertad y un ideal de amor humano sin compromisos. Son cada vez más frecuentes las separaciones y divorcios con la consiguiente destrucción de las familias. Se verifican prácticas antinatalistas y abortistas que llevan a la pérdida del valor de la vida y a la difusión de una "cultura de la muerte". La violencia en las familias es un hecho real en continuo crecimiento. Se constata también una pérdida de la identidad femenina y masculina, y al mismo tiempo, se señala una inadecuada formación en la sexualidad, que se divulga indiscriminadamente en el ámbito de la educación. La niñez, la mujer, la juventud y la ancianidad, son áreas que reclaman una mayor atención.
  • En el campo económico, falta en muchas sociedades de América una mayor justicia distributiva: crece el desempleo, los salarios son bajos, la desigualdad entre ricos y pobres se hace cada vez mayor. En la totalidad del territorio del Continente americano se verifica aquella diferencia indicada por el Papa Juan Pablo II en su Carta Encíclica Redemptoris missio: "El norte del mundo ha construído un modelo de desarrollo y lo difunde en el sur, donde el espíritu religioso y los valores humanos, allí presentes, corren el riesgo de ser inundados por la ola del consumismo".(45) Varias respuestas, además, señalan la urgencia de dar una solución al problema de la deuda externa en el contexto de la celebración jubilar, como lo propone el Santo Padre en la Carta Apostólica Tertio millenio adveniente.(46)
  • En el campo social, se verifica un acelerado proceso de urbanización ligado al desarrollo de la sociedad industrial y al crecimiento demográfico. Las grandes ciudades, que muchas veces crecen descontrolada y desordenadamente, llevan consigo serios problemas sociales: pobreza, desarraigo, narcotráfico y narcoconsumo, prostitución de niños y jóvenes, alcoholismo, despersonalización, etc.
  • En el campo político, a veces predomina una concepción de la política que pierde de vista el bien común. No es raro que la clase dirigente viva alejada de las necesidades del pueblo y se guíe por intereses partidistas. Frecuentemente predomina la demagogia y crece la corrupción en las estructuras de poder. Esta situación genera una desconfianza con respecto a las instituciones políticas, sobre todo en lo que se refiere a la administración de la justicia, no siempre transparente, igualitaria y eficaz.
  • En el campo cultural, el laicismo ateo predomina a veces en los ambientes intelectuales y culturales. Son pocos los laicos cristianos comprometidos en las universidades y en los ambientes intelectuales, profesionales y artísticos. Falta una mayor presencia de los laicos cristianos en los medios de comunicación social. Existe en algunos casos una carencia de principios éticos, que lleva a ciertos agentes de comunicación a una falta de objetividad en la transmisión de la verdad. Las deficiencias en el campo educativo se hacen evidentes, sobre todo, en el analfabetismo y en la reducción de la educación a una mera instrucción, que deja poco espacio a los valores trascendentes.

TERCERA PARTE

ENCUENTRO CON JESUCRISTO VIVO, CAMINO PARA LA COMUNIÓN

Capitulo I: La comunión en Jesucristo

Jesucristo Evangelizador

29. El origen y el fin de la comunión en la Iglesia es Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre, que redimió al genero humano del pecado con su pasión, muerte y resurrección, y que en su Iglesia, animada por el Espíritu Santo, desea encontrarse con cada hombre y cada mujer para ofrecerle la salvación. Los Evangelios son ricos en relatos acerca de muchas personas que, luego de haberse encontrado con Jesús durante su vida terrena, se transformaron en sus discípulos: Pedro y los otros apóstoles (cf. Mt 4,18- 22), María Magdalena (cf. Lc 8,1-3), Zaqueo (cf. Lc 19,1-10), los ciegos de Jericó (cf. Mt 20,29-34), la mujer samaritana (cf. Jn 4,4-42), Lázaro y sus hermanas (cf. Jn 11,1-44) y tantos otros. Aún después de la resurrección, Jesús se apareció a sus seguidores, como a aquellos abatidos discípulos de Emaús (cf Lc 24, 13-35) para explicarles el sentido de su sufrimiento y de su muerte a la luz de las Escrituras y para hacerse reconocer en el preciso momento en que partían el pan. En todas estas ocasiones Jesucristo anuncia con su presencia, sus palabras y sus gestos la Buena Noticia de la salvación, y por lo tanto, puede decirse que Él es el evangelizador por excelencia, como expresaba el Papa Pablo VI en la Exhortación Apostólica Evangelii nuntiandi: "Jesús mismo, Evangelio de Dios, ha sido el primero y el más grande evangelizador".(47) Del mandato de Jesucristo a sus apóstoles nace luego toda la misión evangelizadora de la Iglesia.

Al anunciar la Buena Nueva, Jesucristo llama a la conversión, invitando a vivir en comunión con Él y con sus discípulos. El fruto que se espera de esa convivencia en la caridad es la solidaridad fraterna. El concepto de comunión se encuentra, por lo tanto, "en el corazón del autoconocimiento de la Iglesia, en cuanto misterio de la unión personal de cada hombre con la Trinidad divina y con los otros hombres, iniciada por la fe y orientada a la plenitud escatológica en la Iglesia celeste, aún siendo ya una realidad incoada en la Iglesia sobre la tierra".(48) Las respuestas a los Lineamenta confirman la necesidad de anunciar a Jesucristo vivo, siguiendo su ejemplo de Evangelizador perfecto, para hacer crecer la comunión con Dios y con el prójimo, como una realidad ya presente en el hoy de la vida de la Iglesia y como un signo escatológico de la Vida eterna.

La evangelización para la comunión en América

30. La evangelización del Nuevo Mundo, iniciada hace ya más de 500 años, condujo a muchos hombres y mujeres a encontrar a Jesucristo y floreció en el testimonio de tantos santos que jalonan la historia de la Iglesia en América. Los santos en esta tierra hacen presente el misterio de Cristo y lo muestran como un ideal cercano y posible a los hombres y mujeres del Continente. La vida de ellos no es sólo un testimonio personal de Jesucristo sino también una expresión de la comunión en su Cuerpo Místico, que es la Iglesia. Esta doble dimensión cristológica y eclesiológica de la santidad ha contribuido, y sigue contribuyendo en el presente, a que muchos puedan acercarse a Jesucristo y entrar en comunión con Él en la Iglesia. La mayoría de las respuestas confirman la importancia, en este sentido, de la devoción a los santos en la piedad de los pueblos de América.

La nueva evangelización, que ha sido una preocupación de la Iglesia Católica desde el Concilio Ecuménico Vaticano II y lo sigue siendo actualmente en modo particular al acercarse la celebración jubilar del año 2000, es vista en muchas respuestas a los Lineamenta como una tarea cuyo principal objetivo es orientar a la persona hacia una experiencia profunda de Dios a través del misterio de Cristo. Para ello, se indica la necesidad de entrar en diálogo con las personas individuales y con las culturas en las cuales viven los individuos. La Asamblea Especial para América ofrece a los Pastores una ocasión especial para constatar cómo se vive el misterio de la comunión en las Iglesias particulares, entre ellas dentro de un mismo país, y entre ellas dentro de todo el Continente americano. Asimismo, será posible verificar en qué modo la Iglesia en América puede ser un signo e instrumento de la comunión en todo el Continente.

Capitulo II: La eclesiología de la comunión en el Concilio Ecuménico Vaticano II

Los fundamentos eclesiológicos: fe, sacramentos y misión

31. La eclesiología de la comunión es un concepto central y fundamental de los documentos del Concilio Ecuménico Vaticano II,(49) hecho fácilmente constatable al leer las cuatro constituciones conciliares: sobre la Iglesia (Lumen gentium), sobre la Divina revelación (Dei Verbum), sobre la Sagrada Liturgia (Sacrosanctum concilium) y sobre la Iglesia en el mundo actual (Gaudium et spes). La constitución dogmática Dei Verbum presenta la revelación como la obra salvadora de Jesús, quien invita a través de las palabras y los gestos a abrirse a la comunión con Dios y con los otros hombres.(50) La constitución dogmática Lumen gentium describe la Iglesia como sacramento universal de salvación, es decir, como signo e instrumento de comunión con Dios y entre los hombres.(51) La constitución Sacrosanctum concilium enseña cómo, durante su pere- grinación terrena hacia la plenitud del Reino, la Iglesia encuentra la fuente y el culmen de su vida eclesial en la celebración de la Eucaristía, memorial del misterio pascual de Jesucristo.(52) Finalmente, la constitución Gaudium et spes describe la contribución específica que la Iglesia puede ofrecer a la sociedad en favor de la unidad del género humano, dando testimonio de la comunión en Cristo, que es la razón última de la unidad en la Iglesia.(53)

32. Hablando del rol especial que tienen los Obispos en la misión evangelizadora de la Iglesia y en la construcción de la unidad, el Concilio Ecuménico Vaticano II, puntualiza los elementos esenciales de la comunión eclesial en los siguientes términos: "Jesucristo quiere que por medio de los Apóstoles y de sus Sucesores, esto es, los Obispos con su cabeza, el Sucesor de Pedro, por la fiel predicación del Evangelio y por la administración de los sacramentos, así como por el gobierno en el amor, operando el Espíritu Santo, crezca su pueblo; y perfecciona así la comunión de éste en la unidad: en la confesión de una sola fe, en la celebración común del culto divino y en la concordia fraterna de la familia de Dios".(54) Por lo tanto, los rasgos esenciales de la comunión en la Iglesia son: la confesión de una misma fe, la celebración del culto y la concordia fraterna en la vida de la comunidad eclesial, tanto ad intra, es decir, en su unidad interna, como ad extra, en el esfuerzo misionero por evangelizar el mundo.

33. El cuestionario de los Lineamenta no incluía una pregunta sobre la visión de la Iglesia como misterio de comunión; en cambio se interrogaba acerca de la situación concreta de la Iglesia en América: cuáles son los factores que producen divisiones en el ámbito eclesial (pregunta nº 4) y cómo fue acogida la eclesiología de la comunión propuesta por el Concilio Vaticano II (pregunta nº 5). Por este motivo, las respuestas tienen un tono más bien informativo, que describe la situación actual de la Iglesia en América. Sin embargo, resulta claro que las respuestas presuponen una eclesiología de comunión en la descripción de los diversos aspectos de la vida eclesial (catequesis, liturgia, testimonio cristiano, etc.), y que tal concepción eclesiológica se basa en la fe, los sacramentos y en un espíritu comunitario, que anima la vida interna y el impulso misionero de la Iglesia. Teniendo en cuenta este postulado fundamental, emerge también claramente de las respuestas que la comunión requiere la activa participación de todos los fieles, según la variedad de los propios carismas y ministerios. En este sentido, se señala que la participación en orden a la comunión es uno de los más preciosos frutos de la recepción del Concilio Ecuménico Vaticano II en América.

