Hermanos y hermanas jóvenes de Europa:
La fe cristiana nos ha guiado, como una luminosa estrella hasta esta plaza, testigo de mil años de peregrinación a la tumba del apóstol Santiago y signo emblemático de la culminación feliz del secular «Camino de Santiago», que ha constituido un elemento clave para la aproximación y la comprensión mutua entre los diferentes pueblos de Europa, tan diversos entre sí.
Hoy damos gracias a Dios por el camino que durante días o semanas habéis recorrido y compartido peregrinando hasta esta ciudad de Compostela, cuna espiritual de Europa y símbolo de su unidad. Damos gracias también por las inolvidables experiencias de acogida fraterna, diálogo constructivo y comunión eclesial vividas estos días con ocasión del Encuentro Europeo de Jóvenes. Han sido jornadas de paz y reconciliación, amistad y solidaridad. Un tiempo de gracia, un verdadero «jubileo» llamado a no acabar con el final del Encuentro, sino a difundirse por los caminos, ciudades y naciones de Europa, impregnando de luz y esperanza el trabajo, la vida y la cultura de los hombres y mujeres del Continente.
1. El saludo del Papa
En esta solemne ocasión me complace dirigir un saludo muy cordial a todos los presentes. En nombre del Santo Padre Juan Pablo II y mío propio saludo a Mons. Julián Barrio Barrio, Pastor de esta Archidiócesis de Santiago que acoge el Encuentro Europeo de Jóvenes. En su persona agradezco a los miembros de la Iglesia Compostelana todo el empeño que han puesto para la realización de este Encuentro. Saludo asimismo a los Señores Cardenales y Obispos concelebrantes, que han venido hasta Santiago acompañando a los jóvenes de sus diócesis. Saludo cordialmente a los sacerdotes, religiosos y religiosas, y a los responsables de la pastoral juvenil. Agradezco también la presencia de Su Alteza Real Don Felipe de Borbón, Príncipe de Asturias, y de las demás autoridades civiles que han querido estar presentes y les quedo reconocido por la cooperación que generosamente han prestado.
De forma especial me dirijo a vosotros, jóvenes de los diversos pueblos de Europa: latinos y germanos, celtas y anglosajones, nórdicos y eslavos. Os hablo a vosotros, que sois la esperanza de la Iglesia y de la sociedad de nuestro amado Viejo Continente.
Para todos soy portador del saludo y del afecto del Santo Padre Juan Pablo II, que por mi medio os renueva la estima y la gran confianza que tiene en vosotros. El Papa espera mucho de vuestro compromiso cristiano y de vuestro testimonio valiente. A las puertas del Gran Jubileo del 2000, momento crucial que nos disponemos a vivir, sois la generación llamada a protagonizar los primeros decenios del nuevo milenio. La responsabilidad es grande. Recordad lo que el Santo Padre os decía en el mensaje que ayer es cuchamos durante la Vigilia: «Queridos Jóvenes: No defraudéis a Cristo que, lleno de amor, os llama a su seguimiento... Tomad en vuestras manos el bordón del peregrino -que es la Palabra de Dios- y andad los senderos de Europa anunciando con valentía la Buena Noticia de Cristo». El Papa os invitaba a ser los nuevos apóstoles del Señor para construir «una Europa unida y amante de la paz, fiel a sus raíces cristianas y a los valores auténticos... una Europa que pueda ser todavía faro de civilización y estímulo de progreso para el mundo».
