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DISCURSO DEL SR. D. URHO KEKKONEN, PRESIDENTE DE FINLANDIA, AL SANTO PADRE PABLO VI* Lunes 1 de febrero de 1971 Santidad: Me alegra poder transmitir en estos momentos a Su Santidad el respetuoso homenaje del pueblo finlandés. Desde la entrega de las Cartas Credenciales de mi Embajador, en diciembre de 1968, Su Santidad ha manifestado que la Santa Sede se siente orgullosa y honrada de tener relaciones con Finlandia. Ello se debe, en primer lugar, a su historia: como muy bien señalaba Su Santidad, el cristianismo se encuentra en los orígenes de esta historia y la ha acompañado siempre en su desarrollo. En efecto, la llegada del cristianismo a Finlandia, hace ocho siglos, es el punto de partida de un complejo desarrollo cuyo fruto final es la Finlandia de hoy. Es cierto que la comunidad romano-católica es hoy en Finlandia poco numerosa. Pero la Iglesia católica ha aportado una valiosa contribución a la vida espiritual de la Nación. Yo quiero resaltar el enriquecimiento que la vida cultural de mi País recibe de las actividades de la Iglesia católica. Por otra parte, también señalaba Su Santidad en diciembre de 1968 que los católicos de Finlandia tenían relaciones de amistad con sus hermanos cristianos, los luteranos-evangélicos, quienes forman la mayoría de la población finlandesa. La apreciación era exacta: el espíritu de tolerancia que reina en Finlandia entre las diferentes religiones, es decir, entre luteranos, católicos, griegos-cristianos, musulmanes y judíos, así como el respectivo testimonio que se dan unos a otros, es, en efecto, uno de los rasgos característicos de los finlandeses. Haciendo uso de la palabra durante la cuarta asamblea general de la Federación Mundial de Luteranos, celebrada en Helsinki en 1963, al evocar la reforma en Finlandia, tuve ocasión de declarar: «Los defectos en la vida de la Iglesia son menores en Finlandia que en otros Países de Europa. Por eso la reforma en Finlandia ha sido relativamente moderada. El cambio más notable producido por la reforma en Finlandia ha sido el dar a la lengua del pueblo el lugar que le correspondía como lengua del culto y del servicio religioso». Me alegra constatar que a partir de 1963 las relaciones entre la Iglesia católica y los Luteranos han conocido una feliz evolución, como lo atestigua, entre otras cosas, el hecho de que uno de los principales oradores ante la quinta asamblea general de la Federación Luterana, celebrada en Evian en julio último, haya sido un miembro del Colegio de cardenales. La tarea renovadora, valientemente emprendida en tantos campos por la Iglesia católica, atrae el respeto de todos los hombres de buena voluntad. Ya había previsto esta tarea el venerado predecesor de Su Santidad, el Papa Pío XII; su sucesor, el mundialmente amado Juan XXIII, le dio comienzo y Su Santidad está decidido a llevarla a cabo con una decisión y una energía infatigables. Yo, deseo ante todo expresar mi admiración por los esfuerzos incansables que Su Santidad realiza para el robustecimiento de la paz y de la dignidad humana en el mundo. Su Santidad no ha dudado en visitar todos los continentes para llevar a los hombres el mensaje de paz y de caridad. Todos los hombres de buena voluntad, sin distinción de religión, han sido sensibles a su mensaje. Cuando, hace casi 30 años, durante la segunda guerra mundial, se establecieron las relaciones diplomáticas entre Finlandia y la Santa Sede, aquel acto estaba relacionado precisamente con nuestra búsqueda de la paz. Nuestras mutuas relaciones diplomáticas significan para nosotros algo de gran valor. Ellas nos han permitido y nos permitirán en adelante la posibilidad de un diálogo fructífero en el robustecimiento de la paz en el mundo. La Santa Sede y Finlandia siguen en muchos puntos una política exterior similar. Finlandia quiere permanecer como la Santa Sede neutral en los conflictos entre Estados. Pero cuando se trata de la causa de la paz, ni la una ni la otra permanecemos neutrales: nos declaramos a favor de la paz, en contra de la guerra. A este propósito he podido notar con particular satisfacción el positivo interés que muestra la Santa Sede en favor de la iniciativa de Finlandia para una conferencia sobre la seguridad europea. Una importante prueba de su política de defensa de la paz ha sido su reciente decisión al adherirse al pacto de no proliferación de las armas atómicas. Aprovecho esta ocasión para desear a Su Santidad las fuerzas y el valor necesarios que le permitan proseguir el cumplimiento de su gran misión.
*L' Osservatore Romano, edición semanal en lengua española, n°6, p.7. |