La comunión de la Iglesia Católica en América

34. América es un continente en el cual la mayoría de sus habitantes son de religión católica.(55) Sin embargo, la comunión en la misma Iglesia Católica en todo el Continente está marcada por una serie de factores geográficos, históricos y culturales que la condicionan y la cualifican. Así, muchas respuestas a los Lineamenta indican diferencias sustanciales entre las realidades eclesiales de América Latina y del resto del Continente, más por otra parte, advierten que no sería lógico caracterizar simplemente las grandes áreas geográficas en base a las diferencias, sin tener en cuenta ciertos matices que pueden resultar decisivos para comprender la realidad global. Por ejemplo, la presencia de inmigrantes latinoamericanos en algunas áreas del Norte crea una cierta similitud entre las comunidades eclesiales de esa zona y de las del Caribe, del Centro y del Sur del Continente. Además, en cada país y en cada iglesia local existe una variedad de matices étnicos, culturales, históricos y sociales que, lejos de impedir la unidad en la fe, en los sacramentos y en la vida en común, enriquece realmente la comunión haciéndola más dinámica y vivaz.

35. Muchas respuestas a los Lineamenta señalan que la vida de las Iglesias particulares en cada uno de los países del Continente está influenciada no sólo por la diversidad de orígenes étnicos de los miembros de dichas comunidades, sino también por las específicas circunstancias históricas, culturales y económicas. En América Latina la comunión eclesial fue muchas veces influenciada por un contexto social muy complejo que dio como resultado el nacimiento de las comunidades eclesiales de base y de la teología de la liberación.(56) En el resto de América, en cambio, la experiencia de la comunión eclesial fue influenciada frecuentemente por la tradición civil de la democracia, provocando en algunos fieles, que con sana intención deseaban participar en la vida de la Iglesia, la tentación de construir la comunidad eclesial con los mismos criterios de la comunidad civil (derecho al disenso, la voluntad de la mayoría como elemento decisivo en las cuestiones gubernativas y sociales, etc). En respuesta al cuestionario de los Lineamenta, se señala críticamente que tal concepción no tiene adecuadamente en cuenta que la Iglesia, en cuanto misterio de comunión, implica fundamentalmente la dimensión vertical (comunión con Dios), además de la dimensión horizontal (comunión entre los hombres). Es precisamente la primera dimensión la que distingue a la Iglesia de cualquier otra institución humana y la que hace posible la dimensión de la comunión entre las personas en sentido auténticamente cristiano. La Iglesia es, en efecto, un pueblo cuya unidad se fundamenta en la unidad del misterio trinitario: el mismo Espíritu que abraza la única e indivisa Trinidad, unió indisolublemente la carne humana al Hijo de Dios y es el inagotable manantial del que brota sin cesar la comunión en la Iglesia y de la Iglesia.(57)

36. La Asamblea Especial para América del Sínodo de los Obispos ofrece una oportunidad de incalculable valor pues en ella se encuentran los Pastores del Pueblo de Dios provenientes de Iglesias que pertenecen a dos partes del Continente ciertamente significativas: el norte y el sur. En efecto, en estas dos grandes áreas - no sólo geográficas sino también socioculturales - se manifiesta la gran división que caracteriza la situación del mundo en el final del segundo milenio, es decir la tensión entre los hemisferios norte y sur. A la luz de una eclesiología de la comunión parece claro que la Asamblea sinodal puede ser un eficaz signo e instrumento de la unión de todos los miembros del Pueblo de Dios y de las Iglesias locales del Continente en comunión con el Pastor Universal y, al mismo tiempo, un válido testimonio de unidad y solidaridad para la sociedad civil en América y para el mundo entero.

La influencia y la recepción del Concilio Vaticano II

37. Las respuestas a los Lineamenta son unánimes en reconocer que el Concilio Ecuménico Vaticano II ha profundamente marcado no sólo la vida litúrgica y comunitaria de las Iglesias particulares sino también el modo de pensar de los católicos sobre la Iglesia y sobre el rol que ellos mismos cumplen en Ella. Todos los miembros del Pueblo de Dios fueron influenciados positivamente por el Concilio:

  • Obispos: una de las realidades emergentes de mayor importancia es la institución de las Conferencias Episcopales, que constituyen un ámbito privilegiado para vivir ricas experiencias de colegialidad entre los Pastores de un mismo país. También, la comunión colegial entre los Obispos de diócesis sufragáneas y el respectivo Arzobispo Metropolitano ayuda eficazmente a una adecuada coordinación y una uniformidad de los criterios pastorales, que es un signo positivo de unidad eclesial.
  • Sacerdotes y diáconos: en diversas diócesis se constatan positivas iniciativas de comunión de los sacerdotes y diáconos con el Obispo y entre sí, para servir mejor al Pueblo de Dios a ellos confiado (Consejos Diocesanos de Pastoral, Decanatos Pastorales, reuniones de clero, etc.)
  • Laicos: actualmente muchos laicos conciben la comunión eclesial como un gran don del Espíritu Santo, que ellos están llamados a acoger con gratitud y a vivir con profundo sentido de responsabilidad.(58) Muchos son los modos, señalados por las respuestas a los Lineamenta, a través de los cuales se pone en acto la comunión de los laicos en las Iglesias locales en América: participación en diversas comisiones y organismos a nivel diocesano y parroquial, colaboración en la planificación de la liturgia, en la enseñaza del catecismo, en las actividades misioneras, en la elaboración de programas parroquiales y diocesanos de pastoral, etc.
  • La vida consagrada: a través de las respuestas a los Lineamenta se detecta una activa y creciente participación de los consagrados en la vida de las Iglesias particulares dando testimonio de comunión y servicio.(59) Como fruto de la IXª Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, sobre el tema de la vida consagrada, en muchas partes del continente se están poniendo en práctica nuevas estructuras de diálogo y colaboración para incentivar la cooperación entre los institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica entre sí y con el Obispo diocesano.

Además de las diversas vocaciones dentro del Pueblo de Dios mencionadas precedentemente, en las respuestas a los Lineamenta se subraya la influencia positiva del Concilio Ecuménico Vaticano II y del Magisterio post-conciliar en otros grupos que desempeñan un papel activo en la construcción de la comunión eclesial: a) las mujeres, cuyo rol es cada vez más importante en la vida de la Iglesia cubriendo necesidades pastorales;(60) b) los jóvenes, cuya atención pastoral asume el carácter de una verdadera prioridad, que puede ser el objeto de colaboración entre los Pastores de todo el Continente; c) la familia, como iglesia doméstica y la primera escuela de fe y de comunión cristiana.

Capitulo III: Dificultades en la comunión intraeclesial

Factores de división

38. Ante todo, es necesario indicar que muchas respuestas a losLineamenta señalan que existe un sentido de unidad y colaboración entre Obispos, sacerdotes, consagrados y consagradas, movimientos eclesiales y laicos, que prevalece como rasgo característico de las Iglesias locales y que es más fuerte que los elementos que causan tensiones.(61) De todos modos, esto no significa que no existan factores de división, por ejemplo:

  • una falta de conversión, que se manifiesta en actitudes como: autoritarismo, clericalismo, anticlericalismo, rechazo de la autoridad en la Iglesia, individualismo;
  • una falta de diálogo, como consecuencia de una incapacidad, por parte de ciertos miembros del Pueblo de Dios, para trabajar en equipo;
  • una escasez de planes pastorales de conjunto, que se traducen en una falta de uniformidad en los criterios a seguir en la acción evangelizadora;
  • una escasa participación efectiva de los laicos en algunos ámbitos de la vida eclesial;
  • la existencia de algunos modos de concebir la vida de la Iglesia que no aceptan plenamente la eclesiología de comunión del Concilio Vaticano II;
  • una falta de formación en la teología de la comunión y de la solidaridad pastoral entre los diversos miembros del Pueblo de Dios: Obispos, sacerdotes, consagrados y consagradas, movimientos eclesiales y laicos;
  • insuficiente colaboración de parte de ciertos movimientos eclesiales para trabajar en comunión con las estructuras pastorales diocesanas.
  • diversidad de posiciones en el aspecto económico, tanto en lo que se refiere a los estipendios que se cobran en ocasión de la administración de los sacramentos, como en cuanto a las diferencias creadas por una desigualdad de criterios sobre la sustentación del clero,
  • polarización ideológica de algunos miembros de la Iglesia, frecuentemente etiquetada en términos de tradicionalismo o progresivismo, que encuentra muchos puntos de conflicto en temas como la justicia social, la teología moral, la liturgia, etc.
  • actitudes contestatarias con respecto a ciertos temas sobre los cuales el Magisterio se ha ya definido expresamente, y sin embargo algunos miembros del Pueblo de Dios insisten sobre las propias ideas creando fuertes contrastes: la ordenación sacerdotal de la mujer, el celibato sacerdotal, la indisolubilidad del vínculo matrimonial, etc.

Finalmente, se percibe en las respuestas que, detrás de las tensiones precedentemente enumeradas y en la base de las mismas, existen implícitas concepciones del misterio de Jesucristo, que se traducen en otros tantos enfoques del misterio de la Iglesia y de la programación de la acción pastoral. En efecto, dada la íntima relación que existe entre el misterio de Cristo y la naturaleza de la Iglesia,(62) no es difícil comprender que un desequilibrio en la cristología se traduce fácilmente en una eclesiología incompleta, la cual, a su vez, se refleja en unapraxis pastoral, cuyos criterios de fondo tienden a identificarse no tanto con el Evangelio sino más bien con corrientes ideológicas ajenas al mismo. De ahí la importancia de un anuncio completo del misterio de Cristo, basado en los criterios objetivos de la revelación y la fidelidad al Magisterio de la Iglesia.

Pasos para a superar las divisiones

39. Las respuestas a los Lineamenta indican la necesidad de promover estructuras eclesiales y actitudes personales, que faciliten el diálogo, para poder superar los obstáculos que impiden la comunión en la Iglesia. Muchas son las sugerencias acerca de fomentar la programación de una pastoral de conjunto a través de planes nacionales, diocesanos y parroquiales. Para ello, se señala la conveniencia de crear una mentalidad abierta para aceptar la colaboración de todos los miembros del Pueblo de Dios, especialmente de los laicos que, con sus propios carismas y ministerios, pueden enriquecer el diálogo y la refléxión pastoral.

Frecuentemente se observa que, en la base de las divisiones dentro de la Iglesia, existe el problema de la conducta personal de los miembros involucrados en esas tensiones. En este sentido, se menciona el papel importante que pueden jugar en la construcción de la unidad ciertas actitudes, como por ejemplo: la oración personal y comunitaria para pedir los dones del Espíritu Santo, la disposición interior para una conversión continua orientada hacia la búsqueda de la verdad y hacia la vivencia de la caridad, la disponibilidad para participar en actividades comunitarias a todos los niveles, el respeto y la paciencia para comprender las posiciones de los demás, la honestidad para exponer claramente las propias ideas y aceptar las críticas que reflejan otros puntos de vista, etc.

