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NACE LA FUNDACIÓN VATICANA JUAN PABLO I

LA ACTUALIDAD DEL PAPA LUCIANI

 

En respuesta a la propuesta de crear un ente destinado a profundizar en la figura, el pensamiento y las enseñanzas de Juan Pablo I (26 de agosto de 1978 - 28 de septiembre de 1978), el Santo Padre Francisco estableció la Fundación Vaticana Juan Pablo I el 17 de febrero.

El Papa Juan Pablo I ha sido y sigue siendo un punto de referencia en la historia de la Iglesia universal, cuya importancia —como había señalado san Juan Pablo II— es inversamente proporcional a la duración de su brevísimo pontificado: “magis ostentus quam datus”.

La historia de Albino Luciani es la de un pastor cercano al pueblo, centrado en lo esencial de la fe y con una extraordinaria sensibilidad social. Su magisterio es actual. La proximidad, la humildad, la sencillez, la insistencia en la misericordia de Dios, el amor al prójimo y la solidaridad son los aspectos más destacados. Fue un obispo que vivió la experiencia del Concilio Ecuménico Vaticano II, la aplicó y en su breve pontificado hizo avanzar a la Iglesia por los principales caminos indicados por el concilio: vuelta a las fuentes del Evangelio y una renovada misionariedad, colegialidad episcopal, servicio en la pobreza eclesial, búsqueda de la unidad de los cristianos, diálogo interreligioso, diálogo con el mundo contemporáneo y diálogo internacional, llevado a cabo con perseverancia y determinación, en favor de la justicia y la paz.

Pienso, por ejemplo, en sus audiencias generales y en su insistencia en la pobreza eclesial, la fraternidad universal y el amor activo por los pobres: quería incluir entre los preceptos tradicionales de la Iglesia un mandato sobre las obras de solidaridad y lo había propuesto a los obispos italianos.

Pienso en su llamamiento en el Ángelus del 10 de septiembre de 1978 en favor de la paz en Oriente Medio, con la invitación a la oración dirigida a los Presidentes de diferentes religiones. Un llamamiento que ya había expresado en su discurso al Cuerpo Diplomático el 31 de agosto, en el que, liberándose de las presunciones de protagonismo geopolítico, definió la naturaleza y la peculiaridad de la acción diplomática de la Santa Sede desde el punto de vista de la fe. Al recibir entonces a los más de cien representantes de las misiones internacionales presentes en la inauguración de su pontificado, destacó que “nuestro corazón está abierto a todos los pueblos, a todas las culturas y a todas las razas”, y luego afirmó: “Ciertamente no tenemos soluciones milagrosas para los grandes problemas mundiales, pero podemos dar algo muy valioso: un espíritu que ayude a resolver estos problemas y los sitúe en la dimensión esencial, la de la apertura a los valores de la caridad universal para que la Iglesia, humilde mensajera del Evangelio para todos los pueblos de la tierra, pueda contribuir a crear un clima de justicia, de fraternidad, de solidaridad y de esperanza sin el cual el mundo no puede vivir”.

Y así, siguiendo la estela de la Constitución Conciliar Gaudium et Spes, y de tantos mensajes de san Pablo VI, se movió en el surco de la gran diplomacia que muchos frutos han dado a la Iglesia alimentándola con la caridad.

Con su repentina muerte, esta historia de la Iglesia empeñada en servir al mundo no se interrumpió. La perspectiva marcada por su breve pontificado no fue un paréntesis. Aunque el gobierno de la Iglesia de Juan Pablo I no pudo desarrollarse en la historia, sin embargo ayudó —explevit tempora multa— a fortalecer el diseño de una Iglesia cercana al dolor del pueblo y su sed de caridad. A través de la causa de canonización de Juan Pablo I, se ha logrado hoy la adquisición de las fuentes, iniciando un trabajo de investigación y elaboración importante desde el punto de vista histórico e historiográfico.

Por lo tanto, ahora es posible devolver la memoria del Papa Luciani, para que su valor histórico pueda ser plenamente restaurado en las contingencias históricas cruzadas con el rigor analítico que le corresponde y abrir nuevas perspectivas de estudio sobre su obra. A este respecto, el establecimiento de una nueva Fundación ad hoc puede cumplir legítimamente la tarea no sólo de proteger todo el patrimonio de los escritos y la obra de Juan Pablo I, sino también de fomentar el estudio sistemático y la difusión de su pensamiento y espiritualidad. Tanto más motivado por la consideración de cómo su figura y su mensaje son extraordinariamente actuales.

 

Card. Pietro Parolin