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CARTA DEL CARD. AGOSTINO CASAROLI,
EN NOMBRE DEL PAPA JUAN PABLO II,
CON OCASIÓN DE LA FIESTA LITÚRGICA
DE LOS SANTOS CIRILO Y METODIO
CELEBRADA EN VELEHRAD (CHECOSLOVAQUIA)

 

Queridos hijos e hijas de los Santos Cirilo y Metodio:

El día 14 del pasado mes de febrero, el Santo Padre Juan Pablo II, con gran alegría suya y del pueblo, fue a la basílica romana de San Clemente, donde reposa el cuerpo de San Cirilo, para celebrar allí, juntamente con los representantes de las Iglesias eslavas, la fiesta de vuestros Padres en la fe, a los cuales precisamente el mismo Pontífice había declarado Copatronos de Europa. Por otra parte, en los próximos días, el cardenal de la Santa Iglesia Romana Bernardin Gantin, celebrará con vosotros la misma fiesta en Velehrad, ciudad donde, según la tradición de vuestros antepasados, descansa el cuerpo del otro hermano, es decir, del metropolita San Metodio.

El lugar donde os habéis reunido estuvo siempre, y está actualmente, muy unido a Roma por el vínculo de estos dos santos hermanos. Pues, cuando el año 869 murió en Roma Cirilo, Metodio, consagrado obispo, marchó a Moravia para llevar allí el testamento de su hermano, el cual, estando ya para morir, exclamó: «"Señor, Señor mío, que extiendes los cielos como una tienda" (Sal 103, 2) y "cimentaste la tierra" (Sal 101, 26; 103, 5; 118, 90), y todo lo que existe lo trajiste de la nada a la existencia; Tú que siempre escuchas a los que cumplen tu voluntad y te temen y observan tus preceptos, escucha mi oración y guarda fiel a tu rebaño, a cuyo frente me habías puesto a mí, inepto e indigno siervo tuyo... Reúne a todos en la unidad y haz un pueblo insigne, concorde en la verdadera fe y en la confesión auténtica, e inspira en sus corazones la palabra de tu doctrina... A los que me habías dado... rígelos con tu fuerte diestra y cobíjalos al amparo de tus alas (Sal 60, 5) para que todos alaben y glorifiquen tu nombre de Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén» (Vita Constantini, XVIII, 8-11; Fontes ed. Grivec-F. Tomsic; Radovi Staroslavenskong Instituta, IV, Zagreb, 1960).

I. "Guarda fiel a tu rebaño". Esta fue la primera petición de vuestro apóstol. Pues fue el mismo San Cirilo quien convirtió a vuestra gente en grey de Cristo, dándoos el gran don de la literatura (Slovesnost). Por esto mismo, sucedió que vuestros antepasados fueron contados entre "las grandes naciones que celebran a Dios en su propia lengua" (Vita Constantini, XIV, 16); más aún, al introducir en la liturgia el uso de esta lengua, sus palabras fueron destinadas a ser pronunciadas por la misma "boca de Cristo" (cf. S. Basilii, Epist. 8, 1; PG 32, 248). San Cirilo, cuando estaba para morir, al pedir que el Señor conservase fiel a su rebaño, pedía también para vosotros la fidelidad a esta gran herencia y a vuestra identidad nacional y cultural que es totalmente religiosa y cristiana en sus raíces. Que las solemnidades litúrgicas, las cuales, gracias al Concilio Ecuménico Vaticano II, podéis celebrar de nuevo en vuestra lengua, puedan haceros recordar perennemente este gran don que habéis recibido en el nacimiento mismo de vuestra cultura, el don de la "slovesnost" que os hizo una nación cristiana, y os dio la facultad de comunicaros con Dios en la propia lengua.