40. Otra sugerencia, que se detecta, como opinión común en las respuestas al cuestionario, para superar las tensiones a nivel global de toda la Iglesia en América, consiste en la promoción de mayor contacto, comunicación y colaboración entre las Iglesias particulares del Continente, que se encuentran en distintas regiones y países. En esta línea de acción ya se han realizado, por ejemplo, diversos Encuentros Internacionales de Obispos, en los cuales participaron representantes de las Conferencias Episcopales de América Latina, del C.E.L.AM. (Consejo Episcopal Latinoamericano), de la Conferencia Nacional de Obispos Católicos de Estados Unidos de América y de la Conferencia Canadiense de Obispos Católicos. Tales reuniones, así como las Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano, constituyen óptimas ocasiones para vivir una experiencia de colegialidad episcopal. Estos acontecimientos ciertamente contribuyen a reforzar los lazos de comunión en la Iglesia que está en América. Otro ejemplo que pone de manifiesto la comunión intraeclesial es el envío de sacerdotes de algunas diócesis como misioneros a otras iglesias locales, con carencia de vocaciones o bien para acompañar pastoralmente a los inmigrantes (especialmente latinoamericanos en Estados Unidos de América y Canadá).

Capitulo IV: La Iglesia Católica en el contexto religioso de América

Generalidades

41. Las respuestas al cuestionario de los Lineamenta relativas a este tema distinguen tres tipos de comunidades religiosas con las cuales la Iglesia Católica en América entra en contacto: a) las comunidades cristianas, con las cuales se lleva a cabo una relación de colaboración ecuménica en camino hacia una comunión que se va realizando lentamente, b) comunidades no cristianas, con las cuales es posible sólo un diálogo interreligioso y c) diversos grupos conocidos genéricamente con el nombre de movimientos religiosos y "sectas".(63) No es exagerado decir que existe, en relación a este aspecto, una significativa diferencia entre los países en que tradicionalmente la mayoría de sus habitantes pertenece a la Iglesia Católica y aquellos en que los católicos son una minoría. Las respuestas de los países de este último grupo, como Estados Unidos de América y Canadá, en general se caracterizan por una presentación positiva de los contactos ecuménicos e interreligiosos. En contraste, las respuestas del primer grupo, es decir de los países mayoritariamente católicos como los de América Latina, presentan menos contactos ecuménicos e interreligiosos. La diferencia entre ambas realidades encuentra una evidente explicación en la diversidad de los contextos históricos de cada una de las zonas en relación a la respectiva tradición religiosa. Sin embargo, tampoco aquí las diferencias deben ser exageradas pues, por ejemplo, la actividad de los movimientos religiosos y sectas parece alcanzar proporciones alarmantes en todo el territorio americano, al punto que muchos católicos dejan la Iglesia, para pasarse a las filas de dichas denominaciones religiosas y sectas o para seguir los pasos de la corriente sincretista llamada comúnmente New Age.

Ecumenismo

42. La realización de significativos esfuerzos en favor del ecumenismo esta ligada, en cada Iglesia particular, a la presencia histórica de comunidades cristianas que no están en plena comunión con la Iglesia Católica, como por ejemplo los Ortodoxos, los Luteranos, los Reformados, los Metodistas y otras religiones similares, que buscan activamente superar las divisiones. La regla general es que en aquellas regiones donde estas comunidades no son numéricamente importantes, tampoco se mantienen activos contactos ecuménicos con la Iglesia Católica. Esto se verifica precisamente en muchas diócesis y Conferencias Episcopales del Sur del Continente, aunque esto no significa que no tengan lugar allí iniciativas ecuménicas incluso con positivos resultados: participación en consejos de iglesias a nivel continental y nacional, diálogo teológico, colaboración en el tema de los derechos humanos, oración en común con los hermanos separados para pedir la unidad, cooperación en el uso de algunos medios de comunicación y también en actividades de caridad. A estas iniciativas se une la inclusión del tema del ecumenismo en los programas de formación en los seminarios y centros catequísticos. A pesar de estos resultados positivos, se detecta la necesidad de hacer crecer la conciencia ecuménica en los fieles católicos en las regiones donde la Iglesia Católica es mayoría. Por otra parte, se menciona en las respuestas que muchos cristianos no católicos en estas regiones pertenecen a comunidades fundamentalistas y militantes, que son agresivas con respecto a la Iglesia Católica y parecen no tener interés en la unidad.

43. En los países donde los católicos son tradicionalmente una minoría, se observa una actividad ecuménica más intensa, tanto a nivel diocesano como parroquial. La sensibilidad ecuménica es promovida desde las universidades y facultades católicas, así como también desde la catequesis. Los miembros del Pueblo de Dios en estas regiones de América, clero y laicos, frecuentemente participan en Consejos de Iglesias y en organizaciones ecuménicas. La Iglesia Católica "co-patrocina" diálogos bilaterales a nivel nacional, regional y local. Se observa que los contactos con las comunidades cristianas no católicas más conservadoras y fundamentalistas son más fluidos cuando se trata de colaborar en el campo de las actividades en favor de la vida que cuando se intenta el diálogo a nivel teológico. No obstante, en los últimos tiempos algunos temas relacionados con la moral sexual y con el rol de la mujer han sido fuente de conflictos entre la Iglesia Católica y otras comunidades cristianas.

En general, en todo el Continente la actividad ecuménica más universalmente puesta en práctica es la semana de oración por la unidad de los cristianos. A través de estos encuentros crece y madura el movimiento ecuménico cuya alma se nutre, ante todo, de la oración y la conversión. Otras formas de colaboración social y caritativa así como el diálogo teológico también se llevan a cabo, pero sin oscurecer el aspecto fundamental de la oración.(64)

Diálogo interreligioso

44. En cuanto a las relaciones con las religiones no cristianas, algunas de las respuestas provenientes del Sur del Continente mencionan las comunidades judías, y en menor proporción la comunidad islámica, como las más relevantes en esta categoría, aunque la presencia de ambas no deja de ser minoritaria. Otras religiones de origen asiático como el Budismo o el Hinduismo están menos difundidas aún; sin embargo estas espiritualidades orientales ejercen cada vez más atractivo, aún ciertos ambientes cristianos en los que se imponen como una especie de "moda cultural". Al abordar este tema en algunas respuestas se alude también a la propensión a sobrevalorar ciertos elementos de las religiones indígenas de América. Estas tendencias han dado origen a la llamada teología pluralista de las religiones, que conecta las intuiciones filosóficas y religiosas de Asia con las del mundo indígena americano.(65)

Las respuestas, que reflejan el estado de la situación en el Norte del Continente, indican una mayor proporción de adherentes a religiones no cristianas, especialmente al judaísmo, y en menor escala al islamismo. En esta región la Iglesia Católica ha mantenido varios contactos con estas comunidades y las Conferencias Episcopales han establecido estructuras para promover encuentros interreligiosos. Asimismo, algunas diócesis mantienen buenos diálogos con judíos y musulmanes. Una de las mayores áreas de colaboración es el campo de la educación universitaria. Se detecta que en el presente, la Iglesia Católica y algunas comunidades judías, en cuanto aliadas en ciertos valores comunes, tienen un considerable peso en la sociedad, a pesar de no ser numéricamente mayoritarias.

Nuevos movimientos religiosos y sectas

45. La situación relativa a los nuevos movimientos religiosos y las sectas es muy compleja y se presenta con acentuadas variantes según los diversos contextos culturales.(66) Entre las características más sobresalientes de tales movimientos y sectas merecen citarse el proselitismo y el fanatismo religioso. Este problema fue abordado por muchas de las respuestas a la pregunta nº 8 del cuestionario de los Lineamenta, en las cuales se afirma que esas dos notas distintivas se oponen a todo tipo de diálogo. En efecto, con tales actitudes se intenta inducir a las personas a cambiar las propias convicciones religiosas a través de ciertos medios como, por ejemplo: (67)

  • la crítica y la ridiculización injusta de las iglesias y de sus prácticas religiosas;
  • el empleo de la violencia, sobre todo la compulsión moral y la presión psicológica, con el uso de ciertas técnicas publicitarias en los medios de comunicación social;
  • la manipulación indiscriminada del poder político y económico como medio para ganar nuevos miembros para la propia secta o movimiento religioso;
  • el ofrecimiento explícito o implícito de ayuda en los campos de la educación, de la salud y de la asistencia material y financiera, como medios para obtener adeptos;
  • las actitudes y prácticas que explotan las necesidades de la gente, la debilidad psicológica o la carencia de educación, especialmente en las situaciones de agotamiento y desesperación, sin respetar la libertad y la dignidad humana.

46. Existe un consenso general en todo el Continente acerca del serio problema que representan los nuevos movimientos religiosos y las sectas a raíz, precisamente, del proselitismo y del fanatismo que los caracteriza. Tan extensivo es su crecimiento que, en América Central, el Caribe y Sudamérica, se habla de una "invasión", aludiendo con esta expresión al hecho que muchos de estos grupos vienen principalmente de los Estados Unidos de América con abundantes recursos económicos para el desarrollo de sus propias campañas. Se habla además de la existencia de un "plan coordinado" de parte de todas las sectas para alterar la actual identidad religiosa de América Latina que, como se dice en la introducción del presente documento, es esencialmente católica y no sólo cristiana. En general, los movimientos religiosos y las sectas predican agresivamente contra la Iglesia Católica. Además orientan sus campañas proselitistas hacia los marginados de la sociedad, hacia los inmigrantes, hacia los presos en las cárceles, hacia los enfermos en los hospitales y en general hacia todos los que viven en las zonas periféricas de las grandes ciudades, donde la presencia de la Iglesia Católica, a veces, no es consistente. Algunos propagadores de estas sectas interpretan la Biblia en modo fundamentalista, dando concisas respuestas a gente que se encuentra en situaciones de gran incertidumbre, organizan grupos para el estudio de las Escrituras y también pronuncian discursos en las plazas e invitan a participar en los propios lugares de culto. Frecuentemente, las sectas apelan a la emotividad y a la sensibilidad superficial para desarrollar su acción propagandística. En muchos grupos coordinados por estos movimientos se reza por la curación física de los enfermos y se distribuyen limosnas para conquistar a la gente. Atraídos por estas motivaciones muchos católicos han abandonado la práctica de la propia fe para pasar a nuevos movimientos religiosos y sectas en estos últimos años.

47. Además de los grupos identificados genéricamente como nuevos movimientos religiosos y sectas, se señala en las respuestas la existencia de una corriente de pensamiento conocida bajo el nombre de "New Age", que se extiende aceleradamente en todo el ámbito geográfico del Continente y que tiene, además, proporciones de fenómeno mundial. Esta corriente partiendo de un relativismo propone la superación de la problemática de la persona como sujeto, a través del retorno extático a una suerte de la danza cósmica, mientras ofrece al mismo tiempo un modelo totalmente antiracionalista de la religión, una mística moderna, según la cual Dios no es una persona que está frente al mundo, sino la energía espiritual que invade el Todo.(68) En esta perspectiva, es simplemente inconcebible un encuentro personal con Dios y, mucho más incomprensible aún, el misterio de la encarnación del Hijo de Dios. De ahí que las respuestas expresen una seria preocupación frente al fenómeno de la "New Age", que afecta negativamente la identidad religiosa de América, y más específicamente la fe cristiana y católica. No se trata de un "enemigo" cuyo rostro puede verse con claridad, pues no es un movimiento religioso o una secta que se presenta con un perfil nítido y delineado, sino que se trata de una modalidad de pensamiento que se difunde como corriente intelectual y espiritual, que impregna silenciosamente la cultura contemporánea en muchas de sus expresiones.