2. El mensaje siempre perenne de Cristo
En el Evangelio que acabamos de escuchar Jesús se acerca a sus discípulos caminando sobre las aguas y les dice: «¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!» (Mt 14, 27). Hoy también Jesús se dirige a vosotros, jóvenes de Europa, y os dice: ¡No tengáis miedo! Aunque las olas del egoísmo sacudan con fuerza la barca común de Europa y los vientos de la llamada cultura de la muerte se ciernan sobre vosotros... ¡tened ánimo, no dudéis!: Cristo, Señor del tiempo y de la historia, está siempre con vosotros dispuesto a extender su mano y agarraros -como lo hizo con el apóstol Pedro- cuando la inseguridad, la duda o el miedo amenacen con ahogar vuestro entusiasmo y optimismo juveniles. También vosotros podéis caminar sobre las aguas sin hundiros si mantenéis fija la mirada en Aquél que os llama por vuestro propio nombre y os dice: «Ven». Recordad siempre este Evangelio en los momentos de dificultad. No olvidéis que después de la tormenta viene la calma, que el dolor y la prueba aceptados con confianza en Dios dejan paso a la alegría serena, a la libertad madura, a la confesión gozosa de Jesús como Señor de la propia existencia, amigo fiel, salvador cercano y fraterno, dador de vida y esperanza. No os avergoncéis de postraros ante él -al igual que hicieron los discípulos en la barca cuando amainó el viento- diciéndole: «Realmente eres Hijo de Dios».
3. Una llamada a la acción
Queridos jóvenes, hemos escuchado en la primera lectura las palabras que Dios dirigió al profeta Elías: «Aguarda al Señor en el monte, que el Señor va a pasar» (1 R 19, 11). Vino primero un viento huracanado, pero no estaba el Señor. Vino después un terremoto y más tarde un fuego, pero tampoco estaba el Señor. Después se escucho un susurro y Elías se cubrió el rostro, porque sabía que era el Señor. Hoy, en este Monte del Gozo, el Señor pasa también en medio de nosotros y convoca a todos, especialmente a los jóvenes, a la hermosa tarea de construir la Europa del tercer milenio sobre los grandes valores que el Papa Juan Pablo II ha señalado siempre en sus encuentros con la juventud: la vida, el amor y la solidaridad.
Recordad la experiencia de Elías: el Señor pasa en el susurro. No sucumbáis, pues, a la tentación del ruido, la fuerza o la guerra. Rechazad las ideologías obtusas y violentas; manteneos lejos de toda forma de nacionalismo excluyente y de intolerancia. Como dijo el Santo Padre en el Encuentro con los Jóvenes Europeos en Loreto, «a vosotros se os confía la misión de abrir nuevos caminos de fraternidad entre los pueblos, para construir una única familia humana, profundizando la ley de la reciprocidad del dar y del recibir, de la entrega de sí y de la acogida del otro» (Mensaje durante la vigilia, 9 septiembre 1995, n. 3).
4. Por una Europa del espíritu.
La Iglesia y Europa son dos realidades íntimamente unidas en su ser y en su destino. Han realizado juntas un recorrido de siglos y permanecen marcadas por la misma historia. Al encontrarse se han enriquecido mutuamente con valores que no sólo son el alma de la civilización europea, sino que también forman parte del patrimonio de toda la humanidad. Por este motivo, Europa no puede abandonar el cristianismo como compañero de viaje en su camino hacia el futuro, lo mismo que un caminante no puede abandonar sus razones de vivir y de seguir adelante sin caer en una crisis dramática. Como el Papa ha señalado en varias ocasiones, las crisis del hombre europeo son las crisis del hombre cristiano y las crisis de la cultura europea son las crisis de la cultura cristiana.
¡Jóvenes europeos, éste es vuestro reto! Debéis comunicar a la Europa de hoy la esperanza que lleváis dentro. Ciertamente, no se trata de crear una Europa paralela a la existente, sino de mostrar a esta Europa que su alma y su identidad están profundamente enraizadas en el cristianismo, para poder así ofrecer a Europa la clave de interpretación de su propia vocación en el mundo.
La unidad de Europa será duradera y provechosa si está asentada sobre los valores humanos y cristianos que integran su alma común, como son la dignidad de la persona humana, el profundo sentimiento de justicia y libertad, la laboriosidad, el espíritu de iniciativa, el amor a la familia, el respeto a la vida, la tolerancia y el deseo de cooperación y de paz. Sobre estos valores, vosotros, los jóvenes europeos del 2000, debéis cimentar aquella realidad que el Papa ha definido como la «Gran Comunidad Europea del Espíritu» (Discurso al Parlamento Polaco, 11 junio 1999, n. 6), es decir, ¡la Europa unida del tercer milenio!