II. "Reúne a todos en la unidad". Esta segunda petición de San Cirilo no es menos actual que la primera. Pues vosotros, al pronunciar el término "slovani" (eslavos), intuís su etimología que designa precisamente una población que posee las "slova", palabras, es decir, expresiones inteligibles, capaces de crear comunión entre aquellos que las comprenden. "Eslavos" son concretamente aquellos que tienen las "slova" comunes, por lo que deben formar una sola comunión. Sin embargo, las vicisitudes históricas han destruido la unidad de las naciones eslavas y, lo que es peor, la división en el campo religioso impide a los hijos de los Santos Cirilo y Metodio comulgar en la misma mesa y en el mismo cáliz eucarístico. Pero la tradición Cirilo-Metodiana ha sentido siempre profundamente lo antinatural de esta división y ha promovido iniciativas ecuménicas para superarla. Así, nació el "unionismo", como decís entre vosotros, que tuvo su origen y como su centro en la ciudad de Velehrad, gracias al gran arzobispo de Olomouc, el siervo de Dios A. C. Stojan, promotor de los famosos congresos unionistas. Además, la imagen de la "Madre de la Unidad", venerada en esa misma ciudad, y el mismo sepulcro del arzobispo Stojan. que quiso ser enterrado en este lugar sagrado, son hasta hoy un elocuente testimonio de ello. La tradición unionista vinculada a Velehrad, el movimiento ecuménico impulsado por el Concilio Vaticano II, responden estupendamente al deseo de vuestro padre en la fe: "Reúne a todos en la unidad y haz al pueblo elegido por ti concorde en la verdadera fe y en la auténtica confesión".

III. La tercera petición del testamento de San Cirilo implora que el Señor "inspire en los corazones" de sus discípulos la palabra de su doctrina. "Es un don tuyo —dice San Cirilo— que nos hayas aceptado a nosotros, indignos, para la predicación del Evangelio" (Vita Constantini, XVIII, 10). La predicación de estos hermanos de Tesalónica abrió a las poblaciones eslavas nuevos horizontes, y, al darles la fe, les concedió una nueva dignidad: la de saber que son hermanos de Cristo, hijos de Dios.

Como los Santos Cirilo y Metodio difundieron esta Buena Nueva en el mundo eslavo, en la parte Oriental de Europa, el Santo Padre juzgó oportuno ponerlos al lado de San Benito, el cual, por medio de sus monjes, anunció el mismo mensaje en la parte Occidental de nuestro continente; así los ha proclamado, juntamente con él. Patronos de Europa. En efecto, fue un don de la Divina Providencia que en el período en que comenzaron a romperse los vínculos entre las dos partes del Imperio romano, los hermanos de Tesalónica desarrollasen su misión unificadora en la Gran Moravia, corazón de Europa.

Griegos de origen, eslavos de corazón, enviados canónicamente por el Romano Pontífice, son un maravilloso ejemplo de la universalidad cristiana, que derriba fronteras, extingue odios y une a todos en el amor de Cristo, Redentor universal.

Vosotros, queridos fieles, sois herederos de esta gran tradición; vosotros, cuya historia comenzó en el nombre de Cristo y con el signo de la cruz. Vuestra misma lengua y toda vuestra cultura han nacido de estas raíces, plantadas en otro tiempo por los Santos Cirilo y Metodio. Sentíos orgullosos de estos orígenes; conservad vuestra auténtica identidad cultural. Guardad el precioso don que os han transmitido vuestros padres, para entregarlo intacto, más aún, enriquecido, a vuestros hijos. Pues los que poseéis una herencia preciosa, asumís una grave responsabilidad. Responsabilidad hacia vosotros mismos, pero todavía más hacia las generaciones venideras. Que los Santos Cirilo y Metodio, vuestros padres en la fe, célebres apóstoles de las naciones eslavas y Copatronos de toda Europa, os consigan ser fieles a vosotros mismos, a fin de que se cumpla lo que San Cirilo, estando ya para pasar a la eternidad, en Roma, pidió para vosotros: "Guarda al rebaño fiel a ti... reine en todos la unidad... e inspira en sus corazones la palabra de tu doctrina... Rígelos con tu fuerte diestra y cobíjalos al amparo de tus alas (Sal 60, 5), para que todos alaben y glorifiquen tu nombre de Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén" (Vita Constantini, XVIII, 8-11).

Estos son los deseos y exhortaciones que, en esta solemnísima celebración, os hago con todo afecto en nombre del Santo Padre Juan Pablo II, mientras gustosamente os hago llegar la bendición apostólica que él mismo os imparte de corazón.

Vaticano, 2 de julio de 1981.

 

Cardenal Agostino CASAROLI
Secretario de Estado

 

 

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