48. Varias son las sugerencias para responder al desafío que constituyen los movimientos religiosos, las sectas y demás tendencias como la New Age. En la IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano se propusieron una serie de medidas concretas, que ya comenzaron, de algún modo, a ponerse en práctica en varias partes del Continente: mejoramiento de la formación a través de la catequesis; mayor atención a las celebraciones litúrgicas sobre todo en la preparación de la homilía; más colaboración entre sacerdotes y laicos para una evangelización más personalizada (especialmente en el ámbito de la familia y de la juventud); purificación y promoción de la piedad popular; afianzamiento de la identidad de la Iglesia cultivando aspectos que le son característicos (devoción a la Eucaristía y a la Virgen, comunión con el Romano Pontífice y con el propio Obispo), etc.(69) En general, se constata que existe un consenso unánime acerca de la oportunidad de fortalecer las comunidades católicas en todos los niveles renovando las estructuras de comunión y misión, así como también manteniendo viva la fe en Jesucristo a través de la meditación y reflexión de la Palabra de Dios, de la oración (personal y comunitaria), de la práctica de los sacramentos (sobre todo de la Eucaristía) y de la renovación de la piedad popular. Un eficaz instrumento en la superación de estos desafíos es la colaboración de los Pastores entre sí (a nivel de Conferencias Episcopales y de encuentros regionales de los Arzobispos Metropolitanos con los respectivos Obispos sufragáneos) para poder desarrollar una pastoral orgánica sobre el tema, que se traduzca en acciones conjuntas efectivas.

La Iglesia Católica como una comunidad evangelizadora

49. El misterio de la comunión en la Iglesia está íntimamente relacionado con su misión evangelizadora. Jesucristo mismo se refirió a la unidad de la Iglesia como un aspecto que impulsa y refuerza la misión: "Que todos sean uno, como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado" (Jn 17,21). El tema de la relación entre comunión y misión puede ser abordado en dos contextos: el de la Iglesia en América y el de la Iglesia Universal. En referencia al primer contexto, el Papa Juan Pablo II presentó como objetivos de la Asamblea sinodal: promover una nueva evangelización en todo el Continente como expresión de comunión episcopal; incrementar la solidaridad entre las diversas Iglesias particulares en los distintos campos de la acción pastoral; iluminar los problemas de la justicia y las relaciones económicas internacionales entre las naciones de América.(70) En esta tercera parte del presente documento surgieron diversos elementos orientados a lograr una mayor cooperación en la actividad pastoral entre las diversas Iglesias locales de América, que serán objeto del debate sinodal. Sin embargo, más allá de esta perspectiva continental, la relación entre comunión y misión puede ser considerada en un horizonte más amplio. En efecto, la Iglesia Católica que está en el Continente puede ofrecer a la evangelización del mundo entero un testimonio evangélico de comunión de incalculable valor. Así por ejemplo, si se considera que casi la mitad de los católicos de todo el mundo viven en América, puede ser conveniente reflexionar - como lo sugieren las mismas respuestas a los Lineamenta - acerca del rol que este continente puede jugar en la evangelización de otras regiones continentales. Análogamente, si se considera que este Continente se extiende desde el hemisferio Norte al Sur, resulta evidente que todos los esfuerzos que la Iglesia en América podrá realizar para vivir más intensamente la comunión a nivel eclesial, contribuirán eficazmente a encontrar caminos para superar las tensiones a nivel internacional entre el norte y el sur.

CUARTA PARTE

ENCUENTRO CON JESUCRISTO VIVO, CAMINO PARA LA SOLIDARIDAD

Capitulo I: La revelación en Jesucristo y la solidaridad divina

La solidaridad en la Alianza del Antiguo Testamento

50. El concepto cristiano de una solidaridad universal, como expresión del mandamiento del amor, tiene su fundamento en la fe en Dios creador del universo, el cual se revela siempre como un Dios solidario con respecto al hombre en medio de sus tribulaciones en la historia. Las mismas narraciones de la creación revelan la solidaridad divina del Creador con su creatura: cuando el hombre cae en el pecado, Dios no lo abandona sino que mantiene su amor prometiéndole la salvación (cf. Gn 3,15). La amor divino es solidario en el sentido que se manifiesta como un vínculo a través del cual Dios se compromete con el hombre en la realización de su aspiración a la felicidad. La solidaridad de Dios se hace presente en las diversas alianzas que Él celebra con los hombres a lo largo de la Historia de la salvación, pero sobre todo, a través de la Alianza con el pueblo elegido, al cual, durante el éxodo, da el decálogo en el Sinaí (cf. Ex 20,1-17). El éxodo de Egipto es, por lo tanto, el modelo y el punto de referencia de todas las intervenciones liberadoras de Dios.(71) Él se compromete con la salvación de su pueblo y exige de parte de éste la fidelidad exclusiva a Él mismo, como Señor de la Alianza. La fidelidad al Dios de la Alianza supone, de parte del pueblo fiel, un compromiso religioso y ético, que se manifiesta en la santidad del culto y en el respeto a la vida.

51. En la Ley divina se proclama la lealtad fundamental al Dios de la Alianza a través del mandamiento del amor divino (cf. Dt 6,5) y en ella se anuncia el compromiso del amor al prójimo (cf. Lev 19,18). Esta vinculación entre religión y ética es característica del Antiguo Testamento. Los profetas la suponen y por eso con la predicación tratan de mantener viva la preocupación por los pobres, criticando los abusos derivados de la riqueza y el poder (cf. Am 5,7-11; Mi 3,1-4). Ellos no se contentan con criticar el mal, sino que invitan a la conversión a Dios y a observar las exigencias de la justicia y del derecho (cf. Ez 18,21). Denuncian abiertamente la injusticia cometida con los humildes, que es un pecado en cuanto viola la alianza y rompe la comunión con Dios, subrayando la responsabilidad personal en los problemas de la comunidad (cf. Jr 31,29- 30). Los profetas también anuncian, como presencia del reino de Dios en la historia, una Alianza Nueva en la que la sociedad humana será renovada y purificada de la injusticia (cf. Jr 31,31-34). La liturgia supone la vinculación entre culto divino y solidaridad fraterna (cf. Sal 15,1-5; 24,3- 5). El pueblo de Israel espera la redención de los oprimidos como manifestación del amor y de la solidaridad de Dios (cf. Sal 18,3).

La solidaridad en la Nueva Alianza

52. En el Nuevo Testamento, la encarnación del Hijo de Dios es la expresión más grande de la solidaridad del Dios de Alianza con la humanidad pecadora (cf. Jn 1,14). La Buena Nueva predicada por Jesucristo no anula la Ley y los Profetas en ninguna de sus partes y, sobre todo, conserva intacto el imperativo del amor a Dios y al prójimo (cf. Mt 5,17; Mc 12,28-34). En efecto, Jesús predica la Buena Nueva, llamando a la conversión. Sus bienaventuranzas se refieren a pacíficos, pobres, puros de corazón y perseguidos por causa de la justicia (cf. Mt 5,3-11). La exaltación de formas concretas del ejercicio de la misericordia adquiere relevancia escatológica: en la parbola del juicio final el interrogatorio del Juez se centra sobre la amor a los más pequeños (cf. Mt 25,31-46). En la enseñanza de Jesús, el buen samaritano es propuesto como modelo de comportamiento solidario, por su caridad en relación al prójimo (cf. Lc 10,29-37). En la naciente comunidad cristiana se insiste en la fraternidad y se promueven formas concretas de solidaridad y comunión de bienes (cf. Hch 2,42-45; 2 Cor 8,7-15). El cristianismo primitivo concibe la unidad del amor de Dios y del prójimo como una exigencia fundamental de la fe (cf.1 Jn 4,20) y, al mismo tiempo, considera tal mandamiento como la plenitud de la ley (cf. Rm 13,8-10).

Capitulo II: Iglesia y Solidaridad

La conciencia solidaria de la Iglesia en América

53. Según revelan las respuestas a los Lineamenta, en las Iglesias particulares de América existe una profunda convicción, a la luz de la revelación divina, de la necesidad de una solidaridad global que abarque las distintas regiones y realidades humanas y espirituales de todo el Continente. La Asamblea Especial para América del Sínodo de los Obispos ofrece una ocasión providencial para promover la nueva evangelización en las tierras del Continente americano; para incrementar la solidaridad entre sus Iglesias particulares y para iluminar los problemas de la justicia en las relaciones entre Norte y Sur del mismo Continente(72).

El Magisterio Pontificio, sobre todo durante este siglo, ha abordado en numerosas ocasiones el tema de la cuestión social(73) y, específicamente, el Papa Juan Pablo II ha manifestado su preocupación por una mayor solidaridad universal como expresión del respeto a la dignidad de la persona y de la vocación cristiana del seguimiento de Jesucristo.(74) La Iglesia en América, junto con la Iglesia extendida por toda la tierra, mientras peregrina hacia el gran Jubileo del año 2000, procura, contemporáneamente, escrutar los signos de los tiempos en el Continente americano, que esperan una respuesta desde el Evangelio.(75) De ahí que, sobre todo últimamente, los Pastores del Pueblo de Dios en comunión con el Vicario de Cristo se han preocupado con particular empeño por iluminar, a través de sus enseñanzas y de una serie de iniciativas, la realidad humana en la multiplicidad de sus facetas.

54. Las respuestas al cuestionario de los Lineameta revelan una conciencia clara de la relación existente entre evangelización y promoción humana. Viendo la tribulación de muchas familias, que constituyen las células fundamentales de la "ecología humana" y son los verdaderos "santuarios de la vida",(76) de múltiples modos, los Pastores del Pueblo de Dios en América se esfuerzan por promover iniciativas de solidaridad, tanto en la propia Iglesia diocesana como a nivel de la Conferencia Episcopal: a través de campañas que ilustran los principios de la Doctrina social de la Iglesia; procurando poner esos principios en práctica a través de estructuras eclesiales (como las Comisiones Nacionales y Diocesanas de Iustitia et Pax y de Caritas) u otras organizaciones de pastoral social especializada; mitigando los sufrimientos presentes en la sociedad humana a través de colectas diocesanas y nacionales, fondos de solidaridad y campañas de comunicación de bienes; solicitando incluso la ayuda generosa de entidades católicas o de otras instituciones internacionales o nacionales; procurando asesoramiento jurídico gratuito para los que no pueden hacer frente a los honorarios de profesionales privados, etc. Las respuestas confirman la generosidad espontánea de todo el Pueblo de Dios ante estas iniciativas de los Pastores. Además, en muchos casos, son los mismos laicos quienes, con la creatividad propia que los caracteriza por estar inmersos en el mundo, sugieren y proponen proyectos para salir al encuentro de las urgencias de los más necesitados.

55. La conciencia solidaria se manifiesta también en la caridad, como genuina y profunda expresión de la fe de los creyentes. La institución de las Caritas diocesanas y nacionales es un hecho en casi todas las diócesis de los países americanos. Muchas respuestas a los Lineamenta señalan la generosidad del pueblo fiel en responder, no sólo con las limosnas a las necesidades de los más pobres sino también con el servicio personal desinteresado y comprometido, ya sea en circunstancias normales o bien ante catástrofes extraordinarias, que afligen a muchos imprevistamente. Incluso en muchas regiones se han organizado estructuras de cooperación solidaria en las que intervienen comunidades a nivel diocesano o parroquial, que ayudan a otras comunidades de menos recursos, manifestando de este modo la solidaridad entre las iglesias. No obstante esta positiva actitud, que nace espontáneamente en la gente de fe, las mismas respuestas indican la necesidad de una formación sistemática orientada hacia una mayor concientización de la importancia de la solidaridad social, como expresión de una fraternidad, que no sea sólo una unión humana sino, fundamentalmente, una comunión espiritual en Cristo.