5. Con la presencia maternal de María
Queridos amigos congregados aquí desde las más diversas partes del Continente: Quiero concluir mis palabras invocando el nombre de María, a quien podemos llamar en cierto sentido «Madre y Reina de Europa». Fijaos que el gran acontecimiento de la Encarnación del Verbo y de la Redención del mundo, que la Iglesia universal se dispone a celebrar en el Jubileo del Año 2000, fue posible gracias a la respuesta positiva de María al anuncio del ángel: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Nunca en la historia de la humanidad tanto dependió, como entonces, del «sí» a Dios de una criatura humana. Por ello os invito a vosotros, jóvenes de toda Europa, a acogerla hoy y para siempre en vuestra vida, al igual que ella acogió en su seno hace veinte siglos al Autor de la vida. Dejad que María camine a vuestro lado en estos años de la juventud que coinciden con el nacimiento de un nuevo milenio.
Encomiendo los frutos de este Encuentro a la Virgen María, hija predilecta de Dios Padre, mujer perfecta, modelo de servicio y alegría, para que ella, como peregrina de la fe, acompañe vuestros pasos por los caminos de la paz y os reciba un día en el cielo, al final de la vida, con el mismo gesto sonriente con el que os ha dado la bienvenida a vuestra llegada al Pórtico de la Gloria de la Catedral Compostelana. Que con su ayuda, y por la poderosa intercesión del apóstol Santiago, edifiquéis juntos la Europa de la esperanza.
Conclusión
Queridos jóvenes de España, os invito a saludar conmigo a los grupos más numerosos que han venido desde otros Países de Europa.
1. Ante todo, es un deber saludar a los que han llegado, tan numerosos, desde Portugal:
Saúdo os jovens de Portugal, ligados com esta meta de peregrinação por laços históricos, religiosos e culturais profundos.
Jovens de Portugal: mantende viva a chama da fé, para que a luz de Cristo ilumine o mundo!
2. A los que han venido desde Francia y Bélgica les quiero decir:
Chers jeunes qui êtes venus de la France et de la Belgique: Je souhaite que l'expérience que vous vivez en ces jours illumine et inspire votre vie chrétienne! Soyez les bienvenus à cette assemblée de frères et soeurs dans le Christ!
3. A los que han venido desde Italia dirijo un saludo especial:
A voi, giovani italiani, giunga un saluto cordialissimo, L'Italia ha dato tanto all'Europa. Continuando in tale solco, continuate a dare il vostro contributo di fede e di opere. L'Europa ha bisogno dei cristiani. Nel nostro Continente vi sono molte culture, ma non ogni cultura è civiltà.
4. A los jóvenes de Alemania, Austria y Suiza llegue también un saludo de toda esta Asamblea:
Liebe Jugendliche aus den Ländern deutscher Sprache! Laßt Euch immer vom Herrn geleiten, damit er mit seiner Macht Euren Glauben im Alltag und bei aller Erprobung stärken kann. Empor die Herzen! Der Herr ist mit Euch!
5. El mismo saludo cordial llegue a los jóvenes de Polonia:
Pozdrawiam serdecznie mlodych z Polski.
Bóg jest miloscia i dlatego was kocha Odwagi -w góre serca zawsze, zawsze!
6. En fin, una saludo de bienvenida a los jóvenes que han llegado a Santiago de Compostela desde Gran Bretaña e Irlanda:
Young people from English-speaking lands! To come here you have crossed the seas. The Apostle Peter, encouraged by the voice of Christ, was able to walk on the waters. May the witness of the Apostle James give you today the same strength to walk towards Christ, without fear of the storms or the waves.