La ayuda solidaria que recibe la Iglesia en América

56. La ayuda solidaria recibida por la Iglesia que está en el Continente puede ser clasificada, según la procedencia, en: solidaridad eclesial y solidaridad extra-eclesial. Al responder a la pregunta sobre el primer tipo de colaboración, se menciona la ayuda solidaria, que desde hace varias décadas las diversas Iglesias particulares en el Continente reciben de instituciones eclesiales de otros continentes, especialmente de Europa. Entre estas organizaciones se nombran: Misereor, Adveniat, Kindermissionwerk, Kirche in not, la Conferenza Episcopale Italiana y varias otras contribuciones enviadas por diócesis y parroquias europeas, que actúan como "madrinas" de entidades del mismo nivel en América. Muchas son las obras de promoción social y las estructuras de evangelización que fueron posibles gracias a esta acción solidaria concretada en diversos campos: educación, sanidad, vivienda, construcción de templos, formación catequística y teológica, pastoral vocacional, acción misionera, etc. En referencia a la solidaridad extra- eclesial, se menciona en las respuestas la colaboración de algunos organismos civiles a nivel municipal, provincial y nacional, que ven en la Iglesia una institución confiable y, al mismo tiempo, una colaboración subsidiaria con respecto a sus programas de promoción social. Se constata, sin embargo, que este tipo de colaboración sólo es posible cuando las relaciones de la Iglesia con el Estado son cordiales.

La solidaridad eclesial se ha concretado también en los últimos años en ayudas provenientes, no ya de instituciones de la Iglesia fuera del Continente sino, de las mismas Iglesias particulares en América. Así algunas respuestas señalan, la Conferencia Episcopal de Estados Unidos de América y la Conferencia Canadiense de Obispos Católicos como organismos elclesiales que colaboran con los programas de desarrollo en muchas diócesis carenciadas de América Latina. Estas manifestaciones concretas de solidaridad inter-eclesial en el Continente no sólo demuestran la clara conciencia de la fraternidad solidaria en la Iglesia que vive en América, sino que además, constituyen un testimonio evangélico de comunión para toda la sociedad humana.

La Doctrina Social de la Iglesia

57. La experiencia cristiana es compleja, pues en ella confluyen la ética de la justicia y las exigencias de la solidaridad fraterna. La fe cristiana supone una ética social del cristianismo, que la Doctrina Social de la Iglesia propone sistemáticamente como orientaciones para el discípulo de Cristo en la vida personal y familiar, cultural y social. De las respuestas al cuestionario de los Lineamenta emerge, como convicción general en el Episcopado de las Iglesias particulares de América, que la Doctrina Social de la Iglesia es un instrumento útil y necesario para llevar adelante una pastoral de la solidaridad cristiana. En ella se formulan los principios de reflexión para observar la realidad, los criterios de juicio moral para evaluar el conflicto social entre realidad humana e ideal cristiano y las reglas capaces de iluminar la acción concreta del individuo y de la comunidad para promover el bien común y superar el desorden moral y la injusticia social.(77) A su vez, los principios fundamentales de la Doctrina social de la Iglesia, que se basan en la dignidad del hombre, son el principio de la solidaridad y el principio de la subsidiaridad. En virtud del primer principio, cada hombre está llamado a contribuir al bien común de la sociedad. En virtud del segundo principio, el Estado no puede substituir las libres iniciativas ni las responsabilidades de las personas y de los grupos sociales intermedios en los niveles en que ellos pueden actuar.(78)

58. En cuanto a la difusión de la Doctrina Social de la Iglesia, muchas respuestas a los Lineamenta informan acerca de varias iniciativas de parte de Iglesias locales y Conferencias Episcopales: organización de cursos, talleres, conferencias y semanas sociales; publicación de artículos y ensayos en periódicos locales, revistas y boletines eclesiales; enseñanza en seminarios, universidades y escuelas católicas; etc. Se señalan, además, las numerosas instituciones eclesiales que se interesan en la Doctrina Social de la Iglesia, ya sea en lo que se refiere al estudio y profundización de la misma, como a la puesta en práctica de sus principios. En muchas Conferencias Episcopales existe una Comisión destinada a promover la Pastoral Social, cuya intervención en los problemas sociales del país suele ser muy positiva, en la medida en que contribuye a iluminar con los principios de la Doctrina Social de la Iglesia el diálogo entre obreros y empresarios, entre gobierno y sindicatos. La acción de mediación de la Iglesia en estos casos es, en general, bien aceptada por las partes.

No obstante esta amplia tarea de divulgación, las mismas respuestas reconocen que todavía hay mucho por hacer en la Iglesia en América, en cuanto a promover el conocimiento y la aplicación de la Doctrina Social de la Iglesia. Esta situación es vista, en las respuestas a losLineamenta, como la expresión de una escasa sensibilidad hacia la dimensión social de la fe, la cual, a su vez, refleja de algún modo una incompleta formación, tanto en los laicos como en clero. El tema de la esencial unidad entre la fe y las obras (cf. St 2,14), entre el culto y la vida cristiana (cf. Mt 5,23-24), entre la vida espiritual y la práctica del principio evangélico del amor al prójimo, aún debe encarnarse más profundamente en la conciencia de muchos miembros del Pueblo de Dios.

Capítulo III: Campos de solidaridad en América

El desafío del Evangelio

59. El destinatario del designio de comunión y salvación en Cristo es el hombre, "camino primero y fundamental de la Iglesia, camino trazado por Cristo mismo, vía que inmutablemente pasa a través del misterio de la Encarnación y de la Redención".(79) No puede haber anuncio del Evangelio separado de los problemas de la condición humana, en el orden espiritual y temporal.(80) La comunidad de los discípulos de Jesucristo sigue siendo la Iglesia del buen samaritano, que busca siempre socorrer a los afligidos en sus necesidades (cf. Lc 10,29-37). La promoción humana, por lo tanto, está íntimamente ligada a la evangelización, pues el hombre al que hay que llevar los valores del Evangelio no es un concepto abstracto, sino que es un sujeto afectado por problemas económicos y sociales concretos.(81)

60. Las respuestas provenientes de los países de América Latina señalan diversas situaciones angustiantes por las que atraviesan tantos pueblos en esa área geográfica y cultural: la diferencias cada vez mayores entre ricos y pobres; la compleja situación creada por la deuda internacional;(82) la falta de trabajo y el salario insuficiente, que no será posible superar si un estremecimiento de la conciencia humana no provoca un movimiento general de solidaridad;(83) la recesión económica y la inflación; la especulación financiera y la fuga de capitales; el comercio de armamentos y las tensiones bélicas; el problema del narcotráfico; la corrupción en la administración pública y el desinterés por el bien común;(84) las condiciones de indigencia en que viven muchas familias (hambre y enfermedades, carencias en el plano de la asistencia sanitaria y social, falta de una vivienda digna y de una educación). Todas estas realidades son percibidas como graves desórdenes éticos que piden un cambio de mentalidad e invitan a un empeño de toda la Iglesia, que en su misión evangelizadora tiene como horizonte al hombre en su realidad concreta e integral.

61. En otros países del Continente, principalmente en Canadá y Estados Unidos de América existen situaciones sociales, de algún modo análogas a las descritas precedentemente, que provocan preocupación de parte de la Iglesia, principalmente en dos ámbitos culturales: el de los inmigrantes y el de las áreas marginadas de las grandes ciudades. También en estos ambientes se hacen presentes complejos problemas sociales como: desocupación, indigentes condiciones de vida (hambre, carencia de vivienda y falta de higiene), drogadicción y violencia, incapacidad de adaptación social de parte de muchos inmigrantes, delincuencia juvenil, etc. En casos como éstos, las comunidades cristianas viven los mencionados problemas como exigencias evangélicas de servicio al prójimo e intentan dar una respuesta adecuada desde el punto de vista de la asistencia material, que es, al mismo tiempo, mensaje y testimonio de caridad cristiana. En estas actividades sociales se advierte un buen espíritu de colaboración entre la Iglesia Católica y otras confesiones cristianas, e incluso otras religiones. No sucede lo mismo con las sectas y otros movimientos religiosos similares.

Solidaridad y amor a los pobres

62. Mantiene siempre su validez, sobre todo para América, la palabra del Papa Juan XXIII, quien declaraba que la Iglesia, siendo Iglesia de todos, quiere ser especialmente Iglesia de los pobres.(85) Significativo fue el debate conciliar sobre la Iglesia y los pobres: Ella contempla en los pobres, como en un espejo moral, la imagen de su divino Fundador, pobre y humilde, procurando con solicitud aliviar sus sufrimientos, como servicio a Cristo.(86) La llamada de atención sobre el drama de la pobreza continuó con insistencia: Pablo VI, dirigiéndose a los campesinos en Colombia, habló del pobre como "sacramento de Cristo";(87) y en la Exhortación Apostólica Evangelii nuntiandi confirmó la vinculación entre el Evangelio de Cristo y la cuestión de la liberación de la miseria, como exigencia de la justicia y la caridad cristiana.(88)

63. Los Pastores de las Iglesias particulares en el Continente americano, confirmados por las orientaciones del Magisterio Pontificio, exhortan al mejor cumplimiento de los deberes cristianos para vencer el flagelo humillante de la miseria, ante estructuras de pecado que producen ricos siempre más ricos y pobres siempre más pobres. El Papa Juan Pablo II, hablando en el Continente americano, invitó al compromiso social en favor de la justicia y de una justa distribución de bienes.(89) Las Iglesias particulares en América, siguiendo esta invitación del Sucesor de Pedro, desarrollan una intensa pastoral de la solidaridad cristiana en favor de la infancia y de la mujer, de los campesinos y los obreros, de los enfermos y los prisioneros, de los emigrantes y los inmigrantes, los indigentes y los abandonados. En varias ocasiones los Obispos en América Latina han invitado a todo el Pueblo de Dios a ocuparse en modo particular del problema de la pobreza: proclamando que la autenticidad de la evangelización se manifiesta en el amor a los necesitados, llamando a un compromiso en el servicio a los hermanos que sufren y asumiendo una clara opción preferencial y solidaria por los pobres.(90)

Comunidades eclesiales y solidaridad

64. La IIª Conferencia General del Episcopado Latinoamericano de Medellín, definió la comunidad eclesial de base como la célula primera de la estructura eclesial, que en su propio nivel, es responsable de la riqueza y expansión de la fe, así como también de la promoción humana y del desarrollo.(91) El concepto de comunidad eclesial de base, volvió a ser nuevamente tema de la IIIª Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, que distinguió en ella tres notas características: la dimensión comunitaria, a través de la cual sus miembros entran en íntima relación interpersonal en la fe; la dimensión eclesial, según la cual la comunidad, que celebra los sacramentos, intenta vivir en la solidaridad fraterna y el compromiso de vida las implicaciones del mandamiento nuevo; la dimensión estructural, según la cual la comunidad, formada en modo estable por pocos miembros, es concebida como una célula viva y básica de una gran comunidad.(92) A estos elementos fundamentales el Papa Pablo VI, explicitando la dimensión eclesial que hace a la esencia de estas comunidades, agregó dos características fundamentales: la comunión con la Iglesia (local y universal) y la comunión con los Pastores y con el magisterio de la Iglesia.(93)

En muchas Iglesias locales en América Latina, estas pequeñas comunidades cristianas han sido consideradas como una opción pastoral decisiva para la renovación de la vida eclesial, dadas las enormes dimensiones y exigencias de la estructura diocesana y parroquial. Sin embargo, los mismos documentos del magisterio episcopal latinoamericano reconocen que en algunos lugares las comunidades de base han sido manipuladas por intereses políticos y apartadas de la comunión de los Obispos, perdiendo de este modo su sentido eclesial. (94) De todos modos, en las respuestas a los Lineamenta, se elogian las pequeñas comunidades eclesiales, como núcleos donde muchos cristianos pueden realizar una experiencia eclesial de comunión y solidaridad fraterna.

La deuda externa y el equilibrio de la economía global

65. La Iglesia que vive en América, mientras anuncia el Evangelio intenta siempre iluminar a los hombres y mujeres del Continente en la construcción de una fraternidad solidaria, donde reine la justicia y la paz. Los vínculos de solidaridad adquieren una importancia particular cuando se trata de la relación entre el Norte y el Sur, sobre todo en lo que se refiere al problema de la deuda externa. Las respuestas a los Lineamenta sugieren que los caminos de solución a una situación tan compleja, en el marco de la globalización de la economía internacional, sólo pueden encontrarse a partir de principios éticos básicos sobre los cuales cada una de las partes asuma solidariamente las responsabilidades en la construcción del futuro.(95)

Aún cuando la deuda externa no es la causa exclusiva de la pobreza de muchos países en vías de desarrollo, no puede desconocerse que ella ha contribuido a crear condiciones de extrema indigencia, que hoy se presentan como desafío urgente interpelando la conciencia de todos los miembros del Pueblo de Dios. Muchas son las características enumeradas en las respuestas al documento de preparación: carestía y miseria, carencia de lo necesario para la sobrevivencia, para la salud y la alimentación, desocupación, falta de una habitación digna y de educación, etc. Esta situación de sufrimiento en la que se encuentran tantas familias pobres de América, se hace presente en la población campesina y en los obreros de las ciudades, entre afroamericanos y amerindios. Un cristianismo comprometido en favor de la justicia, tiene delante de sí un amplio campo de acción. Muchas de las respuestas a los Lineamenta reafirman el llamado del Papa Juan Pablo II a encontrar una solución al problema de la deuda internacional "proponiendo el Jubileo como un tiempo oportuno para pensar entre otras cosas en una notable reducción, si no en una total condonación" de la misma.(96) Además, se sugiere tratar el tema en el contexto más amplio de la globalización de la economía mundial, buscando siempre un adecuado restablecimiento del orden de la justicia social.

Solidaridad y promoción de la cultura de la vida

66. El ser humano, llamado a una plenitud de vida que consiste en la participación en la vida divina, es el sujeto al cual la Iglesia anuncia la salvación realizada por Cristo a través de su misterio pascual. El Magisterio Pontificio de estos últimos tiempos revela la especial preocupación de los Papas por el tema de la familia y de la tutela de la vida humana en todas las fases de su existencia.(97) También la Iglesia en América ha manifestado a través de muchas iniciativas pastorales su adhesión a la preocupación del Sumo Pontífice por la promoción de la vida humana, quién recuerda en su Carta Encíclica Evangelium Vitae la responsabilidad que todo ser humano tiene delante de Dios en relación a la propia vida y a la del prójimo.(98) Entre las principales áreas de promoción de la vida, que señalan las respuestas a los Lineamenta, merecen citarse las siguientes:

  • La familia como lugar privilegiado donde nace la vida y se desarrolla la persona.(99) En esta área existen a nivel diocesano y nacional diversos institutos y organizaciones eclesiales para favorecer en las familias el sentido de la fidelidad conyugal, la paternidad responsable, la educación cristiana de los hijos, la solidaridad con las otras familias y, en general, el desarrollo del núcleo familiar como "iglesia doméstica" bajo el ejemplo de la Sagrada Familia de Nazaret. Una particular atención se da a la divulgación de los métodos naturales de planificación familiar, a la ayuda a las madres solteras y a los ancianos que no están integrados en las familias.
  • La asistencia sanitaria orientada a cubrir todas las etapas de la vida humana. En esta área la Iglesia desempeña una actividad no sólo de acompañamiento espiritual de los enfermos sino también, en algunos casos, de verdadera atención sanitaria colaborando con las iniciativas civiles en hospitales y centros de salud. Entre tantos campos de acción se indican: las enfermedades más graves como el cáncer y el SIDA, la drogadición, el alcoholismo, las discapacidades físicas y mentales, etc.
  • La bioética cristiana como conjunto de principios éticos en relación a la vida humana. En este campo se trata de iluminar, desde los valores del Evangelio, los nuevos problemas que la ciencia suscita con sus descubrimientos y novedades. Se señalan iniciativas como la creación de institutos de bioética, la preparación de agentes pastorales especializados, la inclusión de la temática en los programas de universidades católicas y seminarios, etc. Sin embargo las respuestas reconocen que aún queda mucho por hacer ante ese gran desafío del tiempo presente.
  • La promoción de una cultura de la vida ante el crecimiento de "una cultura contraria a la solidaridad, que en muchos casos se configura como verdadera cultura de muerte".(100) Muchos son los signos negativos que manifiestan una especie de "conjura contra la vida" en las sociedades de América: la violación de los derechos humanos, la legalización del aborto, la aceptación de la eutanasia, los programas de esterilización, etc. En reiteradas ocasiones los Obispos, individual y colegialmente, a través de la propia predicación y de documentos emanados por las Conferencias Episcopales, han alzado su voces de Pastores dirigiéndose al Pueblo de Dios y a todos los hombres de buena voluntad para hacer tomar conciencia de la responsabilidad individual y social en relación al don divino de la vida.

CONCLUSIÓN

67. La Asamblea Especial para América del Sínodo de los Obispos, además de inserirse en el proceso de preparación de la celebración jubilar del Tercer Milenio, representa para la historia de la Iglesia en América un acontecimiento de singular importancia. En efecto, la asamblea sinodal manifiesta la solicitud pastoral del Vicario de Cristo y de todos los Pastores del Pueblo de Dios que está en América, por congregar a la diversidad de pueblos y naciones en la confesión de una misma fe en Jesucristo vivo, camino de conversión, de comunión y de solidaridad. De este modo la celebración sinodal intenta dar una respuesta a los grandes desafíos del contexto socio-cultural americano, meditando a la luz del misterio de Jesucristo, el mismo ayer, hoy y siempre (cf. Hb 13,8), sobre los temas de la nueva evangelización, la promoción humana y la cultura cristiana en el Nuevo Mundo.

El Instrumentum laboris ofrece a la reflexión de los Padres sinodales la síntesis de las respuestas al cuestionario del documento de preparación. La exposición de los temas intenta reflejar la compleja realidad del Continente americano y ofrecer las bases para el debate sinodal, que constituye un momento de discernimento y diálogo fraterno de gran importancia. A través de la reflexión colegial sobre los temas planteados en el documento de trabajo podrán aflorar los problemas comunes y las enriquecedoras particularidades locales, los dones del Espíritu bajo formas de carismas y ministerios, así como los desafíos y las posibilidades que plantea la cultura contemporánea americana. Todo ello ayudará a la Iglesia que vive en el Continente a descubrir la propia identidad, mientras se empeña con renovado impulso en la tarea de la nueva evangelización.

68. Ante la desafiante tarea evangelizadora que representa el complejo panorama de la realidad del Continente americano, la Asamblea Especial para América del Sínodo de los Obispos desea proclamar con nueva fuerza el misterio de Jesucristo vivo, muerto y resucitado, viviente en el hoy de la historia y presente en modo particular en su Iglesia, para que todos descubran en Él:

  • el verdadero camino que conduce a la auténtica conversión personal y a la renovación de las estructuras sociales, para que la vida humana y la convivencia social puedan recibir la semilla del Reino de Dios y producir frutos de vida nueva, de paz, de justicia y de misericordia;
  • el verdadero camino que conduce a la comunión en la caridad, que hace visible a Aquel que por amor se hizo carne y puso su morada entre los hombres, para que todos puedan contemplar su gloria (cf. Jn 1,14) y participar del don divino de la civilización de amor;
  • el verdadero camino que conduce a la solidaridad, para que este ideal, que es una exigencia del bien común, sea respetado por todos los integrantes de la familia humana y prevalezca frente a la caduca voluntad de dominio.(101)

69. Así como los Apóstoles junto a María perseveraron en la oración y recibieron la fuerza del Espíritu Santo para dar comienzo a la proclamación de la Buena Noticia (cf. Hch 2,1-13), así también los Pastores del Pueblo de Dios en América, congregados en la fe junto al Sucesor de Pedro y bajo la protección de la Madre de Dios y Madre de la Iglesia, invocan la efusión del Espíritu Santo para continuar con renovadas fuerzas la misión de anunciar el mensaje de la salvación en medio de los gozos y la esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres y mujeres americanos de nuestro tiempo.(102) María Santísima de Guadalupe, Estrella de la Primera y de la Nueva Evangelización guíe los pasos de quienes peregrinan en el Continente americano hacia el encuentro con Jesucristo vivo, Señor del tiempo y de la eternidad: "el Alfa y la Omega, el Primero y el Último, el Principio y el Fin" (Ap 22,13).

I N D I C E

Presentación III

Introducción 1

El tema de la Asamblea Especial 1

La identidad religiosa de América 2

Primera Parte: ENCUENTRO CON JESUCRISTO VIVO

Capítulo I: El misterio de Cristo 5

El misterio de Cristo y la persona humana 5

Anunciar la verdad completa sobre el misterio de Jesucristo 6

El misterio de Jesucristo anunciado al hombre y a la cultura 8

Capítulo II:

El anuncio de Jesucristo en el contexto cultural de América 11

Evangelio y cultura 11

Evangelio y culturas indígenas y afroamericanas 12

Evangelio y culturas de pueblos inmigrantes 14

Evangelio y piedad popular 15

Evangelio y educación 18

Evangelio y medios de comunicación social 21

Segunda Parte:
JESUCRISTO VIVO, CAMINO PARA LA CONVERSIÓN

Capítulo I: La conversión a Jesucristo 21

El encuentro con Jesucristo

vivo provoca la conversión 21

La Iglesia predica la conversión 22

Capítulo II: La conversión en la Iglesia y en la sociedad 23

Signos concretos del despertar religioso en la Iglesia 23

Aspectos urgidos de conversión en la realidad intraeclesial 25

Aspectos positivos de la sociedad contemporánea

en relación al Evangelio 27

Aspectos de la sociedad contemporánea

que necesitan conversión 28

Tercera Parte:
ENCUENTRO CON JESUCRISTO VIVO, CAMINO PARA LA COMUNIÓN

Capítulo I: La Comunión en Jesucristo 31

Jesucristo el Evangelizador 31

La evangelización para la comunión en América 32

Capítulo II:

La Eclesiología de la comunión en el Conc. Vaticano II 33

Los fundamentos eclesiológicos: fe, sacramentos y misión 33

La Comunión de la Iglesia Católica en América 35

La influencia y la recepción del Concilio Vaticano II 37

Capítulo III: Dificultades para la comunión intraeclesial 39

Factores de división 39

Pasos en orden a superar las divisiones 41

Capítulo IV:

La Iglesia Católica en el contexto religioso de América 42

Generalidades 42

Ecumenismo 43

Diálogo interreligioso 44

Nuevos movimientos religiosos y sectas 45

La Iglesia Católica como una comunidad evangelizadora 49

Cuarta Parte:
ENCUENTRO CON JESUCRISTO VIVO, CAMINO PARA LA SOLIDARIDAD

Capítulo I:

La revelación en Jesucristo y la solidaridad divina 50

La solidaridad en la Alianza del Antiguo Testamento 50

La solidaridad en la Nueva Alianza 51

Capítulo II: Iglesia y solidaridad 52

La conciencia solidaria de la Iglesia en América 52

La ayuda solidaria que recibe la Iglesia en América 54

La Doctrina Social de la Iglesia 55

Capítulo III: Campos de solidaridad en América 56

El desafío del Evangelio 56

Solidaridad y amor a los Pobres 58

Comunidades eclesiales y solidaridad 60

La deuda externa y el equilibrio de la economía global 61

Solidaridad y promoción de la cultura de la vida 62

Conclusión 65

Índice 67

N O T A S

(1) Cf. Juan Pablo II, Carta Apostólica Tertio millennio adveniente (10 de noviembre de 1994), 38: AAS 87 (1995), 30. Cf. también, como antecedente: Discurso inaugural, IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (12 de octubre de 1992), 17: L'Osservatore Romano, Supl., 16 de octubre de 1992, p. IX;

(2) Cf. Asamblea Especial para América, Lineamenta 2.

(3) Esta pequeña isla, llamada Guanahani, fue rebautizada por Cristóbal Colón con el nombre de San Salvador, sin embargo hoy se la conoce como isla Watling y se encuentra en Las Bahamas.

(4) Cf. Juan Pablo II, Carta Apostólica a los Religiosos y Religiosas de América Latina con motivo del V Centenario de la Evangelización del Nuevo Mundo, 29 de junio de 1990, 1: AAS 83(1991), 22.

(5) Cf. Juan Pablo II, Carta Encíclica Redemptor hominis (4 de marzo de 1979), 10: AAS 71 (1979), 275.

(6) Juan Pablo II, Ibidem, 13: AAS 71 (1979), 282.

(7) Cf. San Agustín, Confesiones I,1: CCL 27,1.

(8) Juan Pablo II, Carta Encíclica Redemptor hominis (4 de marzo de 1979), 4: AAS 71 (1979), 261.

(9) Cfr. Ibidem, 7: AAS 71 (1979), 268.

(10) Cf. Ibidem, 9-10: AAS 71 (1979), 272-275.

(11) Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual Gaudium et spes, 22.

(12) Cf. Juan Pablo II, Carta Encíclica Redemptor hominis 11: AAS 71 (1979), 277.

(13) Pablo VI, Exhortación Apostólica Evangelii Nuntiandi (8 de diciembre de 1975) 27: AAS 68 (1976), 23.

(14) Juan Pablo II, Discurso a la Asamblea del Consejo Episcopal Latinoamericano, Port-au-Prince, Haití (9 de marzo de 1983) III: AAS 75 (1983), 778.

(15) Juan Pablo II, Discurso inaugural, IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (12 de octubre de 1992), 20: L'Osservatore Romano, Supl., 16 de octubre de 1992, XIII.

(16) Pablo VI, Exhortación Apostólica Evangelii nuntiandi (8 de diciembre de 1975), 20: AAS 68 (1976), 19.

(17) Ibidem, 19: AAS 68 (1976), 18.

(18) Ibidem, 20; AAS 68 (1976), 18; Cf. Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual Gaudium et Spes, 53.

(19) Juan Pablo II, Carta Encíclica Redmptoris missio (7 de diciembre de 1990) 52: AAS 83 (1991), 300.

(20) Documento de la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano de Puebla (1979), 386.

(21) Juan Pablo II, Discurso a los representantes del mundo de la cultura en la Universidad Católica de Santiago de Chile, (3 de abril de 1987), 2: AAS 80 (1988), 158.

(22) Juan Pablo II, Carta fundacional al Pontificio Consejo de la Cultura (20 de mayo de 1982): texto original italiano en L'Osservatore Romano, 21-22 de mayo de 1982, 3.

(23) Cfr. Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual Gaudium et Spes, 4-9.

(24) Juan Pablo II, Carta Encíclica Redemptoris missio (7 de diciembre de 1990) 54: AAS 83 (1991), 301.

(25) Los documentos del Magisterio del Santo Padre Juan Pablo II sobre esta temática son abundantes: Discurso a los indígenas del Amazonas, Manaos, 10 de julio de 1980; Discurso a los indígenas de Guatemala, Quetzaltenango, 7 de marzo de 1983; Discurso a los indígenas de Ecuador, Latacunga, 31 de enero de 1985; Discurso a los indígenas del Perú, Iquitos, 14 de febrero de 1985; Discurso a los indios de América del Norte, Phoenix, 14 de septiembre de 1987; Discurso a los pueblos indígenas de Canadá, Fort simpson, 20 de septiembre de 1987; Discurso a los poblaciones autóctonas del Paraguay, Misión de "Santa Teresita", 17 de mayo de 1988; Carta Apostólica a los Religiosos y Religiosas de América Latina con motivo del V Centenario de la Evangelización del Nuevo Mundo, 29 de junio de 1990, 7: AAS 83 (1991), 26-27; Mensaje a los indígenas del continente americano, Santo Domingo 12 de octubre de 1992; Mensaje a los afroamericanos del Continente americano, Santo Domingo, 12 de octubre de 1992; Discurso a las comunidades autóctonas de México y de otros países latinoamericanos, Izamal 11 de agosto de 1993. También han hablado abundantemente sobre los indígenas las Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano de: Río de Janeiro, 84; Medellín 1,14; 4,3; 12,11; Santo Domingo, 20, 107, 110, 245, 248; y sobre los afroamericanos: Puebla 365, 410, 415; Santo Domingo 107, 110, 167, 244 y 249.

(26) Entre los santos más populares merecen citarse, entre otros: los mártires Juan de Brebeuf, Isaac Jogues y sus compañeros, Roque González; los santos: Rosa de Lima, Toribio de Mogrovejo, Francisca Xavier Cabrini, Martín de Porres, Elizabeth Ann Seton, Juan Macías, Rose Philippine Duchesne, Ezequiel Moreno, Pedro Claver, Francisco Solano, Teresa de Los Andes, Francisco Febres Cordero, María Ana de Jesús Paredes y Flores; los beatos: Kateri Tekawitha, Junipero Serra, Katherine Drexel, Juan Diego, María de la Encarnación, Miguel Pro y Rafael Guizar y Valencia, María de San José, José de Anchieta y tantos otros santos y beatos que han dado testimonio del Evangelio en América.

(27) Juan Pablo II, Discurso inaugural, IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (12 de octubre de 1992), 24: L'Osservatore Romano, Supl., 16 de octubre de 1992, XIV; Cfr. Documento de la III Conferencia General del Episopado Latinoamericano de Puebla, 446; Documento de la IV Conferencia General del Episopado Latinoamericano de Santo Domingo, 15.

(28) Juan Pablo II, Ibidem, 31: L'Osservatore Romano, Supl., 16 de octubre de 1992, XV; Cf. Carta Apostólica a los Religiosos y Religiosas de América Latina con motivo del V Centenario de la Evangelización del Nuevo Mundo, 29 de junio de 1990, 31: AAS 83(1991), 45.

(29) Juan Pablo II, Carta Encíclica Redemptoris missio (7 de diciembre de 1990) 37: AAS 83 (1991), 284.

(30) Cf. Idem.

(31) Pablo VI, Constitución Apostólica Paenitemini (17 de febrero de 1966), I: AAS 58 (1966), 179.

(32) Cf. Juan Pablo II, Exhortación Apostólica post-sinodal Reconciliatio et paenitentia (2 de diciembre de 1984), 4: AAS 77 (1985) 189-19

(33) Juan Pablo II, Homilía en el Santuario Mariano de Zapopan (México - 30 de enero de 1979), 3: AAS 71 (1979), 230. Cfr. también: Documento de la III Conferencia General del Episopado Latinoamericano de Puebla, 452.

(34) Cf. Documento de la IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano de Santo Domingo, 30.

(35) Juan Pablo II, Carta Apostólica Tertio millennio adveniente (10 de noviembre de 1994) 36: AAS 87(1995), 27.

(36) Cf. Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual Gaudium et spes, 1.

(37) Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución sobre la Sagrada liturgia Sacrosanctum concilium, 14.

(38) Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución dogmática sobre la Iglesia Lumen gentium, 33-34.

(39) Ibidem, 8.

(40) Cf. Idem.

(41) Juan Pablo II, Discurso al Consejo Permanente de la Conferencia Episocpal Italiana (23 de enero de 1979) 3: AAS 71 (1979), 366.

(42) Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Catechesi tradendae (16 de octubre de 1979), 35-50: AAS 71 (1979), 1307-1317.

(43) Cf. III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano de Puebla, 940: "Celebrar la liturgia con expresiones culturales, según una sana creatividad. Promover adaptaciones adecuadas, de manera particular a los grupos étnicos y al pueblo sencillo; pero con el cuidado de que la Liturgia no sea instrumentalizada para fines ajenos a su naturaleza, se guarden fielmente las normas de la Santa Sede y se eviten las arbitrariedades en las celebraciones litúrgicas".

(44) Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual Gaudium et spes, 4.

(45) Juan Pablo II, Carta Encíclica Redemptoris missio (7 de diciembre de 1990), 59: AAS 83 (1991), 307.

(46) Juan Pablo II, Carta Apostólica Tertio millenio adveniente (5 de noviembre de 1994), 51: AAS 87 (1995), 36.

(47) Pablo VI, Exhortación Apostólica Evangelii nuntiandi (8 de diciembre de 1975), 7: AAS 68 (1976), 9.

(48) Congregación para la Doctrina de la Fe, Carta a los Obispos de la Iglesia Católica sobre algunos aspectos de la Iglesia considerada como comunión (28 de mayo de 1992) 3: AAS 85 (1993), 839.

(49) Cf. IIª Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de los Obispos, Vigésimo aniversario de la conclusión del Concilio Ecuménico Vaticano II, Mensaje al Pueblo de Dios (7 de diciembre de 1985).

(50) Cf. Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución dogmática sobre la Divina Revelación, Dei Verbum, 2, 4, 17.

(51) Cf. Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución dogmática sobre la Iglesia Lumen gentium, 1, 3, 48.

(52) Cf. Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución sobre la Sagrada Liturgia Sacrosanctum concilium, 5-10, 47-48.

(53) Cf. Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual Gaudium et spes, 42.

(54) Concilio Ecuménico Vaticano II, Decreto sobre el Ecumenismo Unitatis redintegratio, 2.

(55) Cf. Secretaría de Estado, Annuarium Statisticum Ecclesiae, Typis Vaticanis 1995, 16.

(56) Sobre las comunidades eclesiales de base: cf. Pablo VI, Exhortación Apostólica Evangelii nuntiandi (8 de diciembre de 1975), 58: AAS 68 (1976), 46-49; Juan Pablo II, Carta Encíclica Redemptoris missio (7 de diciembre de 1990), 51: AAS 83 (1991), 298-299; Exhortación Apostólica post-sinodal Ecclesia in Africa (14 de septiembre de 1995), 89: AAS 88 (1996), 56. Sobre la teología de la liberación: cf. Congregación para la Doctrina de la fe, Instrucción sobre la libertad cristiana y la liberación, Libertatis conscientia (22 Marzo 1986), AAS 79 (1987), 554-599.

(57) Cf. Juan Pablo II, Exhortación Apostólica post-sinodal Christifideles laici (30 de diciembre de 1988), 19: AAS 81 (1989), 424.

(58) Cf. Ibidem, 20: AAS 81 (1989), 426.

(59) Cf. Juan Pablo II, Exhortación Apostólica post-sinodal Vita consecrata (25 de marzo de 1996), 14-16, 41-58, 72-74: AAS 88 (1996) 387-390, 414-431, 447-450.

(60) Cf. Asamblea Especial para América, Lineamenta, 39.

(61) Juan Pablo II clarificó el rol específico de los laicos, del clero y de los religiosos en el contexto de una visión de la Iglesia como comunión en las Exhortaciones Apostólicas post-sinodales: Christifideles laici (30 de diciembre de 1988), 18-31: AAS 81 (1989), 421-448.; Pastores dabo vobis (25 de marzo de 1992),11-18: AAS 84 (1992), 673-686; y Vita consecrata (25 de marzo de 1996) 41-58: AAS 88(1996), 414-431.

(62) Cf. Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución dogmática sobre la Iglesia Lumen gentium, 8.

(63) Una distinción similar es hecha por los Obispos de las Comisiones Ecuménicas y de Asuntos Hispánicos de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos de América y de la Sección Ecuménica del C.E.L.AM., en la relación titulada Fostering Ecumenism in the U.S. Hispanic Community, Origins 24, 1994-1995, 659: "Reco- nocemos que existe una diferencia entre aquellas iglesias cristianas históricas y las comunidades de iglesias, que están abiertas al diálogo y a la búsqueda de una mayor unidad, y aquellos grupos cristianos que no están abiertos al diálogo, algunos de los cuales asumen una actitud negativa respecto al Catolicismo y también esos movimientos agresivos, que están fuera de la comunidad cristiana. Somos conscientes que tenemos relaciones diferentes con todos estos grupos" (texto original en inglés).

(64) Cf. Concilio Ecuménico Vaticano II, Decreto sobre el Ecumenismo Unitatis redintegratio, 8a; Juan Pablo II, Carta Encíclica Ut Unum Sint (25 de mayo de 1995), 21-27: AAS 87 (1995) 934-938.

(65) Cf. Card. Joseph Ratzinger, Conferencia en el Encuentro de Presidentes de las Comisiones Episcopales de América Latina para Doctrina de la Fe, (mayo 1996, Guadalajara, México): L'Osservatore Romano, edición semanal española (1º de noviembre de 1996), 4-6.

(66) Cf. Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, Directorio para la aplicación de los principios y normas sobre el ecumenismo (25 de marzo de 1993), 36: AAS 85 (1993), 1052. Este documento distingue claramente entre actividades ecuménicas y la respuesta al desafío que representan las sectas y los nuevos movimientos religiosos, estableciendo como criterio para esta distinción el mutuo reconocimiento de las partes que intervienen en la relación y una cierta comunión ya existente, aunque imperfecta, entre las mismas. Para una profundización sobre el tema véase el documento del mismo Pontificio Consejo titulado Sects or New Religious Movements: A Pastoral Challenge, en "Information Service", N. 61, 1986, 144-154 (texto original en inglés).

(67) Cf. Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, Documento de estudio del grupo mixto de trabajo entre la Iglesia Católica y el Consejo Ecuménico de las Iglesias, Le defí du prosélytisme et l'appel au témoignage commun (25 de septiembre de 1995), 19: Service d'Information, 91 (1996), 80 (texto original en francés).

(68) Cf. Card. Joseph Ratzinger, Conferencia en el Encuentro de Presidentes de las Comisiones Episcopales de América Latina para Doctrina de la Fe (mayo 1996, Guadalajara, México): L'Osservatore Romano, edición semanal española (1º de noviembre de 1996), 5.

(69) Cf. Documento de la IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano de Santo Domingo (1992), 139-152.

(70) Cf. Juan Pablo II, Carta Apostólica Tertio millennio adveniente (10 de noviembre de 1994), 38: AAS 87 (1995), 30; Discurso inaugural, IV Conferencia del Episcopado Latinoamericano (Santo Domingo - 12 de octubre de 1992), 17: L'Osservatore Romano, Supl., 16 de octubre de 1992, IX; Asamblea Especial para América, Lineamenta 2.

(71) Cf. CONGREGACION PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Instrucción sobre la libertad cristiana y la liberación, Libertatis conscientia (22 de marzo de 1986),44-45: AAS 79 (1987), 571-573 .

(72) Cf. Asamblea Especial para América, Lineamenta, 65.

(73) Cf. PIO XI, Encíclica Quadragesimo anno (15 de mayo de 1931): AAS 23 (1931), 177-228; JUAN XXIII, Encíclica Mater et magistra (15 de mayo de 1961): AAS 53 (1961), 401-464; Encíclica Pacem in terris (11 de abril de1963): AAS 55 (1963), 257- 304; PABLO VI, Encíclica Populorum progressio (26 de marzo de 1967): AAS 59 (1967), 257-299; Carta Apostólica Octogesima adveniens (15 de mayo de1971): AAS 63 (1971), 401-441; JUAN PABLO II, Encíclica Laborem exercens (14 de septiembre de 1981): AAS 73 (1981), 577-647; Encíclica Sollicitudo rei socialis (30 de diciembre de1987): AAS 80 (1988), 513-586.

(74) Cf. JUAN PABLO II, Discurso a los participantes de la primera reunión conjunta sobre la cooperación internacional para el desarrollo africano, La solidaridad humana es respeto de la dignidad (22 de noviembre de 1984), 3: Insegnamenti VII (1984), 1266 (texto original en inglés).

(75) Cf. Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual Gaudium et spes, 4.

(76) Cf. JUAN PABLO II, Encíclica Centesimus annus (1º de mayo de 1991), 39: AAS 83(1991), 841-843; Concilio Ecuménico Vaticano II, Decreto sobre el apostolado de los seglares Apostolicam actuositatem, 11.

(77) Cf. PABLO VI, Carta Apostólica Octogesima adveniens (15 de mayo de1971) 4: AAS 63 (1971), 403-404; JUAN PABLO II, Encíclica Sollicitudo rei socialis (30 de diciembre de1987), 8: AAS 80 (1988): 520; Discurso inaugural de la Conferencia de Puebla (28 de enero de 1979) III, 7: AAS 71 (1979), 203.

(78) Cf. Congregacion para la Doctrina de da Fe, Instrucción sobre la libertad cristiana y la liberación, Libertatis conscientia (22 de marzo de 1986), 73: AAS 79 (1987), 586.

(79) Juan Pablo II, Encíclica Redemptor hominis, (4 de marzo de 1979),14: AAS 71(1979), 284-286.

(80) Cf. Juan Pablo II, Carta encíclica Redemptoris missio (7 de diciembre de 1990), 59: AAS 83 (1991), 307-308.

(81) Cf. Pablo VI, Exhortación Apostólica Evangelii nuntiandi (8 de diciembre de 1975), 31:AAS 68 (1979), 26-27.

(82) Cf. Pontificia Comisión "Justicia y Paz", Al servicio de la comunidad humana: Una consideración ética de la deuda internacional (27 de diciembre de 1986).

(83) Cf. Pablo VI, Carta Apostólica Octogesima adveniens (15 de mayo de1971) 18- 19: AAS 63 (1971), 414-415; Juan Pablo II, Encíclica Laborem exercens (14 de septiembre de 1981),18: AAS 73 (1981), 622-625.

(84) Cf. Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución pastoral sobre la iglesia en el mundo actual Gaudium et spes, 26.

(85) Cf. JUAN XXIII, Radiomensaje (11 de septiembre de 1962): AAS 54 (1962), 682.

(86) Cf. Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución dogmática sobre la Iglesia, Lumen gentium, 8.

(87) Cf. Pablo VI, Discurso a los campesinos de Colombia (23 de agosto de 1968): AAS 60 (1968) 620.

(88) Cf. Pablo VI, Exhortación Apostólica Evangelii nuntiandi (8 de diciembre de 1975) 38: AAS 68 (1976), 30.

(89) Cf. Juan Pablo II, Discurso inaugural de la IIIª Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (28 de enero de 1979 - Puebla) III, 1-7: AAS 71 (1979), 198-204.

(90) Cf. IIIª Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (1979 - Puebla) 382, 707, 1134.

(91) Cf. IIª Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (1968 - Medellín) XV, 10.

(92) Cf. IIIª Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (1979 - Puebla) 641.

(93) Cf. Pablo VI, Exhortación Apostólica Evangelii nuntiandi (8 de diciembre de 1975) 58: AAS 68 (1976), 46-49.

(94) Cf. IIIª Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (1979- Puebla) 98, 630.

(95) Cf. Pontificia Comisión "Iustitia et Pax", Al servicio de la comunidad humana: una consideración ética de la deuda internacional (27 de diciembre de 1986).

(96) Cf. Juan Pablo II, Carta Apostólica Tertio millennio adveniente (10 de noviembre de 1994), 51: AAS 87 (1995), 36.

(97) Cf. Pablo VI, Encíclica Humanae vitae (25 julio 1968): AAS 60 (1968) 481-503; Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Familiaris consortio (22 de noviembre de 1981): AAS 74 (1982) 81-191, Encíclica Evangelium vitae (25 marzo 1995): AAS 87 (1995) 401-522.

(98) Cf. Juan Pablo II, Encíclica Evangelium vitae (25 marzo 1995) 75-77: AAS 87 (1995) 488-490.

(99) Cf. Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Familiaris consortio (22 de noviembre de 1981) 18-64: AAS 74 (1982) 100-158.

(100) Juan Pablo II, Carta Encíclica Evangelium vitae (25 marzo 1995) 12: AAS 87 (1995) 414.

(101) Cf. Juan Pablo II, Discurso inaugural de la IVª Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, III, 15: L'Osservatore Romano, Supl., 16 de octubre de 1992, XII.

(102) Cf. Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual, Gaudium et spes, 1.

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